viernes, 12 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 12 Diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Mt 11,16-19):

 En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: «¿Pero, con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado’. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: ‘Demonio tiene’. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras».



«¿Con quién compararé a esta generación?»


Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy debiéramos removernos ante el suspiro del Señor: «Con quién compararé a esta generación?» (Mt 11,16). A Jesús le aturde nuestro corazón, demasiadas veces inconformista y desagradecido. Nunca estamos contentos; siempre nos quejamos. Incluso nos atrevemos a acusarle y a echarle la culpa de lo que nos incomoda.

Pero «la Sabiduría se ha acreditado por sus obras» (Mt 11,19): basta contemplar el misterio de la Navidad. ¿Y nosotros?; ¿cómo es nuestra fe? ¿No será que con esas quejas tratamos de encubrir la ausencia de nuestra respuesta? ¡Buena pregunta para el tiempo de Adviento!

Dios viene al encuentro del hombre, pero el hombre —particularmente el hombre contemporáneo— se esconde de Él. Algunos le tienen miedo, como Herodes. A otros, incluso, les molesta su simple presencia: «Fuera, fuera, crucifícalo» (Jn 19,15). Jesús «es el Dios-que-viene» (Benedicto XVI) y nosotros parecemos "el hombre-que-se-va": «Vino a los suyos y los suyos no le recibieron» (Jn 1,11).

¿Por qué huimos? Por nuestra falta de humildad. San Juan Bautista nos recomendaba "menguarnos". Y la Iglesia nos lo recuerda cada vez que llega el Adviento. Por tanto, hagámonos pequeños para poder entender y acoger al "Pequeño Dios". Él se nos presenta en la humildad de los pañales: ¡nunca antes se había predicado un "Dios-con-pañales"! Ridícula imagen damos a la vista de Dios cuando los hombres pretendemos encubrirnos con excusas y falsas justificaciones. Ya en los albores de la humanidad Adán lanzó las culpas a Eva; Eva a la serpiente y…, habiendo transcurrido los siglos, seguimos igual.

Pero llega Jesús-Dios: en el frío y la pobreza extrema de Belén no vociferó ni nos reprochó nada. ¡Todo lo contrario!: ya empieza a cargar sobre sus pequeñas espaldas todas nuestras culpas. Entonces, ¿le vamos a tener miedo?; ¿de verdad van a valer nuestras excusas ante ese "Pequeño-Dios"? «La señal de Dios es el Niño: aprendamos a vivir con Él y a practicar también con Él la humildad» (Benedicto XVI).

La psicología puede ayudar a los sacerdotes heridos y al límite... pero han de pedir ayuda

 


La psicología puede ayudar a los sacerdotes heridos y al límite... pero han de pedir ayuda

Muchos sacerdotes, ante la angustia, depresión o agotamiento, se niegan a pedir ayuda psicológica... y empeoran

"Si fuera un buen cristiano, un buen sacerdote, no necesitaría un psicólogo o un psicoterapeuta... más me vale no pedir ayuda". Este es el pensamiento pernicioso que daña a muchos sacerdotes: agobiados o heridos por las exigencias infinitas del ministerio, no piden ayuda psicológica, como si ir al psicólogo fuera pecado (que no lo es) o un signo de debilidad inadmisible (que no debería serlo).

La Biblia habla bien de ir al médico (Sirácida 38, 12: "Haz que venga el médico, ya que el Señor lo creó; no lo desprecies porque lo necesitas") pero hay clérigos que incumplen sistemáticamente esta enseñanza y parecen exigir a Dios -o, peor, a sus propias fuerzas- milagros continuos para su salud mental.

En Francia, un puñado de casos de sacerdotes que se han suicidado en los últimos meses ha llamado la atención sobre la salud mental de los clérigos. Ya desde hace tiempo, algunas diócesis han creado centros de apoyo psicológico y cada vez más seminarios introducen psicólogos en sus cursos.

»Muchas veces, la principal tarea es ayudar al sacerdote o seminarista a aceptar sus límites: no puede llegar a todas las personas, a todas las horas, para todas las tareas. Otras veces, el apoyo psicológico ayuda al sacerdote a entender mejor a sus feligreses, que también tienen sus dificultades y heridas.

Cyprien Viet, en VaticanNews, ha entrevistado al respecto a un psicoterapeuta que es también sacerdote y misionero de los Padres Blancos (Sociedad de Misioneros de África), Stéphane Joulain.



Stéphane Joulain, misionero de los Padres Blancos, y psicoterapeuta

- En la mentalidad tradicional de la Iglesia, la psicología ha sido a veces subestimada, percibida como contradictoria al desarrollo de la vida espiritual. ¿Cómo se puede integrar hoy en día en el proceso de vida de los sacerdotes?

- En primer lugar, implica la participación de profesionales de la salud mental en la formación del futuro clero. Así que conocemos a la gente, hablamos con ellos. Y entonces los formadores permanecen atentos a lo que los seminaristas pueden experimentar, y si perciben que algunos necesitan una ayuda más especializada, más específica, la proporcionarán. Desafortunadamente, lo que sigue siendo un gran obstáculo es que para muchos futuros sacerdotes, e incluso para los propios sacerdotes, recurrir a un especialista en salud mental lo consideran un fracaso en relación con la vida espiritual de uno.

- Pero los propios sacerdotes, más allá de sus debilidades personales, se enfrentan en sus vidas, especialmente como párrocos, con personas que tienen dificultades psicológicas. ¿Puede el hecho de que ellos mismos hayan estado en terapia ayudarles a entender estos perfiles con mayor precisión, equilibrio y eficacia?

- Sí, puede. Desde el momento en que han hecho este camino ellos mismos para haber sido acompañados y ayudados, para saber que no son superhéroes sino sólo hombres, y que la naturaleza humana es frágil y a veces necesita apoyo, esto los hace mejores compañeros para el Pueblo de Dios. Saben estar atentos a esta dimensión, sin intentar espiritualizarlo todo. Así que sí, ciertamente, si un sacerdote o un seminarista hace este proceso, lo hará mucho más atento a los sufrimientos del Pueblo de Dios.

- Uno de los fenómenos más comunes en nuestra sociedad moderna o postmoderna, que concierne a toda la población pero también a los sacerdotes y religiosos, es el uso a veces inmoderado de las redes sociales, con todo el narcisismo que se le puede asociar... ¿Es esta cuestión de la imagen de sí mismo y la dificultad de estar a la altura de lo que se quiere representar, una cuestión central hoy en día en las dificultades de ciertos sacerdotes y sobre todo de ciertos jóvenes sacerdotes?

- Algunos jóvenes sacerdotes son hijos de su generación, por lo que nacen con redes sociales, es parte de su identidad. ¡Puedo ver que en nuestro país, nuestros jóvenes hermanos están muy presentes en las redes sociales! Hay una dimensión de apostolado y evangelización en estos círculos que no debe ser subestimada. Hay un trabajo que es hecho por algunos y que es bastante admirable. Pero el problema es cuando el corazón del mensaje y la presencia en el ciberespacio ya no es Jesucristo sino el sacerdote mismo. Eso es una dificultad. Las redes sociales tienden a amplificar sólo lo positivo, a idealizar los aspectos positivos, por lo que excava algo en el narcisismo de la gente, pero como cualquier herramienta hay áreas de sombra y áreas de luz.

- A menudo se cuestiona el vínculo eclesial y comunitario. Podemos notar que a veces los sacerdotes cohabitan en el mismo presbiterio sin hablarse, sin compartir sus comidas, sin entenderse, a veces debido a una diferencia generacional... ¿Cómo podemos lograr generar empatía y escucha entre los propios sacerdotes?

- Tiene que empezar en la casa de formación, en el seminario. Si no inculcamos la vida en equipo en los seminarios, no funcionará más adelante en la vida cotidiana. Se han hecho muchos esfuerzos en esta área, pero entonces dependerá de la relación del individuo con su ministerio. Va a considerar que los demás están ahí para trabajar con él y que él está ahí para trabajar con ellos, pero no sólo eso, que también están ahí para apoyarse mutuamente en la vida de un sacerdote, porque no es una vida fácil...

» Muchas veces los religiosos estamos más acostumbrados a la vida comunitaria, mientras que para los sacerdotes diocesanos puede ser más difícil para algunos. Pero se han hecho grandes esfuerzos para crear, por ejemplo, equipos de vida, donde sacerdotes de la misma generación, que han hecho la misma formación, se reúnen regularmente para intercambiar ideas.

- Muchos sacerdotes se sienten a veces culpables, por falta de disponibilidad, por no haber sabido reaccionar bien, por ejemplo, ante una familia en duelo o ante otras personas en sufrimiento. ¿Cómo puede el enfoque psicoterapéutico ayudar a superar este sentimiento de culpa, en relación con esta noción de "seguir a Cristo" y con las realidades humanas a veces más complejas a las que se enfrenta todo sacerdote?

