martes, 9 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 9 diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Mt 18,12-14):

 En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños».



«No es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños»


Fr. Damien LIN Yuanheng

(Singapore, Singapur)

Hoy, Jesús nos lanza un reto: «¿Qué os parece?» (Mt 18,12); ¿qué clase de misericordia practicas? Quizás nosotros, “católicos practicantes”, habiendo gustado muchas veces de la misericordia de Dios en sus sacramentos, estemos tentados a pensar que ya estamos justificados ante los ojos de Dios. Corremos el peligro de convertirnos inconscientemente en el fariseo que menosprecia al publicano (cf. Lc 18,9-14). Aunque no lo digamos en voz alta, quizás pensemos que estamos libres de culpa ante Dios. Algunos síntomas de que este orgullo farisaico echa raíces en nosotros pueden ser la impaciencia ante los defectos de los demás, o pensar que las advertencias nunca van para nosotros.

El “desobediente” profeta Jonás, un judío, se mantuvo inflexible cuando Dios mostró pena por los habitantes de Nínive. Yahvé reprochó la intolerancia de Jonás (cf. Jon 4,10-11). Aquella mirada humana ponía límites a la divina misericordia. ¿Acaso también nosotros ponemos límites a la misericordia de Dios? Hemos de prestar atención a la lección de Jesús: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,36). Con toda probabilidad, ¡todavía nos queda un largo camino por recorrer para imitar la misericordia de Dios!

¿Cómo debiéramos entender la misericordia de nuestro Padre celestial? El Papa Francisco dijo que «Dios no perdona mediante un decreto, sino con un abrazo». El abrazo de Dios para con cada uno de nosotros se llama “Jesucristo”. Cristo manifiesta la misericordia paternal de Dios. En el capítulo cuarto del Evangelio de san Juan, Cristo no airea los pecados de la mujer samaritana. En lugar de ello, la divina misericordia cura a la Samaritana ayudándola a afrontar plenamente la realidad de su pecado. La misericordia de Dios es totalmente coherente con la verdad. La misericordia no es una excusa para tomarse rebajas morales. Sin embargo, Jesús debió haber provocado su arrepentimiento con mucha más ternura que la que sintió la mujer adúltera “herida por el amor” (cf. Jn 8,3-11). Nosotros también debemos aprender cómo ayudar a los demás a encararse con sus errores sin avergonzarles, con gran respeto hacia ellos como hermanos en Cristo, y con ternura. En nuestro caso, también con humildad, sabiendo que nosotros mismos somos “vasijas de barro”.

Tres seminaristas en Argentina: lo que contaron a las novias, los padres..

 


lunes, 8 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 8 Diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Lc 1,26-38):

 En aquel tiempo, fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.

Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.



«Y entrando, le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’»


Rev. D. David COMPTE i Verdaguer

(Manlleu, Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio toca un acorde compuesto por tres notas. Tres notas no siempre bien afinadas en nuestra sociedad: la del hacer, la de la amistad y la de la coherencia de vida. Hoy día hacemos muchas cosas, pero, ¿tenemos un proyecto? Hoy, que navegamos en la sociedad de la comunicación, ¿tiene cabida en nuestros corazones la soledad? Hoy, en la era de la información, ¿nos permite ésta dar forma a nuestra personalidad?

Un proyecto. María, una mujer «desposada con un hombre llamado José, de la casa de David» (Lc 1,28). María tiene un proyecto. Evidentemente, de proporciones humanas. Sin embargo, Dios irrumpe en su vida para presentarle otro proyecto... de proporciones divinas. También hoy, quiere entrar en nuestra vida y dar proporciones divinas a nuestro quehacer humano.

Una presencia. «No temas, María» (Lc 1,30). ¡No construyamos de cualquier manera! No fuera caso que la adicción al “hacer” escondiera un vacío. El matrimonio, la vida de servicio, la profesión no han de ser una huida hacia adelante. «Llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28). Presencia que acompaña y da sentido. Confianza en Dios, que —de rebote— nos lleva a la confianza con los otros. Amistad con Dios que renueva la amistad con los otros.

Formarnos. Hoy día, que recibimos tantos estímulos con frecuencia contrapuestos, es necesario dar forma y unidad a nuestra vida. María, dice san Luis María Grignion, «es el molde vivo de Dios». Hay dos maneras de hacer una escultura, expone Grignion: una, más ardua, a base de golpes de cincel. La otra, sirviéndose de un molde. Ésta segunda es más sencilla. Pero el éxito está en que la materia sea maleable y que el molde dibuje con perfección la imagen. María es el molde perfecto. ¿Acudimos a Ella siendo nosotros materia maleable?


