Texto del Evangelio (Mt 13,54-58): En aquel tiempo, Jesús viniendo a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: «¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?». Y se escandalizaban a causa de Él. Mas Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio». Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe.
«Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio»
Rev. D. Jordi POU i Sabater
(Sant Jordi Desvalls, Girona, España)
Hoy, como ayer, hablar de Dios a quienes nos conocen desde siempre resulta difícil. En el caso de Jesús, san Juan Crisóstomo comenta: «Los de Nazaret se admiran de Él, pero esta admiración no les lleva a creer, sino a sentir envidia, es como si dijeran: ‘¿Por qué Él y no yo?’». Jesús conocía bien a aquellos que en vez de escucharle se escandalizaban de Él. Eran parientes, amigos, vecinos a quienes apreciaba, pero justamente a ellos no les podrá hacer llegar su mensaje de salvación.
Nosotros —que no podemos hacer milagros ni tenemos la santidad de Cristo— no provocaremos envidias (aun cuando en ocasiones pueda suceder si realmente nos esforzamos por vivir cristianamente). Sea como sea, nos encontraremos a menudo, como Jesús, con que aquellos a quienes más amamos o apreciamos son quienes menos nos escuchan. En este sentido, debemos tener presente, también, que se ven más los defectos que las virtudes y que aquellos a quienes hemos tenido a nuestro lado durante años pueden decir interiormente: —Tú que hacías (o haces) esto o aquello, ¿qué me vas a enseñar a mí?
Predicar o hablar de Dios entre la gente de nuestro pueblo o familia es difícil pero necesario. Hace falta decir que Jesús cuando va a su casa está precedido por la fama de sus milagros y de su palabra. Quizás nosotros también necesitaremos, un poco, establecer una cierta fama de santidad fuera (y dentro) de casa antes de “predicar” a los de casa.
San Juan Crisóstomo añade en su comentario: «Fíjate, te lo ruego, en la amabilidad del Maestro: no les castiga por no escucharle, sino que dice con dulzura: ‘Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio’ (Mt 13,57)». Es evidente que Jesús se iría triste de allí, pero continuaría rogando para que su palabra salvadora fuera bien recibida en su pueblo. Y nosotros (que nada habremos de perdonar o pasar por alto), lo mismo tendremos que orar para que la palabra de Jesús llegue a aquellos a quienes amamos, pero que no quieren escucharnos.
5 cosas que puedes hacer por tu cónyuge sin fe: una ayuda para el matrimonio y su posible conversión
El cónyuge cristiano intenta acercar a su amor terreno y su su Amor divino... ha de hacerlo con paciencia y oración, los ritmos los marca Dios -Foto Yoann Boyer
Los matrimonios se enfrentan a desafíos diarios durante toda su vida: discusiones, reconciliaciones, enfrentarse a una hipoteca, educar a los hijos, elegir su educación, conciliar los trabajos con la vida familiar o simplemente cuadrar las cuentas mensuales. No siempre en el matrimonio se está de acuerdo en todos estos temas, pero de la entrega de cada uno depende que al final no sean puntos que acaben separando.
Pero a la vez se dan casos en los que en un matrimonio la fe no es compartida. ¿Qué hay que hacer cuando uno de los cónyuges es creyente y otro no? Que el aspecto más importante para uno no sea compartido por la persona con la que pasará el resto de su vida es un aspecto a cuidar y a trabajar para que el matrimonio no se resienta.
Susan Ciancio ofrece en Human Life Internacional cinco sugerencias para ayudar al cónyuge no creyente, y por tanto al matrimonio:
1. Las acciones hablan más que las palabras
Abre un diálogo con tu cónyuge, pero habla de una manera amorosa, nunca acusando o menospreciando. Hay que irradiar la alegría de Cristo. Deja que él o ella vean el amor que tienes por tu fe y por Cristo. Comparte los pensamientos que tengas, tal como lo harías con lo que opinas sobre un libro interesante o una película que hayas visto, pero sin presionar.
Sobre todo, es importante que el cónyuge sea testigo de cómo vives la fe en la forma en la que tratas a los demás, al leer la Biblia, rezar el rosario, rezar antes de las comidas, asistir a misa haciendo todas estas cosas con un corazón feliz. La alegría que transmitas puede ser contagiosa.
2. Recuerda a tu cónyuge que él o ella es la persona número uno en tu vida
Hazle saber que, aunque no comparta la fe contigo, el vínculo que tienes en el matrimonio no se romperá y que tu matrimonio es sagrado para ti. Apóyale en las cosas que le gustan. Ten en cuenta que un cónyuge no creyente puede sentirse excluido o incluso resentido o celoso por el tiempo que pasas haciendo cosas relacionadas con tu vida de fe.
Habla abiertamente y con honestidad y explica que, si bien esta es una parte integral de tu vida, comprendes que para él o ella no sea así. Pero nunca hagas que tu cónyuge no creyente se sienta mal por su falta de fe. Hacerle daño a alguien para que crea en Dios no funcionará y solo causará más resentimiento. Amalo incondicionalmente, así como Cristo nos ama.
3. Permite que el Espíritu Santo haga su obra
Es difícil vivir viendo cómo pasan los años sin que parezca que se esté produciendo cambio alguno. Recuerda que Dios trabaja de muchas formas y a través de muchas personas diferentes. Probablemente está trabajando a través de ti en este momento.
4. Lee sobre Santa Mónica y pide su intercesión
Santa Mónica entiende por lo que estás pasando porque ella pasó por lo mismo. Mónica se casó con un pagano y oró diariamente por su conversión. También fue la madre de San Agustín, quien llevó una vida alejada hasta su conversión. Mónica puso su fe en Dios y rezó continuamente por los dos.
5. Reza cada día, reza sin cesar
La oración ofrece paz, una paz que solo puede venir de un Cristo que sabemos que está de nuestro lado, no al margen de nuestros sufrimientos. Sin embargo, debes darte cuenta de que los tiempos de Dios y los nuestros a menudo no coinciden. Puede parecer que Dios no está escuchando. Incluso puedes comenzar a pensar que la oración no tiene sentido porque no estás viendo los resultados que deseas. Eso es comprensible.
Pero ten por seguro que están trabajando. Dios te escucha. Él conoce tu dolor, y Él conoce tu amor. En esos momentos, redobla tus esfuerzos. Dile a Dios que estás frustrado pero que confías en Él. Luego haz una oración de agradecimiento o una oración pidiendo fortaleza. El Padre Pío dijo una vez: “Reza, espera, y no te preocupes”.
(Artículo publicado originariamente en ReL en junio de 2019)
Texto del Evangelio (Mt 13,47-53): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis entendido todo esto?» Dícenle: «Sí». Y Él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo». Y sucedió que, cuando acabó Jesús estas parábolas, partió de allí.
«Recogen en cestos los buenos y tiran los malos»
Rev. D. Ferran JARABO i Carbonell
(Agullana, Girona, España)
Hoy, el Evangelio constituye una llamada vital a la conversión. Jesús no nos ahorra la dureza de la realidad: «Saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego» (Mt 13,49-50). ¡La advertencia es clara! No podemos quedarnos dormidos.
Ahora debemos optar libremente: o buscamos a Dios y el bien con todas nuestras fuerzas, o colocamos nuestra vida en el precipicio de la muerte. O estamos con Cristo o estamos contra Él. Convertirse significa, en este caso, optar totalmente por pertenecer a los justos y llevar una vida digna de hijos. Sin embargo, tenemos en nuestro interior la experiencia del pecado: vemos el bien que deberíamos hacer y en cambio obramos el mal; ¿cómo intentamos dar una verdadera unidad a nuestras vidas? Nosotros solos no podemos hacer mucho. Sólo si nos ponemos en manos de Dios podremos lograr hacer el bien y pertenecer a los justos.
«Por el hecho de no estar seguros del tiempo en que vendrá nuestro Juez, debemos vivir cada jornada como si nos tuviera que juzgar al día siguiente» (San Jerónimo). Esta frase es una invitación a vivir con intensidad y responsabilidad nuestro ser cristiano. No se trata de tener miedo, sino de vivir en la esperanza este tiempo que es de gracia, alabanza y gloria.
Cristo nos enseña el camino de nuestra propia glorificación. Cristo es el camino del hombre, por tanto, nuestra salvación, nuestra felicidad y todo lo que podamos imaginar pasa por Él. Y si todo lo tenemos en Cristo, no podemos dejar de amar a la Iglesia que nos lo muestra y es su cuerpo místico. Contra las visiones puramente humanas de esta realidad es necesario que recuperemos la visión divino-espiritual: ¡nada mejor que Cristo y que el cumplimiento de su voluntad!