- En primer lugar, nos ayudará a aceptar esta limitación, que el sacerdote no puede estar en todas partes, y que a veces decepcionará a la gente o a sí mismo con respecto a los ideales que tiene. La psicología le ayudará a hacer este punto de la verdad sobre la realidad. También puede, como una buena guía espiritual, ayudarle a orientar sus prioridades. Si el sacerdote se da cuenta de que pasa mucho tiempo abucheando y dando vueltas en las reuniones por muchas cosas que no necesariamente requieren su vocación sacerdotal, tendrá que reflexionar sobre cómo puede delegar ciertas cosas, para estar más disponible para los demás.

» El problema es que muchos jóvenes que llegan al ministerio están llenos de energía, van en todas direcciones, hasta que se estrellan, porque ya no pueden continuar así. Y no es un momento negativo: es el momento en que descubres tus límites, y es cuando tienes que estar acompañado. Porque descubrir los propios límites es muy importante, permite no transgredirlos, en la otra persona, en la propia casa... Así que hay todo este trabajo que hay que hacer, y los sacerdotes a menudo no dan la alarma cuando ven que están llegando al límite, o a los límites.

»Hay centros que se han creado para acompañar a los sacerdotes, con psicólogos, con trabajadores sociales, porque, aunque a menudo hablamos de sacerdotes jóvenes, también hay sacerdotes mayores que a veces viven en situaciones de angustia humana. También en este caso, las diócesis deben estar muy atentas a esto.

» Varias diócesis, en Francia pero también en otras partes del mundo, han creado estas células para acompañar a los sacerdotes que se encuentran en situaciones de sufrimiento humano, espiritual o psicológico.

Fuente: Religión en Libertad

jueves, 11 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 11 Diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Mt 11,11-15):

 En aquel tiempo, dijo Jesús a las turbas: «En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron. Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos, que oiga».



«El Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan»


Rev. D. Ignasi FABREGAT i Torrents

(Terrassa, Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio nos habla de san Juan Bautista, el Precursor del Mesías, aquel que ha venido a preparar los caminos del Señor. También a nosotros nos acompañará desde hoy hasta el día dieciséis, día en el que acaba la primera parte del Adviento.

Juan es un hombre firme, que sabe lo que cuestan las cosas, es consciente de que hay que luchar para mejorar y para ser santo, y por eso Jesús exclama: «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan» (Mt 11,12). Los “violentos” son los que se hacen violencia a sí mismos: —¿Me esfuerzo para creerme que el Señor me ama? ¿Me sacrifico para ser “pequeño”? ¿Me esfuerzo para ser consciente y vivir como un hijo del Padre?

Santa Teresita de Lisieux se refiere también a estas palabras de Jesús diciendo algo que nos puede ayudar en nuestra conversación personal e íntima con Jesús: «Eres tú, ¡oh Pobreza!, mi primer sacrificio, te acompañaré hasta que me muera. Sé que el atleta, una vez en el estadio, se desprende de todo para correr. ¡Saboread, mundanos, vuestra angustia y pena, y los frutos amargos de vuestra vanidad; yo, feliz, obtendré de la pobreza las palmas del triunfo». —Y yo, ¿por qué me quejo enseguida cuando noto que me falta alguna cosa que considero necesaria? ¡Ojalá que en todos los aspectos de mi vida lo viera todo tan claro como la Doctora!

De un modo enigmático Jesús nos dice también hoy: «Juan es Elías (...). El que tenga oídos que oiga» (Mt 11,14-15). ¿Qué quiere decir? Quiere aclararnos que Juan era verdaderamente su precursor, el que llevó a término la misma misión que Elías, conforme a la creencia que existía en aquel entonces de que el profeta Elías tenía que volver antes que el Mesías.

Los sacerdotes también necesitan cuidado: salud mental, fe y acompañamiento



 Los sacerdotes también necesitan cuidado: salud mental, fe y acompañamiento

La imagen del sacerdote suele asociarse con fortaleza espiritual y capacidad de sostener a otros en momentos de dolor. Sin embargo, olvidamos que ellos también son personas, con emociones, sufrimientos y necesidades de atención. La salud mental de los sacerdotes es un tema del que se habla poco y que, cuando finalmente se visibiliza, suele ser en circunstancias trágicas que conmocionan a la sociedad.

Escribo estas líneas a raíz de una noticia que ha recorrido medios internacionales. El pasado 5 de julio, en la localidad de Cannobio, Italia, falleció el padre Matteo Balzano, un joven sacerdote de 35 años que, según confirmó la diócesis de Novara, se quitó la vida en su residencia. Sus feligreses lo describían como un hombre cercano y entusiasta, que pocos días antes había organizado actividades juveniles. Su muerte ha despertado un dolor profundo y también preguntas necesarias: ¿Qué tanto sabemos del sufrimiento silencioso de quienes acompañan a otros? ¿Por qué sigue siendo un tabú que un sacerdote reciba ayuda profesional?

La depresión es una enfermedad cerebral, no un problema espiritual. En mi experiencia como psiquiatra, durante mi formación en la Clínica Universidad de Navarra, atendí a seminaristas y sacerdotes que acudían con total naturalidad a consulta psiquiátrica. Allí, el cuidado de la salud mental era algo normalizado. Nadie cuestionaba su fe ni su vocación por recibir tratamiento médico. Se entendía que la medicina y la psicología son instrumentos legítimos para sanar el sufrimiento emocional.

La depresión no es falta de voluntad ni de fe. Tampoco desaparece “echándole ganas” o rezando más. Aunque la espiritualidad puede ser un factor protector, como muestra un estudio publicado en Journal of Religion and Health, estas prácticas son un apoyo y no sustituyen el tratamiento profesional. La Eucaristía no reemplaza a un psiquiatra ni a un psicólogo. Dios, que nos creó con cuerpo, mente y espíritu, también nos da la ciencia médica como recurso de sanación. Pensar que todo depende solo de la oración puede ser peligroso.

El suicidio es un problema real que afecta a todas las edades y profesiones. En Ecuador, es la principal causa de muerte entre jóvenes, por encima de los homicidios. Este dato debería conmovernos y llevarnos a reflexionar como sociedad. Si esto ocurre en la población general, ¿por qué creemos que los sacerdotes son inmunes al sufrimiento? El caso del padre Matteo nos recuerda que la soledad emocional y el cansancio profundo también habitan entre quienes entregan su vida a los demás.

Necesitamos reconocer que los sacerdotes pueden enfermarse de depresión, ansiedad u otros trastornos, y que pedir ayuda es un acto de responsabilidad y humildad. Las diócesis y comunidades religiosas deben ofrecer entornos seguros donde buscar asistencia no sea un tabú. Los fieles también pueden apoyar con gestos concretos: entablar relaciones de confianza, interesarse por su bienestar, invitarles a compartir una comida o escucharles sin prejuicio. Un sacerdote que siente la cercanía de su comunidad tiene más recursos emocionales para sostener su vocación.

Hoy quiero hacer un llamado: no podemos permitir más muertes evitables por suicidio. Rompamos el silencio y el estigma que rodean la salud mental. Tendamos la mano a tiempo. Pidamos también una oración por el padre Matteo Balzano y por quienes atraviesan la oscuridad del sufrimiento. Que su alma descanse en paz y que su historia nos inspire a ser comunidades más humanas y compasivas.

Fuente: Religión en Libertad

miércoles, 10 de diciembre de 2025

Santo evangelio 10 diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Mt 11,28-30):

 En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».



«Mi yugo es suave y mi carga ligera»


P. Jacques PHILIPPE

(Cordes sur Ciel, Francia)

Hoy, Jesús nos conduce al reposo en Dios. Él es, ciertamente, un Padre exigente, porque nos ama y nos invita a darle todo, pero no es un verdugo. Cuando nos exige algo es para hacernos crecer en su amor. El único mandato es el de amar. Se puede sufrir por amor, pero también se puede gozar y descansar por amor…

La docilidad a Dios libera y ensancha el corazón. Por eso, Jesús, que nos invita a renunciar a nosotros mismos para tomar nuestra cruz y seguirle, nos dice: «Mi yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11,30). Aunque en ocasiones nos cuesta obedecer la voluntad de Dios, cumplirla con amor acaba por llenarnos de gozo: «Haz que vaya por la senda de tus mandamientos, pues en ella me complazco» (Sal 119,35).

Me gustaría contar un hecho. A veces, cuando después de un día bastante agotador me voy a dormir, percibo una ligera sensación interior que me dice: —¿No entrarías un momento en la capilla para hacerme compañía? Tras algunos instantes de desconcierto y resistencia, termino por consentir y pasar unos momentos con Jesús. Después, me voy a dormir en paz y tan contento, y al día siguiente no me despierto más cansado que de costumbre.

