En aquel tiempo, Jesús, al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita».
«¡Si (...) tú conocieras en este día el mensaje de paz!»
Rev. D. Blas RUIZ i López
(Ascó, Tarragona, España)
Hoy, la imagen que nos presenta el Evangelio es la de un Jesús que «lloró» (Lc 19,41) por la suerte de la ciudad escogida, que no ha reconocido la presencia de su Salvador. Conociendo las noticias que se han dado en los últimos tiempos, nos resultaría fácil aplicar esta lamentación a la ciudad que es —a la vez— santa y fuente de divisiones.
Pero mirando más allá, podemos identificar esta Jerusalén con el pueblo escogido, que es la Iglesia, y —por extensión— con el mundo en el que ésta ha de llevar a término su misión. Si así lo hacemos, nos encontraremos con una comunidad que, aunque ha alcanzado cimas altísimas en el campo de la tecnología y de la ciencia, gime y llora, porque vive rodeada por el egoísmo de sus miembros, porque ha levantado a su alrededor los muros de la violencia y del desorden moral, porque lanza por los suelos a sus hijos, arrastrándolos con las cadenas de un individualismo deshumanizante. En definitiva, lo que nos encontraremos es un pueblo que no ha sabido reconocer el Dios que la visitaba (cf. Lc 19,44).
Sin embargo, nosotros los cristianos, no podemos quedarnos en la pura lamentación, no hemos de ser profetas de desventuras, sino hombres de esperanza. Conocemos el final de la historia, sabemos que Cristo ha hecho caer los muros y ha roto las cadenas: las lágrimas que derrama en este Evangelio prefiguran la sangre con la cual nos ha salvado.
De hecho, Jesús está presente en su Iglesia, especialmente a través de aquellos más necesitados. Hemos de advertir esta presencia para entender la ternura que Cristo tiene por nosotros: es tan excelso su amor, nos dice san Ambrosio, que Él se ha hecho pequeño y humilde para que lleguemos a ser grandes; Él se ha dejado atar entre pañales como un niño para que nosotros seamos liberados de los lazos del pecado; Él se ha dejado clavar en la cruz para que nosotros seamos contados entre las estrellas del cielo... Por eso, hemos de dar gracias a Dios, y descubrir presente en medio de nosotros a aquel que nos visita y nos redime.
Metodista, perseguido por ser mulato, decidió hacerse fraile: demostró toda su humildad en una carta
Martín María Porres
Sería capellán de monjas, encargado de vocaciones de su orden, director espiritual y profesor del seminario.
Un fraile negro, que en su día tuvo que abandonar Estados Unidos por los prejuicios raciales que se vivían en ese momento, va camino de los altares. El portal National Catholic Register acaba de contar su interesante historia.
El Siervo de Dios Matthias DeWitte Ward nació en 1918 en el barrio de Charlestown de Boston (EE.UU), en el seno de una pareja interracial de fe metodista. Durante su infancia, junto con sus padres y sus 11 hermanos, se mudó a Washington, DC, donde, al ser mulato, iba a sufrir prejuicios tanto de blancos como de negros.
Ya en Washington, durante su adolescencia, conoció el catolicismo y solía acudir a la iglesia de San Agustín. A los 17 años, mientras asistía a misa con un amigo, se convirtió y recibió la confirmación en la catedral de San Mateo en 1940.
La humildad hecha carta
Poco tiempo después, discernió su vocación religiosa y, en 1942, ingresó en el seminario de los Padres Salvatorianos en St. Nazianz, Wisconsin, donde permaneció hasta que una enfermedad pulmonar infecciosa lo obligó a abandonarlo.
Por razones desconocidas, se mudó a Brooklyn. Allí, lo presentaron a los Frailes Menores Franciscanos Conventuales. En ese momento, la mayoría de los seminarios no aceptaban hombres negros, pero los franciscanos conventuales lo aceptaron en el Seminario San Francisco en Staten Island, convirtiéndose en el primer afroamericano en unirse a la orden.
Antes de pedir su ingreso, Ward le escribió esta carta al encargado de vocaciones:
"He recibido sus formularios de solicitud, pero antes de que los complete, Padre, deseo dejar claro que soy de color. No sé si lo mencioné antes, pero usted no preguntó por mi nacionalidad. Amable Padre Celestino, no quisiera causarle vergüenza a nadie. Si usted piensa que no es prudente aceptarme, no me sentiré ofendido de ninguna manera, pero tal vez su política sea no aceptar a personas de color en este momento. Por favor, escríbame pronto al respecto. No se sienta ofendido por decirme la verdad, por favor. Dios los bendiga".
Los franciscanos conventuales no vieron ningún problema en que fuera negro, por lo que ingresó a finales de 1945, tomando el nombre religioso de Martín María de Porres para honrar tanto al santo de América del Sur como a la Virgen, a quien tenía mucha devoción.
