«Una historia de la Iglesia», documentada y combativa obra de Angela Pellicciari
Satanás ataca a la Iglesia en dos frentes: el externo con persecuciones, el interno con herejías
A la izquierda, dos niñas rezan en una iglesia destruida en Irak. A la derecha, Lutero (Joseph Fiennes) escribe sus obras heréticas.
Angela Pellicciari es doctora en Historia Eclesiástica y profesora de Historia de la Iglesia en los serminarios Redemptoris Mater. Se ha especializado en dos fenómenos conexos: el Risorgimento que desembocó en la unidad de Italia a costa de los Estados Pontificios, y el papel de la masonería en la política contemporánea.
Acaba de publicar en la BAC (Biblioteca de Autores Cristianos) Una historia de la Iglesia, un libro que tiene aquella virtud que tanto valoraba el romanista y carlista Álvaro d'Ors (1915-2004): la virtud de una humilde parcialidad. Esto es, y sin merma del rigor en los datos y en su documentación, y en la justificación de cada aserto, la sinceridad de escribir amando aquella realidad de la que se escribe. La Iglesia, en este caso. Y amarla combativamente, apologéticamente, para lavar su rostro de manchas que no le corresponden.
-Dice que lo que se cuenta de la Iglesia no tiene nada que ver con lo que ha vivido en ella y con lo que conoce como historiadora...
-Yo vengo del ateísmo y del 68. Cuando conocí la predicación de Kiko y Carmen [iniciadores del Camino Neocatecumenal] me di cuenta de que todo lo que sabía sobre la Iglesia era falso. Como historiadora he podido documentar que las palabras de León XIII en 1883 eran literalmente ciertas: la llamada ciencia histórica se ha convertido en una conjura contra la verdad (Saepenumero considerantes). ¡Eso no quiere decir que todos los hombres de Iglesia sean santos! Sin embargo, la mayoría de los que conozco, y son muchos, viven y mueren santamente. La de la Iglesia es una historia interminable de persecuciones, violencias, mentiras, calumnias.
-¿Alguna calumnia actual?
-Un ejemplo vale por todos: se han proyectado sobre la Iglesia y sobre su historia las características islámicas. En las últimas décadas, el islam se describe como tolerante, mientras a la Iglesia se la presenta como violenta, opresora, intolerante. Se cuenta la leyenda de los cruzados movidos por el deseo de conquista, por el deseo de botín. Se han proyectado sobre los cristianos las costumbres de los musulmanes: la propaganda anticatólica, bajo la máscara de ciencia histórica, ha invertido las cartas sobre la mesa.
-En Una historia de la Iglesia pone las cosas en orden...
-Estoy contenta de que mi historia de la Iglesia se publique en español, porque me enfrento una a una a las mentiras que sobre la Iglesia y sobre los católicos se han escrito y divulgado, comenzando por las lanzadas contra la historia de la católica España, y son muchas.
-¿Cuál es la constante en esos dos mil años de ataques a la Iglesia?
-La Iglesia es el Cuerpo de Cristo. Satanás odia a Cristo. Contra Él nada puede, pero sin embargo puede intentar hacer daño a los cristianos. Jesús lo dice claramente: me han perseguido a mí, os perseguirán también a vosotros (Jn 15, 20). Y es lo que puntualmente sucede. El ataque a la Iglesia tiene lugar siempre en dos frentes: el externo y el interno. Desde fuera, con la violencia de las persecuciones y el terror que desencadenan. Desde dentro, con el ataque al magisterio por medio de la herejía.
-¿Cuál es la defensa?
-Contra ambos enemigos, contra los engaños del demonio, la Iglesia se ha defendido siempre con la oración, el ayuno y la limosna, buscando consuelo en el Señor. También se ha defendido con la apologética, esto es, con la directa y atenta refutación de las calumnias y de las acusaciones que a través del tiempo le han dirigido los poderes del mundo.
Presentación de la edición original italiana de Una historia de la Iglesia el 27 de febrero de 2016 en Lamezia Terme (Catanzaro, Calabria). La intervención de Angela Pellicciari comienza en el minuto 31:35.
-¿Cómo resuelve la Iglesia su perpetua lucha contra la mundanización?
-Pienso que el modo correcto de vivir es el indicado por el Evangelio. Estamos llamados a ser ciudadanos del cielo, a estar siempre en tensión hacia Dios: “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48), “amad a vuestros enemigos, haced el bien a quienes os odian” (Lc 6, 27). A lo largo de los siglos, el Espíritu Santo siempre ha suscitado carismas que, en los diversos contextos, han encontrado el modo de hacer actual el Evangelio haciendo de los cristianos hombres celestiales.
-¿Comparte la idea de algunos historiadores de la Iglesia y del pensamiento, de que la gnosis es el fondo común a todas las herejías de todas las épocas?
-Sí. En el tercer capítulo del Génesis, la Biblia cuenta cómo “el mentiroso”, el que divide y odia al género humano, Satanás, engaña a Eva con el pretexto del conocimiento. O mejor: con el pretexto de un falso amor al conocimiento que, en realidad, responde a un deseo de poder que procede de la envidia del poder por excelencia que es Dios. Si vosotros decidís lo que está bien y lo que está mal, sugiere Satanás a Eva, seréis como Dios, porque podréis, como Él, definir el bien y el mal. De esa pretensión del hombre de establecer el bien y el mal surgen las incontables violencias contra la Iglesia y todas las revoluciones y las injusticias que han llenado la tierra de violencia y de sangre.
