Un sábado, sucedió que, habiendo ido Jesús a casa de uno de los jefes de los fariseos para comer, ellos le estaban observando. Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo una parábola: «Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: ‘Deja el sitio a éste’, y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto. Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: ‘Amigo, sube más arriba’. Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado»
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«Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos...»
Rev. D. Josep FONT i Gallart
(Getafe, España)
Hoy, ¿os habéis fijado en el inicio de este Evangelio? Ellos, los fariseos, le estaban observando. Y Jesús también observa: «Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos» (Lc 14,7). ¡Qué manera tan diferente de observar!
La observación, como todas las acciones internas y externas, es muy diferente según la motivación que la provoca, según los móviles internos, según lo que hay en el corazón del observador. Los fariseos —como nos dice el Evangelio en diversos pasajes— observan a Jesús para acusarlo. Y Jesús observa para ayudar, para servir, para hacer el bien. Y, como una madre solícita, aconseja: «Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto» (Lc 14,8).
Jesús dice con palabras lo que Él es y lo que lleva en su corazón: no busca ser honrado, sino honrar; no piensa en su honor, sino en el honor del Padre. No piensa en Él sino en los demás. Toda la vida de Jesús es una revelación de quién es Dios: “Dios es amor”.
Por eso, en Jesús se hace realidad —más que en nadie— su enseñanza: «Se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres (…). Por eso Dios lo exaltó y le dio el nombre que está por encima de todo nombre» (Flp 2,7.9).
Jesús es el Maestro en obras y palabras. Los cristianos queremos ser sus discípulos. Solamente podemos tener la conducta del Maestro si dentro de nuestro corazón tenemos lo que Él tenía, si tenemos su Espíritu, el Espíritu de amor. Trabajemos para abrirnos totalmente a su Espíritu y para dejarnos tomar y poseer completamente por Él.
Y eso sin pensar en ser “ensalzados”, sin pensar en nosotros, sino sólo en Él. «Aunque no hubiera cielo, yo te amara; aunque no hubiera infierno te temiera; lo mismo que te quiero te quisiera» (Autor anónimo). Llevados solamente por el amor.
Canadá da a conocer los millones que se ahorra con la eutanasia en vez de los cuidados paliativos
Aunque envuelta en la retórica de la compasión y los "derechos", la eutanasia y el suicidio asistido son un medio para el Estado de ahorrarse costes en las sociedades envejecidas. Un informe canadiense le pone cifras concretas. C-7 es la ley que quiere ampliar los supuestos del suicidio asistido.
Aunque envuelta en la retórica de la compasión y los "derechos", la eutanasia y el suicidio asistido son un medio para el Estado de ahorrarse costes en las sociedades envejecidas. Un
Los gobiernos que impulsan la eutanasia aducen razones compasivas o reivindicativas de derechos, pero lo único verificable es el dinero que se ahorran: la eutanasia o el suicidio médicamente asistido son mucho más baratos que los cuidados paliativos. Canadá ha echado esas cuentas, como cuenta Caterina Giojelli en Tempi:
¿La verdad sobre la eutanasia? La ha escrito muy bien, negro sobre blanco, Canadá, agitando la bandera de la compasión y mandando a la muerte a los más débiles, los inactivos, a los que están medio muertos, porque eso permite ahorrar. Así de fácil. Desde la legalización del suicidio asistido en junio de 2016, el Estado no ha tenido que dilapidar más de 66 millones de dólares en cuidados médicos o paliativos. Y apunta a ahorrar mucho más ahora que los defensores de la buena muerte han clamado para extender el MAID (Medical Assistance in Dying [Asistencia Médica en la Muerte]) -que equipara el acto de proporcionar la muerte a un enfermo a ocuparse de su vida hasta el final- a quien no sufre patologías letales.
Utilizando a Roger y los pacientes del Hospice
¿Se acuerdan del caso de Quebec? Todo empezó aquí, cuando el Tribunal Supremo echó por tierra una ley y el Parlamento Federal se dedicó rápidamente a eliminar la mayor parte de los requisitos obligatorios para poder obtener el suicidio asistido y extenderlo a todos los discapacitados, porque "tener una discapacidad es peor que la muerte".
¿Y el caso de Ontario? En este caso se fomentó el MAID entre las personas no enfermas de cáncer para que puedan "dejar una herencia", donando sus órganos como si fueran piezas de recambio para la sociedad de los sanos.
¿Y el de Alan Nichols? A los 61 años no tenía ninguna patología que le incapacitara, no era un enfermo terminal, solo sufría de depresión.
¿Y Roger Foley? Afectado por una patología neurodegenerativa, el hospital y el gobierno le dan dos alternativas: pagar más de 1.500 dólares al día por los cuidados que necesita, cifra que no puede permitirse, o "recurrir gratuitamente al suicidio asistido" ("Pero yo quiero vivir, no quiero morir").
¿Y el de la Delta Hospice Society? El gobierno le ha retirado los fondos públicos a esta pequeña realidad que se dedica al cuidado paliativo porque se ha negado a asesinar con eutanasia a sus pacientes: "Estamos conmocionados. Lo hacen por dinero: la eutanasia cuesta menos que nuestros cuidados paliativos".
Con la nueva ley se ahorran hasta cien millones
Verdad. Según el nuevo presupuesto, publicado el 20 de octubre en aras de la transparencia y la responsabilidad, los costes sanitarios para cuidar de los pacientes en el último año de su vida son "desproporcionadamente altos": estos pacientes representan solo el 1% de la población, pero del 10 al 20% de los costes sanitarios totales. Ciertamente, advierten los diputados, "este informe no debería sugerir de ningún modo que se use el MAID para reducir los costes sanitarios".
Ahorro estimado por el gobierno canadiense para 2021 con la ampliación de la ley de la eutanasia y el suicidio asistido. Las cifras están dadas en dólares canadienses (1 dólar canadiense = 0,76 dólares USA = 0,64 euros, cambios a fecha del artículo). Fuente: Cost estimate for Bill C-7 "Medical Assistance in Dying", un documento de la Oficina Presupuestaria del Parlamento.
Sin embargo, haciendo una estimación -en base a la ley vigente- sobre los 6465 suicidios asistidos realizados, en 2021 el presupuesto sanitario podría beneficiarse de un ahorro equivalente a 86,9 millones de dólares canadienses. Todo gracias a los muertos.
El ahorro se calcula descontando del presupuesto global (182,1 millones) los costes de los cuidados paliativos de estas 6465 personas (72,8 millones) y los costes necesarios para ayudarlas a morir, una cifra muy inferior (22,3 millones). (Ver tabla de la izquierda.)
Y esto no es todo: la nueva ley que surge del "caso Quebec", que amplía aún más el acceso a la eutanasia, se traducirá en otras 1164 muertes y un ahorro añadido de 62,0 millones, lo que significa un ahorro total de 149,0 millones de dólares canadienses (112,82 millones de dólares USA = 95,93 millones de euros). (Ver tabla de la derecha.)
Costes considerados "irrelevantes" por los diputados. Que están ya listos para volver a convocar la asamblea a fin de retomar el camino de la nueva ley sobre el suicidio asistido bloqueado por la pandemia.
Un sábado, Jesús fue a casa de uno de los jefes de los fariseos para comer, ellos le estaban observando. Había allí, delante de Él, un hombre hidrópico. Entonces preguntó Jesús a los legistas y a los fariseos: «¿Es lícito curar en sábado, o no?». Pero ellos se callaron. Entonces le tomó, le curó, y le despidió. Y a ellos les dijo: «¿A quién de vosotros se le cae un hijo o un buey a un pozo en día de sábado y no lo saca al momento?». Y no pudieron replicar a esto.
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«¿Es lícito curar en sábado, o no?»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
Hoy fijamos nuestra atención en la punzante pregunta que Jesús hace a los fariseos: «¿Es lícito curar en sábado, o no?» (Lc 14,3), y en la significativa anotación que hace san Lucas: «Pero ellos se callaron» (Lc 14,4).