Alejado de su familia
Después de completar sus estudios en Staten Island, se trasladó al Seminario Mayor St. Anthony-on-Hudson en Rensselaer, Nueva York. Su conversión al catolicismo le había alejado de gran parte de su familia, pero encontró amigos en St. Anthony-on-Hudson, entre sus compañeros religiosos y las personas a las que servían en las parroquias cercanas. El padre Martin bautizó a su padre en su lecho de muerte.
Tras su ordenación en la cercana Albany, Nueva York, en 1955, Ward se ofreció como voluntario para trabajar en las misiones brasileñas de su orden. Esta oferta fue aceptada, ya que era algo habitual entre los sacerdotes afroamericanos, ya que muchos de los obispos estadounidenses de la época no les permitían servir en sus diócesis.
Su primer destino fue en Andrelândia, en el estado de Minas Gerais, donde rápidamente aprendió portugués y comenzó a enseñar en la escuela. Más tarde, serviría en otras ciudades como Río de Janeiro. Sería capellán de las Hermanas Sacramentinas de Nuestra Señora, encargado de vocaciones de su orden, director espiritual y profesor del seminario.
Su ánimo risueño le hizo ganarse el cariño de muchos. De hecho, sus compañeros frailes lo describieron como un hombre de "personalidad cautivadora, a quien le encantaba reír y hacer reír a los demás. Vivir con él en comunidad era un verdadero deleite".
"Cuando Fray Martín compartía su historia de vocación hablaba de los prejuicios que sufría por ser negro y del hecho de haber padecido una enfermedad pulmonar infecciosa. También de cómo todas las dificultades las había superado gracias a la fe en la Divina Providencia y a la devoción a la Virgen Inmaculada, a quien consagró su vocación", recuerda Voice.
En 1985, el padre Martín fue trasladado de Goiatuba, Brasil, al seminario de su orden en Andrelândia, donde pasó el resto de su vida. Con su buen humor y evidente piedad, se ganó el cariño de muchos. Según la Provincia Franciscana Conventual de Nuestra Señora de los Ángeles (OLA), "por los pasillos del Seminario siempre pasaba ante la imagen de la Santísima Virgen y hacía una reverencia. A nuestros ojos como postulantes, parecía un poco excesivo, pero, con el tiempo, aprendimos a valorarlo como un gesto de amor a Nuestra Señora".
Siguió oficiando la misa
Un artículo en Black Catholic Messenger afirma: "Se le conoce, sobre todo, por ser un confesor muy compasivo, que siempre estaba disponible para el sacramento de la reconciliación. Muchas personas acudían a él para confesarse. Fue capaz de hacer que muchas personas volvieran a la Iglesia y que otros tantos profundizaran en su fe".
El 20 de junio de 1999, mientras celebraba la misa, sufrió un infarto, pero permaneció en el altar hasta terminar la misa. Fue trasladado a un hospital de Río de Janeiro, donde murió dos días después.
El custodio provincial brasileño, Fray Valdomiro Soares Machado, dijo en su momento: “Andrelândia ya no será la misma; el Seminario ya no será el mismo porque su mecedora estará vacía frente al televisor. Extrañarán los chistes, los juegos de palabras, los sustos y las risas alegres. Extrañaremos al maestro, al confesor, al pacificador… pero tenemos un intercesor en el Cielo".
Enterrado en el cementerio del Seminario São Francisco de Assis, en Andrelândia, es frecuente encontrar fieles rezando por su intercesión ante su tumba. Su causa de beatificación obtuvo el permiso local para iniciarse en la diócesis de São João del Rei en 2020. Recibió la aprobación del Vaticano para continuar en junio de este año, en el 25 aniversario de su fallecimiento. Hasta 2022 se habían atribuido dos milagros a su intercesión. Estos supuestos milagros están siendo investigados.
En aquel tiempo, Jesús estaba cerca de Jerusalén y añadió una parábola, pues los que le acompañaban creían que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro. Dijo pues: «Un hombre noble marchó a un país lejano, para recibir la investidura real y volverse. Habiendo llamado a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: ‘Negociad hasta que vuelva’. Pero sus ciudadanos le odiaban y enviaron detrás de él una embajada que dijese: ‘No queremos que ése reine sobre nosotros’.
»Y sucedió que, cuando regresó, después de recibir la investidura real, mandó llamar a aquellos siervos suyos, a los que había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. Se presentó el primero y dijo: ‘Señor, tu mina ha producido diez minas’. Le respondió: ‘¡Muy bien, siervo bueno!; ya que has sido fiel en lo mínimo, toma el gobierno de diez ciudades’. Vino el segundo y dijo: ‘Tu mina, Señor, ha producido cinco minas’. Dijo a éste: ‘Ponte tú también al mando de cinco ciudades’. Vino el otro y dijo: ‘Señor, aquí tienes tu mina, que he tenido guardada en un lienzo; pues tenía miedo de ti, que eres un hombre severo; que tomas lo que no pusiste, y cosechas lo que no sembraste’. Dícele: ‘Por tu propia boca te juzgo, siervo malo; sabías que yo soy un hombre severo, que tomo lo que no puse y cosecho lo que no sembré; pues, ¿por qué no colocaste mi dinero en el banco? Y así, al volver yo, lo habría cobrado con los intereses’.
