martes, 31 de diciembre de 2019

Santo Evangelio 31 de diciembre 2019



Día litúrgico: 31 de Diciembre (Día séptimo de la octava de Navidad)

Texto del Evangelio (Jn 1,1-18): En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.

Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por Él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.

La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de Él y clama: «Éste era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, Él lo ha contado.


«Y la Palabra se hizo carne»

Rev. D. David COMPTE i Verdaguer
(Manlleu, Barcelona, España)

Hoy es el último día del año. Frecuentemente, una mezcla de sentimientos —incluso contradictorios— susurran en nuestros corazones en esta fecha. Es como si una muestra de los diferentes momentos vividos, y de aquellos que hubiésemos querido vivir, se hiciesen presentes en nuestra memoria. El Evangelio de hoy nos puede ayudar a decantarlos para poder comenzar el nuevo año con empuje.

«La Palabra era Dios (...). Todo se hizo por ella» (Jn 1,1.3). A la hora de hacer el balance del año, hay que tener presente que cada día vivido es un don recibido. Por eso, sea cual sea el aprovechamiento realizado, hoy hemos de agradecer cada minuto del año.

Pero el don de la vida no es completo. Estamos necesitados. Por eso, el Evangelio de hoy nos aporta una palabra clave: “acoger”. «Y la Palabra se hizo carne» (Jn 1,14). ¡Acoger a Dios mismo! Dios, haciéndose hombre, se pone a nuestro alcance. “Acoger” significa abrirle nuestras puertas, dejar que entre en nuestras vidas, en nuestros proyectos, en aquellos actos que llenan nuestras jornadas. ¿Hasta qué punto hemos acogido a Dios y le hemos permitido entrar en nosotros?

«La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo» (Jn 1,9). Acoger a Jesús quiere decir dejarse cuestionar por Él. Dejar que sus criterios den luz tanto a nuestros pensamientos más íntimos como a nuestra actuación social y laboral. ¡Que nuestras actuaciones se avengan con las suyas!

«La vida era la luz» (Jn 1,4). Pero la fe es algo más que unos criterios. Es nuestra vida injertada en la Vida. No es sólo esfuerzo —que también—. Es, sobre todo, don y gracia. Vida recibida en el seno de la Iglesia, sobre todo mediante los sacramentos. ¿Qué lugar tienen en mi vida cristiana?

«A todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios» (Jn 1,12). ¡Todo un proyecto apasionante para el año que vamos a estrenar!

«No podía imaginar sentir una vida preciosa dentro de mí y negar su legitimidad»

Kristi, en una imagen tomada durante su embarazo.

Ella era provida, pero le asaltó la idea de abortarKristi fue violada: 

«No podía imaginar sentir una vida preciosa dentro de mí y negar su legitimidad»


Kristi Kollar es una joven soltera, madre como resultado de una violación. Es estudiante universitaria a tiempo completo, activista provida y conferenciante sobre cuestiones como el abuso sexual, el embarazo y la maternidad en adolescentes, la prevención del suicidio y los derechos de las mujeres. Ella ha relatado su historia en Salvar el 1, blog provida que defiende el derecho a nacer de los niños concebidos en violación.

Historia de mi embarazo

Tenía 17 años cuando quedé embarazada. El hombre que me violó era mi amigo, pero resultó ser un manipulador del que no me podía deshacer. Era el tipo de persona que amenazaba con suicidarse y le echaba la culpa a los demás por no hacer cosas por él. Vivir esta situación da miedo. Cuando me sujetaba del cuello en la parte trasera de su camioneta, le decía que no, pero eso no lo detenía. Recuerdo la lucha y el llanto. No se detenía hasta que yo estaba hiperventilando tanto que mi cuerpo se estremecía fuera de mi control.

Quizá pienses que doy demasiados detalles... pero créeme que no lo hago. Comparto esto para demostrar la severidad de la violación. Cómo te afecta en todos sentidos: emocional, mental, física y hasta espiritualmente.

Estudiaba en el último año de preparatoria en Montana y acababa de ser aceptada en la universidad de mis sueños en Nueva York. Un año antes del ataque, mi papá y yo habíamos sobrevivido el incendio de nuestra casa, nos habíamos quedado sin hogar, entrábamos y salíamos de hospitales, tuvimos emergencias familiares y muertes, y habíamos debutado en una película donde dábamos nuestro testimonio (crecí en un hogar lleno de abusos, antes de que mi papá ganara mi custodia a los 7 años y ambos fuéramos salvados).

Si existía un momento que fuera el tiempo “equivocado” para quedar embarazada, era éste. ¿Cómo podía poner más carga sobre mi papá cuando ya estaba lidiando con tanto? ¿Qué pasaría con la universidad?

Estaba muy involucrada en una escuela cristiana privada: tomaba cualquier actividad extracurricular que podía y tenía a muchas chicas menores que yo que me admiraban. ¿Qué pasaría con la iglesia? ¿Se irían mis amigas? ¿Me creerían? ¿Qué me haría él si lo contaba?

Todos estos pensamientos me acosaban todos los días durante los siete meses en los que escondí mi embarazo. Pero uno de ellos resonaba más fuerte que todos: tenía una pequeña persona viviendo en mí. Una vida. Dios me encomendó ayudarlo a crear un bebé humano. Y nada de esto era su culpa.

Siempre he sido provida, pero no dejaba de darle vueltas a mi cabeza. ¿Era conveniente abortar y olvidarme de todo? Seguir con mi vida, graduarme y mudarme a Nueva York. Estaba tan cerca de lograrlo... No teníamos el dinero para criar un bebé, especialmente después de todos los acontecimientos que mencioné antes. Tenía que cuidar mi reputación.

Pero nunca fue una opción real para mí. ¿Podía escoger ganar el mundo entero a cambio de perder un alma? ¿Realmente mataría a un bebé sólo porque ella no era parte del plan que yo tenía?

Recuerdo escribir un ensayo provida (como lo hacía cada año) cuando estaba de 20 semanas de embarazo. Recuerdo sus pequeños piecitos pateándome y su hipo mientras escribía. De pronto me detuve y me di cuenta de que en ese punto de mi embarazo aún es legal terminar con su vida. Ni siquiera podía imaginármelo: sentir una vida preciosa tan activa dentro de mí y aun así negar su legitimidad.

Mi plan era llegar a la graduación y luego contárselo a mi papá y a unos pocos más. Yo tenía una complexión tan pequeña que esconder el embarazo no era difícil. Sin embargo, la gente empezó a darse cuenta.

Tres semanas antes de mi graduación, mi pastor llamó a mi papá y yo sabía que él se había dado cuenta. Estaba aterrada. Recuerdo que él entró y empezó a decirme cuánto me amaba y lo orgulloso que estaba de mí. Entonces me preguntó si estaba embarazada y le conté lo que sucedió. De inmediato pidió una cita con el doctor y una junta con mi escuela y la iglesia.

Fueron muy corteses en mi escuela. El doctor dijo que todo se veía muy bien, a pesar de haber eludido todas las citas prenatales. Estaba esperando una niña.

Siguió la iglesia. Era el lugar en el que esperaba encontrar la mayor gracia y seguridad, pero en vez de eso recibí mucha confusión y rechazo. Los padres de mi agresor también iban a nuestra iglesia y ellos, mi agresor y los pastores, mi papá y yo, tuvimos una reunión para decidir qué haríamos. Él admitió lo que me hizo frente a todos. No hicieron nada. De hecho, trataron de presionarnos para que nos casáramos. Era claro que querían esconder todo para no perturbar la iglesia. Cuando yo no accedí, me pidieron que me fuera.

