Alicia Pousson, virgen consagrada
Alicia Pousson, el día que se convirtió en virgen consagrada
Alicia Pousson es una joven estadounidense de 36 años que al igual que un cada vez mayor número de mujeres en los últimos años ha descubierto su vocación como “virgen consagrada”. Además, su caso es especial pues nació con parálisis cerebral y debido a ella padece una discapacidad física que la obliga a ir en silla de ruedas.
Esta antigua vocación fue muy común en los inicios del cristianismo y llegó a desaparecer durante siglos hasta que la recuperó San Pablo VI en 1970. Recientemente, el aumento de chicas dispuestas a ser vírgenes consagradas provocó que la Santa Sede publicara en 2018 la instrucción «Ecclesiae Sponsae Imago» para dar respuesta a este rápido crecimiento. En todo el mundo se calcula que superan las 4.000, de las que unas 200 estarían en EEUU y más de 100 en España.
Alicia Pousson asegura en Acadiana´s Newschannel que desde niña tenía planificada toda su vida, aunque al final nada de lo que pensaba se ha ido dando sino que Dios la ha llevado por otro camino que al final ha resultado ser mucho mejor para ella.
En sus planes estaba acabar la escuela secundaria, ir a la universidad, conseguir un título universitario y casarse para tener una gran familia. Todo lo primero lo consiguió, con un título de Psicología incluido, pero el problema llegó con la vocación familiar.
Alicia, con el obispo tras convertirse en virgen consagrada
Alicia confiesa que cuando se graduó a los 25 años “me di cuenta de que nunca había salido con nadie y que no había nadie en ese sentido a quien hubiera considerado para la posibilidad” de formar una familia.
A partir de esa reflexión se fue apagando en ella ese sueño de formar una familia pero en su interior se fue iluminando otro camino. “Empecé a estar abierta a la posibilidad de la vida religiosa, de una vida religiosa más convencional como es ser monja”, relata la joven.
Pero tampoco este camino fue sencillo para ella. Debido a su discapacidad Alicia necesita silla de ruedas y cuando contactó con algunos conventos las respuestas no eran favorables. “Dijeron que debido al momento en el que se habían construido las casas, los conventos no eran accesibles para personas con discapacidad”, añade.
El día que conoció esta vocación
Se sentía derrotada, perdida, sin saber qué rumbo poner en su vida. Así fue como se encomendó profundamente a la oración para intentar comprender lo que Dios quería para su vida. Fue entonces cuando en un blog vio algo que tocó su alma y encajaba con su vida.
Se trataba de la “virgnidad consagrada”. Hasta ese momento no conocía la existencia de esta vocación concreta por lo que rápidamente comenzó a investigar y a intentar saber más sobre estas vírgenes consagradas.
“Es una vocación laica en la iglesia que precede a la vida religiosa. Esta es la vida que las mujeres adoptaban antes de que hubiera conventos. Las mujeres se reunían en comunidad, juraban su virginidad con Jesús, la iglesia y la servían. Ese era su carisma", explica Alicia.
Alicia, frente al altar en su consagración
Aunque es consagrada, esta joven tiene un trabajo, paga su propia casa y vive su vida en el mundo. "Mi vida no se ve diferente a la de cualquier otra persona desde el exterior. La única diferencia que verías desde afuera es que pasamos mucho de nuestro tiempo en oración”, señala Alicia.
“La virgen consagrada es María en el mundo”, explicó sobre su papel, pues “María era humilde, pasaba mucho tiempo en oración y seguía a Jesús. Ella estaba en un segundo plano”.
Las vírgenes consagradas no usan un hábito ni nada que las distinga de otras personas. Pero, dijo, son testigos de Jesucristo y ejemplos para el mundo. “Es muy común que la gente diga 'Oh, eres monja'. No, no soy monja".
El viaje de Pousson, aunque no era el que ella pensaba emprender, ha sido gratificante y su camino en la vida se ha iluminado por completo.
Alicia nunca olvidará aquel 15 de septiembre de 2018 en la catedral de San Juan Evangelista en Lafayette (Luisiana) de manos del obispo Douglas Deshotel, en una ceremonia a la que asistieron numerosos familiares, amigos y muchos amigos.
"Yo estaba vestida de novia", recuerda emocionada la joven, que cuenta que estuvo “sin velo hasta la Oración de Consagración. El obispo me puso el velo en la cabeza y un anillo de bodas en mi dedo y luego me dio la Liturgia de las Horas”.
Fuente: Religión en Libertad
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