»Y dijo a los presentes: ‘Quitadle la mina y dádsela al que tiene las diez minas’. Dijéronle: ‘Señor, tiene ya diez minas’. ‘Os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y aquellos enemigos míos, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mí’».
Y habiendo dicho esto, marchaba por delante subiendo a Jerusalén.
«Negociad hasta que vuelva»
P. Pere SUÑER i Puig SJ
(Barcelona, España)
Hoy, el Evangelio nos propone la parábola de las minas: una cantidad de dinero que aquel noble repartió entre sus siervos, antes de marchar de viaje. Primero, fijémonos en la ocasión que provoca la parábola de Jesús. Él iba “subiendo” a Jerusalén, donde le esperaba la pasión y la consiguiente resurrección. Los discípulos «creían que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro» (Lc 19,11). Es en estas circunstancias cuando Jesús propone esta parábola. Con ella, Jesús nos enseña que hemos de hacer rendir los dones y cualidades que Él nos ha dado, mejor dicho, que nos ha dejado a cada uno. No son “nuestros” de manera que podamos hacer con ellos lo que queramos. Él nos los ha dejado para que los hagamos rendir. Quienes han hecho rendir las minas —más o menos— son alabados y premiados por su Señor. Es el siervo perezoso, que guardó el dinero en un pañuelo sin hacerlo rendir, el que es reprendido y condenado.
El cristiano, pues, ha de esperar —¡claro está!— el regreso de su Señor, Jesús. Pero con dos condiciones, si se quiere que el encuentro sea amistoso. La primera es que aleje la curiosidad malsana de querer saber la hora de la solemne y victoriosa vuelta del Señor. Vendrá, dice en otro lugar, cuando menos lo pensemos. ¡Fuera, por tanto, especulaciones sobre esto! Esperamos con esperanza, pero en una espera confiada sin malsana curiosidad. La segunda es que no perdamos el tiempo. La espera del encuentro y del final gozoso no puede ser excusa para no tomarnos en serio el momento presente. Precisamente, porque la alegría y el gozo del encuentro final será tanto mejor cuanto mayor sea la aportación que cada uno haya hecho por la causa del reino en la vida presente.
No falta, tampoco aquí, la grave advertencia de Jesús a los que se rebelan contra Él: «Aquellos enemigos míos, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mí» (Lc 19,27).
España es de lo peor en familia y natalidad, denuncia Argüello en su discurso ante todos los obispos
Luis Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal Española, en la Plenaria de Noviembre de 2024
Demografía, trabajo, vivienda y "convivencia política" han sido los cuatro grandes temas que ha abordado el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, en su discurso inicial este lunes, al empezar la 126ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española en su sede madrileña de la calle Añastro.
"España es el farolillo rojo en políticas familiares de protección de la familia y promoción de la natalidad", ha denunciado el arzobispo de Valladolid (farolillo rojo es el último en la vuelta ciclista en Francia).
La Plenaria abordará, entre otras cuestiones, el Plan de Reparación para víctimas de abusos, la inmigración, la pastoral juvenil, la reforma de los seminarios según las directrices de la Santa Sede, el Sínodo de la Sinodalidad, el Jubileo 2025 y el Congreso nacional de Vocaciones que se celebrará en Madrid del 7 al 9 de febrero.
Los obispos "novatos" en este encuentro son Antonio José Valín, nuevo obispo de Tui-Vigo desde julio; Josep-Lluís Serrano Pentinat, obispo coadjutor de Urgel desde julio; el dominico Xabier Gómez García, que será consagrado obispo de Sant Feliu el 30 de noviembre; y los dos futuros obispos auxiliares de Valencia, anunciados el 6 de noviembre, Fernando Enrique Ramón Casas y Arturo Javier García Pérez.
En su análisis de la situación del país, Luis Argüello, arzobispo de Valladolid, ha querido resumir la situación de España (siempre enmarcada en su contexto internacional), oscilando entre la esperanza que ofrece la fe, y la desesperanza de un mundo sin ánimo y volcado en distracciones efímeras.
Contra los paraísos engañosos, la esperanza y misterio de Cristo
"El mercado y las ideologías acuden a la cita y ofrecen 'paraísos' para enmascarar la nada que anuncia la desesperanza y consolar las melancolías y angustias que genera la incertidumbre", advirtió el arzobispo Argüello. Por el contrario, los cristianos, que son "peregrinos de esperanza" saben que "el mal, el sufrimiento, la muerte, el amor, el sentido... no son problemas que ciencias o ideologías puedan solucionar sino misterio, a los que el misterio innombrable y ahora nombrado: «Jesús, Cristo, Señor», puede iluminar y sanar".