Son muchos los episodios evangélicos en los que el Señor echa en cara a los fariseos su hipocresía. Es notable el empeño de Dios en dejarnos claro hasta qué punto le desagrada ese pecado —la falsa apariencia, el engaño vanidoso—, que se sitúa en las antípodas de aquel elogio de Cristo a Natanael: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño» (Jn 1,47). Dios ama la sencillez de corazón, la ingenuidad de espíriTexto del Evangelio (Lc 14,1-6):
Un sábado, Jesús fue a casa de uno de los jefes de los fariseos para comer, ellos le estaban observando. Había allí, delante de Él, un hombre hidrópico. Entonces preguntó Jesús a los legistas y a los fariseos: «¿Es lícito curar en sábado, o no?». Pero ellos se callaron. Entonces le tomó, le curó, y le despidió. Y a ellos les dijo: «¿A quién de vosotros se le cae un hijo o un buey a un pozo en día de sábado y no lo saca al momento?». Y no pudieron replicar a esto.
«¿Es lícito curar en sábado, o no?»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
Hoy fijamos nuestra atención en la punzante pregunta que Jesús hace a los fariseos: «¿Es lícito curar en sábado, o no?» (Lc 14,3), y en la significativa anotación que hace san Lucas: «Pero ellos se callaron» (Lc 14,4).
Son muchos los episodios evangélicos en los que el Señor echa en cara a los fariseos su hipocresía. Es notable el empeño de Dios en dejarnos claro hasta qué punto le desagrada ese pecado —la falsa apariencia, el engaño vanidoso—, que se sitúa en las antípodas de aquel elogio de Cristo a Natanael: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño» (Jn 1,47). Dios ama la sencillez de corazón, la ingenuidad de espíritu y, por el contrario, rechaza enérgicamente el enmarañamiento, la mirada turbia, el ánimo doble, la hipocresía.
Lo significativo de la pregunta del Señor y de la respuesta silenciosa de los fariseos es la mala conciencia que éstos, en el fondo, tenían. Delante yacía un enfermo que buscaba ser curado por Jesús. El cumplimiento de la Ley judaica —mera atención a la letra con menosprecio del espíritu— y la fatua presunción de su conducta intachable, les lleva a escandalizarse ante la actitud de Cristo que, llevado por su corazón misericordioso, no se deja atar por el formalismo de una ley, y quiere devolver la salud al que carecía de ella.
Los fariseos se dan cuenta de que su conducta hipócrita no es justificable y, por eso, callan. En este pasaje resplandece una clara lección: la necesidad de entender que la santidad es seguimiento de Cristo —hasta el enamoramiento pleno— y no frío cumplimiento legal de unos preceptos. Los mandamientos son santos porque proceden directamente de la Sabiduría infinita de Dios, pero es posible vivirlos de una manera legalista y vacía, y entonces se da la incongruencia —auténtico sarcasmo— de pretender seguir a Dios para terminar yendo detrás de nosotros mismos.
Dejemos que la encantadora sencillez de la Virgen María se imponga en nuestras vidas.tu y, por el contrario, rechaza enérgicamente el enmarañamiento, la mirada turbia, el ánimo doble, la hipocresía.
Lo significativo de la pregunta del Señor y de la respuesta silenciosa de los fariseos es la mala conciencia que éstos, en el fondo, tenían. Delante yacía un enfermo que buscaba ser curado por Jesús. El cumplimiento de la Ley judaica —mera atención a la letra con menosprecio del espíritu— y la fatua presunción de su conducta intachable, les lleva a escandalizarse ante la actitud de Cristo que, llevado por su corazón misericordioso, no se deja atar por el formalismo de una ley, y quiere devolver la salud al que carecía de ella.
Los fariseos se dan cuenta de que su conducta hipócrita no es justificable y, por eso, callan. En este pasaje resplandece una clara lección: la necesidad de entender que la santidad es seguimiento de Cristo —hasta el enamoramiento pleno— y no frío cumplimiento legal de unos preceptos. Los mandamientos son santos porque proceden directamente de la Sabiduría infinita de Dios, pero es posible vivirlos de una manera legalista y vacía, y entonces se da la incongruencia —auténtico sarcasmo— de pretender seguir a Dios para terminar yendo detrás de nosotros mismos.
Dejemos que la encantadora sencillez de la Virgen María se imponga en nuestras vidas.
Se lanzó al mar, rescató a 7 niños y exhausto murió: camina hacia los altares por una vía especial
El hermano Pedro Manuel Salado con algunos de los niños de la escuela que dirigía en Ecuador
La playa de Castelnuovo, Atacames, en Ecuador, fue el lugar donde entregó su vida el hermano Pedro Manuel Salado el domingo 5 de febrero de 2012.
Tenía que ser un día de diversión y tranquilidad con los niños del Hogar de Nazaret.
Habían estado en misa. Él, gaditano, devoto de la Virgen del Carmen (llevaba su escapulario) había podido comulgar y rezar ante su imagen en la parroquia de Atacames.
"El mar se echó para atrás"... y se llevó a los niños
"El agua se metió para dentro, el mar se echó para atrás. Los niños más pequeños, con 8 y 9 años, se veían casi en alta mar, detrás de las boyas de seguridad. Así lo cuentan ellos", explica a Misión la Hermana Consuelo, del Hogar de Nazaret.
Al parecer, la causa fue un pequeño maremoto. "La agencia de geosísmica había dado algún aviso de riesgo sísmico, pero casi no se publicó, y en la playa no había bandera roja. De hecho, no había ni viento".
El sacerdote Manuel Jiménez cuenta que el hermano Pedro Manuel no era un gran nadador. "Nadaba normal. Le gustaba enseñar a nadar a los niños porque sabía que el mar era peligroso. Era precavido. Yo estuve con él algunas veces en la playa y me regañaba: 'Manuel, cuidado, que el agua es traicionera'. Pero en aquel momento se lanzó a rescatar a los chicos".
Exhausto y ahogándose, insistía en volver al agua
Pedro Manuel nadó para sacar a cada chaval. Primero recuperó a uno, después a otro, y a otro, y a otro, con gran esfuerzo.
Un socorrista se acercó y un hombre le aportó una tabla de surf. Él volvía una y otra vez a meterse en el agua.
Una ola le arrebató a los dos últimos niños. Él los persiguió y logró, ya agotado, colocarlos en la tabla. El socorrista se los llevó y volvió a por el religioso, que estaba exhausto y se ahogaba.
Lo llevaron a la orilla. Le dijeron que había salvado a los 7 niños, que estaban todos bien. Y entonces murió.
En febrero de 2020 se inauguró este monumento en la playa de los hechos y acudieron 5 de los muchachos a los que salvó el Hno. Pedro
Un nuevo tipo de santo: la entrega de vida
En 2017 el Papa Francisco anunció con el motu proprio ‘Maiorem hac dilectionem’ (2017) una nueva vía para canonizar santos: la de la entrega de la vida. Además de haber llevado a cabo una vida virtuosa en nivel heroico, el difunto deberá haber realizado una “oferta libre y voluntaria de la vida y la heroica aceptación ‘propter caritatem’ de una muerte segura y en el corto plazo”.
Esta es la vía por la que se ha iniciado el proceso de beatificación del hermano Pedro.
¿Sabía él que se enfrentaba a "una muerte segura" o simplemente no calculó bien sus fuerzas?
"Nuestro postulador ha hablado de esto con Roma", explica Manuel Jiménez. "Hay que pensar que él rescató a los 7 niños uno tras otro. Después de cada niño, notaba que estaba más y más agotado. Una hermana le advirtió: 'Pedro, no puedes con todo'. Pero él dijo: 'tengo que intentarlo, son mis niños'. Los dos últimos niños cuentan que él ya llego casi ahogándose. Él sabía que estaba agotado, que no podría más cuando fue a por los últimos. Era su forma de ser. Cuando me dijeron cómo murió, me dolió y lloré, pero no me extrañó, porque él era así”.
Siempre suave con los niños
La hermana Consuelo destaca que "papi Pedro", como le llamaban los niños en Ecuador, "tenía una cercanía especial con los niños más pequeños y con las personas discapacitadas, por su carácter agradable y su tono siempre suave. A veces incluso le decíamos “Pedro, que esos niños hacen contigo lo que quieren”.
