Ingeniero, con un futuro prometedor en la escena musical, tuvo que elegir entre Dios o la tentación
Eloi Chiramal con su familia.
La familia de Eloi siempre fomentó su vocación: desde la infancia frecuentaron las prácticas de devoción, su hermano mayor ya se comportaba como "todo un asceta" antes de entrar al seminario, incluso su padre cursó los primeros años antes de comprender que estaba llamado al matrimonio.
A sus 24 años, Eloi Chiramal prepara en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz sus estudios en Teología que le permitirán ser sacerdote. Procedente de la archieparquía siro-malabar de Thrissur (Kerala, India), el joven fue educado en una familia profundamente católica. Cuenta a Fundación CARF que la historia de su vocación comenzó precisamente gracias a su padre, Joby, que comenzó como él sus estudios en el seminario hasta que, tras cuatro años, supo que estaba llamado casarse con Princy, con quien tendría tres hijos.
Hoy, Eloi y su hermano mayor, Joel, cursan sus estudios en el seminario y su hermana pequeña, Christin, trabaja como analista.
La vocación no cogió a Eloi y Joel del todo por sorpresa. Además de conocer la historia de su padre y beneficiarse de su formación sacerdotal, toda la familia vivió un ambiente de devoción en el hogar desde que tiene uso de memoria, en el que se rezaba el rosario cada día, además de cumplirse devotamente con la asistencia a Misa y otras prácticas de piedad.
Pero si tuvo a alguien que le atrajese definitivamente a plantearse su vocación al sacerdocio, ese fue su hermano.
"Asceta por naturaleza, solía levantarse a las 3:30 de la mañana para rezar", cuenta Eloi.
Pero la vocación de su hermano no fue el único factor que influyó.
"Mi apego al altar comenzó cuando me seleccionaron para el coro de la iglesia para tocar el órgano. Como principiante y para evitar errores –era realmente famoso por cometerlos con frecuencia– empecé a ir media hora antes de la Misa y a salir media hora después para practicar más. Solía ensayar cada vez que podía. Fue precisamente durante ese tiempo cuando pensé en ser sacerdote. La música ya formaba parte de mi vida cuando empecé a recibir clases de violín", explica.
El primer paso lo dio su hermano mayor, al comunicar a su familia que quería ingresar en el seminario. Desde ese momento, su padre quiso que se tomara muy en serio la formación necesaria y Eloi, por su parte, decidió no hablar de la llamada que también él estaba sintiendo.
"Después de terminar mis estudios secundarios superiores (en el mismo año en que mi hermano completó su licenciatura en Matemáticas), mis padres me permitieron a mí también entrar en el seminario. Lo que implicaba seguir viviendo en mi ciudad, antes de cursar el grado de Filosofía", afirma.
Así, al ingresar en el seminario de la archidiócesis de Trichur el joven supo que también debía hacer junto a su hermano curso de grado antes de matricularse en el curso de Filosofía.
El camino hacia el éxito, despejado
"Entonces, después de un año de seminario menor y otro año de intensa formación espiritual, nuevamente por la gracia de Dios, comencé a estudiar Ingeniería Civil, una carrera de cuatro años. Fue en ese momento que Dios me otorgó un montón de oportunidades para aprender y mejorar tanto interna como externamente", admite.
Junto con su preparación para el seminario y la ingeniería, Eloi nunca abandonó el camino exigente de la música. Tampoco su vocación.
"Además de todos estos estudios, no debo olvidar agradecerle a Dios el don de la música. En aquellos días pude presentarme y aprobar el octavo grado de Violín, en el Trinity College de Londres. El mayor desafío al que me enfrenté en ese momento fue ver muchas oportunidades personales, todos los colores posibles de la vida delante de mí, un montón de opciones y posibilidades. Pero al final elegí a Dios", recuerda.
Esta última decisión no estuvo exenta de dificultades, tentaciones y renuncias.
La carrera musical de Eloi parecía no tener más barreras que las que él mismo quisiese poner. Tanto que incluso fundó con sus mejores amigos una banda que apuntaba a una inminente profesionalización: tenían talento, contaban con un productor, tenían página en redes sociales, incluso estaban diseñando una portada oficial de la agrupación. El camino al éxito parecía estar totalmente despejado.
Fue entonces cuando los integrantes del proyecto pidieron el compromiso que exigía la profesionalización. Y llegó el turno de Eloi, convencido de que "una vez que las cosas se califican como profesionales, es difícil dar marcha atrás".