La hipótesis gnóstica de un conocimiento reservado y revelado solo a los iniciados está en la base de la voluntad de poder masónica y determina su estructura jerárquica.
-¿Cuál es el peor enemigo que ha tenido la Iglesia?
-A mi modo de ver, el mayor daño se lo ha hecho y continúa haciéndoselo la gnosis. Y por tanto, en los tiempos modernos, la masonería, que por lo demás tiene sus raíces en la revolución protestante (basta pensar en que el autor de las constituciones masónicas es James Anderson, un pastor presbiteriano). La voluntad de poder que se esconde tras las bellas palabras de libertad e igualdad genera la destrucción de las más elementales formas de humanidad. Basta ver lo que ha pasado en la época de la revolución francesa, del liberalismo, del comunismo y del nazismo. Y lo que está sucediendo hoy (y continuará sucediendo) con la transformación en derecho, en ley, del deseo individual. De cualquier deseo individual.
-¿Qué dijo la Iglesia de la masonería?
-De 1738 a 1903, esto es, de la primera condena de la masonería por Clemente XII a la muerte de León XIII, que escribe decenas de cartas contra la masonería, el papado desempeña una gran función profética: los papas ponen en evidencia los peligros, las contradicciones, el absolutismo, el cinismo, al ataque frontal a la Iglesia, el satanismo de las diversas obediencias masónicas, buscando de esta forma evitar a los reyes y a los pueblos la catástrofe de caer bajo la influencia de las sectas. Con León XIII concluye el precioso magisterio pontificio contra las sociedades secretas. Todo lo que se podía escribir y decir al respecto ya estaba dicho y escrito.
-En su libro apunta al modernismo como el gran error moderno...
-Pío X condena el modernismo, que no es sino el ataque mortal a la Iglesia dirigido desde dentro (y por tanto más peligroso, al estar camuflado) en nombre de principios que son los mismos que los de las logias, comenzando por el relativismo. Esto es, la posibilidad de la evolución del magisterio, modelando la Iglesia (cuya institución es divina, esto es, perenne) según las características de la sociedad civil.
San Pío X retrató los errores modernistas en su encíclica Pascendi de 1907.
-¿Perdura ese error?
-Hoy el ataque al magisterio lo lanzan abiertamente los mismos exponentes del clero, incluso a los máximos niveles.
-¿Qué hacer?
-¿Cómo afrontar este peligro? Con el heroísmo de la fe y la plena confianza en Dios. Dicho en otros términos: con buena voluntad y la ayuda del Espíritu Santo. Y con el estudio.
-Y con el estudio como apologética, ¿con qué argumento justificaría que la Iglesia es santa y divina?
-Uno por encima de todos: a pesar de las persecuciones sufridas, las torturas, las calumnias, las injusticias, las infiltraciones heréticas en su interior, la Iglesia continúa viva. En estos meses, por poner un ejemplo, miles de hermanos del Camino Neocatecumenal, hombres y mujeres, chicos y chicas, sacerdotes y seminaristas, han ido y van de dos en dos, sin dinero, sin teléfono móvil, sin nada (justo como Jesús mandaba a los apóstoles) a anunciar a todo el mundo la victoria de Cristo sobre la muerte. Un hecho heroico, bellísimo, que da testimonio de la juventud y del impulso vital de la Iglesia católica.
El triunfo de la Iglesia, tapiz encargado a Rubens en 1625 por la archiduquesa Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II y gobernadora de los Países Bajos.
-Los enemigos caen y la Iglesia permanece...
-En el Evangelio de Mateo, Jesús profetiza a Pedro que las fuerzas del infierno no prevalecerán: non praevalebunt (Mt 16, 18). El conocimiento de la historia de la Iglesia muestra cómo se ha verificado la promesa de Cristo: a pesar del horror de las persecuciones y de la multitud de los mártires en todo tiempo y lugar, los enemigos de Cristo no han prevalecido.
El 14 de abril de 2012, Daniel Jenky, obispo de Peoria (Illinois, Estados Unidos), en una homilía que ha venido a convertirse en un hito, desgranó con claridad y valentía la necesidad de heroísmo en los católicos de nuestro tiempo, señalando con nombres y apellidos a los enemigos de la Iglesia y su paso fugaz por la Historia ante la permanencia de la Iglesia. Es el argumento que también aduce Angela Pellicciari en Una historia de la Iglesia.
-¿Cuál es para usted el personaje más atractivo e interesante de la historia de la Iglesia?
-Aparte de Pedro, Pablo y la Magdalena, me siento muy vinculada a Agustín, a Pío IX y al Padre Pío. ¡Pío IX, tal vez el Papa más calumniado de la historia, que ha llevado mansamente la cruz durante 32 años! Por no hablar del protagonista de nuestra época: el pontífice que a mi juicio no es grande, sino gigante: Juan Pablo II.
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