ETA mató por la espalda a su marido y ha perdonado: «No puedo hacer otra cosa que lo que hizo Jesús»
Mari Paz Artolazábal, viuda de José Luis López de la Calle
Mari Paz Artolazábal habla de cómo Dios le ha ayudado a sobrellevar el asesinato de su marido y a poder perdonar a los terroristas
Hace tan sólo unos días, el 7 de mayo, se cumplían 21 años del asesinato por parte de la banda terrorista ETA del periodista José Luis López de la Calle. En la localidad guipuzcoana de Andoáin dos terroristas le esperaron en un portal contiguo al de su domicilio y cuando volvía de desayunar y comprar la prensa se acercaron por detrás y le dispararon a bocajarro cuatro tiros. La imagen de su cuerpo tendido en el suelo tapado con una sábana blanca junto a un paraguas abierto todavía sigue en la retina de millones de españoles.
De la Calle dejaba viuda y dos hijos. Y su esposa, Mari Paz Artolazábal con los años ha logrado perdonar a los asesinos de su marido y a los responsables de tanto sufrimiento en su familia. Pero no lo ha logrado por sus fuerzas sino por su fe en Dios, a la que se abrazó para poder superar este duro acontecimiento.
En una entrevista con Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo en Alfa y Omega, esta valiente mujer que durante años fue catequista en su parroquia de Andoáin explica que siempre ha intentado estar presente en la vida de la Iglesia, ya fuera en Acción Católica u otro grupo.
“En mi casa rezábamos el rosario todos los días. Yo he recibido la fe de mis padres, y creo que nunca podré agradecérselo lo suficiente”, cuenta Mari Paz. Y precisamente esta fe fue puesta a prueba cuando encontró en el portal de su casa a su marido asesinado. “Mi vida han sido la fe y Dios, y ha sido eso lo que me ha salvado durante todo estos años”, confiesa
José Luis López de la Calle también era una persona que había recibido una gran influencia de la Iglesia pese a haber sido militante del Partido Comunista o fundador de Comisiones Obreras y declarado antifranquista.
Su viuda le recuerda como “una buenísima persona, un buen padre y un buen marido. No podía soportar ver una injusticia. Siempre estaba preocupándose por el que menos tenía. Era socio de Cáritas y de otras ONG. No podía ver sufrir a la gente y era muy generoso. Había recibido una educación religiosa en su casa y eso se notaba”.
Asesinato de José Luis López de la Calle
José Luis López de la Calle fue asesinado junto al portal de su casa por dos terroristas el 7 de mayo de 2001.
Tras el vil atentado de ETA contra su marido, Mari Paz Artolazábal tenía dos opciones: rebelarse contra Dios o abrazarse a la oración. Ella lo tuvo claro: “rebelarme nunca, porque de lo que hagan los hombres no tiene culpa Dios. Él nos ha dado libertad a todos. Yo nunca me rebelé. Eso sí, me costó rezar completo el padrenuestro, sobre todo el momento del perdón”.
A día de hoy, esta viuda asegura que “ya lo puedo rezar entero” porque confiesa que ya ha “perdonado”. Explica que les ha ayudado “gente de Iglesia, sacerdote y otras personas, con charlas y demás. Pero la ayuda sobre todo me vino de arriba. Eso lo tengo clarísimo. Dios es amor, y no somos nosotros los que vamos a Él, es Él el que viene hacia nosotros. ¿Quién nos conoce mejor que Él? Nadie”.
Es irremediable pensar en los asesinos de José Luis, los dos terroristas que le asaltaron por la espalda, le dispararon y luego le remataron. Esta mujer asegura que le dan “pena”. Según cuenta, echaron “su vida por la boda, y no sólo la suya, también la nuestra”.
“Siempre me acuerdo de Jesús de Nazaret, que iba perdonando, sanando y amando y que, cuando estaba en la cruz, murió perdonando. Si quiero ser seguidora de Jesús, no puedo hacer otra cosa que lo que hizo Él. Aunque soy consciente de que hacerlo a veces no es fácil”, agrega con firmeza.
"Muchas veces me he acordado de la Virgen"
Y evidentemente fácil no ha sido para ella. En estos años afirma haber “llorado mucho” y para explicar cómo lo vivió cuenta un ejemplo: “a mí me ha gustado siempre cantar. Es algo de familia; tengo parientes que han sido compositores. Pero cada vez que iba a Misa, en cuanto sonaba una canción, rompía a llorar. Lloraba y lloraba todo el rato. Muchas veces me he acordado de la Virgen. En mis soledades la he tenido muy presente. Con todo lo que pasó su Hijo, ¿cómo no iba a sufrir? Ponte en su lugar. Pero los creyentes sabemos que en el Calvario no acabó la cosa. Al tercer día resucitó…”.