Escucha aquí la historia completa de Eloi Chiramal. Puedes hacerlo en español activando los subtítulos en "ajustes".
Esperando escuchar la voluntad de Dios, llegó San Agustín
"Cosas que pensaba que eran una invitación a algo bueno ahora sí resultaban tener sabor a ‘tentación’. Aún no me planteaba bien cómo me estaba llamando Dios y a dónde, pero eso de la música como algo profesional hizo que se volviera más fuerte la llamada para continuar el camino que ya había escogido. Cuando discutí esto con mi director espiritual me dijo que esperara hasta escuchar la voluntad de Dios", recuerda.
Pero esta no se hizo esperar, aunque se le presentase como "el camino más extraño" en el que Dios podía mostrar su amor.
Él recuerda aquel momento como una simple casualidad. Estaba leyendo el comentario de San Agustín al Evangelio de Juan, concretamente la aparición de Jesús en la habitación cerrada de los apóstoles: "Aquel que entró en el vientre de su Madre sin perder su virginidad, es posible que entre en el cuarto sin abrir la puerta".
Aquella reflexión le dejó, en un primer momento, fascinado.
"Pero después comencé a reflexionarlo para mi vida. Las oportunidades que Él quiere que aproveche pueden entrar en mí, aunque yo cierre todas las puertas a esas oportunidades", exclamó.
Pronto sería consciente de cómo aquellas palabras se hicieron realidad en su vida.
Amigos, música, familia... ¿qué estaba dispuesto a dejar?
"No sé cómo explicarlo. Esos días ardía en mi interior el `no´ firme que iba a dar a mis mejores amigos y al sueño de la música. Todavía recuerdo esa noche cuando salí solo de la habitación de nuestro teclista con los ojos llorosos, diciendo que ya no tocaba más en la banda. Y también fue doloroso ver el cartel de la nueva banda la semana siguiente sin mí", recuerda.
Con la misma rotundidad con que dejó la banda, también dejó el estudio de violín, ante la incomprensión de sus amigos y maestros.
Banda de música de Eloi.
Una banda de música a punto de profesionalizarse, compuesta por sus mejores amigos, fue solo una de las renuncias que tuvo que asumir Eloi para seguir su vocación. No se arrepiente de nada.
En su interior, Eloi sabía que no había dejado la música para siempre, pero necesitaba disfrutar de la espera hasta que Dios le hiciese saber su voluntad sobre cómo utilizar el don que le había dado. Y, por encima de la música, no dudaba que estaba su vocación, por la que estaba dispuesto "a perderlo todo", aunque esta lógica pareciese "inexplicable a los demás".
Pero en su vida, la música no era su único apego. Y Eloi debía afrontar una última prueba antes de comenzar su formación.
Como un joven con vocación y hermano menor de un seminarista, no pocos familiares, amigos y conocidos les preguntaron qué sería de sus padres si entraban los dos al seminario.
"Siempre respondíamos que Dios los cuidará", afirma. Pero lo que comenzó siendo una duda se convirtió en "una pregunta de verdad" cuando su hermana fue admitida a un máster en Ciencias de la Computación muy lejos de su hogar. Para Eloi, que sus padres debiesen enfrentar la soledad ya no era una simple hipótesis.
"Dios nunca ha dejado de bendecirme"
"Los momentos de oscuridad me llevaron a pensar que si deberé cuidar a los muchos que Dios me confiará, entonces Dios cuidará de las vidas que me han cuidado a mí, como son mis padres. Y ahora, con todo mi empeño, puedo repetir la misma respuesta de siempre: estoy seguro de que Dios se ocupará de ellos", recuerda confiado.
"Cuatro hermosos años después", Eloi comenzó su curso de Filosofía en el Seminario Mayor de Marymatha, en Trichur, sintiéndose cada vez más convencido de la decisión que había tomado.
"Incluso llegué a decirme a mí mismo que si no hubiera sido por los estudios civiles de ingeniería, antes de empezar la formación sacerdotal, quizás no hubiera entrado en el seminario. Dios nunca ha dejado de bendecirme", afirma.
Actualmente, Eloi cursa sus estudios desde Roma gracias a la ayuda prestada por la Fundación CARF y afirma convencido que para que Dios labre en él "al mejor sacerdote, este es el mejor camino".
"Rezo y les pido oraciones para que me dé el valor para enfrentarme con las dificultades de mi camino", concluye.
Eloi en el seminario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario