lunes, 8 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 8 Diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Lc 1,26-38):

 En aquel tiempo, fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.

Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.



«Y entrando, le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’»


Rev. D. David COMPTE i Verdaguer

(Manlleu, Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio toca un acorde compuesto por tres notas. Tres notas no siempre bien afinadas en nuestra sociedad: la del hacer, la de la amistad y la de la coherencia de vida. Hoy día hacemos muchas cosas, pero, ¿tenemos un proyecto? Hoy, que navegamos en la sociedad de la comunicación, ¿tiene cabida en nuestros corazones la soledad? Hoy, en la era de la información, ¿nos permite ésta dar forma a nuestra personalidad?

Un proyecto. María, una mujer «desposada con un hombre llamado José, de la casa de David» (Lc 1,28). María tiene un proyecto. Evidentemente, de proporciones humanas. Sin embargo, Dios irrumpe en su vida para presentarle otro proyecto... de proporciones divinas. También hoy, quiere entrar en nuestra vida y dar proporciones divinas a nuestro quehacer humano.

Una presencia. «No temas, María» (Lc 1,30). ¡No construyamos de cualquier manera! No fuera caso que la adicción al “hacer” escondiera un vacío. El matrimonio, la vida de servicio, la profesión no han de ser una huida hacia adelante. «Llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28). Presencia que acompaña y da sentido. Confianza en Dios, que —de rebote— nos lleva a la confianza con los otros. Amistad con Dios que renueva la amistad con los otros.

Formarnos. Hoy día, que recibimos tantos estímulos con frecuencia contrapuestos, es necesario dar forma y unidad a nuestra vida. María, dice san Luis María Grignion, «es el molde vivo de Dios». Hay dos maneras de hacer una escultura, expone Grignion: una, más ardua, a base de golpes de cincel. La otra, sirviéndose de un molde. Ésta segunda es más sencilla. Pero el éxito está en que la materia sea maleable y que el molde dibuje con perfección la imagen. María es el molde perfecto. ¿Acudimos a Ella siendo nosotros materia maleable?


Marisa, al convento con 22 años: «En dos semanas ya he sido más feliz que en toda mi vida»


 Marisa, al convento con 22 años: «En dos semanas ya he sido más feliz que en toda mi vida»

Marisa Macicior ingresó en el convento de las clarisas de Monzón el 22 de febrero con tan sólo 22 años

Marisa Macicior tiene 22 años y hace poco más de un mes que entró como novicia en el convento de las clarisas de Monzón (Huesca). Esta joven madrileña ha dejado su región y el último curso de Psicología por una vida de clausura y lejos de pensar que renuncia algo afirma ser profundamente feliz con la decisión que ha tomado.

Con un gran convencimiento y naturalidad Marisa explica al portal Iglesia de Aragón cómo alimentó su fe, el momento en el que empezó a sentir la vocación a la vida religiosa y la evolución que acabó llevándola al convento:

- ¿Qué recuerdas de tu niñez?

- Aunque vengo de una familia cristiana, cuando yo era pequeña, la fe se vivía con el típico “yo soy creyente pero no practicante”. Había una conciencia de que era importante, pero se había relajado. Al mudarme a Madrid, empecé a tratar mucho con mi tía Marta, hermana de mi padre, que me fascinaba hablándome de la fe. Al primer retiro fui engañada, con apenas 12 años. Me dijo: “Voy al Retiro”. Pensé que era al parque del Retiro y le dije: “Pues voy contigo”; y acabé en el Colegio de Cluny, donde luego estudié. Como empecé a ir a los retiros, también lo hicieron mis padres, que siguen hasta ahora. Desde entonces ha sido un camino de encuentro, porque Dios existe, Dios quiere y Dios habla.

- ¿Cómo ha sido ese proceso?

- Poco a poco, he ido conociendo a una persona que está viva y es real. Bien es cierto que, entre medio, se han mezclado pasiones a nivel personal, la música, el mundo del teatro… Entré en una productora en la que sentía que podía llevar a Dios al mundo del arte, de la belleza. Mi fe, mi trabajo y mis pasiones se empezaron a mezclar cada vez más y era una sensación complicada, porque me sentaba en la oración y decía: “Mira, Señor, todo lo que estoy haciendo por ti y, sin embrago, te siento muy lejos”. No entendía por qué no encajaba. Los Oblatos fueron una luz en el camino…

ntré en el grupo de los Oblatos de María Inmaculada y tuvimos una convivencia para preparar un campamento y me di cuenta de que estaba muy lejos de Dios. En medio de ese no encontrarme, de no entender, empecé a salir con un chico y le pedí a mi director espiritual que quería hacer un retiro de unos días, para resituarme. Los Oblatos tenían relación con las Clarisas de Monzón y aquí vine, con la única pretensión de encontrarme con Dios y resituar mi vida.