La eutanasia implica listas negras, pendiente peligrosa, menos ciencia, miedo al médico...
Manuel Martínez-Sellés da argumentos contra la eutanasia
En una detallada entrevista en El Debate de Hoy, el doctor Manuel Martínez-Sellés ha analizado los peligros de aceptar leyes eutanásicos y cómo lo que se pide aceptar para casos extremos va a crear una cultura de la eliminación del enfermo.
Sellés es catedrático de Medicina y jefe de Sección de Cardiología del Hospital Gregorio Marañón de Madrid. Ha sido presidente de la Sección de Cardiología Geriátrica de la Sociedad Española de Cardiología. Como muchos médicos que tienen un contacto cotidiano con el misterio del dolor, la ancianidad, la enfermedad y la fragilidad del hombre, es consciente de que estos temas deben abordarse con la cabeza fría y un corazón humano y sereno.
Señala que "la ley es particularmente agresiva para los médicos, porque es de cumplimiento obligatorio, salvo que uno se inscriba en un listado de objeción de conciencia. Habrá como una lista negra que tampoco sabemos las implicaciones que tendrá".
Recuerda que la Asociación Médica Mundial se pronunció de forma clara y reiterativa, en octubre de 2019, afirmando que tanto la eutanasia como el suicidio médicamente asistido son inaceptables, y que de hecho es ilegal en casi todos los países del mundo, con contadas excepciones. "La enorme mayoría de los médicos, pese a algunas campañas y encuestas sesgadas que se han intentado hacer, es contraria a la eutanasia", afirma.
La propuesta que desde el 11 de febrero estudia en el Congreso de los Diputados aprobar la eutanasia en España es, en su opinión, "particularmente cruel, porque se aprueba la eutanasia en España cuando no tenemos suficientemente desarrollados los cuidados paliativos".
España: muy atrasada en cuidados paliativos
Recuerda que España tiene un gran déficit en cuidados paliativos, los que atienden al enfermo en fase crónica y terminal. "El año pasado se publicó el último Atlas de Cuidados Paliativos, que recomienda que haya 2 servicios por cada 100.000 mil habitantes. España tiene 0,6, o sea, tenemos un déficit muy importante. En vez de intentar potenciar unidades de cuidados paliativos, lo que se hace es matar a los pacientes que están en una situación avanzada", denuncia.
De hecho, añade, "España es de los pocos países europeos que no tienen una especialidad médica oficial en cuidados paliativos". Y afirma: "Lamentablemente, en España la gente en su mayoría muere en los hospitales y, de hecho, esta tendencia está aumentando, cosa que no sucede en otros países, como Estados Unidos. Los expertos dicen que lo ideal es morir en casa, aunque es verdad que a veces hay situaciones clínicas en las que puede resultar difícil".
"Los médicos sabemos que cuando un paciente pide eutanasia, en realidad, está pidiendo otra cosa: que le controlemos los síntomas, que estemos más pendientes de él, que la familia esté más encima, que reciba cariño y mejores cuidados. De hecho, justo los médicos que más peticiones de eutanasia reciben, que son los oncólogos, los paliativistas, son los más contrarios a ella", detalla.
Pendiente resbaladiza: eutanasia a quien no la pide
Sellés recuerda que la eutanasia se ha descontrolado allí donde lleva años aplicándose. "En Holanda se está aplicando eutanasia a niños con discapacidad, a ancianos con Alzheimer… es decir, a pacientes que por su misma situación clínica ni siquiera la pueden pedir. De hecho, hay un proyecto de ley, que quizá se apruebe este año, que establece que los mayores de 70 años podrán ir con su DNI a la farmacia y les proporcionarán una píldora letal, incluso aunque no tengan ninguna enfermedad. Esto viene a mostrarnos hasta qué punto se puede llegar con esta «pendiente resbaladiza", advierte.
Con la eutanasia, habrá menos investigación científica
"Lo que parece absurdo es que, cuando más ha avanzado la medicina, cuando somos más capaces de controlar los síntomas de nuestros pacientes, en vez de potenciar los cuidados paliativos lo que se hace es aprobar una ley que va a matarlos", añade. "Y, por supuesto, es una ley que va a tener efectos perniciosos, porque ¿quién va a destinar ahora recursos a los cuidados paliativos o a investigar enfermedades como el Alzheimer si al final lo que vamos a hacer es ir matando a los pacientes? La aprobación de esta ley va a tener muchas consecuencias".
La eutanasia genera desconfianza hacia el médico
"Hay casos de ancianos que no quieren quedarse en las residencias de Holanda por miedo a que los maten y se van a las cercanas a la frontera. Es muy triste. Si aquí, en España, en una residencia de ancianos hay un médico, se ve como algo positivo. En Holanda cambia este concepto y por eso se produce una quiebra de la relación de confianza médico-paciente, ya que se ve al médico de una forma distinta. En cierta manera, la eutanasia mancha a toda la profesión médica", previene.
Pone otro ejemplo. "Cuando uno va al hospital, lo que espera es que lo que le hagan sea para su bien. Si un hijo le dice a su padre: “Oye, papá, vamos al hospital que estás enfermo”, hoy día la implicación que eso tiene es que el hijo quiere el bien de su padre. Pero si eso pasa dentro de unos meses, a lo mejor el padre sale corriendo por la otra puerta, porque desconoce qué implicaciones puede tener".
Existe la sedación, la eutanasia es innecesaria
"Hoy día, incluso en las situaciones más avanzadas, la medicina tiene forma de controlar los síntomas de dolor, falta de aire, náuseas… Y para aquellas pocas personas que se encuentran en situaciones en las que eso no es posible, existe la alternativa de la sedación paliativa", explica el doctor.
"Consistiría en emplear sedantes, analgésicos, a unas dosis que pueden hacer que el paciente pierda el conocimiento, bien de forma transitoria o bien de forma permanente hasta la muerte, pero no se hace con el objetivo de matarlo. La sedación paliativa ha de comunicarse al paciente y debe estar de acuerdo en recibirla. Si el paciente ya no se encuentra en una situación en la que puede dar su consentimiento, se comunica a su familia. Es una alternativa que podemos utilizar y utilizamos. Mi experiencia en estos casos es que muchas veces la situación clínica del paciente, sorprendentemente, mejora, pero en algunos pocos casos puede suceder que empeore tanto que el paciente muera. Pero no lo hacemos con esa intención. La intención es la clave".
Cómo crear una nueva clase médica pro-eutanasia
No bastaría con aprobar la eutanasia: una vez aprobada, hay que formar y premiar a los médicos que la practiquen y castigar y apartar a los médicos que la critiquen por ser una práctica inmoral y cruel.
"Yo estudié en la Universidad Complutense de Madrid. Cuando acabamos la carrera, hicimos el juramento hipocrático, que explícitamente condena la eutanasia. El año pasado, en este mismo centro se votaron en clase distintas opciones de juramento y justo salió la más descafeinada. Aunque me preocupa algo la situación actual, creo que tanto la formación ética en las facultades de Medicina como la asistencia a nivel hospitalario en España son muy buenas. Lo que me inquieta es el futuro. Si el Gobierno tiene este empeño, a través del Ministerio de Sanidad y también del de Educación y Universidades se pueden cambiar los planes de estudio. En poco tiempo, podemos crear generaciones de médicos que no solo no sean conscientes de que la eutanasia es un grave atentado contra la profesión, sino que incluso la vean como algo positivo", advierte.
Habrá listas negras: las de los médicos que defienden la vida y el "no matarás".
"Sorprende que quien se tenga que inscribir sea quien quiera practicar la medicina de forma adecuada. Es decir, en vez de tener que inscribirse el que quiera matar a los pacientes, debe hacerlo quien no quiere matarlos. El hecho de que exijan un registro es porque puede tener implicaciones. Si no, no se exigiría. En medicina hay mucha precariedad laboral, muchos compañeros firman contratos cada seis meses. El hecho de inscribirte en un registro que dice que tienes una opinión contraria a los dictámenes del Gobierno es evidente que puede tener repercusiones. En cuanto esté disponible este registro, seré el primero en inscribirme. Yo tengo la suerte de tener una plaza fija, pero es indudable el temor a que eso pueda tener consecuencias a nivel laboral. No hay ninguna duda".
Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».
