domingo, 7 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 7 Diciembre 2025



 Texto del Evangelio (Mt 3,1-12):

 Por aquellos días se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: «Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos». Éste es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: ‘Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas’. Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre. Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.

Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: «Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente? Dad, pues, fruto digno de conversión, y no creáis que basta con decir en vuestro interior: ‘Tenemos por padre a Abraham’; porque os digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham. Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga».



«Dad fruto digno de conversión»


Pbro. Walter Hugo PERELLÓ

(Rafaela, Argentina)

Hoy, el Evangelio de san Mateo nos presenta a Juan el Bautista invitándonos a la conversión: «Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos» (Mt 3,2).

A él acudían muchas personas buscando bautizarse y «confesando sus pecados» (Mt 3,6). Pero dentro de tanta gente, Juan pone la mirada en algunos en particular, los fariseos y saduceos, tan necesitados de conversión como obstinados en negar tal necesidad. A ellos se dirigen las palabras del Bautista: «Dad fruto digno de conversión» (Mt 3,8).

Habiendo ya comenzado el tiempo de Adviento, tiempo de gozosa espera, nos encontramos con la exhortación de Juan, que nos hace comprender que esta espera no se identifica con el “quietismo”, ni se arriesga a pensar que ya estamos salvados por ser cristianos. Esta espera es la búsqueda dinámica de la misericordia de Dios, es conversión de corazón, es búsqueda de la presencia del Señor que vino, viene y vendrá.

El tiempo de Adviento, en definitiva, es «conversión que pasa del corazón a las obras y, consiguientemente, a la vida entera del cristiano» (San Juan Pablo II).

Aprovechemos, hermanos, este tiempo oportuno que nos regala el Señor para renovar nuestra opción por Jesucristo, quitando de nuestro corazón y de nuestra vida todo lo que no nos permita recibirlo adecuadamente. La voz del Bautista sigue resonando en el desierto de nuestros días: «Preparad el camino al Señor, enderezad sus sendas» (Mt 3,3).

Así como Juan fue para su tiempo esa “voz que clama en el desierto”, así también los cristianos somos invitados por el Señor a ser voces que clamen a los hombres el anhelo de la vigilante espera: «Preparemos los caminos, ya se acerca el Salvador y salgamos, peregrinos, al encuentro del Señor. Ven, Señor, a libertarnos, ven tu pueblo a redimir; purifica nuestras vidas y no tardes en venir» (Himno de Adviento de la Liturgia de las Horas).


 Jordi Sabaté, enfermo de ELA, cuenta cómo le ofrecieron la eutanasia: «Me sentí atacado y rabioso»

Hace siete años que le diagnosticaron ELA, enfermedad mortal sin tratamiento hasta la fecha. Pero nada de esto le quita la alegría que desprende siempre.

Una vez aprobada la eutanasia en España el siguiente paso es una rápida aplicación mediante la presión a los más vulnerables, es decir, las personas enfermas y dependientes. Mientras los cuidados paliativos y las ayudas reales a muchos enfermos son a día de hoy una utopía para muchos la eutanasia ya está llamando a la puerta o incluso ha llegado a traspasarla.Que se lo digan a Jordi Sabaté Pons, enfermo de ELA, actualmente ya conectado a un respirador y a una sonda gástrica, pudiéndose comunicar a través de sus pestañas con un programa informático. Esto no quita que sea una de las personas más alegres y positivas que se pueden encontrar en las redes sociales. Es además un declarado cristiano. Es en definitiva un enfermo de ELA con muchas ganas de vivir.

Sin embargo, el miércoles vivió una dura experiencia durante la visita de una trabajadora social a su casa, pues ésta le soltó sin miramientos que tenía a disposición la eutanasia para acabar así con su vida. La persona que debería ayudarle a vivir le ofrecía abiertamente la muerte. La queja de Sabaté a través de las redes sociales ha tenido gran repercusión.

Entre las personas que han reaccionado a la denuncia de este joven catalán está el obispo de San Sebastián, monseñor José Ignacio Munilla, que además de apoyarle a través de sus redes sociales ha decidido entrevistarle en su programa de Sexto Continente en Radio María.

Jordi Sabaté ha contestado a sus preguntas a través de este programa que le permite comunicarse con los demás. Su claridad y lucidez es ejemplar a la hora de defender la vida y denunciar las intenciones de los ideólogos de la eutanasia.