Marisa, al convento con 22 años: «En dos semanas ya he sido más feliz que en toda mi vida»


 Marisa, al convento con 22 años: «En dos semanas ya he sido más feliz que en toda mi vida»

Marisa Macicior ingresó en el convento de las clarisas de Monzón el 22 de febrero con tan sólo 22 años

Marisa Macicior tiene 22 años y hace poco más de un mes que entró como novicia en el convento de las clarisas de Monzón (Huesca). Esta joven madrileña ha dejado su región y el último curso de Psicología por una vida de clausura y lejos de pensar que renuncia algo afirma ser profundamente feliz con la decisión que ha tomado.

Con un gran convencimiento y naturalidad Marisa explica al portal Iglesia de Aragón cómo alimentó su fe, el momento en el que empezó a sentir la vocación a la vida religiosa y la evolución que acabó llevándola al convento:

- ¿Qué recuerdas de tu niñez?

- Aunque vengo de una familia cristiana, cuando yo era pequeña, la fe se vivía con el típico “yo soy creyente pero no practicante”. Había una conciencia de que era importante, pero se había relajado. Al mudarme a Madrid, empecé a tratar mucho con mi tía Marta, hermana de mi padre, que me fascinaba hablándome de la fe. Al primer retiro fui engañada, con apenas 12 años. Me dijo: “Voy al Retiro”. Pensé que era al parque del Retiro y le dije: “Pues voy contigo”; y acabé en el Colegio de Cluny, donde luego estudié. Como empecé a ir a los retiros, también lo hicieron mis padres, que siguen hasta ahora. Desde entonces ha sido un camino de encuentro, porque Dios existe, Dios quiere y Dios habla.

- ¿Cómo ha sido ese proceso?

- Poco a poco, he ido conociendo a una persona que está viva y es real. Bien es cierto que, entre medio, se han mezclado pasiones a nivel personal, la música, el mundo del teatro… Entré en una productora en la que sentía que podía llevar a Dios al mundo del arte, de la belleza. Mi fe, mi trabajo y mis pasiones se empezaron a mezclar cada vez más y era una sensación complicada, porque me sentaba en la oración y decía: “Mira, Señor, todo lo que estoy haciendo por ti y, sin embrago, te siento muy lejos”. No entendía por qué no encajaba. Los Oblatos fueron una luz en el camino…

ntré en el grupo de los Oblatos de María Inmaculada y tuvimos una convivencia para preparar un campamento y me di cuenta de que estaba muy lejos de Dios. En medio de ese no encontrarme, de no entender, empecé a salir con un chico y le pedí a mi director espiritual que quería hacer un retiro de unos días, para resituarme. Los Oblatos tenían relación con las Clarisas de Monzón y aquí vine, con la única pretensión de encontrarme con Dios y resituar mi vida.

- ¿Cuándo fue esto?

- Hace dos años, del 20 al 27 de junio de 2016.

- Viniste para quedarte. ¿Qué tocó tu corazón?

- Estuve seis días y me tocó la coherencia de las hermanas. Volví a Madrid con una sensación de querer ser muy coherente con mi fe. No se puede decir “yo soy cristiano”, “quiero querer a Dios”, pero no rezar. Aquí me encontré cara a cara con Él y, también, conmigo misma. A veces, en el día a día, es difícil dar respuesta a preguntas clave: quién soy yo, qué quiere Dios de mí… No me fui con la sensación de “quiero ser Clarisa”, pero sí con el convencimiento de que tenía que vivir una vida auténtica.

- ¿Cómo fue la vuelta a la rutina?

- Sentía la necesidad de ir a misa, comulgar y rezar todos los días. En medio de ese silencio, Dios empezó a tocar muchas cosas que estaban en mi corazón y llegó justo la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Polonia. El Señor se puso serio (risas), sentía que quería algo más de mí. Como dice don Ángel, el obispo de aquí, la única frase que merece la pena ser contestada es: ¿Señor, desde dónde quieres que yo te sirva? Al regresar de la JMJ, me di cuenta de que había muchas cosas en mi corazón que no podía compartir con mi novio ateo. Tuve que dejarlo porque no estaba viviendo en verdad con él.