Después de esto, luché contra la depresión y la confusión espiritual. Perdí muchos amigos y ahora también la iglesia donde crecí. Sentía que yo no tenía perdón. Después de todo, me corrieron de la iglesia que fue mi hogar durante 9 años.

El 27 de Julio de 2018, nació Adeline Marie Kollar. Todo salió increíblemente bien. En el momento en el que la vi, todo el dolor previo de los 9 meses desapareció completamente. Realmente creo que, si no tuviera a Abby, no habría podido sanar de las agresiones. Ella era y es la luz y el propósito de mi vida.



Su padre no quería involucrarse y yo no me sentía segura cerca de él, así que me vino muy bien. Viví con mucha culpa durante un tiempo, ya que mi iglesia me había presionado diciéndome que Abby crecería sin su padre, pero le doy gracias a Dios por ser verdaderamente el Padre de Abby y jamás le hará falta un papá porque Dios es fiel.

También tenía el apoyo de mi increíble papá. Él alentó el sueño de mi universidad y mi vida en Nueva York. Se mudó conmigo a la ciudad para poder cuidar a Adeline mientras yo estudiaba.

Ahora, soy estudiante de actuación de tiempo completo y una madre soltera joven, así como activista provida. He creado un ministerio personal para la defensa de la vida en todas las etapas, desde la concepción hasta la muerte natural. He ayudado en centros de embarazo, tengo una plataforma en redes sociales y me piden que hable en eventos públicos. Guío y atiendo a jovencitas y puedo ayudar en frentes más personales como lidiar con asuntos como el abuso sexual, prevención de suicidio y embarazo de adolescentes. Mi historia es una de muchas.

Quiero señalar que la maternidad no mata los sueños y no se limita a cierta edad, siempre hay apoyo, aunque no venga de la familia o de los más cercanos. Hay centros, así como otras organizaciones y personas voluntarias que quieren hacer cualquier cosa para ayudar. No tiene que haber circunstancias perfectas. El aborto jamás es la mejor opción.

Fuente: Religión en Libertad

lunes, 30 de diciembre de 2019

Santo Evangelio 30 de diciembre de 2019



Día litúrgico: 30 de Diciembre (Día sexto de la octava de Navidad)

Texto del Evangelio (Lc 2,36-40): Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él.



«Alababa a Dios y hablaba del Niño a todos»

Rev. D. Joaquim FLURIACH i Domínguez
(St. Esteve de P., Barcelona, España)

Hoy, José y María acaban de celebrar el rito de la presentación del primogénito, Jesús, en el Templo de Jerusalén. María y José no se ahorran nada para cumplir con detalle todo lo que la Ley prescribe, porque cumplir aquello que Dios quiere es signo de fidelidad, de amor a Dios.

Desde que su hijo —e Hijo de Dios— ha nacido, José y María experimentan maravilla tras maravilla: los pastores, los magos de Oriente, ángeles... No solamente acontecimientos extraordinarios exteriores, sino también interiores, en el corazón de las personas que tienen algún contacto con este Niño.

Hoy aparece Ana, una señora mayor, viuda, que en un momento determinado tomó la decisión de dedicar toda su vida al Señor, con ayunos y oración. No nos equivocamos si decimos que esta mujer era una de las “vírgenes prudentes” de la parábola del Señor (cf. Mt 25,1-13): siempre velando fielmente en todo aquello que le parece que es la voluntad de Dios. Y está claro: cuando llega el momento, el Señor la encuentra a punto. Todo el tiempo que ha dedicado al Señor, aquel Niño se lo recompensa con creces. —¡Preguntadle, preguntadle a Ana si ha valido la pena tanta oración y tanto ayuno, tanta generosidad!

Dice el texto que «alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén» (Lc 2,38). La alegría se transforma en apostolado decidido: ella es el motivo y la raíz. El Señor es inmensamente generoso con los que son generosos con Él.

Jesús, Dios Encarnado, vive la vida de familia en Nazaret, como todas las familias: crecer, trabajar, aprender, rezar, jugar... ¡“Santa cotidianeidad”, bendita rutina donde crecen y se fortalecen casi sin darse cuenta la almas de los hombres de Dios! ¡Cuán importantes son las cosas pequeñas de cada día!

Drogada y maltratada, miró a su hijo asustado y sintió la «necesidad inexplicable» de un crucifijo

De alguna forma, Alexandra sabía que en su vida destruida solo podía encontrar protección en la cruz que desde entonces siempre rodea su cuello.

Alexandra no se lo ha quitado desde entonces

Drogada y maltratada, miró a su hijo asustado y sintió la «necesidad inexplicable» de un crucifijo

FacebookTwitterGoogle+LinkedinWhatsappEmailReL28 diciembre 2019TAGS:Historias de conversión

La cruz como protección: Alexandra se aferró a ella en el momento más dramático de su descenso a los infiernos, y sintió enseguida el amor del Crucificado. Lo cuenta ella misma en L'1visible:

"Con esa cruz sabría que estaría protegida"

No llegué a conocer a mi padre, y perdí a mi madre muy pronto. Ella sucumbió a su adicción al alcohol y a los fármacos. Yo buscaba respuestas y hallé refugio en las noches makineras. Salía mucho y caí también en la droga. Durante mucho tiempo busqué una escapatoria, comprender la razón de todo ello. No lo conseguí.

Conocí al padre de mi hijo durante una de esas noches. Tras el nacimiento del niño, empezó a pegarme. Leí en los ojos de mi hijo: "¡Mamá, sálvanos, sálvanos!" A partir de ese momento, me escapé, y sentí una necesidad muy fuerte, más fuerte que cualquier otra cosa, una necesidad inexplicable, de comprar la pequeña cruz que llevo ahora al cuello. Tenía la íntima convicción de que esa cruz me protegería.

Empecé a refugiarme en las iglesias, en muchas iglesias. En una de ellas en particular, en mi parroquia, la iglesia más cercana al lugar donde vivía: Santie-Marie-des-Batignolles, sentí mucho, mucho amor. Mucha comprensión. Sentí todo el amor que había en el interior de esa iglesia. Me sentí en brazos de Alguien. Me derrumbé, lloré todas las lágrimas que podía hacer brotar mi cuerpo, todas las lágrimas que podía llorar, y quedé consolada.


Interior de la iglesia de Sainte-Marie-des-Batignolles, en París.

Todo el peso que llevaba sobre mis hombros se lo confié a Jesús, porque solo Él podía comprenderlo, acompañarme y tranquilizarme. Cuando me refugié en sus brazos, al fin comprendí y me sentí comprendida. Finalmente había encontrado alguien que podía ayudarme a avanzar, había encontrado a Dios. Al fin podía avanzar.

Esto me transformo completamente, esta experiencia liberó e hizo surgir la persona que había en mi interior. Una persona que no había recibido el amor que le era debido, el amor que esperaba recibir de sus padres. 

Hoy quiero compartir todo ese amor que me habría gustado recibir y del que Jesús me ha colmado, quiero dárselo a todos. He encontrado la paz y la serenidad, me he reconciliado conmigo misma. Este amor me ha quitado mucha amargura y todo el odio que llevaba dentro de mí.

Actualmente, cada mañana, cuando rezo y cuando escucho y participo en la alabanza, recibo una fuerza enorme. Puedo comenzar la jornada con mucho amor, con un sol en mi existencia, con alegría, con compasión, y me digo que mi jornada discurrirá bajo el signo de ese amor inmenso.

Fuente: Religión en Libertad

domingo, 29 de diciembre de 2019

Santo Evangelio 29 de diciembre 2019



Día litúrgico: La Sagrada Familia (A)

Texto del Evangelio (Mt 2,13-15.19-23): Después que se fueron los Magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle». Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.