Argüello ha concretado en 4 puntos su análisis sobre el país.
1. El reto de la demografía
En la versión que leyó no se detuvo en todas las cifras que recoge su texto, pero son muchas y concretas:
- Los nacimientos anuales en España en 2022 son un 27% menos que en 2012;
- La media de hijos por mujer en edad fértil en España es de 1,16 en 2022 (madres españolas: 1,12, extranjeras: 1,35)M
- Cada año hay unos cien mil abortos, que podrían solucionar el 40% del déficit demográfico español;
- Dijo que en 2022 murieron 135.000 personas más que las que nacieron; no detalló que desde 2015 hay más muertes que nacimientos (¡pronto se cumplirá una década así!);
- En España hay 8,5 millones de personas nacidas en el extranjero, 2 millones ya tienen nacionalidad española;
- Cuatro de cada cinco matrimonios son civiles, y no religiosos;
- En los últimos diez años el número de menores afectados por la ruptura de sus padres llega casi al millón;
- El número de hijos nacidos fuera del matrimonio en 2022 superó el 50 %;
- los españoles se casan poco y tarde: a los 35,3 años los que lo hacen por primera vez;
- hay más solteros que casados;
- la acumulación de solteros, divorciados y separados, y la escasez y debilidad de los matrimonios lleva a una "sociedad amatrimonial".
Hay causas económicas y "de vivienda", y causas sociales, "un entorno que no valora a los matrimonios como la mejor forma de convivencia" y "medios de comunicación" que "atacan y denigran a la institución y plantean modelos alternativos", "elogian la bondad de la falta de vínculos y la asunción del divorcio sin drama", "empuja a los casados, ante cualquier crisis, hacia la ruptura como la única salida sin ofrecer la alternativa de la mediación y la reconciliación".
Los niños se plantean como "lastre para la mujer" y "son malos para el planeta"; "la idea que se transmite es que tener hijos es negativo", denuncia el texto del arzobispo.
Así, disminuye la natalidad por "los ritmos frenéticos de la vida, los temores ante el futuro, la falta de garantías laborales y tutelas sociales" y también por leyes, porque "desde el Estado se promueven medidas y legislaciones que agravan dichos problemas. España es el farolillo rojo en políticas familiares de protección de la familia y promoción de la natalidad" (se denomina 'farolillo rojo' al ciclista que ocupa la última posición al finalizar el Tour de Francia).
Personas solas (con sus riesgos de tristeza, depresión, etc...), familias quebradizas, "quiebra demográfica", "invierno demográfico"... Ante este reto, los cristianos ofrecen al país apertura a la vida, matrimonios y "una alianza social para la esperanza", dijo el obispo, porque "si hay esperanza se está dispuesto a dar la vida y transmitir la vida".
De izquierda a derecha, el cardenal Rouco (tiene 88 años), el cardenal Cobo, el arzobispo Argüello, el cardenal Omella (78 años) y el cardenal Blázquez (82 años).
Rouco, Cobo, Argüello, Omella y Blázquez en la Asamblea Plenaria de obispos de noviembre 2024
El reto de la vivienda
La vivienda (su escasez, o su precio inalcanzable) es un tema técnico, con pocos elementos doctrinales, pero el arzobispo quiso dar muchos datos y detalles.
España tendría 26,6 millones de viviendas, de las que 3,8 están vacías y otros 3,4 se usan poco, por lo general un mes en verano (o invierno). Hay 2 millones más de "hogares" que hace diez años, pero con menos gente cada uno. Cinco millones de hogares, el 27 %, son unipersonales y 3,1 millones son de pareja sin hijos; 2,5 millones de hogares tienen un único progenitor en casa (casi siempre una mujer sola).
Tan solo el 7,4% de hogares tienen 5 o más personas, a veces con varias familias por los precios de la vivienda y alquiler. "Hay cada vez a más personas en hogares compartidos. Algo que antes pasaba a los 20 años ahora pasa en personas de 30 o 40 años", avisa el arzobispo.
También detalló que hay 380.000 personas en 5.000 residencias para ancianos, y 50.000 personas en 1.400 residencias para discapacitados; muchos de esos centros los gestionan entidades católicas.
El reto del desempleo y el trabajo malo
En España está en paro el 11,2% de la población activa (2,7 millones de personas), pero entre los jóvenes supera el 26%. Hay mucha temporalidad, salarios bajos y problemas de conciliación. A menudo, sus condiciones no son decentes. Hay 7 millones de personas "en riesgo de pobreza con ingresos inferiores a 916 euros mensuales por unidad de consumo".
