Ya en español, la vida y el mensaje de los 7 trapenses decapitados en Argelia, hoy ya beatos
Mártires trapenses de Tibhirine: querían ser simplemente cristianos y estar con sus amigos argelinos
Jean-Pierre Schumacher sobrevivió a la matanza de Tibhirine y cuenta los hechos y el espíritu que animaba a los monjes de Argelia
El hermano Jean-Pierre Schumacher ha sobrevivido. Nacido en 1924 en Mosela (Lorena), fue enrolado a la fuerza en el ejército alemán. A sus amigos los mandaron a Stalingrado: murieron en el frente ruso. Pero él no: su mala salud evitó que lo enviaran allí. Tras la guerra fue sacerdote marista en 1953, hizo profesión solemne como trapense en 1960 y llegó a Argelia en 1964, dos años después de independizarse el país.
Mucha gente había muerto en 8 años de cruel guerra de independencia contra Francia (unos 400.000 en el bando independentista, y 25.000 franceses y al menos 65.000 argelinos en el otro bando, según Wikipedia). Casi todos los cristianos (franceses que llevaban 5 o más generaciones en el país) huían a Europa.
Un país de violencia: unos hombres de paz y oración
Argelia nunca antes había sido independiente. Un gobierno autoritario de militares socialistas y nacionalistas árabes, más o menos laicista, con cooperativas de estilo soviético, chocaba contra musulmanes de etnia bereber y con facciones islamistas de distintos niveles de radicalidad. La violencia se disparó en los años 90, con represión feroz y ataques terroristas: entre cien mil y 150.000 muertos, incluyendo 114 imanes.
Y allí estaba Jean-Pierre. En el monasterio de Tibhirine, en el Atlas argelino, explica, "aprendimos el árabe, y recitábamos juntos la oración del Padrenuestro en esa lengua. Nuestros vecinos musulmanes eran amigos, formábamos verdaderamente una familia con ellos".
Secuestraron a los monjes y cortaron sus cabezas
En 1996, mataron a los monjes de Tibhirine y Jean-Pierre sobrevivió. Los secuestraron, y dos meses después fueron hallados sus cadáveres con las cabezas cortadas. No se sabe qué facción o grupo lo hizo. Los monjes sabían que había violencia y asesinatos y gente malvada matando por doquier, y quisieron quedarse y vivir con sus vecinos sabiendo que corrían gran riesgo.
No los mataron en la Edad Media: los mataron cuando ya se acaba el siglo XX, en tiempos de televisión a color y por satélite, cuando ya Internet era frecuente en las universidades, cuatro años después de los Juegos Olímpicos de Barcelona.
Su historia fue recogida por la aclamada película "De dioses y hombres", de Xavier Beauvois, ganadora en el Festival de Cannes.
Ahora esta historia se puede explorar mejor, con la visión del hombre que busca a Dios, en el libro Simplemente cristianos (Ediciones Encuentro), del padre Thomas Georgeon y el periodista François Vayne, católico nacido en Argelia que conocía personalmente a los mártires.
La vida y el mensaje de los mártires de Tibhirine,
testigos de fe, perdón, amistad y oración en tierras del Islam
Los autores recuerdan que los monjes no "querían" ser mártires, querían ser "simplemente cristianos", pero eso implica amar a sus amigos, a su prójimo, a sus vecinos musulmanes, en el día a día, también cuando estos vecinos son asesinados o viven rodeados de violencia. Parece que el grupo que los mató era distinto, probablemente llegado de lejos, creen que no estaba ligado a otros grupos armados de la zona que los conocían y respetaban.
El hermano Jean-Pierre, que hoy sigue siendo monje en el Atlas, pero no ya en Argelia sino en Marruecos, recuerda cómo lo vivió y cómo sobrevivió.
Así fue la noche de la captura
"Los islamistas armados, nuestros 'hermanos de la montaña', venían al monasterio, de noche, desde 1993, con mayor frecuencia para cuidados médicos. Por nuestra parte permanecíamos neutrales en el conflicto que les oponía al poder militar de Argel. Como hizo durante la guerra de Argelia, Luc seguía asistiendo a los 'rebeldes', en nombre del amor de Cristo por toda persona que sufre. Las autoridades no comprendieron nuestra actitud. Vino un grupo a secuestrar a los monjes el 27 de marzo de 1996, tal vez con la intención de alejarlos, no de matarlos. ¿Qué pasó después? Algún día lo dirá la historia".
"Lo que yo constaté en el transcurso de esa noche terrible fue que los hombres armados que habían venido no actuaban como de costumbre. No llamaron a la puerta de mi hospedería para que fuera a buscar a Luc, el médico. Cogieron a mis siete hermanos, entre ellos a Bruno, que había llegado de Marruecos, y se marcharon. El guardián musulmán tuvo el valor de no darles detalles, y olvidaron a dos monjes, Amédée, cuya puerta estaba cerrada con llave, y yo mismo, que había observado esta siniestra maniobra desde la ventana sin poder intervenir".