-¿Y entonces?

- Comencé un proceso de discernimiento. Volví a Monzón con las monjas y empecé a conocer la vida de Santa Clara. Fue bonito y conmovedor, porque en su manera de responder al Señor, encontré el modo en que yo quería vivir toda mi vida.¿Qué te enamoró de ese carisma?


Santa Clara es fascinante. Me enamoré de su forma tan real y coherente de responder a Dios, que es lo que yo buscaba. Un aspecto clave es la pobreza, que yo no había vivido, ni muchísimo menos. El no ser nada para que Él lo sea todo es muy sencillo, pero llena una vida. La sensación que tenemos en la sociedad actual es de tener cuanto más mejor y la realidad es que no estamos siendo felices. No llevo aquí ni dos semanas y ya he sido más feliz de lo que he sido en toda mi vida.

- ¿Cómo explicárselo a alguien de tu edad?

- Nunca he querido a nadie tanto como ahora quiero a Dios, y siento que no le quiero nada (risas). El corazón vibra de una manera distinta. Lo que les diría a los jóvenes es que no se conformen con una “felicidad” de fin de semana. Está en juego su vida. No basta con que el mundo piense que estoy bien, sino que debemos tomarnos en serio nuestra felicidad. Hay que alcanzar la plenitud que no regala colgar en Instagram fotos maquilladas de una vida mediocre. Yo invito a recorrer ese camino interior, porque quien busca encuentra. Dios está deseando tocar el corazón de la gente…

- ¿Has perdido libertad?

- Contra lo que pueda parecer, siento que la he ganado. Aquí he encontrado una verdadera libertad. Uno no es más libre por tener muchas opciones para hacer cosas que no quiere hacer, sino que es libre de verdad cuando elige lo que quieres hacer y lo hace. Incluso cuando elige lo que quiere de verdad y no lo que te apetece. En este sentido, quiero lo mismo que santa Clara: no abrazar nada que imponga absolutamente nadie salvo Dios.

Fuente Religión en Libertad

domingo, 7 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 7 Diciembre 2025



 Texto del Evangelio (Mt 3,1-12):

 Por aquellos días se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: «Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos». Éste es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: ‘Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas’. Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre. Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.

Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: «Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente? Dad, pues, fruto digno de conversión, y no creáis que basta con decir en vuestro interior: ‘Tenemos por padre a Abraham’; porque os digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham. Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga».



«Dad fruto digno de conversión»


Pbro. Walter Hugo PERELLÓ

(Rafaela, Argentina)

Hoy, el Evangelio de san Mateo nos presenta a Juan el Bautista invitándonos a la conversión: «Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos» (Mt 3,2).

A él acudían muchas personas buscando bautizarse y «confesando sus pecados» (Mt 3,6). Pero dentro de tanta gente, Juan pone la mirada en algunos en particular, los fariseos y saduceos, tan necesitados de conversión como obstinados en negar tal necesidad. A ellos se dirigen las palabras del Bautista: «Dad fruto digno de conversión» (Mt 3,8).

Habiendo ya comenzado el tiempo de Adviento, tiempo de gozosa espera, nos encontramos con la exhortación de Juan, que nos hace comprender que esta espera no se identifica con el “quietismo”, ni se arriesga a pensar que ya estamos salvados por ser cristianos. Esta espera es la búsqueda dinámica de la misericordia de Dios, es conversión de corazón, es búsqueda de la presencia del Señor que vino, viene y vendrá.

El tiempo de Adviento, en definitiva, es «conversión que pasa del corazón a las obras y, consiguientemente, a la vida entera del cristiano» (San Juan Pablo II).

Aprovechemos, hermanos, este tiempo oportuno que nos regala el Señor para renovar nuestra opción por Jesucristo, quitando de nuestro corazón y de nuestra vida todo lo que no nos permita recibirlo adecuadamente. La voz del Bautista sigue resonando en el desierto de nuestros días: «Preparad el camino al Señor, enderezad sus sendas» (Mt 3,3).

Así como Juan fue para su tiempo esa “voz que clama en el desierto”, así también los cristianos somos invitados por el Señor a ser voces que clamen a los hombres el anhelo de la vigilante espera: «Preparemos los caminos, ya se acerca el Salvador y salgamos, peregrinos, al encuentro del Señor. Ven, Señor, a libertarnos, ven tu pueblo a redimir; purifica nuestras vidas y no tardes en venir» (Himno de Adviento de la Liturgia de las Horas).


