Una vida al límite, sin referentes y llena de drogas: la oración constante de su madre le salvó
Luis Piccinali cuenta cómo fue su viaje de las adicciones, el marxismo o el indigenismo a la Iglesia Católica.
Criado en una familia católica de Buenos Aires (Argentina), Luis María Piccinali comenzó a trabajar como Dj al acabar la escuela. Un viaje a Europa le hizo adentrarse en las drogas y los entornos antisistema, que le alejaron por completo de Dios.
Como ha contado a Faro Films, fueron las oraciones de su madre y el nacimiento de su hijo lo que le hicieron volver a su hogar y a la Iglesia como el hijo pródigo. Ahora trabaja para Dios desde esta productora argentina y evangeliza con testimonios de fe y vídeos provida.
Cambió la fe por la marihuana
Cada domingo, Luis iba a misa con su familia después de visitar a su abuela, a la que recuerda como una de sus educadoras en la fe. Con el inicio de la adolescencia, dejó de frecuentar los sacramentos y se escapaba de misa cuando creía que nadie le veía.
Con 21 años, viajó por Roma, Tenerife y Estocolmo. “Allí empecé a conocer la droga y a fumar marihuana. Mi relación con Dios era muy infantil, y cuando las cosas no me salían bien me alejaba de Él, como si fuese un hada madrina que te concede deseos”.
Del peligro y la adrenalina al punk antisistema
Tras su regreso a Argentina, supo que quería dedicarse al cine. “Me matriculé en la carrera y empecé a trabajar en reality shows callejeros como GPS, Calles Salvajes, Residentes. Mi trabajo era meterme en lugares peligrosos y estigmatizar la pobreza”, explica.
“Aquel trabajo me llevaba a buscar cosas cada vez peores. La adrenalina y los titulares me impulsaban a buscar situaciones arriesgadas, como una vez que entré en un prostíbulo a investigar la trata de blancas”. Mientras, su carácter rebelde comenzó a exagerar su tendencia hacia lo antisistema, el punk y por último, la izquierda.
En el centenario del Partido Comunista de Chile
“Un día surgió la posibilidad de un documental itinerante. Cruzamos todo Argentina y llegamos a Chile. En cada lugar que íbamos nos recibían grupos de izquierda por nuestra tendencia al indigenismo y al marxismo. Conocimos okupas, anarquistas, y en Chile me invitaron a la celebración de los cien años del partido Comunista Chileno”.
El viaje concluyó en Perú. “Me quedé solo, el grupo se desintegró y todos los que conocía eran completamente drogadictos”.
Un día Luis fue a una ceremonia de consumo del cactus San Juan, donde se fundían lo espiritual y las creencias indigenistas. “El chamán era un Dj que ponía música y preparaba brebajes. Las personas que estaban conmigo tenían experiencias muy fuertes”, recuerda.
Pero él no. “Sentía que había una barrera que no podía pasar, y me sucedió en otros lugares. Tenía una protección que no entendía. Creo que esa barrera eran las oraciones de mi madre, que rezaba continuamente por mí. Hoy sé que a través de la droga estaba buscando a Dios, pero de una forma errada”.
Podía ser el dueño del mundo y robar sin que nadie lo notara
Luis regresó a Argentina y continuó una vida de adrenalina e inestabilidad. Combinaba su trabajo de día y noche grabando en lugares peligrosos, haciendo fotos de moda callejero y acudiendo a multitud de fiestas a las que le invitaban.
“Sentía que podía ser el dueño del mundo, y era sumamente soberbio. No tenía problema en robar sin que nadie lo notara, no por necesidad, sino porque creía que podía hacerlo. Eso tenía que ver con la droga. Entonces iba a muchas fiestas electrónicas, había una droga que te proporciona hipersensibilidad, y yo me sentía superior”.
"Empecé a perder todo lo bueno que tenía"
Todo cambió para Luis cuando conoció a Romina, su mujer. “Empezamos a salir y la invité a vivir a mi casa. Un día me dijo que estaba embarazada. Nunca se me pasó por la cabeza abortar y empecé a racionalizarlo todo”.
“¿Qué quiero para mi hijo? Cuándo me pregunte si está bien drogarse, ¿le diré que no, mientras yo lo hago?”, se preguntaba. “Empecé a pensar en los valores que quería transmitirle. Mis abuelos nos inculcaron el catolicismo, mi madre también, y yo quería tener una familia así”, afirma.
En el peor momento, “empecé a perder todo lo bueno que tenía. El trabajo, la casa… mi madre me dijo: 'vénganse a casa'. No estaba casado, mi novia estaba embarazada y yo tenía la cabeza en cualquier lado".
Lágrimas a los pies de la Virgen
“Nos fuimos con ella y sutilmente empezó a hablarnos. ¿No te das cuenta de que te están lavando la cabeza en misa cada domingo?”, le preguntaba a su madre. “Pero empecé a ser humilde y a escucharla”.
Luis siempre pensó que era imposible su regreso a la fe. “A nadie se le podía pasar por la cabeza. Pero un día, Romi y yo decidimos volver. Entré a la misa y sentí algo rarísimo. La misa me noqueó”, cuenta. “Lo curioso es que los dos hicimos un mismo camino de conversión. Íbamos a la iglesia y al final de cada misa, llorábamos cada vez que empezaban a cantarle a la Virgen”.
Comenzó a trabajar para Dios y la causa provida
Luis y Romina se casaron y pronto nació su hijo. “Mi madre nos perdonó, y nos recibió con los brazos abiertos como al hijo pródigo”.
“Pronto comenzaron a pasarnos cosas increíbles", relata. "Quería cambiar mi vida, no podía seguir haciendo lo que hacía, aprovechándome de la pobreza en mi trabajo, filmando la miseria de la gente. Cuando volví a Cristo, quise volver a fondo y empecé a pedirle trabajar para Él”.
En plena conversión espiritual, Luis se sintió llamado a dejarlo todo para ponerse al servicio de la causa provida. “Un día, coincidimos tres amigos motivados que queríamos hacer producciones católicas. De repente, empezó el debate del aborto en Argentina en 2018 y vimos la oportunidad de comenzar". Así nació el proyecto Faro Films, que el dirige, junto con Nicolás Canale y Patricio Dondo.
Faro Films pretende dar el salto a la gran pantalla, anticipa, convencidos de que, al igual que “el arte puede servir para matar el alma, también puede inspirar y acercar a Dios”. A día de hoy, Luis vive en Mendoza con su mujer y son padres de tres hijos de 5, 4 y 1 años.
Fuente: Religion en libertad
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