lunes, 31 de diciembre de 2018

Santo Evangelio 31 de Enero 2019




Día litúrgico: 31 de Diciembre (Día séptimo de la octava de Navidad)

Texto del Evangelio (Jn 1,1-18): 

En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. 

Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por Él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. 

La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. 

Juan da testimonio de Él y clama: «Éste era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, Él lo ha contado.


«Y la Palabra se hizo carne»

Rev. D. David COMPTE i Verdaguer 
(Manlleu, Barcelona, España)

Hoy es el último día del año. Frecuentemente, una mezcla de sentimientos —incluso contradictorios— susurran en nuestros corazones en esta fecha. Es como si una muestra de los diferentes momentos vividos, y de aquellos que hubiésemos querido vivir, se hiciesen presentes en nuestra memoria. El Evangelio de hoy nos puede ayudar a decantarlos para poder comenzar el nuevo año con empuje.

«La Palabra era Dios (...). Todo se hizo por ella» (Jn 1,1.3). A la hora de hacer el balance del año, hay que tener presente que cada día vivido es un don recibido. Por eso, sea cual sea el aprovechamiento realizado, hoy hemos de agradecer cada minuto del año.

Pero el don de la vida no es completo. Estamos necesitados. Por eso, el Evangelio de hoy nos aporta una palabra clave: “acoger”. «Y la Palabra se hizo carne» (Jn 1,14). ¡Acoger a Dios mismo! Dios, haciéndose hombre, se pone a nuestro alcance. “Acoger” significa abrirle nuestras puertas, dejar que entre en nuestras vidas, en nuestros proyectos, en aquellos actos que llenan nuestras jornadas. ¿Hasta qué punto hemos acogido a Dios y le hemos permitido entrar en nosotros?

«La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo» (Jn 1,9). Acoger a Jesús quiere decir dejarse cuestionar por Él. Dejar que sus criterios den luz tanto a nuestros pensamientos más íntimos como a nuestra actuación social y laboral. ¡Que nuestras actuaciones se avengan con las suyas!

«La vida era la luz» (Jn 1,4). Pero la fe es algo más que unos criterios. Es nuestra vida injertada en la Vida. No es sólo esfuerzo —que también—. Es, sobre todo, don y gracia. Vida recibida en el seno de la Iglesia, sobre todo mediante los sacramentos. ¿Qué lugar tienen en mi vida cristiana?

«A todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios» (Jn 1,12). ¡Todo un proyecto apasionante para el año que vamos a estrenar!

Se había alejado de Dios tras ceder ante su marido y abortar dos veces

Monette era consciente de la gravedad de lo que había hecho y de sus consecuencias en la eternidad.

Se había alejado de Dios tras ceder ante su marido y abortar dos veces

«¡Jesús es más barato y más seguro!»: palabras que hicieron reaccionar a Monette, su vida se perdía

Monette era consciente de la gravedad de lo que había hecho y de sus consecuencias en la eternidad.


Monette cedió a la presión de su marido y abortó dos veces. Sintiéndose condenada al infierno, se alejó de Dios y acudió al esoterismo. Ella misma cuenta en L'1visible cómo salió de él:

¡Jesús es más barato y más seguro!

Nací en una familia bretona muy católica. Me casé my joven, con 18 años. Tuve un primer hijo. Muy pronto volví a quedarme embarazada, pero mi marido no quería tener otro hijo tan rápido. Yo era muy joven y no pude resistir a su voluntad. Lloré mucho, muchísimo, al salir de aquella operación, que me arrancó el corazón. Así que, muy poco después, se anunció otro embarazo, y le dije: “¡No, esta vez vamos a tener este hijo!” Y nació nuestra hija. Algún tiempo después, volví a quedar embarazada. Una vez más, mi marido no quiso tenerlo. En aquel momento me sentí con muchas menos fuerzas para defender a ese pequeño y aborté. Y de nuevo, enseguida lo lamenté mucho… “¡Voy a ir derecha al infierno…” Fue entonces un drama para mí, y aún lo es hoy.

A partir de ese momento me alejé de la Iglesia, pues pensaba: “¡Soy una desgraciada! Me voy a condenar en cualquier caso, el Señor ya no me quiere. No vale la pena que piense en Dios, ni que vaya a la iglesia y a misa, se acabó. ¡Voy a ir derecha al infierno!”

Así que comencé a buscar mi felicidad en otra parte. La sociedad me decía que podía encontrarla en los bienes materiales, pero eso no funcionó. Así que visité otros lares. Toqué un poco todas las teclas: en las sectas, en el esoterismo, etc. Mi búsqueda de la felicidad a diestro y siniestro duró dos años. Pero me daba cuenta perfectamente de que la felicidad que nos ofrecen el mundo o las sectas es un engaño. ¡Eso no es la felicidad!

Palabras que surtieron efecto

Un día me encuentro a una amiga y le cuento todas mis experiencias en el esoterismo. Me dice sin más: “¡Oh, la la! ¡Monette, me das miedo! ¡Jesús es más barato y más seguro!” Su reacción me cautivó, literalmente. Un auténtico electrochoque. ¡Como si un rayo hubiese caído ante mis pies! Así que cambié de rumbo y me acerqué de nuevo a la Iglesia. Comencé a seguir toda la rutina, pero todavía sin creer demasiado.

Luego conocí a un sacerdote a quien conté mi “conversión”. Me dijo: “Monette, todo eso está muy bien. ¡Pero no has venido a confesarte!” ¡Nuevo electrochoque! Me tiré de la silla, lloré, grité… Esa confesión fue un momento extraordinario.

Finalmente, este sacerdote me sugirió: “Dale un nombre a tus hijos”. Lo hice. Desde entonces, rezo por mis hijos. Es un gran consuelo.

A partir de esa confesión, me acerqué aún más al Señor. Todos los años hago un retiro. Un año, el último día del retiro el sacerdote dijo: “Hay aquí alguien que sufre en su matrimonio. El Señor está sanando su corazón”. Tomé estas palabras como dirigidas a mí, porque era exactamente lo que estaba viviendo. Al día siguiente, ya en el tren de regreso a casa, sentí que el amor de Dios inundaba todo mi ser. Sentí que el Señor curaba las heridas de mi alma, que restañaba los moratones. Fue muy dulce, muy bello, como una caricia.

Hoy, 25 años después, soy cada vez más feliz. Al acercarme a Jesús y a la Iglesia encontré lo que buscaba: la felicidad. Vivo cada día un poco más esta fuerte relación con Dios. Con Él, mi vida es agradable. En ocasiones también puede ser dura, porque las cosas no salen siempre como yo quisiera. Pero lo cierto es que ya no podría vivir sin Dios. ¡Si Él no estuviese ahí, sería una vieja divorciada y amargada!

Traducción de Carmelo López-Arias.

Fuente: Religión en Libertad

domingo, 30 de diciembre de 2018

Santo Evangelio 30 de diciembre 2018



Día litúrgico: La Sagrada Familia (C)

Texto del Evangelio (Lc 2,41-52): 

Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca. 

Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando». Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. 

Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.


«Le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, (...) estaban estupefactos por su inteligencia»

Rev. D. Joan Ant. MATEO i García 
(La Fuliola, Lleida, España)

Hoy contemplamos, como continuación del Misterio de la Encarnación, la inserción del Hijo de Dios en la comunidad humana por excelencia, la familia, y la progresiva educación de Jesús por parte de José y María. Como dice el Evangelio, «Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2,52).