No obstante, a veces me sucede lo contrario. Ante un problema grave que me preocupa, me digo: —Esta noche rezaré durante una hora en la capilla para que se resuelva. Y al dirigirme a dicha capilla, una voz me dice en el fondo de mi corazón: —¿Sabes?, me complacería más que te fueras a acostar inmediatamente y confiaras en mí; yo me ocupo de tu problema. Y recordando mi feliz condición de "servidor inútil", me voy a dormir en paz, abandonando todo en las manos del Señor…

Todo ello viene a decir que la voluntad de Dios está donde existe el máximo amor, pero no forzosamente donde esté el máximo sufrimiento… ¡Hay más amor en descansar gracias a la confianza que en angustiarse por la inquietud!


Por qué tantos sacerdotes jóvenes abandonan el ministerio... y algunas posibles soluciones

 


Por qué tantos sacerdotes jóvenes abandonan el ministerio... y algunas posibles soluciones

La fraternidad sacerdotal y el apoyo laico son de vital importancia. ¿Cómo podemos mejorar en esos aspectos?

Jesucristo envió a sus discípulos de dos en dos, pero muchos jóvenes sacerdotes se dan de bruces desde el principio con una gran soledad.

El abandono de su ministerio por parte de un número significativo de sacerdotes, no muchos años después de su ordenación, sigue siendo un problema grave en el seno de la Iglesia. ¿Cuáles son las razones? ¿Qué soluciones prácticas y realistas están al alcance de la mano?

Jonah McKeown aborda ambas cuestiones en un reciente reportaje en National Catholic Register:

Cuando Toby (no es su nombre real) se acercó al altar durante su misa de ordenación hace aproximadamente una década, estaba comprensiblemente nervioso, quizás mucho más que el ordenando medio.

A pesar de haber crecido como católico, amar su fe y recibir constante apoyo durante su experiencia en el seminario, Toby albergaba serias dudas sobre si realmente podría decir "Sí" al sacerdocio. Sin embargo, afirma que las expectativas de su familia, de sus conocidos y del propio seminario crearon una situación en la que le resultó imposible renunciar a la ordenación.

Aunque inmediatamente se sintió profundamente inseguro en el sacerdocio, Toby, siguiendo el consejo de un sacerdote mayor, decidió esforzarse al máximo en el ministerio parroquial.

"En Navidad llegaba al borde de un colapso nervioso", recuerda Toby: "Intentaba hacer algo con todo el corazón, de forma correcta y consciente, pero no me sentía capaz. Sobre todo, celebrar la misa se volvió muy doloroso. Era la experiencia de un abismo entre lo que hacía y mi estado mental".

La salud mental de los sacerdotes no debe ser un tabú que impida su adecuado tratamiento cuando lo necesitan.

Los sacerdotes también necesitan cuidado: salud mental, fe y acompañamiento

Toby solicitó la reducción al estado laical pocos años después de su ordenación. Declaró al Register que siempre había sentido una fuerte atracción por el matrimonio; hoy está felizmente casado.

Sin duda, Toby dedicó mucho menos tiempo al ministerio sacerdotal que la mayoría de los hombres ordenados. Pero el fenómeno de los hombres que abandonan muy pronto el sacerdocio -por razones ajenas a la mala conducta o al escándalo- es más común de lo que se cree.

Expertos que trabajan con sacerdotes estadounidenses declararon al Register que, en los últimos años, han observado con mayor frecuencia que los problemas de agotamiento y soledad alejan a los hombres de su vocación. Y los datos respaldan esta observación: según un estudio reciente de The Catholic Project, los sacerdotes más jóvenes tienen niveles más altos de agotamiento y soledad que sus colegas de mayor edad.

Muchos sacerdotes, ante la angustia, depresión o agotamiento, se niegan a pedir ayuda psicológica... y empeoran

La psicología puede ayudar a los sacerdotes heridos y al límite... pero han de pedir ayuda

Los sacerdotes necesitan una interacción y fraternidad habituales y deliberadas con sus pares, apoyo de los laicos y formación humana y espiritual continua para perseverar en la entrega de su vida al servicio de la Iglesia, dijeron al Register expertos en formación sacerdotal.

"De hecho, la formación realmente nunca termina. Debería ser una parcela constante en la vida de un sacerdote, pero no siempre es así", dice Anthony Lilles, profesor de teología moral y dogmática en el Seminario de San Patricio en Menlo Park (California).

¿Por qué los sacerdotes lo dejan?

Se sabe que un número considerable de sacerdotes solicitan actualmente el abandono del ministerio, pero es difícil saber con certeza cuántos. Lilles y otros investigadores comentan que tienen la sensación de que un número cada vez mayor de jóvenes abandona el sacerdocio poco después de la ordenación, pero hasta la fecha esto no ha sido corroborado por un estudio formal.

En términos generales, dijo Lilles, que un hombre abandone el sacerdocio en los cinco primeros años indica un problema con su formación en el seminario; si es después de cinco años, la falta de apoyo continuo es probablemente el factor más importante.

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Siete factores para que un sacerdote sea feliz y se sienta realizado en su ministerio

Peter -cuyo nombre tampoco es real-, un joven vicario parroquial ordenado hace aproximadamente una década y que sirve en la Costa Este de Estados Unidos, declaró al Register que conoce a "un número notable de jóvenes" de su edad y más jóvenes que han dejado el sacerdocio, tanto en su diócesis como en otras.

Haciéndose eco de la apreciación de Lilles, Peter dice que la mayoría de los sacerdotes adquieren una idea correcta de la realidad del sacerdocio a los cinco años, y que si pueden continuar dependerá de su madurez, formación y vida espiritual.

Como sacerdote, "se exige mucho de tu energía y de tu corazón. Si un hombre no ha aprendido a equilibrar su propia vida y no cuida de la 'parroquia de su alma', eso se convierte en un problema", dijo el padre Peter.

Para muchos sacerdotes que Peter conoce y que han dejado el sacerdocio, las exigencias del sacerdocio no se ajustan a sus expectativas. Ha visto una cultura clerical de adicción al trabajo que lleva al descuido de la salud espiritual, física y mental de los sacerdotes, abriendo así la puerta a la aparición de vicios.

Recuerda a un compañero que dejó el sacerdocio después de tan solo seis años y citaba el comportamiento "poco cristiano" de sus compañeros sacerdotes. Otros compañeros, una vez que comprendieron lo "desordenados y destruidos" que pueden estar quienes trabajan en la Iglesia tras las bambalinas, concluyeron que el sacerdocio no es para ellos.

El padre José Amalio lleva ya 14 años como sacerdote en la Diócesis de Málaga.

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"He conocido a algunos que no quieren dejar el sacerdocio, pero que sienten que no tienen otra opción ni apoyo de otros sacerdotes ni de su obispo", dijo Peter.

"Básicamente, llegan a un punto en el que dicen: si esto es el sacerdocio, entonces no quiero formar parte de ello", dijo.

Una vida solitaria

A pesar de su tiempo relativamente corto en el ministerio activo, Toby, quien ejerció su ministerio en el Reino Unido, dice que pudo observar de primera mano cómo el estilo de vida sacerdotal, a menudo solitario, puede ser perjudicial y empujar a los hombres a irse.

"Básicamente, formamos una comunidad [en el seminario], y luego [después de la ordenación] se nos pide vivir prácticamente una vida de aislamiento, de soledad... He visto ese factor en otros compañeros que decidieron salir del seminario antes de ser ordenados. Sé que fue un factor importante para un buen amigo mío", declaró Toby al Register.

La observación de Toby refleja un problema al que se enfrentan los sacerdotes en muchas diócesis estadounidenses. Si bien suelen comenzar con gran celo, a muchos sacerdotes jóvenes se les encomiendan hoy responsabilidades importantes poco después de recibir el alzacuellos. Mientras grandes diócesis estadounidenses cierran y fusionan parroquias, por la continua escasez de sacerdotes se les pide a los jóvenes pastores que atiendan varias parroquias a la vez.

Matthew Rudolph, cofundador de Chrism, un ministerio de Colorado que busca brindar apoyo integral y continuo para el desarrollo de los sacerdotes, señala que Jesús, en los Evangelios, envió a sus discípulos "de dos en dos", reconociendo la necesidad de compañía. Hoy en día, los sacerdotes suelen ser enviados "uno a uno", asignados a las rectorías a veces en lugares geográficamente distantes de su hermano sacerdote más cercano, señaló.

Rudolph comenta que conoció personalmente a dos amigos que dejaron el sacerdocio apenas un par de años después de su ordenación. Ambos experimentaron una profunda desilusión y soledad casi inmediatamente después de comenzar su ministerio activo. Descubrieron que, tras la ordenación, el apoyo y la fraternidad que se forjaron durante el seminario pueden desaparecer repentinamente.

