viernes, 30 de septiembre de 2016

Santo Evangelio 30 septiembre 2016


Día litúrgico: Viernes XXVI del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 10,13-16): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentados con sayal y ceniza, se habrían convertido. Por eso, en el Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».


«Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha»
Rev. D. Jordi SOTORRA i Garriga 
(Sabadell, Barcelona, España)


Hoy vemos a Jesús dirigir su mirada hacia aquellas ciudades de Galilea que habían sido objeto de su preocupación y en las que Él había predicado y realizado las obras del Padre. En ningún lugar como Corazín, Betsaida y Cafarnaúm había predicado y hecho milagros. La siembra había sido abundante, pero la cosecha no fue buena. ¡Ni Jesús pudo convencerles...! ¡Qué misterio, el de la libertad humana! Podemos decir “no” a Dios... El mensaje evangélico no se impone por la fuerza, tan sólo se ofrece y yo puedo cerrarme a él; puedo aceptarlo o rechazarlo. El Señor respeta totalmente mi libertad. ¡Qué responsabilidad para mí!

Las expresiones de Jesús: «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida!» (Lc 10,13) al acabar su misión apostólica expresan más sufrimiento que condena. La proximidad del Reino de Dios no fue para aquellas ciudades una llamada a la penitencia y al cambio. Jesús reconoce que en Sidón y en Tiro habrían aprovechado mejor toda la gracia dispensada a los galileos.

La decepción de Jesús es mayor cuando se trata de Cafarnaúm. «¿Hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás!» (Lc 10,15). Aquí Pedro tenía su casa y Jesús había hecho de esta ciudad el centro de su predicación. Una vez más vemos más un sentimiento de tristeza que una amenaza en estas palabras. Lo mismo podríamos decir de muchas ciudades y personas de nuestra época. Creen que prosperan, cuando en realidad se están hundiendo.

«Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha» (Lc 10,16). Estas palabras con las que concluye el Evangelio son una llamada a la conversión y traen esperanza. Si escuchamos la voz de Jesús aún estamos a tiempo. La conversión consiste en que el amor supere progresivamente al egoísmo en nuestra vida, lo cual es un trabajo siempre inacabado. San Máximo nos dirá: «No hay nada tan agradable y amado por Dios como el hecho de que los hombres se conviertan a Él con sincero arrepentimiento».

© evangeli.net M&M Euroeditors | 

Testimonio de Liberación





Testimonio

Nombre: Ing. Harry Ramírez

Lugar: Comunidad de Oración Nuestra Señora de la Altagracia

Tipo de Testimonio: Testimonio de Manifestación del Espíritu Santo, 

Testimonio de Liberación

Llegué a República Dominicana en noviembre de 2003. Desde hacía poco de más de un año sufría de una fuerte depresión. Había estado tan deprimido que muchas veces pensaba en morir, dejé mi trabajo, dejé mi pareja, vendí mi casa, sencillamente me alejé de todo. Luego de muchos meses de tratamiento psiquiátrico y medicamentos, me sentía un poco mejor, pero no sano del todo. En ese momento decidí viajar a Republica Dominicana con la intención de comenzar una nueva vida, dejando atrás todos los malos recuerdos.

Después de establecerme en el país, comencé a buscar de Dios sin encontrar un sitio donde me sintiera satisfecho. Por la invitación de la Sra. Gina Faña de Méndez llegué a la Casa de Oración Nuestra Señora de la Altagracia, donde me sentí a gusto. Fue una experiencia muy diferente. Yo vengo de una familia puertorriqueña donde hay católicos tradicionales, episcopales y protestantes, no conocía del Movimiento Carismático.

Ansiaba llegar a las reuniones de los lunes, me sentía mejor luego de salir de ellas. Eran un momento donde disfrutaba de paz, tranquilidad, grata compañía y la alegría de alabar a Dios. Sabía que estaba en el lugar correcto, aunque verdaderamente todavía no había sentido la mano de Dios y el poder del Espíritu Santo sobre mí. Tenía fe que algún día me tocaría sentirlo.

Seguía con mi tristeza, a veces más, a veces menos, pero no desaparecía. En uno de esos momentos de depresión fui al grupo de oración de los lunes. Esa noche me sentía ansioso y triste. Me senté, junto a mí quedó una silla vacía, una de las pocas sillas vacías esa noche. Unos minutos más tarde se sentó una señora que yo no conocía. Estaba muy afectado ese día, le pedía a Dios en silencio que me diera fuerzas, que me diera una señal que el estaba a mí lado. Pronto llegó el momento de pedir por sanación y liberación, yo no sentí nada especial. No había ninguna señal. Llegó el momento de la unción y tampoco sentía nada. 

En mi desesperación pensé “¡Señor! ¿Es todo esto una farsa? ¿Por que no me das una señal de que estas a mi lado?”. Era un momento crucial en mi vida, pensaba que después de ese día no volvería a tener fe. Yo estaba desesperado frente al Dios que supuestamente tanto me amaba. El no me daba señal alguna de su presencia y de su amor por mí.

Terminó el momento de la unción, hubo una pausa antes que el Padre Darío Bencosme pidiera los testimonios. La Señora que se había sentado a mi lado se viró hacia mí, me abrazó y me dijo al oído: “Yo no te conozco, pero el Señor quiere que sepas que él te ama y está a tu lado”. Justo lo que le había pedido a Jesús en mis oraciones, ni más, ni menos. En los testimonios di gracias a Dios por que había oído mis oraciones.

Desde ese día las cosas en mi vida comenzaron a mejorar a pasos gigantes. Luego supe quien era la persona que me había abrazado, su nombre es Clara Fortuna. Ella es servidora del grupo de oración, fundadora y vice-presidenta de la Fundación Cristo Vive. Siempre le guardan un sitio para sentarse en el frente y nunca se sienta donde se sentó esa noche. Hasta el día de hoy, creo que no sabe como Dios la uso para cambiar mi vida, espero que ahora lo sepa.

A partir de esa noche tan especial me interesé por aprender más por el movimiento de Renovación Carismática Católica y los Carismas. He leído varios libros del Padre Tardif, los cuales recomiendo mucho. Sigo visitando el grupo de oración de los lunes, me uní al grupo de jóvenes y soy uno de los propulsores de esta página de Internet.

Este es mi primer testimonio, espero poder dar muchos más para la Gloria del Señor.
Amén.



jueves, 29 de septiembre de 2016

Santo Evangelio 29 de septiembre 2016


Día litúrgico: Jueves XXVI del tiempo ordinario

Santoral 29 de Septiembre: Los santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael
Texto del Evangelio (Lc 10,1-12): En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.

»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’. 

»En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: ‘Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca’. Os digo que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad».

«Rogad (...) al dueño de la mies que envíe obreros a su mies»
Rev. D. Ignasi NAVARRI i Benet 
(La Seu d'Urgell, Lleida, España)


Hoy Jesús nos habla de la misión apostólica. Aunque «designó a otros setenta y dos, y los envió» (Lc 10,1), la proclamación del Evangelio es una tarea «que no podrá ser delegada a unos pocos “especialistas”» (Juan Pablo II): todos estamos llamados a esta tarea y todos nos hemos de sentir responsables de ella. Cada uno desde su lugar y condición. El día del Bautismo se nos dijo: «Eres Sacerdote, Profeta y Rey para la vida eterna». Hoy, más que nunca, nuestro mundo necesita del testimonio de los seguidores de Cristo.

«La mies es mucha, y los obreros pocos» (Lc 10,2): es interesante este sentido positivo de la misión, pues el texto no dice «hay mucho que sembrar y pocos obreros». Quizá hoy debiéramos hablar en estos términos, dado el gran desconocimiento de Jesucristo y de su Iglesia en nuestra sociedad. Una mirada esperanzada de la misión engendra optimismo e ilusión. No nos dejemos abatir por el pesimismo y por la desesperanza.