"Si un niño caía de la bicicleta, la mayoría de nosotros, incluso padres, diríamos desde lejos 'niño, venga, levántate'. Él era de los que irían corriendo a estar a su lado, a ayudarle", explica el padre Manuel.
La hermana Consuelo destaca de Pedro su “humildad absoluta, de gran sencillez y transparencia. Si tenía dificultades, enseguida las comentaba con sus superiores. Era persona de oración, piadoso por naturaleza, de forma espontánea. Y fiel a las normas de oración de Hogar de Nazaret".
Impactado por Taizé de joven, rezaba mucho con la Biblia
El padre Manuel destaca que "usaba mucho la Biblia para rezar y meditar, además de los laudes y vísperas. Ya de joven tenía inquietudes espirituales, en su coro parroquial. Hizo un viaje de joven al monasterio ecuménico de Taizé, en Francia, y aquella oración le impactó y le centró en Dios. Cuando conoció Hogar de Nazaret se enganchó a servir a niños y pobres desde Dios”.
Desde 2002 era director del colegio Santa María de Nazaret en Quinindé, que atiende unos 500 niños, de los que 100 son muy pobres y están completamente becados, apadrinados desde España. Él se desvivía por los niños apadrinados y buscaba formas de ayudar a las familias.
En 2018, en Córdoba, se inició la causa de beatificación, con el apoyo del vicariato de Esmeraldas (Ecuador).
Pedro cuenta ya con una estatua y una placa en Chiclana (Cádiz) y se le concedió la Medalla de oro de la Provincia.
La estatua que recuerda al misionero en Chiclana (Cádiz)
"Hay gente que le reza todos los días. Tenemos un vídeo casero que hicieron dos hermanas sobre él, a los dos meses de morir, y sigo viendo a gente que llora cuando lo ven. Creo que Pedro enseña lo que la Iglesia hace: morir por los pobres", afirma convencido el padre Manuel.
(Publicado originariamente en la imprescindible revista Misión, de suscripción gratuita aquí)
En aquel tiempo, algunos fariseos se acercaron a Jesús y le dijeron: «Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte». Y Él les dijo: «Id a decir a ese zorro: ‘Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado. Pero conviene que hoy y mañana y pasado siga adelante, porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén’.
»¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido! Pues bien, se os va a dejar vuestra casa. Os digo que no me volveréis a ver hasta que llegue el día en que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!».
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«¡Jerusalén, Jerusalén! (...) ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos (...) y no habéis querido!»
Rev. D. Àngel Eugeni PÉREZ i Sánchez
(Barcelona, España)
Hoy podemos admirar la firmeza de Jesús en el cumplimiento de la misión que le ha encomendado el Padre del cielo. Él no se va a detener por nada: «Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana» (Lc 13,32). Con esta actitud, el Señor marcó la pauta de conducta que a lo largo de los siglos seguirían los mensajeros del Evangelio ante las persecuciones: no doblegarse ante el poder temporal. San Agustín dice que, en tiempo de persecuciones, los pastores no deben abandonar a los fieles: ni a los que sufrirán el martirio ni a los que sobrevivirán, como el Buen Pastor, que al ver venir al lobo, no abandona el rebaño, sino que lo defiende. Pero visto el fervor con que todos los pastores de la Iglesia se disponían a derramar su sangre, indica que lo mejor será echar a suertes quiénes de los clérigos se entregarán al martirio y quiénes se pondrán a salvo para luego cuidarse de los supervivientes.
En nuestra época, con desgraciada frecuencia, nos llegan noticias de persecuciones religiosas, violencias tribales o revueltas étnicas en países del Tercer Mundo. Las embajadas occidentales aconsejan a sus conciudadanos que abandonen la región y repatríen su personal. Los únicos que permanecen son los misioneros y las organizaciones de voluntarios, porque les parecería una traición abandonar a los “suyos” en momentos difíciles.
«¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido! Pues bien, se os va a dejar vuestra casa» (Lc 13,34-35). Este lamento del Señor produce en nosotros, los cristianos del siglo XXI, una tristeza especial, debida al sangrante conflicto entre judíos y palestinos. Para nosotros, esa región del Próximo Oriente es la Tierra Santa, la tierra de Jesús y de María. Y el clamor por la paz en todos los países debe ser más intenso y sentido por la paz en Israel y Palestina.
Cuando habló por primera vez con un sacerdote, quiso burlarse de él
El testimonio de integridad de un compañero de trabajo, su amabilidad y simpatía, le hicieron interesarse por la fe de la que se burlaba.
Era atea y contaba chistes gruesos sobre Jesús: «Solo un compañero no se reía. Eso me interpeló»
"Tengo que saber si Dios existe o no existe": a esta conclusión llegó la atea Eliane tras unos acontecimientos que marcaron un antes y un después en su vida en torno a la persona de Jesucristo.
Ella había nacido en una familia católica por costumbre social, pero nada practicante: "Jamás vi a mis padres rezar ni ir a misa. Mi padre murió cuando yo era pequeña y mamá rehízo su vida con un señor con quien se casó más tarde, quien también era viudo y tenía cuatro hijos. Pero él no estaba bautizado ni era creyente y sus hijos tampoco".
"Creciendo en esa familia, me hice atea por mimetismo", resume.
El único que no se reía
El momento en el que todo cambió fue a los 24 años. En aquella época trabajaba en una empresa de los alrededores de París: "Cuando contaba chistes sobre Jesús para hacer reír a la galería, solo un compañero no se reía. Eso me interpeló. En otra ocasión, pregunté qué era la Chandeleur [Candelaria]... ¡y él fue el único que pudo explicarme algo distinto a que es el día en el que se comen los crêpes!"
El 2 de febrero, festividad de la Candelaria, la Iglesia celebra la presentación de Jesús en el templo y la purificación de la Virgen María. En Francia, la Chandeleur [Candelaria] es también el día del crêpe, uno de sus dulces más tradicionales, especialmente consumido en esa fecha. Foto: Bonne Maman.
Ese mismo compañero la invitó más adelante a la conferencia de un sacerdote: "Era tan cortés y tan simpático que yo lamentaba un poco mis chistes gruesos sobre Jesús... Así que acepté".
En un momento de su intervención, el sacerdote comentó el Evangelio en el que Jesús dice: "Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles" (Mc 8, 38).
Las palabras justas
"Comprendí perfectamente lo que aquello significaba", dice Eliane al contar su testimonio en Découvrir Dieu, "pero no consideré que tuviese que ver conmigo. Me dije: 'Tiene razón. Si ellos -los otros- son cristianos, deben serlo de verdad'”.
Al finalizar la conferencia, su compañero le presentó al sacerdote diciéndole: “He aquí una joven que ha oído hablar de Dios hoy casi por primera vez", le dijo. El sacerdote, bromeando, respondió: “¡El buen grano se hace con la mala hierba!”
Aquellas palabras hicieron algo de mella en Eliane: "Yo vivía en mi casa con una cierta pobreza, no era fácil. Me dije: '¡Al menos hay esperanza!' Pero eso fue todo, no pasó nada más ese día, aunque eso no impidió que un mes y medio más tarde yo me hubiese convertido y me hiciese creyente".
Saltos de alegría
¿Que sucedió? Que la charla había suscitado una comezón en ella: "Al día siguiente me dije: 'Tengo que saber si Dios existe o no existe'. Comencé a dudar de mi ateísmo".
Su compañero volvió a invitarla un par de veces a ver al mismo sacerdote: "Yo solo iba con ganas de una cosa: de burlarme, de provocar… Le llamaba 'señor' a propósito y le hacía preguntas extravagantes".
Pero en la segunda visita, de pronto el sacerdote le dijo: “¿Te gustaría confesarte?”
"Paradójicamente, dije que sí", recuerda Eliane: "Tras decir mis pecados no me sentí aliviada, fue como se los hubiera contado a un amigo o a un psicólogo. Pero en cuanto el sacerdote me otorgó el perdón de Dios… ¡ahí, de golpe, el amor de Dios entró en mi corazón! ¡El pode de Dios, el amor de Dios, la alegría de Dios, el amor de la Iglesia católica....! Le dije: '¡Gracias, padre!' ¡Antes le llamaba 'señor'! Cuando salí de allí, daba saltos de alegría en la calle, de lo feliz que me sentía".
