viernes, 30 de abril de 2021

Santo Evangelio 30 de Abril 2021

 


Texto del Evangelio (Jn 14,1-6): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino». Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí».

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«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí»


Rev. D. Josep Mª MANRESA Lamarca

(Valldoreix, Barcelona, España)

Hoy, en este Viernes IV de Pascua, Jesús nos invita a la calma. La serenidad y la alegría fluyen como un río de paz de su Corazón resucitado hasta el nuestro, agitado e inquieto, zarandeado tantas veces por un activismo tan enfebrecido como estéril.

Son los nuestros los tiempos de la agitación, el nerviosismo y el estrés. Tiempos en que el Padre de la mentira ha inficionado las inteligencias de los hombres haciéndoles llamar al bien mal y al mal bien, dando luz por oscuridad y oscuridad por luz, sembrando en sus almas la duda y el escepticismo que agostan en ellas todo brote de esperanza en un horizonte de plenitud que el mundo con sus halagos no sabe ni puede dar.

Los frutos de tan diabólica empresa o actividad son evidentes: enseñoreado el “sinsentido” y la pérdida de la trascendencia de tantos hombres y mujeres, no sólo han olvidado, sino que han extraviado el camino, porque antes olvidaron el Camino. Guerras, violencias de todo género, cerrazón y egoísmo ante la vida (anticoncepción, aborto, eutanasia...), familias rotas, juventud “desnortada”, y un largo etcétera, constituyen la gran mentira sobre la que se asienta buena parte del triste andamiaje de la sociedad del tan cacareado “progreso”.

En medio de todo, Jesús, el Príncipe de la Paz, repite a los hombres de buena voluntad con su infinita mansedumbre: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí» (Jn 14,1). A la derecha del Padre, Él acaricia como un sueño ilusionado de su misericordia el momento de tenernos junto a Él, «para que donde esté yo estéis también vosotros» (Jn 14,3). No podemos excusarnos como Tomás. Nosotros sí sabemos el camino. Nosotros, por pura gracia, sí conocemos el sendero que conduce al Padre, en cuya casa hay muchas estancias. En el cielo nos espera un lugar, que quedará para siempre vacío si nosotros no lo ocupamos. Acerquémonos, pues, sin temor, con ilimitada confianza a Aquél que es el único Camino, la irrenunciable Verdad y la Vida en plenitud.


Doctor en Historia, metodista, con la pandemia pudo pensar y hacerse preguntas... y se hizo católico

 


Doctor en Historia, metodista, con la pandemia pudo pensar y hacerse preguntas... y se hizo católico

James Benton en la iglesia de Santa Ana. 

James Benton, tras recibir los sacramentos de iniciación en la Iglesia de Santa Ana.

James Benton, doctor en Historia, necesitó la pandemia del coronavirus para pararse a reflexionar y dar el paso de hacerse católico. Ha contado su testimonio en el Catholic Standard de Washington.

Un historiador de tradición metodista

James se crio en una familia protestante de Carolina del Norte de tradición metodista. De hecho, su familia fundó una comunidad metodista en 1860. 

Benton obtuvo un doctorado en Historia de los Estados Unidos. Trabajó en la Universidad de Georgetown, ligada a los jesuitas. Durante años colaboró como historiador ayudando al centro educativo y a la Compañía de Jesús a investigar acerca de los esclavos que la compañía tuvo hace siglos y localizando a sus descendientes. 

A lo largo de la investigación, a Benton le llamó la atención que “algunos descendientes de esclavos ya habían investigado esa historia”. Mientras algunos descendientes de esclavos vivían "una verdadera crisis de fe" al saber la historia de sus familias, otros recibían esa información con indiferencia. 

Al historiador le impresionó “la determinación de los jesuitas por avanzar hacia la reconciliación. Los descendientes de esclavos, los funcionarios de Georgetown y los jesuitas se unieron de una manera que no habíamos visto antes”, afirmó Benton en Catholic Standard.


James Benton es doctor en historia de Estados Unidos por la Universidad de Georgetown. 

La pandemia le dio que pensar… y que agradecer

Con la llegada de la pandemia, “tuve mucho tiempo libre, y comencé a darme cuenta de lo afortunado que era por tener buena salud”.

Benton elaboró un plan de cuidado y crecimiento personal y quiso “conocer mejor la Doctrina Social católica sobre mi trabajo”.

Durante este tiempo, "la pandemia me llevó a hacer un balance de lo que era verdaderamente importante en mi vida y a reconocer la importancia de las pequeñas cosas".

El historiador reflexionó, por ejemplo, sobre "cómo un buen o un mal gesto hacia otra persona puede tener un efecto dominó a largo plazo, aunque nunca lo veamos".

Vio que era importante "ayudar y mejorar la vida de las personas que te rodean", y que no  eran importantes los títulos o trabajos prestigiosos.

La misa se convirtió en lo importante

Todo ello le llevó a la oración. “Tenía dudas sobre lo que debía hacer”. Aunque no era católico, comenzó a asistir a misa por las mañanas en la iglesia de Santa Ana en Washington DC.

“Iba a misa como si se tratase de una experiencia personal, como una forma de conectarme con los demás”, explica.

“Cuando la pandemia nos golpeó y todos estábamos encerrados, me conecté a internet e investigué y descubrí nuevos aspectos sobre la liturgia. Cuando volvieron a abrir, comencé a ir a misa de nuevo”.

Como voluntario, “he llegado a conocer en profundidad a los miembros de la congregación, y todo el grupo de voluntarios con los que he trabajado nos hemos compenetrado mucho. Se abrió para mí una comunidad de gente completamente nueva, con la que he podido desarrollar unos propósitos y objetivos comunes”.

James D. Watkins celebrando Misa. 


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Espera lo que sucederá tras su conversión

En la Vigilia Pascual, el 3 de abril, Benton recibió los primeros sacramentos y pasó a ser parroquiano de Santa Ana. 

“Al aprender más sobre el catolicismo y mi propia fe, he podido conocer a grandes personas en el camino, que me han apoyado, y han hecho que este momento de transición sea sorprendente”, afirma.

“Ha habido muchas personas involucradas en este viaje, solo ha sido posible gracias a amigos y conocidos que me han ayudado a encontrar las respuestas que estaba buscando. Los aprecio, y aprecio que estén en mi vida”.

James Benton en la Iglesia de Santa Ana


James Benton, tras recibir los sacramentos de iniciación en la Iglesia de Santa Ana (Washington). 

“Este ha sido un viaje muy importante. Puede parecer una larga historia”, pero visto con perspectiva, “no es raro para alguien que ha estado con los jesuitas durante los últimos 16 años”, aunque “todo se aceleró durante los últimos 15 meses. Espero con ansia lo que sucederá ahora”, concluye..

Fuente: Religión en Libertad

De experta reikista, triste y oprimida, a evangelizadora alegre: Dios la tocó en Retiros de Emaús

 


De experta reikista, triste y oprimida, a evangelizadora alegre: Dios la tocó en Retiros de Emaús

Susana, ex-reikista que diseña bisutería cristiana

Susana diseña y vende bisutería, trabaja en el mundo de la moda... y ahora lo compagina con su fe alegre

En Contagiosos, la serie de testimonios en vídeo que dirige Juan Manuel Cotelo, financiados por muchos pequeños donantes, cuenta su historia (en 9 minutos) Susana, una empresaria y diseñadora de bisutería y moda, que durante años buscó espiritualidad en la Nueva Era, que quedó atrapada en el reiki y se liberó cuando encontró a Cristo en un retiro de Emaús.

Ahora utiliza su amor al diseño para evangelizar, envía frases inspiradoras de Jesús y de la Biblia en minibotellitas a sus clientes y anima a sus amigos y conocidos a rezar, acercarse a Cristo y probar en retiros.

Las playas de Jávea y las tiendas de ropa playera y bisutería neohippy son el marco visual de la historia de Susana, que, alegre y extrovertida, tiene que hablar de la oscuridad que durante mucho tiempo pesó sobre sus hombros.


Susana en su juventud de New Age y preguntas espirituales

"Probé de todo, muchos libros de autoayuda, meditaciones...", explica.

Pero lo que más le dañó, dice, fue el reiki. Se estaba separando, era un momento de especial vulnerabilidad, y conoció a "una persona encantadora que era maestra de reiki".

Reiki: o superstición, o invocación de espíritus

El reiki es una técnica de la Nueva Era que dice enseñar a fluir, o controlar una "energía" supuestamente curadora. La ciencia no detecta esa energía (porque no existe) y la Iglesia y los exorcistas consideran que es pecado de superstición.

A partir de cierto nivel puede ser peor, especialmente cuando el reikista busca contactar con "maestros ascendidos", o "seres de luz" que viven en "otra dimensión". Para la Iglesia eso es invocación de espíritus, es decir, contactar con demonios, que buscan engancharse a una persona que quiere poder sobrenatural pero no acude a Dios. Muchos exorcistas en las últimas décadas dicen que sus peores casos tienen que ver con el practicantes de reiki.