De este modo, Sabaté recurría ante Munilla a su constante sentido del humor al comenzar así la entrevista: “Yo estoy bien, cada día más calvo, pero bueno… (risas)”.

Así se va presionando para imponer la eutanasia

Recordando el episodio que sufrió el pasado miércoles, este enfermo de ELA explicaba al obispo de San Sebastián: “vino una trabajadora social a mi casa y lo primero que me dijo fue que le dijera mis últimas voluntades por si un día no quisiera acabar enchufado en una máquina o en una sonda gástrica para comer artificialmente”.

Jordi Sabaté Pons, con su esposa, su gran apoyo en todo este tiempo

Sin embargo, como denuncia Jordi Sabaté, “hay que tener muy pocas luces o ser muy mala persona para decirme esto cuando claramente veía que yo ya estoy conectado a una máquina y llevo el torso desnudo y se veía claramente que yo llevaba una sonda gástrica”.

“Luego (la trabajadora social) me dijo que ya era legal la ley de la eutanasia por si quería recurrir a ella”, cuenta este joven a Munilla en la entrevista en Radio María.

¿Cómo se sintió ante este ofrecimiento? “Sinceramente me sentí atacado y rabioso. No me podía creer lo que me estaba diciendo. Me molestó mucho”, confiesa.

Sabaté tiene experiencia con respecto a la sanidad pública que en España hay “grandes profesionales y en muchos casos se desviven por nosotros”. Pero el problema –añade- es que “desde la Administración y las instituciones no les dan herramientas para atendernos humanamente”.

Poniendo un ejemplo de su caso contó a monseñor Munilla que “cuando los enfermos de ELA necesitamos una traqueotomía para seguir viviendo. Antes de hacerlo nos preguntan si tenemos recursos económicos para poder pagar nuestros cuidados vitales en nuestro domicilio. Si no tienes dinero no puedes seguir viviendo”.

Esto es una aberración. Jordi Sabaté aseguraba en Radio María que él tiene la suerte de que unos familiares le ayudan a pagar más de 6.000 euros al mes de las nóminas de las auxiliares de enfermería que le asisten las 24 horas. “De otro modo yo me habría visto obligado a morir antes de tiempo”, recalcaba.

"No hay libertad de elección"

Todo esto es para él “una atrocidad” y ya no por una mera cuestión religiosa sino por algo “puramente moral”. En su opinión, se debe “invertir todos los recursos para defender la vida, es decir, más inversión en investigación, tratamientos y cuidados. Y a día de hoy se ha aprobado una ley de la eutanasia sin tener ayudas para seguir viviendo. Es inhumano”.

Este enfermo de ELA afirmaba con total rotundidad que “para nada hay libertad de elección”.

“Si quieres escoger morir pides la eutanasia y listo, pero si eliges vivir y no tienes dinero la única alternativa que puedes elegir es la muerte. Con lo cual no podemos elegir con igualdad de condiciones. Por lo tanto no hay libertad”, añadía.

A través de las redes sociales, Jordi Sabaté se ha convertido en todo un referente en la lucha por las ayudas por los enfermos de ELA. Y los datos que ofrecía a Munilla eran estremecedores: “puedo decir por mi propia experiencia hablando con más de un centenar de enfermos de ELA que la gran mayoría si escogen la eutanasia es porque no tienen recursos económicos para afrontar el coste de la enfermedad”. Y esto es para él “un delito contra la vida”.

Una fe y esperanza ejemplares

Ante esta deriva en la que se encuentra España y gran parte de Occidente, este joven catalán indicaba que “en cuestión de unas décadas los valores que hemos adquirido a lo largo de cientos de años han ido en decadencia, por no decir que han caído en picado. Y no sólo me refiero a los valores cristianos, que es la esencia de España, Europa y Occidente, sino también valores de ética y moral. Se ha perdido mucha humanidad, amor y defensa de la vida, pero yo no pierdo la esperanza de que volvamos a ser una sociedad como Dios manda”.

Precisamente, lo que le sobra a Jordi Sabaté Pons es esperanza. Confesaba a Munilla que aunque cueste creerlo no tiene “días malos”. “Lo pasé sumamente mal al principio de la enfermedad. El terror, el pánico y la ansiedad que viví ya no existen en mi vida. Cuando tocas fondo hay una fuerza que te hace subir para arriba y a partir de ese momento sólo valoras las cosas positivas de la vida, que son muchas”.

