En 2020 Rialp ha publicado Antiespecista: la nueva ideología (en francés, L'imposture antispéciste), de la periodista francesa Ariane Nicolas, que suele escribir en una revista de divulgación filosófica llamada Philosophie Magazine que se vende en los quioscos.
El antiespecismo es una ideología que, advierte la autora, "amenaza directamente todo un conjunto de actividades humanas, entre ellas la profesión de carnicero, aunque también la de quesero o apicultor, por mencionar sólo los alimentos". Al antiespecista no le molesta sólo el maltrato o el abuso al animal, le molesta que el hombre se aproveche de bienes del animal:
- el consumo de carne, pescado, huevos o lácteos
- la caza, el uso de pieles y cueros
- la experimentación con animales
- los zoos, circos y corridas de toros
- y hasta los animales de compañía.
Portada del libro Antiespecista de Ariane Nicolas
El antiespecismo proclama que los animales no deben ser manipulados, ni matados, ni comercializados ni domesticados. Sus militantes son veganos, en el sentido de que rechazan incluso materias animales que se obtienen sin letalidad, como la miel, huevos o leche. Para compensar la escasez de proteínas, recurren al tofu, la soja y las setas. Para los pasteles usan puré de guisantes en vez de huevos. Las "salchichas" se hacen de tofu y zanahoria. El "queso" de leche de almendras o nueces.
Es un activismo mucho más exigente que el del vegetariano, porque afecta al modo de vestir, de desplazarse, de decorar, etc...
Bases filosóficas... y activistas en TV
Su primera fuente filosófica es el libro de 1975 "Liberación animal", del filósofo activista Peter Singer. En 1991 nació en Francia la revista Les Cahiers antiespécistes, y recientemente han cobrado fuerza el manifiesto Antiespéciste (2017), del periodista Aymeric Caron, que sabe colocarse en televisión, y La Révolution antiespeciste de 2018.
El periodista Aymeric Caron, frecuente en las televisiones, ha popularizado el antiespecismo entre cierto público
Los antiespecistas buscan la simpatía de las personas espantadas por los vídeos que muestran una industria alimentaria cruel en la que "las vacas ya no ven una brizna de hierba antes de ser sacrificadas y en el que los pollos no tienen más que un centímetro cuadrado libre para moverse en el gallinero".
Los científicos además cada año descubren novedades sobre el complejo comportamiento animal, y nadie podría hablar de ellos como "mecanismos y relojes", que era lo que decía Descartes en el Barroco.
Por último, en Internet y redes sociales se alienta la imagen de estar a la última y ser "sano" y "virtuoso-ostentoso" (virtue signalling), y el antiespecismo lo explota.
El paso a la violencia
Pero a partir de cierto momento, una rama del antiespecismo empezó a recurrir a la violencia contra granjas y carnicerías. En 2018, 18.000 carniceros y charcuteros franceses reclamaron protección de las autoridades frente a las agresiones físicas.
Los antiespecistas también radicalizaron su lenguaje: matar animales para comer sería un «asesinato alimentario», inseminar a una vaca se considera una «violación», y quien los coma, es un cómplice criminal. Todo ello buscar dotar a los animales de derechos políticos. Pero hacer "libres" a animales que no tienen libre albedrío es un sinsentido filosófico.
Un ejemplo de activistas antiespecistas de Cataluña en vídeo
Además, dentro de los antiespecistas nacen todo tipo de experimentos raros. Los libros 'La vida secreta de los árboles', de Peter Wohlleben y 'La Vida de las plantas' de Emanuele Coccia quieren incorporar los vegetales a este activismo. Y hay quienes tratan de convertir a los animales depredadores en animales vegetarianos, con nefastos resultados.
Ariane Nicolas critica al menos 3 cosas a los antiespecistas:
- su retórica a base de sentencias e imposiciones, sin verdadero fundamento
- su radicalidad que quiere releer todo el pasado y todo nuestro modo de vida
- y que prefieren la relación con las máquinas a la relación con los animales, lo que no deja de ser un antihumanismo (mezclado con el transhumanismo puede ser peligroso)
De fondo, denuncia el peligro de disolver a los hombres «en la cadena indiferenciada de los animales no humanos».
Una antiespecista en una manifestación
¿La solución es una ética estoica de la atención?
A la autora no le convence la "ética de la consideración" de Peter Singer, porque al final es utilitarista, y el utilitarismo no cree en el alma, sólo en usar moléculas.
Ella propone una "ética de la atención", de origen estoico, que toma del filósofo Pierre Hadot, con "una vigilancia y presencia mental continuas, una autoconciencia siempre despierta". Atento al otro (también al animal), se logra establecer vínculos.
La autora reconoce la necesidad de cuidar nuestro mundo, de cultivar con sabiduría la tierra y los animales.
Ella aceptaría una serie de propuestas:
- prohibir la cría de animales para obtener su piel y las granjas industriales,
- prohibir la mutilación estética de animales,
- prohibir los mamíferos salvajes en circos y zoológicos,
- prohibir que los caballos de montar no vayan al matadero,
- prohibir la caza de animales introducidos de forma artificial.
Pero, en el fondo, la autora cree que el hombre necesita relacionarse con los animales, no aislarse de ellos como exigen los antiespecistas.
"La crisis ecológica contemporánea debe hacer que forjemos auténticos vínculos con los animales, vínculos que la locura del capitalismo de mercado y la tecnología alienante han destruido casi por completo", propone.
René Girard y la violencia
El libro no recurre casi nunca a pensadores de la tradición cristiana, con la excepción del filósofo René Girard, que resulta atractivo para la autora, por su explicación de la violencia en el ser humano y de los mecanismos religiosos para reducirla mediante el sacrificio. Las utopías antiespecistas ("cuando respetemos a todas las especies, dejaremos de ser violentos entre nosotros") sabe que no son factibles.
Y añade ella: "nadie sabe, en nuestras sociedades en las que la religión tiende a desvanecerse, lo que sucederá con la violencia 'esencial' [propia del hombre] dentro de algunos decenios. El aumento del poder de los gobiernos autoritarios y las múltiples crispaciones identitarias, que afectan a los países occidentales desde hace algunos años, imponen cuanto menos cierta discreción".
Fuente: Religión en Libertad
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