Dos décadas después del asesinato, Mari Paz afirma que en su casa “no hay odio”. Incluso su hijo “llegó a hablar con un miembro de ETA arrepentido, de otro comando, uno con el que yo también hablé. Este hombre llegó a decirme que si pudiera volver años atrás, lo haría. La gente debería tener otra oportunidad en la vida. Cuando al acabar la conversación mi hijo y él se dieron la mano, di gracias a Dios”.
Por todo ello cree que el perdón “no sólo es posible, sino que es necesario. Repito: es necesario perdonar. La paz interior que sientes cuando perdonas… ¿Tú sabes lo que es? Eso es un tesoro. Me gustaría que mi testimonio ayudase a la gente que no puede perdonar. Si a nosotros Dios nos perdona todo, ¿cómo no vamos nosotros a perdonar?”.
ETA ha dejado más de 800 muertos y miles de heridos a sus espaldas. Muchas vidas y familias rotas ha provocado este grupo terrorista. Pero pese a todo el de Mari Paz no es el único testimonio de víctimas que han logrado encontrar el consuelo en Dios. Son muchos los casos, aunque en bastantes casos no han trascendido a los medios de comunicación.
El perdón es un acto "liberador"
Pocos meses antes del atentado contra De la Calle fue asesinado en Durango el concejal del PP, Jesús María Pedrosa Urquiza. Recibió un único disparo en la nuca mientas regresaba a casa tras asistir a misa.
Carmen Hernández, viuda del concejal del PP Jesús María Pedrosa, también ha podido perdonar
Trece años después, su viuda Mari Carmen Hernández, visitó en prisión al asesino de su marido, le pudo perdonar e incluso le abrazó. "A mí lo que me mueve es mi fe. Soy muy devota del Sagrado Corazón de Jesús. Pensé: ´Ese chico ha sido muy malo. Si ahora quiere ser bueno, le tengo que ayudar´. Le dije: ´Con esa carita, nadie diría que tienes el haber que tienes´. Gracias a mi fe, el odio no está en mí. Puedo haber sentido rabia, impotencia, puedo haberme hecho preguntas sin respuesta... Pero odiar, no", contaba en el diario El Mundo.
Así, explicaba que su “lucha ha sido y es día a día muy fuerte en lo referente a alcanzar una paz espiritual, porque la rabia sale sin querer y las preguntas ahí están, sin respuesta".
"Cada día, cuando hago mi examen de conciencia me pregunto si soy capaz de perdonar. Es muy difícil perdonar (sobre todo sin que te lo pidan), pero me es necesario hacerlo. El perdón no es una obligación, no es el olvido, no es una expresión de superioridad moral ni es una renuncia al derecho. El perdón es un acto liberador. Perdonar es ir más allá de la justicia. Esforzarnos en plantear el perdón, en proponerlo y hablar de él es invitar a ser cada vez más persona", agregaba.
La oración de Ortega Lara
Otro que se abrazó a su fe fue José Antonio Ortega Lara, el funcionario de prisiones que permaneció secuestrado en un zulo diminuto durante 532 días. Él mismo confesó que la oración fue quien le mantuvo con vida tanto durante su cautiverio como una vez que fue liberado.
“Mi fe en Dios permaneció viva entonces, durante mi secuestro, y lo sigue estando ahora; no se resquebrajó a pesar de la dura experiencia vivida, sino que pienso que salió fortalecida, Confiaba y confío en Dios”, afirmaba para concluir que “sé que nunca me abandonará y eso me reconforta y me ayuda a seguir viviendo”.
Irene Villa y su madre, víctimas de una bomba de ETA por la cual perdió las dos piernas siendo niña, también han podido perdonar. Y lo explicaron en la película El mayor regalo de Juan Manuel Cotelo.
"Mamá, lo tengo clarísimo", dijo ella. "He nacido sin piernas". Era un volver a nacer y un vivir a tope". María Jesús, la madre de Irene, admite que antes del atentado ella pensaba: "Yo nunca perdonaría a quien hiciera daño a mi hija". Pero después del atentado, dice, "será que Dios se mete dentro de ti, y ves que el odio o la venganza no dan felicidad, y quieres que tu hija sea feliz, y así, zas, ¡te perdono!". El padre de Irene tardó 20 años en perdonar y eso le dañaba. Sólo lo hizo al nacer los nietos. No podía ver a Irene sin piernas. Por eso, ellas dicen: el odio no hace feliz y el perdón sí.
“Gracias al perdón no tengo el corazón amputado. La bomba sólo pudo con mis piernas”, afirmaba Irene Villa.
Fuente: Religión en Libertad
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