jueves, 28 de octubre de 2021

Iba a misa para gustarle a un chico, pero se enamoró de la Iglesia y acabó como monja dominica

 


Iba a misa para gustarle a un chico, pero se enamoró de la Iglesia y acabó como monja dominica

Hermana Mary Martha, dominica de Nashville

La hermana Mary Martha habla de los caminos que Dios fue abriendo para mostrarle su vocación

Las dominicas de Nashville son uno de los fenómenos religiosos de Estados Unidos y también del mundo entero. Cada año reciben a numerosas jóvenes que están búsqueda y esta congregación ya supera los 300 miembros, la mayoría de ellas menores de 40 años.

Una de las “veteranas” es la hermana Mary Martha, que realizó sus votos perpetuos en 2008 y que es una de las religiosas que relata la historia de su vocación en la web de esta congregación de la familia dominica.

Su historia hacia la vida religiosa no tiene elementos muy extraordinarios pero si algunos pasos curiosos.

En primer lugar porque fue el interés en un chico lo que le acercó más a la Iglesia. Una vez en ella, dos hitos la invitaron a esta vocación: un artículo en la prestigiosa revista deportiva Sports Illustrated de una famosa jugadora de baloncesto que decidió dejar su carrera en la cima para irse a un convento; y por otro lado los niños a los que le enseñaba le fueron mostrando a su vez a ella que su vida debía dar un paso más.

“Crecí en Canadá, a una hora al este de Vancouver, en la Columbia Británica, pero me fui después de Scundaria para asistir a Christendom, una pequeña universidad católica en Virginia. Debo confesar que aunque crecí como católica, la fe no fue la principal influencia en mi decisión de asistir a la universidad”, recuerda la ahora religiosa.

A misa diaria para gustarle a un chico

De hecho, la hermana Mary Martha explica que una vez que llegó a dicha universidad empezó a “ir a misa todos los días solo para impresionar a un chico que me gustaba. Funcionó, pero también tuvo la consecuencia inevitable de profundizar mi fe”.

De este modo, las horas santas, las procesiones del Rosario, incluso las clases empezaron a cobrar para ella una importancia muy personal “ya que –asegura- sentí un inexplicable deseo de absorber todo lo católico”.

Como dato curioso, aquel chico que le gustaba es ahora un sacerdote y ella está en el convento.

Tras acabar sus estudios comenzó a enseñar en colegios. Pasó varios años trabajando tanto en la costa Este como en la Oeste de EEUU y finalmente se estableció en Delaware. Allí enseñaba a alumnos de Secundaria.

“Aprender fue divertido, pero nunca pude guardármelo para mí. La emoción de mostrar a los demás la belleza y la maravilla de todo eso hizo que me encantara enseñar, desde una época en la que, incluso en la escuela primaria, mis hermanos y hermanas eran alumnos reacios”, explica.



Mientras enseñaba intentaba formar también a sus alumnos en personas íntegras tanto académica como moral y espiritualmente. Pero recuerda: “poco sabía yo que al mismo tiempo Dios me estaba moldeando para una vocación dominica. Todos las señales estaban ahí, incluso en las escuelas donde enseñé: ¡Nuestra Señora del Rosario y Academia de Aquino!”.

El ejemplo de la deportista que lo dejó todo

En medio de todo esto se produjo un suceso que la tocó profundamente. “Recibí un artículo publicado en la revista Sports Illustrated. Se trataba de una mujer joven, una jugadora de baloncesto profesional internacional, que amaba lo que hacía, era buena en eso, tenía grandes amigos, familia, novios y dinero… todo. Pero para ella no era satisfactorio; ella lo dejó todo para unirse a una comunidad de clarisas de clausura. Para mí, fue un artículo muy inquietante de leer; había demasiadas similitudes".

"Con un acto de fe, cinco meses y una visita a Santa Cecilia más tarde, compré un boleto de ida a Nashville”, afirma.

Mary Martha pensaba que ir al sería un “acto de sacrificio”, una “completa renuncia al mundo”. Es más, asegura que pensó que “tendría que renunciar a mí misma para encajar en el molde de ‘hermana’: estirarme, encogerme, estrujarme a toda costa”.

Más que negarse a uno mismo, es descubrirse mejor

Pero no era así. “He llegado a aprender que la vida religiosa no se trata de negar o borrar nada, sino de desarrollar y descubrir quién soy realmente. Ahora estoy en el mismo lugar que mis antiguos alumnos, pero Dios es el maestro, formando toda mi persona y quitando los miedos y faltas que encubren la persona que soy”, confiesa.

Al hacer esto asegura haber tenido más “felicidad, libertad y energía de lo que jamás hubiera imaginado”.

“La ironía de entregarle toda tu vida a Dios en la vida religiosa es que Él te lo devuelve todo, ¡con interés! El sacrificio es real, pero Dios obra con la naturaleza y la enriquece con su gracia”, concluye su testimonio.

Fuente: Religión en Libertad

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