Esta fuerza admirable además le viene de su fe. De este modo, reconocía en Radio María: “tengo fe en Cristo, Cristo está siempre con nosotros en los buenos y los malos momentos. Tener fe en Cristo me ayuda, pero lo que más me ayuda es el amor que siento por la vida y como Dios creó la vida, amar la vida es amar a Cristo”.

A la hora de despedirse de la audiencia Jordi quiso dejar un mensaje corto y claro: “jamás hay que perder la esperanza, ni una vez muerto”. Y se despidió con su gran sentido del humor: “Que Dios os bendiga. Besos y abrazos para todos con mis pestañas”.

Fuente: Religión en Libertad

sábado, 6 de diciembre de 2025



 Eutanasia en España: cuatro años, 1.300 muertos, indignidad

La ley de eutanasia perjudica a los más vulnerables y necesitados, sugiriéndoles que son una carga para los demás.

La ley de eutanasia perjudica a los más vulnerables y necesitados, sugiriéndoles que son una carga 

Han pasado cuatro años desde la aprobación de la Ley Orgánica 3/2021, de regulación de la eutanasia en España, una normativa que ha marcado un punto de inflexión en el debate ético, social y sanitario del país. Esta ley, presentada como un avance en la autonomía personal, ha generado y sigue provocando una profunda preocupación ya que supone una amenaza a la dignidad de los más vulnerables y una renuncia a la responsabilidad de garantizar una atención sanitaria adecuada.

La Ley de Eutanasia en España, aprobada sin debate social ni político que reflejara una demanda real de la ciudadanía, permite a las personas mayores de edad con enfermedades graves, crónicas e incapacitantes o con padecimientos incurables que causen un sufrimiento intolerable solicitar la “ayuda para morir”. Según el Ministerio de Sanidad, el proceso incluye un procedimiento deliberativo con el médico responsable, un segundo facultativo consultor y la aprobación de una Comisión de Garantía y Evaluación. Sin embargo, esta aparente rigurosidad no elimina los riesgos inherentes a la normativa.

En estos cuatro años, más de 1.300 personas han fallecido por eutanasia, según datos oficiales, una cifra que lamentamos profundamente, pues cada una de estas muertes representa una vida humana que merecía ser cuidada y acompañada, no eliminada. Esta celeridad en la aplicación de la ley contrasta con la falta de recursos para garantizar una atención digna a los más vulnerables, como los enfermos de ELA (esclerosis lateral amiotrófica) o personas con discapacidades severas.

La ley, en su afán de priorizar la autonomía individual, ignora que la verdadera libertad solo existe cuando se garantizan opciones reales. En realidad, los pacientes no eligen la eutanasia por una decisión plenamente autónoma, sino porque se sienten abandonados por un sistema sanitario que no les ofrece alternativas viables. Como señala la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (Secpal), solo el 40% de los pacientes que necesitan cuidados paliativos en España reciben una atención adecuada, dejando a más de 80.000 personas al año sin acceso a este recurso esencial. Esta carencia estructural convierte a la eutanasia en una "solución final y fácil”, pero profundamente injusta, que pone en riesgo a los más frágiles: ancianos, enfermos terminales y personas con discapacidades, quienes podrían percibir su vida como una carga para sus familias o la sociedad.

Uno de los mayores fracasos de la ley de eutanasia es su incapacidad para ir acompañada de una legislación robusta que garantice el acceso universal a los cuidados paliativos. Estos cuidados, que buscan aliviar el dolor físico y el sufrimiento emocional, son la verdadera respuesta a la dignidad en el final de la vida. Sin embargo, la falta de inversión en este ámbito es alarmante. Según Secpal, la cobertura de cuidados paliativos en España es desigual, con comunidades autónomas que carecen de recursos suficientes, lo que genera una brecha sanitaria que afecta especialmente a los más necesitados. 

Mientras el gobierno impulsó con rapidez la legalización de la eutanasia sin un debate social significativo, la prometida ley de cuidados paliativos sigue sin materializarse, dejando a los pacientes terminales con una única opción: la muerte.