Susana no detalla todo esto, pero sí dice que el horror en su vida empezó a partir de meterse en profundidad en el reiki. Llegó al tercer nivel, el que permite ser maestra de otros reikistas.

"Empezaron a pasarme cosas que no me gustaban nada. Tenía pesadillas, tenía visiones, estaba triste.. Era una sensación de vacío, de que te falta algo, y no entiendes qué te pasa. Y así todos los días, y cada vez más y más. Yo decía: ¡me estoy volviendo loca!"

Una amiga de mirada luminosa

Un día se reencontró con una amiga que tenía una mirada especial, dulce, luminosa. "Oye, Mer, yo quiero tener tu mirada", dijo ella. "Ay, Susana, tienes que hacer un retiro", le propuso ella, insistente y entusiasta. Y la invitó a un Retiro de Emaús, un encuentro de amistad y oración de un fin de semana.

Susana tiene ahora la mirada luminosa y alegre de quien ha encontrado un tesoro


Susana era reticente a ir al retiro. "Que yo ya he ido a un colegio de monjas, y a otro de la Obra, yo eso de rezar tanto... yo ya hago mi espiritualidad a mi manera." Pero su amiga insistió: "yo te llamo y tu vienes". Y así fue.

En el retiro ella proponía a otras personas las cosas de espiritualidad New Age que conocía. Nadie le predicó contra ellas en ese momento.

Pero dice que en ese encuentro hubo un momento en que "el Señor me curó, me limpió, me sanó". En un cuarto de hora decidió, sin que nadie se lo exigiera, sino impulsada por Dios, dejar de lado toda la actividad de reiki y Nueva Era en la que estaba metida.

El poder de la confesión

Habla también del momento en que pudo confesarse. "Me quedé nueva, limpia, pude respirar. Yo tenía ansiedad, a veces me faltaba aire, no sabía por qué. La cabeza me pesaba, los hombros me pesaban, era como si tuviera una mochila. Y ahora ya no tenía esa mochila".



"Salí y dije: he encontrado lo que quería, ya he encontrado mi camino". Y desde entonces, lo propone a muchos otros: "ese retiro es un spa del alma, lo recomiendo a todos, pueden ir ateos, puede ir todo el mundo".

Anima a todos a acercarse a Dios

Los clientes y colegas a los que durante años les recomendaba cursillos de reiki o Nueva Era, ahora les recomienda retiros de Emaús, rezar el Rosario, hablar con Dios, confesarse...

Dedicar tiempo a estar con Dios en su Creación, rezar


Con sus nuevas líneas de bisutería regala pequeñas etiquetas "con un mensaje de Jesusito". Suena a algo pequeño, pero son palabras poderosas de Cristo que acompañan a un objeto hermoso -pulsera, collar- que regala un ser querido. "Te llegan al corazón", dice Susana.

"Voy a rezar cada collar y voy a pensar en la persona", explica Susana, alegre por poder hacer objetos hermosos y a la vez poder rezar y evangelizar con ellos.

Aquí, completo (9 minutos) el capítulo 8 de Contagiosos, con la historia de Susana


Fuente: Religión en Libertad


jueves, 29 de abril de 2021

Santo Evangelio 29 de Abril 2021



 Texto del Evangelio (Jn 13,16-20):

 Después de lavar los pies a sus discípulos, Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía. Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís. No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: el que come mi pan ha alzado contra mí su talón. Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy. En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado».

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«Después de lavar los pies a sus discípulos...»


Rev. D. David COMPTE i Verdaguer

(Manlleu, Barcelona, España)

Hoy, como en aquellos films que comienzan recordando un hecho pasado, la liturgia hace memoria de un gesto que pertenece al Jueves Santo: Jesús lava los pies a sus discípulos (cf. Jn 13,12). Así, este gesto —leído desde la perspectiva de la Pascua— recobra una vigencia perenne. Fijémonos, tan sólo, en tres ideas.

En primer lugar, la centralidad de la persona. En nuestra sociedad parece que hacer es el termómetro del valor de una persona. Dentro de esta dinámica es fácil que las personas sean tratadas como instrumentos; fácilmente nos utilizamos los unos a los otros. Hoy, el Evangelio nos urge a transformar esta dinámica en una dinámica de servicio: el otro nunca es un puro instrumento. Se trataría de vivir una espiritualidad de comunión, donde el otro —en expresión de San Juan Pablo II— llega a ser “alguien que me pertenece” y un “don para mí”, a quien hay que “dar espacio”. Nuestra lengua lo ha captado felizmente con la expresión: “estar por los demás”. ¿Estamos por los demás? ¿Les escuchamos cuando nos hablan?

En la sociedad de la imagen y de la comunicación, esto no es un mensaje a transmitir, sino una tarea a cumplir, a vivir cada día: «Dichosos seréis si lo cumplís» (Jn 13,17). Quizá por eso, el Maestro no se limita a una explicación: imprime el gesto de servicio en la memoria de aquellos discípulos, pasando inmediatamente a la memoria de la Iglesia; una memoria llamada constantemente a ser otra vez gesto: en la vida de tantas familias, de tantas personas.

Finalmente, un toque de alerta: «El que come mi pan ha alzado contra mí su talón» (Jn 13,18). En la Eucaristía, Jesús resucitado se hace servidor nuestro, nos lava los pies. Pero no es suficiente con la presencia física. Hay que aprender en la Eucaristía y sacar fuerzas para hacer realidad que «habiendo recibido el don del amor, muramos al pecado y vivamos para Dios» (San Fulgencio de Ruspe).


Comunicadora de la NASA, católica formada en la Santa Croce de Roma, habla de cómo evangelizar



 Comunicadora de la NASA, católica formada en la Santa Croce de Roma, habla de cómo evangelizar

Adrienne Alessandro en su trabajo en la NASA - sabe sobre comunicar cosas complicadas, también la fe

La Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma (la Santa Croce, en italiano) es conocida, entre otras cosas, por su prestigiosa Facultad de Comunicación Institucional. Ahí se formó en 2007 y 2008 la estadounidense Adrienne Alessandro, que luego sería una de las responsables de comunicación de la NASA, la agencia espacial del gobierno norteamericano, centrándose en comunicar las actividades del Centro de Vuelo Espacial Goddard (Goddard Space Flight Center).

El centro Goddard es la mayor organización norteamericana de científicos e ingenieros dedicados a expandir el conocimiento de la Tierra, el sistema solar y el universo mediante observaciones en el espacio. Ayuda a operar el telescopio espacial Hubble (HST), el programa Explorers, el programa Discovery, y muchas otras iniciativas.

Entrevistada por Gerardo Ferrara en la web de la Fundación CARF, Adrienne explica cómo en su vida ha enlazado la fe, su estudio en Roma, el amor por la comunicación y su vida familiar, y cómo cree que debe comunicar la Iglesia hoy.

Niña de misa diaria, rosario y home schooling

"La fe y la práctica religiosa impregnaron la vida diaria de nuestra familia. Mi mamá me llevaba a misa diaria y me animaba a acompañarla a rezar el rosario. Cuando mis padres se enteraron de que las escuelas públicas locales estaban introduciendo elementos de educación sexual desde el primer grado, me sacaron para educarme en casa, lo cual fue un paso bastante radical para principios de los noventa. La fe era algo tangible para nosotros. De pequeña era tímida y sensible, me sentía mucho más cómoda observando a los demás que contando mis historias. Con estas características personales, en alguna ocasión pensé si Dios me estaba pidiendo ingresar en una orden religiosa", explica Adrienne.

Ante la tumba de San Pedro, Dios resolvió sus dudas

"Después de un tiempo en el que, desafortunadamente me aparté de Dios, finalmente encontré un lugar donde me sentí en paz: la Basílica de San Pedro, en Roma. Me encontraba en la Ciudad Eterna para realizar un semestre de estudios. En una de las visitas guiadas, contemplé el lugar donde reposan los huesos de San Pedro: un hombre que había caminado con Cristo y había abrazado su Cuerpo. Pensé que el primer Papa había entendido el verdadero significado de la vocación. Le dijo que sí a Dios una y otra vez, incluso después de haberle negado", señala Adrienne.

"Así que, le pedí a Dios (nuevamente) que terminara mi confusión vocacional. Inmediatamente después sentí una paz profunda, algo literalmente de otro mundo: por fin veía iluminada con claridad mi vocación al matrimonio y nunca volví a tener ninguna duda al respecto".

Estudiar algo que impactara al mundo

Después de dos años en un trabajo administrativo gris ("interminables horas haciendo fotocopias y reservando vuelos de compañeros de trabajo lentamente ahogaron la creatividad en mi alma") optó por ir a Roma a la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, para aprender Comunicación institucional. De allí menciona a los profesores Daniel Arasa y José María La Porte: "me hicieron sentir inmediatamente como en mi casa".


Adrienne Alessandro, a la derecha, con profesores de Comunicación de la Santa Croce - a la izquierda, Daniel Arasa

"Aprendí a usar una cámara de video, a escribir guiones comerciales y a editar archivos de audio: ¡me encantaba todo! Las clases de capacitación en los medios de comunicación fueron mis favoritas porque me desafiaron a anticipar y explorar argumentos en contra de la fe y a crear respuestas racionales y adecuadas", detalla.