De entrada, la misión que nos espera es, a la vez, apasionante y difícil. El anuncio de la Verdad y de la Vida, nuestra misión, no puede ni ha de pretender forzar la adhesión, sino suscitar una libre adhesión. Las ideas se proponen, no se imponen, nos recuerda el Papa.

«No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias...» (Lc 10,4): la única fuerza del misionero ha de ser Cristo. Y, para que Él llene toda su vida, es necesario que el evangelizador se vacíe totalmente de aquello que no es Cristo. La pobreza evangélica es el gran requisito y, a la vez, el testimonio más creíble que el apóstol puede dar, aparte de que sólo este desprendimiento nos puede hacer libres.

El misionero anuncia la paz. Es portador de paz porque lleva a Cristo, el “Príncipe de la Paz”. Por esto, «en la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros» (Lc 10,5-6). Nuestro mundo, nuestras familias, nuestro yo personal, tienen necesidad de Paz. Nuestra misión es urgente y apasionante.

© evangeli.net M&M Euroeditors | 

Pablo Ugarte...Murió a los 10 años su familia no se hundió






Pablo murió con 10 años, pero su familia no se hundió: apoya a otros niños y espera el reencuentro

Mariano y Dori crearon una asociación tras la muerte de su hijo Pablo, de 10 años. Hoy recogen los frutos: más de 13.000 euros mensuales donados íntegramente a la lucha contra el cáncer infantil.

“En el funeral de Pablete, el sacerdote recién ordenado no dejaba de repetirnos que volveríamos a verle. Esto caló tan hondo, que realmente el dolor es sólo el físico, el que sentimos por no poder achucharlo”. El que habla es Mariano Ugarte, padre de Pablo, quien falleció con tan sólo 10 años afectado por el Sarcoma de Ewing, tumor infantil muy agresivo.

La muerte de Pablo Ugarte, además de dolor, generó en sus padres un “gran sentimiento de impotencia porque casi todas las enfermedades tienen solución, pero esta no. Es humillante para el ser humano que no se pueda hacer nada ”. 

Esta realidad llevó a Mariano y a Dori a fundar la Asociación Pablo Ugarte (www.asociacionpablougarte.es) , en memoria de su hijo y así luchar para que en un futuro ningún padre tenga que enterrar a su hijo por este mismo motivo.

Lo que empezó con la idea de ser “una asociación entre amigos”, hoy tiene más de 1.100 socios repartidos por todo el país y dona 13.000 euros mensualmente a tres equipos médicos dedicados a luchar contra el cáncer infantil.

Es tal su empeño por erradicar esta enfermedad -único objetivo de la asociación-, que constantemente están organizando actividades para recaudar fondos y destinarlos a este propósito.

La última iniciativa que están desarrollando es la campaña Sonrisas Dulces. Su funcionamiento es muy sencillo, por cada visionado del vídeo contenido en la página www.sonrisasdulces.com, la empresa Miguelañez donará 5 céntimos en la lucha contra el cáncer infantil. 

La campaña ha tenido tanto éxito que los 150.000 clicks de tope que se pactaron en un principio han tenido que aumentarse hasta 1.000.000, porque en tan sólo 3 semanas el contador supera los 477.000 visionados, por lo que ya se han conseguido más de 23.500 euros. La campaña terminará el próximo 7 de enero.

El secreto de tantos frutos, tiene una respuesta: “Hay tanta esperanza de que vamos a volver a ver a Pablo, que eso genera una fuerza tremenda en nosotros. Es como si nuestro hijo estuviera presente. Al final el nombre de Pablo va a perdurar mucho más tiempo que el nuestro, y eso nos hace sentirnos muy orgullosos”, asegura Mariano.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Santo Evangelio 28 de septiembre 2016


Día litúrgico: Miércoles XXVI del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 9,57-62): En aquel tiempo, mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro dijo: «Sígueme». El respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre». Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa». Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios».

«Sígueme»
Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet 
(Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)


Hoy, el Evangelio nos invita a reflexionar, con mucha claridad y no menor insistencia, sobre un punto central de nuestra fe: el seguimiento radical de Jesús. «Te seguiré adondequiera que vayas» (Lc 9,57). ¡Con qué simplicidad de expresión se puede proponer algo capaz de cambiar totalmente la vida de una persona!: «Sígueme» (Lc 9,59). Palabras del Señor que no admiten excusas, retrasos, condiciones, ni traiciones...

La vida cristiana es este seguimiento radical de Jesús. Radical, no sólo porque toda su duración quiere estar bajo la guía del Evangelio (porque comprende, pues, todo el tiempo de nuestra vida), sino -sobre todo- porque todos sus aspectos -desde los más extraordinarios hasta los más ordinarios- quieren ser y han de ser manifestación del Espíritu de Jesucristo que nos anima. En efecto, desde el Bautismo, la nuestra ya no es la vida de una persona cualquiera: ¡llevamos la vida de Cristo inserta en nosotros! Por el Espíritu Santo derramado en nuestros corazones, ya no somos nosotros quienes vivimos, sino que es Cristo quien vive en nosotros. Así es la vida cristiana, porque es vida llena de Cristo, porque rezuma Cristo desde sus más profundas raíces: es ésta la vida que estamos llamados a vivir.

El Señor, cuando vino al mundo, aunque «todo el género humano tenía su lugar, Él no lo tuvo: no encontró lugar entre los hombres (...), sino en un pesebre, entre el ganado y los animales, y entre las personas más simples e inocentes. Por esto dice: ‘Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza’» (San Jerónimo). El Señor encontrará lugar entre nosotros si, como Juan el Bautista, dejamos que Él crezca y nosotros menguamos, es decir, si dejamos crecer a Aquel que ya vive en nosotros siendo dúctiles y dóciles a su Espíritu, la fuente de toda humildad e inocencia.

© evangeli.net M&M Euroeditors |

«La vida gay y la magia ritual no me hicieron feliz; Cristo, en cambio, sí»: lo cuenta a los 33 años

Daniel Talavante vive en Madrid, viendo a Juan Pablo II en TV sintió algo transformador


«La vida gay y la magia ritual no me hicieron feliz; Cristo, en cambio, sí»: lo cuenta a los 33 años
Daniel explica su testimonio de búsqueda de la felicidad... con la fe, vive más profundamente el sentido de la amistad


El pasado 24 de agosto, Daniel Talavante, un joven de 33 años originario de un pueblo de Guadalajara y que vive en Madrid publicó en su cuenta de Facebook el detallado testimonio de su relación con la Iglesia y con los sentimientos homosexuales.

El testimonio, valiente, meditado y argumentado, no se ha difundido mucho en esas primeras semanas: en Facebook solo 2 personas lo reenviaron, 50 lo aprobaron con un like y quince agradecieron su honestidad y coraje con un comentario. Ahora Daniel ha dado permiso a ReligionEnLibertad para publicarlo íntegro.

***
Lo importante no es combatir, lo importante es mi relación con Cristo que es el que me hace ser feliz

24 de agosto a las 14:49

Mi nombre es Daniel, tengo 33 años. Muchos de los amigos de Facebook son amigos reales, otros son conocidos y otros sólo curiosos. Los primeros me conocen casi todos, los segundos y terceros no tanto.

Últimamente se habla mucho de ideología de género y de identidad sexual y se persigue a ciertos obispos y cristianos por expresar públicamente aquello en lo que creen, tachándoles de homófobos, retrógrados o queriendo hacernos creer que son únicos en su especie y que nada tienen que ver con el verdadero cristianismo.

He de decir que yo también soy lo que llamarían homosexual, es decir, que me atraen los hombres desde que tengo uso de memoria, primero sintiendo atracción también por las mujeres y poco a poco, a medida que me decantaba por una práctica homosexual, debilitando ese sentimiento mientras crecía más intensamente el homosexual.