- ¿Cuándo fue esto?

- Hace dos años, del 20 al 27 de junio de 2016.

- Viniste para quedarte. ¿Qué tocó tu corazón?

- Estuve seis días y me tocó la coherencia de las hermanas. Volví a Madrid con una sensación de querer ser muy coherente con mi fe. No se puede decir “yo soy cristiano”, “quiero querer a Dios”, pero no rezar. Aquí me encontré cara a cara con Él y, también, conmigo misma. A veces, en el día a día, es difícil dar respuesta a preguntas clave: quién soy yo, qué quiere Dios de mí… No me fui con la sensación de “quiero ser Clarisa”, pero sí con el convencimiento de que tenía que vivir una vida auténtica.

- ¿Cómo fue la vuelta a la rutina?

- Sentía la necesidad de ir a misa, comulgar y rezar todos los días. En medio de ese silencio, Dios empezó a tocar muchas cosas que estaban en mi corazón y llegó justo la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Polonia. El Señor se puso serio (risas), sentía que quería algo más de mí. Como dice don Ángel, el obispo de aquí, la única frase que merece la pena ser contestada es: ¿Señor, desde dónde quieres que yo te sirva? Al regresar de la JMJ, me di cuenta de que había muchas cosas en mi corazón que no podía compartir con mi novio ateo. Tuve que dejarlo porque no estaba viviendo en verdad con él.

-¿Y entonces?

- Comencé un proceso de discernimiento. Volví a Monzón con las monjas y empecé a conocer la vida de Santa Clara. Fue bonito y conmovedor, porque en su manera de responder al Señor, encontré el modo en que yo quería vivir toda mi vida.¿Qué te enamoró de ese carisma?


Santa Clara es fascinante. Me enamoré de su forma tan real y coherente de responder a Dios, que es lo que yo buscaba. Un aspecto clave es la pobreza, que yo no había vivido, ni muchísimo menos. El no ser nada para que Él lo sea todo es muy sencillo, pero llena una vida. La sensación que tenemos en la sociedad actual es de tener cuanto más mejor y la realidad es que no estamos siendo felices. No llevo aquí ni dos semanas y ya he sido más feliz de lo que he sido en toda mi vida.

- ¿Cómo explicárselo a alguien de tu edad?

- Nunca he querido a nadie tanto como ahora quiero a Dios, y siento que no le quiero nada (risas). El corazón vibra de una manera distinta. Lo que les diría a los jóvenes es que no se conformen con una “felicidad” de fin de semana. Está en juego su vida. No basta con que el mundo piense que estoy bien, sino que debemos tomarnos en serio nuestra felicidad. Hay que alcanzar la plenitud que no regala colgar en Instagram fotos maquilladas de una vida mediocre. Yo invito a recorrer ese camino interior, porque quien busca encuentra. Dios está deseando tocar el corazón de la gente…

- ¿Has perdido libertad?

- Contra lo que pueda parecer, siento que la he ganado. Aquí he encontrado una verdadera libertad. Uno no es más libre por tener muchas opciones para hacer cosas que no quiere hacer, sino que es libre de verdad cuando elige lo que quieres hacer y lo hace. Incluso cuando elige lo que quiere de verdad y no lo que te apetece. En este sentido, quiero lo mismo que santa Clara: no abrazar nada que imponga absolutamente nadie salvo Dios.

Fuente Religión en Libertad

domingo, 7 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 7 Diciembre 2025



 Texto del Evangelio (Mt 3,1-12):

 Por aquellos días se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: «Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos». Éste es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: ‘Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas’. Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre. Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.

Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: «Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente? Dad, pues, fruto digno de conversión, y no creáis que basta con decir en vuestro interior: ‘Tenemos por padre a Abraham’; porque os digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham. Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga».



«Dad fruto digno de conversión»


Pbro. Walter Hugo PERELLÓ

(Rafaela, Argentina)

Hoy, el Evangelio de san Mateo nos presenta a Juan el Bautista invitándonos a la conversión: «Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos» (Mt 3,2).