¿Cómo servir a la Iglesia, tan herida?

Por otra parte, desde Roma podía ver a la Iglesia con toda su universalidad pero también con sus fragilidades y miserias. Y eso le hizo pensar. "Me pregunté: ¿qué podría hacer, a nivel personal, para ser un miembro más fuerte y santo del Cuerpo de Cristo y ayudar a sanar esta hermosa y rota Iglesia? Todavía pienso en estas preguntas hasta el día de hoy, especialmente a la luz de los escándalos de abuso sexual en todo el mundo que han hecho que muchos otros cuestionen su fe. Y creo que la Pontificia Universidad de la Santa Cruz me dio las herramientas que necesito, personal y profesionalmente, para ayudar a abordarlo".

Concreta dos enseñanzas que siempre le han servido para comunicar: "Primero, gánate la confianza y construye una relación sólida con los ejecutivos de tu equipo si quieres ser un comunicador eficaz y preciso. Y segundo, siempre, ¡siempre! ten en cuenta a tu audiencia".

Considera, además, que la fe católica ayuda al comunicador a esforzarse en tener "amabilidad y consideración por el tiempo y los talentos únicos de los demás, respeto y trabajar siempre por el bien de mi equipo".

En la NASA, con grandes mentes

En la NASA trabajó con gente muy inteligente, pero "por muy brillantes que fueran mis compañeros de trabajo, necesitaban a alguien que pudiera captar su idea técnica y comunicarlo de una manera que la gente corriente pudiera entender. Eso era algo que podía hacer. Me encantó participar en sesiones de estrategia, donde podía ayudar al equipo a identificar a su público objetivo y formular formas efectivas de llegar a ellos".

¿Cómo evangelizar?

Esta experta comunicadora, acostumbrada a explicar cosas difíciles de forma que se entiendan, cree que "cuando se predica con honestidad, comprensión y convicción, el mensaje de Cristo permanece fresco y convincente, incluso para los jóvenes, un grupo hambriento de respuestas".

Por el contrario, "no podemos transmitir lo que no tenemos, y en muchas parroquias y comunidades hemos perdido el verdadero conocimiento de nuestra identidad católica: quiénes somos, qué creemos y qué significa ser católico en la vida diaria. Las generaciones de católicos actuales ya no pueden explicar las enseñanzas básicas, incluida la Eucaristía. Podemos culpar a los demás o bien podamos mirar hacia adentro y considerar si yo, personalmente, he levantado la voz últimamente para dar testimonio de Cristo".

Y añade: "Necesitamos campañas de base estratégicas, atractivas y de alcance, apoyadas por nuestros obispos y líderes, para involucrar y catequizar tanto a los fieles como a los más alejados. En particular, tenemos que estar dispuestos a hablar con los jóvenes y conocer sus desafíos y sus corazones. Los jóvenes pueden ser escépticos o resistirse a mensajes amplios e impersonales, pero el acompañamiento es de gran ayuda para responder sus preguntas y fomentar la comprensión del amor de Cristo y el propósito de sus vidas".

Para muchas personas, especialmente jóvenes, anima a "identificar las heridas personales y buscar la sanación de Dios en su vida, ya sea a través de acompañamiento o terapia. Dios nos ha dado herramientas tanto espirituales como humanas para estar en paz".

Lo disfuncional: lenguaje legalista, peleas en las redes...

Entre los problemas de comunicación de la fe, destaca la crisis por los abusos, a la que muchos jerarcas respondieron sin empatía ni eficacia, "en un lenguaje legal protector, rancio y evasivo".

Tampoco dan buen ejemplo los católicos "muy divididos en muchos temas, atacándose en las redes sociales y todo en nombre de… ¡Jesús!". Las redes en sí mismas fomentan la descortesía. "Muchos de nosotros (incluido yo misma), a menudo nos olvidamos de ponernos la armadura de Cristo antes de entrar en Internet".

Adrienne Alessandro recuerda las preguntas que hará Jesús el Día del Juicio: "¿cuándo me alimentaste, me diste de beber, me diste alojamiento, o me vestiste?" Y comenta: "La santidad personal puede no ser una solución instantánea, pero ejercitar algunas gracias adicionales es la herramienta más poderosa que tenemos los católicos para provocar un cambio".

Con tres hijos menores de 3 años

Adrienne y su marido atraviesan una etapa agotadora de la vida: tener dos niños menores de tres años y uno más en camino. Como padres, son el modelo para sus hijos de cómo Dios ama y educa. ¿Le hubiera gustado ser madre en otra época, de vecindarios seguros y sin pornografía en la red? Sí, pero cada época tiene sus retos, señala. "Intento confiar en que Dios me dará la sabiduría y las palabras que necesito para pastorear a estos pequeños por la vida hasta el cielo".

La web de CARF (Carfundacion), que fomenta la reflexión sobre la vocación y el apoyo a las vocaciones cristianas


Fuente: Religion en libertad

miércoles, 28 de abril de 2021

Santo Evangelio 28 de Abril 2021

 



Texto del Evangelio (Jn 12,44-50): 

En aquel tiempo, Jesús gritó y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día; porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí».

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«El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado»


P. Julio César RAMOS González SDB

(Mendoza, Argentina)

Hoy, Jesús grita; grita como quien dice palabras que deben ser escuchadas claramente por todos. Su grito sintetiza su misión salvadora, pues ha venido para «salvar al mundo» (Jn 12,47), pero no por sí mismo sino en nombre del «Padre que me ha enviado y me ha mandado lo que tengo que decir y hablar» (Jn 12,49).

Todavía no hace un mes que celebrábamos el Triduo Pascual: ¡cuán presente estuvo el Padre en la hora extrema, la hora de la Cruz! Como ha escrito San Juan Pablo II, «Jesús, abrumado por la previsión de la prueba que le espera, solo ante Dios, lo invoca con su habitual y tierna expresión de confianza: ‘Abbá, Padre’». En las siguientes horas, se hace patente el estrecho diálogo del Hijo con el Padre: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34); «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46).

La importancia de esta obra del Padre y de su enviado, se merece la respuesta personal de quien escucha. Esta respuesta es el creer, es decir, la fe (cf. Jn 12,44); fe que nos da —por el mismo Jesús— la luz para no seguir en tinieblas. Por el contrario, el que rechaza todos estos dones y manifestaciones, y no guarda esas palabras «ya tiene quien le juzgue: la Palabra» (Jn 12,48).

Aceptar a Jesús, entonces, es creer, ver, escuchar al Padre, significa no estar en tinieblas, obedecer el mandato de vida eterna. Bien nos viene la amonestación de san Juan de la Cruz: «[El Padre] todo nos lo habló junto y de una vez por esta sola Palabra (...). Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo sería una necedad, sino que haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, evitando querer otra alguna cosa o novedad».


martes, 27 de abril de 2021

Santo Evangelio 27 de Abril 2021

 


Texto del Evangelio (Jn 10,22-30): 

Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. Le rodearon los judíos, y le decían: «¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente». Jesús les respondió: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno».

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«Yo y el Padre somos uno»


Rev. D. Miquel MASATS i Roca

(Girona, España)

Hoy vemos a Jesús que se «paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón» (Jn 10,23), durante la fiesta de la Dedicación en Jerusalén. Entonces, los judíos le piden: «Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente», y Jesús les contesta: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis» (Jn 10,24.25).

Sólo la fe capacita al hombre para reconocer a Jesucristo como el Hijo de Dios. San Juan Pablo II hablaba en el año 2000, en el encuentro con los jóvenes en Tor Vergata, del “laboratorio de la fe”. Para la pregunta «¿Quién dicen las gentes que soy yo?» (Lc 9,18) hay muchas respuestas... Pero, Jesús pasa después al plano personal: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Para contestar correctamente a esta pregunta es necesaria la “revelación del Padre”. Para responder como Pedro —«Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo» (Mt 16,16)— hace falta la gracia de Dios.

Pero, aunque Dios quiere que todo el mundo crea y se salve, sólo los hombres humildes están capacitados para acoger este don. «Con los humildes está la sabiduría», se lee en el libro de los Proverbios (11,2). La verdadera sabiduría del hombre consiste en fiarse de Dios.

Santo Tomás de Aquino comenta este pasaje del Evangelio diciendo: «Puedo ver gracias a la luz del sol, pero si cierro los ojos, no veo; pero esto no es por culpa del sol, sino por culpa mía».

Jesús les dice que si no creen, al menos crean por las obras que hace, que manifiestan el poder de Dios: «Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí» (Jn 10,25).

Jesús conoce a sus ovejas y sus ovejas escuchan su voz. La fe lleva al trato con Jesús en la oración. ¿Qué es la oración, sino el trato con Jesucristo, que sabemos que nos ama y nos lleva al Padre? El resultado y premio de esta intimidad con Jesús en esta vida, es la vida eterna, como hemos leído en el Evangelio.


«Vivimos tiempos sin precedentes»: una joven explica por qué va a ingresar como monja contemplativa

 


«Vivimos tiempos sin precedentes»: una joven explica por qué va a ingresar como monja contemplativa

Gretchen entrará en un monasterio de clausura en julio para ofrecerse por la salvación del mundo.