«Te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
Hoy, también nosotros —atareados como vamos a veces por muchas cosas— hemos de escuchar cómo el Señor nos recuerda que «hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola» (Lc 10,42): el amor, la santidad. Es el punto de mira, el horizonte que no hemos de perder nunca de vista en medio de nuestras ocupaciones cotidianas.
Porque “ocupados” lo estaremos si obedecemos a la indicación del Creador: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla» (Gn 1,28). ¡La tierra!, ¡el mundo!: he aquí nuestro lugar de encuentro con el Señor. «No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno» (Jn 17,15). Sí, el mundo es “altar” para nosotros y para nuestra entrega a Dios y a los otros.
Somos del mundo, pero no hemos de ser mundanos. Bien al contrario, estamos llamados a ser —en bella expresión de san Juan Pablo II— “sacerdotes de la creación”, “sacerdotes” de nuestro mundo, de un mundo que amamos apasionadamente.
He aquí la cuestión: el mundo y la santidad; el tráfico diario y la única cosa necesaria. No son dos realidades opuestas: hemos de procurar la confluencia de ambas. Y esta confluencia se ha de producir —en primer lugar y sobre todo— en nuestro corazón, que es donde se pueden unir cielo y tierra. Porque en el corazón humano es donde puede nacer el diálogo entre el Creador y la criatura.
Es necesaria, por tanto, la oración. «El nuestro es un tiempo de continuo movimiento, que a menudo desemboca en el activismo, con el riesgo fácil del “hacer por hacer”. Tenemos que resistir a esta tentación, buscando “ser” antes que “hacer”. Recordemos a este respecto el reproche de Jesús a Marta: ‘Tú te afanas y te preocupas por muchas cosas y sin embargo sólo una es necesaria’ (Lc 10,41-42)» (San Juan Pablo II).
No hay oposición entre el ser y el hacer, pero sí que hay un orden de prioridad, de precedencia: «María ha elegido la parte buena, que no le será quitada» (Lc 10,42).
¿Aún son los casados más felices que los demás? Sí, según la ciencia y pese a estudios puntillosos
El matrimonio sigue siendo fuente de felicidad, según los estudios sociológicos
¿Es poca la diferencia en la felicidad entre los solteros, los casados y los divorciados? Un nuevo estudio trata de apuntar en esa dirección, pero eso va contra sus propios datos y de hecho contra un consenso bien establecido en los estudios sobre felicidad y matrimonio en EEUU.
La Universidad Estatal de Michigan (Estados Unidos) ha difundido una nota sobre una investigación que busca medir y comparar la felicidad de los casados, los solteros y los que han tenido una vida de pareja "accidentada". En la nota consideran que la diferencia no es muy significativa, pero un poco de atención a los datos muestra que sí lo es. William Chopik y Mariah Purol, los investigadores del estudio, creen que la vida matrimonial feliz no parece aportar mucha más felicidad que una soltería feliz.
El estudio es novedoso en clasificar a las personas de edad ya madura, en 3 categorías y luego pedirles que puntúen su felicidad actual, tras muchos años de vida, autoconcediéndose una nota del 1 al 5. Para el lector español, más acostumbrado a las notas del 1 al 10, puede ser mejor usar la puntuación decimal.
Los que pasaron casi toda su vida en un solo matrimonio puntuó su felicidad en un 8 sobre 10.
Los que nunca se casaron ni trataron de tener relaciones matrimoniales o similares, se puntuaron con un 7,6 sobre 10.
Los que entraron y salieron en varias relaciones, con divorcios, rupturas o enviudando, se autoconcedieron un 7,4 sobre 10.
Los investigadores consideran que la diferencia es pequeña. Pero el estudio tiene muchas limitaciones. Para empezar, muchos hablan de su felicidad "hoy", bastantes años después de haber pasado los peores momentos de sus rupturas o divorcios.
Publicado en el 'Journal of Positive Psychology', examinó las historias de relación de 7.532 personas, de 18 a 60 años. A la tercera categoría (de historias accidentadas) pertenecían sólo un 13%.
Citando unos versos de Shakespeare sobre los que aman y pierden frente a los que nunca amaron, Mariah Purol, una de las autoras del estudio, consideró que "aquellos que 'han amado y perdido' son tan felices hacia el final de la vida como aquellos que 'nunca han amado en absoluto'". (Quizá hablar de "hacia el final de la vida" a los 60 años es un poco inexacto en nuestros días).
"Parece que se trata menos del matrimonio y más de la mentalidad. Si puedes encontrar la felicidad y la satisfacción como persona soltera, es probable que te aferres a esa felicidad, sea con anillo en el dedo o no", concluye Purol.
Tener pareja feliz... ¡te da buena salud!
Sin embargo, en un estudio anterior, el mismo William Chopik, profesor de psicología, junto con Ed O’Brien, de la universidad de Chicago, analizando 1.981 parejas casadas ya jubiladas, encontró que tener un cónyuge feliz aporta buena salud, incluso si el encuestado no es especialmente feliz.
“Simplemente el tener una pareja feliz puede aumentar tanto tu salud como esforzarte por ti mismo en ser feliz", afirmó el investigador en un estudio que publicó en "Health Psychology", a partir en encuestas a parejas de 50 a 94 años midiendo su felicidad y salud durante 6 años.
¿Cómo es que la felicidad del cónyuge puede aportarnos buena salud? Chopik consideraba 3 posibilidades:
- un cónyuge feliz nos cuidará más y mejor, mientras que uno infeliz tendría tendencia a dedicarse más bien a sus problemas
- los cónyuges felices consiguen que las personas menos felices lleven una vida saludable con buenos ciclos de sueño, comida sana, actividad física...
- un cónyuge feliz, incluso si no te hace feliz a ti, te simplifica y serena la vida... y eso previene contra riesgos como el abuso de alcohol, drogas, y otros comportamientos dañinos
Así, el nuevo estudio quizá infravalora los beneficios del matrimonio (quizá por su sistema de automedición de felicidad) frente al anterior, que constataba los beneficios objetivos en la salud de tener un cónyuge feliz.
En la misma universidad de Michigan en 2012 un estudio de Stevie C. Y. Yap investigó la felicidad de 1.366 personas antes de casarse y durante los años siguientes a su matrimonio (siempre comparando con grupos de control de similar nivel sociocultural). La conclusión es que "la gente, como media, no es que sea más feliz después de casarse de lo que era antes de casarse, pero si es más feliz de lo que hubiera sido si se mantuviera soltera".
Lo más contundente: preguntar quién se siente muy feliz
En mayo de 2019, Nicholas H. Wolfinger, en IFStudies.org (del Institute for Family Studies) admitía que "es cierto que la evidencia de los beneficios directos del matrimonio es más débil de lo que solía ser. Los estudios han demostrado que los beneficios del matrimonio a la salud y a los ingresos masculinos son un producto de la selección, no de la causación: los hombres más sanos y con más ingresos son los que tienen más probabilidad de lograr casarse, para empezar. Sin embargo, nadie ha puesto en duda los beneficios del matrimonio para la felicidad en las décadas posteriores a que lo hiciera el difunto sociólogo Jesse en su libro The Future of Marriage".
l
Y se demuestra esta relación entre felicidad y matrimonio con cifras de la General Social Survey de 2010-2018:
- el 40% de los casados de 18 a 50 años se declaran "muy felices"
- sólo el 24% de los separados/divorciados sin hijos (y el 18% de los que tienen hijos) se declaran "muy felices"
- y sólo un 21% de los nunca casados se declaran "muy felices"
Estos datos, mucho más robustos que el nuevo estudio de William Chopik y Mariah Purol, de hecho, sumados a su estudio, siguen confirmando que el matrimonio es (estadísticamente) una fuente de estabilidad, felicidad y salud, mucho más que cualquiera de sus alternativ
Texto del Evangelio (Mt 13,36-43): En aquel tiempo, Jesús despidió a la multitud y se fue a casa. Y se le acercaron sus discípulos diciendo: «Explícanos la parábola de la cizaña del campo». Él respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
»De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».
«Explícanos la parábola de la cizaña del campo»
Rev. D. Iñaki BALLBÉ i Turu
(Terrassa, Barcelona, España)
Hoy, mediante la parábola de la cizaña y el trigo, la Iglesia nos invita a meditar acerca de la convivencia del bien y del mal. El bien y el mal dentro de nuestro corazón; el bien y el mal que vemos en los otros, el que vemos que hay en el mundo.