 Jordi Sabaté, enfermo de ELA, cuenta cómo le ofrecieron la eutanasia: «Me sentí atacado y rabioso»

Hace siete años que le diagnosticaron ELA, enfermedad mortal sin tratamiento hasta la fecha. Pero nada de esto le quita la alegría que desprende siempre.

Una vez aprobada la eutanasia en España el siguiente paso es una rápida aplicación mediante la presión a los más vulnerables, es decir, las personas enfermas y dependientes. Mientras los cuidados paliativos y las ayudas reales a muchos enfermos son a día de hoy una utopía para muchos la eutanasia ya está llamando a la puerta o incluso ha llegado a traspasarla.Que se lo digan a Jordi Sabaté Pons, enfermo de ELA, actualmente ya conectado a un respirador y a una sonda gástrica, pudiéndose comunicar a través de sus pestañas con un programa informático. Esto no quita que sea una de las personas más alegres y positivas que se pueden encontrar en las redes sociales. Es además un declarado cristiano. Es en definitiva un enfermo de ELA con muchas ganas de vivir.

Sin embargo, el miércoles vivió una dura experiencia durante la visita de una trabajadora social a su casa, pues ésta le soltó sin miramientos que tenía a disposición la eutanasia para acabar así con su vida. La persona que debería ayudarle a vivir le ofrecía abiertamente la muerte. La queja de Sabaté a través de las redes sociales ha tenido gran repercusión.

Entre las personas que han reaccionado a la denuncia de este joven catalán está el obispo de San Sebastián, monseñor José Ignacio Munilla, que además de apoyarle a través de sus redes sociales ha decidido entrevistarle en su programa de Sexto Continente en Radio María.

Jordi Sabaté ha contestado a sus preguntas a través de este programa que le permite comunicarse con los demás. Su claridad y lucidez es ejemplar a la hora de defender la vida y denunciar las intenciones de los ideólogos de la eutanasia.

De este modo, Sabaté recurría ante Munilla a su constante sentido del humor al comenzar así la entrevista: “Yo estoy bien, cada día más calvo, pero bueno… (risas)”.

Así se va presionando para imponer la eutanasia

Recordando el episodio que sufrió el pasado miércoles, este enfermo de ELA explicaba al obispo de San Sebastián: “vino una trabajadora social a mi casa y lo primero que me dijo fue que le dijera mis últimas voluntades por si un día no quisiera acabar enchufado en una máquina o en una sonda gástrica para comer artificialmente”.

Jordi Sabaté Pons, con su esposa, su gran apoyo en todo este tiempo

Sin embargo, como denuncia Jordi Sabaté, “hay que tener muy pocas luces o ser muy mala persona para decirme esto cuando claramente veía que yo ya estoy conectado a una máquina y llevo el torso desnudo y se veía claramente que yo llevaba una sonda gástrica”.

“Luego (la trabajadora social) me dijo que ya era legal la ley de la eutanasia por si quería recurrir a ella”, cuenta este joven a Munilla en la entrevista en Radio María.

¿Cómo se sintió ante este ofrecimiento? “Sinceramente me sentí atacado y rabioso. No me podía creer lo que me estaba diciendo. Me molestó mucho”, confiesa.

Sabaté tiene experiencia con respecto a la sanidad pública que en España hay “grandes profesionales y en muchos casos se desviven por nosotros”. Pero el problema –añade- es que “desde la Administración y las instituciones no les dan herramientas para atendernos humanamente”.

Poniendo un ejemplo de su caso contó a monseñor Munilla que “cuando los enfermos de ELA necesitamos una traqueotomía para seguir viviendo. Antes de hacerlo nos preguntan si tenemos recursos económicos para poder pagar nuestros cuidados vitales en nuestro domicilio. Si no tienes dinero no puedes seguir viviendo”.

Esto es una aberración. Jordi Sabaté aseguraba en Radio María que él tiene la suerte de que unos familiares le ayudan a pagar más de 6.000 euros al mes de las nóminas de las auxiliares de enfermería que le asisten las 24 horas. “De otro modo yo me habría visto obligado a morir antes de tiempo”, recalcaba.

"No hay libertad de elección"

Todo esto es para él “una atrocidad” y ya no por una mera cuestión religiosa sino por algo “puramente moral”. En su opinión, se debe “invertir todos los recursos para defender la vida, es decir, más inversión en investigación, tratamientos y cuidados. Y a día de hoy se ha aprobado una ley de la eutanasia sin tener ayudas para seguir viviendo. Es inhumano”.