Y soy católico, enamorado de la Iglesia y con una experiencia de Jesucristo en mi vida, vivo y resucitado, que nadie me la puede quitar. Aunque no lo he sido toda mi vida.

Una familia sin experiencia de fe firme
He crecido en una familia donde la fe era más tradicional que otra cosa, no había una verdadera experiencia de Jesucristo, no se hablaba de él, ni nada de eso. La Iglesia, pensaba, era un negocio muy bien montado y los curas, obispos y el Papa, unos señores muy listos que se enriquecían gracias a la ignorancia de la gente.

He pasado por varios estadios en mi vida, de una fe infantil a no creer en nada, de no creer en nada a entregarme a la brujería y las prácticas adivinatorias, experiencias extrasensoriales, visiones, etc., y de ahí a meterme de lleno en la invocación de espíritus y la magia ritual (sí, la de las pelis, con pentáculos dibujados en el suelo, varitas, inciensos, espadas y fantasmas flotando en el aire).

Dios te quiere tal como eres, le dijeron
A los 15 años tuve mi primera experiencia de Jesucristo cuando me invitaron a unas catequesis en una parroquia que no conocía y unos hombres (que no eran curas) me dijeron que Dios me quería tal y como yo era y que no se había olvidado de mí, sino que me llamaba a vivir y relacionarme con él y ser feliz. 

¿Cómo me podía querer, a mí, Dios? Yo, que tenía una vida totalmente distinta a la de los demás. Sin unos padres normales (pues los míos se separaron cuando yo tenía 3 años), sin poder crecer junto a mi hermano y siendo un hipócrita que daba la apariencia de buen chaval pero luego hacía cosas "despreciables socialmente", aunque nadie las viera.

Algo en mí quiso creerse aquel anuncio y así empecé mi andadura cristiana. Aunque mientras tanto, continué con mis prácticas espiritistas, mágicas y brujeriles.

Hasta los 18 años, entre que crecí en un pueblo de Guadalajara y que luego me vine a Madrid donde tenía que dar la apariencia de un chico responsable y estudioso, jamás manifesté abiertamente este sentimiento homosexual, salvo veladamente en mi privacidad. 

Con la universidad, a vivir con un chico
Al principio, ni yo le di importancia, pero a medida que fui creciendo fue siendo cada vez más importante en mi vida, hasta que a los 18 años, entré en una crisis muy fuerte de fe y de identidad (en el contacto con la vida universitaria) y, poco tiempo después, decidí irme de casa (sin decírselo a nadie). 

Me fui con la excusa de tomarme 15 días de vacaciones con unos amigos, pero me fui a Torredembarra (Cataluña), donde no conocía a nadie, más que a un chico con el que había empezado a chatear meses atrás en internet. Me fui y rompí mi teléfono móvil, no quería saber nada de nadie.

Empecé a salir con este chico y a trabajar en un bar de playa y con el dinero que ganaba pagaba el alquiler de una casa donde vivía con este chico.

Todo era perfecto. Dios no era el que me tenía que hacer feliz. Dios, si existía, era el que lo había hecho todo mal en mi vida y en mi historia y yo el que lo había arreglado todo.

Intercambio de favores no  es amor verdadero
Pocos meses después de esta vida "idílica", el ambiente comenzó a enturbiarse. Yo sentía que no quería a ese chico más que para complacerme a mí mismo y no me sentía querido por él sino usado para lo mismo que yo lo usaba a él. Era como si hubiéramos hecho un contrato, yo le daba cariño y él, a cambio me lo daba a mí, y ambos teníamos que cumplir.

Pero algo dentro de mí me decía que eso no era amar, que yo no estaba amando de verdad y yo deseaba amar de verdad, pero no podía, solo podía buscarme a mí mismo en el otro y a mi propio placer. 

Y cuando eso no se daba, mis ojos y mi afectividad se iban hacia otros chicos y los de este chico también. Ambos fuimos infieles con otros chicos y ahí todo acabó. 

Rompimos. Pero no teníamos dónde irnos. Teníamos que seguir viviendo juntos. Aquello fue un infierno silencioso y respetuoso, pero un infierno.

Yo había querido arreglar mi vida… pero por más que lo había intentado, no podía escapar de mi propia historia, no podía escapar de quién era yo, no podía construirme a mí mismo.

La lesbiana suicida... y Juan Pablo II en la TV
En aquel tiempo, tenía unas amigas (lesbianas) que también rompieron y una de ellas intentó suicidarse. La llevamos al hospital y al poco tiempo, cuando ya estaba en casa un día ella me llamó para hablar conmigo, porque seguía muy mal. Quedamos en una cafetería y ella comenzó a contarme todos sus problemas y miedos y yo no sabía que decirle, la vida me parecía horrible, la suya y la mía, pero, en mi interior, yo sentía que ya tenía suficientemente con la mía como para encima cargar con la suya. 


En aquella cafetería había una televisión encendida y en un momento de la conversación, en ella apareció Juan Pablo II que visitaba España o algo así… al ver al Papa en la tele, no os miento, sentí que algo o alguien, de pronto, me abrazaba con un amor y una dulzura que me estremecieron hasta lo más interior de mí y oí una voz (o quizá fue un pensamiento) que me decía: «ánimo, yo te quiero, vuelve, regresa, estás a tiempo».

En ese momento, me vinieron a la mente las imágenes de unos amigos míos de aquí de Madrid, católicos como lo había sido yo, y pensé: «ellos no hacen lo que quieren sino lo que les dicen sus padres y la Iglesia, pero son felices… yo he hecho lo que me ha dado la gana y, sin embargo, no soy feliz».

Confesión en Cataluña y un abrazo en Madrid
En ese momento, decidí volver a Madrid. Ese mismo día, 15 de agosto, solemnidad de la Asunción de la Virgen a los cielos, me confesé en una iglesia de Torredembarra y el 9 de septiembre, fiesta de la Natividad de la Virgen María, puse mis pies de nuevo en Madrid (algo muy significativo para mí, pues veo en ello como la Virgen María ha estado siempre detrás de mí, acompañándome y cuidándome y llevándome de nuevo a su hijo Jesucristo).

Me acerqué por casualidad a la parroquia donde había empezado a ser cristiano y el párroco (el único que sabía lo que yo había hecho y por qué lo había hecho), estaba fuera en la puerta, me vio y me dio un abrazo, sin echarme en cara nada y me invitó a celebrar la eucaristía ese sábado (a los que leáis esto y seáis católicos os sonará mucho a la parábola del hijo pródigo, pero os prometo que no me lo estoy inventando). 

La frase del salmo responsorial me impactó de lleno: «el Señor levanta de la basura al pobre, para hacerlo sentar entre los príncipes de su pueblo», yo me sentía así, levantado de la basura y sentado allí, en aquella eucaristía en medio de «príncipes» alrededor del Cuerpo y de la Sangre de Cristo.

«La vida gay y la magia ritual no me hicieron feliz; Cristo, en cambio, sí»: lo cuenta a los 33 años

Caídas y levantamientos, pero con Dios
Desde entonces he permanecido en la Iglesia, con caídas en pecados (algunos muy graves) y levantamientos, con momentos fuertes de crisis, con sufrimientos y alegrías, con momentos en los que no siento nada y momentos de sentir un fuerte amor por parte del Señor.

He de decir que es mentira lo que los medios dicen de la Iglesia: Jamás la Iglesia católica me ha condenado por sentir atracción hacia los hombres, jamás me ha juzgado, ni se ha metido en la intención de mis deseos.

Eso sí, como madre, me ha educado, me ha dicho siempre la verdad, siempre, nunca adornando las cosas ni dorándome la píldora… siempre me ha dicho la verdad y siempre me ha dicho que Dios me quiere. 

Ha habido momentos en que no he obedecido y he sufrido y momentos en los que, sin entender, he obedecido a la Iglesia y entonces he vivido en paz y tranquilidad en el Señor.