«Explícanos la parábola» (Mt 13,36), le piden a Jesús sus discípulos. Y nosotros, hoy, podemos hacer el propósito de tener más cuidado de nuestra oración personal, nuestro trato cotidiano con Dios. —Señor, le podemos decir, explícame por qué no avanzo suficientemente en mi vida interior. Explícame cómo puedo serte más fiel, cómo puedo buscarte en mi trabajo, o a través de esta circunstancia que no entiendo, o no quiero. Cómo puedo ser un apóstol cualificado. La oración es esto, pedirle “explicaciones” a Dios. ¿Cómo es mi oración?: ¿es sincera?, ¿es constante?, ¿es confiada?.
Jesucristo nos invita a tener los ojos fijos en el Cielo, nuestra casa para siempre. Frecuentemente vivimos enloquecidos por la prisa, y casi nunca nos detenemos a pensar que un día —lejano o no, no lo sabemos— deberemos dar cuenta a Dios de nuestra vida, de cómo hemos hecho fructificar las cualidades que nos ha dado. Y nos dice el Señor que al final de los tiempos habrá una tría. El Cielo nos lo hemos de ganar en la tierra, en el día a día, sin esperar situaciones que quizá nunca llegarán. Hemos de vivir heroicamente lo que es ordinario, lo que aparentemente no tiene ninguna trascendencia. ¡Vivir pensando en la eternidad y ayudar a los otros a pensar en ello!: paradójicamente, «se esfuerza para no morir el hombre que ha de morir; y no se esfuerza para no pecar el hombre que ha de vivir eternamente» (San Julián de Toledo).
Recogeremos lo que hayamos sembrado. Hay que luchar por dar hoy el 100%. Y que cuando Dios nos llame a su presencia le podamos presentar las manos llenas: de actos de fe, de esperanza, de amor. Que se concretan en cosas muy pequeñas y en pequeños vencimientos que, vividos diariamente, nos hacen más cristianos, más santos, más humanos.
Iba a ser un «monstruo», había que abortarla... Anna Valle fue Miss Italia y hoy triunfa como actriz
Anna ha desarrollado una carrera como actriz en Italia
En estos días, Anna Valle es noticia en Italia porque va a protagonizar la serie de Mediaset con la que Silvio Berlusconi espera recuperar parte del terreno perdido con la RAI en la lucha por las audiencias: Luce dei tuoi occhi (Luz de tus ojos), una ficción en la que interpretará a una madre que busca a su hija, a quien todos creen muerta.
La historia de Anna es todo un testimonio provida, porque la actriz, nacida en 1975, pudo no ver la luz si su madre hubiera hecho caso a su médico. Pero se mantuvo firme...
Marisa Ferrante esperaba dar a luz a un «monstruo», según le había advertido su ginecólogo. A los cuatro meses de gestación, el facultativo detectó, mediante unas pruebas, una malformación que no podía describir a la madre de la criatura.
Con energía recomendó a la paciente la necesidad de someterse a un aborto ante lo que podría nacer. Calificó de «imprescindible» dicha intervención porque nacería una niña con numerosas deformidades, si es que el embarazo llegaba a buen puerto, porque el médico también albergaba sus dudas. Por supuesto, la vida de la madre también correría peligro si es que se empeñaba en proseguir con la gestación.
Marisa, mujer católica que esperaba con alegría el alumbramiento de su bebé, se negó a someterse a tal práctica. «Yo quería a toda costa esa criatura», declaraba hace no mucho Marisa Ferrante. «No podía aceptar un destino tan cruel y mi tozudez me dio la razón». Pero, junto a estas razones «humanas» existían otras «sobrenaturales», como indica Marisa: «Me encomendé a las manos de Dios y tuve a mi hija».
Anna era un bebé perfecto
Y así fue. En 1975 dio a luz a una niña perfectamente sana. Esa pequeña, Anna Valle, veinte años después se convertiría en Miss Italia. En 1995 la prensa italiana calificó a la modelo como belleza renacentista por su negra melena y sus rasgos suaves.
Sus ojos verdes y su 1,78 son reflejo de aquella «tozudez» de Marisa. La propia Anna, consciente de su historia, al defender su candidatura ante el público en el certamen de Miss Italia, pidió al público que la votara a ella para «darle una alegría a mi madre».
Artículo publicado en ReL el 6 de agosto de 2012 y ahora readaptado.
Texto del Evangelio (Mt 13,31-35): En aquel tiempo, Jesús propuso todavía otra parábola a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas».
Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo». Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese el oráculo del profeta: ‘Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo’.
«Nada les hablaba sin parábolas»
Rev. D. Josep Mª MANRESA Lamarca
(Valldoreix, Barcelona, España)
Hoy, el Evangelio nos presenta a Jesús predicando a sus discípulos. Y lo hace, tal como en Él es habitual, en parábolas, es decir, empleando imágenes sencillas y corrientes para explicar los grandes misterios escondidos del Reino. Así podía entender todo el mundo, desde la gente más formada hasta la que tenía menos luces.
«El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza...» (Mt 13,31). Los granitos de mostaza casi no se ven, son muy pequeños, pero si tenemos de ellos buen cuidado y se riegan... acaban formando un gran árbol. «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina...» (Mt 13,33). La levadura no se ve, pero si no estuviera ahí, la pasta no subiría. Así también es la vida cristiana, la vida de la gracia: no se ve exteriormente, no hace ruido, pero... si uno deja que se introduzca en su corazón, la gracia divina va haciendo fructificar la semilla y convierte a las personas de pecadoras en santas.
Esta gracia divina se nos da por la fe, por la oración, por los sacramentos, por la caridad. Pero esta vida de la gracia es sobre todo un don que hay que esperar y desear con humildad. Un don que los sabios y entendidos de este mundo no saben apreciar, pero que Dios Nuestro Señor quiere hacer llegar a los humildes y sencillos.
Ojalá que cuando nos busque a nosotros, nos encuentre no en el grupo de los orgullosos, sino en el de los humildes, que se reconocen débiles y pecadores, pero muy agradecidos y confiados en la bondad del Señor. Así, el grano de mostaza llegará a ser un árbol grande; así la levadura de la Palabra de Dios obrará en nosotros frutos de vida eterna. Porque, «cuanto más se abaja el corazón por la humildad, más se levanta hacia la perfección» (San Agustín).
Contradictoria, antivitalista, incluso «insultante»: diez razones para rechazar la reencarnación
La creencia en que hemos tenido vidas anteriores (animales incluso) forma parte de las filosofías orientales y ha sido importada para Occidente por la Nueva Era y su peculiar «espiritualidad». Foto: Jen Loong / Unsplash.
La creencia en la reencarnación, como la creencia en el karma, forma parte de las religiones orientales y ha llegado a Occidente como producto de consumo propio de la Nueva Era.
¿Tiene algún fundamento creer que hemos vivido otras vidas anteriores en otros cuerpos, siendo nosotros mismos? Peter Kreeft, católico converso del protestantismo, filósofo doctorado en la Universidad de Yale y profesor en el Boston College y en el King's College de Nueva York, incluyó el asunto en uno de sus últimos libros: Ask Peter Kreeft [Pregúntale a Peter Kreeft], que recoge cien cuestiones que le han planteado en sus muchos años y muchas conferencias como apologista de la fe.
El filósofo católico Peter Kreeft ha publicado en español Cómo ganar la guerra cultural.
Recientemente, Kreeft sintetizó los contenidos de sus respuestas del libro sobre la reencarnación en un artículo en Catholic Exchange donde explicaba por qué los católicos no creen en ella, y cuya argumentación estructuramos y sintetizamos a continuación:
¿Por qué los católicos no creen en la reencarnación?
1. Porque es contraria a la Resurrección, y "si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe" (1 Cor 15, 14). Cristo resucitado convivió con los apóstoles y tenía un cuerpo físico que podía tocarse y que Él alimentaba.
2. Porque la Biblia la contradice expresamente: "El destino de los hombres es morir una sola vez; y después de la muerte, el juicio" (Heb 9, 27).
3. Porque la Iglesia siempre rechazó esa idea a pesar de que ya existía y era muy popular en el ambiente de cultura griega en el nació y se difundió el cristianismo. En la filosofía platónica, la vida después de la muerte consiste en liberarse del cuerpo. En el cristianismo, consiste en la resurrección del cuerpo.