El pasado 9 de febrero, Gretchen Erlichman comunicó a sus allegados que, gracias a una recaudación de fondos a través de Labouré Society, había devuelto el crédito con el que financió sus estudios universitarios y podría al fin cumplir su vocación: ser religiosa. 

Labouré Society es una sociedad que toma su nombre de Santa Catalina Labouré (1806-1876, a quien fue revelada la Medalla Milagrosa) y busca dinero para rescatar los créditos para estudios universitarios contraídos en Estados Unidos por muchos jóvenes que descubren posteriormente su vocación. Se calcula que hay diez mil personas en el país discerniendo su vocación y que un 42% acaba perdiéndola porque la necesidad de trabajar para devolver el préstamo les absorbe durante demasiados años.

Gretchen es una beneficiaria de ese programa: "¡Dios es tan bueno! Gracias a todos por vuestras oraciones y vuestro apoyo. ¡Estoy tan agradecida!", proclamaba en las redes sociales. Así que el 22 de julio llamará a las puertas de una comunidad de 22 dominicas contemplativas en Connecticut donde la esperan como una más de las constantes vocaciones jóvenes que están recibiendo en los últimos años, varias de ellas actualmente en postulantado.

Gretchen ha explicado las razones de su vocación en un artículo recientemente publicado en Crisis Magazine:

Por qué entro en un monasterio en 2021

Vivimos en "tiempos sin precedentes". Esta frase tan repetida no solo ha aparecido en los titulares de los periódicos y la han dicho muchos presentadores, sino que se ha convertido en un mantra que está omnipresente en nuestros encuentros cotidianos. "Tiempos sin precedentes" describe el desconcertante conglomerado de caos político, tensiones religiosas y una sociedad afectada por la pandemia. 

Sin embargo, fueron precisamente tiempos como estos los que sentaron un precedente para las vocaciones a la vida contemplativa: mientras el Imperio romano se desmoronaba, San Benito componía su regla monástica. Mientras el Gran Cisma de Occidente asolaba el papado, Santa Catalina de Siena hacía penitencia por la sanación de la Iglesia. Mientras las monjas del Carmelo de Lisieux morían de gripe asiática, Santa Teresita rezaba por la salud y la curación de Europa. 


Religiosas del monasterio de Nuestra Señora de la Gracia.

Religiosas del monasterio de Nuestra Señora de la Gracia, en un momento de recreo. Foto: Monasterio Nuestra Señora de la Gracia.

Dentro de unos meses seguiré estos precedentes y dejaré atrás la vida que conozco para entrar como postulante con las monjas dominicas contemplativas del Monasterio de Nuestra Señora de la Gracia en North Guilford (Connecticut). Creo que es la mejor respuesta que puedo dar a nuestro actual clima social, y a la vida en general. 

Pero esta idea no ha sido recibida tan bien como esperaba. Al compartir mi intención con mis amigos, familiares, conocidos y desconocidos, todos me han planteado una serie de preguntas desconcertantes, todos han cuestionado mi decisión de entrar en un monasterio: ¿por qué quiero entrar en un monasterio en este momento? ¿Por qué quiero que mi última experiencia del "mundo" sea la de una sociedad plagada de pandemias? ¿Por qué, en medio del caos causado por el clima político y religioso de la época, me encierro en un claustro? Algunos afirman que una persona solo tomaría esa decisión para huir de los problemas del mundo. Otros lo ven como una negación heroica de las cosas "mundanas". Ninguno ha dado en el clavo.

Es precisamente el deseo de hacer frente a estos "tiempos sin precedentes" lo que reafirma mi decisión de vivir como monja dominica contemplativa. No entro en un monasterio para escapar del mundo o para mostrar una falsa piedad. Entro en la vida religiosa para poder seguir una vocación particular por medio de la cual puedo llevar a cumplimiento, de manera más perfecta, mi propósito como miembro cristiano de la sociedad humana. Al negarse a sí misma las cosas del mundo, una monja afirma radicalmente la realidad del bien y del mal en el mundo. Al entrar en la clausura, se libera para entrar más profundamente en el sufrimiento de un mundo que sufre. Y, al cerrar los ojos en la oración, es capaz de abrir su corazón a un mundo tan desesperadamente necesitado.


Religiosas rezando.

La oración es el alma y guía de la vida cotidiana de las religiosas contemplativas. Foto: Monasterio Nuestra Señora de la Gracia.

Uno de los lemas de la Orden Dominica es contemplare et contemplata aliis tradere (contemplar y entregar a otros los frutos de la contemplación). Cuando empecé a discernir la posibilidad de entrar en la vida contemplativa, no estaba segura de cómo se manifestaba este lema en la vida de una monja de clausura. Ahora me doy cuenta de que solo a través de una vida de contemplación me puedo comprometer plena y fructíferamente con un mundo que sufre. Al vivir una vida de oración y penitencia alejada del mundo, una monja contemplativa está íntimamente unida en solidaridad con los que sufren en el mundo. Esta solidaridad se define ofreciendo todo su ser en aras de un bien mayor que ella misma: la entrega de su vida interior de oración y penitencia por el bien común del mundo que la rodea. A través de esta solidaridad cumple su vocación: contemplare et contemplata aliis tradere.    

Es exactamente esto lo que afirma el Papa San Juan Pablo II en su carta apostólica Salvifici doloris: "Por lo tanto, es necesario cultivar en sí mismo esta sensibilidad del corazón, que testimonia la compasión hacia el que sufre. A veces esta compasión es la única o principal manifestación de nuestro amor y de nuestra solidaridad hacia el hombre que sufre. [...] Se puede afirmar que se da a sí mismo, su propio 'yo', abriendo este 'yo' al otro. Tocamos aquí uno de los puntos clave de toda la antropología cristiana. El hombre no puede 'encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás'" (n. 28). 

Cada persona está llamada a vivir una manifestación particular de este "don sincero de sí mismo" a través de su vocación personal: los padres sacrifican su comodidad por el bien de sus hijos; el personal sanitario arriesga su propia vida por la salud y el bienestar de los demás; los miembros del clero están obligados a aceptar el reto de vivir y predicar la verdad, sin importar el coste; yo, junto a las que pronto serán mis futuras hermanas, estoy llamada a participar en todos estos sufrimientos de forma sobrenatural a través del don de la vida contemplativa.


Un vídeo de Labouré Society en el que Gretchen explica su vocación.

Las monjas contemplativas están llamadas a ofrecer oraciones por la madre que está cansada y es incapaz de rezar después de pasar una noche insomne por su hijo; a ofrecer penitencia por el hombre que muere solo y necesita la gracia de la conversión; a arrodillarse ante el Santísimo Sacramento y suplicar por la paz en nuestra nación y por la fecundidad en la Iglesia. Como monja, utilizaré mi vida para unir todos estos sufrimientos al sufrimiento de Cristo en la Cruz. Cristo se hizo humano y sacrificó su vida humana por la salvación de toda la humanidad. Dentro de los muros del monasterio, las monjas sacrifican su propia vida humana y la unen a la de Cristo para, así, llevar a toda la humanidad hacia Él y, del mismo modo, llevarle a Él a toda la humanidad. 

Cuando ya haya entrado en el monasterio, mi "ventana" al mundo consistirá en una pequeña abertura en la reja de la capilla donde se encuentra la custodia con el Santísimo Sacramento. Veré, literalmente, el mundo exterior a través de Cristo. ¡Qué expresión tan perfecta de la vida consagrada que deseo seguir! G.K. Chesterton escribió: "El voto es para el hombre lo que el canto es para el pájaro o el ladrido para el perro; es la voz por la que se le conoce" (La barbarie de Berlín). Es siguiendo una vida de pobreza, castidad y obediencia dentro de los silenciosos muros del claustro como deseo que mi voz sea escuchada. Por eso, en estos "tiempos sin precedentes", sigo el precedente de los Santos Benito, Catalina y Teresa y entro en un monasterio en 2021. Porque a veces hay que dejar el mundo para amarlo.

Traducido por Elena Faccia Serrano.

Fuente: Religión en Libertad

lunes, 26 de abril de 2021

Santo Evagelio 26 de Abril 2021



 Texto del Evangelio (Jn 10,1-10):

 En aquel tiempo, Jesús habló así: 

«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba.

Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia».

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«El que entra por la puerta es pastor de las ovejas (...) las ovejas escuchan su voz (...) y las ovejas le siguen, porque conocen su voz»


Rev. D. Francesc PERARNAU i Cañellas

(Girona, España)

Hoy continuamos considerando una de las imágenes más bellas y más conocidas de la predicación de Jesús: el buen Pastor, sus ovejas y el redil. Todos tenemos en el recuerdo las figuras del buen Pastor que desde pequeños hemos contemplado. Una imagen que era muy querida por los primeros fieles y que forma parte ya del arte sacro cristiano del tiempo de las catacumbas. ¡Cuántas cosas nos evoca aquel pastor joven con la oveja herida sobre sus espaldas! Muchas veces nos hemos visto nosotros mismos representados en aquel pobre animal.

