El capellán y los miembros de la pastoral penitenciaria de Jaén, claves en este proceso
Un joven preso por asesinato da gracias a Dios por estar en la cárcel: ha encontrado fe y esperanza
La Pastoral Penitenciaria de Jaén ha facilitado la carta de este recluso del que, sin embargo, conserva el anonimato
La Pastoral Penitenciaria realiza una importante labor que en muchas ocasiones no es ni conocida ni reconocida. Sin embargo, gracias a la labor de numerosos capellanes y miles de voluntarios, muchos presos encuentran a Dios tras unas historias terribles que les han llevado a prisión.
Es el caso de este joven de 25 años. Está actualmente en la cárcel andaluza de Jaén por homicidio, después de haber participado en una pelea que acabó con otro joven muerto. En una carta cuenta cómo se ha producido su proceso de conversión en el interior de la prisión y cómo da gracias a Dios por estar allí, pues ha sido el lugar donde asegura que ha encontrado la vida. COPE recoge el texto que les ha hecho llegar la Pastoral Penitenciaria de Jaén:
¿Cómo ha sido mi reencuentro con Dios y con la fe durante mi estancia en prisión?
Hola, tengo 25 años.
Nací en una familia humilde y trabajadora, tuve una infancia muy feliz y llena de buenos recuerdos. Fui bautizado a los pocos días de nacer y ese fue el comienzo de mi vida dentro de la fe cristiana y la institución de la Iglesia católica.
A medida que crecía, mi fe en Dios seguía incrementando. De algún modo siempre me sentí llamado por Dios a seguir el camino de la fe, incluso desde pequeño.
Hice la primera comunión como cualquier otro chiquillo y años después incluso formé parte del seminario menor de mi ciudad, a la vez que estaba muy metido en el mundo cofrade con una gran pasión…
Pasaron los años y por ciertas circunstancias empecé a alejarme de Dios con todo lo que ello conlleva. Viví mi adolescencia consumiendo drogas, robando por gusto y haciendo daño a otras personas debido a mis actos.
Con el tiempo fui a peor y acabé siendo una persona completamente distinta a la que mi familia había criado. Estaba en un camino totalmente opuesto a Dios. Sumergido en un mundo de violencia y delincuencia sin límites.
Pasaron años hasta que un día, ese mundo al que yo había sucumbido voluntariamente, y esa persona en la que me había convertido con el paso del tiempo, me pasaron la mayor de mis facturas….
Una noche, a la salida de una discoteca, se formó una trifulca y un chaval perdió la vida aquella noche debido a mi participación en aquella misma…
A los 4 días ingresé en la cárcel, acusado de un delito de asesinato. Había tocado fondo por completo. Recuerdo la primera mañana después de pasar la primera noche en prisión, me miré al espejo y me hice una pregunta que nunca olvidaré, ¿cómo he podido convertirme en esto? ¿Qué ha pasado? Pasé unos primeros días muy duros, en los que se me pasaba por la cabeza todo tipo de cosas…
A los pocos días, me crucé con un interno del módulo (el cual a día de hoy sigue siendo un gran amigo), y este me puso una biblia en la mano, y me dijo: “¿sabes que solo Él puede ayudarte y sacarte de donde estás, no?”. Yo le respondí que me sentía sin valor suficiente como para acudir a Dios después de tanto tiempo y tanto daño que había causado a tantas persona.
En seguida él se rió y me dijo: “Hermano, Él te conoce mejor que nadie y te ama más que nadie en este mundo, ¿a quién vas a acudir sino a Él?”. Aquel día, y después de tantos años, marcó un antes y un después. Me decidí a redimirme y orar durante largo rato aquella noche pidiéndole al señor que me ayudara a deshacer a esa persona en la que me había convertido; que me ayudara a arrepentirme de corazón de todo el mal que había causado durante tanto tiempo y a tanta gente y que desde entonces no me permitiera volver a alejarme de él y que me guiase poniendo su luz en mi camino, para que en medio de tanta oscuridad no me perdiese de nuevo.
Y así lo hizo. Aunque me costó asimilar el cambio que sabía que debía dar en mi vida.
Poco a poco empecé a depositar toda mi confianza en Él, a estudiar el Evangelio a diario y a dedicar largos ratos de oración dándole gracias por no haberme abandonado después de tanto y de todo.
Un día me trasladaron a la cárcel de Jaén. Me sentía hundido durante el viaje pensando en que me estaban distanciando de todos mis seres queridos y a duras penas confié en que Él tendría otros planes para mí. Y así fue. Llegué a Jaén y al segundo día de estar yo allí se acercó al módulo el capellán del centro preguntando por mí, y con una gran sonrisa, hablamos durante largo rato sobre mi vida, sobre mí y sobre mis propósitos con respecto a mi futuro y mi relación con Dios.
En seguida conectamos como si nos conociésemos ya de hace mucho. Y hoy en día estoy orgulloso de considerar al padre José Luis como uno de mis mentores espirituales más influyentes en mi vida, junto con “Pepe”, el cual es también capellán del centro y con el cual he tenido el gusto de compartir largos ratos de estudio sobre la biblia y sobre Dios, los cuales han sido indispensables en mi regreso personal a mis raíces católicas.
Después de 9 meses en la UTE (unidad terapéutica educativa) de Jaén, sigo agradeciéndole al Señor la gran oportunidad que me brindó al venir aquí, donde con su ayuda y la de todo el equipo de pastoral penitenciaria, funcionarios y educadores he podido darme cuenta de todas mis flaquezas y trabajarlas día a día. He podido reencontrarme con ese chiquillo que llevo dentro, ese que creció con una fe inagotable en Dios, la cual no deja de crecer cada día más.
El pasado 25 de junio tuve el honor de recibir el sagrado sacramento de la confirmación por medio del señor obispo Don Amadeo. Fue un día en el que volví a sentirme como un niño, pude sentir como el Espíritu Santo se derramaba sobre mí y supe que desde entonces nada sería lo mismo. Sentí como la felicidad y la paz interior corría por todo mi cuerpo. Estaba listo para seguir mis pasos en el camino hacia Cristo Jesús, y por el camino intentar ayudar a tantos hermanos que están perdidos en la oscuridad y tanta necesidad tienen de Él y de su luz para que los guíe.
Hoy en día y después de casi año y medio preso a la espera de juicio, le doy gracias al Señor por estar aquí. Porque lo necesitaba, Él lo sabía y no me abandonó. Vivía en oscuridad y ahora veo luz, había perdido la fe y ahora me empapo de ella cada día al despertar.
Y ¿qué pasará conmigo en el futuro? No lo sé. Pero me basta con saber que Él estará conmigo y que velará por mí. Que a pesar de todo el mal que he cometido, en su inmensa misericordia ha sido capaz de perdonarme y de hacer borrón y cuenta nueva y que pase lo que pase estando a su lado seré capaz de superar cualquier bache en el camino. El día que regrese a la sociedad lo haré siendo una persona totalmente nueva que ha sido capaz de hallar la luz en lo más profundo de la oscuridad,
Y sólo gracias a Cristo Jesús.
Fuente: Religión en Libertad
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