lunes, 6 de enero de 2020

La brillante Luz Divina



LA BRILLANTE LUZ DIVINA

Por Antonio García-Moreno

1.- "¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!" (Is 60,1) Uno de los elementos naturales que sirven en el lenguaje bíblico para hablar de la grandeza divina es el de la luz. Así dice San Pablo que Dios habita en una luz inmarcesible. San Juan por su parte al referirse al Verbo dice que era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. También al hablar de los santos en el Cielo se dice de ellos que son luceros que brillan en la noche como las chispas de un cañaveral.

En el sermón de la montaña Jesús dice que somos la luz del mundo y hemos de estar sobre el candelero para alumbrar a los de la casa. De tal manera ha de lucir nuestra luz ante los hombres que, al ver nuestras buenas obras, glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos...Esa luz divina, que nos enciende, no podemos apagarla, hemos de reflejarla e iluminar a otros.

2.- El don compartido. "Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor vuestro" (Ef 3,2) San Pablo reconoce que cuanto tiene le ha sido otorgado por la liberalidad divina. Nunca estima que tenga algo por mérito propio. Reconocerá sí que ha procurado responder a las gracias recibidas, e incluso que no las ha recibido en vano. Pero nunca presume de cosa alguna como propia. El se reconoce débil e incapaz de superar por sí sólo las dificultades. Sin embargo, afirma convencido que todo lo puede en Aquel que le conforta.

Y al mismo tiempo comprende que cuanto ha recibido no es para su bien personal, algo para su propio provecho, sino unos dones que ha de comunicar a los demás, haciéndoles partícipes de ese cúmulo de gracias divinas...En definitiva, todo don nos viene de Dios y no para nuestro provecho solamente. Así, al ser dadivoso con los demás, seremos como Cristo mismo, una epifanía, una manifestación, del amor del Padre.

3.- Tras el rastro de una estrella: "Jesús nació en Belén de Judá en tiempo del rey Heredes..." (Mt 2,1) Cuando nace el Niño Jesús, a Herodes sólo le quedaban unos cuatro años de vida. Ante esas circunstancias las intrigas palaciegas se multiplican. Su mismo hijo Arquelao forma parte de una conspiración que, descubierta por su padre, le costó no sólo el trono sino también la vida. Por eso la presencia de unos extranjeros preguntando por el rey de los judíos que acababa de nacer, produce una gran consternación.

Por qué temes Herodes, no arrebatará un reinado terreno el que viene a dar el Reino de los cielos. Así dice un himno de la liturgia del día...Su astucia y su maldad no sirvió de nada. Y los Reyes Magos se volvieron por otro camino, llenos de gozo por haber visto al Rey del mundo, recostado en el regazo de una joven madre llamada María. El rastro luminoso de la estrella sigue brillando. Mas sólo los humildes y sencillos pueden verlo seguirlo.

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