No hace mucho hemos celebrado la fiesta de la Pascua y, una vez más, hemos recordado que Jesús no hablaba en un lenguaje figurado cuando nos decía que el buen pastor da su vida por sus ovejas. Realmente lo hizo: su vida fue la prenda de nuestro rescate, con su vida compró la nuestra; gracias a esta entrega, nosotros hemos sido rescatados: «Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo» (Jn 10,9). Encontramos aquí la manifestación del gran misterio del amor inefable de Dios que llega hasta estos extremos inimaginables para salvar a cada criatura humana. Jesús lleva hasta el extremo su amor, hasta el punto de dar su vida. Resuenan todavía aquellas palabras del Evangelio de san Juan introduciéndonos en los momentos de la Pasión: «La víspera de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, como hubiera amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin» (Jn 13,1).


De entre las palabras de Jesús quisiera sugerir una profundización en éstas: «Yo soy el buen pastor, conozco a las mías y las mías me conocen a mí» (Jn 10,14); más todavía, «las ovejas escuchan su voz (...) y le siguen, porque conocen su voz» (Jn 10,3-4). Es verdad que Jesús nos conoce, pero, ¿podemos decir nosotros que le conocemos suficientemente bien a Él, que le amamos y que correspondemos como es debido?


domingo, 25 de abril de 2021

Santo Evangelio 25 de Abril 2021

 


Texto del Evangelio (Jn 10,11-18):

 En aquel tiempo, Jesús habló así: «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan nada las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas.

»También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor. Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre».

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«Yo soy el buen pastor»


Mons. Josep Àngel SAIZ i Meneses Obispo de Terrassa

(Barcelona, España)

Hoy celebramos el domingo del Buen Pastor. En primer lugar, la actitud de las ovejas ha de ser la de escuchar la voz del pastor y seguirlo. Escuchar con atención, ser dóciles a su palabra, seguirlo con una decisión que compromete a toda la existencia: el entendimiento, el corazón, todas las fuerzas y toda la acción, siguiendo sus pasos.

Por su parte, Jesús, el Buen Pastor, conoce a sus ovejas y les da la vida eterna, de tal manera que no se perderán nunca y, además, nadie las quitará de su mano. Cristo es el verdadero Buen Pastor que dio su vida por las ovejas (cf. Jn 10,11), por nosotros, inmolándose en la cruz. Él conoce a sus ovejas y sus ovejas le conocen a Él, como el Padre le conoce y Él conoce al Padre. No se trata de un conocimiento superficial y externo, ni tan sólo un conocimiento intelectual; se trata de una relación personal profunda, un conocimiento integral, del corazón, que acaba transformándose en amistad, porque ésta es la consecuencia lógica de la relación de quien ama y de quien es amado; de quien sabe que puede confiar plenamente.

Es Dios Padre quien le ha confiado el cuidado de sus ovejas. Todo es fruto del amor de Dios Padre entregado a su Hijo Jesucristo. Jesús cumple la misión que le ha encomendado su Padre, que es la cura de sus ovejas, con una fidelidad que no permitirá que nadie se las arrebate de su mano, con un amor que le lleva a dar la vida por ellas, en comunión con el Padre porque «Yo y el Padre somos uno» (Jn 10,30).

Es aquí precisamente donde radica la fuente de nuestra esperanza: en Cristo Buen Pastor a quien queremos seguir y la voz del cual escuchamos porque sabemos que sólo en Él se encuentra la vida eterna. Aquí encontramos la fuerza ante las dificultades de la vida, nosotros, que somos un rebaño débil y que estamos sometidos a diversas tribulaciones.

LathamMormona, le atraía la belleza católica: «Cuando viví la misa en latín, supe que estaba en casa

 


l Avemaría, los confesionarios, la música y la devoción de los fieles tocaron a Maren LathamMormona, le atraía la belleza católica: «Cuando viví la misa en latín, supe que estaba en casa»

Maren Latham y celebración de una misa.

Maren Latham era mormona, pero se convirtió gracias a la devoción eucarística de los fieles y la misa en latín.

Maren Latham es una mujer que se educó en los años 80 en una devota familia mormona de Alberta (Canadá). Tuvo una infancia feliz dedicada a la oración y estudio de las Escrituras. Durante su juventud, el gusto de Maren por la música, el latín y la belleza de la liturgia la harían replantearse sus creencias. Cuenta en Coming Home Network cómo la devoción de los católicos al comulgar y la misa tradicional motivaron su conversión.

Desde joven notó algo extraño 

Maren “pensaba que los mormones éramos gente buena y temerosa de Dios, pero desde mi infancia noté algo diferente, percibía frialdad cuando le decía a los padres de mis amigos que era mormona”, explica: “Supuse que era porque creíamos ser la única y verdadera Iglesia”.

“Todo lo que había oído sobre la Iglesia Católica era negativo, plagado de corrupción, abusos y escándalos”, afirma. Pero debido a la idea de sucesión de los mormones, “entendí que los católicos eran la única otra iglesia que reclamaba la autoridad directa de Jesucristo”.

Más de 16 millones de mormones

En 1820, Joseph Smith fundó el movimiento de los Santos de los Últimos Días. Este joven granjero de Vermont (Estados Unidos) afirmó haber tenido una aparición de Jesucristo encomendándole la restauración de su autoridad mediante el Libro de Mormón y una nueva Iglesia.

Actualmente hay más de 16 millones de mormones. Además de "bautizar" difuntos, no creen en la Trinidad, consideran que el matrimonio es “para toda la eternidad” y, concluida la adolescencia, deben dejar su hogar para ejercer el proselitismo. Por todo ello, los mormones no son considerados cristianos salvo por ellos mismos.

Comenzó a tener preguntas inquietantes

Por estos motivos, “comencé a tener preguntas inquietantes sobre mi religión”, admite Maren. “¿Por qué al resto de cristianos no les emocionaba el Libro de Mormón? ¿Por qué están en contra? ¿Por qué los historiadores no lo toman en serio?” se preguntaba.

“Para asistir a los Templos –que no es lo mismo que la práctica dominical– debes ser un mormón devoto que pague sus cuotas y tener una buena posición”. Además, “nunca puedes cuestionar lo que sucede en el templo, tampoco el bautismo de los muertos” –creen que bautizando a un representante de un difunto, este último queda bautizado–.

Fascinada por cosas católicas

“Sabía que el catolicismo estaba completamente equivocado, pero sentía fascinación por la Iglesia católica. La consideraba hermosa y misteriosa, miraba con nostalgia las catedrales y las comparaba con tristeza con el pragmatismo de las iglesias mormonas”.

“Me fascinaban las escenas de confesiones en las películas. ¡Los confesionarios parecían tan privados, acogedores y reconfortantes! Imaginé cómo sería desnudar tu alma en completo anonimato y saber que eres perdonado, ¡y parecía tan atractivo!”, exclama.

Confesionarios de estilo neogótico



Se sintió atraída por el rezo del rosario y su madre le explicó qué era. “Todo mi corazón anhelaba esas cuentas, literalmente tenía ganas de enlazarlas entre mis manos”, explica.

La música atrajo a Maren a la fe

“Con 12 años, comencé a participar en coros de alto nivel, sumergiéndome en la música sacra”, cuenta: “Escuchaba la música más hermosa jamás escrita, y era casi exclusivamente católica. Canté mi primer Ave María en latín, me encantaba, y repetía las palabras sin saber que era la oración principal del rosario. Mi mayor atracción por la fe católica era su música”.

Ave María de Schubert (catedral de Valladolid, 2017)



Y añade: “Sentí que no había nada más cerca del cielo. Aquella belleza me conmovió más que cualquier cosa de mi religión, tanto que en muchas ocasiones no podía cantar por las lágrimas que derramaba. Pensar que Jesucristo me llamaba `su amor verdadero´ y que se había encarnado en María para unirse a la naturaleza humana era un Jesús completamente diferente al que conocía”.

A caballo entre dos mundos

“Durante mi adolescencia, estuve a caballo entre dos mundos. Mi vida como corista era una gloriosa fiesta espiritual, pero mi vida religiosa era cada vez más estéril”.

Con 18 años, “debía comenzar a asistir a los cultos con otros jóvenes solteros para formar un matrimonio”, explica. Pero “el mormonismo sin mi familia era pesado, no cumplía mis obligaciones, y me presionaban para casarme”.

El templo mormón en la sede mundial de Salt Lake.


El templo mormón en la sede mundial de Salt Lake (imagen de Sean Buckley).

Al dejar los mormones se sintió más cerca de Dios

Maren entró en una profunda crisis. Con 25 años, “acudí al templo, el lugar más sagrado de la tierra, para profundizar”. Pero lejos de lo esperado, “fue allí, ese día, donde mi fe recibió un golpe fatal. Si esa era la Casa de Dios, si eso era Dios, entonces yo estaba sola en el universo. Estaba en shock, mi mundo se había hecho añicos”.