El estrés, el aislamiento y el "estilo de vida de soltero" en el que caen algunos sacerdotes pueden conducir a la depresión, la desesperanza, el abuso de sustancias e incluso, trágicamente, al suicidio.

José Eugenio Hoyos y Matteo Balzano.

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Ante estas terribles realidades, el modelo de Chrism reúne a los sacerdotes en "cohortes": pequeños grupos de cuatro a seis que se reúnen mensualmente para orar, compartir y hacer balance. Chrism también ofrece coaching individual para aplicar los principios al contexto único de cada sacerdote y trabaja para conectar a los sacerdotes con directores espirituales.

"Creo que tenemos que recordar que los sacerdotes también son humanos", dice Rudolph.

Sentando las bases en el seminario

Carter Griffin, rector del Seminario San Juan Pablo II en Washington, D.C., insiste en que los seminarios desempeñan un papel fundamental en la preparación de los hombres para una fidelidad duradera a su vocación sacerdotal. Señala que ya se han logrado mejoras significativas en las últimas décadas.

Se hace hincapié en garantizar una formación humana integral, que incluye el mantenimiento de la salud y la castidad, el manejo de la ansiedad y la gestión de la inmensa carga de trabajo de la vida parroquial. También se trabaja para cultivar una cultura de compromiso desde el seminario.

"Vivimos en una época y en una sociedad en la que los compromisos no se toman en serio... pero se debe hacer todo lo posible para ayudar a nuestros hombres a asumir y cumplir sus compromisos", dijo Griffin.

Naturalmente, la formación espiritual también sigue siendo de vital importancia.

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La respuesta más eficaz para los sacerdotes que abandonan su ministerio es una relación más profunda con el Señor. Hay que afrontar las cosas a nivel humano, por supuesto, pero el sacerdocio solo tiene sentido a través de la fe y la relación con Dios. Un buen seminario ayudará a un hombre a cultivar esa relación cada día, dice

Cómo podría ser una fraternidad sacerdotal

"[Los sacerdotes] no dan tanta prioridad a reunirse como sería conveniente", comenta el padre Peter, observando que a veces la falta de fraternidad sacerdotal tiene menos que ver con la logística y más con la falta de motivación.

Sean Conroy, vicario parroquial de Santo Tomás Moro en Centennial (Colorado), se unió durante el seminario a los Compañeros de Cristo, un grupo de sacerdotes diocesanos que se comprometen a vivir en comunidad con permiso del arzobispo. Los compañeros nunca se pierden la comida comunitaria del sábado por la noche: los sacerdotes cocinan para sí, dedican tiempo a la oración y disfrutan de la compañía mutua.

En medio de las responsabilidades y el estrés de ser párroco, es fácil considerar el tiempo que pasa con sus hermanos sacerdotes como "un compromiso más", admitió Conroy. Pero aprecia que le ayude a crecer en santidad y a promover su desarrollo humano y espiritual.

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"Reconocemos que [la comunidad] es algo que necesitamos para ser sacerdotes santos, así que la buscamos", dijo Conroy: "Cuando soy fiel al apoyo de los hermanos, siempre salgo sintiéndome mucho mejor... En resumen: la fraternidad sacerdotal es necesaria".

Intimidad saludable

Bob Schuchts, fundador del Centro de Sanación Juan Pablo II en Florida, ha observado que la crisis de los abusos sexuales ha creado un "miedo generalizado a la intimidad entre laicos y clérigos", sustituyendo la saludable amistad entre sacerdotes y laicos por la precaución y la distancia.

Frente a eso, Schuchts dice que los católicos deberían considerar el dar pequeños pasos para invitar a su sacerdote a la vida de su familia, como por ejemplo invitarlo a comer.

"Realmente no amamos activamente a nuestros sacerdotes. La mejor comunidad es entre los hermanos sacerdotes, entre ellos. Pero también es necesario que los sacerdotes y las familias se comprometan unos con otros", dijo Schuchts.

Toby dice que, en su opinión, es importante que los sacerdotes se hagan amigos de los laicos, especialmente de las parejas casadas, ya que las vocaciones del matrimonio y el sacerdocio tienen una cierta "complementariedad".

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"Creo que una cosa que los laicos pueden hacer es... invitarlo a sus vidas, hacerse amigos suyos en cierto sentido, pero también en términos de darle un lugar como alguien que está ahí para acompañarlos espiritualmente, fomentarlos y alimentarlos", dijo Toby.

Rudolph, por su parte, dijo que cree que muchos párrocos se sienten genuinamente queridos por su feligresía, aunque de forma algo anónima. Aconsejó a los feligreses que "conozcan al hombre tras el alzacuellos": que sepan cosas de él, que recen y ayunen por él, y que lo animen de forma específica y personal. Los sacerdotes suelen recibir más críticas que ánimos, añadió Rudolph, así que aconseja que compartan comentarios positivos y expresen su gratitud.

Griffin coincide en esto: "Los sacerdotes agradecemos mucho el amor y el apoyo de las personas a las que servimos... Participar en las iniciativas parroquiales y otras necesidades de la parroquia no solo fortalecerá su sentido de pertenencia a la comunidad parroquial, sino que también será un gran apoyo para su sacerdote".

Ed Thompson, fallecido con 92 años, consideraba sus últimos 23 años como los más felices de su vida sacerdotal, ya libre de alcohol.

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Fuente: Religión en Libertad

martes, 9 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 9 diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Mt 18,12-14):

 En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños».



«No es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños»


Fr. Damien LIN Yuanheng

(Singapore, Singapur)

Hoy, Jesús nos lanza un reto: «¿Qué os parece?» (Mt 18,12); ¿qué clase de misericordia practicas? Quizás nosotros, “católicos practicantes”, habiendo gustado muchas veces de la misericordia de Dios en sus sacramentos, estemos tentados a pensar que ya estamos justificados ante los ojos de Dios. Corremos el peligro de convertirnos inconscientemente en el fariseo que menosprecia al publicano (cf. Lc 18,9-14). Aunque no lo digamos en voz alta, quizás pensemos que estamos libres de culpa ante Dios. Algunos síntomas de que este orgullo farisaico echa raíces en nosotros pueden ser la impaciencia ante los defectos de los demás, o pensar que las advertencias nunca van para nosotros.

El “desobediente” profeta Jonás, un judío, se mantuvo inflexible cuando Dios mostró pena por los habitantes de Nínive. Yahvé reprochó la intolerancia de Jonás (cf. Jon 4,10-11). Aquella mirada humana ponía límites a la divina misericordia. ¿Acaso también nosotros ponemos límites a la misericordia de Dios? Hemos de prestar atención a la lección de Jesús: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,36). Con toda probabilidad, ¡todavía nos queda un largo camino por recorrer para imitar la misericordia de Dios!

¿Cómo debiéramos entender la misericordia de nuestro Padre celestial? El Papa Francisco dijo que «Dios no perdona mediante un decreto, sino con un abrazo». El abrazo de Dios para con cada uno de nosotros se llama “Jesucristo”. Cristo manifiesta la misericordia paternal de Dios. En el capítulo cuarto del Evangelio de san Juan, Cristo no airea los pecados de la mujer samaritana. En lugar de ello, la divina misericordia cura a la Samaritana ayudándola a afrontar plenamente la realidad de su pecado. La misericordia de Dios es totalmente coherente con la verdad. La misericordia no es una excusa para tomarse rebajas morales. Sin embargo, Jesús debió haber provocado su arrepentimiento con mucha más ternura que la que sintió la mujer adúltera “herida por el amor” (cf. Jn 8,3-11). Nosotros también debemos aprender cómo ayudar a los demás a encararse con sus errores sin avergonzarles, con gran respeto hacia ellos como hermanos en Cristo, y con ternura. En nuestro caso, también con humildad, sabiendo que nosotros mismos somos “vasijas de barro”.

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lunes, 8 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 8 Diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Lc 1,26-38):

 En aquel tiempo, fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.

Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.



«Y entrando, le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’»


Rev. D. David COMPTE i Verdaguer

(Manlleu, Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio toca un acorde compuesto por tres notas. Tres notas no siempre bien afinadas en nuestra sociedad: la del hacer, la de la amistad y la de la coherencia de vida. Hoy día hacemos muchas cosas, pero, ¿tenemos un proyecto? Hoy, que navegamos en la sociedad de la comunicación, ¿tiene cabida en nuestros corazones la soledad? Hoy, en la era de la información, ¿nos permite ésta dar forma a nuestra personalidad?

Un proyecto. María, una mujer «desposada con un hombre llamado José, de la casa de David» (Lc 1,28). María tiene un proyecto. Evidentemente, de proporciones humanas. Sin embargo, Dios irrumpe en su vida para presentarle otro proyecto... de proporciones divinas. También hoy, quiere entrar en nuestra vida y dar proporciones divinas a nuestro quehacer humano.

