Las personas con este síndrome «transitan por el mundo para transformar corazones»
Adoptaron una niña Down antes de nacer, luego su matrimonio se rompió: la lucha de Claudia por Manu
Claudia, con sus dos hijas.
Cuando la venezolana Claudia Ramírez se planteó la adopción, no puso condiciones. Por eso no fue un obstáculo saber que su futura hija tendría el síndrome de Down. Las dificultades reales empezaron luego, como cuenta ella misma en el blog provida Salvar el 1:
Mi historia con Manu, una historia de amor extraordinario
A comienzos del 2014 iniciamos como familia un sueño: queríamos tener más hijos. Teníamos una hija biológica y vimos la opción de que la familia creciera por medio de la adopción en el país que vivimos pero que no es el nuestro.
Para ser sincera, adoptar no fue un plan en mi vida, pero, desde el momento que decidí aceptar este camino, amé la idea y sabía que Dios había elegido un hijo para mí; confié desde el principio que era parte de Su plan para mi vida y me acompañó durante todo este proceso en mi pensamiento que Sus planes son más altos que los míos.
Lo que sí soñaba era con una niña que fuera menor que mi otra hija, pero no me detuve a pensar en otros "deseos". En medio del proceso nos presentaron un caso de una mujer con conflicto en su embarazo, no podía tenerlo por diferentes razones. Aceptamos que nos conociera, se realizó exámenes médicos de rigor, ya estaba en su séptimo mes, era un embarazo de alto riesgo y, desde que conocí a Manu en la barriga, me enamoré de ella.
Un embarazo de riesgo y una sorpresa
El parto tuvo que ser adelantado y nos presentamos en la clínica. Era una cesárea por el riesgo para la bebé; estábamos afuera ansiosos, felices y queriendo ver la cara de Manu. Ya estaba pasando mucho tiempo y yo empecé a sentirme muy nerviosa así que comencé a hablar con Dios y pedirle que todo estuviera bien. En ese momento escuché una voz en mi corazón muy nítida que me decía: "Para este tiempo has nacido, para este tiempo te escogí". Para mí es un verso conocido de la Biblia (cf Ester 4, 14), pero no entendía por qué esas palabras se fijaron en mi corazón.
Recibimos una llamada, era la abogada del proceso quien nos informaba que “la bebé no venía bien” y que debido a estas circunstancias podíamos retractarnos. Luego, un silencio eterno. Yo no lograba imaginarme cómo nació Manu, qué era lo "terrible"; al poco tiempo salió la obstetra y nos dijo que había nacido con síndrome de Down.
Para mí fue impactante porque no era lo “planeado” por mí, pero seguía siendo Manu, nada había cambiado respecto a lo que sentía hacia ella. Debido a otras complicaciones médicas, Manu debió ser hospitalizada al nacer durante aproximadamente diez días, tiempo que, como familia, nos otorgaron para pensar qué hacer. La visité cada día, era tan linda y pequeñita, cómo no amarla, era tan fácil, ya estaba instalada en mi corazón.
"Dios sabía qué era lo mejor para nuestras vidas"
En estos días de ir y venir de la clínica para visitarla pensaba muchas cosas. Recordé cuando tenía más o menos veinte años y cuidaba en la sala cuna de la iglesia a la que asistía a un bebé con síndrome de Down y se quedaba dormido en mis brazos y me daba unos abrazos que nadie nunca me dio. Evoqué también casi como una oración que quería un abrazo así para toda la vida.
Recordé que hacía poco que mi hija mayor, quien tenía una compañera en su clase de música con síndrome de Down, me preguntó camino del parque: "Mami, ¿qué harías si la niña que vamos a adoptar es como Nicole?" Pensé también que Dios nos estaba confiando la hija que Él sabía era lo mejor para nuestras vidas y nosotros seríamos lo mejor para ella porque Dios no juega a los dados con nosotros. Recordé versículos de la Biblia: “Les aseguro que todo lo que hayan hecho en favor del más pequeño de mis hermanos, a mí me lo han hecho” (Mt 25, 40). Recordé el amor incondicional de Dios, su fidelidad, su amor hasta dar su vida por mí. Pensé en la carita de Manu, cuán indefensa y preciosa.
Al salir de la clínica decidimos que Manu se venía con nosotros a casa. Mi hija mayor saltaba de la dicha y yo aún más.
Pero, tiempo después las cosas tampoco salieron como yo las había planeado, ya que cuando me casé pensé que sería para toda la vida, y en el momento menos apropiado (si es que hay algún momento apropiado) quien era mi esposo defraudó mi confianza y decidió irse de la casa. Manu tenía tan solo dos meses.
La adopción, en peligro
Debido a esta decisión el proceso de Manu, que no había culminado, se tambaleó. De repente éramos una familia no idónea o apta para adoptar. Con un valor que no era mío y una tenacidad que empecé a conocer en mí, hablé con todos los implicados en el proceso y, después de un “receso” en la adopción que era la opción más segura para Manu, quien podía terminar, en contra de mi voluntad, en una institución, empecé de nuevo el proceso de adopción como una mamá sola, en un país que no era el mío, donde no vivía mi familia, donde me sentía realmente sola porque así lo estaba. De nuevo, los miles de pruebas, exámenes, requisitos, pero Manu lo valía, el amor de su hermana mayor por ella lo valía, mi amor de mamá lo valía.
Éste ha sido un amor probado, por llamarlo de alguna manera. Amándola como sólo Dios sabe que la amo, la entregué a Él. Estaba visto que mis planes no iban a prevalecer y yo seguía confiando en el amor de Dios y su cuidado para nosotras. Solo Él sabía cómo iba a terminar toda esta historia que parecía una montaña rusa de emociones.
Manu es una luchadora, no se rinde, persevera, es alegre, las pocas veces que ha estado mal de salud su ánimo es lleno de valor; fue intervenida de emergencia del corazón cuando tenía 5 meses (lo planeado según el cardiólogo era al llegar a los 2 o 3 años) pero ya nada me sorprendía ni me asustaba, su vida estaba transformando la mía.
Una bendición
Mi bella Manu tiene hoy dos años, ya me llama 'mamá', y es mi hija desde que estaba en otra barriga gestándose, es la hermana favorita del mundo mundial de mi hija mayor, es amada por sus abuelos y sus tías.
En conclusión, Manu ha sido una bendición, un regalo de Dios para mi vida en la medida que Él sabía yo necesitaba, nos ha hecho transitar un camino lleno de retos con valentía y tenacidad; ha hecho que los días pasen muy rápido porque son tantas las tareas que una mamá con un niño con esta condición debe hacer para que cada día este mejor (así pronto nuestro sueño de vivir en nuestro país y contar con la compañía de mi familia será una realidad).
Hemos aprendido sobre desarrollo cerebral, un tema apasionante ahora para mí; aunque he amado la alimentación y hábitos saludables, ella nos ha enseñado caminos aún mayores y más especializados que nos han llenado de bienestar. Me animé a estudiar para ser Health Coach y ya estoy certificada; mi hija mayor es ahora más sensible y empática, y sé que la está ayudando a ser un ser humano aún mejor.
Todos ganamos con la vida de Manu, así que, si ves a una mamá que está esperando un niño con esta condición, cuéntale que es bendecida, que es un regalo del cielo con un empaque inesperado, pero no menos maravilloso; si ves a un niño o adulto con síndrome de Down no lo mires con compasión. Míralo con admiración, está transitando en esta vida para transformar corazones y llenarnos de su amor.
Fuente: Religión en Libertad
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