Otras veces, hay jóvenes y no tan jóvenes que rechazan ciertos trabajos porque valoran mucho su tiempo libre, capacidad de autonomía, libertad... La Seguridad Social detectó un 40% más de bajas por dimisión. La pandemia del coronavirus convenció a muchos de que no necesitaban tanta dinero y sí necesitaban pasar más tiempo con sus seres queridos: muchos, cuando pueden exigen el teletrabajo y la flexibilidad horaria, apunta el arzobispo citando sociólogos.
Los inmigrantes aportan trabajadores e hijos a escuelas con riesgo de cerrar, pero "tiran de las condiciones laborales hacia abajo".
"Muchas organizaciones eclesiales, entre ellas la práctica totalidad de las Cáritas diocesanas han secundado la iniciativa legislativa popular por la regularización extraordinaria de personas extranjeras en España, unas 500.000 que llevan ya más de tres años viviendo, en muchos casos trabajando entre nosotros y teniendo hijos nacidos ya en España. No hay otra alternativa: o se las expulsa —y el Estado sabe que no puede hacerlo—, o se las acoge en la legalidad. La actual tierra de nadie es inaceptable", dice, lapidario, el texto del arzobispo, que remite a la exhortación pastoral Comunidades acogedoras y misioneras.
Argüello detalló que "la Iglesia anima a abordar las causas que obligan a salir de la propia tierra, afirmando el derecho a no emigrar, a combatir a las organizaciones que trafican con los emigrantes", y se aprovechan de ellos con atropellos. La Iglesia reconoce el derecho de los Estados de regular los flujos migratorios la Iglesia repite los 4 verbos que ha usado el Papa Francisco sobre estos asuntos: acoger, proteger, promover e integrar "a los que llegan al lado de nuestra casa".
El reto de la convivencia política
Argüello denuncia que muchas decisiones internacionales las toman grandes corporaciones, más poderosas que Estados, que provocan empobrecimientos, desastres ambientales y emigración de los empobrecidos. Cita a analistas que detectan "dialéctica populista y polarizada, en un clima cultural de posverdad".
También habla de líderes que quieren crear democracias "más autoritarias, con poderes fuertes o semidictatoriales", suprimiendo de facto la separación de poderes, por ejemplo. En el caso de España, "tiene características propias"; por un lado, denuncia un "mantenimiento artificial de «las dos Españas» al servicio de la conquista o mantenimiento del poder"; por otro, la diversidad y las "dificultades para armonizar una nación política de nacionalidades y regiones".
Argüello anima a superar "populismo y polarización" y a "renunciar a la posverdad que legitima la mentira como instrumento político".
"Es un desafío que no podemos dejar solo en manos de los políticos, pues precisa el compromiso ciudadano de muchos", matiza. Sólo enuncia un ejemplo concreto de esta acción ciudadana: un encuentro en su propia diócesis de Valladolid, el 8 y 9 de noviembre, la XLIV Semana Social, "gozosa experiencia a favor del encuentro social".
El reto de reconstruir tras las riadas
Tras las inundaciones en Valencia y otras regiones, salen preguntas dolorosas: "¿quién tiene la culpa?, ¿quién hace justicia a los muertos?" Se ha visto a voluntarios generosos y también a gente dedicada a la rapiña y el saqueo. Argüello enumera argumentos que hablan de ecologismo, calentamiento, el urbanismo de décadas... pero concluye: "Con la culpa podemos jugar ad infinitum. Si al menos sirviera para descubrir una culpa originaria, un misterio de iniquidad que rompe la armonía, no solo entre los corazones, sino también en el cosmos que muestra el rostro feroz del caos en tantas ocasiones".
"Reducidos nosotros a consumidores y votantes, mercado y Estado nos proponen una salvación, ¡el progreso!, que no basta. Pero, la tragedia ha vuelto a despertar un alma común y fraterna, un deseo de compartir y ayudar, un don que no es comercio y un compromiso que no es voto", escribe.
Los partidos, de izquierda o derecha, se retroalimentan
"La acción política prefiere un ciudadano desvinculado y desmotivado, incluidos los llamados militantes de los partidos que, mayoritariamente, han dejado de formarse, de debatir y de contribuir a la toma de decisiones de sus dirigentes", explica el arzobispo, que en su juventud fue militante de partidos políticos de izquierda.
"Los partidos autodenominados progresistas, críticos del sistema económico dominante, promueven y defienden antropologías radicalmente insolidarias en el campo de la vida, los afectos y el «empoderamiento» de identidades parciales y desvinculadas, lo que les hace abandonar de facto una propuesta de verdadera innovación económica y social; mientras los partidos que se resisten a ser denominados conservadores y que, aun con la boca pequeña algunos, dicen defender vida, familia y subjetividad de la sociedad, promueven y defienden un sistema económico y una manera de ejercer la política que promueve la misma práctica antropológica que sus adversarios políticos promueven sin complejos. Una concepción individualista del ciudadano los une, aun sin saberlo o a sabiendas. Y sus prácticas políticas, muy enfrentadas en el foro y en los medios, se complementan y retroalimentan".