4. Porque es un insulto al cuerpo. Sitúa toda nuestra humanidad en el alma o en el espíritu, y considera al cuerpo como un motel de carretera temporal, en el mejor de los casos, o como una prisión o una tumba, en el peor. Sin embargo, las Sagradas Escrituras nos dicen que Dios creó el cuerpo, y que la imagen de Dios es en cierto modo corporal además de espiritual. La primera vez que se menciona la imagen de Dios ("Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó", Gn 1, 27) se habla de hombre y mujer, palabras que tienen un significado físico y biológico, no solo referidas a la mentalidad masculina o femenina.
5. Porque es un insulto a la individualidad. Con la reencarnación, tu vida no es única. En tiempos fuiste alguien distinto. Tu único yo se convierte en algo relativo e intercambiable, como si fuese una máscara o un uniforme.
6. Porque repudia la moralidad. Los neoplatónicos y los gnósticos iban más lejos que Platón y afirmaban que el cuerpo es la causa del pecado y del mal. Una filosofía muy conveniente para los pecadores: “Mi cuerpo me obligó a hacerlo. La culpa es tuya, Dios, por hacerme cargar con él”.
7. Porque rompe la unidad de la persona. Descartes, quien en cuanto católico no compartía literalmente las herejías gnósticas, sí creía que el cuerpo era una sustancia separada del alma. Los cuerpos ocupan espacio pero no piensan; las almas piensan, pero no ocupan espacio. Así que no hay nada común que las una. Esencialmente somos almas, fantasmas acogidos por nuestros cuerpos como en una casa. Las consecuencias de esta "escisión cartesiana" en el olvido de la filosofía realista son incalculables.
8. Porque es contradictoria, como le demostró un cristiano a San Justino Mártir (100-165), que era platónico, llevándole a su conversión. El cristiano le preguntó a San Justino cómo explicaba la existencia de los cuerpos. Justino respondió que era un justo castigo de los dioses por los pecados cometidos en alguna vida corporal anterior. El cristiano le preguntó entonces si recordaba sus vidas, y la respuesta fue que no las recordaba. “Entonces, ¿cómo puedes ser castigado y, mediante el castigo, redimido de tus pecados anteriores, si no los recuerdas?” El futuro mártir no pudo contestar. El cristiano le interrogó sobre su esperanza en el más allá, y Justino contestó que esperaba liberarse del cuerpo en el Cielo, una vez que se hubiesen completado todos los castigos tras un número suficiente de reencarnaciones en la tierra. "En ese cielo puramente espiritual, ¿reina la perfección?", insistió su interlocutor. Sí, explicó el platónico, porque en él no hay cuerpos. "Pero si en el cielo no hay cuerpos, y por tanto no hay pecado, ¿por qué nos castigan los dioses?", argumentó el cristiano. Justino no tuvo qué decir, y no mucho después se convirtió, descubriendo que su nueva fe cristiana era también una filosofía más razonable que el platonismo. En efecto, en el esquema platónico de la reencarnación, el principio de los cuerpos (el castigo del pecado) y el final de los cuerpos (liberarse de ellos en el Cielo) se contradicen .
9. Porque es antivital, al quitarle a la vida todo su dramatismo. La reencarnación es como un examen sin consecuencias. Si puedes hacer infinitos exámenes hasta conseguir aprobar, le quitas todo dramatismo a la prueba. Si hay en la vida hay drama es porque solo tienes una oportunidad, y eso es lo que permite disfrutarla.
10. Porque casi siempre va de la mano con el panteísmo. Para explicar por qué, hace falta algo de filosofía. Es la materia la que individualiza cada forma esencial, la que hace múltiples a los miembros de una misma especie. Todos tenemos la misma forma esencial (a saber, la naturaleza humana), del mismo modo que todos los ejemplares de un cierto libro tienen la misma forma esencial. Si somos muchos en cantidad -como son muchos los ejemplares de un mismo libro- es por la materia, no por la forma. La forma es una; la materia es múltiple. Hay muchas copias materiales de una misma forma esencial. Por tanto, si somos uno en el espíritu pero muchos en la materia (premisa primera), y si esencialmente somos solo espíritu (premisa segunda para quienes creen en la reencarnación), la conclusión lógica es que somos esencialmente un único ser, no muchos seres. Todos somos olas del mar divino, todos somos parte de Dios. Y eso es panteísmo.
Día litúrgico: Domingo XVII (A) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 13,44-52): En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.
»También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra.
»También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.
»¿Habéis entendido todo esto?». Dícenle: «Sí». Y Él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo».
«Un tesoro escondido en un campo (...); un mercader que anda buscando perlas finas»
Rev. D. Enric PRAT i Jordana
(Sort, Lleida, España)
Hoy, el Evangelio nos quiere ayudar a mirar hacia dentro, a encontrar algo escondido: «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo» (Mt 13,44). Cuando hablamos de tesoro nos referimos a algo de valor excepcional, de la máxima apreciación, no a cosas o situaciones que, aunque amadas, no dejan de ser fugaces y chatarra barata, como son las satisfacciones y placeres temporales: aquello con lo que tanta gente se extenúa buscando en el exterior, y con lo que se desencanta una vez encontrado y experimentado.
El tesoro que propone Jesús está enterrado en lo más profundo de nuestra alma, en el núcleo mismo de nuestro ser. Es el Reino de Dios. Consiste en encontrarnos amorosamente, de manera misteriosa, con la Fuente de la vida, de la belleza, de la verdad y del bien, y en permanecer unidos a la misma Fuente hasta que, cumplido el tiempo de nuestra peregrinación, y libres de toda bisutería inútil, el Reino del cielo que hemos buscado en nuestro corazón y que hemos cultivado en la fe y en el amor, se abra como una flor y aparezca el brillo del tesoro escondido.
Algunos, como san Pablo o el mismo buen ladrón, se han topado súbitamente con el Reino de Dios o de manera impensada, porque los caminos del Señor son infinitos, pero normalmente, para llegar a descubrir el tesoro, hay que buscarlo intencionadamente: «También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas» (Mt 13,45). Quizá este tesoro sólo es encontrado por aquellos que no se dan por satisfechos fácilmente, por los que no se contentan con poca cosa, por los idealistas, por los aventureros.
En el orden temporal, de los inquietos e inconformistas decimos que son personas ambiciosas, y en el mundo del espíritu, son los santos. Ellos están dispuestos a venderlo todo con tal de comprar el campo, como lo dice san Juan de la Cruz: «Para llegar a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada».
Día litúrgico: 25 de Julio: Santiago apóstol, patrón de España
Texto del Evangelio (Mt 20,20-28): En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?». Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre».
Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».
«¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?»
Mons. Octavio RUIZ Arenas Secretario del Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización
(Città del Vaticano, Vaticano)
Hoy, el episodio que nos narra este fragmento del Evangelio nos pone frente a una situación que ocurre con mucha frecuencia en las distintas comunidades cristianas. En efecto, Juan y Santiago han sido muy generosos al abandonar su casa y sus redes para seguir a Jesús. Han escuchado que el Señor anuncia un Reino y que ofrece la vida eterna, pero no logran entender todavía la nueva dimensión que presenta el Señor y, por ello, su madre va a pedir algo bueno, pero que se queda en las simples aspiraciones humanas: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino» (Mt 20,21).
De igual manera, nosotros escuchamos y seguimos al Señor, como lo hicieron los primeros discípulos de Jesús, pero no siempre logramos entender a cabalidad su mensaje y nos dejamos llevar por intereses personales o ambiciones dentro de la Iglesia. Se nos olvida que al aceptar al Señor, tenemos que entregarnos con confianza y de manera plena a Él, que no podemos pensar en obtener la gloria sin haber aceptado la cruz.
La respuesta que les da Jesús pone precisamente el acento en este aspecto: para participar de su Reino, lo que importa es aceptar beber de su misma «copa» (cf. Mt 20,22), es decir, estar dispuestos a entregar nuestra vida por amor a Dios y dedicarnos al servicio de nuestros hermanos, con la misma actitud de misericordia que tuvo Jesús. El Papa Francisco, en su primera homilía, recalcaba que para seguir a Jesús hay que caminar con la cruz, pues «cuando caminamos sin la cruz, cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor».
Seguir a Jesús exige, por consiguiente, gran humildad de nuestra parte. A partir del bautismo hemos sido llamados a ser testigos suyos para transformar el mundo. Pero esta transformación sólo la lograremos si somos capaces de ser servidores de los demás, con un espíritu de gran generosidad y entrega, pero siempre llenos de gozo por estar siguiendo y haciendo presente al Señor.