Muerto Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño». El se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea, y fue a vivir en una ciudad llamada Nazaret; para que se cumpliese el oráculo de los profetas: «Será llamado Nazareno».


«Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel»

Rev. D. Joan Ant. MATEO i García
(La Fuliola, Lleida, España)

Hoy contemplamos el misterio de la Sagrada Familia. El Hijo de Dios inicia su andadura entre los hombres en el seno de una familia. Es el designio del Padre. La familia será siempre el hábitat humano insustituible. Jesús tiene un padre legal que le “lleva” y una Madre que no se separa de Él. Dios se sirvió en todo momento de san José, hombre justo, esposo fiel y padre responsable para defender a la Familia de Nazaret: «El Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: ‘Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto’» (Mt 2,13).

Hoy, más que nunca, la Iglesia está llamada a proclamar la buena noticia del Evangelio de la Familia y la vida. Hoy más que nunca, una cultura profundamente inhumana intenta imponer un anti-evangelio de confusión y de muerte. San Juan Pablo II nos lo recordaba en su exhortación Ecclesia in Europa: «La Iglesia ha de proponer con fidelidad la verdad sobre el matrimonio y la familia. Es una necesidad que siente de manera apremiante, porque sabe que dicha tarea le compete por la misión evangelizadora que su Esposo y Señor le ha confiado y que hoy se plantea con especial urgencia. El valor de la indisolubilidad matrimonial se tergiversa cada vez más; se reclaman formas de reconocimiento legal de las convivencias de hecho, equiparándolas al matrimonio legítimo...».

«Herodes va a buscar al niño para matarle» (Mt 2,13). Herodes ataca de nuevo, pero no temamos, porque la ayuda de Dios no nos faltará. ¡Vayamos a Nazaret! Redescubramos la verdad de la familia y de la vida. Vivámosla gozosamente y anunciémosla a nuestros hermanos sedientos de luz y esperanza. El Papa nos convoca a ello: «Es preciso reafirmar dichas instituciones [el matrimonio y la familia] como provenientes de la voluntad de Dios. Además es necesario servir al Evangelio de la vida».

De nuevo, «el Ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: ‘Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel’» (Mt 2,19-20). ¡El retorno de Egipto es inminente!

La importancia de hacer sobre nosotros la señal de la Cruz

La señal de la Cruz es la mayor protección del cristiano contra el demonio y su principal proclamación de fe ante los demás.

La importancia de hacer sobre nosotros la señal de la Cruz

Seis razones (de fe, espirituales, también psicológicas) para santiguarse bien y con frecuencia

La señal de la Cruz es la mayor protección del cristiano contra el demonio y su principal proclamación de fe ante los demás.

Santiguarse es un gesto tan habitual en los cristianos, incluso por parte de aquellos que practican poco la fe e incluso lo tienen como única oración del día, que se corre el riesgo de olvidar sus significados profundos. El escritor y vaticanista Aldo Maria Valli los recuerda en un reciente post de su blog:

Seis motivos para hacer (bien) la señal de la Cruz

Los cristianos deberíamos tener en la máxima consideración la señal de la Cruz. Pese a lo cual, ¡cuánto la descuidamos! A veces se convierte en un garabato apresurado, como si nos avergonzásemos. Otras veces se utiliza casi como una superstición o un sortilegio (¡ay, señores futbolistas…!).

Sin embargo, “cuando aprendemos a tomarnos en serio este gesto, santiguándonos frecuentemente con fe y respeto, podemos obtener grandes frutos”, escribe Bert Ghezzi, conferenciante y autor de numerosos libros, entre ellos La señal de la Cruz, consagrado precisamente a la importancia de la señal de la Cruz.


“Después de todo, la señal de la Cruz no es solamente un gesto piadoso. Es una oración poderosa,  un sacramental de la Iglesia”, cuyos significados, a la luz de las Escrituras y de la enseñanza de los santos y de los Padres de la Iglesia, se pueden sintetizar en seis puntos fundamentales.

1. Es un mini-Credo

La señal de la Cruz es una profesión de fe en Dios tal como Él se nos ha revelado. Puede ser considerada una forma abreviada del Credo de los Apóstoles.

Al tocarnos la frente, el pecho y los hombros (y en algunas culturas, también los labios) declaramos nuestra fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Estamos anunciando y manifestando nuestra fe en lo que Dios hizo por nosotros: la Creación de todas las cosas, la Redención de la humanidad del pecado y de la muerte y la institución de la Iglesia, que ofrece a todos una nueva vida. Cuando nos santiguamos, nos hacemos conscientes de la presencia de Dios y nos abrimos a que intervenga en nuestra vida.

Solo esto bastaría para transformarnos espiritualmente, pero en la señal de la Cruz hay mucho más.

2. Es una renovación del bautismo

Los cristianos del siglo I empezaron a hacer la señal de la Cruz como memoria y renovación de lo que les sucedió cuando fueron bautizados. Y para nosotros sigue siendo así.

Cuando nos santiguamos, proclamamos que en el bautismo hemos muerto sacramentalmente con Cristo en la Cruz y hemos ascendido con Él a una nueva vida (Rom 6, 3-4; Gál 2, 20). Con la señal de la Cruz pedimos al Señor que renueve en nosotros las gracias bautismales. Reconocemos además que el bautismo nos ha unido al Cuerpo de Cristo y nos ha convertido en colaboradores del Señor en su obra de salvación del pecado y de la muerte.

3. Es un signo de discipulado

Con el bautismo, el Señor nos reclama como hijos suyos, marcándonos con la señal de la Cruz. Cuando ahora nosotros nos santiguamos, afirmamos nuestra lealtad hacia Él. Al trazar la Cruz sobre nuestro cuerpo negamos pertenecernos a nosotros mismos y declaramos que solo le pertenecemos a Él (Lc 9, 23).

Para denominar la señal de la Cruz, los Padres de la Iglesia utilizaron la misma palabra que se empleaba en la Antigüedad para indicar la propiedad. La misma palabra que se refiere a la marca del Señor sobre sus discípulos se utilizaba para designar la marca que hacía un pastor en sus ovejas, el tatuaje de un general sobre sus soldados o el sello del cabeza de familia sobre sus servidores.

Esa firma que es la señal de la Cruz dice que somos las ovejas de Cristo y podemos contar con sus cuidados; que somos sus soldados, encargados de trabajar junto a Él para que su Reino avance sobre la tierra; que somos sus siervos, dispuestos a hacer lo que nos diga.

4. Es una aceptación del sufrimiento

Jesús nos prometió que el sufrimiento sería una componente normal de la vida de todos sus discípulos (Lc 9, 23-24). Por tanto, cuando nos “firmamos” con la señal de la Cruz, estamos aceptando cualquier dolor como consecuencia de nuestra fe en Cristo. Hacer la señal de la Cruz quiere decir tomar la Cruz y seguir a Jesús (Lc 9, 23).

Al mismo tiempo, sin embargo, la señal de la Cruz nos consuela con la conciencia de que Jesús, que sufrió la crucifixión por nosotros, se une ahora a nosotros en nuestro sufrimiento y nos sostiene.

Santiguarnos proclama también otra verdad importante: afirmamos, con San Pablo, que nuestros dolores como miembros del cuerpo de Cristo contribuyen a la obra salvífica del Señor y al perfeccionamiento de la Iglesia en la santidad (Col 1, 24).