El libro del Siracida, nos recordaba que «el Señor glorifica al padre en los hijos, y afirma el derecho de la madre sobre su prole» (Si 3,2). Jesús tiene doce años y manifiesta la buena educación recibida en el hogar de Nazaret. La sabiduría que muestra evidencia, sin duda, la acción del Espíritu Santo, pero también el innegable buen saber educador de José y María. La zozobra de María y José pone de manifiesto su solicitud educadora y su compañía amorosa hacia Jesús.

No es necesario hacer grandes razonamientos para ver que hoy, más que nunca, es necesario que la familia asuma con fuerza la misión educadora que Dios le ha confiado. Educar es introducir en la realidad, y sólo lo puede hacer aquél que la vive con sentido. Los padres y madres cristianos han de educar desde Cristo, fuente de sentido y de sabiduría.

Difícilmente se puede poner remedio a los déficits de educación del hogar. Todo aquello que no se aprende en casa tampoco se aprende fuera, si no es con gran dificultad. Jesús vivía y aprendía con naturalidad en el hogar de Nazaret las virtudes que José y María ejercían constantemente: espíritu de servicio a Dios y a los hombres, piedad, amor al trabajo bien hecho, solicitud de unos por los otros, delicadeza, respeto, horror al pecado... Los niños, para crecer como cristianos, necesitan testimonios y, si éstos son los padres, esos niños serán afortunados.

Es necesario que todos vayamos hoy a buscar la sabiduría de Cristo para llevarla a nuestras familias. Un antiguo escritor, Orígenes, comentando el Evangelio de hoy, decía que es necesario que aquel que busca a Cristo, lo busque no de manera negligente y con dejadez, como lo hacen algunos que no llegan a encontrarlo. Hay que buscarlo con “inquietud”, con un gran afán, como lo buscaban José y María.

Bivamos como la Sagrada familia de Nazaret



VIVAMOS COMO LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARET

Por Francisco Javier Colominas Campos

En estos días de Navidad, días que hemos procurado todos vivir en familia, nos acercamos al portal de Belén, vemos a Dios que ha nacido hecho niño y está acostado en un pesebre, y vemos junto a Él a María y a José. Por eso, en este domingo dentro de la octava de Navidad la Iglesia celebra la solemnidad de la Sagrada Familia. En este mundo nuestro en el que el tema de la familia es tan delicado y sobre el que se habla tanto, la liturgia nos muestra el modelo de todas las familias cristianas: Jesús, José y María, la familia de Nazaret.

1. Dios nace y se educa en una familia. En Navidad celebramos que Dios se hace hombre, y asume todo lo que es propio del ser humano. Si hay algo que forma parte indispensable del ser humano es la familia. Todos hemos nacido y nos hemos educado en una familia, para después formar muchos su propia familia. La familia ha sido y sigue siendo fundamental para cada uno de nosotros, pues de la familia hemos recibido la educación primera y más importante, en ella hemos forjado nuestra propia personalidad, en nuestra familia nos apoyamos cuando tenemos alguna necesidad, y en familia celebramos los acontecimientos más importantes de nuestra vida. Pues del mismo modo que para cualquier persona humana la familia es importante, Dios, al tomar la condición humana, nace también en una familia. Escuchamos en el Evangelio de hoy la responsabilidad de María y de José como padres de Jesús, en su vida diaria y oculta en Nazaret. Es hermoso imaginar cómo Jesús, desde su nacimiento, iría educándose y creciendo de la mano de María, su madre, y de san José. De ellos aprendería tantas cosas, como cualquier niño, y sus padres irían formando poco a poco la naturaleza humana de Jesús. Dios nace y se educa en una familia, como cualquier persona, pues Dios se hizo hombre con todas sus consecuencias.

2. La familia hoy. La familia de Nazaret se convierte para nosotros en modelo de nuestra propia familia. Ellos nos enseñan cómo vivir en familia, nos descubren la importancia que nuestros padres y familiares tienen para nosotros. Pero cuando miramos cómo están las familias hoy en día descubrimos que ciertamente pasan por dificultades y crisis serias. No hay conciencia hoy de la importancia que tiene la familia, y tampoco se favorece que crezca esta importancia en la conciencia de las nuevas generaciones. Hoy no se valora a los ancianos, ni se buscan medidas que protejan a los más pequeños, incluso a los no nacidos. No hay medidas de ayuda a la maternidad, ni a las familias numerosas. No se favorece la conciliación entre el trabajo y la familia. Y así es hoy muy frecuente encontrar familias que sufren, que pasan por crisis a veces muy duras. Es fácil hoy conocer a muchos padres que sufren a causa de sus hijos, a matrimonios que rompen con facilidad la convivencia conyugal, a mujeres que sufren agresiones por parte de sus maridos, hijos que son maltratados por sus padres… Y ante todo esto, la Iglesia nos muestra a la Sagrada Familia de Nazaret como modelo y ayuda para las familias de hoy. Es necesario, hoy especialmente pero también todos los días del año, rezar mucho por las familias, por la nuestra propia y también por las familias que sufren por motivos tan diversos. Que María y José, junto con Jesús, ayuden a todos aquellos que tienen serias dificultades familiares.

3. La Iglesia, la gran familia de los hijos de Dios. Pero no sólo tenemos la familia carnal. Hay otra familia mucho más grande y también muy importante para nosotros: es la familia de la Iglesia. Porque todos somos hijos de Dios por medio de Jesucristo, todos somos también hermanos. Y por tanto, todos los cristianos distribuidos por todo el mundo somos miembros de una misma familia que es la Iglesia. Esta familia se concreta para cada uno de nosotros en nuestra parroquia. Aquí hemos de vivir los mismos valores que vivimos en la familia, como son la solidaridad, la ayuda mutua, la formación… Y como cualquier familia, la Iglesia también se reúne alrededor de una mesa para celebrar los acontecimientos más importantes y para compartir el día a día de la vida de familia. La mesa alrededor de la cual se reúne la familia de la Iglesia es el altar de la Eucaristía. Cada domingo nos reunimos los cristianos para celebrar lo mejor que tenemos en nuestra familia: el amor de Dios Padre que se nos manifiesta en el Hijo.

En este domingo, solemnidad de la Sagrada Familia, no nos olvidemos de dar gracias y de rezar por nuestra familia, pero también por tantas familias que sufren por causas tan diversas. Que todos nosotros, hijos de Dios por Jesucristo, nos sintamos miembros de la familia de la Iglesia, que en ella aprendamos a vivir el amor, a compartir y a ayudarnos mutuamente, viviendo entre nosotros lo que hoy nos enseña la Sagrada Familia de Nazaret.

sábado, 29 de diciembre de 2018

Santo Evangelio 29 de diciembre 2018



Texto del Evangelio (Lc 2,22-35): 

Cuando se cumplieron los días de la purificación según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor. 

Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y en él estaba el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al Niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel».

Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».


«Ahora, Señor, puedes (...) dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación»

Chanoine Dr. Daniel MEYNEN 
(Saint Aubain, Namur, Bélgica)

Hoy, 29 de diciembre, festejamos al santo Rey David. Pero es a toda la familia de David que la Iglesia quiere honrar, y sobre todo al más ilustre de todos ellos: ¡a Jesús, el Hijo de Dios, Hijo de David! Hoy, en ese eterno “hoy” del Hijo de Dios, la Antigua Alianza del tiempo del Rey David se realiza y se cumple en toda su plenitud. Pues, como relata el Evangelio de hoy, el Niño Jesús es presentado al Templo por sus padres para cumplir con la antigua Ley: «Cuando se cumplieron los días de la purificación según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor» (Lc 2,22-23).