Esta situación es particularmente dramática para los pacientes con ELA, una enfermedad neurodegenerativa que conlleva una progresiva pérdida de funciones físicas. En lugar de ofrecerles una atención integral que incluya soporte respiratorio, fisioterapia o apoyo psicológico, muchos de estos pacientes se ven abocados a solicitar la eutanasia. Como ha denunciado Jordi Sabaté, enfermo de ELA, en publicaciones recientes, "seguimos viéndonos obligados a pedir la eutanasia, queriendo vivir". 

Hace siete años que le diagnosticaron ELA, enfermedad mortal sin tratamiento hasta la fecha. Pero nada de esto le quita la alegría que desprende siempre.

Jordi Sabaté, enfermo de ELA, cuenta cómo le ofrecieron la eutanasia: «Me sentí atacado y rabioso»

La Ley ELA, aprobada con un presupuesto inicial de 260 millones de euros, solo ha destinado 10 millones hasta la fecha, una cifra insuficiente para garantizar una atención digna a estos pacientes. Este abandono refleja una sociedad que, en lugar de cuidar, opta por la solución más barata y expeditiva: la muerte.

Otro aspecto preocupante de estos cuatro años es el silencio casi absoluto de los medios de comunicación sobre las implicaciones éticas y sociales de la ley de eutanasia. Mientras los titulares celebran la normativa como un avance en los derechos individuales, apenas se profundiza en las historias de quienes, por falta de alternativas, se sienten presionados a elegir la muerte. Este silencio mediático refuerza una narrativa simplista que equipara la eutanasia con la libertad, ignorando las complejidades de un sistema sanitario que no protege adecuadamente a los más vulnerables. 

La falta de debate público sobre el déficit de cuidados paliativos o los riesgos de abuso en la aplicación de la eutanasia perpetúa una cultura del descarte, donde la vida de los enfermos se devalúa frente a criterios de utilidad o bienestar económico.

Frente a este panorama, los cristianos tenemos un papel crucial que desempeñar. La Iglesia católica, a través de documentos como los de la Conferencia Episcopal Española, ha reiterado que "no hay enfermos incuidables, aunque sean incurables". La dignidad humana no se mide por la ausencia de sufrimiento, sino por el valor intrínseco de cada persona, desde la concepción hasta la muerte natural. 

Los cristianos están llamados a ser "sembradores de esperanza", acogiendo, protegiendo y acompañando a los enfermos en sus momentos más difíciles. Esto implica alzar la voz contra una ley que, bajo el pretexto de la autonomía, abandona a los más vulnerables y promover una cultura de la vida que priorice el cuidado integral. Demandamos que la primera medida de un eventual nuevo gobierno que pueda resultar de unas elecciones debe ser la derogación de esta ley indigna, que atenta contra los derechos elementales de cualquier enfermo y traiciona el principio fundamental de proteger la vida.

Los católicos debemos trabajar para visibilizar este drama, organizándonos en asociaciones, foros y plataformas que denuncien la falta de asistencia y exijan una legislación que garantice cuidados paliativos de calidad para todos.  

En esta línea trabajan la Asamblea por la Vida (que reúne a varias asociaciones) o la Fundación Dignia, entre otros.

Es triste que, a diferencia de países como Italia, donde existen asociaciones de médicos católicos que defienden la ética médica desde una perspectiva cristiana, en España no contemos con una organización similar. La creación de una asociación de médicos católicos sería un paso fundamental para articular una respuesta profesional y ética frente a la eutanasia, ofreciendo un espacio donde los sanitarios puedan formarse y actuar conforme a los principios de la dignidad humana.

A los médicos, enfermeros y demás profesionales de la salud, hacemos un llamamiento urgente: no abandonen a sus pacientes. Los médicos nunca pueden convertirse en verdugos de los enfermos o discapacitados. La deontología médica, desde el juramento hipocrático hasta los códigos éticos modernos, establece que el fin de la medicina es curar, aliviar y acompañar, nunca provocar la muerte. 

La objeción de conciencia es un derecho reconocido, pero no basta con delegar la responsabilidad en otros. Cada sanitario debe comprometerse activamente en la defensa de la vida, promoviendo los cuidados paliativos y exigiendo al sistema sanitario los recursos necesarios para atender a los enfermos. Nadie debe pensar que "de esto se encargará otro". El abandono de los pacientes es un fracaso colectivo que deshumaniza la medicina y la sociedad.