A él acudían muchas personas buscando bautizarse y «confesando sus pecados» (Mt 3,6). Pero dentro de tanta gente, Juan pone la mirada en algunos en particular, los fariseos y saduceos, tan necesitados de conversión como obstinados en negar tal necesidad. A ellos se dirigen las palabras del Bautista: «Dad fruto digno de conversión» (Mt 3,8).

Habiendo ya comenzado el tiempo de Adviento, tiempo de gozosa espera, nos encontramos con la exhortación de Juan, que nos hace comprender que esta espera no se identifica con el “quietismo”, ni se arriesga a pensar que ya estamos salvados por ser cristianos. Esta espera es la búsqueda dinámica de la misericordia de Dios, es conversión de corazón, es búsqueda de la presencia del Señor que vino, viene y vendrá.

El tiempo de Adviento, en definitiva, es «conversión que pasa del corazón a las obras y, consiguientemente, a la vida entera del cristiano» (San Juan Pablo II).

Aprovechemos, hermanos, este tiempo oportuno que nos regala el Señor para renovar nuestra opción por Jesucristo, quitando de nuestro corazón y de nuestra vida todo lo que no nos permita recibirlo adecuadamente. La voz del Bautista sigue resonando en el desierto de nuestros días: «Preparad el camino al Señor, enderezad sus sendas» (Mt 3,3).

Así como Juan fue para su tiempo esa “voz que clama en el desierto”, así también los cristianos somos invitados por el Señor a ser voces que clamen a los hombres el anhelo de la vigilante espera: «Preparemos los caminos, ya se acerca el Salvador y salgamos, peregrinos, al encuentro del Señor. Ven, Señor, a libertarnos, ven tu pueblo a redimir; purifica nuestras vidas y no tardes en venir» (Himno de Adviento de la Liturgia de las Horas).


 Jordi Sabaté, enfermo de ELA, cuenta cómo le ofrecieron la eutanasia: «Me sentí atacado y rabioso»

Hace siete años que le diagnosticaron ELA, enfermedad mortal sin tratamiento hasta la fecha. Pero nada de esto le quita la alegría que desprende siempre.

Una vez aprobada la eutanasia en España el siguiente paso es una rápida aplicación mediante la presión a los más vulnerables, es decir, las personas enfermas y dependientes. Mientras los cuidados paliativos y las ayudas reales a muchos enfermos son a día de hoy una utopía para muchos la eutanasia ya está llamando a la puerta o incluso ha llegado a traspasarla.Que se lo digan a Jordi Sabaté Pons, enfermo de ELA, actualmente ya conectado a un respirador y a una sonda gástrica, pudiéndose comunicar a través de sus pestañas con un programa informático. Esto no quita que sea una de las personas más alegres y positivas que se pueden encontrar en las redes sociales. Es además un declarado cristiano. Es en definitiva un enfermo de ELA con muchas ganas de vivir.

Sin embargo, el miércoles vivió una dura experiencia durante la visita de una trabajadora social a su casa, pues ésta le soltó sin miramientos que tenía a disposición la eutanasia para acabar así con su vida. La persona que debería ayudarle a vivir le ofrecía abiertamente la muerte. La queja de Sabaté a través de las redes sociales ha tenido gran repercusión.

Entre las personas que han reaccionado a la denuncia de este joven catalán está el obispo de San Sebastián, monseñor José Ignacio Munilla, que además de apoyarle a través de sus redes sociales ha decidido entrevistarle en su programa de Sexto Continente en Radio María.

Jordi Sabaté ha contestado a sus preguntas a través de este programa que le permite comunicarse con los demás. Su claridad y lucidez es ejemplar a la hora de defender la vida y denunciar las intenciones de los ideólogos de la eutanasia.

De este modo, Sabaté recurría ante Munilla a su constante sentido del humor al comenzar así la entrevista: “Yo estoy bien, cada día más calvo, pero bueno… (risas)”.

Así se va presionando para imponer la eutanasia

Recordando el episodio que sufrió el pasado miércoles, este enfermo de ELA explicaba al obispo de San Sebastián: “vino una trabajadora social a mi casa y lo primero que me dijo fue que le dijera mis últimas voluntades por si un día no quisiera acabar enchufado en una máquina o en una sonda gástrica para comer artificialmente”.