Comunidad del Emmanuel
"En mi vida hay un antes y un después de Jesús", concluye: "Los días siguientes comprendí que si Dios me amaba hasta ese punto, bien podía darle yo mi vida entera. Mucho más tarde, once años después, descubrí la Comunidad del Emmanuel. ¡Así que soy hermana en la Comunidad del Emmanuel! Y doy gracias al Señor por todo lo que ha hecho por mí".
En aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles. A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes; a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor.
Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos.
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«Jesús se fue al monte a orar»
+ Rev. D. Albert TAULÉ i Viñas
(Barcelona, España)
Hoy contemplamos un día entero de la vida de Jesús. Una vida que tiene dos claras vertientes: la oración y la acción. Si la vida del cristiano ha de imitar la vida de Jesús, no podemos prescindir de ambas dimensiones. Todos los cristianos, incluso aquellos que se han consagrado a la vida contemplativa, hemos de dedicar unos momentos a la oración y otros a la acción, aunque varíe el tiempo que dediquemos a cada una. Hasta los monjes y las monjas de clausura dedican bastante tiempo de su jornada a un trabajo. Como contrapartida, los que somos más “seculares”, si deseamos imitar a Jesús, no deberíamos movernos en una acción desenfrenada sin ungirla con la oración. Nos enseña san Jerónimo: «Aunque el Apóstol nos mandó que oráramos siempre, (…) conviene que destinemos unas horas determinadas a este ejercicio».
¿Es que Jesús necesitaba de largos ratos de oración en solitario cuando todos dormían? Los teólogos estudian cuál era la psicología de Jesús hombre: hasta qué punto tenía acceso directo a la divinidad y hasta qué punto era «hombre semejante en todo a nosotros, menos en el pecado» (He 4,5). En la medida que lo consideremos más cercano, su “práctica” de oración será un ejemplo evidente para nosotros.
Asegurada ya la oración, sólo nos queda imitarlo en la acción. En el fragmento de hoy, lo vemos “organizando la Iglesia”, es decir, escogiendo a los que serán los futuros evangelizadores, llamados a continuar su misión en el mundo. «Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles» (Lc 6,13). Después lo encontramos curando toda clase de enfermedad. «Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos» (Lc 6,19), nos dice el evangelista. Para que nuestra identificación con Él sea total, únicamente nos falta que también de nosotros salga una fuerza que sane a todos, lo cual sólo será posible si estamos injertados en Él, para que demos mucho fruto (cf. Jn 15,4).
En pandemia, con 82 años, dos divorcios y dos infartos, dice «puedo esperar algo más a bautizarme»
La señora BJ Perry se bautizó a los 82 años - siempre tuvo curiosidad por las cosas religiosas pero hasta cumplir 80 nunca dio el paso de explorar la fe
Con la pandemia de coronavirus causando muertes sobre todo entre las personas de edad más avanzada, tenía sentido lo que propusieron a la señora B.J.Perry de Portland (EEUU), de 82 años y salud frágil: bautizarse en una ceremonia privad ay pequeña, sin esperar a que las normas de confinamiento permitieran reunir a su grupo de catequesis y compañeros confirmandos.
Tendría que haberse hecho en la Vigilia Pascual, pero por el coronavirus se aplazó sin fecha. Después la organización propuso hacer la ceremonia del grupo en septiembre en la catedral de la Inmaculada Concepción en Northwest Portland. A la señora Perry se le dio la oportunidad de hacerla antes, en privado, pero dijo que no.
"Ella respondió que había esperado 82 años para bautizarse y que podía esperar un poco más para hacerlo con su comunidad", explica entre risas al Catholic Sentinel Paulette Peynet, responsable de la catequesis de adultos de la catedral. La apuesta salió bien y el 19 de septiembre su grupo de adultos recibió los sacramentos: 3 bautizos, 6 conversos que ya eran cristianos y fueron recibidos en la Iglesia y 5 adultos que recibieron la confirmación.
La señora Perry estaba dispuesta a arriesgarse, convencida, decía, de que "El de Arriba tiene algo que quiere que yo haga". Con su andador y su perrito maltés que lleva en una cesta, la señora Perry no tenía prisas.
La catedral católica de la Inmaculada en Portland
Superviviente a lo que haga falta
La señora Perry se considera una superviviente a varias cosas: ha tenido dos derrames cerebrales, dos ataques de corazón y dos matrimonios con sus dos divorcios.
"Y una vez me golpeó de cabeza un camión de cerveza en 2013, era un semi que salió de la nada y arrancó el techo de mi coche", detalla ella.
De niña, no recibió ninguna formación religiosa. Sus padres eran trabajadores agrarios semi-nómadas, que iban por las granjas del valle de San Joaquín, en California.
Siempre le causaron curiosidad las cosas religiosas pero la vida, el trabajo, las ocupaciones le distraían de investigar estos temas. Murieron sus padres, murieron sus parientes, se casó y divorció dos veces... quedó bastante sola.
Se recuperaba de un derrame, habían dejado una nota para ella
Ya jubilada de su trabajo en una escuela pública, comiendo en el comedor de su hogar para jubilados, sufrió un derrame cerebral. Perdió el sentido y cuando despertó estaba en un hospital. Un señor desconocido llamado Michael Ferguson la había recogido y la había llevado allí. Había dejado una nota por si ella quería contactar con él.
La señora Perry quiso conocer a su rescatador él pudo visitarla. Ella vio que tenía una cruz al cuello y que alguna vez hacía la señal de la cruz con los dedos. Le preguntó qué era eso, qué significaba. Así empezaron a hablar de cosas de fe.
Cuando dieron el alta a la anciana, Ferguson la invitó a misa con él. Y le gustó la misa ("es muy hermosa", dice), la música, la gente. "Sé que Dios me quiere en la Iglesia", afirmó.
Se apuntó a la catequesis de adultos para prepararse al bautismo. Al principio pensaba que la Iglesia no podía acogerla por estar divorciada, pero evidentemente sus matrimonios no eran religiosos y, además, el bautismo borra todos los pecados pasados.
Como dice el refrán español, nunca es tarde si la dicha es buena. Tampoco a los 82 años.
En aquel tiempo, Jesús decía: «¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas». Dijo también: «¿A qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo».
«¿A qué es semejante el Reino de Dios?»
+ Rev. D. Francisco Lucas MATEO Seco
(Pamplona, Navarra, España)
Hoy, los textos de la liturgia, mediante dos parábolas, ponen ante nuestros ojos una de las características propias del Reino de Dios: es algo que crece lentamente —como un grano de mostaza— pero que llega a hacerse grande hasta el punto de ofrecer cobijo a las aves del cielo. Así lo manifestaba Tertuliano: «¡Somos de ayer y lo llenamos todo!». Con esta parábola, Nuestro Señor exhorta a la paciencia, a la fortaleza y a la esperanza. Estas virtudes son particularmente necesarias a quienes se dedican a la propagación del Reino de Dios. Es necesario saber esperar a que la semilla sembrada, con la gracia de Dios y con la cooperación humana, vaya creciendo, ahondando sus raíces en la buena tierra y elevándose poco a poco hasta convertirse en árbol. Hace falta, en primer lugar, tener fe en la virtualidad —fecundidad— contenida en la semilla del Reino de Dios. Esa semilla es la Palabra; es también la Eucaristía, que se siembra en nosotros mediante la comunión. Nuestro Señor Jesucristo se comparó a sí mismo con el «grano de trigo [que cuando] cae en tierra y muere (...) da mucho fruto» (Jn 12,24).