Cuatro años después de la aprobación de la ley de eutanasia, España enfrenta un desafío ético y humano de enorme magnitud. Las más de 1.300 muertes por eutanasia son una tragedia que lamentamos profundamente, pues reflejan un sistema que, en lugar de cuidar, ofrece la muerte como solución. 

La aprobación de esta ley sin un debate social ni político profundo, el abandono de los cuidados paliativos, el silencio mediático y la falta de alternativas para los más vulnerables reflejan una sociedad que ha perdido de vista el verdadero significado de la dignidad. 

Frente a esta realidad, los cristianos, los católicos y los profesionales sanitarios están llamados a ser una voz profética que defienda el derecho a la vida, exija la derogación de esta ley indigna y promueva una atención digna para todos. Solo a través del compromiso activo y la solidaridad podremos construir una sociedad que no descarte a sus miembros más frágiles, sino que los acoja con amor y cuidado hasta el final.

Fuente:Religión en Libertad

Santo Evangelio 6 Diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Mt 9,35-10,1.6-8):

 En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies».

Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «Dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis».



«Rogad (...) al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies»


Rev. D. Xavier PAGÉS i Castañer

(Barcelona, España)

Hoy, cuando ya llevamos una semana dentro del itinerario de preparación para la celebración de la Navidad, ya hemos constatado que una de las virtudes que hemos de fomentar durante el Adviento es la esperanza. Pero no de una manera pasiva, como quien espera que pase el tren, sino una esperanza activa, que nos mueve a disponernos poniendo de nuestra parte todo lo que sea necesario para que Jesús pueda nacer de nuevo en nuestros corazones.

Pero hemos de tratar de no conformarnos sólo con lo que nosotros esperamos, sino —sobre todo— ir a descubrir qué es lo que Dios espera de nosotros. Como los doce, también nosotros estamos llamados a seguir sus caminos. Ojalá que hoy escuchemos la voz del Señor que —por medio del profeta Isaías— nos dice: «El camino es éste, síguelo» (Is 30,21, de la primera lectura de hoy). Siguiendo cada uno su camino, Dios espera de todos que con nuestra vida anunciemos «que el Reino de Dios está cerca» (Mt 10,7).

El Evangelio de hoy nos narra cómo, ante aquella multitud de gente, Jesús tuvo compasión y les dijo: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9,37-38). Él ha querido confiar en nosotros y quiere que en las muy diversas circunstancias respondamos a la vocación de convertirnos en apóstoles de nuestro mundo. La misión para la que Dios Padre ha enviado a su Hijo al mundo requiere de nosotros que seamos sus continuadores. En nuestros días también encontramos una multitud desorientada y desesperanzada, que tiene sed de la Buena Nueva de la Salvación que Cristo nos ha traído, de la que nosotros somos sus mensajeros. Es una misión confiada a todos. Conocedores de nuestras flaquezas y handicaps, apoyémonos en la oración constante y estemos contentos de llegar a ser así colaboradores del plan redentor que Cristo nos ha revelado.


viernes, 5 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 5 Diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Mt 9,27-31):

 Cuando Jesús se iba de allí, al pasar le siguieron dos ciegos gritando: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!». Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: «¿Creéis que puedo hacer eso?». Dícenle: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos diciendo: «Hágase en vosotros según vuestra fe». Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Mirad que nadie lo sepa!». Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca.+



«Jesús les dice: ‘¿Creéis que puedo hacer eso?’. Dícenle: ‘Sí, Señor’»


Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM

(Barcelona, España)

Hoy, en este primer viernes de Adviento, el Evangelio nos presenta tres personajes: Jesús en el centro de la escena, y dos ciegos que se le acercan llenos de fe y con el corazón esperanzado. Habían oído hablar de Él, de su ternura para con los enfermos y de su poder. Estos trazos le identificaban como el Mesías. ¿Quién mejor que Él podría hacerse cargo de su desgracia?

Los dos ciegos hacen piña y, en comunidad, se dirigen ambos hacia Jesús. Al unísono realizan una plegaria de petición al Enviado de Dios, al Mesías, a quien nombran con el título de “Hijo de David”. Quieren, con su plegaria, provocar la compasión de Jesús: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!» (Mt 9,27).

Jesús interpela su fe: «¿Creéis que puedo hacer eso?» (Mt 9,28). Si ellos se han acercado al Enviado de Dios es precisamente porque creen en Él. A una sola voz hacen una bella profesión de fe, respondiendo: «Sí, Señor» (Ibidem). Y Jesús concede la vista a aquellos que ya veían por la fe. En efecto, creer es ver con los ojos de nuestro interior.