Jordi Sabaté Pons, con su esposa, su gran apoyo en todo este tiempo

Sin embargo, como denuncia Jordi Sabaté, “hay que tener muy pocas luces o ser muy mala persona para decirme esto cuando claramente veía que yo ya estoy conectado a una máquina y llevo el torso desnudo y se veía claramente que yo llevaba una sonda gástrica”.

“Luego (la trabajadora social) me dijo que ya era legal la ley de la eutanasia por si quería recurrir a ella”, cuenta este joven a Munilla en la entrevista en Radio María.

¿Cómo se sintió ante este ofrecimiento? “Sinceramente me sentí atacado y rabioso. No me podía creer lo que me estaba diciendo. Me molestó mucho”, confiesa.

Sabaté tiene experiencia con respecto a la sanidad pública que en España hay “grandes profesionales y en muchos casos se desviven por nosotros”. Pero el problema –añade- es que “desde la Administración y las instituciones no les dan herramientas para atendernos humanamente”.

Poniendo un ejemplo de su caso contó a monseñor Munilla que “cuando los enfermos de ELA necesitamos una traqueotomía para seguir viviendo. Antes de hacerlo nos preguntan si tenemos recursos económicos para poder pagar nuestros cuidados vitales en nuestro domicilio. Si no tienes dinero no puedes seguir viviendo”.

Esto es una aberración. Jordi Sabaté aseguraba en Radio María que él tiene la suerte de que unos familiares le ayudan a pagar más de 6.000 euros al mes de las nóminas de las auxiliares de enfermería que le asisten las 24 horas. “De otro modo yo me habría visto obligado a morir antes de tiempo”, recalcaba.

"No hay libertad de elección"

Todo esto es para él “una atrocidad” y ya no por una mera cuestión religiosa sino por algo “puramente moral”. En su opinión, se debe “invertir todos los recursos para defender la vida, es decir, más inversión en investigación, tratamientos y cuidados. Y a día de hoy se ha aprobado una ley de la eutanasia sin tener ayudas para seguir viviendo. Es inhumano”.

Este enfermo de ELA afirmaba con total rotundidad que “para nada hay libertad de elección”.

“Si quieres escoger morir pides la eutanasia y listo, pero si eliges vivir y no tienes dinero la única alternativa que puedes elegir es la muerte. Con lo cual no podemos elegir con igualdad de condiciones. Por lo tanto no hay libertad”, añadía.

A través de las redes sociales, Jordi Sabaté se ha convertido en todo un referente en la lucha por las ayudas por los enfermos de ELA. Y los datos que ofrecía a Munilla eran estremecedores: “puedo decir por mi propia experiencia hablando con más de un centenar de enfermos de ELA que la gran mayoría si escogen la eutanasia es porque no tienen recursos económicos para afrontar el coste de la enfermedad”. Y esto es para él “un delito contra la vida”.

Una fe y esperanza ejemplares

Ante esta deriva en la que se encuentra España y gran parte de Occidente, este joven catalán indicaba que “en cuestión de unas décadas los valores que hemos adquirido a lo largo de cientos de años han ido en decadencia, por no decir que han caído en picado. Y no sólo me refiero a los valores cristianos, que es la esencia de España, Europa y Occidente, sino también valores de ética y moral. Se ha perdido mucha humanidad, amor y defensa de la vida, pero yo no pierdo la esperanza de que volvamos a ser una sociedad como Dios manda”.

Precisamente, lo que le sobra a Jordi Sabaté Pons es esperanza. Confesaba a Munilla que aunque cueste creerlo no tiene “días malos”. “Lo pasé sumamente mal al principio de la enfermedad. El terror, el pánico y la ansiedad que viví ya no existen en mi vida. Cuando tocas fondo hay una fuerza que te hace subir para arriba y a partir de ese momento sólo valoras las cosas positivas de la vida, que son muchas”.

Esta fuerza admirable además le viene de su fe. De este modo, reconocía en Radio María: “tengo fe en Cristo, Cristo está siempre con nosotros en los buenos y los malos momentos. Tener fe en Cristo me ayuda, pero lo que más me ayuda es el amor que siento por la vida y como Dios creó la vida, amar la vida es amar a Cristo”.

A la hora de despedirse de la audiencia Jordi quiso dejar un mensaje corto y claro: “jamás hay que perder la esperanza, ni una vez muerto”. Y se despidió con su gran sentido del humor: “Que Dios os bendiga. Besos y abrazos para todos con mis pestañas”.