Tres años después, “conocí a mi futuro esposo, Christopher. No era mormón y con su amor y apoyo me sentí fuerte como para dejar la iglesia mormona”, explica. “No dudé un solo momento de la existencia de Dios. De hecho, al dejar los mormones, me sentí más cerca de Dios que nunca. Ahora tenía una misión: aprender qué es el cristianismo”.

Encontró en la misa el sentido de su vida

Maren “sabía exactamente donde ir”, y comenzó a frecuentar celebraciones misas y adoraciones. “No lo entendía, pero sentía una profundidad y cohesión increíbles. Me impresionó la reverencia de la gente al recibir la comunión. No creía que fuera el cuerpo de Cristo, pero veía claramente que ellos si lo creían, y quise tener eso yo también”.

“En enero de 2017 sucedió algo maravilloso”, exclama. “Me enteré de que todavía se ofrecían misas tradicionales en latín original, con un trasfondo musical que se correspondía con mi fascinación por el latín. ¡Quería asistir allí!”, afirma.

“Una vez que experimenté la misa en latín, supe que estaba en casa. Era como si toda mi vida y todo lo que había amado en secreto, además de mi experiencia musical, tuvieran sentido”, detalla: “Creo que Dios me llamó a eso desde que era pequeña”.

Devoraba los catecismos tras su conversión

“Hablé con el párroco de aquella parroquia, y me dijo que él mismo me enseñaría. Nunca habría esperado que un sacerdote dedicara tanto tiempo para enseñar a una persona, pero desde entonces, entendí muchas cosas mejor que católicos no conversos. Me daba mucho material de lectura, lo devoraba y volvía con más preguntas”.

“Me sorprendió lo hermosa y cohesionada que es la doctrina católica. Cuanto más profundizaba, más sentido tenía. Fue como ser incitado a una ciudad antigua y vibrante, donde descubrí caminos ocultos hacia hermosos jardines, deliciosos restaurantes y hermosas estatuas”.

Un último paso: creer en la presencia de Cristo

“Eso no quiere decir que no tuviese luchas doctrinales. Mi principal problema fue creer en la presencia real”. Hasta que eso cambió.

“Estaba arrodillada durante la consagración y pensé: ` ¿Por qué Dios, que dijo: «Hágase la luz», y se hizo, no pudo elegir estar con nosotros en la eucaristía?´”.

“¿Podría permitirme creer que Dios me ama tanto que realmente se da a sí mismo para que me alimente de Él, para que me fortalezca y consuele simplemente estando conmigo?”, se preguntó. “La profundidad que se abrió frente a mí fue asombrosa”, afirma.

“Todo encajó después de eso. Verdaderamente, la Iglesia católica fue la continuación y cumplimiento de Antiguo Testamento, y no es necesario que haya ninguna restauración, como me enseñaron”.

“Finalmente, en la Vigilia Pascual de 2018, fui bautizada y confirmada, y después, recibí el Cuerpo de Cristo con asombro y gratitud”.

Fuente: Religión en Libertad

sábado, 24 de abril de 2021

Santo Evangelio 24 de abril 2021



 Texto del Evangelio (Jn 6,60-69):

 En aquel tiempo, muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?». Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?. El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros algunos que no creen». Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y decía: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre».


Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con Él. Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».

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«Tú tienes palabras de vida eterna»


Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells

(Salt, Girona, España)

Hoy acabamos de leer en el Evangelio el discurso de Jesús sobre el Pan de Vida, que es Él mismo que se dará a nosotros como alimento para nuestras almas y para nuestra vida cristiana. Y, como suele pasar, hemos contemplado dos reacciones bien distintas, si no opuestas, por parte de quienes le escuchan.

Para algunos, su lenguaje es demasiado duro, incomprensible para su mentalidad cerrada a la Palabra salvadora del Señor, y san Juan dice —con una cierta tristeza— que «desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con Él» (Jn 6,66). Y el mismo evangelista nos da una pista para entender la actitud de estas personas: no creían, no estaban dispuestas a aceptar las enseñanzas de Jesús, frecuentemente incomprensibles para ellos.

Por otro lado, vemos la reacción de los Apóstoles, representada por san Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos» (Jn 6,68-69). No es que los doce sean más listos que los otros, ni tampoco más buenos, ni quizá más expertos en la Biblia; lo que sí son es más sencillos, más confiados, más abiertos al Espíritu, más dóciles. Les sorprendemos de cuando en cuando en las páginas de los evangelios equivocándose, no entendiendo a Jesús, discutiéndose sobre cuál de ellos es el más importante, incluso corrigiendo al Maestro cuando les anuncia su pasión; pero siempre los encontramos a su lado, fieles. Su secreto: le amaban de verdad.

San Agustín lo expresa así: «No dejan huella en el alma las buenas costumbres, sino los buenos amores (...). Esto es en verdad el amor: obedecer y creer a quien se ama». A la luz de este Evangelio nos podemos preguntar: ¿dónde tengo puesto mi amor?, ¿qué fe y qué obediencia tengo en el Señor y en lo que la Iglesia enseña?, ¿qué docilidad, sencillez y confianza vivo con las cosas de Dios?


Rémi Brague: ¿cómo darle al islam un lugar en la historia de la salvación, a la que Cristo corona?


 Rémi Brague: ¿cómo darle al islam un lugar en la historia de la salvación, a la que Cristo corona?

Musulmanes rezando en la calle.

No puede atribuirse a ninguna creencia posterior a Cristo un lugar en la historia de la salvación porque Cristo encarna esa salvación, sostiene Brague. Foto 

La Biblia es un libro inspirado por Dios a autores humanos que escriben con su personalidad propia y en un contexto histórico, cultural y literario determinado. Estudiar y conocer esa personalidad y ese contexto es relevante para entender la Palabra de Dios contenida en las Sagradas Escrituras, una de las fuentes de la Revelación (la otra es la Tradición). Y Jesucristo fundó la Iglesia Católica como custodia de la Revelación, con la autoridad del Papa como garante de la interpretación correcta de la Biblia.

La visión del Corán que tienen los musulmanes sobre el Corán nada tiene que ver con esto. Desde el siglo IX se asentó entre ellos la idea de que el Corán preexiste a la historia, está más allá del tiempo y es directamente obra divina: desciende de los cielos a Mahoma, quien lo recibe de manos del ángel Gabriel. Y no hay una autoridad llamada a interpretar verazmente los pasajes dudosos.

Frente a esta idea del Corán se alza lo que treinta especialistas han denominado El Corán de los historiadores, una obra colectiva en tres volúmenes que estudia el libro sagrado del islam como un objeto histórico, esto es, su formación, composición y canon, su entorno geográfico y lingüístico, los hechos arqueológicos y etnográficos que lo enmarcan, etc.

Estuche con 



La revista La Nef, en su número 335 (abril de 2021), consagra un dossier a este libro, por su importancia científica y sociológica. Entre los artículos que lo conforman figura una entrevista de Annie Laurent a Rémi Brague, experto en filosofía medieval cristiana, árabe y judía, quien define el trabajo realizado como "un avance espectacular":

-El Corán de los historiadores ¿inaugura un giro "histórico" (sin juego de palabras) en el conocimiento general del inicio y la consolidación de la religión musulmana?

-Lo primero de todo, me quito el sombrero ante el trabajo de estos maestros, Mohammad Ali Amir-Moezzi y Guillaume Dye (que hizo su doctorado conmigo, pero en un campo complemente distinto). El primer tomo de esta obra inmensa contiene estudios muy valiosos sobre el contexto histórico, político y religioso del Corán, totalmente actuales en lo que se refiere a los descubrimientos y teorías recientes. Movilizan todas las ciencias auxiliares de la historia como la epigrafía, la papirología, la numismática, etc. Los otros dos tomos contienen un comentario que sigue, sura tras sura, el orden tradicional. Como en todo trabajo colectivo, hay cosas excelentes y cosas que lo son menos. A veces nos quedamos con ganas de más, sobre todo con relación a detalles propiamente históricos.

»Es el caso del versículo 3, 75, en el que se menciona el dinar como algo evidente. Ahora bien, esta moneda de oro fue introducida por el califa omeya (marwanida) Abd el-Malik sesenta años después de la muerte de Mahoma. O del 37, 137-138, en el que se dice que aquellos a los que está dirigido el Corán deben pasar "mañana y noche" delante de las ruinas de Sodoma, detalla concreciones geológicas situadas al sur del mar Muerto, a 800 km de Medina. Esperábamos aquí una discusión, que el comentario no proporciona.

»¿Se trata de un cambio decisivo? Es demasiado pronto para decirlo. Veremos cómo es acogido. Sin embargo, no deja de ser un avance espectacular. Con él, el mundo francófono se recupera de su atraso respecto al mundo anglosajón y alemán.

-En su opinión, este trabajo ¿servirá para que las autoridades religiosas del islam promuevan un auténtico enfoque científico de sus textos sagrados?

-¿Qué autoridades religiosas del islam? Solo hay autoridades de hecho, pero ningún magisterio que defina y defienda el dogma. Se supone que la autoridad se basa en el consenso unánime de los creyentes, lo que hace que un cambio sea, paradójicamente, más difícil que si el islam hablara con una sola voz.

