viernes, 11 de noviembre de 2022

«La historia de fantasmas más real jamás contada»: un muerto airado, una misa para aplacarlo...


 «La historia de fantasmas más real jamás contada»: un muerto airado, una misa para aplacarlo...

Una representación de los sucesos conocidos como The Wizard Clip, el Corte del Brujo.

La historia del Corte del Brujo [The Wizard Clip]  es singular: no hay muchas "historias de fantasmas" católicas, pero esta lo es y parece más que suficientemente corroborada, incluso por un obispo. Sucedió hace más de doscientos años en el valle de Shenandoah, en Virginia Occidental, y llevó a un granjero luterano, furibundo 'antipapista', a convertirse a la fe católica junto con toda su familia. Cuenta la historia Mary Cuff en Crisis Magazine:

"La historia de fantasmas más real jamás contada"

Enclavado en el valle de Shenandoah, en Virginia Occidental, el pueblo de Middleway cuenta con una historia de fantasmas que rivaliza con los más famosos cuentos de brujas. Lo que hace que esta historia destaque es que es una historia católica: una historia de sacramentos negados, espíritus vengativos, un santo sacerdote católico y el poder del Santo Sacrificio de la Misa. Y la historia del "corte del brujo" no es solo una leyenda, ya que las pruebas que apoyan su veracidad llevaron al secretario privado del cardenal James Gibbons, entonces editor de Catholic Review, a proclamarla como "la historia de fantasmas más real jamás contada".

Nuestra historia comienza en 1794, cuando un desconocido llamó a la puerta de la granja del señor Adam Livingston, un agricultor luterano, y le pidió amparo. Esa noche, a última hora, el hombre enfermó y pidió un sacerdote. Livingston, que tenía profundos prejuicios contra los "papistas", rechazó la petición, y el hombre murió sin la extremaunción y fue enterrado en tierra no consagrada.


Lugar del enterramiento del 'forastero desconocido', como es denominado en la cruz.

Lugar del enterramiento del 'forastero desconocido', como es denominado en la cruz. Foto: Mystics of the Church.

Lo que siguió después fue atestiguado por docenas de vecinos de Livingston, quienes conservaron registros físicos durante el resto de sus vidas. La familia Livingston se vio atormentada día y noche por sonidos horripilantes en la casa, así como por el lanzamiento frecuente de piedras y la rotura de platos y muebles. Cada cierto tiempo, sus camas se incendiaban durante el día. Pero lo que le da nombre a este acoso es el hecho de que manos invisibles hacían agujeros con cortes en forma de media luna en las ropas, las sillas de montar y los zapatos. Los cortes eran pequeños y regulares. Parecía hechos a máquina, aunque los que estaban en la casa podían ver cómo se hacían.



Así eran los 'cortes del brujo' según una presentación del caso en el Centro de Cultura de Charleston.

El padre Demetrio Agustín Gallitzin, el "apóstol de los Montes Allegheny", ofreció un relato de primera mano sobre 'el Corte del Brujo'. El padre Gallitzin no era un pueblerino ni un ingenuo fácil de impresionar: antes había sido el Príncipe Demetrio, un aristócrata ruso cuyo pedigrí rivalizaba con el del zar. Su padre, el embajador ruso en Holanda, era íntimo amigo de los pensadores de la Ilustración Diderot y Voltaire. El príncipe Demetrio tuvo como compañeros de juego a futuros reyes, y sus tutores fueron intelectuales de la élite europea.

Pero a los 17 años, Demetrio rechazó el ateísmo racionalista y abrazó el catolicismo de su madre, tomando el nombre de confirmación de Agustín. Enviado por sus padres a viajar por el mundo como príncipe, Demetrio horrorizó a su padre al obtener el permiso del obispo John Carroll para entrar en el nuevo Seminario de Santa María de Baltimore.

En la época del Corte del Brujo, el padre Gallitzin era misionero en Loretto, Pensilvania. Con él estaba su antiguo tutor, el padre Brosius, un científico consumado. Al enterarse de la aparición de un fantasma, Gallitzin viajó a Middleway para investigar los hechos. En una carta que escribió años más tarde, Gallitzin señaló: "No podía creerlas [las historias]; pero pronto me convertí en un creyente total. Nunca ningún abogado en un tribunal de justicia ha interrogado o contrainterrogado a los testigos más estrictamente de lo que yo lo hice en esa ocasión".

Al escribir una versión de la historia en su libro Carta a un amigo protestante sobre las Sagradas Escrituras, el padre Gallitzin relató lo que sucedió después. En su desesperación, Livingston buscó la ayuda divina: "El anciano, al leer en su Biblia que Cristo había dado a sus ministros poder sobre los espíritus malignos, [...] con lágrimas en los ojos le relató a su ministro la historia de sus angustias, pérdidas y sufrimientos, [y] le rogó que fuera a su casa y ejerciera en su favor el poder que había recibido de Jesucristo. El pastor le confesó con franqueza que no tenía tal poder. El anciano insistió en que debía tenerlo, pues lo encontraba en su Biblia. El pastor replicó que ese poder existió solo en los tiempos antiguos, pero que había desaparecido". 

