Así impactó «el Milagro de los Andes» en la fe de Francisco: lo cuenta en su autobiografía
El Papa acaba de publicar Esperanza: La autobiografía
El Papa era maestro de novicios cuando tuvo lugar el accidente
El Papa Francisco acaba de publicar su autobiografía titulada Esperanza: La autobiografía, escrita junto al autor italiano Carlo Musso. Un relato en el que desgrana gran parte de lo que han sido estos 88 años de vida.
Entre esos recuerdos se encuentra la profunda impresión que le causó, en el año 1972, la historia del Milagro de los Andes. Cuando 16 supervivientes lograron ser rescatados de las montañas de los Andes, después de 72 días sin comida, teniéndose que alimentar de los cuerpos de sus compañeros fallecidos. National Catholic Register ha enumerado los párrafos del Papa.
Francisco ofrece en su obra un relato vívido y convincente de un gran testimonio de fe, el de los supervivientes de los Andes, lleno de esperanza y poder del Rosario.
Todo ocurrió una tarde de octubre de 1972, cuando un avión charter que se dirigía de Montevideo (Uruguay) a Santiago (Chile), con cuarenta y cinco pasajeros y tripulantes, entre ellos diecinueve integrantes del equipo de rugby Old Christians Club, con sus familiares y amigos, se estrelló al sobrevolar el monte Sosneado, en la frontera entre Argentina y Chile.
'Esperanza' es el título del libro autobiográfico del Papa Francisco recién publicado.Plaza & Janés
Al impactar contra la pared de la montaña, el avión perdió un ala y, después, la otra, hasta que aterrizó en una pronunciada ladera nevada cercana a un glaciar. A miles de metros de altura, con temperaturas bajísimas, con violentas tormentas y con tan poco oxígeno que era difícil respirar, los treinta y dos sobrevivientes del accidente, heridos y con pocas provisiones, se organizaron en lo que quedaba del fuselaje, protegidos con una improvisada barrera de asientos, maletas y restos del avión.
"Yo en aquella época era maestro de novicios en Villa Barilari, en San Miguel", comenta el Papa. "Aquellos hombres se quedarían solos, solos en lo que se convertiría en su 'sociedad de la nieve', para afrontar un desafío desesperado, entre grandes sufrimientos, nuevos duelos, fraternidad, apoyo mutuo y oración diaria", escribe.
Francisco le ahorra al lector detalles del elemento más conocido de la historia: que los sobrevivientes se vieron obligados a recurrir a la antropofagia para sobrevivir. Se limita a decir que, "en un pacto extremo y mutuo de amor", los pasajeros que habían muerto se convirtieron en "sustento y esperanza para los que aún estaban vivos". Y recuerda que Pablo VI legitimó las acciones desesperadas de los sobrevivientes.
"Dos meses después del accidente, ya era evidente que las operaciones de búsqueda habían sido abandonadas, que no llegaría nadie para salvarlos. Quedaban sólo dieciséis pasajeros y tres de ellos decidieron emprender una expedición que parecía casi imposible en aquellas condiciones: escalar la montaña que se alzaba frente a ellos hacia el oeste, una cumbre inmensa, detrás de la cual pensaban encontrar Chile", comenta el Papa.
"Abandonaron el esqueleto de la aeronave, que entretanto había sido golpeada por avalanchas que causaron otras víctimas. Equipados únicamente con sacos de dormir hechos con los cojines cosidos entre sí, un trineo hecho con una maleta, dos varillas de aluminio para usar como bastones y vestidos con tres capas de ropa, se encaminaron hacia lo desconocido. Cuando, a pesar de la falta de oxígeno y la deshidratación, tras días de agonizante escalada, finalmente alcanzaron la cima, descubrieron que lo que les esperaba no era lo que habían imaginado sino, en cambio, una nueva e intrincada sucesión de montañas y montañas, que se extendía decenas de kilómetros ante ellos".
Pero, escribe el Papa, "ni siquiera entonces se rindieron", sino que "calcularon juntos que las provisiones que habían llevado no serían suficientes para los tres, por lo que uno regresó al campamento deslizándose en el trineo-maleta hasta el fuselaje, entre rocas de hielo y grietas".
"Más increíble todavía", añade, "los otros dos prosiguieron, cada vez más exhaustos, tambaleándose, agarrándose el uno al otro de modo que los dos se movían como uno solo, hasta que, al cabo de otros siete días, vieron primero los restos de una lata, luego una vaca y, por último, un pastor, que se mostró aún más incrédulo que ellos ante lo que parecía el espectáculo de fantasmas".
"Fue la salvación para ellos y para todos sus amigos, que aún vivían después de setenta y dos días en la montaña", escribe. El Papa recuerda que en 2022, con motivo del 50 aniversario del desastre, uno de los supervivientes, Gustavo Zerbino, que tenía 19 años en el momento del accidente, le escribió en nombre de todos ellos.
"En la montaña habían formado una comunidad unida y habían trabajado codo con codo según los mismos valores de lealtad, amistad y solidaridad, que habían vivido en sus familias y en su parroquia", un vínculo, dice Francisco, que, en esas "circunstancias extremas, se sellaba cada noche con el rezo compartido del Rosario".
"Esos hombres y mujeres habían esperado juntos, con la fuerza y el apoyo de la oración y del trabajo en equipo –escribe el Papa–. En las condiciones más duras fueron testigos y profetas de una esperanza compartida. Y cuando todo terminó, incluso el dolor agonizante de las madres de los que no regresaron de aquella montaña, supieron, como nos muestra la Pascua, cómo trascenderse para convertirse en ejemplo de servicio a los demás, en nuestras acciones y en nuestras palabras", concluye.
Fuente: Religión en Libertad
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