5. Es una doble jugada contra el diablo

Cuando el diablo vio a Jesús morir en la Cruz, pensó erróneamente que había conseguido una gran victoria. Pero el Señor le sorprendió con una derrota ignominiosa (1 Cor 2, 8). Desde  la mañana de Pascua hasta hoy, la señal de la Cruz hace estremecer y huir al diablo.

Hacer la señal de la Cruz es, por tanto, una jugada defensiva, que declara nuestra inviolabilidad ante la influencia del diablo. Pero es también un arma ofensiva en la batalla. Anuncia nuestra colaboración con Jesús en el imparable progreso del Reino de Dios contra el reino de las tinieblas.

6. Es una victoria sobre la carne

Hacer la señal de la Cruz (Gál 5, 16-22) manifiesta nuestra decisión de crucificar los deseos de la carne y vivir según el Espíritu.

Al igual que cuando nos quitamos una camisa sucia, hacer la señal de la Cruz indica que nos despojamos de nuestras malas inclinaciones y nos revestimos de Cristo (Col 3, 5-15).

Los Padres de la Iglesia enseñaron que la señal de la Cruz vence poderosas tentaciones como la ira y la lujuria. Por consiguiente, no importa con qué fuerza seamos tentados: podemos usar la señal de la Cruz para activar nuestra libertad en Cristo y vencer también nuestros pecados más enojosos.

***

Por tanto, y resumiendo, cuando hacemos la señal de la Cruz:

-profesamos nuestra fe;

-declaramos haber renacido con el bautismo;

-afirmamos que pertenecemos a Cristo y queremos obedecerle;

-aceptamos cualquier sufrimiento como participación en el sufrimiento de Jesús en la Cruz;

-nos defendemos del diablo y al mismo tiempo atacamos al enemigo;

-vencemos a la carne y ponemos a Cristo en primer lugar.

¡Por todo ello vale la pena santiguarse bien!

Traducción de Carmelo López-Arias.

Fuente: Religión en Libertad

sábado, 28 de diciembre de 2019

Albert Boadella habla sobre Navidad, ternura, Iglesia, liturgia, la muerte... ¡las cosas serias!

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Le entrevista Salvador Sostres, otro catalán irreverente que aprecia lo eterno 

Albert Boadella habla sobre Navidad, ternura, Iglesia, liturgia, la muerte... ¡las cosas serias!

Albert Boadella habla de las cosas serias de la vida -y de la muerte- pero sin perder nunca el humor

El periodista Salvador Sostres, de 44 años, ha entrevistado en ABC al dramaturgo,  comediante y pensador Albert Boadella, que ya tiene 76. Hace no muchos años ambos catalanes eran más o menos bohemios, provocadores, alborotadores, críticos con lo "estándar", lo "establecido". Siguen siendo provocadores y amigos de la polémica, pero ahora desde una creciente apreciación de lo tradicional, lo clásico, lo eterno y el Misterio. Sostres logra que Boadella lo concrete en palabras

"La Navidad cambiaba el signo de las cosas", explica Boadella. "Había una euforia que no se basaba en el consumo, sino en la ternura con que la gente se felicitaba. Esto ha cambiado. Ahora sólo es un motivo de encuentro familiar. Yo lo he intentado mantener. Todavía hago el belén, ahora para mis nietos. Y procuro contarles historias, crear un ambiente especial. Me gusta que la Navidad sea ternura, algo más que regalos y comida", explica Boadella. Explica sus costumbres navideñas: belén en casa, comida del 25, Reyes Magos...

"Creemos en cosas insípidas, la espiritualidad se considera fascista"

Después Boadella contrapone la opulencia con la espiritualidad. "La sociedad del bienestar nos engancha al puro consumismo. Hay que pasarlo un poco mal para tener otras ideas. Cuando tienes dificultades te vuelves más espiritual, más idealista. Hoy no creemos en nada. Sólo creemos en cosas insípidas", afirma.

Y denuncia, molesto, que en la actualidad "cualquier espiritualidad se considera fascista".

"Yo lo que no soy es ateo", añade el actor y dramaturgo. "Pienso que es muy difícil que un artista, por mucho que se empeñe, sea ateo. Lo tiene que forzar demasiado. Los artistas no sólo trabajamos con lo intangible sino que nos queremos aproximar a ello. Todos los artistas quieren ser ateos pero luego quieren que creamos en lo suyo religiosamente".

Boadella cree que su postura actual, enraizada en intuiciones de toda la vida, tiene que ver con un cierto escepticismo sano a las ideologías y sus seducciones. "Yo tuve la suerte de no ser nunca comunista. Esto es muy importante. Soy el 90% de cultura cristiana", explica.

Albert Boadella habla de las cosas serias de la vida -y de la muerte- pero sin perder nunca el humor

El Misterio en la liturgia

Se reafirma en algo que ha declarado en otras ocasiones que le fascina: el Misterio, que palpa en la liturgia. "Las celebraciones religiosas son signos que transmiten una necesidad. He procurado ser permeable a ellos. No voy mucho a Misa, pero si hay una en latín y de espaldas, ahí estoy. La liturgia es fundamental". Por el contrario, critica "la destrucción de la liturgia, del ritual. Este gusto actual por el populismo, por rebajarse a la masa es mortífero. Yo soy preconciliar".

¿Y la Iglesia? "A mí no me molesta en absoluto la Iglesia pero me molesta la poca inteligencia con que a veces actúa. Aunque no vaya mucho a Misa, la veo como mía y me duele cuando veo que se perjudica".

Boadella no duda de que el teatro y el sacerdocio están emparentados en su generación y gestión del Misterio, en ayudar a vislumbrar lo que hay más allá del velo de las apariencias cotidianas.

"Mis predecesores eran colegas de los sacerdotes. Estamos implicado en lo mismo. Es una misma transmisión moral. En el caso de la Iglesia es también espiritual y religiosa. En el caso del teatro, no siempre, aunque sí a veces. Pero en cualquier caso, los brujos de la tribu, con sus taparrabos, y nosotros, somos primos hermanos", afirma.

Preparándose para la muerte: "que no me coja por sorpresa"

A su edad, ha reflexionado sobre el dolor y la muerte. "Me da miedo el dolor, sobre todo desde que tuve un cólico nefrítico. Cada vez que me vuelve una sombra de ese dolor me quedo pálido. Pero si se me cerraran los ojos y una voz me dijera «se acabó», no creo que me asustara. La edad es un factor notable y me doy cuenta de que con el tiempo he ido creando a mi alrededor un universo de pensamientos para irme acostumbrando a la muerte, para que no me coja por sorpresa, ni en lo anímico, ni en lo espiritual, ni en las cosas más mundanas, que también cuentan. He hecho testamento, he puesto en orden mis cosas para que a mi mujer, Dolors, que es la persona a la que más quiero, no le falte nada cuando yo ya no esté".

El laicismo que castiga la no-laicidad es un despropósito

Critica los excesos de cierto laicismo. "El laicismo es una parte de la estructura del mundo occidental. Pero suele llevar consigo, es verdad, la censura de cualquier pensamiento que no sea el suyo, que no sea laico, de modo que la no-laicidad está castigada. Y esto es un despropósito, claro".

Y propone una forma de educar: las preguntas eternas. "Es esencial que la formación de niños y jóvenes pase por plantearse las preguntas eternas. Las preguntas que nos configuran como personas y como cultura. Por mucho que la ciencia avance, las grandes preguntas seguirán siendo exactamente las mismas".

Boadella ya trató con más detalle varios de estos temas entrevistado por La Contra TV en 2016; por ejemplo, en el minuto 42 hablaba de la relación entre el arte y la fe, los "aspectos intangibles de la vida".