Hoy, se eclipsa la vieja profecía para dejar paso a la nueva: Aquel, a quien el Rey David había anunciado al entonar sus salmos mesiánicos, ¡ha entrado por fin en el Templo de Dios! Hoy es el gran día en que aquel que San Lucas llama Simeón pronto abandonará este mundo de oscuridad para entrar en la visión de la Luz eterna: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos» (Lc 2,29-32).

También nosotros, que somos el Santuario de Dios en el que su Espíritu habita (cf. 1Cor 3,16), debemos estar atentos a recibir a Jesús en nuestro interior. Si hoy tenemos la dicha de comulgar, pidamos a María, la Madre de Dios, que interceda por nosotros ante su Hijo: que muera el hombre viejo y que el nuevo hombre (cf. Col 3,10) nazca en todo nuestro ser, a fin de convertirnos en los nuevos profetas, los que anuncien al mundo entero la presencia de Dios tres veces santo, ¡Padre, Hijo y Espíritu Santo!

Como Simeón, seamos profetas por la muerte del “hombre viejo”! Tal como dijo el Papa San Juan Pablo II, «la plenitud del Espíritu de Dios viene acompañada (…) antes que nada por la disponibilidad interior que proviene de la fe. De ello, el anciano Simeón, ‘hombre justo y piadoso’, tuvo la intuición en el momento de la presentación de Jesús en el Templo».


«Han visto mis ojos tu salvación»

Rev. D. Joaquim MONRÓS i Guitart 
(Tarragona, España)

Hoy contemplamos la Presentación del Niño Jesús en el Templo, cumpliendo la prescripción de la Ley de Moisés: purificación de la madre y presentación y rescate del primogénito.

La situación la describe san Josepmaría Escrivá, en el cuarto misterio de gozo de su libro Santo Rosario, invitando a involucrarnos en la escena: «Esta vez serás tú, amigo mío, quien lleve la jaula de las tórtolas. —¿Te fijas? Ella —¡la Inmaculada!— se somete a la Ley como si estuviera inmunda. ¿Aprenderás con este ejemplo, niño tonto, a cumplir, a pesar de todos los sacrificios personales, la Santa Ley de Dios?

»¡Purificarse! ¡Tú y yo sí que necesitamos purificación! —Expiar, y, por encima de la expiación, el Amor. —Un amor que sea cauterio, que abrase la roña de nuestra alma, y fuego, que encienda con llamas divinas la miseria de nuestro corazón».

Vale la pena aprovechar el ejemplo de María para “limpiar” nuestra alma en este tiempo de Navidad, haciendo una sincera confesión sacramental, para poder recibir al Señor con las mejores disposiciones. Así, José presenta la ofrenda de un par de tórtolas, pero sobre todo ofrece su capacidad de sacar adelante, con su trabajo y con su amor castísimo, el plan de Dios para la Sagrada Familia, modelo de todas las familias. 

Simeón ha recibido del Espíritu Santo la revelación de que no moriría sin ver a Cristo. Va al Templo y, al recibir en sus brazos lleno de alegría al Mesías, le dice: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación» (Lc 2,29-30). En esta Navidad, con ojos de fe contemplemos a Jesús que viene a salvarnos con su nacimiento. Así como Simeón entonó el canto de acción de gracias, alegrémonos cantando delante del belén, en familia, y en nuestro corazón, pues nos sabemos salvados por el Niño Jesús.

Bella, una pequeña clínica provida y profamilia, cumple 4 años: su crecimiento ha sido asombroso

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Colabora con entidades provida y da respuestas éticas a la infertilidad

Bella, una pequeña clínica provida y profamilia, cumple 4 años: su crecimiento ha sido asombroso

La clínica Bella colabora con la red provida Marisol y la equivalente a Cáritas en Denver para ayudar a las mujeres en apuros

La clínica Bella colabora con la red provida Marisol y la equivalente a Cáritas en Denver para ayudar a las mujeres en apuros

El 8 de diciembre de 2014, Dede Chism, enfermera, y su hija Abbey Sinnet abrieron un pequeño centro clínico para mujeres en Englewood, Denver, con un claro enfoque provida y de acogida holística. El arzobispo de Denver, Samuel Aquila, acudió a bendecir el centro. Muchos obispos tienen una firme conciencia provida, pero la de Aquila es especial. Hijo de médico, fue estudiante de medicina y en su juventud, estando alejado de la fe, presenció de cerca un aborto provocado. Estuvo allí y vio el horror frío de lo que sucede (léalo aquí).

Para dar una alternativa luminosa al horror y frialdad de la cultura de la muerte nació la clínica Bella Natural Women’s Care (www.bellanwc.org). Al principio, no tenían pacientes y contaba con un equipo de 6 profesionales. Cuatro años después, cuenta con 7.000 pacientes registrados, 200 nuevos cada mes, y su equipo implica a 34 profesionales. Bella insiste siempre en ofrecer a la mujer un entorno hermoso, acogedor, de luz y esperanza y acompañamiento.


Ahora se amplía con más servicios de medicina familiar y además cuenta con dos clínicas más afiliadas, en colaboración con las oficinas para mujeres de Marisol Health (ReL contó aquí su historia) y de Caridades Católicas. Es un ejemplo de trabajo en red eficaz, que salva vidas y ayuda a las madres vulnerables y a sus familias.

“El éxito de nuestra oficina es porque Jesús está en la casa”, declara Dede Chism en la revista en español de la diócesis de Denver, El Pueblo Católico.

Una inspiración del Espíritu Santo para servir

Dede Chism enseña a los periodistas la capilla de la clínica, que, dice, es esencial para que los iniciadores de este proyecto siempre recuerden la inspiración en el Espíritu Santo.

“Mi hija y yo habíamos vuelto de una misión médica en los Andes del Perú donde encontramos mucho dolor en la gente”, explicó. “Y le dije: ´Creo que nuestro Señor nos está pidiendo traer esto a casa´. Abbey me contestó: ´Yo creo exactamente lo mismo´”. Así abrieron el centro, contando con el apoyo del arzobispo.

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La gente de Bella acude a la Marcha por la Vida de Colorado

El equipo médico hoy incluye tres doctoras, una enfermera obstetra y cinco enfermeras más. Recientemente contrataron a la doctora Kathleen McGlynn, una discípula del doctor Thomas Hilgers, pionero en métodos de regulación natural de la fertilidad, los métodos éticos que la Iglesia acepta cuando se dan motivos serios para espaciar nacimientos.

Contra la infertilidad, pero con métodos éticos

La clínica también busca soluciones éticas a los problemas de infertilidad. Los métodos de fecundación in vitro no son éticos: los seres humanos tienen derecho a ser engendrados en el abrazo amoroso de los esposos, no en probetas. Además, muchos de los embriones humanos así producidos se almacenan, seleccionan, manipulan, mueren, a veces se compran y venden: son tratados como objetos, como sucedía antiguamente en un mercado de esclavos.

Muchas veces, los problemas de infertilidad tienen causas ginecológicas, obstétricas u hormonales que se pueden tratar, y así es posible ayudar a los matrimonios infértiles (o poco fértiles) de forma ética.

La doctora Kathleen McGlynn usa métodos de vanguardia para abordar esos retos. “Encontramos nuestros métodos para restaurar el cuerpo y las hormonas a lo que ellas necesitan", explica Dede, asegurando que es tan o más efectivo que la fertilización in vitro.