El gozo de la amistad: un amor real
Además, no solo hablo de la Iglesia como institución. En la Iglesia católica yo tengo a mis amigos. Amigos (algunos muy especiales, a los que quiero como a mí mismo, ellos saben quiénes son) que me conocen profundamente y que aún así me quieren (siempre desde la verdad), con los que yo me siento libre, a los que estoy aprendiendo a amar de verdad y ellos aprendiendo a amar a un Dani débil, siempre libres y sinceros conmigo, siempre, como yo lo soy con ellos.

En mi experiencia, tengo amigos homosexuales (a los que por cierto quiero un montón), amigos que no son cristianos, etc...

El lobby LGBT no representa a los homosexuales
No existe una identidad homosexual, cada homosexual es único, con una historia concreta que ha marcado esa forma de ser y que no puede catalogarse dentro de un grupo "homosexual" con unas características concretas como pretenden los del LGTBI y otros.

Yo he tenido y tengo mis sufrimientos (como cualquier otra persona, independientemente de su sexualidad), momentos en los que miras para atrás y dices «y si…», he tenido y tengo miedos (lo desconocido siempre da miedo), especialmente en relación con mis amigos, si les puedo hacer daño, o si ellos me lo hacen a mí, o si no me quieren, o les afecta a ellos en sus vidas o en sus familias hasta el punto de que todo sea mentira y un día me rechazan, o qué pensarán los que me conocen y me ven mi relación con mis amigos, qué dirán y muchos etcéteras más. Miedos que todos, tengan sentimientos homosexuales o heterosexuales, tenemos. 

Cristo hace amar bien
Pero mi experiencia es que sólo el encuentro con Jesucristo vivo y resucitado y que me ama profundamente tal y como yo soy y que me quiere en la verdad y quiere que sea libre, me ha metido en un impresionante combate, que merece la pena ser combatido, en el que si caigo me levanto, pues Cristo está siempre ahí para salvarme y liberarme día tras día.

Lo importante no es combatir, lo importante es mi relación con Cristo que es el que me hace ser feliz, el que me hace superar los miedos y andar por encima de los sufrimientos y el que en definitiva me permite amar a mis amigos, ya sean mujeres, pero sobre todo a los hombres, plenamente, en la debilidad, sí, para no engreírme y creerme autosuficiente, pero siempre en la libertad, la verdad y la sinceridad y siendo feliz. 

Seguir ciegamente a la ideología de género y creer en ella no me ha hecho feliz. Cristo en cambio, sí. Per gloriam tuam, Domine.

martes, 27 de septiembre de 2016

Santo Evangelio 27 de septiembre 2016


Día litúrgico: Martes XXVI del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 9,51-56): Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, Él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?». Pero volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro pueblo.

«Volviéndose, les reprendió»
Rev. D. Llucià POU i Sabater 
(Granada, España)


Hoy, en el Evangelio, contemplamos cómo «Santiago y Juan, dijeron: ‘Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?’. Pero volviéndose, les reprendió» (Lc 9,54-55). Son defectos de los Apóstoles, que el Señor corrige.

Cuenta la historia de un aguador de la India que, en los extremos de un palo que colgaba en sus espaldas, llevaba dos vasijas: una era perfecta y la otra estaba agrietada, y perdía agua. Ésta —triste— miraba a la otra tan perfecta, y avergonzada un día dijo al amo que se sentía miserable porque a causa de sus grietas le daba sólo la mitad del agua que podía ganar con su venta. El trajinante le contestó: —Cuando volvamos a casa mira las flores que crecen a lo largo del camino. Y se fijó: eran flores bellísimas, pero viendo que volvía a perder la mitad del agua, repitió: —No sirvo, lo hago todo mal. El cargador le respondió: —¿Te has fijado en que las flores sólo crecen a tu lado del camino? Yo ya conocía tus fisuras y quise sacar a relucir el lado positivo de ellas, sembrando semilla de flores por donde pasas y regándolas puedo recoger estas flores para el altar de la Virgen María. Si no fueses como eres, no habría sido posible crear esta belleza.

Todos, de alguna manera, somos vasijas agrietadas, pero Dios conoce bien a sus hijos y nos da la posibilidad de aprovechar las fisuras-defectos para alguna cosa buena. Y así el apóstol Juan —que hoy quiere destruir—, con la corrección del Señor se convierte en el apóstol del amor en sus cartas. No se desanimó con las correcciones, sino que aprovechó el lado positivo de su carácter fogoso —el apasionamiento— para ponerlo al servicio del amor. Que nosotros también sepamos aprovechar las correcciones, las contrariedades —sufrimiento, fracaso, limitaciones— para “comenzar y recomenzar”, tal como san Josemaría definía la santidad: dóciles al Espíritu Santo para convertirnos a Dios y ser instrumentos suyos.

© evangeli.net M&M Euroeditors |

¿Tienes fe para repartir?



¿Tienes fe para repartir?

¿Puedes dar a otros esa fe, esa visión de la vida, ese amor a Dios que tú tienes?


Por: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net 


¿Tienes fe para repartir, es decir, tienes tanta abundancia que te sobra, y, por consiguiente, puedes dar a otros esa fe, esa visión de la vida, ese amor a Dios que tú tienes? ¿O es una fe que apenas te alcanza?

Como cuando uno va a comprar en el mercado, y se le antoja llevarse muchas cosas; pero, a la hora de sacar la cartera, se da cuenta de que no le alcanza, y empieza a dejar un objeto aquí, y luego otro, y luego otro, y se lleva solamente unas cuantas cosas porque no le alcanza el dinero.

¿Eres tú de ésos? ¿De los que son católicos a ratos? Quizás el domingo un momento. Quizás en algún evento especial de la vida. Pero luego hay horas, días y meses en que parece que ya no crees. Parece que no tienes un fuerte sostén espiritual. Parece que andas sin brújula en la vida.

Se necesita hoy gente que esté llena, llena de esa fe, llena de ese amor, llena de esperanza para repartir; porque hay más pobres, más mendigos del espíritu que mendigos de un pedazo de pan. Hay mucha hambre de fe, mucha hambre de Dios, y se requiere gente que la tenga en abundancia para repartirla.

Cuando el nivel de fe baja en el mundo, sube el nivel de la desesperación. ¿Por qué habrá hoy tantos desesperados

Preguntas o comentarios al autor

P. Mariano de Blas LC

lunes, 26 de septiembre de 2016

Santo Evangelio 26 de septiembre 2016


Día litúrgico: Lunes XXVI del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 9,46-50): En aquel tiempo, se suscitó una discusión entre los discípulos sobre quién de ellos sería el mayor. Conociendo Jesús lo que pensaban en su corazón, tomó a un niño, le puso a su lado, y les dijo: «El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe a Aquel que me ha enviado; pues el más pequeño de entre vosotros, ése es mayor». 

Tomando Juan la palabra, dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no viene con nosotros». Pero Jesús le dijo: «No se lo impidáis, pues el que no está contra vosotros, está por vosotros».


«El más pequeño de entre vosotros, ése es mayor»
Prof. Dr. Mons. Lluís CLAVELL 
(Roma, Italia)


Hoy, camino de Jerusalén hacia la pasión, «se suscitó una discusión entre los discípulos sobre quién de ellos sería el mayor» (Lc 9,46). Cada día los medios de comunicación y también nuestras conversaciones están llenas de comentarios sobre la importancia de las personas: de los otros y de nosotros mismos. Esta lógica solamente humana produce frecuentemente deseo de triunfo, de ser reconocido, apreciado, agradecido, y falta de paz, cuando estos reconocimientos no llegan.