El Reino de Dios, prosigue Nuestro Señor, es semejante «a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo» (Lc 13,21). También aquí se habla de la capacidad que tiene la levadura de hacer fermentar toda la masa. Así sucede con “el resto de Israel” de que se habla en el Antiguo Testamento: el “resto” habrá de salvar y fermentar a todo el pueblo. Siguiendo con la parábola, sólo es necesario que el fermento esté dentro de la masa, que llegue al pueblo, que sea como la sal capaz de preservar de la corrupción y de dar buen sabor a todo el alimento (cf. Mt 5,13). También es necesario dar tiempo para que la levadura realice su labor.
Parábolas que animan a la paciencia y la segura esperanza; parábolas que se refieren al Reino de Dios y a la Iglesia, y que se aplican también al crecimiento de este mismo Reino en cada uno de nosotros.
En el Valle de los Caídos hay 57 beatos y 17 siervos de Dios mártires: el prior cuenta sus historias
Nave de la basílica del Valle de los Caídos, excavada en la roca bajo la monumental Cruz, la mayor del mundo.
En el marco de las VIII Jornadas Martiriales de Barbastro que se están celebrando on line este fin de semana (pueden verse completas en el blog de Jorge López Teulón o en su canal de Youtube), el prior de la abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, fray Santiago Cantera, habló este sábado sobre Los beatos sepultados en el Valle de los Caídos y la aceptación del martirio.
El padre Santiago Cantera, prior del Valle de los Caídos, es doctor en Historia con varios libros publicados y era profesor universitario antes de ingresar en la orden benedictina. Foto: Wikipedia/Vida Nueva.
Fray Santiago explicó que en la basílica yacen enterrados 57 beatos y 15 siervos de Dios mártires de la fe. Sus restos se encuentran en su mayor parte en la capilla de la Virgen del Pilar, tras ser reubicados en 1990 por un problema de humedad en los columbarios.
Esos 57 mártires han sido elevados a los altares en los últimos años en beatificaciones de los Papas San Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, y es posible que nuevos mártires que también están en el Valle de los Caídos reciban el mismo reconocimiento en los próximos años, a medida que avancen sus procesos.
Valle de los Caídos: un tesoro espiritual
"Este tesoro espiritual de la Basílica forma parte de toda la cantidad ingente de vida y de riqueza humana y espiritual que existe en el Valle de los Caídos y que lamentablemente es muchas veces desconocida", señaló el prior benedictino, "y tal riqueza de vida es consecuencia de la idea de fondo que da sentido a este santuario y monumento, por encima de los vaivenes temporales".
Hospedería y abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, bajo la mayor Cruz del mundo, que bendice la sierra madrileña. La basílica está excavada bajo la montaña y abre su entrada al otro lado. La vicepresidenta primera del Gobierno socialcomunista español, Carmen Calvo, ha manifestado que el ejecutivo de Pedro Sánchez está considerando la destrucción de la Cruz para "resignificar" el monumento.
La basílica fue bendecida en 1958 por el abado Isaac Toribios y de nuevo en 1960 por el cardenal Gaetano Cicognani cuando fue consagrada como basílica pontificia. El purpurado actuaba como legado de San Juan XXIII, quien había visitado las obras antes de ser Papa, como haría asimismo décadas después el futuro Benedicto XVI.
Los mártires del Valle son solo una parte de los más de 34.000 caídos de la Guerra Civil española (1936-1939), víctimas civiles o militares de ambos bandos, enterrados en la basílica, pues en el espíritu fundacional del Valle de los Caídos está la reconciliación: "La cruz que preside el monumento quiere recordarnos que en ella murió el Hombre-Dios que vino a reconciliarnos a los hombres con Dios y a los hombres entre sí, dando un testimonio de perdón desde lo alto de ella".
Fray Santiago anunció la próxima publicación de un libro del padre Joaquín Montull Belio, monje de la abadía, sobre los mártires enterrados en el Valle, con la intención de dar a conocer "el sentido y la idea trascendente del Valle de los Caídos" y "penetrar en la realidad teológica profunda del Valle de los Caídos, de este valle que se quiere sea de paz... desde la perspectiva de la fe orante".
Es misión específica de estos religiosos, que cumplen diariamente, la oración por las almas de los difuntos que allí aguardan la resurrección, y por la paz entre todos los españoles.
Algunos beatos mártires del Valle de los Caídos
Ese ejemplo de paz y perdón lo personifican mejor que nadie los mártires (sacerdotes, religiosos, laicos) sepultados en la basílica.
Como el Beato Juan Pedro de San Antonio, pasionista de 46 años, quien dijo a la dueña de la pensión donde se había refugiado: “Si alguno nos saca para fusilarnos, os pedimos que a nadie guardéis odio o rencor por el mal que piensan hacernos. El Señor lo permite así para nuestra santificación”.
El Beato José Gómez Matarín, párroco de Íllar (Almería), antes de ser asesinado, se giró hacia sus verdugos y les dijo: “No sabéis lo que hacéis, permitid que os bendiga”.
El párroco de Sorbas (Almería), Beato Fernando González Ros, tras recibir varios tiros de sus verdugos les dijo: “Que Dios me perdone como yo os perdono”.
El Beato Antonio Martínez López, párroco de Serón (Almería), de 45 años, quiso igualmente bendecir a sus verdugos, cuya respuesta fue golpearle el brazo hasta fracturárselo.
Como los cristeros
Los mártires que podían despedirse de los suyos daban muestras de su fe sobrenatural en la vida venidera con un "¡Hasta el cielo!" (una frase muy común en sus adioses), y muchos murieron al grito de "¡Viva Cristo Rey!", propio de los soldados y mártires de la Guerra Cristera en México (1926-1929) y expresión de la Realeza Social de Cristo que había expuesto doctrinalmente en 1925 el Papa Pío XI en su encíclica Quas Primas.
El Beato Rafael Lluch, laico de 19 años, detenido por ser miembro de la Asociación de la Medalla Milagrosa y porque portaba una estampa de la Virgen de los Desamparados en el bolsillo, se despidió así de su madre: “No llores, Mamá; quiero que estés contenta, porque tu hijo es muy feliz. Voy a dar la vida por nuestro Dios. En el Cielo te espero”.
El Beato Florencio López Egea, párroco de Turre (Almería), repetía el "¡Viva Cristo Rey!" mientras le clavaban pinchos de zábila (planta del áloe vera) en los ojos y le exigían que blasfemase.
Una inmolación por la paz
"Hay testimonios martiriales preciosos", subraya el prior del Valle, como el de las 23 adoratrices mártires, siete de ellas en la basílica, que poco antes de morir se arrodillaron para recibir la comunión que guardaban en la cajita de un reloj. El mismo conductor del camión que las condujo a la muerte comentaría a su esposa: “Las he visto morir a todas, y la mayoría eran jóvenes, con la sonrisa en los labios y bendiciendo a Dios. ¡Qué mujeres!”.
También es constante en todos los mártires la concepción sacrificial de su martirio por la paz de España. En el Valle están los restos de la Beata Josefa María, religiosa salesa del Primer Monasterio de la Visitación de Madrid, quien rechazó el ofrecimiento de su familia para refugiarse en casa: “Si por derramar nuestra sangre se ha de salvar España, pedimos al Señor que sea cuanto antes”.
Por ese sentido de inmolación respondían con paz y alegría a las torturas y ensañamiento que solían preceder a su martirio.
El Beato Domingo Campoy, de 33 años, coadjutor de la parroquia de San Sebastián de Almería, a sufrió una tortura brutal en el barco Astoy Mendi, hasta el punto que el médico del barco quiso llevarlo al hospital, a lo cual se negó uno de los captores; luego, al ser asesinado, el verdugo se jactaría de haberle hecho saltar la cabeza porque había descargado todos los disparos sobre ella.
El Beato José Cano, sacerdote de 32 años, párroco de Tahal (Almería), padeció torturas durante más de diez días. Le quisieron emborrachar dándole anís en un cáliz robado para que confesase crímenes inventados, y finalmente ahorcaron en el camión antes de llegar a ser fusilado.
Mártires entregados en vida a los demás
"Muchos de los mártires sepultados en el Valle de los Caídos habían tomado honda conciencia de los problemas sociales en España y de la necesidad de resolver por cauces adecuados la cuestión social existente, la pobreza y la miseria, las injusticias y el odio del que todo eso era caldo de cultivo", recuerda fray Santiago.