Polémicas«Brillante» investigación sobre un fenómeno femenino en alza
Hasta hace no muchos años, la cuestión transgénero era un asunto básicamente de varones adultos. Cada vez más es un problema de chicas adolescentes. Foto: Sharon McCutcheon / Unsplash.El «daño
La tendencia social, cultural y política de imposición de la ideología de género está haciendo un "daño irreversible" a las chicas adolescentes y jóvenes multiplicando los casos de disforia de género y obligando a padres y médicos, mediante una coacción social insoportable, a respaldar su "transición" y medicarlas de por vida.
Es la tesis de un libro recién publicado por Regnery en Estados Unidos, Irreversible damage [Daño irreversible], subtitulado La manía transgénero que seduce a nuestras hijas. Su autora, Abigail Shrier, es colaboradora habitual en el Wall Street Journal, se formó en la Universidad de Oxford y es doctora en Derecho por la Universidad de Yale.
Shrier describe un fenómeno que empieza a preocupar en términos de salud global. En muy pocos años, la disforia de género (un grave malestar con el propio sexo biológico) ha pasado de ser diagnosticada en un 0,01% de población, en la primera infancia y casi exclusivamente en varones, a ver cómo se dispara el número de casos, en la preadolescencia y primera juventud, y sobre todo en chicas.
Los colegios e internet
La mayoría de las ellas nunca habían experimentado problema alguno con su sexo biológico hasta que se dieron una de dos circunstancias, o las dos:
-o bien una actividad organizada del colegio, extracurricular pero en horario escolar, durante la cual alguien ajeno al centro y normalmente enviado por asociaciones LGBT les contaba su experiencia de 'salir del armario' como transgénero o les introducía en la complejidad del fenómeno;
-o bien descubrían en las redes sociales, a través de algún compañero o amigo, una comunidad de influencers transgénero.
Para muchos padres, el momento en el que descubren lo que está pasando es haciendo frente a peticiones que pueden llegar a mastectomías dobles o a bloqueadores de la pubertad con una potencial infertilidad permanente.
Para conocer esta realidad, Shrier ha llevado a cabo cerca de doscientas entrevistas a jóvenes que se reconocen transgénero, a sus padres, a consejeros y médicos que impulsan la 'transición' de género, a psicólogos y educadores, a investigadores y también a chicas que 'detransicionan", esto es, que lamentan lo que se han hecho a sí mismas e intentan volver a la normalidad.
Lo que Shrier ha descubierto, explica Regnery, es que las chicas transgénero ven inmediatamente impulsado su estatus social entre sus pares, pero no es fácil dar marcha atrás una vez emprendidos los primeros pasos de la 'transición'. La finalidad de su libro es precisamente informar de todo esto a sus padres para que puedan "proteger" a sus hijas de decisiones erróneas, porque "toda una generación está en riesgo".
Un estudio "brillante"
No hace falta decir que la movilización del lobby LGBT contra Shrier para censurarla ha sido instantánea. Aunque Amazon vende el libro, se dirigió a la editorial para advertirle de que no insertaría publicidad pagada, por entender que Irreversible Damage incluye críticas a la orientación sexual... aunque no es así.
Ella ha estado presente en todo tipo de foros para defender su estudio, que ha sido considerado "brillante" incluso por personas que han trabajado en la denominada perspectiva de género, como Julian Vigo, profesora de antropología cultural. Considera que los ataques recibidos son más bien prueba "de la fuerza de su investigación y del poder de su alegato".
Y coincide con ella en la constatación del auge de este fenómeno preadolescente y postadolescente femenino y su importante prevalencia en Estados Unidos, Reino Unido y Escandinavia: "El transgenerismo ya no es un coto cerrado para hombres adultos, como en tiempos fue", apunta Vigo.
La seguridad de la "etiqueta"
En un artículo en Spiked reseñando la obra, Vigo coincide con Shrier en la importancia de la enorme cantidad de tiempo que dedican los jóvenes de hoy a la socialización on line, donde la etiquetación juega un papel decisivo.
La propia Shrier lo pudo comprobar durante varias de las experiencias con ellos que llevó a cabo para su libro, donde la categorización demostró tener un papel mucho más relevante, por la "seguridad" que transmite la etiqueta a quien se identifica con ella, que el propio encuentro interpersonal: “Muchas de las adolescentes que adoptan una identidad transgénero nunca han tenido ninguna experiencia sexual o romántica”, apunta.
También detectó que muchas chicas, en este contexto, empiezan a sentirse 'extrañas' a su propio cuerpo e incómodas con su sexo biológico, con el que hasta entonces no habían sentido incomodidad alguna, a raíz de la primera menstruación.
'Felicidad' a toda costa
La “afirmación de género” es omnipresente en las escuelas públicas de Estados Unidos, y según Shrier las aulas están siendo invadidas por terapeutas deseosos de empujar a los niños por un camino que conduce a una medicalización de por vida.
Otra parte del problema, sugiere, es cultural. Ya no podemos soportar la idea de que nuestros niños no sean felices. En cuanto aparece la infelicidad, por cualquier causa, debe ser tratada. “Quizá hemos educado a los adolescentes en considerar la felicidad como un estado natural y constantemente accesible”, explica Abigail. Y si eso implica afirmar la identidad de género que elijan los jóvenes y respaldar la transición, se sigue adelante pese a las reticencias que suscita el sentido común de los padres, a quienes preocupan sus hijas de carne y hueso, no la satisfacción de expectativas ideológicas.
Un tercer factor clave, señala Vigo al comentar el libro, "es la cultura transgénero on line", que "se engancha a la necesidad de los adolescentes actuales de establecer una identidad social". El estudio recoge un hecho que "seguramente no es coincidencia": "Más del 65% de los adolescentes incrementaron su presencia en las redes sociales y su tiempo on line inmediatamente antes de anunciar su identidad transgénero”.
Un gurú trans como Ty Turner transmite la idea de basta con pensar que eres trans para ser trans, y muchos le siguen: "Esto muestra con qué rapidez el típico cuestionamiento de uno mismo propio del adolescente se ha transformado en la expectativa de una afirmación inmediata", dice Vigo. Pero a lo que conduce es a una gran confusión, como el ejemplo de una de las entrevistadas, quien dice que "normalmente se identifica como ‘un 60% hombre’ y el resto... está 'hecha un lío’".
"Si tus padres te quisieran...", "Te vas a suicidar..."
Shrier también critica las tendencias coactivas de la cultura trans que se difunden on line, del tipo: “Si tus padres te quisieran, apoyarían tu identidad trans” o “Si no te apoyan en tu identidad trans, probablemente te suicidarás”.
Hay incluso influencers trans que instruyen a los niños sobre cómo convencer a los médicos de que son trans para que les receten bloqueadores hormonales u hormonas: "El daño que todo esto hace al cuerpo de las chicas es terrible", comenta Vigo.
"Y lo que es peor, el mundo médico no ofrece resistencia" añade: "Cuando Shrier le pregunta a Randi Kaufman, terapeuta de género, sobre esos padres que no pueden entender el discurso de la identidad de género, Kaufman responde: 'Les digo que, como no podemos cambiar la mente, tenemos que cambiar el cuerpo'. Haciéndose eco de las ideas que circulan on line, Kaufman dice que si los padres no apoyan a sus hijos trans, pueden ‘intentar suicidarse’”.
Chicas explotadas
"Irreversible Damage es un libro que hay que leer", concluye Julian Vigo su reseña: "Retrata a una generación de chicas que están siendo explotadas por una moda cultural que muy pocos adultos están dispuestos a cuestionar. Es una investigación exhaustiva y equilibrada sobre lo que equivale, para las chicas, a un sexismo bajo otro nombre. Un sexismo que les dice hoy a las chicas que, si no les gusta ser chicas, ni lo comenten ni intenten cambiar, sino que se conviertan en pacientes del médico para el resto de su vida".
Texto del Evangelio (Mt 13,18-23): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumbe enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta».
«Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador»
P. Josep LAPLANA OSB Monje de Montserrat
(Montserrat, Barcelona, España)
Hoy contemplamos a Dios como un agricultor bueno y magnánimo, que siembra a manos llenas. No ha sido avaro en la redención del hombre, sino que lo ha gastado todo en su propio Hijo Jesucristo, que como grano enterrado (muerte y sepultura) se ha convertido en vida y resurrección nuestra gracias a su santa Resurrección.