La respuesta de Jesús a estos pensamientos —y quizá también comentarios— de los discípulos recuerda el estilo de los antiguos profetas. Antes de las palabras hay los gestos. Jesús «tomó a un niño, le puso a su lado» (Lc 9,47). Después viene la enseñanza: «El más pequeño de entre vosotros, ése es mayor» (Lc 9,48). —Jesús, ¿por qué nos cuesta tanto aceptar que esto no es una utopía para la gente que no está implicada en el tráfico de una tarea intensa, en la cual no faltan los golpes de unos contra los otros, y que, con tu gracia, lo podemos vivir todos? Si lo hiciésemos tendríamos más paz interior y trabajaríamos con más serenidad y alegría.

Esta actitud es también la fuente de donde brota la alegría, al ver que otros trabajan bien por Dios, con un estilo diferente al nuestro, pero siempre valiéndose del nombre de Jesús. Los discípulos querían impedirlo. En cambio, el Maestro defiende a aquellas otras personas. Nuevamente, el hecho de sentirnos hijos pequeños de Dios nos facilita tener el corazón abierto hacia todos y crecer en la paz, la alegría y el agradecimiento. Estas enseñanzas le han valido a santa Teresita de Lisieux el título de “Doctora de la Iglesia”: en su libro Historia de una alma, ella admira el bello jardín de flores que es la Iglesia, y está contenta de saberse una pequeña flor. Al lado de los grandes santos —rosas y azucenas— están las pequeñas flores —como las margaritas o las violetas— destinadas a dar placer a los ojos de Dios, cuando Él dirige su mirada a la tierra.

© evangeli.net M&M Euroeditors |
Comulgó y oró unos minutos ante el sagrario

Mark Wahlberg, una fe vivida: «cazado» en misa durante el rodaje de «Transformers» en Inglaterra

Mark Wahlberg, en la penúltima Transformers: la que rueda ahora será en 3D.

Transformers: the Last Knight [El último caballero] será la quinta y última película de la saga dirigida por Michael Bay, en tres dimensiones y producida por Steven Spielberg. El estreno está previsto para el 23 de junio de 2017. Mark Wahlberg volverá a ser el protagonista, continuando su papel en la anterior, Transformers: La era de la extinción (2014).

Todo el equipo se encuentra actualmente rodando en el condado de Northumberland, en el noreste de Inglaterra, un lugar donde abundan paisajes verdes, castillos de ensueño y pueblos característicos de la Inglaterra más entrañable.

Allí, el pasado domingo, los fieles de la parroquia católica de St Aidan, en la pequeña localidad de Seahouses, se encontraron con una sorpresa: Wahlberg en misa.
Mark Wahlberg, una fe vivida: «cazado» en misa durante el rodaje de «Transformers» en Inglaterra

Mark Wahlberg, saliendo de la parroquia de St Aidan en Seahouses (Northumberland, Inglaterra).

Llegó acompañado de sus guardaespaldas unos minutos antes de la celebración, para unirse a las 70 u 80 personas presentes en el templo.

"Entró dos o tres minutos antes de las once, y nadie se percató de quién era salvo un par de personas", contó un feligrés a Chronicle Live: "Se sentó en la segunda fila y se quedó durante toda la misa. Comulgó, se arrodilló rezando ante el altar tres o cuatro minutos y se fue discretamente".

Ésta es la recoleta parroquia donde Wahlberg dio la sorpresa.

El párroco, Des McGivern, no se enteró de la visita hasta que concluyó la misa: "No supe que estaba en la iglesia hasta que se fue. Uno de los parroquianos le reconoció y nos dijo quién era. Fue estupendo que viniera. Sabíamos que estaba filmando aquí en el noreste, pero lo último que esperábamos es que se nos uniese para la misa".

El párroco de St Aidan, Des McGivern, feliz por la visita.

Mark Wahlberg, de 45 años, nunca ha ocultado su fe católica y el cambio radical que experimentó su vida tras su conversión, hasta el punto de que los domingos, cuando está en casa con su esposa y sus cuatro hijos, va a misa incluso dos veces.

Durante la visita del Papa a Estados Unidos en septiembre de 2015 fue incluso maestro de ceremonias en la Fiesta de las Familias de Filadelfia:


El niño que, tras cantar ante Francisco, se olvidó de recoger su regalo, luego rompió el protocolo porque no quiso dejar pasar la ocasión de abrazar a su estrella favorita y decirle que le había encantado verle en la comedia Ted: «La suya era verdaderamente la voz de un ángel», comentó Wahlberg, «pero luego me susurró al oído que le gustó Ted. Le dije que no era apropiada para chicos de su edad». «¡Por favor, Santo Padre, perdóneme!», bromeó haciendo reír, entre otros, a Jim Caviezel. 

"La fe es la parte más importante de mi vida", confiesa Mark: "Ni empujo a nadie a ella, ni intento ocultarla".

Mientras rueda la última película de Transformers de Bay, Wahlberg demuestra su versatilidad tanto en la acción como en el humor. Acaba de anunciar que rodará una comedia, Ballers, junto al jugador de baloncesto LeBron James. Y el 30 de septiembre se estrena en Estados Unidos (en España está prevista para el 2 de diciembre) Marea Negra, inspirada en la tragedia petrolífera que tuvo lugar en el golfo de México, frente a las costas de Louisiana, en abril de 2010. En ella será dos cosas que le gusta ser: padre de familia y héroe.

domingo, 25 de septiembre de 2016

Santo Evangelio 25 de septiembre 2016


Día litúrgico: Domingo XXVI (C) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 16,19-31): En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: «Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico, pero nadie se lo daba. Hasta los perros venían y le lamían las llagas. 

»Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama’. Pero Abraham le dijo: ‘Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros’.

»Replicó: ‘Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento’. Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan’. Él dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán’. Le contestó: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite’».


«Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males»
Rev. D. Valentí ALONSO i Roig 
(Barcelona, España)


Hoy, Jesús nos encara con la injusticia social que nace de las desigualdades entre ricos y pobres. Como si se tratara de una de las imágenes angustiosas que estamos acostumbrados a ver en la televisión, el relato de Lázaro nos conmueve, consigue el efecto sensacionalista para mover los sentimientos: «Hasta los perros venían y le lamían las llagas» (Lc 16,21). La diferencia está clara: el rico llevaba vestidos de púrpura; el pobre tenía por vestido las llagas.

La situación de igualdad llega enseguida: murieron los dos. Pero, a la vez, la diferencia se acentúa: uno llegó al lado de Abraham; al otro, tan sólo lo sepultaron. Si no hubiésemos escuchado nunca esta historia y si aplicásemos los valores de nuestra sociedad, podríamos concluir que quien se ganó el premio debió ser el rico, y el abandonado en el sepulcro, el pobre. Está claro, lógicamente.

La sentencia nos llega en boca de Abraham, el padre en la fe, y nos aclara el desenlace: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males» (Lc 16,25). La justicia de Dios reconvierte la situación. Dios no permite que el pobre permanezca por siempre en el sufrimiento, el hambre y la miseria.

Este relato ha movido a millones de corazones de ricos a lo largo de la historia y ha llevado a la conversión a multitudes, pero, ¿qué mensaje hará falta en nuestro mundo desarrollado, hiper-comunicado, globalizado, para hacernos tomar conciencia de las injusticias sociales de las que somos autores o, por lo menos, cómplices? Todos los que escuchaban el mensaje de Jesús tenían como deseo descansar en el seno de Abraham, pero, ¿cuánta gente en nuestro mundo ya tendrá suficiente con ser sepultados cuando hayan muerto, sin querer recibir el consuelo del Padre del cielo? La auténtica riqueza es llegar a ver a Dios, y lo que hace falta es lo que afirmaba san Agustín: «Camina por el hombre y llegarás a Dios». Que los Lázaros de cada día nos ayuden a encontrar a Dios.