Fuente: Religión en libertad

viernes, 27 de diciembre de 2019

Santo Evangelio 28 de diciembre 2019



Día litúrgico: 28 de Diciembre: Los Santos Inocentes, mártires

Texto del Evangelio (Mt 2,13-18): Después que los magos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al Niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al Niño para matarle». Él se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo».

Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen».


«Se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto»

Rev. D. Joan Pere PULIDO i Gutiérrez Secretario del obispo de Sant Feliu
(Sant Feliu de Llobregat, España)

Hoy celebramos la fiesta de los Santos Inocentes, mártires. Metidos en las celebraciones de Navidad, no podemos ignorar el mensaje que la liturgia nos quiere transmitir para definir, todavía más, la Buena Nueva del nacimiento de Jesús, con dos acentos bien claros. En primer lugar, la predisposición de san José en el designio salvador de Dios, aceptando su voluntad. Y, a la vez, el mal, la injusticia que frecuentemente encontramos en nuestra vida, concretado en este caso en la muerte martirial de los niños Inocentes. Todo ello nos pide una actitud y una respuesta personal y social.

San José nos ofrece un testimonio bien claro de respuesta decidida ante la llamada de Dios. En él nos sentimos identificados cuando hemos de tomar decisiones en los momentos difíciles de nuestra vida y desde nuestra fe: «Se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto» (Mt 2,14).

Nuestra fe en Dios implica a nuestra vida. Hace que nos levantemos, es decir, nos hace estar atentos a las cosas que pasan a nuestro alrededor, porque —frecuentemente— es el lugar donde Dios habla. Nos hace tomar al Niño con su madre, es decir, Dios se nos hace cercano, compañero de camino, reforzando nuestra fe, esperanza y caridad. Y nos hace salir de noche hacia Egipto, es decir, nos invita a no tener miedo ante nuestra propia vida, que con frecuencia se llena de noches difíciles de iluminar.

Estos niños mártires, hoy, también tienen nombres concretos en niños, jóvenes, parejas, personas mayores, inmigrantes, enfermos... que piden la respuesta de nuestra caridad. Así nos lo dice San Juan Pablo II: «En efecto, son muchas en nuestro tiempo las necesidades que interpelan a la sensibilidad cristiana. Es la hora de una nueva imaginación de la caridad, que se despliegue no sólo en la eficacia de las ayudas prestadas, sino también en la capacidad de hacernos cercanos y solidarios con el que sufre».

Que la luz nueva, clara y fuerte de Dios hecho Niño llene nuestras vidas y consolide nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad.

Santo Evangelio 27 de diciembre 2019



Día litúrgico: 27 de Diciembre: San Juan, apóstol y evangelista


Texto del Evangelio (Jn 20,2-8): El primer día de la semana, María Magdalena fue corriendo a Simón Pedro y a donde estaba el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó.


«Vio y creyó»

Rev. D. Manel VALLS i Serra
(Barcelona, España)

Hoy, la liturgia celebra la fiesta de san Juan, apóstol y evangelista. Al siguiente día de Navidad, la Iglesia celebra la fiesta del primer mártir de la fe cristiana, san Esteban. Y el día después, la fiesta de san Juan, aquel que mejor y más profundamente penetra en el misterio del Verbo encarnado, el primer “teólogo” y modelo de todo verdadero teólogo. El pasaje de su Evangelio que hoy se propone nos ayuda a contemplar la Navidad desde la perspectiva de la Resurrección del Señor. En efecto, Juan, llegado al sepulcro vacío, «vio y creyó» (Jn 20,8). Confiados en el testimonio de los Apóstoles, nosotros nos vemos movidos en cada Navidad a “ver” y “creer”.

Uno puede revivir estos mismos “ver” y “creer” a propósito del nacimiento de Jesús, el Verbo encarnado. Juan, movido por la intuición de su corazón —y, deberíamos añadir, por la “gracia”— “ve” más allá de lo que sus ojos en aquel momento pueden llegar a contemplar. En realidad, si él cree, lo hace sin “haber visto” todavía a Cristo, con lo cual ya hay ahí implícita la alabanza para aquellos que «creerán sin haber visto» (Jn 20,29), con la que culmina el vigésimo capítulo de su Evangelio.

Pedro y Juan “corren” juntos hacia el sepulcro, pero el texto nos dice que Juan «corrió más aprisa que Pedro, y llegó antes al sepulcro» (Jn 20,4). Parece como si a Juan le mueve más el deseo de estar de nuevo al lado de Aquel a quien amaba —Cristo— que no simplemente estar físicamente al lado de Pedro, ante el cual, sin embargo —con el gesto de esperarlo y de que sea él quien entre primero en el sepulcro— muestra que es Pedro quien tiene la primacía en el Colegio Apostólico. Con todo, el corazón ardiente, lleno de celo, rebosante de amor de Juan, es lo que le lleva a “correr” y a “avanzarse”, en una clara invitación a que nosotros vivamos igualmente nuestra fe con este deseo tan ardiente de encontrar al Resucitado.

De Australia a España, y más de 15.000 kilómetros, para dar un enorme vuelco a su vida en Montserrat

Luke Thomsen tuvo que viajar desde Australia hasta España para encontrase con Cristo a través de la Virgen

De Australia a España, y más de 15.000 kilómetros, para dar un enorme vuelco a su vida en Montserrat

Luke Thomsen tuvo que viajar desde Australia hasta España para encontrase con Cristo a través de la Virgen

Luke Thomsen es uno de los cientos de miles de católicos que han participado en alguna de las Jornadas Mundial de la Juventud que se han celebrado por todo el mundo. En ellas se han producido numerosas conversiones, vocaciones a la vida religiosa o matrimonial y también profundos encuentros con Cristo, transformando la vida de estas personas desde la tibieza a una activa vida religiosa.

Este es el caso de este australiano que tras idas y venidas en la Iglesia y tras explorar filosofías y religiones orientales fue puesto en su sitio en España, concretamente en el monasterio de Montserrat, durante la Jornada Mundial de la Juventud de 2011.

Allí, primero ante la Virgen, conocida como la “Moreneta” y luego ante un crucifijo en una capilla de este mismo santuario mariano lloró amargamente porque vio lo que había en su corazón. Desde entonces su vida cambió y logró ser lo que había pedido a María. Ahora es marido, padre y subdirector de una escuela católica en su país y gracias a su implicación está llevando a muchos jóvenes a la Iglesia.

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Tal y como cuenta en Catholic Leader, Luke llegó a Montserrat para ver a la Virgen junto a otros cientos de peregrinos. Le habían dicho que rezara ante esta histórica imagen de María que tantas gracias había concedido durante siglos. Sin embargo, este joven quería utilizar a la Virgen como un “genio” que le concediera deseos.

A Cristo a través de María

“Hazme el mejor profesor”, pidió a la Virgen. Pero no lo hacía con fe sino con una exigencia de lo que debía ser. Asegura que tras esta experiencia se sintió “simplemente vacío”, porque “sólo estaba tratando de ‘sacarle’ algo, no tenía ningún objetivo”.

Tras ver a la Virgen y pasar por esta experiencia de vacío vio una capilla con un crucifijo. Algo le hizo detenerse y arrodillarse ante esta cruz. Y allí mismo volvió a pedir: “hazme el mejor maestro”. Pero mientras realizaba esta petición una gran lucha se desató en su interior y entonces sus palabras fueron transformándose: “hazme el mejor hombre que pueda ser” y luego “hazme lo mejor de mí mismo”.

En ese momento, en Monsterrat, se echó a llorar y tuvo la experiencia profunda de que Dios lo estaba llamando a ser algo “mucho más humilde” de lo que aspiraba a ser.