Una presencia. «No temas, María» (Lc 1,30). ¡No construyamos de cualquier manera! No fuera caso que la adicción al “hacer” escondiera un vacío. El matrimonio, la vida de servicio, la profesión no han de ser una huida hacia adelante. «Llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28). Presencia que acompaña y da sentido. Confianza en Dios, que —de rebote— nos lleva a la confianza con los otros. Amistad con Dios que renueva la amistad con los otros.

Formarnos. Hoy día, que recibimos tantos estímulos con frecuencia contrapuestos, es necesario dar forma y unidad a nuestra vida. María, dice san Luis María Grignion, «es el molde vivo de Dios». Hay dos maneras de hacer una escultura, expone Grignion: una, más ardua, a base de golpes de cincel. La otra, sirviéndose de un molde. Ésta segunda es más sencilla. Pero el éxito está en que la materia sea maleable y que el molde dibuje con perfección la imagen. María es el molde perfecto. ¿Acudimos a Ella siendo nosotros materia maleable?


Marisa, al convento con 22 años: «En dos semanas ya he sido más feliz que en toda mi vida»


 Marisa, al convento con 22 años: «En dos semanas ya he sido más feliz que en toda mi vida»

Marisa Macicior ingresó en el convento de las clarisas de Monzón el 22 de febrero con tan sólo 22 años

Marisa Macicior tiene 22 años y hace poco más de un mes que entró como novicia en el convento de las clarisas de Monzón (Huesca). Esta joven madrileña ha dejado su región y el último curso de Psicología por una vida de clausura y lejos de pensar que renuncia algo afirma ser profundamente feliz con la decisión que ha tomado.

Con un gran convencimiento y naturalidad Marisa explica al portal Iglesia de Aragón cómo alimentó su fe, el momento en el que empezó a sentir la vocación a la vida religiosa y la evolución que acabó llevándola al convento:

- ¿Qué recuerdas de tu niñez?

- Aunque vengo de una familia cristiana, cuando yo era pequeña, la fe se vivía con el típico “yo soy creyente pero no practicante”. Había una conciencia de que era importante, pero se había relajado. Al mudarme a Madrid, empecé a tratar mucho con mi tía Marta, hermana de mi padre, que me fascinaba hablándome de la fe. Al primer retiro fui engañada, con apenas 12 años. Me dijo: “Voy al Retiro”. Pensé que era al parque del Retiro y le dije: “Pues voy contigo”; y acabé en el Colegio de Cluny, donde luego estudié. Como empecé a ir a los retiros, también lo hicieron mis padres, que siguen hasta ahora. Desde entonces ha sido un camino de encuentro, porque Dios existe, Dios quiere y Dios habla.

- ¿Cómo ha sido ese proceso?

- Poco a poco, he ido conociendo a una persona que está viva y es real. Bien es cierto que, entre medio, se han mezclado pasiones a nivel personal, la música, el mundo del teatro… Entré en una productora en la que sentía que podía llevar a Dios al mundo del arte, de la belleza. Mi fe, mi trabajo y mis pasiones se empezaron a mezclar cada vez más y era una sensación complicada, porque me sentaba en la oración y decía: “Mira, Señor, todo lo que estoy haciendo por ti y, sin embrago, te siento muy lejos”. No entendía por qué no encajaba. Los Oblatos fueron una luz en el camino…

ntré en el grupo de los Oblatos de María Inmaculada y tuvimos una convivencia para preparar un campamento y me di cuenta de que estaba muy lejos de Dios. En medio de ese no encontrarme, de no entender, empecé a salir con un chico y le pedí a mi director espiritual que quería hacer un retiro de unos días, para resituarme. Los Oblatos tenían relación con las Clarisas de Monzón y aquí vine, con la única pretensión de encontrarme con Dios y resituar mi vida.

- ¿Cuándo fue esto?

- Hace dos años, del 20 al 27 de junio de 2016.

- Viniste para quedarte. ¿Qué tocó tu corazón?

- Estuve seis días y me tocó la coherencia de las hermanas. Volví a Madrid con una sensación de querer ser muy coherente con mi fe. No se puede decir “yo soy cristiano”, “quiero querer a Dios”, pero no rezar. Aquí me encontré cara a cara con Él y, también, conmigo misma. A veces, en el día a día, es difícil dar respuesta a preguntas clave: quién soy yo, qué quiere Dios de mí… No me fui con la sensación de “quiero ser Clarisa”, pero sí con el convencimiento de que tenía que vivir una vida auténtica.

- ¿Cómo fue la vuelta a la rutina?

- Sentía la necesidad de ir a misa, comulgar y rezar todos los días. En medio de ese silencio, Dios empezó a tocar muchas cosas que estaban en mi corazón y llegó justo la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Polonia. El Señor se puso serio (risas), sentía que quería algo más de mí. Como dice don Ángel, el obispo de aquí, la única frase que merece la pena ser contestada es: ¿Señor, desde dónde quieres que yo te sirva? Al regresar de la JMJ, me di cuenta de que había muchas cosas en mi corazón que no podía compartir con mi novio ateo. Tuve que dejarlo porque no estaba viviendo en verdad con él.

-¿Y entonces?

- Comencé un proceso de discernimiento. Volví a Monzón con las monjas y empecé a conocer la vida de Santa Clara. Fue bonito y conmovedor, porque en su manera de responder al Señor, encontré el modo en que yo quería vivir toda mi vida.¿Qué te enamoró de ese carisma?


Santa Clara es fascinante. Me enamoré de su forma tan real y coherente de responder a Dios, que es lo que yo buscaba. Un aspecto clave es la pobreza, que yo no había vivido, ni muchísimo menos. El no ser nada para que Él lo sea todo es muy sencillo, pero llena una vida. La sensación que tenemos en la sociedad actual es de tener cuanto más mejor y la realidad es que no estamos siendo felices. No llevo aquí ni dos semanas y ya he sido más feliz de lo que he sido en toda mi vida.

- ¿Cómo explicárselo a alguien de tu edad?

- Nunca he querido a nadie tanto como ahora quiero a Dios, y siento que no le quiero nada (risas). El corazón vibra de una manera distinta. Lo que les diría a los jóvenes es que no se conformen con una “felicidad” de fin de semana. Está en juego su vida. No basta con que el mundo piense que estoy bien, sino que debemos tomarnos en serio nuestra felicidad. Hay que alcanzar la plenitud que no regala colgar en Instagram fotos maquilladas de una vida mediocre. Yo invito a recorrer ese camino interior, porque quien busca encuentra. Dios está deseando tocar el corazón de la gente…

- ¿Has perdido libertad?

- Contra lo que pueda parecer, siento que la he ganado. Aquí he encontrado una verdadera libertad. Uno no es más libre por tener muchas opciones para hacer cosas que no quiere hacer, sino que es libre de verdad cuando elige lo que quieres hacer y lo hace. Incluso cuando elige lo que quiere de verdad y no lo que te apetece. En este sentido, quiero lo mismo que santa Clara: no abrazar nada que imponga absolutamente nadie salvo Dios.

Fuente Religión en Libertad

domingo, 7 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 7 Diciembre 2025



 Texto del Evangelio (Mt 3,1-12):

 Por aquellos días se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: «Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos». Éste es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: ‘Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas’. Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre. Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.

Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: «Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente? Dad, pues, fruto digno de conversión, y no creáis que basta con decir en vuestro interior: ‘Tenemos por padre a Abraham’; porque os digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham. Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga».



«Dad fruto digno de conversión»


Pbro. Walter Hugo PERELLÓ

(Rafaela, Argentina)

Hoy, el Evangelio de san Mateo nos presenta a Juan el Bautista invitándonos a la conversión: «Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos» (Mt 3,2).

A él acudían muchas personas buscando bautizarse y «confesando sus pecados» (Mt 3,6). Pero dentro de tanta gente, Juan pone la mirada en algunos en particular, los fariseos y saduceos, tan necesitados de conversión como obstinados en negar tal necesidad. A ellos se dirigen las palabras del Bautista: «Dad fruto digno de conversión» (Mt 3,8).

Habiendo ya comenzado el tiempo de Adviento, tiempo de gozosa espera, nos encontramos con la exhortación de Juan, que nos hace comprender que esta espera no se identifica con el “quietismo”, ni se arriesga a pensar que ya estamos salvados por ser cristianos. Esta espera es la búsqueda dinámica de la misericordia de Dios, es conversión de corazón, es búsqueda de la presencia del Señor que vino, viene y vendrá.

El tiempo de Adviento, en definitiva, es «conversión que pasa del corazón a las obras y, consiguientemente, a la vida entera del cristiano» (San Juan Pablo II).