© evangeli.net M&M Euroeditors | 

sábado, 24 de septiembre de 2016

Santo Evangelio 24 de septiembre 2016


Día litúrgico: Sábado XXV del tiempo ordinario

Santoral 24 de Septiembre: La Virgen de la Merced
Texto del Evangelio (Lc 9,43b-45): En aquel tiempo, estando todos maravillados por todas las cosas que Jesús hacía, dijo a sus discípulos: «Poned en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Pero ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto.


«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench 
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)


Hoy, más de dos mil años después, el anuncio de la pasión de Jesús continúa provocándonos. Que el Autor de la Vida anuncie su entrega a manos de aquéllos por quienes ha venido a darlo todo es una clara provocación. Se podría decir que no era necesario, que fue una exageración. Olvidamos, una y otra vez, el peso que abruma el corazón de Cristo, nuestro pecado, el más radical de los males, la causa y el efecto de ponernos en el lugar de Dios. Más aún, de no dejarnos amar por Dios, y de empeñarnos en permanecer dentro de nuestras cortas categorías y de la inmediatez de la vida presente. Se nos hace tan necesario reconocer que somos pecadores como necesario es admitir que Dios nos ama en su Hijo Jesucristo. Al fin y al cabo, somos como los discípulos, «ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto» (Lc 9,45).

Por decirlo con una imagen: podremos encontrar en el Cielo todos los vicios y pecados, menos la soberbia, puesto que el soberbio no reconoce nunca su pecado y no se deja perdonar por un Dios que ama hasta el punto de morir por nosotros. Y en el infierno podremos encontrar todas las virtudes, menos la humildad, pues el humilde se conoce tal como es y sabe muy bien que sin la gracia de Dios no puede dejar de ofenderlo, así como tampoco puede corresponder a su Bondad.

Una de las claves de la sabiduría cristiana es el reconocimiento de la grandeza y de la inmensidad del Amor de Dios, al mismo tiempo que admitimos nuestra pequeñez y la vileza de nuestro pecado. ¡Somos tan tardos en entenderlo! El día que descubramos que tenemos el Amor de Dios tan al alcance, aquel día diremos como san Agustín, con lágrimas de Amor: «¡Tarde te amé, Dios mío!». Aquel día puede ser hoy. Puede ser hoy. Puede ser.

© evangeli.net M&M Euroeditors | 

Es gay y defendía el «matrimonio» gay, ahora coincide con Bergoglio: «Es una victoria del diablo»

Es gay y defendía el «matrimonio» gay, ahora coincide con Bergoglio: «Es una victoria del diablo»

Es gay y defendía el «matrimonio» gay, ahora coincide con Bergoglio: «Es una victoria del diablo»

Doug Mainwaring ofrece una visión original y profunda sobre las causas de la aversión del lobby homosexualista al matrimonio auténtico.


Doug Mainwaring confiesa que siente atracción por el mismo sexo y que en tiempos militó a favor de la revolución sexual y del llamado "matrimonio" homosexual. Hoy su posición es muy distinta, coincidente con la expresada por el entonces arzobispo de Buenos Aires, y es un activista en favor del matrimonio tradicional y de los derechos de los niños a tener un padre y una madre. Pronto publicará un libro titulado Marriage, Ground Zero: The Real Battle Dawns [Matrimonio, Zona Cero: empieza la batalla real], algunos de cuyos argumentos adelanta en el siguiente artículo publicado en The Public Discourse:

Hasta ahora, para tratar el tema del matrimonio entre personas del mismo sexo, he utilizado únicamente argumentos seculares que incluían la lógica, la razón y la experiencia. Era mi planteamiento inicial acerca de esta cuestión. Pero como expliqué en Public Discourse el año pasado, una vez que empecé a pensar, a razonar y a examinar mi vida, algo extraordinario ocurrió: no podía parar. La razón me llevó a reconocer la ley natural, que a su vez me llevó a rechazar algunas de mis anteriores maneras de pensar y actuar. La razón me llevó a reconocer a Dios.

Ahora soy cristiano y aunque soy una persona con atracción hacia el mismo sexo -o, sería más correcto decir, porque soy una persona con atracción hacia el mismo sexo-, me maravillo ante el extraordinario significado que tiene el matrimonio en el plan eterno de Dios. El matrimonio está bajo asedio porque es el centro de la Buena Nueva del Evangelio.

No soy filósofo ni teólogo. No tengo una licenciatura, pero intento ser un observador informado y contribuir con la lógica de la mejor manera posible. Como antiguo defensor de la revolución sexual y como homosexual que defendía el matrimonio entre personas del mismo sexo, he aquí mis conclusiones.

Una batalla espiritual 
No importa lo que se lea u oiga, el centro de la batalla en torno a la redefinición del matrimonio y a la ideología de género en nuestra cultura no está en los tribunales, las legislaciones, las urnas o los medios de comunicación. No es un tira y afloja entre partidos políticos, entre derechas e izquierdas, entre conservadores y progresistas. No es tampoco una batalla entre "gays" y "heterosexuales". Y aunque es absolutamente necesario centrar el debate en la libertad religiosa, si éste se trata de manera aislada, el resultado es el fracaso.

Esta es una guerra de un reino contra otro. Es, en lo más hondo, una batalla espiritual.

Aceptar esto como una batalla espiritual tiene ramificaciones personales profundas. Todos tenemos que examinar y enfrentarnos a nuestra propia pasividad y culpabilidad espiritual cuando abrazamos frívolamente las maneras del mundo. Todos somos responsables. Esta batalla depende de una sola cosa: la creación de una cultura matrimonial vibrante que se base en la participación de millones de individuos que valoran y se comprometen con la verdad espiritual del matrimonio. Todas estas personas deben comprometerse no sólo con los aspectos estructurales y tradicionales del matrimonio, sino también con su importante y vital componente espiritual. El futuro depende de nosotros, de ti y de mí.


La intervención de Doug en la Marcha por el Matrimonio de marzo de 2013.

Actualmente, muchas personas reprenden a quienes nos oponemos al matrimonio homosexual diciéndonos: "La batalla sobre el matrimonio ya se ha decidido. Cambiad de tema". Por ahora, como realidad política, parece que esto es así. Sin embargo, hay una realidad más amplia, de mayor envergadura, de la que debemos ser conscientes: la realidad espiritual. Si la batalla política parece haber concluido, al menos por un tiempo, la batalla espiritual acaba de comenzar.

El rápido cambio desde la igualdad de derechos al matrimonio homosexual
No hace mucho, los activistas LGBT como yo luchábamos por la "igualdad de derechos". Sólo queríamos poder disfrutar de los mismos beneficios que las parejas casadas. Pero de repente, con una rapidez increíble, el debate cambió. La batalla ya no era por los derechos y los beneficios, sino por una palabra muy conocida de diez letras: "Matrimonio".

En una fecha tan cercana como es el año 2010, incluso el Washington Post luchaba por las uniones civiles más que por el matrimonio entre personas del mismo sexo: "La justicia y la simple decencia exigen que las parejas del mismo sexo puedan tener la misma protección legal y los beneficios que el matrimonio que, por ahora, están sólo reservados para las parejas heterosexuales…. Pero el grupo [Equality Maryland] y sus legisladores no tendrían visión de alcance si no consideraran -o aceptaran- todo lo que las equipare al matrimonio. (…)  Los legisladores que apoyan esta propuesta deberían considerar si son las uniones domésticas o las uniones civiles las que tienen mayor facilidad de ser aprobadas".

Hay una sorprendente tiranía en todo esto. Los hombres y mujeres que se atreven a expresar sus dudas respecto al matrimonio entre personas del mismo sexo son vituperados públicamente y se les castiga con rapidez. Ni las personalidades más poderosas y destacadas de la tecnología, la medicina o de Wall Street quedan inmunes. Y cada día se obliga a pequeños negocios -floristas, pasteleros, fotógrafos y propietarios de pequeños hoteles- a renunciar a sus razones, su inteligencia y su conciencia para acatar la nueva y superior definición de matrimonio.