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Revertir el aborto: arrepentidas de tomar las pastillas

La clínica también ofrece servicios de reversión del aborto. Esto se da en muchos casos en que la embarazada decide tomar pastillas abortivas (bien en casa, bien en el centro abortista) pero enseguida se arrepiente de lo que ha hecho (o le han hecho hacer). Puede acudir rápidamente a Bella donde, en muchos casos, es posible bloquear los efectos de los fármacos abortivos si se actúa a tiempo.

Una de cada tres pacientes no pueden pagar el coste completo de los servicios que contrata. Para ayudarlas, Bella recibe donativos de bienhechores.

“Estamos entusiasmados por lo que está sucediendo y por cómo el Señor puede hacer cosas que serían imposibles para el hombre”, afirma Dede en El Pueblo Católico.

Aquel "sí" valiente de dos católicas que volvían de servir en las misiones en Perú ha dado ahora un gran fruto en Colorado. Además, la experiencia de Bella está inspirando otras iniciativas similares en Estados Unidos, y puede ser inspiración también en otros países del mundo.

Reportaje de mediados de 2017 explicando cómo funciona esta clínica femenina y familiar


Fuente Religion en Libertad

viernes, 28 de diciembre de 2018

Santo Evangelio 28 de diciembre 2018



Día litúrgico: 28 de Diciembre: Los Santos Inocentes, mártires

Texto del Evangelio (Mt 2,13-18): 

Después que los magos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al Niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al Niño para matarle». Él se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo». 

Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen».


«Se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto»

Rev. D. Joan Pere PULIDO i Gutiérrez Secretario del obispo de Sant Feliu 
(Sant Feliu de Llobregat, España)

Hoy celebramos la fiesta de los Santos Inocentes, mártires. Metidos en las celebraciones de Navidad, no podemos ignorar el mensaje que la liturgia nos quiere transmitir para definir, todavía más, la Buena Nueva del nacimiento de Jesús, con dos acentos bien claros. En primer lugar, la predisposición de san José en el designio salvador de Dios, aceptando su voluntad. Y, a la vez, el mal, la injusticia que frecuentemente encontramos en nuestra vida, concretado en este caso en la muerte martirial de los niños Inocentes. Todo ello nos pide una actitud y una respuesta personal y social.

San José nos ofrece un testimonio bien claro de respuesta decidida ante la llamada de Dios. En él nos sentimos identificados cuando hemos de tomar decisiones en los momentos difíciles de nuestra vida y desde nuestra fe: «Se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto» (Mt 2,14). 

Nuestra fe en Dios implica a nuestra vida. Hace que nos levantemos, es decir, nos hace estar atentos a las cosas que pasan a nuestro alrededor, porque —frecuentemente— es el lugar donde Dios habla. Nos hace tomar al Niño con su madre, es decir, Dios se nos hace cercano, compañero de camino, reforzando nuestra fe, esperanza y caridad. Y nos hace salir de noche hacia Egipto, es decir, nos invita a no tener miedo ante nuestra propia vida, que con frecuencia se llena de noches difíciles de iluminar.

Estos niños mártires, hoy, también tienen nombres concretos en niños, jóvenes, parejas, personas mayores, inmigrantes, enfermos... que piden la respuesta de nuestra caridad. Así nos lo dice San Juan Pablo II: «En efecto, son muchas en nuestro tiempo las necesidades que interpelan a la sensibilidad cristiana. Es la hora de una nueva imaginación de la caridad, que se despliegue no sólo en la eficacia de las ayudas prestadas, sino también en la capacidad de hacernos cercanos y solidarios con el que sufre».

Que la luz nueva, clara y fuerte de Dios hecho Niño llene nuestras vidas y consolide nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad.

Adoptaron una niña Down antes de nacer, luego su matrimonio se rompió: la lucha de Claudia por Manu

Claudia, con sus dos hijas.

Las personas con este síndrome «transitan por el mundo para transformar corazones»

Adoptaron una niña Down antes de nacer, luego su matrimonio se rompió: la lucha de Claudia por Manu

Claudia, con sus dos hijas.

Cuando la venezolana Claudia Ramírez se planteó la adopción, no puso condiciones. Por eso no fue un obstáculo saber que su futura hija tendría el síndrome de Down. Las dificultades reales empezaron luego, como cuenta ella misma en el blog provida Salvar el 1:

Mi historia con Manu, una historia de amor extraordinario

A comienzos del 2014 iniciamos como familia un sueño: queríamos tener más hijos. Teníamos una hija biológica y vimos la opción de que la familia creciera por medio de la adopción en el país que vivimos pero que no es el nuestro. 

Para ser sincera, adoptar no fue un plan en mi vida, pero, desde el momento que decidí aceptar este camino, amé la idea y sabía que Dios había elegido un hijo para mí; confié desde el principio que era parte de Su plan para mi vida y me acompañó durante todo este proceso en mi pensamiento que Sus planes son más altos que los míos.

Lo que sí soñaba era con una niña que fuera menor que mi otra hija, pero no me detuve a pensar en otros "deseos". En medio del proceso nos presentaron un caso de una mujer con conflicto en su embarazo, no podía tenerlo por diferentes razones.  Aceptamos que nos conociera, se realizó exámenes médicos de rigor, ya estaba en su séptimo mes, era un embarazo de alto riesgo y, desde que conocí a Manu en la barriga, me enamoré de ella.

Un embarazo de riesgo y una sorpresa

El parto tuvo que ser adelantado y nos presentamos en la clínica. Era una cesárea por el riesgo para la bebé; estábamos afuera ansiosos, felices y queriendo ver la cara de Manu.  Ya estaba pasando mucho tiempo y yo empecé a sentirme muy nerviosa así que comencé a hablar con Dios y pedirle que todo estuviera bien.  En ese momento escuché una voz en mi corazón muy nítida que me decía: "Para este tiempo has nacido, para este tiempo te escogí". Para mí es un verso conocido de la Biblia (cf Ester 4, 14), pero no entendía por qué esas palabras se fijaron en mi corazón.   

Recibimos una llamada, era la abogada del proceso quien nos informaba que “la bebé no venía bien” y que debido a estas circunstancias podíamos retractarnos. Luego, un silencio eterno. Yo no lograba imaginarme cómo nació Manu, qué era lo "terrible"; al poco tiempo salió la obstetra y nos dijo que había nacido con síndrome de Down. 

Para mí fue impactante porque no era lo “planeado” por mí, pero seguía siendo Manu, nada había cambiado respecto a lo que sentía hacia ella. Debido a otras complicaciones médicas, Manu debió ser hospitalizada al nacer durante aproximadamente diez días, tiempo que, como familia, nos otorgaron para pensar qué hacer. La visité cada día, era tan linda y pequeñita, cómo no amarla, era tan fácil, ya estaba instalada en mi corazón.

"Dios sabía qué era lo mejor para nuestras vidas"

En estos días de ir y venir de la clínica para visitarla pensaba muchas cosas. Recordé cuando tenía más o menos veinte años y cuidaba en la sala cuna de la iglesia a la que asistía a un bebé con síndrome de Down y se quedaba dormido en mis brazos y me daba unos abrazos que nadie nunca me dio. Evoqué también casi como una oración que quería un abrazo así para toda la vida. 