Aprovechemos, hermanos, este tiempo oportuno que nos regala el Señor para renovar nuestra opción por Jesucristo, quitando de nuestro corazón y de nuestra vida todo lo que no nos permita recibirlo adecuadamente. La voz del Bautista sigue resonando en el desierto de nuestros días: «Preparad el camino al Señor, enderezad sus sendas» (Mt 3,3).

Así como Juan fue para su tiempo esa “voz que clama en el desierto”, así también los cristianos somos invitados por el Señor a ser voces que clamen a los hombres el anhelo de la vigilante espera: «Preparemos los caminos, ya se acerca el Salvador y salgamos, peregrinos, al encuentro del Señor. Ven, Señor, a libertarnos, ven tu pueblo a redimir; purifica nuestras vidas y no tardes en venir» (Himno de Adviento de la Liturgia de las Horas).


 Jordi Sabaté, enfermo de ELA, cuenta cómo le ofrecieron la eutanasia: «Me sentí atacado y rabioso»

Hace siete años que le diagnosticaron ELA, enfermedad mortal sin tratamiento hasta la fecha. Pero nada de esto le quita la alegría que desprende siempre.

Una vez aprobada la eutanasia en España el siguiente paso es una rápida aplicación mediante la presión a los más vulnerables, es decir, las personas enfermas y dependientes. Mientras los cuidados paliativos y las ayudas reales a muchos enfermos son a día de hoy una utopía para muchos la eutanasia ya está llamando a la puerta o incluso ha llegado a traspasarla.Que se lo digan a Jordi Sabaté Pons, enfermo de ELA, actualmente ya conectado a un respirador y a una sonda gástrica, pudiéndose comunicar a través de sus pestañas con un programa informático. Esto no quita que sea una de las personas más alegres y positivas que se pueden encontrar en las redes sociales. Es además un declarado cristiano. Es en definitiva un enfermo de ELA con muchas ganas de vivir.

Sin embargo, el miércoles vivió una dura experiencia durante la visita de una trabajadora social a su casa, pues ésta le soltó sin miramientos que tenía a disposición la eutanasia para acabar así con su vida. La persona que debería ayudarle a vivir le ofrecía abiertamente la muerte. La queja de Sabaté a través de las redes sociales ha tenido gran repercusión.

Entre las personas que han reaccionado a la denuncia de este joven catalán está el obispo de San Sebastián, monseñor José Ignacio Munilla, que además de apoyarle a través de sus redes sociales ha decidido entrevistarle en su programa de Sexto Continente en Radio María.

Jordi Sabaté ha contestado a sus preguntas a través de este programa que le permite comunicarse con los demás. Su claridad y lucidez es ejemplar a la hora de defender la vida y denunciar las intenciones de los ideólogos de la eutanasia.

De este modo, Sabaté recurría ante Munilla a su constante sentido del humor al comenzar así la entrevista: “Yo estoy bien, cada día más calvo, pero bueno… (risas)”.

Así se va presionando para imponer la eutanasia

Recordando el episodio que sufrió el pasado miércoles, este enfermo de ELA explicaba al obispo de San Sebastián: “vino una trabajadora social a mi casa y lo primero que me dijo fue que le dijera mis últimas voluntades por si un día no quisiera acabar enchufado en una máquina o en una sonda gástrica para comer artificialmente”.

Jordi Sabaté Pons, con su esposa, su gran apoyo en todo este tiempo

Sin embargo, como denuncia Jordi Sabaté, “hay que tener muy pocas luces o ser muy mala persona para decirme esto cuando claramente veía que yo ya estoy conectado a una máquina y llevo el torso desnudo y se veía claramente que yo llevaba una sonda gástrica”.

“Luego (la trabajadora social) me dijo que ya era legal la ley de la eutanasia por si quería recurrir a ella”, cuenta este joven a Munilla en la entrevista en Radio María.

¿Cómo se sintió ante este ofrecimiento? “Sinceramente me sentí atacado y rabioso. No me podía creer lo que me estaba diciendo. Me molestó mucho”, confiesa.

Sabaté tiene experiencia con respecto a la sanidad pública que en España hay “grandes profesionales y en muchos casos se desviven por nosotros”. Pero el problema –añade- es que “desde la Administración y las instituciones no les dan herramientas para atendernos humanamente”.

Poniendo un ejemplo de su caso contó a monseñor Munilla que “cuando los enfermos de ELA necesitamos una traqueotomía para seguir viviendo. Antes de hacerlo nos preguntan si tenemos recursos económicos para poder pagar nuestros cuidados vitales en nuestro domicilio. Si no tienes dinero no puedes seguir viviendo”.

Esto es una aberración. Jordi Sabaté aseguraba en Radio María que él tiene la suerte de que unos familiares le ayudan a pagar más de 6.000 euros al mes de las nóminas de las auxiliares de enfermería que le asisten las 24 horas. “De otro modo yo me habría visto obligado a morir antes de tiempo”, recalcaba.

"No hay libertad de elección"

Todo esto es para él “una atrocidad” y ya no por una mera cuestión religiosa sino por algo “puramente moral”. En su opinión, se debe “invertir todos los recursos para defender la vida, es decir, más inversión en investigación, tratamientos y cuidados. Y a día de hoy se ha aprobado una ley de la eutanasia sin tener ayudas para seguir viviendo. Es inhumano”.

Este enfermo de ELA afirmaba con total rotundidad que “para nada hay libertad de elección”.

“Si quieres escoger morir pides la eutanasia y listo, pero si eliges vivir y no tienes dinero la única alternativa que puedes elegir es la muerte. Con lo cual no podemos elegir con igualdad de condiciones. Por lo tanto no hay libertad”, añadía.

A través de las redes sociales, Jordi Sabaté se ha convertido en todo un referente en la lucha por las ayudas por los enfermos de ELA. Y los datos que ofrecía a Munilla eran estremecedores: “puedo decir por mi propia experiencia hablando con más de un centenar de enfermos de ELA que la gran mayoría si escogen la eutanasia es porque no tienen recursos económicos para afrontar el coste de la enfermedad”. Y esto es para él “un delito contra la vida”.

Una fe y esperanza ejemplares

Ante esta deriva en la que se encuentra España y gran parte de Occidente, este joven catalán indicaba que “en cuestión de unas décadas los valores que hemos adquirido a lo largo de cientos de años han ido en decadencia, por no decir que han caído en picado. Y no sólo me refiero a los valores cristianos, que es la esencia de España, Europa y Occidente, sino también valores de ética y moral. Se ha perdido mucha humanidad, amor y defensa de la vida, pero yo no pierdo la esperanza de que volvamos a ser una sociedad como Dios manda”.

Precisamente, lo que le sobra a Jordi Sabaté Pons es esperanza. Confesaba a Munilla que aunque cueste creerlo no tiene “días malos”. “Lo pasé sumamente mal al principio de la enfermedad. El terror, el pánico y la ansiedad que viví ya no existen en mi vida. Cuando tocas fondo hay una fuerza que te hace subir para arriba y a partir de ese momento sólo valoras las cosas positivas de la vida, que son muchas”.

Esta fuerza admirable además le viene de su fe. De este modo, reconocía en Radio María: “tengo fe en Cristo, Cristo está siempre con nosotros en los buenos y los malos momentos. Tener fe en Cristo me ayuda, pero lo que más me ayuda es el amor que siento por la vida y como Dios creó la vida, amar la vida es amar a Cristo”.

A la hora de despedirse de la audiencia Jordi quiso dejar un mensaje corto y claro: “jamás hay que perder la esperanza, ni una vez muerto”. Y se despidió con su gran sentido del humor: “Que Dios os bendiga. Besos y abrazos para todos con mis pestañas”.

Fuente: Religión en Libertad

sábado, 6 de diciembre de 2025



 Eutanasia en España: cuatro años, 1.300 muertos, indignidad

La ley de eutanasia perjudica a los más vulnerables y necesitados, sugiriéndoles que son una carga para los demás.

La ley de eutanasia perjudica a los más vulnerables y necesitados, sugiriéndoles que son una carga 

Han pasado cuatro años desde la aprobación de la Ley Orgánica 3/2021, de regulación de la eutanasia en España, una normativa que ha marcado un punto de inflexión en el debate ético, social y sanitario del país. Esta ley, presentada como un avance en la autonomía personal, ha generado y sigue provocando una profunda preocupación ya que supone una amenaza a la dignidad de los más vulnerables y una renuncia a la responsabilidad de garantizar una atención sanitaria adecuada.

La Ley de Eutanasia en España, aprobada sin debate social ni político que reflejara una demanda real de la ciudadanía, permite a las personas mayores de edad con enfermedades graves, crónicas e incapacitantes o con padecimientos incurables que causen un sufrimiento intolerable solicitar la “ayuda para morir”. Según el Ministerio de Sanidad, el proceso incluye un procedimiento deliberativo con el médico responsable, un segundo facultativo consultor y la aprobación de una Comisión de Garantía y Evaluación. Sin embargo, esta aparente rigurosidad no elimina los riesgos inherentes a la normativa.

