sábado, 3 de julio de 2021

Sandra, transexual arrepentido, alerta: «No hay final feliz, es un camino que no tiene fin»



Sandra, transexual arrepentido, alerta: «No hay final feliz, es un camino que no tiene fin»

Hace 18 años Sandra (su nombre como transexual) empezó a hormonarse para cambiar de sexo. Es la decisión de la que más se arrepiente

Este martes el Consejo de Ministros, tal y como anuncio Pedro Sánchez, debatirá y aprobará el texto de la ley trans. Un proyecto que recogerá casi la totalidad del texto del Ministerio de Irene Montero y que hace apenas un mes fue tumbado en el Congreso gracias en parte a la abstención del PSOE.

Pese a la oposición de una buena parte del feminismo, la futura ley recoge la “autodeterminación” de género y sólo será necesario ir al Registro sin necesidad de ningún informe médico ni psicológico para cambiar de sexo. Además, favorecerá la hormonación, los bloqueadores y las intervenciones quirúrgicas.

Sin embargo, pese a la presión que existe en el interior del entorno LGTB sobre el que se sale del camino marcado cada vez son más los testimonios de transexuales que se han arrepentido y que denuncian que nadie les avisara de las consecuencias de lo que iban a hacer. Les prometieron una felicidad que nunca llegó.

En un reportaje de Voz Populi ha aparecido el testimonio de uno de estos transexuales, un varón de nacimiento con tendencias homosexuales y que acabó convirtiéndose en Sandra, con distintas operaciones quirúrgicas y muchas hormonas. 18 años después pregona que estaba equivocado y muestra las enormes consecuencias físicas y psicológicas que ha sufrido al cambiar de sexo.

Actualmente tiene 35 años y vive en un pueblo cerca de Barcelona, Castellar del Vallés, y afirma que si en el pasado le atacaban por su condición homosexual primero y transexual después, ahora son algunos transexuales quienes no soportan su mensaje anti-queer y su oposición a la ley trans que va a tramitar el Gobierno.



Sandra, transexual arrepentido

Sandra inició hace un año el camino de regreso para volver a su sexo biológico masculino

"Yo nací como varón, soy homosexual. Desde pequeño. Lo que pasa es que siempre he parecido una niña. He tenido un estereotipo femenino. Nunca he tenido disforia hasta la adolescencia. Yo asocio mucho la transexualidad a la homofobia. Nos hacemos trans para escapar de nuestra homosexualidad", explica en la entrevista.

Hace un año comenzó el camino de vuelta aunque hay secuelas que nunca podrá borrar. "Me escriben transexuales contando lo mal que han quedado. No conocemos psiquiatras que nos ayuden a aceptar la disforia. La mayoría te empujan a transicionar. Si te quiere ayudar, pueden ser despedidos por las leyes que respaldan la transexualidad. La teoría queer está equivocada, la biología no se puede cambiar”, asegura.

Por ello, es un firme opositor a la ley trans ya que puede dejar tras de sí miles de víctimas y vidas destrozadas como la suya. En su opinión, “se han dado casos de hormonar a menores y les jodes la vida porque luego se arrepienten. Esta ley borra a la hembra biológica, invade espacios de mujeres. Que un hombre diga que se siente mujer porque sí, lo encuentro una locura".

Recordando su propia historia, a los 16 años, Sandra, como se hace llamar desde que se cambió de sexo, empezó a trabajar en el mundo de la noche y fue cuando empezó el problema de la disforia: "Odiaba mi cuerpo. Creo que la mayoría de personas pasan una adolescencia dura. Era muy velludo, muy oso, y estaba gordito. Ese canon de belleza no era el aceptado. Se metían conmigo por eso. No me gusta la ropa masculina y nunca me ha gustado, así que me ponía ropa de chica. Sentía que tenía que evolucionar. Me veía muy ambiguo y que necesitaba evolucionar".

Los efectos de las hormonas y las operaciones

Fue en ese ambiente donde conoció a muchos transexuales y empezó con el tratamiento hormonal. "A la mayoría de homosexuales nos pasa, en el mismo colectivo homosexual hay discriminación hacia los que somos muy afeminados y con pluma, hay plumofobia. A los homosexuales con muchísima pluma nos cuesta encontrar pareja con homosexuales más masculinos. Se discriminan entre ellos. Cuando te feminizas, en cambio, empiezas a ser más querida por los hombres heterosexuales". En su opinión, con “la transexualidad se medicaliza la plumofobia”.

Sobre todo su proceso de cambio de sexo advierte de los numerosos y graves efectos secundarios: "Aumento de peso increíble, ansiedad (en mi caso cronificada), depresión... A compañeras les ha dado trombosis, te pueden dar ictus, infartos… Sufría mucho de retención de líquidos, varices, pesadez e inflamación estomacal que se me ha quedado cronificada".

Peor aún es cuando los hombres que quieren ser mujeres se realizan la vaginoplastia, pues “estás encadenado a la hormonación de por vida. No tienes hormona biológica en tu cuerpo y claro, tienes que tomar estrógenos toda tu vida. Según la endocrina, si no me hormono puedo sufrir osteoporosis muy grave, degeneración muscular, ósea…".

A los 29 años le realizaron la vaginoplastia, pero denuncia que ningún cirujano le avisó de las consecuencias. "Habrá transexuales que se lo han hecho y son felices. Pero también sé de muchas personas que siguen con disforia después de muchas operaciones. No hay final feliz. El problema es mental. Es un camino que no tiene fin".

De hecho, asegura haber visto "muchas barbaridades. Una se operó cuatro veces por que se le cerraba la vagina. Por eso estás con dilatadores siempre. El cuerpo detecta un hueco y claro, lo cierra".

En su caso, tras los dos primeros años con la vaginoplastia padeció una inflamación del conducto urinario. "Me dolía que me moría cuando hacía pis. Me daban antiinflamatorios. Pero estuve así durante un año y pico, probando medicamentos para solucionarlo. Pasé mucho dolor", explica. Y finalmente tuvo que ser operado nuevamente para que le reconstruyeran la uretra.

Fuente: Religión en libertad

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