“Dices que quieres ser el mejor maestro, quieres ser esto y aquello, pero yo sólo quiero que seas tú”, recuerda este joven australiano que le dijo Dios en ese momento de intensa oración.

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“Ese fue el momento de cambio para mí”, cuenta Luke. Su vida se transformó en ese instante, y llegó a Cristo a través de María. Y además como Dios da el ciento por uno este joven pudo ser maestro y además ser un gran evangelizador en la escuela.

Él mismo reconoce que aquel encuentro en este santuario español fue gracias al cual echó raíces en Jesús. Y como si un velo se le hubiera quitado de los ojos pudo ver todos los encuentros que el Señor había ido teniendo con él desde que era niño.

Recordó el duro momento en el que su padre murió siendo él un niño y para animarle una monja le enseñó a tocar la guitarra. Ahora este instrumento del que sólo sabía tocar algunas notas es su herramienta de evangelización. Y así un suceso tras otro.

Un profesor volcado en la evangelización

El Señor le regaló a Sarah, hoy esposa y madre de sus hijos, “una inspiración fuerte y constante” y además una mujer de fe profunda fe. Poco después empezó a trabajar en la escuela católica de la que hoy es subdirector.

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Sin una iglesia parroquial cerca, el papel de Thomsen se centró en sacar adelante un programa que nutría la vida de fe de los niños a través de los sacramentos, la oración y la formación. Y los cambios en los estudiantes son visibles, asegura.

La Adoración Eucarística y la lectura de la Palabra son ahora, y gracias a su empeño, parte fundamental en este programa escolar. “Si se le permite a un niño tener una comprensión más profunda de lo que es vivir una vida sacramental, o estar más interesado en saber quién es Jesús en sus vidas, yo llamaría a eso éxito”, afirma Luke.

Antes de este encuentro con Jesús, este joven asegura que aunque la gente pudiera pensar que era amable interiormente “estaba viviendo una vida egoísta y muchos de mis motivaciones estaban fuertemente influenciadas por el deseo de que me vieran bien y sentirme bien”. Es decir, él era el centro de su vida y todo giraba a su alrededor y tras la visita a Montserrat “Jesús está en el centro, y todo en mi vida está a su alrededor”. Al final él considera que la Virgen de Montserrat ha sido la gran maestra en la que fijarse y que ha cumplido con creces lo que él pidió allí a la Madre de Dios.

Publicado en Cari Filii News

jueves, 26 de diciembre de 2019

Santo Evangelio 26 de diciembre 2019



Día litúrgico: 26 de Diciembre: San Esteban, protomártir


Texto del Evangelio (Mt 10,17-22): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros. Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará».


«Os entregarán a los tribunales y os azotarán»

Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM
(Barcelona, España)

Hoy, recién saboreada la profunda experiencia del Nacimiento del Niño Jesús, cambia el panorama litúrgico. Podríamos pensar que celebrar un mártir no encaja con el encanto navideño… El martirio de san Esteban, a quien veneramos como protomártir del cristianismo, entra de lleno en la teología de la Encarnación del Hijo de Dios. Jesús vino al mundo para derramar su Sangre por nosotros. Esteban fue el primero que derramó su sangre por Jesús. Leemos en este Evangelio como Jesús mismo lo anuncia: «Os entregarán a los tribunales y (…) seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio» (Mt 10,17.18). Precisamente “mártir” significa exactamente esto: testigo.

Este testimonio de palabra y de obra se da gracias a la fuerza del Espíritu Santo: «El Espíritu de vuestro Padre (…) hablará en vosotros » (Mt 10,19). Tal como leemos en los “Hechos de los Apóstoles”, capítulo 7, Esteban, llevado a los tribunales, dio una lección magistral, haciendo un recorrido por el Antiguo Testamento, demostrando que todo él converge en el Nuevo, en la Persona de Jesús. En Él se cumple todo lo que ha sido anunciado por los profetas y enseñado por los patriarcas.

En la narración de su martirio encontramos una bellísima alusión trinitaria: «Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios» (Hch 7,55). Su experiencia fue como una degustación de la Gloria del Cielo. Y Esteban murió como Jesús, perdonando a los que lo inmolaban: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado» (Hch 7,60); rezó las palabras del Maestro: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc, 23, 34).

Pidamos a este mártir que sepamos vivir como él, llenos del Espíritu Santo, a fin de que, fijando la mirada en el cielo, veamos a Jesús a la diestra de Dios. Esta experiencia nos hará gozar ya del cielo, mientras estamos en la tierra.

Sam llegó de un país musulmán y en la Iglesia encontró su casa

El hermano Sam, justo antes de su ordenación sacerdotal en California / The Sun Catholic

Sam llegó de un país musulmán y en la Iglesia encontró su casa

Este mes de diciembre ha sido ordenado sacerdote franciscano el joven Sam Nasada. Y se ha llevado a cabo en California, donde las misiones franciscanas de los españoles llevaron el Evangelio por primera vez a esta zona. Y el camino no ha sido fácil para este religioso, pues ha tenido que ir superando obstáculos y dificultades, siendo la liturgia y su belleza lo que acabó despertando en él la vocación al sacerdocio.

Este franciscano podría haber sido uno más de los miles de jóvenes católicos que se alejan de la fe en la universidad. Y es que este joven llegó en 1997 a Estados Unidos para estudiar y acabó integrado en una parroquia que sería finalmente el ancla que le fijó a Dios.

Pero es que además Sam podría no haber sido ni siquiera católico. Es natural de Indonesia, el país con mayor número de musulmanes del mundo. Pero fue el colegio jesuita en el que estudió en su país en el que logró superar todas estas adversidades para así convertirse en el noveno sacerdote indonesio ordenado en Estados Unidos.

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Cuando Sam habla de todo su proceso vocacional habla de la importancia de no subestimar nunca el poder y el cuidado de la liturgia como elemento para llevar a las personas a Dios.

Según explica a The Sun Catholic, Sam afirma que fue el papel de la liturgia el que impulsó la vida de fe de este joven en un momento crucial en su vida en el que otros muchos católicos abandonan la práctica religiosa. Por ello, en su ordenación Sam agradeció a los feligreses y a todos aquellos que hicieron posible este encuentro con Dios a través de todas estas cuidadas y vivas celebraciones litúrgicas.


Cuando en 1997 llegó a Los Ángeles para realizar sus estudios de Ingeniería encontró en la parroquia un lugar donde encontrarse en casa y además empezó a asistir a un grupo de adultos jóvenes católicos de su país. Fue entonces cuando empezó a profundizar en su fe.

“Me encantó como se realizaba de bien la liturgia allí. Hizo despegar mi vida de fe”, confiesa el ahora sacerdote franciscano. ¿Qué fue lo que le marcó? Él mismo asegura que fue la buena música, las homilías atractivas y que todos los ministros litúrgicos hicieran perfectamente su trabajo lo que le hizo sentirse bienvenido y en paz en aquella iglesia.

Pronto acabaría involucrándose también en la parroquia e interesándose por la liturgia y así fue como conoció a un liturgista franciscano que sería clave en su proceso vocacional poco después.


Este franciscano le invitó a realizar una peregrinación por carretera que incluía varias paradas en las históricas misiones franciscanas de California. En aquel viaje Dios le habló al corazón y el hecho de sentirse acogido y como uno más pese a no conocer demasiado a la gente ayudó en este encuentro.

Fue a partir de entonces cuando empezó a conocer mucho mejor a San Francisco, Santa Clara y toda la espiritualidad franciscana de la que se fue enamorando. “Sentía que creía ya en algo muy profundo, pero nunca había sabido cómo articularlo o encontrar palabras para explicarlo. Y todo esto me pareció tan natural…”.