Recordé que hacía poco que mi hija mayor, quien tenía una compañera en su clase de música con síndrome de Down, me preguntó camino del parque: "Mami, ¿qué harías si la niña que vamos a adoptar es como Nicole?" Pensé también que Dios nos estaba confiando la hija que Él sabía era lo mejor para nuestras vidas y nosotros seríamos lo mejor para ella porque Dios no juega a los dados con nosotros. Recordé versículos de la Biblia: “Les aseguro que todo lo que hayan hecho en favor del más pequeño de mis hermanos, a mí me lo han hecho” (Mt 25, 40).  Recordé el amor incondicional de Dios, su fidelidad, su amor hasta dar su vida por mí.  Pensé en la carita de Manu, cuán indefensa y preciosa.


Al salir de la clínica decidimos que Manu se venía con nosotros a casa. Mi hija mayor saltaba de la dicha y yo aún más.

Pero, tiempo después las cosas tampoco salieron como yo las había planeado, ya que cuando me casé pensé que sería para toda la vida, y en el momento menos apropiado (si es que hay algún momento apropiado) quien era mi esposo defraudó mi confianza y decidió irse de la casa. Manu tenía tan solo dos meses.

La adopción, en peligro

Debido a esta decisión el proceso de Manu, que no había culminado, se tambaleó. De repente éramos una familia no idónea o apta para adoptar.  Con un valor que no era mío y una tenacidad que empecé a conocer en mí, hablé con todos los implicados en el proceso y, después de un “receso” en la adopción que era la opción más segura para Manu, quien podía terminar, en contra de mi voluntad, en una institución, empecé de nuevo el proceso de adopción como una mamá sola, en un país que no era el mío, donde no vivía mi familia, donde me sentía realmente sola porque así lo estaba. De nuevo, los miles de pruebas, exámenes, requisitos, pero Manu lo valía, el amor de su hermana mayor por ella lo valía, mi amor de mamá lo valía.

Éste ha sido un amor probado, por llamarlo de alguna manera. Amándola como sólo Dios sabe que la amo, la entregué a Él. Estaba visto que mis planes no iban a prevalecer y yo seguía confiando en el amor de Dios y su cuidado para nosotras. Solo Él sabía cómo iba a terminar toda esta historia que parecía una montaña rusa de emociones.

Manu es una luchadora, no se rinde, persevera, es alegre, las pocas veces que ha estado mal de salud su ánimo es lleno de valor; fue intervenida de emergencia del corazón cuando tenía 5 meses (lo planeado según el cardiólogo era al llegar a los 2 o 3 años) pero ya nada me sorprendía ni me asustaba, su vida estaba transformando la mía.

Una bendición

Mi bella Manu tiene hoy dos años, ya me llama 'mamá', y es mi hija desde que estaba en otra barriga gestándose, es la hermana favorita del mundo mundial de mi hija mayor, es amada por sus abuelos y sus tías.


En conclusión, Manu ha sido una bendición, un regalo de Dios para mi vida en la medida que Él sabía yo necesitaba, nos ha hecho transitar un camino lleno de retos con valentía y tenacidad; ha hecho que los días pasen muy rápido porque son tantas las tareas que una mamá con un niño con esta condición debe hacer para que cada día este mejor (así pronto nuestro sueño de vivir en nuestro país y contar con la compañía de mi familia será una realidad). 

Hemos aprendido sobre desarrollo cerebral, un tema apasionante ahora para mí; aunque he amado la alimentación y hábitos saludables, ella nos ha enseñado caminos aún mayores y más especializados que nos han llenado de bienestar.  Me animé a estudiar para ser Health Coach y ya estoy certificada; mi hija mayor es ahora más sensible y empática, y sé que la está ayudando a ser un ser humano aún mejor.   

Todos ganamos con la vida de Manu, así que, si ves a una mamá que está esperando un niño con esta condición, cuéntale que es bendecida, que es un regalo del cielo con un empaque inesperado, pero no menos maravilloso; si ves a un niño o adulto con síndrome de Down no lo mires con compasión. Míralo con admiración, está transitando en esta vida para transformar corazones y llenarnos de su amor.

Fuente: Religión en Libertad

jueves, 27 de diciembre de 2018

Santo Evangelio 27 de diciembre 2018



Día litúrgico: 27 de Diciembre: San Juan, apóstol y evangelista

Texto del Evangelio (Jn 20,2-8): 

El primer día de la semana, María Magdalena fue corriendo a Simón Pedro y a donde estaba el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó.


«Vio y creyó»

Rev. D. Manel VALLS i Serra 
(Barcelona, España)

Hoy, la liturgia celebra la fiesta de san Juan, apóstol y evangelista. Al siguiente día de Navidad, la Iglesia celebra la fiesta del primer mártir de la fe cristiana, san Esteban. Y el día después, la fiesta de san Juan, aquel que mejor y más profundamente penetra en el misterio del Verbo encarnado, el primer “teólogo” y modelo de todo verdadero teólogo. El pasaje de su Evangelio que hoy se propone nos ayuda a contemplar la Navidad desde la perspectiva de la Resurrección del Señor. En efecto, Juan, llegado al sepulcro vacío, «vio y creyó» (Jn 20,8). Confiados en el testimonio de los Apóstoles, nosotros nos vemos movidos en cada Navidad a “ver” y “creer”.

Uno puede revivir estos mismos “ver” y “creer” a propósito del nacimiento de Jesús, el Verbo encarnado. Juan, movido por la intuición de su corazón —y, deberíamos añadir, por la “gracia”— “ve” más allá de lo que sus ojos en aquel momento pueden llegar a contemplar. En realidad, si él cree, lo hace sin “haber visto” todavía a Cristo, con lo cual ya hay ahí implícita la alabanza para aquellos que «creerán sin haber visto» (Jn 20,29), con la que culmina el vigésimo capítulo de su Evangelio.

Pedro y Juan “corren” juntos hacia el sepulcro, pero el texto nos dice que Juan «corrió más aprisa que Pedro, y llegó antes al sepulcro» (Jn 20,4). Parece como si a Juan le mueve más el deseo de estar de nuevo al lado de Aquel a quien amaba —Cristo— que no simplemente estar físicamente al lado de Pedro, ante el cual, sin embargo —con el gesto de esperarlo y de que sea él quien entre primero en el sepulcro— muestra que es Pedro quien tiene la primacía en el Colegio Apostólico. Con todo, el corazón ardiente, lleno de celo, rebosante de amor de Juan, es lo que le lleva a “correr” y a “avanzarse”, en una clara invitación a que nosotros vivamos igualmente nuestra fe con este deseo tan ardiente de encontrar al Resucitado.

Condenado a cadena perpetua, habla de su fe: sus cuadros son ahora sellos vaticanos de Navidad

Marcello pinta sellos para el Vaticano y obras que hablan de su fe y esperanza, desde la cárcel, con cadena perpetua

Marcello D'Agata lleva 26 años preso, pero se siente libre porque, dice, escucha a Dios

Condenado a cadena perpetua, habla de su fe: sus cuadros son ahora sellos vaticanos de Navidad

Marcello pinta sellos para el Vaticano y obras que hablan de su fe y esperanza, desde la cárcel, con cadena perpetua


Marcello D'Agata fue condenado a cadena perpetua en Italia, por su relación con la mafia. Ha pasado ya 26 años en detención y ha cumplido 70 años. Por primera vez en todo este tiempo, ha decidido conceder una entrevista, y lo ha hecho a la revista Credere , para hablar de su fe y su esperanza, con emoción y seleccionando cuidadosamente las palabras. Lo ha traducido al español el digital chileno Portaluz.