La figura más sobresaliente en ese aspecto, entre todos los beatos enterrados en la Basílica de la Santa Cruz, es el célebre dominico Beato José Gafo Muñiz, quien "promovió la creación de sindicatos y la sindicación obrera con una perspectiva muy innovadora en muchos aspectos, que le trajo a veces las resistencias y las incomprensiones de sectores conservadores e incluso de otros promotores católico-sociales del sindicalismo... Se acercó en primera persona y de primera mano a los problemas de los obreros y contactó con los adversarios para tenderles la mano. Elaboró un pensamiento social-católico en muchos aspectos original, que fue evolucionando con el tiempo y que no llegó a completarse".
No es un caso único. Varios de los mártires del Valle pertenecían a órdenes y congregaciones dedicadas específicamente a los más necesitados, como las adoratrices y su labor de educación de jóvenes pobres o rescatadas de la prostitución, o los hermanos de San Juan de Dios, entregados a los enfermos sin recursos.
Otro de los enterrados en el Valle es un intelectual de relieve, el Beato Fidel Fuidio, marianista, representado en el mosaico de la cúpula de la basílica en la figura de San Francisco Javier a petición del segundo arquitecto de las obras, Diego Méndez, quien había sido alumno suyo. El padre Fuidio era un arqueólogo de renombre.
El padre Cantera concluyó su intervención con el deseo de que "sea conocida la riqueza espiritual y todo el sello teológico que el Valle de los Caídos lleva impreso en su alma como auténtico lugar de paz y de reconciliación... a la sombra de la Cruz redentora".
Jornadas Martiriales de Barbastro
La conferencia del padre Santiago Cantera comienza en el minuto 18:39 (los primeros minutos se perdieron por un problema de sonido) y termina en el minuto 1:02:20.
En aquel tiempo, estaba Jesús un sábado enseñando en una sinagoga, y había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años; estaba encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse. Al verla Jesús, la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiese hecho una curación en sábado, decía a la gente: «Hay seis días en que se puede trabajar; venid, pues, esos días a curaros, y no en día de sábado». Le replicó el Señor: «¡Hipócritas! ¿No desatáis del pesebre todos vosotros en sábado a vuestro buey o vuestro asno para llevarlos a abrevar? Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que ató Satanás hace ya dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en día de sábado?». Y cuando decía estas cosas, sus adversarios quedaban confundidos, mientras que toda la gente se alegraba con las maravillas que hacía.
«Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiese hecho una curación en sábado...»
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Rev. D. Francesc JORDANA i Soler
(Mirasol, Barcelona, España)
Hoy, vemos a Jesús realizar una acción que proclama su mesianismo. Y ante ella el jefe de la sinagoga se indigna e increpa a la gente para que no vengan a curarse en sábado: «Hay seis días en que se puede trabajar; venid, pues, esos días a curaros, y no en día de sábado» (Lc 13,14).
Me gustaría que nos centráramos en la actitud de este personaje. Siempre me ha sorprendido cómo, ante un milagro evidente, alguien sea capaz de cerrarse de tal modo que lo que ha visto no le afecta lo más mínimo. Es como si no hubiera visto lo que acaba de ocurrir y lo que ello significa. La razón está en la vivencia equivocada de las mediaciones que tenían muchos judíos en aquel tiempo. Por distintos motivos —antropológicos, culturales, designio divino— es inevitable que entre Dios y el hombre haya unas mediaciones. El problema es que algunos judíos hacen de la mediación un absoluto. De manera que la mediación no les pone en comunicación con Dios, sino que se quedan en la propia mediación. Olvidan el sentido último y se quedan en el medio. De este modo, Dios no puede comunicarles sus gracias, sus dones, su amor y, por lo tanto su experiencia religiosa no enriquecerá su vida.
Todo ello les conduce a una vivencia rigorista de la religión, a encerrar su dios en unos medios. Se hacen un dios a medida y no le dejan entrar en sus vidas. En su religiosidad creen que todo está solucionado si cumplen con unas normas. Se comprende así la reacción de Jesús: «¡Hipócritas! ¿No desatáis del pesebre todos vosotros en sábado a vuestro buey o vuestro asno para llevarlos a abrevar?» (Lc 13,15). Jesús descubre el sinsentido de esa equivocada vivencia del sabath.
Esta palabra de Dios nos debería ayudar a examinar nuestra vivencia religiosa y descubrir si realmente las mediaciones que utilizamos nos ponen en comunicación con Dios y con la vida. Sólo desde la correcta vivencia de las mediaciones podemos entender la frase de san Agustín: «Ama y haz lo que quieras».
Cambiar el miedo a la muerte por la alegría por la vida eterna: la joven que acompaña a moribundos
Michaela Gallagher decidió entregar su tiempo a acompañar a enfermos moribundos en el momento de su muerte / CNS
La muerte es parte irremediable de la existencia humana. Pero en estos meses está más presente que nunca. Cuando muchos en Occidente han vivido como si no fueran a morir nunca, de repente una pandemia como la de coronavirus vuelve a poner de manifiesto la fragilidad de la existencia en esta tierra.
Pero tanto antes del coronavirus, que ya ha dejado más de un millón de muertos, como durante la pandemia y también cuando ésta pase muchos católicos seguirán acompañando a personas moribundas para que el miedo a la muerte en este momento trascendental pueda ser reemplazado por la alegría de caminar hacia la vida eterna.
Una experiencia que ha marcado su vida
Las hermanitas de los Pobres realizan esta importante misión, de no sólo cuidar sino de acompañar espiritual y físicamente hasta el mismo momento de la muerte. De ello fue testigo Michaela Gallagher, una adolescente voluntaria en una de las residencias de estas religiosas. Tenía 16 años cuando fue testigo por primera vez de la muerte de una persona. Fue en este centro y quedó impactada con el amor con el que estas monjas despidieron a este fallecido.
Gallagher estaba en esta residencia en ese momento y se aventuró a entrar en una habitación donde las religiosas acompañaban a una residente de 101 años que se esperaba que muriera en algún momento de ese día.
“Una de las hermanas me vio parada en la parte de atrás de la habitación y dijo: 'Acércate' y me indicó que me sentara al lado de esta residente”, relata esta joven a Catholic News Service.
De aquella experiencia, “recuerdo –explica ella- haberme preguntado por qué querrían que me sentara a su lado; nunca antes había visto morir a nadie". Pero entonces lo entendió: “Si tenía algún miedo o vacilación, quedó aplastado justo en el momento en el que me arrodillé al lado de esta viejecita y tomé su mano mientras se deslizaba hacia la eternidad”.
“Ella murió en paz. Una de las hermanas notó que me caían lágrimas por las mejillas. Ni siquiera me di cuenta hasta que me dio un par de pañuelos. No estaba triste, no estaba asustada. Las lágrimas fluían porque en ese momento estaba muy en paz”, explica Gallagher.
Por ello, nunca olvidará aquel día y siempre “estaré agradecida con esa pequeña anciana de 101 años por lo que, sin saberlo, hizo por mí en el momento de su muerte”. Aquella situación eliminó el miedo a la muerte para Gallagher y decidió responder al llamamiento cristiano de acompañar a los moribundos.
La habitación de un moribundo es un santuario
De este modo, durante los últimos tres años ha acompañado a más personas ancianas en el momento final de su vida, una ayuda para que puedan llegar al cielo.
La práctica de acompañar a los moribundos se puede ver en el ejemplo de María, que no se movió del pie de la cruz, afirma la hermana Maureen Weiss, quien fue administradora y madre superiora en las Hermanitas de los Pobres de esta residencia para ancianos pobres cuando Gallagher comenzó su voluntariado allí.
“Michaela entendió por qué la iglesia nos enseña que la habitación de una persona moribunda debe ser un santuario con alguien que ofrece consuelo y esperanza al dejar este mundo y entrar en la vida eterna”, señala esta religiosa.
Una de las cosas que más maravilló a esta joven voluntaria fue el ver a las Hermanitas de los Pobres turnarse para quedarse con un residente moribundo durante las 24 horas, a menudo riéndose con ellos, cantando, rezando con ellos, a veces llorando, lo que le enseñó que el final de la vida de alguien puede ser una celebración anticipada del viaje futuro.