Cuatro grandes preguntas
"La pregunta quizás no sea si el capitalismo funciona, sino qué tipo de humanidad produce; qué está haciendo la economía capitalista contemporánea con el hombre", plantea para la reflexión el arzobispo.
"La pregunta no es si la democracia es el mejor de los sistemas de gobierno, sino, unida al estado del bienestar, qué tipo de ciudadanos genera, cuál es su protagonismo social y que consecuencias provoca", continua.
"La pregunta no es si tiene sentido innovar y crecer en el sistema globalizado con la irrupción de las nuevas tecnologías, si no qué significa el progreso del hombre, cómo salvaguardar su humanidad y dignidad y cuál es su lugar en la relación con los animales, las plantas y las máquinas en un horizonte poshumano alentado por muchos", añadió.
"En definitiva, hemos de hacernos la pregunta central: ¿qué es ser hombre, varón y mujer? No encuentro mejor manera de adentrarme en este misterio más que la mano del Concilio Vaticano II".
Ante las grandes preguntas, la Iglesia propone a Jesucristo y la fuerza del Espíritu Santo, para "responder a su máxima vocación".
Animar a la vocación
En febrero, Conferencia Episcopal impulsa un gran Congreso Vocacional y está hablando continuamente de vocaciones. "Queremos girar nuestra acción hacia una pastoral de la obediencia y de la santidad que no anula la libertad", afirma el texto del arzobispo.
En esa línea agradece "el trabajo conjunto de cuatro Comisiones episcopales (Clero y Seminarios, Vida Consagrada, Laicos, Familia y Vida con sus dos Subcomisiones de Familia y Juventud e Infancia, y Misiones) a las que se ha añadido el Secretariado para el Sostenimiento de la Iglesia con la espléndida campaña «¿Y si lo que buscas está en tu interior?», que hemos conocido en estas semanas. La Iglesia precisa recursos económicos, pero, sobre todo, necesita personas".
Campaña: Y si lo que buscas está en tu interior...
Ante los retos de hoy, retoma para finalizar su discurso el tema de la esperanza, citando la Spes non confundit, 25, del Papa Francisco. "Dejémonos atraer desde ahora por la esperanza y permitamos que a través de nosotros sea contagiosa para cuántos la desean. Que nuestra vida pueda decirles: «Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor» (Sal 27,14)".
En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Se apresuró a bajar y le recibió con alegría.
Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».
«El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido»
Rev. D. Enric RIBAS i Baciana
(Barcelona, España)
Hoy, Zaqueo soy yo. Este personaje era rico y jefe de publicanos; yo tengo más de lo que necesito y quizás muchas veces actúo como un publicano y me olvido de Cristo. Jesús, entre la multitud, busca a Zaqueo; hoy, en medio de este mundo, me busca a mí precisamente: «Baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa» (Lc 19,5).
Zaqueo desea ver a Jesús; no lo conseguirá si no se esfuerza y sube al árbol. ¡Quisiera yo ver tantas veces la acción de Dios!, pero no sé si verdaderamente estoy dispuesto a hacer el ridículo obrando como Zaqueo. La disposición del jefe de publicanos de Jericó es necesaria para que Jesús pueda actuar; y, si no se apremia, quizás pierda la única oportunidad de ser tocado por Dios y, así, ser salvado. Quizás yo he tenido muchas ocasiones de encontrarme con Jesús y quizás ya va siendo hora de ser valiente, de salir de casa, de encontrarme con Él y de invitarle a entrar en mi interior, para que Él pueda decir también de mí: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,9-10).
Zaqueo deja entrar a Jesús en su casa y en su corazón, aunque no se sienta muy digno de tal visita. En él, la conversión es total: empieza con la renuncia a la ambición de riquezas, continúa con el propósito de compartir sus bienes y acaba con la resolución de hacer justicia, corrigiendo los pecados que ha cometido. Quizás Jesús me está pidiendo algo similar desde hace tiempo, pero yo no quiero escucharle y hago oídos sordos; necesito convertirme.
Decía san Máximo: «Nada hay más querido y agradable a Dios como que los hombres se conviertan a Él con un arrepentimiento sincero». Que Él me ayude hoy a hacerlo realidad.
En aquel tiempo, sucedió que, al acercarse Jesús a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazareno y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!». Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?». Él dijo: «¡Señor, que vea!». Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado». Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios
«Tu fe te ha salvado»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
Hoy, el ciego Bartimeo (cf. Mc 10,46) nos provee toda una lección de fe, manifestada con franca sencillez ante Cristo. ¡Cuántas veces nos iría bien repetir la misma exclamación de Bartimeo!: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» (Lc 18,37). ¡Es tan provechoso para nuestra alma sentirnos indigentes! El hecho es que lo somos y que, desgraciadamente, pocas veces lo reconocemos de verdad. Y..., claro está: hacemos el ridículo. Así nos lo advierte san Pablo: «¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?» (1Cor 4,7).