Fuente: Religión en Libertad

sábado, 6 de diciembre de 2025



 Eutanasia en España: cuatro años, 1.300 muertos, indignidad

La ley de eutanasia perjudica a los más vulnerables y necesitados, sugiriéndoles que son una carga para los demás.

La ley de eutanasia perjudica a los más vulnerables y necesitados, sugiriéndoles que son una carga 

Han pasado cuatro años desde la aprobación de la Ley Orgánica 3/2021, de regulación de la eutanasia en España, una normativa que ha marcado un punto de inflexión en el debate ético, social y sanitario del país. Esta ley, presentada como un avance en la autonomía personal, ha generado y sigue provocando una profunda preocupación ya que supone una amenaza a la dignidad de los más vulnerables y una renuncia a la responsabilidad de garantizar una atención sanitaria adecuada.

La Ley de Eutanasia en España, aprobada sin debate social ni político que reflejara una demanda real de la ciudadanía, permite a las personas mayores de edad con enfermedades graves, crónicas e incapacitantes o con padecimientos incurables que causen un sufrimiento intolerable solicitar la “ayuda para morir”. Según el Ministerio de Sanidad, el proceso incluye un procedimiento deliberativo con el médico responsable, un segundo facultativo consultor y la aprobación de una Comisión de Garantía y Evaluación. Sin embargo, esta aparente rigurosidad no elimina los riesgos inherentes a la normativa.

En estos cuatro años, más de 1.300 personas han fallecido por eutanasia, según datos oficiales, una cifra que lamentamos profundamente, pues cada una de estas muertes representa una vida humana que merecía ser cuidada y acompañada, no eliminada. Esta celeridad en la aplicación de la ley contrasta con la falta de recursos para garantizar una atención digna a los más vulnerables, como los enfermos de ELA (esclerosis lateral amiotrófica) o personas con discapacidades severas.

La ley, en su afán de priorizar la autonomía individual, ignora que la verdadera libertad solo existe cuando se garantizan opciones reales. En realidad, los pacientes no eligen la eutanasia por una decisión plenamente autónoma, sino porque se sienten abandonados por un sistema sanitario que no les ofrece alternativas viables. Como señala la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (Secpal), solo el 40% de los pacientes que necesitan cuidados paliativos en España reciben una atención adecuada, dejando a más de 80.000 personas al año sin acceso a este recurso esencial. Esta carencia estructural convierte a la eutanasia en una "solución final y fácil”, pero profundamente injusta, que pone en riesgo a los más frágiles: ancianos, enfermos terminales y personas con discapacidades, quienes podrían percibir su vida como una carga para sus familias o la sociedad.

Uno de los mayores fracasos de la ley de eutanasia es su incapacidad para ir acompañada de una legislación robusta que garantice el acceso universal a los cuidados paliativos. Estos cuidados, que buscan aliviar el dolor físico y el sufrimiento emocional, son la verdadera respuesta a la dignidad en el final de la vida. Sin embargo, la falta de inversión en este ámbito es alarmante. Según Secpal, la cobertura de cuidados paliativos en España es desigual, con comunidades autónomas que carecen de recursos suficientes, lo que genera una brecha sanitaria que afecta especialmente a los más necesitados. 

Mientras el gobierno impulsó con rapidez la legalización de la eutanasia sin un debate social significativo, la prometida ley de cuidados paliativos sigue sin materializarse, dejando a los pacientes terminales con una única opción: la muerte.

Esta situación es particularmente dramática para los pacientes con ELA, una enfermedad neurodegenerativa que conlleva una progresiva pérdida de funciones físicas. En lugar de ofrecerles una atención integral que incluya soporte respiratorio, fisioterapia o apoyo psicológico, muchos de estos pacientes se ven abocados a solicitar la eutanasia. Como ha denunciado Jordi Sabaté, enfermo de ELA, en publicaciones recientes, "seguimos viéndonos obligados a pedir la eutanasia, queriendo vivir". 

Hace siete años que le diagnosticaron ELA, enfermedad mortal sin tratamiento hasta la fecha. Pero nada de esto le quita la alegría que desprende siempre.

Jordi Sabaté, enfermo de ELA, cuenta cómo le ofrecieron la eutanasia: «Me sentí atacado y rabioso»

La Ley ELA, aprobada con un presupuesto inicial de 260 millones de euros, solo ha destinado 10 millones hasta la fecha, una cifra insuficiente para garantizar una atención digna a estos pacientes. Este abandono refleja una sociedad que, en lugar de cuidar, opta por la solución más barata y expeditiva: la muerte.