Cuando se planteó la llamada al sacerdocio se le abrieron varias vías para discernir. La vía diocesana, la jesuita –la otra comunidad religiosa que conocía en su infancia- o la franciscana. No hubo dudas. Lo “natural” en su vida de fe le dirigía una y otra vez a seguir a San Francisco y así lo hizo. Ahora ya es un fraile franciscano que evangeliza a jóvenes para que en vez de abandonar la Iglesia puedan percibir la belleza que surge de ella

Fuente: Religión en libertad

martes, 24 de diciembre de 2019

Santo Evangelio 24 de diciembre 2019



Día litúrgico: La Natividad del Señor (Misa de Medianoche)


Texto del Evangelio (Lc 2,1-14): Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Quirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.

Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El Ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y de pronto se juntó con el Ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace».


«Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor»

Rev. D. Ramon Octavi SÁNCHEZ i Valero
(Viladecans, Barcelona, España)

Hoy, nos ha nacido el Salvador. Ésta es la buena noticia de esta noche de Navidad. Como en cada Navidad, Jesús vuelve a nacer en el mundo, en cada casa, en nuestro corazón.

Pero, a diferencia de lo que celebra nuestra sociedad consumista, Jesús no nace en un ambiente de derroche, de compras, de comodidades, de caprichos y de grandes comidas. Jesús nace con la humildad de un portal y de un pesebre.

Y lo hace de esta manera porque es rechazado por los hombres: nadie había querido darles hospedaje, ni en las casas ni en las posadas. María y José, y el mismo Jesús recién nacido, sintieron lo que significa el rechazo, la falta de generosidad y de solidaridad.

Después, las cosas cambiarán y, con el anuncio del Ángel —«No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo» (Lc 2,10)— todos correrán hacia el portal para adorar al Hijo de Dios. Un poco como nuestra sociedad que margina y rechaza a muchas personas porque son pobres, extranjeros o sencillamente distintos a nosotros, y después celebra la Navidad hablando de paz, solidaridad y amor.

Hoy los cristianos estamos llenos de alegría, y con razón. Como afirma san León Magno: «Hoy no sienta bien que haya lugar para la tristeza en el momento en que ha nacido la vida». Pero no podemos olvidar que este nacimiento nos pide un compromiso: vivir la Navidad del modo más parecido posible a como lo vivió la Sagrada Familia. Es decir, sin ostentaciones, sin gastos innecesarios, sin lanzar la casa por la ventana. Celebrar y hacer fiesta es compatible con austeridad e, incluso, con la pobreza.

Por otro lado, si nosotros durante estos días no tenemos verdaderos sentimientos de solidaridad hacia los rechazados, forasteros, sin techo, es que en el fondo somos como los habitantes de Belén: no acogemos a nuestro Niño Jesús.

Santo Evangelio 24 de diciembre 2019



Día litúrgico: Feria privilegiada de Adviento: 24 de Diciembre


Texto del Evangelio (Lc 1,67-79): En aquel tiempo, Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: «Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de Él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz».


«Harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas»

Rev. D. Ignasi FABREGAT i Torrents
(Terrassa, Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio recoge el canto de alabanza de Zacarías después del nacimiento de su hijo. En su primera parte, el padre de Juan da gracias a Dios, y en la segunda sus ojos miran hacia el futuro. Todo él rezuma alegría y esperanza al reconocer la acción salvadora de Dios con Israel, que culmina en la venida del mismo Dios encarnado, preparada por el hijo de Zacarías.

Ya sabemos que Zacarías había sido castigado por Dios a causa de su incredulidad. Pero ahora, cuando la acción divina es del todo manifiesta en su propia carne —pues recupera el habla— exclama aquello que hasta entonces no podía decir si no era con el corazón; y bien cierto que lo decía: «Bendito el Señor Dios de Israel...» (Lc 1,68). ¡Cuántas veces vemos oscuras las cosas, negativas, de manera pesimista! Si tuviésemos la visión sobrenatural de los hechos que muestra Zacarías en el Canto del Benedictus, viviríamos con alegría y esperanza de una manera estable.

«El Señor ya está cerca; el Señor ya está aquí». El padre del precursor es consciente de que la venida del Mesías es, sobre todo, luz. Una luz que ilumina a los que viven en la oscuridad, bajo las sombras de la muerte, es decir, ¡a nosotros! ¡Ojalá que nos demos cuenta con plena conciencia de que el Niño Jesús viene a iluminar nuestras vidas, viene a guiarnos, a señalarnos por dónde hemos de andar...! ¡Ojalá que nos dejáramos guiar por sus ilusiones, por aquellas esperanzas que pone en nosotros!

Jesús es el “Señor” (cf. Lc 1,68.76), pero también es el “Salvador” (cf. Lc 1,69). Estas dos confesiones (atribuciones) que Zacarías hace a Dios, tan cercanas a la noche de la Navidad, siempre me han sorprendido, porque son precisamente las mismas que el Ángel del Señor asignará a Jesús en su anuncio a los pastores y que podremos escuchar con emoción esta misma noche en la Misa de Nochebuena. ¡Y es que quien nace es Dios!

De una familia desestructurada, fiesta y alcohol a noches ante el Santísimo y evangelización total

Daniela es laica consagrada y a sus 25 años evangeliza a numerosos jóvenes

Daniela tiene 25 años, pero como laica consagrada se dedica totalmente a anunciar el Evangelio

De una familia desestructurada, fiesta y alcohol a noches ante el Santísimo y evangelización total

Daniela es laica consagrada y a sus 25 años evangeliza a numerosos jóvenes

Daniela Niño Giraldo tiene apenas 25 años pero pese a su corta edad esta joven tiene una fuerte experiencia de Jesucristo y tras formarse en una escuela de evangelización es ahora una laica consagrada que a través de la Comunidad Palabra Viva se dedica a evangelizar a tiempo y a destiempo.

Su vida no ha sido nada fácil. Proveniente de una familia desestructurada y marcada por el terrible drama de la muerte de un hermanastro se sobrepuso a todo ello gracias a conocer a Dios en la universidad. Allí cambió las noches de fiesta y alcohol por el Santísimo y supo que que estaba siendo llamada a propagar la fe por todo el mundo.

Para ser más efectiva en esta evangelización y tener más armas a su alcance para tal fin, Daniela estudia en estos momentos Filosofía y Teología en la Universidad de la Santa Cruz de Roma gracias a una beca de la Fundación CARF (Centro Académico Romano Fundación). Ella misma cuenta en primera persona su historia de conversión, vocación y evangelización:

«Un poco de mi historia»

Tengo 25 años, nací en Bogotá, Colombia, dentro de una familia un poco diferente, con un papá que ya estaba casado y que tenía dos hijos y una mamá veinte años más joven y con una hija. De esta nueva unión, nació mi hermano Leonardo y dos años después nací yo. Teníamos «todo lo que necesitábamos”, una empresa establecida a nivel nacional, una casa en una de las mejores zonas de Bogotá, viajes y aquello que creíamos, era esencial para ser felices. Hasta que llegó el día que jamás esperábamos, mi hermano Nicolás, de parte de papá, se accidentó en una moto y perdió la vida al instante. Mi papá entró en depresión, se alejó de todos por dos años y consecuentemente con esto, la empresa entró en bancarrota.