A Bartimeo no le da vergüenza sentirse así. En no pocas ocasiones, la sociedad, la cultura de lo que es “políticamente correcto”, querrán hacernos callar: con Bartimeo no lo consiguieron. Él no se “arrugó”. A pesar de que «le increpaban para que se callara, (...) él gritaba mucho más: ‘¡Hijo de David, ten compasión de mí!’» (Lc 18,39). ¡Qué maravilla! Da ganas de decir: —Gracias, Bartimeo, por este ejemplo.
Y vale la pena hacerlo como él, porque Jesús escucha. ¡Y escucha siempre!, por más jaleo que algunos organicen a nuestro alrededor. La confianza sencilla —sin miramientos— de Bartimeo desarma a Jesús y le roba el corazón: «Mandó que se lo trajeran y (...) le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?» (Lc 18,40-41). Delante de tanta fe, ¡Jesús no se anda con rodeos! Y... Bartimeo tampoco: «¡Señor, que vea!» (Lc 18,41). Dicho y hecho: «Ve. Tu fe te ha salvado» (Lc 18,42). Resulta que «la fe, si es fuerte, defiende toda la casa» (San Ambrosio), es decir, lo puede todo.
Él lo es todo; Él nos lo da todo. Entonces, ¿qué otra cosa podemos hacer ante Él, sino darle una respuesta de fe? Y esta “respuesta de fe” equivale a “dejarse encontrar” por este Dios que —movido por su afecto de Padre— nos busca desde siempre. Dios no se nos impone, pero pasa frecuentemente muy cerca de nosotros: aprendamos la lección de Bartimeo y... ¡no lo dejemos pasar de largo!
Luchador japonés, una lesión le iba a dejar postrado: visitó a la Virgen de Guadalupe y Dios le tocó
Okumura
"Siempre dando gracias a Dios, no solo por la lucha, sino también por mi vida, y por la vida de todos. No he dejado de hablar con Dios", reconoce el luchador de origen japonés Shigeo Okumura.
"Soy un mexicano de adopción de origen japonés. De formación budista pasé a ser católico y devoto de la Virgen de Guadalupe". Este podría ser el currículum vitae del siguiente personaje: el luchador Shigeo Okumura. El portal Desde la fe, por medio de Jorge Reyes, le hizo una entrevista donde cuenta el motivo por el que empezó a buscar a Dios.
Hace 20 años "el Tifón de Osaka", Shigeo Okumura, llegó a tierras mexicanas para dominar la lucha libre y cumplir con su sueño más grande, formar parte de los mejores gladiadores del mundo y ser un referente para los aficionados. El integrante de la llamada "Ola Amarilla" es, además, un ferviente católico, que se rinde ante la Virgen de Guadalupe.
Una vida de superación
Sin embargo, hasta el más rudo de los luchadores puede sentirse un día inútil debido a una lesión, y más cuando esta no solo pone en riesgo su carrera, sino que puede provocar que pase el resto de su vida postrado en una silla de ruedas. Es lo que le ocurrió a Okumur cuando sufrió una grave lesión cervical. Tras la que, milagrosamente, no solo se mantuvo en activo, sino que incluso provocó su conversión al catolicismo.
"Tenía dos sueños: ser beisbolista o luchador profesional. ¡Gracias a Dios pude ser luchador!", recuerda Shigeo Okumura. El luchador relata que, cuando era pequeño, el deporte que practicaba en su Japón natal era el béisbol, en donde se desempeñaba como pitcher, pero a los ocho años, sufrió el desgaste en el brazo por los constantes lanzamientos y una fuerte lesión le obligó a tener que abandonar esta disciplina.
Dejar su vida como beisbolista le causó una gran tristeza, pero pronto encontró consuelo en la lucha libre, primero como espectador, viéndola en la televisión, cuando sus padres le dejaban, sobre todo a los luchadores mexicanos, y, después, practicándola, en Ikeda, una ciudad situada en la Prefectura de Osaka, Japón.
Estuvo ocho años como aficionado de la lucha libre japonesa, y, a los 17 años, empezó su formación como luchador, bajo la dirección del gran luchador japonés Masanobu Kurisu. Tras prepararse durante cinco años, debutó el 31 de diciembre de 1994 como luchador independiente en Japón. Después de 10 años de pelear, llegó a México en 2004 para integrarse por un año en el Consejo Mundial de Lucha Libre y enfrentarse a los mexicanos, con el objetivo de aprender el estilo e incorporarlo a su técnica.
