viernes, 31 de octubre de 2025

Santo Evangelio 31 octubre 2025

 


Texto del Evangelio (Lc 14,1-6):

 Un sábado, Jesús fue a casa de uno de los jefes de los fariseos para comer, ellos le estaban observando. Había allí, delante de Él, un hombre hidrópico. Entonces preguntó Jesús a los legistas y a los fariseos: «¿Es lícito curar en sábado, o no?». Pero ellos se callaron. Entonces le tomó, le curó, y le despidió. Y a ellos les dijo: «¿A quién de vosotros se le cae un hijo o un buey a un pozo en día de sábado y no lo saca al momento?». Y no pudieron replicar a esto.



«¿Es lícito curar en sábado, o no?»


Rev. D. Darío Gustavo GATTI Giorgio ISSDSch

(Rosario, Santa Fe, Argentina)

Hoy el Evangelio nos deja ver a Jesús: firme como buey, manso como asno. Está en casa de un importante fariseo; es un sábado. «Ellos lo estaban observando» (Lc 14,1). En este ambiente de juicio, Jesús mira delante suyo a un hombre hidrópico, y su pregunta es directa: «¿Es lícito curar en sábado o no?» (Lc 14,3). Pregunta que desafía la rigidez de la ley en favor de la compasión, también del corazón. La ley del sábado, como nuestro domingo, estaba destinada al descanso y la santificación, y se había convertido en una carga. Jesús, al poner la comparación con el “hijo o el buey que cae”, nos muestra la incoherencia de quienes, preocupados por sus posesiones, las rescatarían sin dudar, mientras postergarían (en sábado) la sanación de una persona.

Uno que fue rescatado de un pozo es Saulo de Tarso. Imaginemos lo que diría en su acción de gracias, haciendo eco con palabras del Papa León XIV: «Mientras agradecemos al Señor la llamada con la que transformó su vida…, le pedimos que sepamos cultivar y difundir su caridad, haciéndonos prójimos los unos de los otros». San Beda interpreta el buey y el asno como «los pueblos judío y gentil, llamados a ser liberados del pozo de la concupiscencia». Jesús rescata a todos, sin importar nuestra condición y el día. Siendo “Hijo”, se acordaría de aquella noche en Belén, con la tierna mirada de María y José, donde un buey y un asno lo contemplaban; ese niño que venía a sacarnos del pozo del pecado, a todos y para siempre. Hoy, nos anima con ojos de misericordia, a contemplar las personas antes que las cosas, priorizar la vida, todos los días.

La sanación de hoy, y la palabra de Jesús, nos interpelan: nuestras normas, tradiciones o comodidades, ¿nos impiden ver la necesidad del otro? La mesa —símbolo y sacramento de comunidad y vida eucarística— a la que estamos invitados todos, refleja una profunda verdad: nuestra vida tiene un valor incalculable. En ella, Jesús lava los pies y se nos da en alimento, y recomienda: «Haced esto en memoria mía» (Lc 22,19).

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