jueves, 5 de enero de 2023

Messori evoca a Ratzinger: «Nunca he conocido a un hombre tan bueno, tan disponible, tan humilde»

 


Messori evoca a Ratzinger: «Nunca he conocido a un hombre tan bueno, tan disponible, tan humilde»

Cardenal Ratzinger con Vittorio Messori.

El cardenal Ratzinger con Vittorio Messori, en la época en la que preparaban el 'Informe sobre la fe'.

Se reían de Vittorio Messori cuando dijo que quería entrevistar al cardenal Joseph Ratzinger, a la sazón prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, por su carácter retraído y su entrega total a su trabajo.

Aquella entrevista, sin embargo, tuvo lugar, y no solo daría lugar a la publicación del Informe sobre la fe, uno de los libros religiosos más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, sino a la buena amistad entre ambos. Riccardo Cascioli, director de La Nuova Bussola Quotidiana, ha entrevistado al periodista italiano para recordar aquellos tiempos y también su encuentro con el que ya era Papa emérito:



Riccardo Cascioli, junto a Vittorio Messori en un acto de 2019.

“Nunca he conocido una persona tan buena y humilde”. Vittorio Messori recuerda así a Joseph Ratzinger, el Papa emérito Benedicto XVI, pocas horas después de su muerte. Al teléfono desde su casa de Desenzano sul Garda, convertida ahora en eremitorio tras la muerte el pasado 16 de abril de su esposa Rosanna, Messori recorre sintéticamente las etapas de su amistad con Ratzinger, iniciada en 1984 cuando insistió en hacerle una entrevista que se convertiría luego en el Informe sobre la fe, un libro que “hizo mucho ruido en todo el mundo”.

La "bomba"

La primera edición (en Paulinas) salió en 1985 y fue una auténtica bomba: era la primera vez que un prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe hablaba con un periodista y aquél era asimismo el año del Sínodo de los obispos, llamado a reflexionar sobre el Concilio Vaticano II a los veinte años de su clausura. Ratzinger formuló juicios muy claros sobre todas las temáticas más calientes del postconcilio, desde la concepción de la Iglesia, la liturgia, el drama de la moral o la crisis del sacerdocio, hasta la Teología de la Liberación y el ecumenismo.

Las reacciones, como se puede imaginar, fueron violentas por parte del ala progresista y de los teólogos de moda, que ya habían digerido mal el pontificado de Juan Pablo II, que arrancó en 1978. Precisamente Wojtyla fue quien en 1981 quiso junto a él a un reticente Ratzinger, en una relación que siempre fue muy estrecha, y aquel libro puede también ser considerado como un manifiesto de aquel pontificado.

“Me tomaban el pelo”, cuenta Messori, “cuando decía que iba a hacer una entrevista al cardenal Ratzinger. En la Congregación para la Doctrina de la Fe decían que no lo conseguiría, que él no salía nunca de la Congregación. Por otra parte, también tenía fama de ser muy cerrado y poco hablador. Yo sin embargo insistí y finalmente nos recluimos en la montaña durante tres días junto a dos religiosas alemanas que nos preparaban la comida”.

Fue en Bressanone, en el seminario local, en agosto de 1984. Allí nació el libro que supondría un evento de gran importancia para la Iglesia.

Un hombre "bueno, disponible y humilde"

Probablemente, la confianza que el cardenal Ratzinger tuvo con él se debe a Hipótesis sobre Jesús, escrito por Messori en 1976, que tuvo un éxito mundial y sigue siendo muy leído. El hecho es que Ratzinger se abre completamente en Informe sobre la fe. “Tuve la convicción de estar ante un hombre que buscaba cualquier cosa menos esconderse o escabullirse”, continúa Messori: “Lo que me sorprendía era que le hacía las preguntas más embarazosas, pensando que evitaría responder, y sin embargo respondía”.



Ratzinger y Messori.

Una conversación de tres días que dio dos frutos: un libro y una amistad.

“De aquello nació una auténtica amistad. Cada vez que iba a Roma nos veíamos e íbamos a comer a un restaurante. Y pude confirmar que nunca he conocido a un hombre tan bueno, tan disponible, tan humilde. Me confiaba su sufrimiento por haber sido llamado a Roma como cabeza de la Congregación para la Doctrina de la Fe: ‘Lo que más me amarga’, me decía, ‘es tener que controlar el trabajo de mis colegas, que se dedican a la teología. A mí me gustaba ser profesor, estar con los alumnos. Cuando me llamaron a Roma para hacer este trabajo, lo acepté por obediencia, pero para mí fue un sufrimiento’”.

En realidad ya había sufrido cuando Pablo VI decidió en 1977 nombrarle arzobispo de Múnich y Frisinga, “una de las realidades más difíciles para los católicos”. “Le sorprendió mucho aquel nombramiento”, recuerda Messori, citando las confidencias de Ratzinger: “Fue su primer sufrimiento, su primera obediencia. Después de aquello, pensaba poder dejar esa tarea y volver a la universidad, y sin embargo llegó Juan Pablo II y se lo llevó a Roma, para una carga aún más pesada. Pero obedeció hasta el fondo, fue siempre un hombre dispuesto a obedecer a lo que se le pedía”.

Una obediencia ciertamente dolorosa: “Por tres veces pidió a Juan Pablo II que le permitiese renunciar. Pero él le dijo que no. Ratzinger quería volver a sus libros, a la universidad, a los estudiantes”. Y fue llamado nada menos que al papado en abril de 2005.

La llamada del Papa emérito

¿Y esa imagen de hombre rígido, censor y controlador implacable de todo pensamiento libre en la Iglesia? “Él se sonreía cuando le acusaban de controlarlo todo. En realidad jamás intervino con dureza contra nadie”, replica Vittorio Messori, y añade: “Conociéndole, estoy tan convencido de que ha ido directamente al Paraíso que no rezo por él, sino que le rezo por mí. Estoy segurísimo de que ha ido al Cielo, no rezaré por él, sino que desde hoy lo añado como un santo al que rezar para que me ayude. Él no me necesita".

Benedicto XVI y Vittorio Messori.


Un cordial saludo de Joseph Ratzinger, ya Benedicto XVI, a Vittorio Messori.

¿Cambió algo tras la renuncia de 2013? “Hay una anécdota por la cual le quise aún más”, responde Messori esbozando una sonrisa al evocarla: “Cuando se retiró, yo no quise molestarle más. Pero un buen día, un año y medio después, me llamó su secretario diciendo que a Su Santidad le gustaría volver a verme. Por supuesto, al día siguiente partí para Roma, y en seguida me recibió e hizo algo muy raro en él: me dio un beso cuando me abrazó, no creo que lo haya hecho muchas veces. Luego me pidió que me acomodara y me dijo: ‘Mire, tenía gana de verle y de charlar un poco con usted, pero, por favor, olvídese de que es periodista’. Y, en efecto, yo no le pregunté nada, fue él quien me hizo muchas preguntas: sobre lo que estaba pasando en la Iglesia, mis impresiones sobre el nuevo Papa, etc. Escuchó con atención. Al final, no me dijo nada, solamente ‘Yo seguiré rezando’”.

El primado de la oración es, sin duda, el legado más importante que nos deja, pero además está esa enorme cantidad de escritos y discursos que habría que releer uno a uno porque siguen siendo actuales. Empezando por aquel Informe sobre la fe, la entrevista concedida a Vittorio Messori, quien, en efecto, dice: “Es sorprendente releer hoy aquellas respuestas de hace casi cuarenta años. Siguen siendo dramáticamente actuales”.

Fuente: Religiòn en Libertad

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