En estos cuatro años, más de 1.300 personas han fallecido por eutanasia, según datos oficiales, una cifra que lamentamos profundamente, pues cada una de estas muertes representa una vida humana que merecía ser cuidada y acompañada, no eliminada. Esta celeridad en la aplicación de la ley contrasta con la falta de recursos para garantizar una atención digna a los más vulnerables, como los enfermos de ELA (esclerosis lateral amiotrófica) o personas con discapacidades severas.

La ley, en su afán de priorizar la autonomía individual, ignora que la verdadera libertad solo existe cuando se garantizan opciones reales. En realidad, los pacientes no eligen la eutanasia por una decisión plenamente autónoma, sino porque se sienten abandonados por un sistema sanitario que no les ofrece alternativas viables. Como señala la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (Secpal), solo el 40% de los pacientes que necesitan cuidados paliativos en España reciben una atención adecuada, dejando a más de 80.000 personas al año sin acceso a este recurso esencial. Esta carencia estructural convierte a la eutanasia en una "solución final y fácil”, pero profundamente injusta, que pone en riesgo a los más frágiles: ancianos, enfermos terminales y personas con discapacidades, quienes podrían percibir su vida como una carga para sus familias o la sociedad.

Uno de los mayores fracasos de la ley de eutanasia es su incapacidad para ir acompañada de una legislación robusta que garantice el acceso universal a los cuidados paliativos. Estos cuidados, que buscan aliviar el dolor físico y el sufrimiento emocional, son la verdadera respuesta a la dignidad en el final de la vida. Sin embargo, la falta de inversión en este ámbito es alarmante. Según Secpal, la cobertura de cuidados paliativos en España es desigual, con comunidades autónomas que carecen de recursos suficientes, lo que genera una brecha sanitaria que afecta especialmente a los más necesitados. 

Mientras el gobierno impulsó con rapidez la legalización de la eutanasia sin un debate social significativo, la prometida ley de cuidados paliativos sigue sin materializarse, dejando a los pacientes terminales con una única opción: la muerte.

Esta situación es particularmente dramática para los pacientes con ELA, una enfermedad neurodegenerativa que conlleva una progresiva pérdida de funciones físicas. En lugar de ofrecerles una atención integral que incluya soporte respiratorio, fisioterapia o apoyo psicológico, muchos de estos pacientes se ven abocados a solicitar la eutanasia. Como ha denunciado Jordi Sabaté, enfermo de ELA, en publicaciones recientes, "seguimos viéndonos obligados a pedir la eutanasia, queriendo vivir". 

Hace siete años que le diagnosticaron ELA, enfermedad mortal sin tratamiento hasta la fecha. Pero nada de esto le quita la alegría que desprende siempre.

Jordi Sabaté, enfermo de ELA, cuenta cómo le ofrecieron la eutanasia: «Me sentí atacado y rabioso»

La Ley ELA, aprobada con un presupuesto inicial de 260 millones de euros, solo ha destinado 10 millones hasta la fecha, una cifra insuficiente para garantizar una atención digna a estos pacientes. Este abandono refleja una sociedad que, en lugar de cuidar, opta por la solución más barata y expeditiva: la muerte.

Otro aspecto preocupante de estos cuatro años es el silencio casi absoluto de los medios de comunicación sobre las implicaciones éticas y sociales de la ley de eutanasia. Mientras los titulares celebran la normativa como un avance en los derechos individuales, apenas se profundiza en las historias de quienes, por falta de alternativas, se sienten presionados a elegir la muerte. Este silencio mediático refuerza una narrativa simplista que equipara la eutanasia con la libertad, ignorando las complejidades de un sistema sanitario que no protege adecuadamente a los más vulnerables. 

La falta de debate público sobre el déficit de cuidados paliativos o los riesgos de abuso en la aplicación de la eutanasia perpetúa una cultura del descarte, donde la vida de los enfermos se devalúa frente a criterios de utilidad o bienestar económico.

Frente a este panorama, los cristianos tenemos un papel crucial que desempeñar. La Iglesia católica, a través de documentos como los de la Conferencia Episcopal Española, ha reiterado que "no hay enfermos incuidables, aunque sean incurables". La dignidad humana no se mide por la ausencia de sufrimiento, sino por el valor intrínseco de cada persona, desde la concepción hasta la muerte natural. 

Los cristianos están llamados a ser "sembradores de esperanza", acogiendo, protegiendo y acompañando a los enfermos en sus momentos más difíciles. Esto implica alzar la voz contra una ley que, bajo el pretexto de la autonomía, abandona a los más vulnerables y promover una cultura de la vida que priorice el cuidado integral. Demandamos que la primera medida de un eventual nuevo gobierno que pueda resultar de unas elecciones debe ser la derogación de esta ley indigna, que atenta contra los derechos elementales de cualquier enfermo y traiciona el principio fundamental de proteger la vida.

Los católicos debemos trabajar para visibilizar este drama, organizándonos en asociaciones, foros y plataformas que denuncien la falta de asistencia y exijan una legislación que garantice cuidados paliativos de calidad para todos.  

En esta línea trabajan la Asamblea por la Vida (que reúne a varias asociaciones) o la Fundación Dignia, entre otros.

Es triste que, a diferencia de países como Italia, donde existen asociaciones de médicos católicos que defienden la ética médica desde una perspectiva cristiana, en España no contemos con una organización similar. La creación de una asociación de médicos católicos sería un paso fundamental para articular una respuesta profesional y ética frente a la eutanasia, ofreciendo un espacio donde los sanitarios puedan formarse y actuar conforme a los principios de la dignidad humana.

A los médicos, enfermeros y demás profesionales de la salud, hacemos un llamamiento urgente: no abandonen a sus pacientes. Los médicos nunca pueden convertirse en verdugos de los enfermos o discapacitados. La deontología médica, desde el juramento hipocrático hasta los códigos éticos modernos, establece que el fin de la medicina es curar, aliviar y acompañar, nunca provocar la muerte. 

La objeción de conciencia es un derecho reconocido, pero no basta con delegar la responsabilidad en otros. Cada sanitario debe comprometerse activamente en la defensa de la vida, promoviendo los cuidados paliativos y exigiendo al sistema sanitario los recursos necesarios para atender a los enfermos. Nadie debe pensar que "de esto se encargará otro". El abandono de los pacientes es un fracaso colectivo que deshumaniza la medicina y la sociedad.

Cuatro años después de la aprobación de la ley de eutanasia, España enfrenta un desafío ético y humano de enorme magnitud. Las más de 1.300 muertes por eutanasia son una tragedia que lamentamos profundamente, pues reflejan un sistema que, en lugar de cuidar, ofrece la muerte como solución. 

La aprobación de esta ley sin un debate social ni político profundo, el abandono de los cuidados paliativos, el silencio mediático y la falta de alternativas para los más vulnerables reflejan una sociedad que ha perdido de vista el verdadero significado de la dignidad. 

Frente a esta realidad, los cristianos, los católicos y los profesionales sanitarios están llamados a ser una voz profética que defienda el derecho a la vida, exija la derogación de esta ley indigna y promueva una atención digna para todos. Solo a través del compromiso activo y la solidaridad podremos construir una sociedad que no descarte a sus miembros más frágiles, sino que los acoja con amor y cuidado hasta el final.

Fuente:Religión en Libertad

Santo Evangelio 6 Diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Mt 9,35-10,1.6-8):

 En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies».

Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «Dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis».



«Rogad (...) al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies»


Rev. D. Xavier PAGÉS i Castañer

(Barcelona, España)

Hoy, cuando ya llevamos una semana dentro del itinerario de preparación para la celebración de la Navidad, ya hemos constatado que una de las virtudes que hemos de fomentar durante el Adviento es la esperanza. Pero no de una manera pasiva, como quien espera que pase el tren, sino una esperanza activa, que nos mueve a disponernos poniendo de nuestra parte todo lo que sea necesario para que Jesús pueda nacer de nuevo en nuestros corazones.

Pero hemos de tratar de no conformarnos sólo con lo que nosotros esperamos, sino —sobre todo— ir a descubrir qué es lo que Dios espera de nosotros. Como los doce, también nosotros estamos llamados a seguir sus caminos. Ojalá que hoy escuchemos la voz del Señor que —por medio del profeta Isaías— nos dice: «El camino es éste, síguelo» (Is 30,21, de la primera lectura de hoy). Siguiendo cada uno su camino, Dios espera de todos que con nuestra vida anunciemos «que el Reino de Dios está cerca» (Mt 10,7).