¿De dónde procede esta tiranía, esta furia poderosa, esta voluntad sobrenatural que obliga a ejecutar esta nueva idea? ¿Cómo es posible que el matrimonio entre personas del mismo sexo haya aparecido en nuestra nación y, de hecho, en todo el mundo de una manera tan repentina? Hasta hace pocos años era una idea ridícula y absurda. ¿Por qué este nuevo y extraño curso está controlando el planeta, y a este ritmo tan frenético?

El corazón del problema: nosotros
Todo esto ocurre porque nosotros, los cristianos, hemos permitido que nuestras mentes se emboten, se oscurezcan, se depraven. Hemos permitido que esto ocurra, no por maldad hacia Dios o por mala intención, sino porque nuestras mentes pasivas nos han llevado a vidas pasivas y a ser testimonios débiles, impotentes, mutables y a veces confusos del Evangelio y de la vida de Cristo.

En decir, el mundo ha hecho un trabajo mejor evangelizándonos a nosotros, que nosotros evangelizando al mundo según la maravillosa Buena Nueva del Evangelio.

Una victoria del diablo
Defender los derechos constitucionales y la dignidad humana de quienes sienten atracción por el mismo sexo es una cuestión de decencia humana fundamental. Pero el matrimonio entre personas del mismo sexo es otra cosa muy distinta. Como homosexual, déjenme hacer lo que quizá sea una declaración sorprendente: el matrimonio entre personas del mismo sexo es una gran victoria para el diablo, mucho más grande de lo que nunca fue, o será, un acto o relación homosexual individual. El matrimonio entre personas del mismo sexo se mofa de la relación de Cristo con su Esposa, la Iglesia. Este es el origen de la furia mostrada contra quienes se oponen al matrimonio entre personas del mismo sexo.

Obviamente, sólo unos pocos creen verdaderamente en la misión de establecer el matrimonio homosexual. La gran mayoría de sus defensores son sumamente pasivos. La mayor parte de la gente prefiere esquivar totalmente la cuestión y, bien a través del silencio o de una empatía equivocada, apoyar débilmente algo que, en la profundidad de su corazón, saben que no está bien. Pero Satanás está satisfecho con nuestra colaboración, ya sea deliberada o pasiva. Él capta a hombres y mujeres para que abracen una mentira, engañándoles para que crean que es una misión justa para situarse en "el lado justo de la historia".

Es imposible comprender el significado de esta batalla si se tiene únicamente una perspectiva terrenal de la misma. Es necesaria una perspectiva celestial. Para la humanidad el matrimonio es una degustación del paraíso, el modelo de eternidad que nos espera a todos los que pertenecemos a Cristo. La complementariedad no ha sido nunca secundaria en el plan eterno de Dios, sino que es central y revela la intención del corazón de Dios. De hecho, su existencia nos informa del amor esponsal de Dios hacia Su pueblo.

Con la complementariedad expulsada del lenguaje de nuestra cultura y suprimida de nuestras mentes, es casi imposible percibir la plenitud de las intenciones de Dios.

Ser pasivo es capitular
Ciertamente, no es la intención de la mayoría de los homosexuales y lesbianas que se casan burlarse de Dios y de su Iglesia. Son meros participantes pasivos de un plan más grande que ellos no perciben. Quienes se identifican como homosexuales y lesbianas son, como todos nosotros, simples seres humanos caídos que desean lo que ellos creen es la clave para su felicidad, sin comprender que lo que hay bajo la superficie son las tinieblas.

En las últimas décadas se han revelado las tácticas de Satanás: divorcio exprés, convivencia fuera del matrimonio, relaciones sexuales prematrimoniales, sexo por diversión, homosexualidad, bisexualidad, poliginia, poliandria, disforia de género, hijos nacidos fuera del matrimonio, anticoncepción, aborto, pornografía y otros. El fin de todas ellas es la aniquilación total del matrimonio mediante una definición no-conyugal y no-complementaria del mismo.

Por favor, familiarícense con las palabras del cardenal Jorge Bergoglio antes de ser Papa acerca del avance del matrimonio entre personas del mismo sexo en la sociedad: 
"No seamos ingenuos, no estamos hablando únicamente de una simple batalla política; es una pretensión destructiva contra el plan de Dios. Estamos hablando… de una maquinación del Padre de la Mentira con la intención de confundir y engañar a los hijos de Dios…".


En julio de 2010 el entonces arzobispo de Buenos Aires escribió una carta a los cuatro monasterios de monjas carmelitas de la diócesis explicándoles que la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo que se estaba tramitando ponía en juego "la identidad y supervivencia de la familia: papá, mamá e hijos".

De esto somos ahora testigos. Cada familia, cada matrimonio, cada progenitor y cada hijo debe participar en esta batalla, una batalla en la que la pasividad significa rendición.

La narrativa necesita un cambio: de política a espiritual
Sólo el amor y la verdad pueden liberar de las garras mortales, frías y perniciosas de la revolución sexual y empezar a sanar a sus víctimas -y a quienes hemos sido sus responsables- de todas sus insidiosas consecuencias. Y en lo que atañe al amor, hay una jerarquía importante y fundamental:

-Bueno: el amor humano espontáneo, que incluye también una gran multitud de pecados.

-Mejor: el amor basado en la ley natural, que proporciona un sólido fundamento para construir una vida y las relaciones.

-Supremo: el Amor Divino, el Amor manifestado por la vida de la Santísima Trinidad: Poder Infinito, Sabiduría Impenetrable, Amor Inefable. Este es el Amor que nos llama, el Amor que nos inspira a dar la vida los unos por los otros.

El matrimonio -el auténtico- es un don inestimable de Dios, expresado y experimentado en y a través de la complementariedad. El matrimonio es una insignia luminosa, que no sólo nos atrae en este mundo, sino que nos prepara y nos acompaña hacia el eterno banquete nupcial.  

Traducción de Helena Faccia Serrano (diócesis de Alcalá de Henares).

Fuente: Religión en Libertad

viernes, 23 de septiembre de 2016

Santo Evangelio 23 de septiembre 2016


Día litúrgico: Viernes XXV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 9,18-22): Sucedió que mientras Jesús estaba orando a solas, se hallaban con Él los discípulos y les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos respondieron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado». Les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro le contestó: «El Cristo de Dios». Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día».

«¿Quién dice la gente que soy yo? (…) Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Rev. D. Pere OLIVA i March 
(Sant Feliu de Torelló, Barcelona, España)


Hoy, en el Evangelio, hay dos interrogantes que el mismo Maestro formula a todos. El primer interrogante pide una respuesta estadística, aproximada: «¿Quién dice la gente que soy yo?» (Lc 9,18). Hace que nos giremos alrededor y contemplemos cómo resuelven la cuestión los otros: los vecinos, los compañeros de trabajo, los amigos, los familiares más cercanos... Miramos al entorno y nos sentimos más o menos responsables o cercanos —depende de los casos— de algunas de estas respuestas que formulan quienes tienen que ver con nosotros y con nuestro ámbito, “la gente”... Y la respuesta nos dice mucho, nos informa, nos sitúa y hace que nos percatemos de aquello que desean, necesitan, buscan los que viven a nuestro lado. Nos ayuda a sintonizar, a descubrir un punto de encuentro con el otro para ir más allá...

Hay una segunda interrogación que pide por nosotros: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Lc 9,20). Es una cuestión fundamental que llama a la puerta, que mendiga a cada uno de nosotros: una adhesión o un rechazo; una veneración o una indiferencia; caminar con Él y en Él o finalizar en un acercamiento de simple simpatía... Esta cuestión es delicada, es determinante porque nos afecta. ¿Qué dicen nuestros labios y nuestras actitudes? ¿Queremos ser fieles a Aquel que es y da sentido a nuestro ser? ¿Hay en nosotros una sincera disposición a seguirlo en los caminos de la vida? ¿Estamos dispuestos a acompañarlo a la Jerusalén de la cruz y de la gloria?