Durante unos 8 años estuvo en el duro régimen especial reservado para miembros del crimen organizado. Ahora está detenido en una prisión de alta seguridad en las afueras de Milán. Allí empezó a pintar. Dos de sus obras, la Anunciación y la Natividad, se han convertido en sellos de Navidad del Vaticano para la Oficina de Correos del Papa Francisco, bautizadas -hace unos días- en la prisión Ópera, en presencia, además de él, de Mauro Olivieri, director de la Oficina Filatélica y Numismática de la Ciudad del Vaticano, del arzobispo de Milán, Monseñor Mario Delpini, y del director de la prisión, Silvio Di Gregorio.

Una de sus pinturas, la del Sagrado Corazón, fue llevada a la sala de audiencias del Papa, mientras que otra obra, El árbol del conocimiento del bien y del mal, está colgada en la cárcel. Representa un árbol dividido por la mitad: por un lado, lozano y verde, por otro lado, con hojas marchitas. Pero con unos pocos brotes escasos. "Representan la esperanza", nos dice Marcello, "porque siempre se puede renacer".

- Usted tuvo una infancia tranquila y se educó en una escuela católica, con misa todas las mañanas. Cuando eligió unirse a la Mafia, ¿se dio cuenta de que estaba eligiendo el mal?

- Vengo de una familia numerosa: éramos ocho hijos. Mi padre, al no poder apoyarnos a todos en nuestros estudios, decidió que cuatro de nosotros, incluyéndome a mí, debíamos trabajar para dar a los cuatro restantes la oportunidad de continuar sus estudios. Había asistido, durante la escuela primaria y secundaria, a una escuela católica, y luego, a los 13 años, me vi obligado a abandonarla. Pero fue sólo después de la muerte de mi madre en 1983 cuando me vi envuelto en la oscuridad. Yo tenía 30 años y mi madre siempre había sido como una "gallina", con nosotros los niños alrededor. Cuando murió, nos perdimos. Sentí una gran rabia, en primer lugar hacia mí mismo y me faltaban puntos de referencia. En aquellos años Catania, mi ciudad, era una sociedad opaca...

- ¿Qué es el Mal?

- Lo opuesto al bien. Pero el Mal no paga, sino que tú pagas por ellos. No conduce al futuro. En ese momento, después de todo, no pensé que tenía un mañana.

- Tienes dos hijas, ya crecidas. ¿Qué clase de padre ha sido?

- Un amigo, así como un padre. Mis hijas me contaron sus secretos de adolescentes y yo les di consejos. Están pagando por decisiones que no han tomado. Me reprocharon por haberles traicionado, pero me perdonaron. Hoy también tengo dos nietos.

sellos

- Sus pinturas se inspiran en el Jubileo de la Misericordia. ¿Por qué Dios debería tener misericordia…?

- Dios siempre tiene misericordia y perdona: es amor y luz. Somos nosotros los que no lo escuchamos y nos alejamos, él siempre está ahí para nosotros. Dios es la verdad y sabe leer dentro de nosotros: por eso durante años no soportaba entrar en la iglesia, porque no se puede rezar con el mal dentro.

- Sin embargo, la mafia está impregnada de elementos religiosos. No es casualidad que Juan Pablo II y Francisco dirigieran palabras de excomunión a la mafia. ¿Cómo es la fe cristiana para la mafia?

- Entrar en una asociación de tipo mafioso es un acto de lealtad, que se realiza a través del juramento y la llamada pungitina. Un poco como en la Confirmación donde ustedes se convierten en soldados de Cristo; con el juramento se convierten en soldados del mal. Sin embargo, la cultura y la educación tienen un papel fundamental que desempeñar; de hecho, sólo la ignorancia puede llevarnos a creer que el bien y el mal coexisten, cuando son dos fuerzas que se rechazan la una a la otra. Por lo tanto, fue justo que el Papa Francisco dijera que es absurdo creer que los que viven en la ilegalidad pueden rezar. Me refiero, evidentemente, a un contexto de hace 40 años, pero creo que, más en general, no se puede hablar de una auténtica fe cristiana por parte de los criminales, sino de una convicción alimentada por la ignorancia: uno se creía justo y pedía con demasiada facilidad el perdón de Dios por el mal cometido.

- Dios manda no matar. ¿Qué le va a decir?

- No creo que vaya a preguntarme eso, porque ya me ha perdonado. Él me acogerá como el hijo pródigo que ha regresado a la casa del Padre.

- ¿Cuál es la diferencia entre quién aprieta el gatillo y quién lo ordena?

- Ninguna.

- Tiene una cadena perpetua... ¿Qué es la libertad?

- Ya me siento libre. He tenido la oportunidad, en los últimos años, de escuchar la voz del Señor.

- ¿Tiene más remordimientos o más arrepentimiento?

- Sólo remordimiento y el único arrepentimiento es que no pude darme cuenta de que estaba cayendo en un pozo interminable. Estaba ciego y mi mente estaba en la oscuridad.

- ¿Cuándo reza usted? ¿Y cómo reza?

- El mío es un diálogo continuo con el Señor. Lo que me da alegría.

- ¿Reza por sus víctimas?

- Siempre. Rezo por todas las víctimas y por todos los difuntos, para que puedan encontrar la salvación.

- ¿Cuándo y cómo entró la fe en tu vida aquí en la cárcel?

- Era el año 2002, me encontraba en un régimen restringido de 41 bis, el de la dura prisión, cuando recibí de un amigo una postal con la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, igual que un cuadro que estaba en lo alto del altar de la iglesia de mi escuela. Desde entonces, esa postal siempre me ha seguido de prisión en prisión. Posteriormente, durante el Jubileo de la Misericordia, el Papa Francisco también nos concedió a los prisioneros cruzar la Puerta Santa y recibir la indulgencia plenaria y con ella la certeza del perdón. Experimenté ese momento con gran intensidad, sintiendo gran alegría en mi corazón.

- ¿Alguna vez habla de la fe con otros prisioneros?

- Con algunos de ellos vivimos juntos el momento de la Misa. No hay necesidad de hablar; son experiencias personales.

- ¿Cuándo fue la última vez que lloraste?

- Dicen que cuando creces, te vuelves un poco como un niño. Así es para mí: lloro mucho, incluso delante de una película o un cuadro. No lloramos por debilidad, sino porque la belleza conmueve.

- Los cristianos saben que la absolución de los pecados presupone un arrepentimiento sincero, concreto y efectivo. Y reparación. Entonces, ¿cómo es posible que un cristiano se disocie de la mafia, pero no se "arrepienta"?

- El arrepentimiento no se trata de colaboración. La verdad y la justicia siempre están unidas, pero la justicia de los hombres es una cosa y la justicia de Dios es otra. Sigo al Divino y ya soy libre.

- Dado que después del arresto la única reparación práctica es la cooperación con el Estado, ¿cree que es posible arrepentirse sin cooperación?

- Repito, el arrepentimiento es personal. Ha habido colaboradores de la justicia que no se han arrepentido, sólo han colaborado para obtener beneficios legales. Dicho esto, si supiera que con mi silencio me hago cómplice del mal, no dudaría ni un instante en hablar.

Fuente: Religión en Libertad

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Santo Evangelio 26 de diciembre 2018



Día litúrgico: 26 de Diciembre: San Esteban, protomártir

Texto del Evangelio (Mt 10,17-22): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros. Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará».