Sin inmutarse, Livingston buscó a alguien que sí tuviera ese poder. Ante el fracaso de muchos pastores en serle de ayuda, llegó a recurrir a magos y a quienes afirmaban tener poder sobre el maligno. Todos fracasaron. Desesperado, llegó a la conclusión de que "Cristo ya no tenía verdaderos ministros en la tierra y los que pretendían serlo eran un conjunto de impostores".

Fue entonces cuando Livingston tuvo un sueño. En él, se encontraba subiendo con dificultad una empinada montaña. En la cima había una magnífica iglesia y, de pie delante de ella, un ministro con extraños ropajes. Una voz le hablaba: "Este es el hombre que te auxiliará".

Un vecino italiano, al saber del sueño, le dijo a Livingston que solo los sacerdotes llevaban esas sotanas. Livingston decidió entonces presentarse en la misa del padre Denis Cahill, que celebraba en una granja cercana. Cuando el sacerdote se acercó al altar, Livingston rompió a llorar al reconocer al hombre de su sueño. Pero cuando le rogó al sacerdote que viniera a exorcizar el espíritu de su casa, el padre Cahill se rió y dijo que debía ser un vecino que le estaba gastando una broma. Pese a todo, finalmente accedió a ir y rociar con agua bendita alrededor de la granja. 

Decenas de vecinos atestiguaron que, cuando el padre Cahill salió de la casa, una mano invisible puso a sus pies un monedero con dinero que había desaparecido de un cajón cerrado semanas antes. Durante un tiempo, las apariciones cesaron. Pero luego volvieron con fuerza. Cuando Livingston le rogó al padre Cahill que volviera, el irlandés escribió al padre Gallitzin para pedirle que le acompañara. Los sacerdotes acudieron y celebraron la misa en la casa de Livingston, rezando por el alma del difunto forastero al que se le había negado la extremaunción. A partir de ese momento cesó toda destrucción.

Pero este no es el final de la historia. En 1878, el padre Joseph Finotti reunió todos los relatos de testigos que pudo encontrar en un libro titulado El misterio del Corte del Brujo [The Mistery of the Wizard Clip], incluyendo testimonios de vecinos y familiares que eran niños cuando los sucesos o que habían escuchado la historia de sus padres. Todos atestiguaban que, si bien el atormentado embrujo había cesado, había sido sustituido por la Voz, una hermosa voz que habló a la familia y a ciertos vecinos durante más de diecisiete años.

La Voz, a menudo acompañada por luces celestiales cegadoras, instruía a los Livingston en la fe católica y los guiaba en los rosarios diarios por las almas del purgatorio, despertándolos tres veces cada noche para rezar. El jesuita Joseph Mobberly, quien escribió al respecto en la década de 1820, creía que Livingston había sido examinado nada menos que por el mismísimo obispo Carroll, a quien asombró el conocimiento de la fe que tenía aquel granjero casi analfabeto.



Portada de un libro sobre Adam Livingston, el Corte del Brujo y la Voz.

También hubo manifestaciones físicas de la Voz. Por ejemplo, en cierta ocasión, una hija se preguntaba malhumorada por qué tenía que rezar por las almas del purgatorio porque, según ella, no debía ser tan malo estar en el purgatorio. De repente, en una toalla cercana apareció la huella de una mano quemada, pero perfectamente delineada, con la tela entre los dedos intacta. La Voz le dijo que así era como sufrían las almas del Purgatorio. En otra ocasión, Livingston estaba arando cuando la Voz le hizo escuchar los lamentos de las almas sufrientes que anhelaban el Cielo. 

Livingston se mudó con su familia a Loretto para convertirse en feligreses del padre Gallitzin y donó la granja de Middleway para uso de la Iglesia. La Voz había predicho que "antes del fin de los tiempos, ese sería un gran lugar para la Oración y el Ayuno". Conocida como "el campo del cura" [Priestfield], durante casi dos siglos fue improductiva hasta que la diócesis construyó en ella un centro de retiros.



Monumento en memoria de Adam Livingston. Foto: Priestfield.

Continuando con su relato del Corte del Brujo en su carta a su amigo protestante, el padre Gallitzin comenta: "Tu ministro se reiría mucho si le relataras los hechos anteriores; porque, al igual que los sabios de esta época ilustrada, también él ha decidido perentoriamente que los milagros, etc., etc., ya no son necesarios y que, desde luego, han cesado. Desde cuándo, no lo sé, como tampoco he encontrado nunca ningún pasaje en las Escrituras que autorice la creencia de que los milagros deban cesar por completo, o que los espíritus malignos no tengan nunca más el poder de molestar los cuerpos y la propiedad de los hombres, como solían hacerlo durante la vida de nuestro Salvador y después de su resurrección". 



La actual capilla de Todas las Almas, en la antigua propiedad de Livingston. Foto: Mystics of the Church.

¿Y qué fue del padre Gallitzin? Este santo sacerdote se dedicó intensamente a servir a los fieles de los Montes Allegheny y dejó tras de sí una sólida comunidad de católicos en todo el oeste de Pensilvania. Murió el 6 de mayo de 1840 y fue enterrado en Loretto, Pensilvania, donde ahora se levanta una basílica sobre su tumba. En 2005, el Papa Benedicto XVI le concedió el título de Siervo de Dios.

Traducido por Verbum Caro.

Fuente: Religión en Libertad

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