»Los musulmanes no tienen nada contra el estudio concreto del vocabulario y los métodos retóricos del Corán. Pero la cuestión decisiva, la de su autor, es harto delicada. Para el islam, el autor es Dios y no un hombre y menos aún, una serie de autores sucesivos. Es difícil imaginar un islam que admita el origen puramente humano del Corán.

-Un número nada despreciable de sabios musulmanes hablan de la "crisis de conciencia" que tiene la umma [comunidad de los creyentes] actualmente. ¿Es una situación sin salida?

-No sé en qué consiste esta crisis de conciencia, ni quién la tiene, porque las opiniones difieren mucho entre los miembros de la umma. Es verdad que el islam fue sacudido por la derrota otomana tras el sitio de Viena, el avance ruso en Asia central, la expedición de Egipto y, por último, las colonizaciones europeas.

»En cuanto a las causas de la debilidad del mundo musulmán, sus intelectuales empezaron a preguntarse sobre ello mucho antes del siglo XX. Primero adujeron causas militares, por lo que adoptaron la balística europea. Pero Jamal ed-Din el Afghani [nacido en Irán (1839-1897), se movió entre el chiismo y el sunismo, y fue unos de los tres principales impulsores del reformismo musulmán], en su famosa respuesta a Renan, reconoce la responsabilidad del propio islam; por supuesto, solo en la versión francesa de su texto y no en la versión persa, táctica del doble lenguaje que otros han adoptado a partir de entonces. En lo que atañe al futuro, Dios solo sabe lo qué pasará.


Rémi Brague.

Rémi Brague, de 73 años, es profesor emérito de Filosofía Medieval en la Sorbona de París y uno de los impulsores de la Federación Europea One of Us, provida y profamilia. Imagen: Nueva Revista.

-Nuestros dirigentes han anunciado su deseo de promover la aparición de un "islam de la Ilustración". En su opinión, ¿esta intención es legítima y realizable? Si su respuesta es afirmativa, ¿bajo qué condiciones?

-"La Ilustración" es la vaca sagrada de Occidente, que debería observar más de cerca cómo cristalizó en el siglo XVIII... El espíritu de la Ilustración definido por Kant -salir de la tutela, el trabajo de pensar por uno mismo- es otra cosa, que no puede más que aprobarse. El eslogan "islam de la Ilustración" es un bonito proyecto lanzado en 2004 por Malek Chebel. Podemos vender todo tipo de productos bajo este lema... o buscar en el pasado de las sociedades islamizadas las prefiguraciones de lo que deseamos para el futuro. Los historiadores suelen ser bastante reservados sobre este pasado idealizado. Como hipótesis, nos podemos preguntar si este islam ilustrado -suponiendo que sea posible- podría surgir del interior mismo del islam y sus intelectuales.

»¿Tienen derecho nuestros dirigentes a inmiscuirse? Sería tomar partido por una determinada tendencia dentro de los ámbitos musulmanes, apoyando probablemente a los menos violentos, los más pacientes, pero también dispuestos a imponer a largo plazo una forma de sharía como la de quienes perpetran los atentados que nos aterrorizan.

-¿Es legítimo establecer un paralelismo con la actitud de la Iglesia? Se dice que los católicos esperaron hasta el inicio del siglo XX, con el dominico Joseph-Marie Lagrange, fundador de la Escuela Bíblica de Jerusalén, para legitimar el recurso a los métodos histórico-críticos sobre la Biblia y su estudio racional.

-Este paralelismo es exacto solo en parte. El estudio científico de los textos sagrados empezó muy pronto, con los recursos intelectuales que habían sido forjados a partir de la época helenística para Homero.

»Orígenes (184-253), con sus Hexapla, comparó el texto judío del Antiguo Testamento con las traducciones griegas que tenía a su disposición. San Jerónimo (374-420) aprendió el hebreo para traducir la Biblia en latín. Erasmo (1466-1536) realizó una edición crítica del Nuevo Testamento. Los dominicos de la Escuela Bíblica hicieron un trabajo admirable. En la encíclica Divino afflante spiritu (1943), Pío XII admitió, entre otras cosas, que ciertos relatos bíblicos podrían ser leídos como parábolas, no como historia.

»Sin embargo, subsiste una cuestión de fondo: para el islam, el Corán fue dictado por Dios y transmitido a Mahoma sin añadir ni quitar nada. Por consiguiente, solo es posible tocarlo con mano temblorosa.

»Para el cristianismo, la Palabra de Dios no es un libro, sino el Verbo Encarnado en Jesucristo. Los textos que cuentan la historia de Israel y su culminación en Jesús son obra de hombres inspirados, pero falibles. Todo lo que dicen desde un punto de vista cronológico, cosmológico, etc., puede contener errores o ficciones.

-¿No es sorprendente que desde la aparición del islam en el siglo VII la Iglesia católica no tenga una enseñanza magisterial explícita sobre la naturaleza de esta religión y su lugar en el plan de salvación de Dios? ¿Cómo se entiende esta laguna?

-No es fácil clasificar el islam en las categorías preexistentes. Un profeta que viene después de Cristo es algo impensable para un teólogo cristiano. El islam no es politeísta, menos aún idólatra. No es ni un tipo de judaísmo, ni una herejía cristiana, como decía San Juan Damasceno. Se parece a un paganismo monoteísta, sin la noción de alianza, fundamental en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

»Se acerca al monoteísmo de los filósofos neoplatónicos de la Antigüedad tardía. Basta con leer la breve sura 112, una de las dos, con la primera (Fatiha), que casi todos los musulmanes saben de memoria [Dice: "¡Él, Dios, es Uno! ¡Dios! ¡El impenetrable! ¡Él no engendra; no es engendrado; nada es igual a Él!"]. Casi podríamos creer que es una traducción del griego de Filón de Alejandría [De la creación del mundo, 100] o de autores neopitagóricos latinos y griegos posteriores.

»¿El lugar del islam en el plan de salvación? ¿Por qué la Iglesia debería imponerle uno? Es una religión poscristiana entre otras muchas que retoma a su manera ciertos elementos del cristianismo, como hace, por ejemplo, la religión de los mormones.

»La teología islámica asigna un lugar al cristianismo (tal como lo entiende), o más bien a Jesús, profeta y precursor de Mahoma. Está obligada a hacerlo porque el cristianismo precede al islam. Necesita, por tanto, "colocarlo en su sitio", en todos los sentidos de la expresión. Pero ¿cómo darle un lugar en la historia de la salvación a una religión que viene después de su cumplimiento en Cristo?

»En cambio, sobre la naturaleza del islam, la Iglesia podría muy bien pronunciarse para ayudar a los fieles a discernir y salir de la confusión. La famosa declaración del Vaticano II, Nostra Aetate, a la que se hace referencia a menudo, no habla para nada del islam, sino solo de los musulmanes. La Iglesia los respeta como respeta a todos los hombres, ni más ni menos.

(Traducido del francés por Elena Faccia Serrano)

Fuente: Religión en Libertad

viernes, 23 de abril de 2021

Santo Evangelio 23 de Abril 2021

 



Texto del Evangelio (Jn 6,52-59): 

En aquel tiempo, los judíos se pusieron a discutir entre sí y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?». Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre». Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm.

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«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros»


Rev. D. Àngel CALDAS i Bosch

(Salt, Girona, España)

Hoy, Jesús hace tres afirmaciones capitales, como son: que se ha de comer la carne del Hijo del hombre y beber su sangre; que si no se comulga no se puede tener vida; y que esta vida es la vida eterna y es la condición para la resurrección (cf. Jn 6,53.58). No hay nada en el Evangelio tan claro, tan rotundo y tan definitivo como estas afirmaciones de Jesús.

No siempre los católicos estamos a la altura de lo que merece la Eucaristía: a veces se pretende “vivir” sin las condiciones de vida señaladas por Jesús y, sin embargo, como ha escrito San Juan Pablo II, «la Eucaristía es un don demasiado grande para admitir ambigüedades y reducciones».

“Comer para vivir”: comer la carne del Hijo del hombre para vivir como el Hijo del hombre. Este comer se llama “comunión”. Es un “comer”, y decimos “comer” para que quede clara la necesidad de la asimilación, de la identificación con Jesús. Se comulga para mantener la unión: para pensar como Él, para hablar como Él, para amar como Él. A los cristianos nos hacía falta la encíclica eucarística de Juan Pablo II, La Iglesia vive de la Eucaristía. Es una encíclica apasionada: es “fuego” porque la Eucaristía es ardiente.

«Vivamente he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer» (Lc 22,15), decía Jesús al atardecer del Jueves Santo. Hemos de recuperar el fervor eucarístico. Ninguna otra religión tiene una iniciativa semejante. Es Dios que baja hasta el corazón del hombre para establecer ahí una relación misteriosa de amor. Y desde ahí se construye la Iglesia y se toma parte en el dinamismo apostólico y eclesial de la Eucaristía.