«Os entregarán a los tribunales y os azotarán»

Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM 
(Barcelona, España)

Hoy, recién saboreada la profunda experiencia del Nacimiento del Niño Jesús, cambia el panorama litúrgico. Podríamos pensar que celebrar un mártir no encaja con el encanto navideño… El martirio de san Esteban, a quien veneramos como protomártir del cristianismo, entra de lleno en la teología de la Encarnación del Hijo de Dios. Jesús vino al mundo para derramar su Sangre por nosotros. Esteban fue el primero que derramó su sangre por Jesús. Leemos en este Evangelio como Jesús mismo lo anuncia: «Os entregarán a los tribunales y (…) seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio» (Mt 10,17.18). Precisamente “mártir” significa exactamente esto: testigo.

Este testimonio de palabra y de obra se da gracias a la fuerza del Espíritu Santo: «El Espíritu de vuestro Padre (…) hablará en vosotros » (Mt 10,19). Tal como leemos en los “Hechos de los Apóstoles”, capítulo 7, Esteban, llevado a los tribunales, dio una lección magistral, haciendo un recorrido por el Antiguo Testamento, demostrando que todo él converge en el Nuevo, en la Persona de Jesús. En Él se cumple todo lo que ha sido anunciado por los profetas y enseñado por los patriarcas.

En la narración de su martirio encontramos una bellísima alusión trinitaria: «Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios» (Hch 7,55). Su experiencia fue como una degustación de la Gloria del Cielo. Y Esteban murió como Jesús, perdonando a los que lo inmolaban: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado» (Hch 7,60); rezó las palabras del Maestro: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc, 23, 34).

Pidamos a este mártir que sepamos vivir como él, llenos del Espíritu Santo, a fin de que, fijando la mirada en el cielo, veamos a Jesús a la diestra de Dios. Esta experiencia nos hará gozar ya del cielo, mientras estamos en la tierra.

Father Joshua Johnson - More Than A Rapping Priest | Catholic Extension

Con la oración de las monjas de clausura y la Eucaristía, este cura ha creado una parroquia modélica


Cuando llegó estaba devastada, pero aplicó su propia experiencia de vida

Con la oración de las monjas de clausura y la Eucaristía, este cura ha creado una parroquia modélica

P. Josh, bendiciendo a los fieles en una adoración eucarística

Cuando el padre Josh Johnson, a fines de 2016, con apenas 30 años, llegó como párroco de Nuestra Señora del Santo Rosario en St. Amant, una pequeña ciudad de Louisiana, dormía en un pequeño espacio sobre el coro. Como el 95% de la ciudad, también la iglesia había sido devastada por una inundación y el anterior párroco, con su salud deteriorada, se había marchado. La comunidad quedó sin pastor, explica la web Portaluz.


Fe que restaura la vida

Nada más llegar padre Josh comprendió la compleja situación y recurrió “a la artillería pesada”: pidió a las comunidades de monjas de clausura oraciones por su nueva parroquia. "Inmediatamente me acerqué a los conventos de clausura y dije: Oigan todas, este es el trato. Voy a esta parroquia que acaba de ser devastada, ¿pueden adoptar esta parroquia como madres espirituales e interceder por esta gente?".

Luego, como segunda medida, recuerda que aumentó la cantidad de tiempo en que los sacramentos estarían disponibles para sus feligreses. Más horas de confesión y eucaristías. También reorganizó el horario para que todo el personal y voluntarios pudieran comenzar el día con la misa y adoración eucarística.

Cuenta que pronto las oraciones de esas monjas y de la comunidad parroquial hicieron florecer una pequeña pero valiosa obra de caridad, donde se retroalimenta también la fe: se trata de un centro comunitario, con diversas actividades y servicios, que funciona en la misma rectoría bautizado como: “Café de la Llena de Gracia”.


Café de la Llena de Gracia

Es una cafetería, pero también despensa de alimentos y pañales, un comedor de beneficencia, una lavandería; lugar donde atienden voluntarios en Recursos Humanos, consejeros psicológicos, un peluquero, una especialista en fertilidad natural y regalan también exámenes con una máquina de ultrasonido. Hay una sala para grupos pequeños de oración y estudio de la Sagrada Escritura. También cuentan con una mesa de billar y un patio para las noches de cine al aire libre o reuniones sociales después de la misa en las cuales si está de ánimo puede verse al padre Josh ensayar algunos pasos de rap que recuerda de su adolescencia.

"Al principio tuve una visión muy pequeña, sólo puse la despensa de comida al frente, de esa manera cuando la gente viniera vería una iglesia hermosa con un espacio al servicio a los pobres", recuerda el padre y agrega que “diferentes feligreses comenzaron a compartir sus sueños…” y así fueron creciendo.

Llevarlos a Jesús

El sacerdote apuesta a que con esta instancia de ayuda la comunidad se transformada, pues "la meta es realmente tener un lugar donde se junten para dar y recibir el cuerpo de Cristo. La meta es llevar a la gente a Jesús, y en última instancia, que sean santos ", reflexiona.

Recuerda entonces los años de juventud cuando sirvió como voluntario con la Hermanas de Madre Teresa en Calcuta. "En la pared de la casa de Madre Teresa, pensando en los moribundos y los indigentes, hay una cita en la pared que la Madre Teresa le dijo a Dios", dice Johnson y la cita: "Le daré a la Santa Madre Iglesia santos”. Esa frase la puso luego en su tarjeta de ordenación. Así, inspirado en ella, el Café de la Llena de Gracia “es mi manera de atraer a la gente a los sacramentos”, confidencia.

Esto ha sido también su historia personal de conversión. Tras abandonar la iglesia en su adolescencia, regresó a la fe gracias a la Eucaristía. "Por esto creo que, si puedo hacer que la gente venga a nuestro lugar, entonces tendré la oportunidad de guiarlos a Jesús y a la Eucaristía, porque la Eucaristía es donde se produce la transformación", dijo el Padre.

P. Josh, bendiciendo a los fieles en una adoración eucarística

Adoración para que el Señor actúe


Dice que ha visto cómo Jesús, “es genial”, pues gracias a la Eucaristía “obra milagros”. En personas que eran protestantes “he visto auténticas transformaciones” al asistir a una Adoración Eucarística en la parroquia -cuenta el sacerdote-, “tienes estas transformaciones fundamentales porque Jesús está vivo, y creo que sólo necesitamos creer que Jesús es Dios y que puede hacer lo que dice que hace".

En las paredes del “Café de La llena de Gracia” hay cuadros de santas, santos de todas las latitudes y también de diversas advocaciones de la Santísima Virgen María, porque quiere que la gente pueda sentirse identificada, cualquiera que sea su origen, con alguna imagen. Se trata de facilitar el encuentro con Jesús, reitera.

Por esto, se comprende que el siguiente paso para el padre Josh Johnson sea construir una capilla de adoración y establecer la adoración perpetua. Así lo argumenta: "He estado diciéndole a la gente que es momento de establecer una adoración perpetua porque no quiero que ninguno de nosotros se convierta en un grupo de herejes pensando que solo con el trabajo (del Café) lograremos nuestro camino al cielo. Tenemos que centrarnos en la Eucaristía y vamos a ver muchos más frutos sobrenaturales. Que podamos tener tiempo realmente sólo con Jesús, adorar al Señor y verle trabajar. Mirar al Señor hacer lo suyo, pues lo hará, lo hará. ¡Es emocionante!”.