Dios es un agricultor paciente. Los tiempos pertenecen al Padre, porque sólo Él conoce el día y la hora (cf. Mc 13,32) de la siega y la trilla. Dios espera. Y también nosotros debemos esperar sincronizando el reloj de nuestra esperanza con el designio salvador de Dios. Dice Santiago: «Ved como el labrador aguarda el fruto precioso de la tierra, esperando con paciencia las lluvias tempranas y tardías» (St 5,7). Dios espera la cosecha haciéndola crecer con su gracia. Nosotros tampoco podemos dormirnos, sino que debemos colaborar con la gracia de Dios prestando nuestra cooperación, sin poner obstáculos a esta acción transformadora de Dios.
El cultivo de Dios que nace y crece aquí en la tierra es un hecho visible en sus efectos; podemos verlos en los milagros auténticos y en los ejemplos clamorosos de santidad de vida. Son muchos los que, después de haber oído todas las palabras y el ruido de este mundo, sienten hambre y sed de escuchar la Palabra de Dios, auténtica, allí donde está viva y encarnada. Hay miles de personas que viven su pertenencia a Jesucristo y a la Iglesia con el mismo entusiasmo que al principio del Evangelio, ya que la palabra divina «halla la tierra donde germinar y dar fruto» (San Agustín); debemos, pues, levantar nuestra moral y encarar el futuro con una mirada de fe.
El éxito de la cosecha no radica en nuestras estrategias humanas ni en marketing, sino en la iniciativa salvadora de Dios “rico en misericordia” y en la eficacia del Espíritu Santo, que puede transformar nuestras vidas para que demos sabrosos frutos de caridad y de alegría contagiosa.
La lucha de un sacerdote con el alcohol, contada por él mismo: la conmovedora historia del padre Ed
Ed Thompson, fallecido con 92 años, consideraba sus últimos 23 años como los más felices de su vida sacerdotal, ya libre de alcohol.
En febrero de 2016 falleció Ed Thompson, un sacerdote muy querido por sus fieles y con una historia turbulenta y difícil marcada por el alcohol y la presencia constante de la gracia de Dios, incluso en forma de encuentros improbables para rescatarle. Tenía 92 años y era el sacerdote más anciano en activo en la diócesis de Orlando, en Florida, donde durante más de veinte años sirvió en la iglesia de Santa María Magdalena, en Altamonte Springs.
Entre sus amigos figuró un joven bloguero, Brandon Vogt, casado y con cinco hijos, uno de los cuales se ha hecho célebre en Youtube jugando a decir misa. El padre Thompson fue el director espiritual de Brandon desde su conversión al catolicismo en 2008, y además le casó y bautizó a sus hijos. "Pasamos cientos de horas juntos en la última década", recuerda.
El padre Thompson, con Brandon al fondo, el día en que le casó.
La historia de este sacerdote merecía ser conservada en su propia voz, y es lo que hizo Brandon unos meses antes de su fallecimiento: le grabó 22 minutos en un inglés muy claro que presentan la semblanza de un hombre humilde que da cuenta pormenorizada de sus pecados: abandonó dos veces las labores sacerdotales por culpa del alcohol y volvió a ellas en unas circunstancias sorprendentes que le dejaron 23 años finales de una felicidad sacerdotal como nunca la había vivido.
(Si entiendes bien el inglés puedes ver directamente el vídeo abajo, vale la pena escucharlo de su propia voz. Pero en los párrafos siguientes incorporamos datos que no están en la grabación, procedentes del blog de Brandon y otras fuentes.)
Edward Thompson nació el 29 de mayo de 1923 en Filadelfia (Pennsylvania), ocho minutos antes que su hermano gemelo, David, también sacerdote y futuro obispo de Charleston.
Pudieron morir abortados
Su madre, Kate, tenía un delicado estado de salud, y los médicos le dijeron que si seguía adelante con el embarazo podía morir durante el parto o contraer una artritis reumatoide crónica. Le aconsejaron abortar. Ella ni se lo planteó. Era "una auténtica señora irlandesa", evoca el anciano sacerdote, cuyo padre era viajante de comercio.
"Así que nosotros nacimos, y efectivamente ella contrajo una artritis reumatoide", recuerda Thompson: "Y los dolores le duraron, creedlo o no, hasta el día en que David y yo concluimos el seminario".
El día del parto, a consecuencia de sus problemas físicos, Kate no pudo sostener en brazos a sus hijos: "Lo primero que hizo con nosotros fue coger nuestra manita derecha y hacer sobre nuestro cuerpo la señal de la cruz. Ya como sacerdotes, siempre hemos considerado que fue por ese comienzo que ella quiso para nosotros por lo que nosotros hacíamos la señal de la cruz sobre el pueblo de Dios".
El empeño en ser sacerdote
Edward y David fueron a un colegio católico y a un instituto católico. Eran tan parecidos que incluso sus padres les confundían. El padre Thompson cuenta una anécdota: un día David se había ganado una azotaina, pero se la dio a Ed. Cuando terminó, le dijo: "Dile a Edward que entre". "Yo le respondí: 'Papá, el que está fuera es David'. No tuvo corazón para pegarle a él lo que me había pegado a mí, de lo atribulado que se quedó".
Edward recibió el "regalo" de la vocación sacerdotal cuando tenía 11 años: "Pero hubo distracciones en el camino. Yo era un chico normal, no era especialmente piadoso ni iba a todas partes con un rosario en la mano. Jugaba al fútbol, al baloncesto o al béisbol como cualquier otro. En el instituto salí con chicas y bailé las canciones de Tommy Dorsey y Frank Sinatra en el hotel Bellevue-Stratford de Filadelfia. Tuve una novia formal. Trabajé un año en Westinghouse, un buen trabajo. Estaba haciendo mucho dinero, y necesitábamos ese dinero, porque era tiempo de guerra. Fue entonces cuando le dije a mis padres que quería ser sacerdote".
Su hermano se había ido al seminario el año anterior, y su padre insinuó que se estaba dejando arrastrar por él: "¿No te importa tu casa? ¿No puedes ser diferente a tu hermano". La reacción de su madre no fue mejor: "Vuelve a trabajar, necesitamos el dinero".
En cuanto al párroco... "Me decía: 'Estoy de acuerdo con tus padres'. Yo decía: pero ¿qué está pasando? ¡Yo quiero ser sacerdote! ¿Mis padres me están bloqueando? No era eso. Me estaban probando. Querían estar seguros de que yo podía hacerlo y de que lo hacía por la razón correcta".
Los gemelos Thompson: su vocación comenzó a fraguarse al nacer. Siempre interpretaron la primera bendición de su madre como premonitoria de las bendiciones que ellos impartirían después.
Cuando aprobó el examen de ingreso en el seminario San Carlos de Filadelfia, confiesa que sintió "una gran paz": "Yo sabía lo que quería hacer, sabía lo que debía hacer. La única duda que tenía era si podría aprobar los estudios para ser sacerdote. Gracias a Dios se me dio ese regalo. Nunca quise ser otra cosa que sacerdote, y así sigue siendo 63 años después".
Seguidores del obispo Fulton J. Sheen
Los hermanos Thompson tenían una gran admiración por el obispo Fulton J. Sheen (18951979), uno de los prelados más influyentes en los años 50 y 60 en Estados Unidos, por su presencia en los medios (la radio y la incipiente televisión) y su impresionante oratoria, y actualmente en proceso de beatificación: "Era nuestro héroe. David y yo le venerábamos. Queríamos ser como él".
Le seguían a cualquier parte donde hablara, en la medida de lo posible. Incluso en el seminario, como no tenían radio en la habitación, salían al pasillo y se sentaban a la puerta, para escuchar la radio del rector, que ponía a los alumnos sus discursos impresionantes: "He leído todos los libros que escribió, y son unos setenta. Y los sigo leyendo: me entretienen, me inspiran, y le comprendo, por la magnífica habilidad que tenía para coger los temas más elevados y hacerlos accesibles a los más bajos. Era un magistral predicador de la Palabra de Dios, y yo siempre quise tener su entusiasmo. No quise imitarle, pero sí tener su entusiasmo. Cuando David y yo hablábamos sobre lo que íbamos a decir en el sermón del domingo -y lo hacíamos todas las semanas-, siempre cogíamos lo que hubiese dicho Fulton Sheen sobre ese asunto particular".
El obispo Fulton J. Sheen, junto a una de las primeras cámaras de televisión que llevaban su mensaje a millones de hogares.