El privilegio de acompañar hasta las puertas del cielo
“La muerte es una parte muy natural e inevitable de la vida”, añade esta joven católica, que considera que “si se te brinda la oportunidad de acompañar a otra persona durante su viaje al final de su vida, te darás cuenta del privilegio y la gracia que supone. Aprovecha este regalo que te han dado”
Por otro lado, Michaela Gallagher también señala que también es normal estar triste: “no es fácil ver a alguien sufrir y morir, especialmente cuando se trata de alguien a quien amas profundamente”.
Sin embargo, añade que “puedes consolarte y sacar fuerzas del hecho de que estás haciendo todo lo posible para aliviar su sufrimiento, y brindarles consuelo y paz durante este momento tan sagrado”.
En aquel tiempo, cuando oyeron los fariseos que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en grupo, y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?». Él le dijo: ‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente’. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas».
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«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón (…). Amarás a tu prójimo como a ti mismo»
Dr. Johannes VILAR
(Köln, Alemania
Hoy, nos recuerda la Iglesia un resumen de nuestra “actitud de vida” («De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas»: Mt 22,40). San Mateo y San Marcos lo ponen en labios de Jesucristo; San Lucas de un fariseo. Siempre en forma de diálogo. Probablemente le harían al Señor varias veces preguntas similares. Jesús responde con el comienzo del Shemá: oración compuesta por dos citas del Deuteronomio y una de Números, que los judíos fervientes recitaban al menos dos veces al día: «Oye Israel! El Señor tu Dios (...)». Recitándola se tiene conciencia de Dios en el quehacer cotidiano, a la vez que recuerda lo más importante de esta vida: Amar a Dios sobre todos los “diosecillos” y al prójimo como a sí mismo. Después, al acabar la Última Cena, y con el ejemplo del lavatorio de los pies, Jesús pronuncia un “mandamiento nuevo”: amarse como Él nos ama, con “fuerza divina” (cf. Jn 14,34-35).
Hace falta la decisión de practicar de hecho este dulce mandamiento —más que mandamiento, es elevación y capacidad— en el trato con los demás: hombres y cosas, trabajo y descanso, espíritu y materia, porque todo es criatura de Dios.
Por otro lado, al ser impregnados del Amor de Dios, que nos toca en todo nuestro ser, quedamos capacitados para responder “a lo divino” a este Amor. Dios Misericordioso no sólo quita el pecado del mundo (cf. Jn 1,29), sino que nos diviniza, somos “partícipes” (sólo Jesús es Hijo por Naturaleza) de la naturaleza divina; somos hijos del Padre en el Hijo por el Espíritu Santo. A san Josemaría le gustaba hablar de “endiosamiento”, palabra que tiene raigambre en los Padres de la Iglesia. Por ejemplo, escribía san Basilio: «Así como los cuerpos claros y trasparentes, cuando reciben luz, comienzan a irradiar luz por sí mismos, así relucen los que han sido iluminados por el Espíritu. Ello conlleva el don de la gracia, alegría interminable, permanencia en Dios... y la meta máxima: el Endiosamiento». ¡Deseémoslo!
100 años, 70 como monja... enseñando o lavando ropa: ¿cuál es el secreto para su felicidad plena?
Clemencia abraza al obispo Carlos Samaniego, auxiliar de la Archidiócesis de México
La hermana Clemencia Camarena Ortega es una religiosa mexicana que acaba de cumplir 100 años, de los cuales 70 los ha vivido como monja de la congregación de las Hermanas Mercedarias del Santísimo Sacramento. Han sido años de felicidad y el secreto de esta plenitud ha sido reconocer que como dijo Santa Teresa Dios anda entre los pucheros.
Durante todas estas décadas Clemencia ha hecho de todo. Ha sido profesora, catequista, ha lavado platos, planchado, ha cuidado enfermos y ahora es ella la que se tiene que dejar cuidar. Y el secreto es claro: en toda la labor que ha realizado, fuera más o menos grandes a los ojos del mundo, ha puesto a Dios en el centro. “Estoy en la casa de Dios”, afirma orgullosa al semanario mexicano Desde la fe.
Recientemente su comunidad ha homenajeado a esta religiosa, que sintió la llamada a los 15 años aunque tardo algo más en cumplir este deseo de su corazón. La ahora religiosa centenaria vivía en el Rancho Las Presas, en Jalisco, y un día acudió a su parroquia para rezar frente a la Purísima Concepción de María para que le guiara y le dijera qué debía hacer con su vida.
“Ella me iluminó. Ella me dio mi vocación”, cuenta la Madre Clementina. Después de ese encuentro con la Virgen volvió a su casa donde vivía con sus padres y 10 hermanos, y preparó sus cosas para irse a la Ciudad de México y entregarse a la vida religiosa, con las madres que la habían invitado.
Esta religiosa recuerda que comprar tela blanca, “zurcí toda mi ropa que me iba a llevar, hice mi ropa interior, hice mis vestidos negros y estuve ahí lista; pero la persona que me iba a recoger no llegó. Mi papá y mi tío se pusieron muy tristes, mi tío se fue de paseo en caballo para no verme salir. Al final, pero me fui hasta ocho días después”, recuerda.
Ella señala a su madre como la responsable de que acabara siendo monja puesto que era una señora muy devota que le enseñaba el catecismo y le hablaba de la fe. “Nos dio muy buenos ejemplos, yo era la mayor y hacía lo que ella mandaba, le seguía los pasos. Mi papá también fue un señor muy bueno y respetuoso”, cuenta sobre su familia.
Nada más llegar a la casa de la congregación lo primero que hizo fue agradecer a la Purísima que la hubiera guiado hasta allí y le volvió a hacer una petición: “Ayúdame, aquí estoy para hacer tu voluntad”.
Desde el primer momento, Clemencia se mostró dispuesta a ir donde Dios la llamase. Profesó sus votos a los 30 años y los perpetuos en Cuba en 1958. Regresó a México en 1975 y desde entonces ha servido en 11 lugares diferentes. Pero siempre feliz con su vocación y con el servicio que le tocase desarrollar.
Primero en Jojutla, Morelos, en donde se encargaba de la catequesis de preprimaria; Coatlán del Río, Morelos, catequesis de preprimaria; Casa General en Fernán Leal 130, Coyoacán, Ciudad de México, ayudando en la cocina; después regresó a Cuernavaca, Morelos, ahí cuidaba a las niñas y daba clases de cocina; estuvo en Yautepec, dando clases de catecismo y en la cooperativa; Guadalajara, estuvo en la cocina y en la cooperativa; volvió a la guardería de Cuernavaca, Morelos, cuidando niños y dando clases de cocina; en Acapulco, Guerrero, cocinando y dando catequesis.
A partir de 1983 y hasta ahora está en la casa madre, donde ha trabajado en el área de lavado y cuidando a enfermas. La religiosa aconseja siempre a las recién llegadas que trabajen lo mejor que puedan porque están en la casa de Dios. “Cuando era joven, me encargaban a las que acababan de entrar, yo les enseñaba cómo tenían que hacer bien las cosas”.
Clemencia recuerda también que era muy feliz trabajando con los niños, “me salía muy bien, les encantaba mi trabajo”. “Ahí estaba Dios que me ayudaba. Era Dios el que les estaba enseñando, Dios se valía de mí para que los niños salieran bien, yo no estudié para ser maestra, pero le enseñaba la religión: el Padre Nuestro y el Ave María”, detalla la religiosa.
María de los Ángeles Mendoza Grande, la madre superiora de la congregación, asegura que Clementina siempre ha sido una persona alegre, habladora y trabajadora. “Pasaba muchas horas ante el Santísimo y luego se iba a la sala de comunidad a tejer, hacer rosarios, nunca la vi desocupada. Es una persona muy feliz, muy agradecida con Dios”, asegura.