El Evangelio de hoy nos narra cómo, ante aquella multitud de gente, Jesús tuvo compasión y les dijo: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9,37-38). Él ha querido confiar en nosotros y quiere que en las muy diversas circunstancias respondamos a la vocación de convertirnos en apóstoles de nuestro mundo. La misión para la que Dios Padre ha enviado a su Hijo al mundo requiere de nosotros que seamos sus continuadores. En nuestros días también encontramos una multitud desorientada y desesperanzada, que tiene sed de la Buena Nueva de la Salvación que Cristo nos ha traído, de la que nosotros somos sus mensajeros. Es una misión confiada a todos. Conocedores de nuestras flaquezas y handicaps, apoyémonos en la oración constante y estemos contentos de llegar a ser así colaboradores del plan redentor que Cristo nos ha revelado.


viernes, 5 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 5 Diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Mt 9,27-31):

 Cuando Jesús se iba de allí, al pasar le siguieron dos ciegos gritando: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!». Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: «¿Creéis que puedo hacer eso?». Dícenle: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos diciendo: «Hágase en vosotros según vuestra fe». Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Mirad que nadie lo sepa!». Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca.+



«Jesús les dice: ‘¿Creéis que puedo hacer eso?’. Dícenle: ‘Sí, Señor’»


Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM

(Barcelona, España)

Hoy, en este primer viernes de Adviento, el Evangelio nos presenta tres personajes: Jesús en el centro de la escena, y dos ciegos que se le acercan llenos de fe y con el corazón esperanzado. Habían oído hablar de Él, de su ternura para con los enfermos y de su poder. Estos trazos le identificaban como el Mesías. ¿Quién mejor que Él podría hacerse cargo de su desgracia?

Los dos ciegos hacen piña y, en comunidad, se dirigen ambos hacia Jesús. Al unísono realizan una plegaria de petición al Enviado de Dios, al Mesías, a quien nombran con el título de “Hijo de David”. Quieren, con su plegaria, provocar la compasión de Jesús: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!» (Mt 9,27).

Jesús interpela su fe: «¿Creéis que puedo hacer eso?» (Mt 9,28). Si ellos se han acercado al Enviado de Dios es precisamente porque creen en Él. A una sola voz hacen una bella profesión de fe, respondiendo: «Sí, Señor» (Ibidem). Y Jesús concede la vista a aquellos que ya veían por la fe. En efecto, creer es ver con los ojos de nuestro interior.

Este tiempo de Adviento es el adecuado, también para nosotros, para buscar a Jesús con un gran deseo, como los dos ciegos, haciendo comunidad, haciendo Iglesia. Con la Iglesia proclamamos en el Espíritu Santo: «Ven, Señor Jesús» (cf. Ap 22,17-20). Jesús viene con su poder de abrir completamente los ojos de nuestro corazón, y hacer que veamos, que creamos. El Adviento es un tiempo fuerte de oración: tiempo para hacer plegaria de petición, y sobre todo, oración de profesión de fe. Tiempo de ver y de creer.

Recordemos las palabras del Principito: «Lo esencial sólo se ve con el corazón».


La carta con fe y denuncia que escribió una mujer con ELA antes de morir: un manual para la vida



 La carta con fe y denuncia que escribió una mujer con ELA antes de morir: un manual para la vida

María Angélica animó a las personas enfermas como ella a «dejarse amar por Dios»

María Angélica había reclamado a la Justicia italiana el derecho a un tratamiento.

La italiana María Angélica G., enferma de esclerosis múltiple y fallecida este lunes, representó a pacientes como ella ante el Tribunal Constitucional de Italia, reclamando el derecho a tener un tratamiento y a poder vivir.

En una carta llena de fe y de denuncia, María Angélica anima a tener esperanza, a seguir luchando y a buscar el fin último del sufrimiento, que no es otro que "encontrarse con el amor de Dios". El portal Avvenire cuenta su historia.

A continuación, compartimos la carta íntegra de María Angélica antes de morir: 

A ti, que sufres como yo, permíteme decirte unas palabras... Me llamo María. Tengo 57 años y llevo 35 con esclerosis múltiple. Mi vida no es exactamente lo que imaginaba. A pesar de ello, estoy viva y puedo contarte algunas cosas. 

Conozco la lucha de vivir una vida que no es independiente, que te lleva a donde no quieres ir, donde el día a día, a veces, se siente como un cuello de botella. Yo también he sufrido —mucho—, pero esto me impulsa a no rendirme ante mi situación y a reaccionar; me impulsa a moverme, haciendo que la gente que me rodea también se mueva. 

Los familiares no siempre son capaces de comprender la situación que atravesamos y afrontarla, porque también es dolorosa para ellos, y, a veces, la rechazan. No siempre tienes el amor que deseas a tu alrededor. Sin embargo, hay personas a las que debes acudir. Debes buscarlas con insistencia. Con tenacidad. 

Estas personas están dispuestas a echarte una mano. Si no tienes a nadie, puedes pedirle ayuda a tu párroco. Él nunca te negará su ayuda, independientemente de tus creencias. La presencia de amigos en tu vida es esencial, como lo son para mí, aún hoy, los amigos de la Comunidad de Sant'Egidio, quienes me ayudaron a escapar de una situación difícil y a disfrutar de la belleza de los días compartidos; y también de otros que conocí en el camino.

Juntos, podemos vivir momentos de convivencia despreocupada, donde la enfermedad se convierte en un recuerdo lejano: no te sientes una carga ni avergonzado; y también se dan oportunidades para una comunión y un compartir más profundos. 

Puedes experimentar momentos de gran liberación, y puedo dar fe de que de estos momentos pueden surgir cosas nuevas, como curaciones, tanto pequeñas como grandes.

Quiero hablarles de esto. Un día, una monja y un amigo laico me sugirieron el camino del perdón, porque quería sanar. No podía permitirme ignorarlos. Confié en ellos. Lo comencé y sigo haciéndolo y estoy experimentando sus beneficios, tanto internos como físicos. Ha sido una enorme sorpresa, porque no creía que esto pudiera suceder. 

Así, he dejado atrás mucho dolor. He aprendido a sufrir mejor y he empezado a sufrir menos: la carga de la enfermedad se ha aliviado. He elegido perdonar yendo a misa, porque en nuestra condición, ya no podemos permitirnos guardar rencor. Todo lo que sentimos "en contra" se vuelve en nuestra contra: el descontento de cómo son los demás; la tristeza por las cosas que no salieron como queríamos. 

Les pido ánimo. Acepten la ayuda del amor de Dios. La Eucaristía sana nuestros sentimientos, que son los que nos unen a la vida, la embellecen, le dan sentido. La ciencia médica y la biotecnología siempre hará más y mejor. 

Una tía mía murió de tuberculosis a los veinte años. Unos meses después, la penicilina, que podría haberla curado, estaba al alcance de todos. Siempre recuerdo este hecho, que me contó mi padre. Y este recuerdo me animó a perseverar ante las dificultades y a confiar siempre en la investigación. 

Con médicos expertos, incluso se logran avances. Otros médicos igual de concienzudos se hicieron responsables de mi supervivencia física cuando decidieron cambiarme a nutrición artificial para evitar que contrajera una neumonía por aspiración, que, sin duda, me llevaría directamente a la horca. 

Fue un gran dolor para mí, pero era mejor así. Me he acostumbrado y les estoy muy agradecidos, todas estas personas que se han tomado en serio nuestro futuro, de alguna manera, forman parte de la primera defensa vital de ese futuro. 

A través de ellos también recibimos la dosis de amor y fuerza que necesitamos cada día. Es cierto que sufrimos los impedimentos físicos causados por la enfermedad que nos llevan a depender de los demás. Pero la dependencia de los demás puede convertirse en una forma de estar juntos, creando un círculo de vida hermosa. 

El amor siempre es útil. Verás que las cosas cambiarán; y tú, que necesitas la ayuda de los demás, podrás dársela. El dolor de vivir ha entrado en nuestro hogar, pero el riesgo es que terminemos hablando solo de él. El dolor de vivir es un veneno oscuro que tiende a ocupar cada centímetro de tu vida. 

La ley de Eutanasia perjudica a los más vulnerables y necesitados, contribuyendo a que piensen que son una carga para los demás, en vez de personas con la misma dignidad que otros que exigen cuidados, no muerte.

Eutanasia en España: cuatro años, 1.300 muertos, indignidad

Al anticipar nuestra muerte, nos habremos librado de él, pero, también, nos habrá matado. Por eso, te ruego que hoy busques el antídoto contra el mal: es abrirnos a la gracia de Dios. Él reconocerá el código de nuestro corazón; podrá guiarnos hacia donde nuestras heridas puedan comenzar a sanar. 

Escribí estas palabras para ti en medio de mis obligaciones diarias, entre pequeños momentos de relajación. Surgen de lo más profundo de mi corazón, donde se acumula el sufrimiento. Donde la esperanza ha echado raíces.

Fuente: Religión en Libertad