Un día fueron a Nueva York a escucharle en directo en el estudio en un programa de The Catholic Hour. Sheen les divisó entre el público: "Cuando vio el negro de nuestras vestiduras, se dirigió al resto de asistentes y dijo: '¡Seminaristas!'. Luego le cambió la mirada y exclamó: '¡Gemelos! Dios os quiere'. Nos abrazó y nos dijo: 'Hagáis lo que hagáis, perseverad, perseverad, perseverad. Sed buenos y santos sacerdotes católicos'".
El padre Ed fue ordenado sacerdote en 1951, y poco después fue nombrado director de vocaciones de la archidiócesis de Filadelfia. "Su labor aún hoy se considera legendaria", explica Brandon. Llegaron a ordenarse cien seminaristas al año. Le concedieron el título honorífico de monseñor, aunque él jamás lo usó. En las jornadas de oración por las vocaciones, para llenar la catedral el padre Thompson recurría a los mejores oradores y a las personalidades más eminentes. El obispo Sheen estuvo dos veces y coincidió en una de ellas con la Madre Teresa de Calcuta.
Un infierno que comenzó... con Kennedy
"Tras ser director de vocaciones durante doce años, en 1974 me dieron una parroquia en Filadelfia. Pero yo tenía un problema. La bebida. Yo era un auténtico alcohólico", confiesa el anciano sacerdote al comenzar a evocar la parte más dura de su vida: "Sólo duré un año. Estaba tan enfermo y tan avergonzado que al cabo de ese tiempo dejé la parroquia".
¿Cómo había adquirido ese mal hábito? Fue en 1960, cuando se juntó en un bar con otros sacerdotes para celebrar la victoria de John F. Kennedy en las elecciones, que llevaría por primera vez a un católico (y de origen irlandés, cómo él) a la Casa Blanca. Aquel día bebieron un poco de más, pero lo que para otros fue algo episódico, jovial e intrascendente, para el padre Edward se convirtió en una esclavitud, porque quiso repetir al día siguiente, y al siguiente...
Tras el fracaso en su parroquia, se trasladó a Florida: "Durante un año trabajé en un cementerio, vendiendo tumbas", explica con la voz aún ahogada por el dolor del recuerdo. "Mi hermano David nunca me llamó, nunca intentó rescatarme. Mi madre le decía: 'Ve a buscar a Edward, traele de vuelta'. Pero David le decía, con razón: 'Iré cuando él quiera que vaya'. Seis meses después, le llamé. Y me dijo: 'Edward, eres un alcohólico. Y eres un mentiroso'. Porque un alcohólico tiene que mentir para sobrevivir, no puedes sobrevivir diciendo la verdad".
Entonces Edward hizo el programa de Alcohólicos Anónimos. Su hermano arregló las cosas para que pudiese vivir en una casa de los religiosos del Sagrado Corazón: "Estuve un año para volver a mi vida anterior. Tenía un trabajo. Salía todos los días a las cinco de la mañana para alimentar a los cerdos... Así que la historia del hijo pródigo tiene mucho en común con la mía".
La sentencia más espantosa
"Se me dio una segunda oportunidad para ser un sacerdote activo en Reno (Nevada). El obispo me acogió, y al cabo de un año me hizo miembro oficial de la diócesis. ¿Y sabes lo que hice cuando lo supe, para celebrarlo?", recuerda con el dolor transparente en su rostro: "Lo celebré bebiendo un whisky escocés. No me cazaron hasta un año después".
Le enviaron a varios centros de rehabilitación, que pagó su familia, porque la diócesis no podía. "Me mandaron a la última casa de retiro y al finalizar me dijeron: 'Te vamos a despedir. Tendrás que valerte por ti mismo'". El obispo le retiró todas sus facultades: "Nunca volverás a ejercer como sacerdote", le dijo. La decisión fue devastadora para él y le sumió aún más en un vicio del que no conseguía salir ni siquiera para ser lo único que quería ser: sacerdote.
La llamada de la Providencia
Se enteró entonces de que una persona que vivía en Florida quería contactar con él. Se había dirigido a la archidiócesis de Filadelfia, donde le habían dicho que estaba en algún lugar de Nevada. Ella escribió entonces a la diócesis de Reno, donde, sin revelarle la situación del padre Ed, le tomaron el nombre y el teléfono.
A él no le sonaba el nombre, pero llamó. Y recordó. Era una mujer que, treinta años atrás, le había confiado que Dios le hablaba, y que quería vivir una vida consagrada, pero no en una orden religiosa. Había consultado a muchos sacerdotes, pero ninguno creyó que Dios le hablase. Edward sí. No se había casado, pero vivía consagrada a Dios en soltería.
"¿Por qué me llamas?", recuerda el padre Thompson que le dijo: "Y ella me contestó: 'Porque Jesucristo me dijo que estaba usted en dificultades y que le ayudase. Usted fue el único que me creyó cuando hace treinta años le conté que Jesús y yo hablábamos'".
"Y yo le dije: 'Necesito tu ayuda. No tengo a dónde ir, salvo el suelo. ¿Tienes alguna habitación para mí para que pueda conseguir un trabajo'. Me dijo: 'Sí'".
El lugar era... cerca de la parroquia de Santa María Magdalena, en Altamonte Springs. Su último destino.
Diciéndole misa a los gatos
"Así que en julio de 1990 o 1991 aterricé en la puerta de la casa de aquella señora, aquí en Maitland Avenue. Entré. 'Esta es tu habitación', me dijo. ¡Había cuatro gatos, y a mí me asustaban los gatos!": trabajó limpiando, cortando la hierba, yendo a la compra porque aquella señora estaba enferma y no podía cargar con las bolsas.
Asistía discretamente a la cercana parroquia. Su condición de sacerdote retirado acabó siendo conocida. El párroco de entonces, Paul Henry, le invitó a contarle su historia. Cuando lo hizo, le recomendó volver a Alcohólicos Anónimos. Y esta vez el padre Edward Thompson dejó de beber de verdad.
"Se me permitió decir misa en mi habitación, yo solo, con los gatos como únicos feligreses. Luego se me dio la oportunidad de trabajar en la parroquia: enseñar a los monaguillos, enseñar las Escrituras, hacer las lecturas... Y finalmente ocurrió un milagro: el obispo [de Orlando], Thomas Grady, consiguió del obispo de Reno-Las Vegas que me permitiese volver a ejercer como sacerdote", recuerda emocionado.
Brando Vogt (en el centro) grabó el testimonio del padre Ed Thompson (a la derecha de la foto): aparece aquí con él y su hermano gemelo David (a la izquierda de la foto), que fue obispo de Charleston (Carolina del Sur) entre 1990 y 1999 y murió en 2013.
Los años más felices
"Y durante los últimos 23 años he tenido la alegría de ser sacerdote parroquiano, aquí en la parroquia de Santa María Magdalena. Han sido los 23 años más felices de mi vida sacerdotal, de toda mi vida. He estado bajo la dirección del padre Charlie, que ha sido el perfecto pastor para mí y es mi querido amigo... Tanto que hemos acordado que algún día nuestras tumbas estén juntas. ¡Ha sido un tiempo muy alegre!", exclama.
"Ahora no tengo la capacidad física para hacer todas las cosas que me gustaría. El padre Charlie me da toda la ayuda que necesito. Digo misa, confieso, enseño las Escrituras... Y te diré una cosa", concluye: "Si hago esas cosas y las hago bien es porque he encontrado sacerdotes maravillosos".
"Queridos amigos", se despide: "Hay algo que quiero deciros antes de ir al otro mundo, al importante. Hagáis lo que hagáis, recibid a Jesucristo en la Santísima Eucaristía. Él está ahí, Él es nuestro Redentor, sólo la Iglesia católica tiene a Cristo en la Eucaristía. No os rindáis. Él está siempre con vosotros. Dios os ama".
El adiós, una absolución
El padre Edward Thompson "fue un gigante espiritual y dejó un legado inmenso", evoca Brandon al resumir la vida del hombre cuyo testimonio nos ha ofrecido: "Todos los que le conocieron quedaron impresionados por su profunda fe y su misericordia. Pero pocos conocían toda su historia".
Brandon se confesó con él pocas semanas antes de morir, en el último día que se sentó en el confesionario. "Escuché su voz temblorosa y vi en sus ojos llorosos que él sabía que era nuestro último encuentro. Las últimas palabras que me dijo fueron: 'Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Brandon, Dios te ama, yo te amo'. Nos abrazamos, nos dijimos adiós. Eso fue todo".
La vida del padre Ed Thompson, contada por él mismo