Este tiempo de Adviento es el adecuado, también para nosotros, para buscar a Jesús con un gran deseo, como los dos ciegos, haciendo comunidad, haciendo Iglesia. Con la Iglesia proclamamos en el Espíritu Santo: «Ven, Señor Jesús» (cf. Ap 22,17-20). Jesús viene con su poder de abrir completamente los ojos de nuestro corazón, y hacer que veamos, que creamos. El Adviento es un tiempo fuerte de oración: tiempo para hacer plegaria de petición, y sobre todo, oración de profesión de fe. Tiempo de ver y de creer.

Recordemos las palabras del Principito: «Lo esencial sólo se ve con el corazón».


La carta con fe y denuncia que escribió una mujer con ELA antes de morir: un manual para la vida



 La carta con fe y denuncia que escribió una mujer con ELA antes de morir: un manual para la vida

María Angélica animó a las personas enfermas como ella a «dejarse amar por Dios»

María Angélica había reclamado a la Justicia italiana el derecho a un tratamiento.

La italiana María Angélica G., enferma de esclerosis múltiple y fallecida este lunes, representó a pacientes como ella ante el Tribunal Constitucional de Italia, reclamando el derecho a tener un tratamiento y a poder vivir.

En una carta llena de fe y de denuncia, María Angélica anima a tener esperanza, a seguir luchando y a buscar el fin último del sufrimiento, que no es otro que "encontrarse con el amor de Dios". El portal Avvenire cuenta su historia.

A continuación, compartimos la carta íntegra de María Angélica antes de morir: 

A ti, que sufres como yo, permíteme decirte unas palabras... Me llamo María. Tengo 57 años y llevo 35 con esclerosis múltiple. Mi vida no es exactamente lo que imaginaba. A pesar de ello, estoy viva y puedo contarte algunas cosas. 

Conozco la lucha de vivir una vida que no es independiente, que te lleva a donde no quieres ir, donde el día a día, a veces, se siente como un cuello de botella. Yo también he sufrido —mucho—, pero esto me impulsa a no rendirme ante mi situación y a reaccionar; me impulsa a moverme, haciendo que la gente que me rodea también se mueva. 

Los familiares no siempre son capaces de comprender la situación que atravesamos y afrontarla, porque también es dolorosa para ellos, y, a veces, la rechazan. No siempre tienes el amor que deseas a tu alrededor. Sin embargo, hay personas a las que debes acudir. Debes buscarlas con insistencia. Con tenacidad. 

Estas personas están dispuestas a echarte una mano. Si no tienes a nadie, puedes pedirle ayuda a tu párroco. Él nunca te negará su ayuda, independientemente de tus creencias. La presencia de amigos en tu vida es esencial, como lo son para mí, aún hoy, los amigos de la Comunidad de Sant'Egidio, quienes me ayudaron a escapar de una situación difícil y a disfrutar de la belleza de los días compartidos; y también de otros que conocí en el camino.

Juntos, podemos vivir momentos de convivencia despreocupada, donde la enfermedad se convierte en un recuerdo lejano: no te sientes una carga ni avergonzado; y también se dan oportunidades para una comunión y un compartir más profundos. 

Puedes experimentar momentos de gran liberación, y puedo dar fe de que de estos momentos pueden surgir cosas nuevas, como curaciones, tanto pequeñas como grandes.

Quiero hablarles de esto. Un día, una monja y un amigo laico me sugirieron el camino del perdón, porque quería sanar. No podía permitirme ignorarlos. Confié en ellos. Lo comencé y sigo haciéndolo y estoy experimentando sus beneficios, tanto internos como físicos. Ha sido una enorme sorpresa, porque no creía que esto pudiera suceder. 

Así, he dejado atrás mucho dolor. He aprendido a sufrir mejor y he empezado a sufrir menos: la carga de la enfermedad se ha aliviado. He elegido perdonar yendo a misa, porque en nuestra condición, ya no podemos permitirnos guardar rencor. Todo lo que sentimos "en contra" se vuelve en nuestra contra: el descontento de cómo son los demás; la tristeza por las cosas que no salieron como queríamos. 

