Perdonó al joven que acribilló a su marido: «Necesitaba ayudarle, y ahora sus hijos me dicen abuela»
"No se cierren, conviertan ese dolor en una fuerza", dice Lucia, en la foto con el asesino de su marido.archivo
León XIV presidió este lunes en la basílica de San Pedro una vigilia de oración en el Jubileo de la Consolación. Durante el encuentro, Lucia Di Mauro Montanino, de Nápoles (Italia), cuyo marido, guardia de seguridad, fue asesinado por una banda de jóvenes ladrones en 2009, contó su testimonio de perdón.
Lucia estaba casada con Gaetano, él era el amor de su vida, lo llamaba "el rubio", adoraba su uniforme y aún más a su hija Verónica. En el verano de 2009, el 4 de agosto, el día antes de su cumpleaños, en Nápoles, durante una ronda de control, él y su compañero fueron sorprendidos por unos chicos que querían arrebatarles las pistolas.
El encuentro con Antonio
Gaetano, de 45 años, no cedió a las presiones de los atracadores y fue acribillado a tiros, mientras que su compañero logró salvarse. La vida de Lucia cambió repentinamente a partir de ese día, pero ese giro no fue el único, sino que le siguieron otros, inesperados y sorprendentes.
Uno de los cuatro jóvenes que mataron a su marido era Antonio, el único menor de edad del grupo. No disparó, pero participó en la emboscada, conducía la moto. A los 17 años, presa del miedo y la inconsciencia, decidió fugarse a España y se llevó consigo a su novia, que en ese momento descubrió que está embarazada.
Con un futuro comprometido y la única perspectiva de la cárcel de Nisida, Antonio fue condenado a 22 años de cárcel por aquel homicidio. Fue precisamente entre esas rejas donde volvió a vivir, a respirar aire puro, a comprender que había que pedir perdón si se había cometido un error, el mayor de todos los errores.
"Siempre me he preguntado: ¿qué hemos hecho nosotros, los adultos, los padres, por los jóvenes de estos barrios difíciles? Casi nada, diría yo... Me he dado cuenta de que poco nos importa que estos chicos no sepan nada de la vida, que solo conozcan la supervivencia, y no la cultura, el deporte o las ambiciones sanas. Todo esto me ha hecho comprender que nosotros, los adultos, éramos y somos responsables de estos chicos y de su comportamiento", reconoce Lucia, que es asistente social.
Lucia ofreció su testimonio durante el Jubileo de la Consolación. youtube
Pero, Lucía tenía la necesidad de dar un significado diferente al asesinato de su marido: "No quería sentir odio ni rencor, sino buscar un compromiso con la sociedad porque sentía que no había hecho lo suficiente".
"Dios me dio la oportunidad de darle un giro a esta historia haciendo algo concreto, comprendiendo que podía cambiar las cosas". Durante muchos años, Antonio buscó ponerse en contacto con la familia de Gaetano, pero Lucía no aceptaba. A la vez, en su interior se iba abriendo un nuevo espacio: "Sabía que tenía que mirar de frente al mal, a quien me había quitado lo más querido, mi familia".
Lucia empezó a entender que era necesario ese encuentro, pero a su alrededor esa posibilidad podía generar malestar y críticas. "Al principio fue muy difícil porque, para muchos, significaba ir del brazo del asesino, significaba que estaba ayudando a alguien que merecía no salir nunca más de la cárcel, pero el motivo era otro".
Dar sentido a esa sangre
"Quería darle sentido a esa sangre, a esa sangre inocente que se había derramado. Para mí era un consuelo saber que la muerte de mi marido podía servir para salvar a un chico y, en el caso de Antonio, para salvar a una familia, porque él se había casado y tenía dos hijos", dice Lucia.
Junto a Lucia estaba la asociación Libera de Don Ciotti, las familias de las víctimas de la mafia. Lucia, tras varias conversaciones con los educadores de Antonio, sentía que debía confiar en él para que realmente cambiara.
"Siempre me gusta decir que la piedra desechada puede convertirse en la piedra angular, a veces precisamente por el hecho de que estos chicos se han equivocado pueden ser un ejemplo para los demás y mostrarles una vida mejor".
Lucia habla de reconciliación, más que de perdón, de conceder una oportunidad para que el mal desaparezca. "Antonio habría salido a los 40 años, podría haber hecho mucho daño todavía, sentía que tenía que ayudarle a ser una persona mejor, tenía que ayudar a esa familia, a esos niños a crecer de forma sana, serena, sin un padre en la cárcel, con dificultades económicas y relacionales".
La ocasión llegó inesperadamente, cuando Lucia y Antonio se encuentran por fin en el mismo lugar. El bien y el mal. Pero ese mal, cuenta la mujer, tiene el aspecto de un niño que parece un renacuajo, delgado, pequeño y que llora sin parar. El abrazo que ella le da es el abrazo de una mujer fuerte.
"Antonio – explica Lucia – siempre me dice que soy su verdadera madre. Esto me honra, me da fuerzas porque, al fin y al cabo, ser madre, además de mi hija, de un hijo que se ha equivocado, de una persona que necesitaba orientación, que necesitaba referentes, es algo maravilloso". Los hijos de Antonio incluso la llaman "abuela".
El Papa invitó a pedir a la 'Madre Dolorosa' la convicción de que la vida no se define por el mal padecido, sino por el amor de Dios que nunca nos abandona.
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"A quienes sufren un dolor – explica Lucia, refiriéndose al Jubileo de la Consolación – les aconsejo que no se cierren en sí mismos, sino que se abran al mundo y conviertan ese dolor en una fuerza, que se pongan en juego, que no se sientan solo víctimas, sino que comprendan lo que se puede hacer y cómo seguir adelante, también en nombre de quienes ya no están".
"Conozco las historias de muchos familiares de víctimas inocentes, que murieron injustamente, por los motivos más absurdos. Consolémonos haciendo algo, porque es lo único que nos queda. No hay que encerrarse en ese dolor que nos impide vivir, sino seguir adelante, fijarnos metas y mirar con confianza hacia el futuro para convertirnos en protagonistas del cambio".
Fuente Religión en Libertad
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