Aburrido tras más de una hora viendo rezar a otros, pidió una prueba: «De golpe, un calor enorme»...
Jean-David pidió una prueba de la existencia de Dios y la recibió al instante.
Jean-David no tenía amigos católicos ni quería tenerlos: les miraba con prejuicios y no le caían bien. Por su parte, no era muy feliz: “Sentía una gran violencia interior, una violencia hacia mí mismo que no conseguía controlar. Sufría enormemente”.
La invitación
Todo cambió en agosto de 2016, en una temporada en la que no tenía nada que hacer y se aburría profundamente: “Alguien me habló de un festival católico y me dije: ¿por qué no?” La oferta le pareció atractiva, pensando en “hacer amigos y tomar unas cervezas por la tarde”.
Se trataba de una gran reunión de jóvenes en Paray-le-Monial, en el centro de Francia, en cuyo convento de la Visitación habían tenido lugar las apariciones del Sagrado Corazón de a Santa Margarita María de Alacoque (1647-1690) y donde hoy realiza frecuentes retiros la Comunidad del Emmanuel.
Así pues, acudió, pero los primeros días “fue duro”: “Rezaban, todo el día estaba lleno de oraciones… Yo no comprendía nada y además aquello no me interesaba. Pero comencé a hacer muy buenos amigos con esos chicos, que eran muy simpáticos… ¡aunque la verdad es que estábamos mucho tiempo en el bar!"
Lo que había empezado torcido para sus intereses, empezó a convertirse en "una muy buena semana", aunque sus prioridades no habían cambiado: "Todo lo que era espiritual me enojaba”.
Pedir una prueba... y recibirla
“Una tarde, durante un vigilia de oración, había más de mil personas rezando. Yo era el único que solamente miraba y me decía: ¿qué estoy haciendo aquí? Porque era duro, y el acto duraba dos horas. Yo no sabía qué hacer”.
Llevaba más de una hora aburriéndose -confiesa-, cuando de repente se le ocurrió dirigirse a ese Jesús al que rezaban los demás, aunque “no sabía muy bien quién era”: “Dios, posiblemente existas, me digo a mí mismo que quizás existes. En ese caso, múestrame algo de forma concreta, porque no comprendo nada de mi vida".
"Pedí que se manifestase verdaderamente, concretamente”, insiste, y “de golpe”, sucedió lo que cuenta a Découvrir Dieu: “No sé cómo explicarlo. Sentí primeramente un calor enorme que venía sobre mí e inmediatamente después una mezcla de alegría y de tristeza. Empecé a llorar y me tapé la cara con un folleto porque me daba vergüenza”.
Aquello duró un par de minutos, aunque no sabe decirlo con exactitud: “Enseguida me di cuenta de que algo había pasado. No sabía qué, ni cómo, ni de Quién, pero yo había pedido una prueba y la había recibido”.
Alguien con quien puedes contar
El resto de la semana y del mes, Jean-David se quedó en Paray-le-Monial, donde terminó de descubrir el perdón y el amor de Dios: “Descubrí que Jesús me perdonaba todo lo que yo había hecho, todas las cosas que yo consideraba malas en mi vida, todo lo que yo había sufrido y lo que había hecho sufrir a los demás. Y descubrí, sobre todo, que Él me amaba. Que era un amigo que me decía: puedes contar conmigo”.
Cuando regresó a su existencia cotidiana tras ese mes de retiro, su vida “no cambió de la noche a la mañana”, pero sí empezó a ver a Jesucristo como alguien que no iba ya a fallarle nunca. Y ahí ha estado: “En los momentos tristes de mi vida y en los momentos alegres. Desde aquel momento intento vivir la vida con Jesús. No todo es perfecto, pero Él está a mi lado”.
Fuente: Religión en Libertad
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