Otro aspecto preocupante de estos cuatro años es el silencio casi absoluto de los medios de comunicación sobre las implicaciones éticas y sociales de la ley de eutanasia. Mientras los titulares celebran la normativa como un avance en los derechos individuales, apenas se profundiza en las historias de quienes, por falta de alternativas, se sienten presionados a elegir la muerte. Este silencio mediático refuerza una narrativa simplista que equipara la eutanasia con la libertad, ignorando las complejidades de un sistema sanitario que no protege adecuadamente a los más vulnerables. 

La falta de debate público sobre el déficit de cuidados paliativos o los riesgos de abuso en la aplicación de la eutanasia perpetúa una cultura del descarte, donde la vida de los enfermos se devalúa frente a criterios de utilidad o bienestar económico.

Frente a este panorama, los cristianos tenemos un papel crucial que desempeñar. La Iglesia católica, a través de documentos como los de la Conferencia Episcopal Española, ha reiterado que "no hay enfermos incuidables, aunque sean incurables". La dignidad humana no se mide por la ausencia de sufrimiento, sino por el valor intrínseco de cada persona, desde la concepción hasta la muerte natural. 

Los cristianos están llamados a ser "sembradores de esperanza", acogiendo, protegiendo y acompañando a los enfermos en sus momentos más difíciles. Esto implica alzar la voz contra una ley que, bajo el pretexto de la autonomía, abandona a los más vulnerables y promover una cultura de la vida que priorice el cuidado integral. Demandamos que la primera medida de un eventual nuevo gobierno que pueda resultar de unas elecciones debe ser la derogación de esta ley indigna, que atenta contra los derechos elementales de cualquier enfermo y traiciona el principio fundamental de proteger la vida.

Los católicos debemos trabajar para visibilizar este drama, organizándonos en asociaciones, foros y plataformas que denuncien la falta de asistencia y exijan una legislación que garantice cuidados paliativos de calidad para todos.  

En esta línea trabajan la Asamblea por la Vida (que reúne a varias asociaciones) o la Fundación Dignia, entre otros.

Es triste que, a diferencia de países como Italia, donde existen asociaciones de médicos católicos que defienden la ética médica desde una perspectiva cristiana, en España no contemos con una organización similar. La creación de una asociación de médicos católicos sería un paso fundamental para articular una respuesta profesional y ética frente a la eutanasia, ofreciendo un espacio donde los sanitarios puedan formarse y actuar conforme a los principios de la dignidad humana.

A los médicos, enfermeros y demás profesionales de la salud, hacemos un llamamiento urgente: no abandonen a sus pacientes. Los médicos nunca pueden convertirse en verdugos de los enfermos o discapacitados. La deontología médica, desde el juramento hipocrático hasta los códigos éticos modernos, establece que el fin de la medicina es curar, aliviar y acompañar, nunca provocar la muerte. 

La objeción de conciencia es un derecho reconocido, pero no basta con delegar la responsabilidad en otros. Cada sanitario debe comprometerse activamente en la defensa de la vida, promoviendo los cuidados paliativos y exigiendo al sistema sanitario los recursos necesarios para atender a los enfermos. Nadie debe pensar que "de esto se encargará otro". El abandono de los pacientes es un fracaso colectivo que deshumaniza la medicina y la sociedad.

Cuatro años después de la aprobación de la ley de eutanasia, España enfrenta un desafío ético y humano de enorme magnitud. Las más de 1.300 muertes por eutanasia son una tragedia que lamentamos profundamente, pues reflejan un sistema que, en lugar de cuidar, ofrece la muerte como solución. 

La aprobación de esta ley sin un debate social ni político profundo, el abandono de los cuidados paliativos, el silencio mediático y la falta de alternativas para los más vulnerables reflejan una sociedad que ha perdido de vista el verdadero significado de la dignidad. 

Frente a esta realidad, los cristianos, los católicos y los profesionales sanitarios están llamados a ser una voz profética que defienda el derecho a la vida, exija la derogación de esta ley indigna y promueva una atención digna para todos. Solo a través del compromiso activo y la solidaridad podremos construir una sociedad que no descarte a sus miembros más frágiles, sino que los acoja con amor y cuidado hasta el final.