Mis papás no soportaron esta situación y decidieron separarse. Dentro de casa vivimos muchas dificultades económicas, desde luchar por la comida del día hasta haber pasado dos años sin luz y sin agua. A pesar de esto, mis papás hicieron el gran esfuerzo de mantenernos en uno de los mejores colegios de la ciudad. Recuerdo que siempre lo amé, era el lugar donde era feliz.

Daniela Niño, Colombia.

A mis seis años nace una hermanita, fruto de una nueva unión de mi mamá. Desde los nueve años y con mayor conciencia de la realidad de mi casa, comencé a vender dulces para ganar algún dinero y desde aquella época decidí algo que llegó a influenciarme hasta los días de hoy. Decidí que no quería depender de nadie para nada y que yo debía solucionar todo sola. Así pues, desde muy pequeña busqué ser independiente y ser la mejor en todo lo que hiciera. Curiosamente, lo que más me impulsaba a alcanzar mis metas eran los “no es posible” y los “no vas a conseguir” que me decían.

Encuentro con Dios

Mi mamá siempre fue una persona muy dura y enfocada en el trabajo por lo que nunca tuve una relación muy cercana con ella. Por otro lado, mi papá estaba ausente. Creo que estas dos cosas fueron más difíciles que cualquier dificultad económica. Pero en medio de todo esto, mi mamá vivió un fuerte encuentro con Dios lo cual fue generando una transformación ella y en la familia.

Me gradué e ingresé a la Universidad para estudiar Negocios Internacionales, estudiaba de día y trabajaba de noche, practicaba fútbol, era la presidente del grupo de estudiantes y representante ante el consejo académico de la facultad de Negocios. Me apasionaba formar líderes, hacer algo que pudiese generar un impacto en la vida de los jóvenes pues no quería que se convirtieran en máquinas sino que pudiesen ser plenos.

De la «rumba» a noches de adoración

También participaba de un grupo de oración que conocí en 2012 y que fue la primera puerta por la cual pude encontrarme con Jesús, donde comencé a cambiar los viernes y sábados de “rumba” y alcohol sin medida para noches de adoración.

Me hacía muchas preguntas, quería entender cuál era el sentido de la vida, dónde estaba la felicidad ya que podía hacer muchas cosas pero aún me parecía poco, aun no me llenaba por completo.

Me enamoré del servicio, de la misión, y comenzó a nacer en mí una inquietud vocacional. A través de una amiga conocí la Comunidad Palabra Viva y tuve la bendición de visitar algunos consagrados en Europa durante un año que estuve estudiando en Francia, por una beca que me gané.

Podría decir que fue amor a primera vista, donde me marcó mucho el hecho de sentirme en familia desde el instante que los conocí y el ver la alegría y el brillo de sus ojos. En ese momento tenía una certeza… Ese era el lugar. Quizá aún no estaba tan segura de mi vocación pero pude tener una certeza, si era la vida consagrada, era en Palabra Viva.

Cuando terminé el año en Francia me dieron la posibilidad de hacer mis prácticas profesionales en la Escuela de Evangelización Palabra Viva. Esto para mí era matar dos pájaros de un solo tiro pues terminaba la carrera y salía de mis dudas vocacionales. Tomé la decisión de ir, conociendo las consecuencias.

Daniela Niño, Colombia..

Para mi familia fue un golpe muy duro, no solo pensaban que estaba perdiendo mi tiempo y mi “inteligencia” sino que los estaba abandonando en medio de muchas dificultades. Decidieron cerrarme las puertas y así salí de Colombia, con una maleta y 100 dólares en la billetera pero con un gran deseo de hacer la voluntad de Dios.

Creo que en este momento de mi vida enfrenté el mayor obstáculo, mi ego. La confianza con la cual caminé durante esos años de mi vida era una confianza en mí misma, en mis capacidades. Aun estando en la Comunidad pensaba que había llegado con mis fuerzas, con el dinero que había conseguido. Podía ser poco, pero lo poco lo había alcanzado yo (o eso creía dentro de mi ceguera).

Invertir mi tiempo en la evangelización

Poco a poco fui entendiendo que la pobreza a la cual estaba llamada a vivir no era solo vivir con lo necesario, sino que esto necesario viniera de Dios. Para mí era casi imposible pensar en la idea de pedir alguna donación para mí, prefería trabajar para conseguir el dinero necesario, pero Dios quería que invirtiera todo mi tiempo en la evangelización y El cuidaría del resto.

Por otro lado recibí la noticia de que mi papá tenía tres tumores que debían ser extirpados de inmediato. No sabía qué hacer, necesitaba tener el control y estando fuera de Colombia no lo tenía. Pensé entonces en volver, trabajar dos años, hacer alguna maestría, ayudar económicamente a mi familia y estar cerca de mi papá. Pero a decir verdad, con esto solo quería disfrazar mi falta de conversión, mi falta de confianza en Dios.

Entonces quebré mi orgullo y decidí enfrentar ese gigante delante del Sagrario. En pocos días, Dios me mostró su gran providencia.

Me regalaron unos billetes para ir a Colombia para mi grado de la Universidad lo cual coincidió con las fechas de la segunda cirugía de mi papá. Fuimos a la clínica, y al hacerle un nuevo examen vieron que las dos masas habían desaparecido. Mi papá no necesitó más de esa cirugía y Dios me mostró una vez más su infinita providencia. Entendí que Dios primero necesita de nuestro sí, de esa decisión impulsada por un acto de fe para que Sus gracias sean derramadas.

Un sueño hecho realidad

Continué entonces mirando hacia adelante. Llegó 2019 y dentro de mi cabeza estaba programada para estar un poco más de tiempo en la misión de Brasil pero una mañana, me llaman para estudiar Filosofía y Teología en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz.

Daniela Niño, Colombia.

Confieso que fue un sueño hecho realidad, desde el colegio me apasionaba la filosofía y cuando comencé a dar los primeros pasos dentro de la Iglesia crecía en mí una sed muy grande por contemplar la verdad, por contemplar a Jesucristo, pero no lo esperaba en ese momento. Por un lado me sentía indigna pues toda mi vida había estudiado por motivos errados, por soberbia y por otro lado me parecía ¡Otra locura! ¿Cómo iba a pagar esos gastos?

¡Visa, pasajes, matricula! Estaba simplemente fuera de la realidad, no tenía a nadie cercano que me ayudara con esos gastos. Pero bueno como bien dicen, para Dios no hay imposibles y aquí estoy hoy estudiando, por pura providencia Divina.

Este otro “no es posible” que decidí enfrentar en mi vida tuvo algo diferente, ya no era yo creyendo que iba a resolver con mis fuerzas sino que era yo, volviéndome pequeñita, como una niña que se lanza a los brazos del Padre para ser protegida. Así le entregué a Dios esta nueva etapa de mi vida y cada día veo con mayor nitidez Su mano poderosa sosteniéndome y confirmando esta misión que me ha confiado, de llevar Su Nombre, de llevar la Verdad hasta los confines de la tierra.

Hoy puedo ver la grandiosa bondad y amor de Dios, tanto en las pruebas con las cuales está purificando mi alma y a mi familia como en cada uno de ustedes benefactores, que se han vuelto respuesta viva de Dios en mi vida y en la de muchos más jóvenes que todos los días se levantan para combatir el buen combate, luchando por ser santos, por ser sal de la tierra y luz del mundo.

Esta historia de amor continua escribiéndose, pido al buen Dios que sea el pincel que la diseñe para que me haga cada día más humilde y fiel a Su llamado. ¡Tú eres respuesta de Dios en mi vida! Gracias por hacer parte de mi vocación, de esta misión que nos une y nos hace un solo cuerpo con Cristo como cabeza. ¡Estás en mis oraciones diarias!»

Fuente: Religión en Libertad