Fuente: Religión en Libertad

martes, 25 de diciembre de 2018

Santo Evangelio 25 de diciembre 2018



Día litúrgico: La Natividad del Señor (Misa de la noche)

Santoral 25 de Diciembre: La Natividad del Señor

Texto del Evangelio (Lc 2,1-14): 

Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Quirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento. 

Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El Ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y de pronto se juntó con el Ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace».


«La Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros (Jn 1,14)»

Mons. Jaume PUJOL i Balcells Arzobispo de Tarragona y Primado de Cataluña 
(Tarragona, España)

Hoy, con la sencillez de niños, consideramos el gran misterio de nuestra fe. El nacimiento de Jesús señala la llegada de la "plenitud de los tiempos". Desde el pecado de nuestros primeros padres, el linaje humano se había apartado del Creador. Pero Dios, compadecido de nuestra triste situación, envió a su Hijo eterno, nacido de la Virgen María, para rescatarnos de la esclavitud del pecado.

El apóstol Juan lo explica usando expresiones de gran profundidad teológica: «En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios» (Jn 1,1). Juan llama "Palabra" al Hijo de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad. Y añade: «Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros» (Jn 1,14).

Esto es lo que celebramos hoy, por eso hacemos fiesta. Maravillados, contemplamos a Jesús acabado de nacer. Es un recién nacido… y, a la vez, Dios omnipotente; sin dejar de ser Dios, ahora es también uno de nosotros.

Ha venido a la tierra para devolvernos la condición de hijos de Dios. Pero es necesario que cada uno acoja en su interior la salvación que Él nos ofrece. Tal como explica san Juan, «a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios» (Jn 1,12). ¡Hijos de Dios! Quedamos admirados ante este misterio inefable: «El Hijo de Dios se ha hecho hijo del hombre para hacer a los hombres hijos de Dios» (San Juan Crisóstomo).

Acojamos a Jesús, busquémosle: solamente en Él encontraremos la salvación, la verdadera solución para nuestros problemas; sólo Él da el sentido último de la vida y de las contrariedades y del dolor. Por esto, hoy os propongo: leamos el Evangelio, meditémoslo; procuremos vivir verdaderamente de acuerdo con la enseñanza de Jesús, el Hijo de Dios que ha venido a nosotros. Y entonces veremos cómo será verdad que, entre todos, haremos un mundo mejor.

Dios quiere encarnarse en cada uno de nosotros



DIOS QUIERE ENCARNARSE EN CADA UNO DE NOSOTROS

Por Gabriel González del Estal

1.- El Verbo se hizo carne y acampó entre nosotros. Cuando se acerca la Navidad muchas familias cristianas colocan un sencillo y adornado Belén en un sitio muy visible de la casa. Quieren, simbólica y devotamente, que el niño Dios acampe entre ellos durante los días que duran estas fiestas. Es una costumbre bonita y tierna que puede ayudar, sobre todo a los niños, a comprender algo de lo que realmente es el misterio de la encarnación de Dios en un niño tan frágil y necesitado como cualquiera de nosotros. Pero la celebración del misterio no puede, ni debe, quedarse en eso. La Navidad no debe reducirse a conmemorar un acontecimiento histórico que ocurrió hace ya algo más de dos mil años. Dios se encarnó en Cristo para que nosotros, unidos a él, podamos seguir haciendo presente en nuestras vidas la vida de Cristo. La encarnación de Dios en Cristo debe hacer posible la encarnación de Dios en cada uno de nosotros. Dios se hizo hombre para que, como dice San Agustín, nosotros podamos, de alguna manera, ser dioses. A través de la encarnación de Dios en Cristo, Dios quiere encarnarse en la vida de cada uno de nosotros. El mejor Belén en el que Dios quiere acampar es nuestro corazón; debemos hacer de nuestro corazón un altar donde pueda acampar y vivir el Hijo de Dios.

2.. La virtud necesaria e imprescindible que nos exige el Señor para poder acampar en nuestro corazón es la virtud del amor. Dios es amor y sólo a través del amor podemos llegar a él. No un amor teórico, ni simplemente contemplativo, sino un amor activo y desbordante que llega hasta nuestro prójimo, sobre todo hasta el prójimo que más nos necesite. Una Navidad que no tenga en cuenta el amor al prójimo no es una Navidad cristiana. Si Dios acampa entre nosotros, junto a nosotros, debe haber siempre a nuestro lado un espacio donde pueda estar el prójimo más necesitado. La Navidad es la fiesta de un Dios que se ha hecho hombre y ha querido compartir nuestra pobreza y nuestra debilidad. Si en estas fiestas de Navidad no se hace visible, en nuestro comportamiento, el amor de Dios al prójimo necesitado, realmente no estamos celebrando cristianamente la fiesta de la Navidad cristiana.

3.- Como nos dice repetidamente san Pablo, todos los cristianos, sin distinción, formamos el cuerpo místico, el cuerpo total, de Cristo. El mismo Dios que se encarnó en Cristo quiere encarnarse y hacerse visible en cada uno de los cristianos. Por eso, yo creo que, además de celebrar en Navidad la encarnación de Dios en Cristo Jesús, debemos celebrar, con gozo y agradecimiento, las encarnaciones de Dios en cada uno de nosotros, los cristianos.

lunes, 24 de diciembre de 2018

Santo Evangelio 24 de diciembre 2018


Día litúrgico: Feria privilegiada de Adviento: 24 de Diciembre

Texto del Evangelio (Lc 1,67-79): 

En aquel tiempo, Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: «Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de Él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz».


«Harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas»

Rev. D. Ignasi FABREGAT i Torrents 
(Terrassa, Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio recoge el canto de alabanza de Zacarías después del nacimiento de su hijo. En su primera parte, el padre de Juan da gracias a Dios, y en la segunda sus ojos miran hacia el futuro. Todo él rezuma alegría y esperanza al reconocer la acción salvadora de Dios con Israel, que culmina en la venida del mismo Dios encarnado, preparada por el hijo de Zacarías.

Ya sabemos que Zacarías había sido castigado por Dios a causa de su incredulidad. Pero ahora, cuando la acción divina es del todo manifiesta en su propia carne —pues recupera el habla— exclama aquello que hasta entonces no podía decir si no era con el corazón; y bien cierto que lo decía: «Bendito el Señor Dios de Israel...» (Lc 1,68). ¡Cuántas veces vemos oscuras las cosas, negativas, de manera pesimista! Si tuviésemos la visión sobrenatural de los hechos que muestra Zacarías en el Canto del Benedictus, viviríamos con alegría y esperanza de una manera estable.

«El Señor ya está cerca; el Señor ya está aquí». El padre del precursor es consciente de que la venida del Mesías es, sobre todo, luz. Una luz que ilumina a los que viven en la oscuridad, bajo las sombras de la muerte, es decir, ¡a nosotros! ¡Ojalá que nos demos cuenta con plena conciencia de que el Niño Jesús viene a iluminar nuestras vidas, viene a guiarnos, a señalarnos por dónde hemos de andar...! ¡Ojalá que nos dejáramos guiar por sus ilusiones, por aquellas esperanzas que pone en nosotros!

Jesús es el “Señor” (cf. Lc 1,68.76), pero también es el “Salvador” (cf. Lc 1,69). Estas dos confesiones (atribuciones) que Zacarías hace a Dios, tan cercanas a la noche de la Navidad, siempre me han sorprendido, porque son precisamente las mismas que el Ángel del Señor asignará a Jesús en su anuncio a los pastores y que podremos escuchar con emoción esta misma noche en la Misa de Nochebuena. ¡Y es que quien nace es Dios!