Fuente:Religión en Libertad

Santo Evangelio 6 Diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Mt 9,35-10,1.6-8):

 En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies».

Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «Dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis».



«Rogad (...) al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies»


Rev. D. Xavier PAGÉS i Castañer

(Barcelona, España)

Hoy, cuando ya llevamos una semana dentro del itinerario de preparación para la celebración de la Navidad, ya hemos constatado que una de las virtudes que hemos de fomentar durante el Adviento es la esperanza. Pero no de una manera pasiva, como quien espera que pase el tren, sino una esperanza activa, que nos mueve a disponernos poniendo de nuestra parte todo lo que sea necesario para que Jesús pueda nacer de nuevo en nuestros corazones.

Pero hemos de tratar de no conformarnos sólo con lo que nosotros esperamos, sino —sobre todo— ir a descubrir qué es lo que Dios espera de nosotros. Como los doce, también nosotros estamos llamados a seguir sus caminos. Ojalá que hoy escuchemos la voz del Señor que —por medio del profeta Isaías— nos dice: «El camino es éste, síguelo» (Is 30,21, de la primera lectura de hoy). Siguiendo cada uno su camino, Dios espera de todos que con nuestra vida anunciemos «que el Reino de Dios está cerca» (Mt 10,7).

El Evangelio de hoy nos narra cómo, ante aquella multitud de gente, Jesús tuvo compasión y les dijo: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9,37-38). Él ha querido confiar en nosotros y quiere que en las muy diversas circunstancias respondamos a la vocación de convertirnos en apóstoles de nuestro mundo. La misión para la que Dios Padre ha enviado a su Hijo al mundo requiere de nosotros que seamos sus continuadores. En nuestros días también encontramos una multitud desorientada y desesperanzada, que tiene sed de la Buena Nueva de la Salvación que Cristo nos ha traído, de la que nosotros somos sus mensajeros. Es una misión confiada a todos. Conocedores de nuestras flaquezas y handicaps, apoyémonos en la oración constante y estemos contentos de llegar a ser así colaboradores del plan redentor que Cristo nos ha revelado.


viernes, 5 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 5 Diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Mt 9,27-31):

 Cuando Jesús se iba de allí, al pasar le siguieron dos ciegos gritando: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!». Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: «¿Creéis que puedo hacer eso?». Dícenle: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos diciendo: «Hágase en vosotros según vuestra fe». Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Mirad que nadie lo sepa!». Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca.+



«Jesús les dice: ‘¿Creéis que puedo hacer eso?’. Dícenle: ‘Sí, Señor’»


Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM

(Barcelona, España)

Hoy, en este primer viernes de Adviento, el Evangelio nos presenta tres personajes: Jesús en el centro de la escena, y dos ciegos que se le acercan llenos de fe y con el corazón esperanzado. Habían oído hablar de Él, de su ternura para con los enfermos y de su poder. Estos trazos le identificaban como el Mesías. ¿Quién mejor que Él podría hacerse cargo de su desgracia?

Los dos ciegos hacen piña y, en comunidad, se dirigen ambos hacia Jesús. Al unísono realizan una plegaria de petición al Enviado de Dios, al Mesías, a quien nombran con el título de “Hijo de David”. Quieren, con su plegaria, provocar la compasión de Jesús: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!» (Mt 9,27).

Jesús interpela su fe: «¿Creéis que puedo hacer eso?» (Mt 9,28). Si ellos se han acercado al Enviado de Dios es precisamente porque creen en Él. A una sola voz hacen una bella profesión de fe, respondiendo: «Sí, Señor» (Ibidem). Y Jesús concede la vista a aquellos que ya veían por la fe. En efecto, creer es ver con los ojos de nuestro interior.

Este tiempo de Adviento es el adecuado, también para nosotros, para buscar a Jesús con un gran deseo, como los dos ciegos, haciendo comunidad, haciendo Iglesia. Con la Iglesia proclamamos en el Espíritu Santo: «Ven, Señor Jesús» (cf. Ap 22,17-20). Jesús viene con su poder de abrir completamente los ojos de nuestro corazón, y hacer que veamos, que creamos. El Adviento es un tiempo fuerte de oración: tiempo para hacer plegaria de petición, y sobre todo, oración de profesión de fe. Tiempo de ver y de creer.

Recordemos las palabras del Principito: «Lo esencial sólo se ve con el corazón».