Les pido ánimo. Acepten la ayuda del amor de Dios. La Eucaristía sana nuestros sentimientos, que son los que nos unen a la vida, la embellecen, le dan sentido. La ciencia médica y la biotecnología siempre hará más y mejor. 

Una tía mía murió de tuberculosis a los veinte años. Unos meses después, la penicilina, que podría haberla curado, estaba al alcance de todos. Siempre recuerdo este hecho, que me contó mi padre. Y este recuerdo me animó a perseverar ante las dificultades y a confiar siempre en la investigación. 

Con médicos expertos, incluso se logran avances. Otros médicos igual de concienzudos se hicieron responsables de mi supervivencia física cuando decidieron cambiarme a nutrición artificial para evitar que contrajera una neumonía por aspiración, que, sin duda, me llevaría directamente a la horca. 

Fue un gran dolor para mí, pero era mejor así. Me he acostumbrado y les estoy muy agradecidos, todas estas personas que se han tomado en serio nuestro futuro, de alguna manera, forman parte de la primera defensa vital de ese futuro. 

A través de ellos también recibimos la dosis de amor y fuerza que necesitamos cada día. Es cierto que sufrimos los impedimentos físicos causados por la enfermedad que nos llevan a depender de los demás. Pero la dependencia de los demás puede convertirse en una forma de estar juntos, creando un círculo de vida hermosa. 

El amor siempre es útil. Verás que las cosas cambiarán; y tú, que necesitas la ayuda de los demás, podrás dársela. El dolor de vivir ha entrado en nuestro hogar, pero el riesgo es que terminemos hablando solo de él. El dolor de vivir es un veneno oscuro que tiende a ocupar cada centímetro de tu vida. 

La ley de Eutanasia perjudica a los más vulnerables y necesitados, contribuyendo a que piensen que son una carga para los demás, en vez de personas con la misma dignidad que otros que exigen cuidados, no muerte.

Eutanasia en España: cuatro años, 1.300 muertos, indignidad

Al anticipar nuestra muerte, nos habremos librado de él, pero, también, nos habrá matado. Por eso, te ruego que hoy busques el antídoto contra el mal: es abrirnos a la gracia de Dios. Él reconocerá el código de nuestro corazón; podrá guiarnos hacia donde nuestras heridas puedan comenzar a sanar. 

Escribí estas palabras para ti en medio de mis obligaciones diarias, entre pequeños momentos de relajación. Surgen de lo más profundo de mi corazón, donde se acumula el sufrimiento. Donde la esperanza ha echado raíces.

Fuente: Religión en Libertad

jueves, 4 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 4 Diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Mt 7,21.24-27):

 En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».



«No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos»


Abbé Jean-Charles TISSOT

(Freiburg, Suiza)

Hoy, el Señor pronuncia estas palabras al final de su "sermón de la montaña" en el cual da un sentido nuevo y más profundo a los Mandamientos del Antiguo Testamento, las "palabras" de Dios a los hombres. Se expresa como Hijo de Dios, y como tal nos pide recibir lo que yo os digo, como palabras de suma importancia: palabras de vida eterna que deben ser puestas en práctica, y no sólo para ser escuchadas —con riesgo de olvidarlas o de contentarse con admirarlas o admirar a su autor— pero sin implicación personal.

«Edificar en la arena una casa» (cf. Mt 7,26) es una imagen para describir un comportamiento insensato, que no lleva a ningún resultado y acaba en el fracaso de una vida, después de un esfuerzo largo y penoso para construir algo. "Bene curris, sed extra viam", decía san Agustín: corres bien, pero fuera del trayecto homologado, podemos traducir. ¡Qué pena llegar sólo hasta ahí: el momento de la prueba, de las tempestades y de las crecidas que necesariamente contiene nuestra vida!

El Señor quiere enseñarnos a poner un fundamento sólido, cuyo cimiento proviene del esfuerzo por poner en práctica sus enseñanzas, viviéndolas cada día con pequeñas decisiones que procuraremos seguir. Nuestras resoluciones diarias de vivir la enseñanza del Cristo deben así acabar en resultados concretos, a falta de ser definitivos, pero de los cuales podamos obtener alegría y agradecimiento en el momento del examen de nuestra conciencia, por la noche. La alegría de haber obtenido una pequeña victoria sobre nosotros mismos es un entrenamiento para otras batallas, y la fuerza no nos faltará —con la gracia de Dios— para perseverar hasta el fin.