"La lucha es mi vida hasta hoy, llevo 29 años de carrera como profesional, este fin de año voy a cumplir 30 años desde que debuté. Era un sueño. Después de convertirme en luchador profesional tampoco imaginaba seguir viviendo de la lucha, dedicarme a ella como mi profesión. Nunca lo pensé…, todo estaba fuera de mis planes, pero es mi vida", comenta.
El paso de Okumura por la lucha libre ha estado lleno de éxitos. Sin embargo, los peores golpes anímicos se los han provocado las diversas lesiones. "He tenido lesiones cervicales; me operaron tres veces del ojo derecho, que me movía el músculo de tanto golpe; mis dos hombros se han fracturado; el ligamento de mi rodilla derecha estaba roto; me operaron de apendicitis", detalla el Tifón de Osaka.
Habituado a duros combates, Shigeo Okumura tuvo su lucha más difícil fuera del ring: durante un entrenamiento que realizaba en la llamada Catedral de la Lucha Libre, la Arena México, en el año 2017, sufrió una grave lesión cervical que, de acuerdo con las opiniones de los doctores y especialistas, difícilmente le permitirían seguir su carrera como luchador, corría el riegos de quedar postrado.
"Tuve una lesión en 2017 y me fracturé las cervicales 6 y 7. Fue un accidente, fue un entrenamiento en la Arena México. Fue muy difícil y, en ese momento, tres especialistas que me evaluaron, todos me decían: 'Jamás podrás volver a luchar y olvídate de la lucha libre, si vuelves a luchar tendrás la posibilidad de vivir en una silla de ruedas'", recuerda.
Recuperación milagrosa
Shigeo Okumura no se quedó quieto y buscó una nueva opinión y decidió viajar a Japón. "La lucha libre es mi vida y yo no puedo decir 'ok doctor, ok doctor, me voy de la lucha libre'. No puedo decir eso, es mi vida, por la lucha libre vine a México y no puedo decir 'ok, ya me voy'", comenta.
El especialista japonés descubrió que estaba fracturado y roto un ligamento, ubicado entre la sexta y la séptima vértebra, y le propuso que podría realizar la intervención, pero también le advirtió de que la recuperación podría ser de hasta dos años, sin garantizar que pudiera retomar la lucha libre de inmediato. Con este panorama, el Tifón de Osaka fue operado el 18 de abril de 2017 y decidió volver a México.
Al regresar a la Ciudad de México, Okumura solo sabía que la operación había salido bien, pero todavía existía la incertidumbre sobre su regreso a la lucha libre, lo que le generaba un gran "sufrimiento". Al verlo en ese estado de tristeza, su entorno le plateó la posibilidad de visitar a la Virgen de Guadalupe, para pedirle su intercesión, para que su recuperación fuera total y le permitiera seguir practicando esta profesión.
Pese a su formación budista, Shigeo Okumura accedió con agrado: "En ese momento estaba sufriendo, y fui a la Basílica de Guadalupe a dar gracias". La respuesta de la Virgen a las súplicas del luchador japonés no se hizo esperar y para mayo de 2017, un mes después de su intervención quirúrgica, el Tifón de Osaka sintió una mejoría y, aunque todavía llevaba un collarín, empezó a ir al gimnasio para correr y levantar pesas.
"Siempre pedía a Dios que me ayudara. Era el momento de acercarme a Él", cuenta. La recuperación del luchador nipón sorprendió a sus médicos, en especial al japonés que lo había operado, y más cuando a los nueve meses de haber sufrido la lesión reapareció en los cuadriláteros. "Es un milagro. El doctor que me operó me dijo que, normalmente, en caso de que pudiera regresar a la actividad, tardaría un año y medio o dos, pero yo a los nueve meses pude regresar, un milagro", explica con una sonrisa.
Shigeo Okumura no deja de reconocer que su milagrosa recuperación y su regreso al deporte fue una bendición de la Virgen de Guadalupe. Desde entonces, no deja de dar gracias a Dios por el favor recibido, y la mejor manera que tiene de demostrarlo es llevar a cabo su formación católica y asistir a misa lo más que pueda.
"Siempre dando gracias a Dios, no solo por la lucha, sino también por mi vida, y por la vida de todos. No he dejado de hablar con Dios. Por la mañana, cuando despierto, antes de dormir, y antes de subir al ring. Es muy importante, porque puedo subir al ring y no saber cómo voy a regresar", señala.
Sobre si lee o estudia la Biblia, comenta: "Sí, pero me falta muchísimo, pero sí, ahí voy, poco a poco. Desde que tuve el acercamiento, siempre pido a Dios que me ayude, como luchador y fuera de lucha, siempre hay que seguir pidiendo. Me falta muchísimo por estudiar, muchísimo, pero soy humano, voy paso por paso, poco a poco, voy a seguir estudiando". Y, sobre la Virgen de Guadalupe, asegura que allá donde va siempre le acompaña.