"Habían cortado las líneas telefónicas. Recé para que mis hermanos fueran testigos de la benevolencia divina en medio de estos misteriosos secuestradores. En cualquier caso, mis hermanos estaban en misión de paz entre ellos", recuerda Jean-Pierre Schumacher.
El hermano Jean-Pierre con una vecina en su actual monasterio en las montañas del Atlas en Marruecos
¿Por qué hay monjes donde no se puede ni predicar?
El monje ha entregado su vida al norte de África, rezando. Sus hermanos la entregaron con su sangre derramada. ¿Para qué? En esos países la evangelización está prohibida, si un argelino o marroquí se bautiza como cristiano sufrirá castigos civiles y legales, desprecio y odio familiar y amenazas de muerte. ¿Qué hacen, pues, los monjes en el Magreb?
Responde Jean-Pierre: "Después de 40 años en tierras del islam, comparo nuestra misión con la estrella de la mañana. Me gusta contemplarla en el cielo del Atlas. Brilla alegremente, completamente sola en la oscuridad, anunciando que llega el día. Nosotros somos entre los musulmanes exploradores del diálogo de amistad, signos de un encuentro posible a la luz de la fe en el Dios único. Subimos por los dos lados de una escalera hacia el Dios que nos llama, fieles a la oración, ese medio de comunicación que nos religa a Él. En Marruecos bebemos cada día el té con nuestros vecinos, un compartir que nos recuerda la copa eucarística, un encuentro de corazones".
Cuenta algunos gestos de convivencia que le parecieron siempre inspiradores. "Las campanas del monasterio tocaban en Tibhirine y los musulmanes nunca nos pidieron que las hiciéramos callar", especifica.
El ejemplo de la oración constante
Hoy, con los monjes en Marruecos, "nos levantamos por la noche a orar, a la misma hora que nuestros vecinos musulmanes a los que ha despertado el almuédano. La fidelidad a la cita de la oración constituye el secreto de nuestra amistad con los musulmanes".
Son monjes, gentes de oración. La constancia, la regularidad, es su estilo de vida. "Los musulmanes nos enseñan a orar, les tomamos como ejemplo, lo mismo que hizo Carlos de Foucauld. Nuestra originalidad cristiana consiste en creer que Dios nos da su Espíritu y nos hace vivir de su vida: ahí se sitúa nuestro testimonio".
Los mártires de Tibhirine están en el cielo, y Jean-Pierre, con 94 años, ya espera el reencuentro glorioso y feliz.
"Cuando nos volvamos a encontrar en el cielo, nos abrazaremos los unos a los otros, felices de haber amado, yendo hasta el extremo de la entrega de nosotros mismos. Le daré las gracias de un modo absolutamente especial a mi hermano Luc, por intervenir todavía tan a menudo, más allá de la muerte, como lo atestiguan hoy algunos amigos musulmanes. Algunas personas que sufren dicen, en efecto, que le han visto manifestarse de manera sobrenatural".
Los monjes de Tibhirine, Argelia, en los años 90: siete fueron asesinados en 1996 y hoy son mártires y beatos de la Iglesia Católica
Ya son intercesores, beatificados el 8 de diciembre
La Iglesia los reconoce como intercesores, amigos de Dios y de los hombres, que en el Cielo presentan oraciones ante el trono divino.
El pasado 8 de diciembre de 2018 la Iglesia beatificó en Orán (Argelia) a 19 religiosos asesinados durante la guerra civil argelina de los años 90 (de 1992 a 2002), incluyendo a los 7 monjes mártires de Tibhirine. Nunca antes se había celebrado una beatificación en un país de mayoría musulmana. Mil doscientas personas acudieron a la explanada ante la iglesia de Nuestra Señora de la Cruz. Entre los mártires estaban también las misioneras españolas agustinas Caridad Álvarez y Esther Paniagua, asesinadas por disparos en 1994 cuando salían de su misa cotidiana en la capital.
Así fue la misa de beatificación en Orán (en francés)
A este acto único acudió el Ministro de Asuntos Religiosos de Argelia, Mohamed Aïsa y el secretario de estado de Asuntos extranjeros de la muy laica república francesa, Jean-Baptiste Lemoyne, además de líderes religiosos musulmanes. En una pequeña ceremonia de fraternidad en la Gran Mezquita de Orán, el padre Thierry Becker, sacerdote de la ciudad, entonó en árabe una plegaria a la Virgen María.
Fuente: Religión en Libertad
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