Clementina asegura que a donde la pusieran, ella estaba feliz, porque siempre estaba en la casa de Dios. “Yo siempre he estado contenta porque ahí es donde Dios me pide estar”, concluye
En aquel tiempo, llegaron algunos que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Les respondió Jesús: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo».
Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?’. Pero él le respondió: ‘Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas’».
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«Fue a buscar fruto (...) y no lo encontró»
+ Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret
(Vic, Barcelona, España)
Hoy, las palabras de Jesús nos invitan a meditar sobre el inconveniente de la hipocresía: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró» (Lc 13,6). El hipócrita aparenta ser lo que no es. Esta mentira llega a su cima al fingir virtud (aspecto moral) siendo vicioso, o devoción (aspecto religioso) al buscarse uno mismo y sus propios intereses y no a Dios. La hipocresía moral abunda en el mundo, la religiosa perjudica a la Iglesia.
Las invectivas de Jesús contra los escribas y fariseos —más claras y directas en otros pasajes evangélicos— son terribles. No podemos leer o escuchar lo que acabamos de leer o escuchar sin que estas palabras nos lleguen al fondo del corazón, si realmente las hemos escuchado y entendido.
Lo diré en plural personal, ya que todos experimentamos la distancia entre lo que aparentamos ser y lo que somos de veras. Lo somos los políticos cuando nos aprovechamos del país proclamando que estamos a su servicio; los cuerpos de seguridad cuando protegemos a grupos corruptos en nombre del orden público; el personal sanitario cuando suprimimos vidas incipientes o terminales en nombre de la medicina; los medios de comunicación social cuando falseamos las noticias y pervertimos al personal diciendo que lo estamos divirtiendo; los administradores de los fondos públicos cuando desviamos una parte de ellos hacia nuestros bolsillos (individuales o de partido) y alardeamos de honestidad pública; los laicistas cuando impedimos la dimensión pública de la religión en nombre de la libertad de conciencia; los religiosos cuando vivimos de nuestras instituciones con infidelidad al espíritu y a las exigencias de los fundadores; los sacerdotes cuando vivimos del altar pero no servimos abnegadamente a nuestros feligreses con espíritu evangélico; etc.
¡Ah!: y tú y yo también, en la medida en que nuestra conciencia nos dice lo que tenemos que hacer y dejamos de hacerlo para dedicarnos únicamente a ver la paja en el ojo ajeno sin querer darnos cuenta siquiera de la viga que ciega el nuestro. ¿O no?
—Jesús, Salvador del mundo, ¡sálvanos de nuestras pequeñas, medianas y grandes hipocresías!
La repentina curación de Eduardo: alcohólico profundo, miró al Cielo y la respuesta llegó al momento
Tras la ayuda de Dios que provocó un cambio tan repentino de vida, Eduardo Alcantara ha podido reconducir su vida
La repentina curación de Eduardo: alcohólico profundo, miró al Cielo y la respuesta llegó al momento
Tras la ayuda de Dios que provocó un cambio tan repentino de vida, Eduardo Alcantara ha podido reconducir su vida
Eduardo Alcantara es un experimentado productor y compositor musical. Muchas de las canciones que durante años se han escuchado en España han tenido su melodía o su letra. Pero ahora el ritmo de su vida lo marca Dios, al que descubrió tras sacarle de manera brutal y repentina de un alcoholismo que lo había llevado a una vida carente de sentido, llena de antidepresivos y ansiolíticos que le llevó a perder su trabajo y toda su vida.
Su cambio fue repentino, en un instante, hundido en el abismo con la vida destrozada por el alcohol recurrió por primera vez a Dios, y no volvió a probar el alcohol. “Dios había hecho un milagro”, confiesa Eduardo, que asegura que en Medjugorje la Virgen completó el trabajo iniciado por el Señor.
Una espiral hacia el abismo
Este compositor y productor afirma que a partir de los 30 años empezó el problema con el alcohol, algo que fue agravándose con los años. Al principio bebía “principalmente para evadir una situación personal muy complicada que tenía". Lo hacía a escondidas de las personas y el ambiente en el que se movía.
Bebía por las noches, y más tarde también por las tardes e incluso por las mañanas. Eduardo cuenta que fue consciente de la gravedad cuando percibió que era “incapaz de ir a dormir sin beber alcohol”. Esto empezó a afectar gravemente en su vida personal y laboral metiéndose de problema en problema.
“Llegó un momento en el que no tenía apenas trabajo ni encargos”, cuenta. Esto le llevó a tomar antidepresivos y ansiolíticos porque “mi vida se estaba destruyendo”.
Eduardo recuerda que “no podía dejar de beber. Sabía que me estaba llevando al fondo del pozo pero no tenía capacidad de resolver el problema. Esto me llevó a una depresión y mezclaba la medicación con el alcohol. Y empecé a beber más todavía”.
Hasta cinco y seis litros de alcohol bebía al día para evadirse. “Tenía entonces 46 años y sabía que mi vida se había acabado, no quería saber nada más de esta vida, había llegado al último compás”.
Evidentemente, los problemas físicos derivado de su alcoholismo llegaron. Fue al médico y le hicieron una analítica. El doctor le preguntó si bebía mucho pero lo negó y se fue a su casa. Siguió con la vida normal hasta que un día, el 1 de junio de 2015 rescató los resultados de un cajón y miró en internet si los niveles eran normales. Al ver cómo estaba su cuerpo “me llené de un pavor indescriptible”.
El tremendo encuentro con Dios
En ese momento –relata Eduardo- “tuve tal miedo que levantando la cabeza hacia arriba pedí a Dios que me ayudara. Se lo pedí como un niño y sentí en ese instante la fuerza para no beber nunca más”.
Esa noche se fue a la cama sin beber ni una gota de alcohol. Al despertarse lo hizo como hacía años que no lo vivía, con una mente clara. “Supe que Dios había actuado en mí porque había sido capaz de dormirme sin beber, lo que no pasaba desde hacía años”, confiesa.
Rezó a Dios para darle las gracias por la ayuda de la noche anterior. Y con Dios en la boca volvió a pasar ese día entero sin beber. Y así otro más y otro…
Eduardo recalca que cada día se iba encontrando mejor, con más alegría, más fuerza y claridad mental, pero no se olvidaba de seguir rezando porque “sabía que lo que había ocurrido es que Dios me había escuchado cuando le supliqué que me ayudara”.
A la vez que se sanaba empezaron a ocurrirle cosas que no entendía: “sonaba el teléfono y cantantes y clientes que hacía años de los que no sabían nada empezaron a llamarme para preguntarme si me seguía dedicando a la música”.
El segundo paso en Medjugorje
Su vida iba ganando orden. No bebía, se levantaba alegre por las mañanas, tenía trabajo. Su existencia había dado un vuelco. Y al fin pudo dejar también los antidepresivos. Lo que no dejó fue la oración, pues echando la vista atrás se dio cuenta de que sin hacer nada, “sólo pidiendo a Dios que me ayudara”, Él “había hecho un milagro”, cuenta este productor.
De sus vicios y su vida pasada sólo le quedaba una espinita. Para luchar contra la soledad no paraba de fumar por las noches. Pero entonces unos amigos suyos le invitaron a ir Medjugorje en 2019.
No olvidará tampoco ese día. Era el 13 de septiembre y Eduardo se encontraba en la explanada de esta aldea bosnia convertida en un lugar de peregrinación. Rezaba a la Virgen, le contaba su vida, pero en esa conversación –señala- “notaba que estaba un poco enturbiada por ese residuo de fumar por las noches. En ese momento, sin preverlo, sin buscarlo, noté que una fuerza me inundaba de paz y de una alegría que no era de este mundo. Duró más o menos unos siete segundos”.
“La Virgen había roto esa cadena que me unía a ese vicio. Y a partir de ese momento quedé totalmente libre de cualquier tipo de adicción. María completó lo que Dios había iniciado conmigo”, afirma con rotundidad.
Eduaro Alcantara es otra persona y explica que su vida está ahora “centrada en el Señor y en la Virgen”. No falta a misa, se confiesa con regularidad, reza el Rosario todos los días y trata de estar siempre cerca de Dios, “porque he visto con mis ojos –concluye- que me ha salvado la vida”.