EL VINO BUENO ES JESÚS
Por Gabriel González del Estal
1.- Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: no tienen vino. Jesús le dice: mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora. Su madre dice a los sirvientes: Haced lo que él os diga… Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú en, cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora. Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.
Para entender bien este relato de lo que ocurrió en las “Bodas de Caná”, según el evangelista san Juan, debemos tener en cuenta que el evangelista san Juan nunca habla de milagros, sino de signos. Al evangelista san Juan no le interesa tanto lo que ocurrió, como lo que significa; el signo habla de lo que significa lo ocurrido. En este relato de las Bodas de Caná hay dos mensajes muy claros que el evangelista san Juan quiere transmitirnos: yo creo que el primer mensaje que el evangelista quiere darnos es que Jesús es el vino bueno, frente al vino peor, representado en la Ley judía. Hasta que llegó Jesús todos los profetas anteriores habían predicado el valor absoluto de la Ley judía para poder salvarse; pero desde el momento mismo en que Jesús comienza su vida pública, es el mismo Jesús el único absoluto que acepta Dios para que podamos llegar hasta él. Para nosotros, los cristianos, la enseñanza de Jesús está expresada en su evangelio, pero el evangelio de Jesús no se reduce a normas, el vino bueno del evangelio no son sólo los preceptos, sino el mismo espíritu de Jesús, es Jesús mismo. Si no tenemos dentro de nosotros el espíritu de Jesús, si no vivimos su espíritu, si no tratamos de ser en nuestras vidas el mismo Jesús, no participamos, no bebemos realmente el vino bueno. El vino bueno es vida y es amor, amor a Dios y amor al prójimo.
2.- Haced lo que él os diga. Este podemos considerarlo como el segundo mensaje importante de este relato evangélico. Fue realmente la madre de Jesús la que adelantó la hora pública de su hijo. “A Jesús por María” nos decían siempre nuestros educadores religiosos. De María sabemos muy poco, pero de lo poco que sabemos podemos deducir, al menos, dos cosas: que María, cuando no entendía algo de su hijo “lo conservaba todo en su corazón”, es decir, prefería adorar el misterio de su hijo; y, segundo, que la unión con su hijo se fundamentaba, por encima de todo, en el amor. Estas dos cosas debemos nosotros también de practicarlas en nuestra relación diaria con Jesús: que la adoración del misterio y el amor sean los pilares de nuestra vida cristiana. Sólo así estaremos bebiendo el vino bueno que Jesús nos regaló en las bodas de Caná.
3.- Como se regocija el marido con su esposa, se regocija tu Dios contigo. El profeta Isaías habla de la relación que Dios tiene con el pueblo de Israel, una relación basada siempre en un amor compasivo y protector. Es la relación que quiere tener con cada uno de nosotros, amándonos generosa y gratuitamente. Correspondamos nosotros a su amor con amor. La relación fundamental de Jesús con su Padre fue una relación de amor; que sea siempre así nuestra relación con Dios.
4.- Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.
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