«Es un camino de cruz y resurrección (...). La cruz es exaltación de Cristo. Lo dijo Él mismo: ‘Cuando sea levantado, atraeré a todos hacia mí’. (...) La cruz, pues, es gloria y exaltación de Cristo» (San Andrés de Creta). ¿Dispuestos para avanzar hacia Jerusalén? Solamente con Él y en Él, ¿verdad?

© evangeli.net M&M Euroeditors |

«Estoy felizmente casada con Dios»: valiente testimonio de una virgen consagrada en «Cosmopolitan»


«Estoy felizmente casada con Dios»: valiente testimonio de una virgen consagrada en «Cosmopolitan»

Carmen Briceno cuenta su testimonio en Cosmopolitan


Que una joven defienda su virginidad y además se consagre a Dios es algo que no está muy de moda en esta sociedad actual,  que además veja a las valientes chicas que deciden tomar esta decisión contracorriente. Por eso, sorprende que una revista como Cosmopolitan, que suele ofrecer una versión frívola de la sexualidad muy diferente a la que defiende la Iglesia ofrezca el testimonio en primera persona de una joven consagrada a Dios, del que se hace eco Aciprensa:

Esta semana la revista Cosmopolitan, dirigida al público femenino y que con frecuencia promueve una imagen frívola de la sexualidad, compartió el testimonio de Carmen Briceno en un artículo titulado “Estoy felizmente casada con Dios: Como una virgen consagrada”.

Una virgen consagrada es una mujer que opta por consagrar su virginidad a Dios y hace un voto de castidad. No es una religiosa, no vive en un convento ni lleva un hábito. Permanece célibe y lleva una vida normal como cualquier persona: trabaja, frecuenta a su familia y amigos, viaja y emprende diversos trabajos apostólicos.

La publicación es el testimonio contado en primera persona por Carmen. Ella inicia su relato narrando que es hija de un diplomático, nació en Venezuela pero ha vivido en Estados Unidos casi toda su vida. Indicó que su país tiene una fuerte tradición católica pero que su familia no era muy religiosa y sólo asistía a Misa los domingos.

Cuando se mudó a Virginia conoció a una muchacha cristiana y “ella fue el instrumento de cómo quería que fuera mi relación con Dios” porque “vi a Jesús vivo en ella. Pensé. Eso es lo que quiero”.

Carmen comenzó a acercarse más a la religión católica y en el año 2005 fue a la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia (Alemania) con un grupo de 20 jóvenes y un sacerdote.  “Fue una semana poderosa de oración, servicio y de encuentro con el Papa. Nunca había visto nada parecido. La gente ardía por Dios y no tenían miedo de expresarlo”.

Fue en esa JMJ donde sintió el primer llamado a su vocación. “Dios simplemente me dijo: Has dado tiempo a otros novios, pero ¿alguna vez has pensado en mí? ¿Qué tal si me das una oportunidad? Yo tenía que escuchar. Tenía que darle una oportunidad”.

«Estoy felizmente casada con Dios»: valiente testimonio de una virgen consagrada en «Cosmopolitan»

De regreso en Estados Unidos y con la ayuda de un sacerdote, comenzó a profundizar más en lo que Dios quería de ella y comenzó a estudiar la Biblia y a buscar respuesta a todas las preguntas que comenzaron a surgirle. Leyó la Teología del Cuerpo para Principiantes, un libro escrito sobre Christopher West basado en la Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II, que trata sobre el regalo y el propósito de la sexualidad humana.

“El sexo y la virginidad son regalos que tú das, no es algo que se pierde. No se trata de una jerga religiosa; se trata de la belleza de ser humano. Relacioné de una mejor forma la idea de que expresar el amor no sólo se trata del sexo. Se trata de querer lo mejor por la otra persona”, señaló Carmen.

Esta joven considera la virginidad es un gran regalo e indicó que antes de discernir su vocación “quería esperar hasta el matrimonio porque entendía el propósito del sexo”.
Al principio su decisión de ser una virgen consagrada generó una tensión en su relación con la familia pero después “ellos vieron los cambios que ocurrían en mí (...) me vieron tan profundamente enamorada de mi fe y así ellos comenzaron un proceso de conversión”.

“Me atraía ser una virgen consagrada por sus hermosas y antiguas raíces, en los primeros tiempos de la Iglesia las mujeres hacían votos privados para pertenecer completamente a Cristo y no casarse”.

“Esas eran las vírgenes mártires como Ágata y Lucía que fueron ejecutadas por no querer casarse con ciudadanos romanos porque ya había hecho votos a Dios. Vivían con sus familias y se dedicaban a realizar obras de misericordia en su comunidad. Amaban tanto al Señor que querían darse totalmente a Él”.

Luego de un profundo discernimiento vocacional, en el año 2009 Carmen tomó la decisión y presentó la petición para ser una virgen consagrada a su diócesis. Esta fue aprobada y el 22 de agosto de ese año vestida de novia y con un anillo de bodas se casó con Jesucristo. “Fue un hermoso día”, recordó.

Siendo una virgen consagrada lleva una vida normal. Trabajó en una parroquia, llevó a grupos de adolescentes a misiones internacionales y viajó por el mundo dando charlas a jóvenes.

Actualmente vive de las ofrendas voluntarias que le dan después de sus charlas y tiene una tienda online, llamada Sacred Print, donde vende agendas decoradas con personajes católicos que ella misma diseña.

jueves, 22 de septiembre de 2016

Santo Evangelio 22 de Septiembre 2016


Día litúrgico: Viernes XXV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 9,18-22): Sucedió que mientras Jesús estaba orando a solas, se hallaban con Él los discípulos y les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos respondieron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado». Les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro le contestó: «El Cristo de Dios». Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día».

«¿Quién dice la gente que soy yo? (…) Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Rev. D. Pere OLIVA i March 
(Sant Feliu de Torelló, Barcelona, España)


Hoy, en el Evangelio, hay dos interrogantes que el mismo Maestro formula a todos. El primer interrogante pide una respuesta estadística, aproximada: «¿Quién dice la gente que soy yo?» (Lc 9,18). Hace que nos giremos alrededor y contemplemos cómo resuelven la cuestión los otros: los vecinos, los compañeros de trabajo, los amigos, los familiares más cercanos... Miramos al entorno y nos sentimos más o menos responsables o cercanos —depende de los casos— de algunas de estas respuestas que formulan quienes tienen que ver con nosotros y con nuestro ámbito, “la gente”... Y la respuesta nos dice mucho, nos informa, nos sitúa y hace que nos percatemos de aquello que desean, necesitan, buscan los que viven a nuestro lado. Nos ayuda a sintonizar, a descubrir un punto de encuentro con el otro para ir más allá...

Hay una segunda interrogación que pide por nosotros: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Lc 9,20). Es una cuestión fundamental que llama a la puerta, que mendiga a cada uno de nosotros: una adhesión o un rechazo; una veneración o una indiferencia; caminar con Él y en Él o finalizar en un acercamiento de simple simpatía... Esta cuestión es delicada, es determinante porque nos afecta. ¿Qué dicen nuestros labios y nuestras actitudes? ¿Queremos ser fieles a Aquel que es y da sentido a nuestro ser? ¿Hay en nosotros una sincera disposición a seguirlo en los caminos de la vida? ¿Estamos dispuestos a acompañarlo a la Jerusalén de la cruz y de la gloria?

«Es un camino de cruz y resurrección (...). La cruz es exaltación de Cristo. Lo dijo Él mismo: ‘Cuando sea levantado, atraeré a todos hacia mí’. (...) La cruz, pues, es gloria y exaltación de Cristo» (San Andrés de Creta). ¿Dispuestos para avanzar hacia Jerusalén? Solamente con Él y en Él, ¿verdad?

© evangeli.net M&M Euroeditors