Estamos tocando la entraña misma del misterio, como Tomás, que palpaba las heridas de Cristo resucitado. Los cristianos tendremos que revisar nuestra fidelidad al hecho eucarístico, tal como Cristo lo ha revelado y la Iglesia nos lo propone. Y tenemos que volver a vivir la “ternura” hacia la Eucaristía: genuflexiones pausadas y bien hechas, incremento del número de comuniones espirituales... Y, a partir de la Eucaristía, los hombres nos aparecerán sagrados, tal como son. Y les serviremos con una renovada ternura.


Así evangelizaron las monjas los Estados UnidosPerseguían a las monjas católicas, pero se rindieron ante ellas: «Han sido para mí como mi madre»



 Apedreadas, escupidas, quemaron sus conventos... Así evangelizaron las monjas los Estados UnidosPerseguían a las monjas católicas, pero se rindieron ante ellas: «Han sido para mí como mi madre»

Tres monjas en la peregrinación París-Chartres de Notre-Dame de Chrétienté.

Durante siglos, las religiosas han llevado a cabo auténticas heroicidades por cuidar del prójimo y evangelizar.

En 1965, 180.000 monjas católicas desarrollaban su labor y apostolado en Estados Unidos. Pese al gran impacto de la crisis de vocaciones –actualmente la cifra ronda las 31.000 religiosas– su presencia  es un fenómeno más que asentado en el país norteamericano.

Sin embargo, no siempre fue así. Durante décadas, sufrieron una persecución continua, soportando las blasfemias, los incendios y destrucción de sus conventos e incluso agresiones provocadas por los prejuicios protestantes. Global Sisters Report ha explicado cómo, durante décadas, las monjas desarrollaron su labor asistencial entre católicos y no católicos, ganándose el respeto, la admiración y el corazón de gran parte de la población.  

Persecución, quema de conventos y difamación



Desde el comienzo de su apostolado en el siglo XIX, la sospecha, reticencias y hostilidades amenazaron la labor –y en ocasiones la vida– de las hermanas católicas en los Estados Unidos. La cultura fundacional estadounidense las contemplaba como algo ajeno a su propia identidad, que encontraba en la raza blanca, el origen anglosajón y la religión protestante sus señas de identidad WASP (White, Anglo-Saxon & Protestant).

Tras la llegada de las monjas y sus primeros asentamientos, se hicieron frecuentes los ataques a las instituciones y centros católicos asentados en Estados Unidos, formadas principalmente por inmigrantes. Joshua Zeitz cita algunos ejemplos del siglo XIX, como la quema del convento de las Ursulinas de Charlestown (Boston); el surgimiento del partido anticatólico Know Nothing; o las campañas de propaganda y difamación hostiles al catolicismo a lo largo de todo el siglo.

Las Iglesias parecían construcciones defensivas

Global Sisters Report cita al historiador de la Universidad de Hampton Michael Davis para explicar como “muchos inmigrantes católicos sufrían y luchaban por mantener su propia identidad en comunidades donde se les quería muertos”. El mismo Davis menciona que “la propia edificación de las iglesias católicas construidas en las décadas de 1830 y 1840 parecía imitar las construcciones defensivas”.

Un caso representativo es el de la hermana francesa St. John Fournier, que “consciente de las tensiones y dificultades que experimentaban los católicos” fundó por su cuenta y riesgo en Philadelphia la congregación de las Hermanas de San José.

Destrucción e incendio del convento de las monjas ursulinas en Charlestown, 1834. 

Destrucción e incendio del convento de las monjas ursulinas en Charlestown, 1834. 

Maldecían, escupían y abofeteaban a las monjas

“Las Hermanas de los Santos Nombres de Jesús y de María también fueron recibidas con hostilidad” según explica la hermana Carol Higgins acerca de su orden religiosa: “Había muy pocos católicos y nuestras hermanas eran casi todas francesas. No hablaban inglés, por ello desde el principio las miraban con recelo, las maldecían o escupían”.

El historiador Pat McNamara describió en su blog este ambiente hostil hacia la fe católica. “En determinadas zonas las monjas salían a la calle sin hábito. En Indiana les tiraban piedras, en Nueva Inglaterra las amenazaban con quemar su convento –lo hicieron en alguna ocasión- y en Nueva York abofetearon a más de una entre blasfemias”.

Llevaron el cuidado a un país enfrentado

En Estados Unidos, la Guerra Civil (1861-1865) dividió profundamente a la sociedad americana. La versión más difundida argumenta que la guerra enfrentó a los estados del norte, partidarios de la abolición de la esclavitud, contra los del sur, partidarios de mantenerla. Sin embargo, esta causa escondía el enfrentamiento entre dos cosmovisiones opuestas, tanto en lo político como en lo religioso y económico.

Anteriormente, las hermanas desarrollaron iniciativas sociales, orfanatos, escuelas y hospitales para cuidar a los enfermos de viruela, que adquirieron especial relevancia durante los años de la Guerra. Las monjas católicas eran las de las pocas enfermeras capacitadas que ayudaron a todos los heridos, independientemente de su confesión religiosa.

McNamara detalla las palabras de un soldado dirigidas a uno de los casos más representativos de estas monjas, la hermana Antonia. “Realizó las tareas más repugnantes, parecía un ángel y muchos deben la vida a sus cuidados. ¡Feliz el soldado que, sangrando y herido, escuchaba sus palabras de consuelo! La adoraban los Azules (del Norte) y los Grises (del Sur), protestantes o católicos”.

Un elemento unificador en plena guerra

Lo explicó Nic Rowan en The Wall Street Journal. “Las monjas de las Hermanas de la Caridad atendieron a los soldados heridos en un hospital de campaña de Nashville, Tennessee. Se estaban preparando para trasladarse a otro hospital, cuando los soldados y moribundos comenzaron a protestar. Se habían convertido en un consuelo para ellos”, explica.

Los soldados comenzaron a redactar una petición para que se quedasen las monjas: “`Quiero firmar esa petición, la firmaría 50 veces si me lo pidieran”, dijo el soldado. “Las hermanas han sido para mí como mi madre desde que estoy aquí, pero si las hermanas se van, sé que moriré”, cita Rowan. Más de 230 hombres firmaron la petición, y las monjas se quedaron.


Grabado de mujeres y  Hermanas de la Caridad atendiendo a los heridos de la Unión.

"Our Women and the War", grabado de mujeres y las Hermanas de la Caridad atendiendo a los heridos de la Unión (los estados del norte) tomada de Wall Street Journal.

“Si el cristianismo existe, las hermanas son sus mejores seguidoras”

Rowan rescata el caso de un soldado de la Unión hecho prisionero, que escribió a la superiora de las Hermanas de la Misericordia en 1864: “No soy de su Iglesia y siempre me han enseñado a creer que no es más que maldad, pero soy libre de admitir que si el cristianismo existe, tiene algunos de sus seguidores más cercanos entre las damas de su Orden”.

Cerca de 700 hermanas religiosas recorrieron los campos de batalla durante la Guerra Civil, “ofreciendo un respiro de los horrores del combate”, afirma Rowan. Destaca a las Hermanas de la Caridad de Ann Seton como el grupo más numeroso, “con más de 300 monjas acompañando a las tropas de ambos bandos junto con sacerdotes católicos”.

Todo por hacer tras la guerra: iglesias, guarderías, educación...

Concluida la Guerra Civil, las hermanas de multitud de congregaciones se organizaron para continuar su labor en beneficio de la sociedad americana, mediante la creación de multitud de iniciativas sociales.

La historiadora Mary Beth Fraser Connolly explica como las hermanas Blandina y Justina “inauguraron la casa de Santa María donde ayudaron a los inmigrantes italianos a aprobar sus exámenes de ciudadanía” durante la década de 1860, “además de establecer nuevas iglesias, guarderías o cooperativas de crédito”, entre otros centros.

Una de ellas, Sor Blandina, destacó por doblegar la voluntad de un peligroso criminal. Un sicario del asesino Billy el Niño resultó herido en un duelo y ningún médico accedió a atenderle. La misma Blandina se ocupó de cuidar y aliviar al sicario, pero no pudo hacer nada por salvarle. Cuando Billy el Niño regresó para vengarle, se dispuso a matar a los médicos que se habían negado a atender a su hombre. Al saber lo que Sor Blandina hizo por el, le dijo que haría por ella lo que le pidiese, y esta suplicó clemencia por la vida de aquellos cuatro médicos. Billy accedió y se marchó. 


Monja cuida de niños en el orfanato católico de Baltimore. 

Hermana cuidando de niños en el orfanato católico de Baltimore.

Queridas por todos

Las hermanas y religiosas comenzaron su labor de apostolado y caridad con el estigma de la persecución y el rechazo social, y acabaron recibiendo el reconocimiento y gratitud de la sociedad americana.

“Una señal de lo veneradas que se volvieron fue un editorial del Salt Lake Tribune de 1936", concluye Global Sisters Report. En ella se elogiaba a la hermana O`Connor –madre superiora en el Hospital Holy Cross-como `una de esas mujeres abnegadas que renuncian a los placeres y aspiraciones mundanas para dedicar sus vidas, talentos, tiempo y pensamientos al servicio del Salvador, la mejora de la humanidad y el alivio del sufrimiento´”.

Fuente: Religión en Libertad