Este enfermo de ELA afirmaba con total rotundidad que “para nada hay libertad de elección”.

“Si quieres escoger morir pides la eutanasia y listo, pero si eliges vivir y no tienes dinero la única alternativa que puedes elegir es la muerte. Con lo cual no podemos elegir con igualdad de condiciones. Por lo tanto no hay libertad”, añadía.

A través de las redes sociales, Jordi Sabaté se ha convertido en todo un referente en la lucha por las ayudas por los enfermos de ELA. Y los datos que ofrecía a Munilla eran estremecedores: “puedo decir por mi propia experiencia hablando con más de un centenar de enfermos de ELA que la gran mayoría si escogen la eutanasia es porque no tienen recursos económicos para afrontar el coste de la enfermedad”. Y esto es para él “un delito contra la vida”.

Una fe y esperanza ejemplares

Ante esta deriva en la que se encuentra España y gran parte de Occidente, este joven catalán indicaba que “en cuestión de unas décadas los valores que hemos adquirido a lo largo de cientos de años han ido en decadencia, por no decir que han caído en picado. Y no sólo me refiero a los valores cristianos, que es la esencia de España, Europa y Occidente, sino también valores de ética y moral. Se ha perdido mucha humanidad, amor y defensa de la vida, pero yo no pierdo la esperanza de que volvamos a ser una sociedad como Dios manda”.

Precisamente, lo que le sobra a Jordi Sabaté Pons es esperanza. Confesaba a Munilla que aunque cueste creerlo no tiene “días malos”. “Lo pasé sumamente mal al principio de la enfermedad. El terror, el pánico y la ansiedad que viví ya no existen en mi vida. Cuando tocas fondo hay una fuerza que te hace subir para arriba y a partir de ese momento sólo valoras las cosas positivas de la vida, que son muchas”.

Esta fuerza admirable además le viene de su fe. De este modo, reconocía en Radio María: “tengo fe en Cristo, Cristo está siempre con nosotros en los buenos y los malos momentos. Tener fe en Cristo me ayuda, pero lo que más me ayuda es el amor que siento por la vida y como Dios creó la vida, amar la vida es amar a Cristo”.

A la hora de despedirse de la audiencia Jordi quiso dejar un mensaje corto y claro: “jamás hay que perder la esperanza, ni una vez muerto”. Y se despidió con su gran sentido del humor: “Que Dios os bendiga. Besos y abrazos para todos con mis pestañas”.

Fuente: Religión en Libertad

sábado, 6 de diciembre de 2025



 Eutanasia en España: cuatro años, 1.300 muertos, indignidad

La ley de eutanasia perjudica a los más vulnerables y necesitados, sugiriéndoles que son una carga para los demás.

La ley de eutanasia perjudica a los más vulnerables y necesitados, sugiriéndoles que son una carga 

Han pasado cuatro años desde la aprobación de la Ley Orgánica 3/2021, de regulación de la eutanasia en España, una normativa que ha marcado un punto de inflexión en el debate ético, social y sanitario del país. Esta ley, presentada como un avance en la autonomía personal, ha generado y sigue provocando una profunda preocupación ya que supone una amenaza a la dignidad de los más vulnerables y una renuncia a la responsabilidad de garantizar una atención sanitaria adecuada.

La Ley de Eutanasia en España, aprobada sin debate social ni político que reflejara una demanda real de la ciudadanía, permite a las personas mayores de edad con enfermedades graves, crónicas e incapacitantes o con padecimientos incurables que causen un sufrimiento intolerable solicitar la “ayuda para morir”. Según el Ministerio de Sanidad, el proceso incluye un procedimiento deliberativo con el médico responsable, un segundo facultativo consultor y la aprobación de una Comisión de Garantía y Evaluación. Sin embargo, esta aparente rigurosidad no elimina los riesgos inherentes a la normativa.

En estos cuatro años, más de 1.300 personas han fallecido por eutanasia, según datos oficiales, una cifra que lamentamos profundamente, pues cada una de estas muertes representa una vida humana que merecía ser cuidada y acompañada, no eliminada. Esta celeridad en la aplicación de la ley contrasta con la falta de recursos para garantizar una atención digna a los más vulnerables, como los enfermos de ELA (esclerosis lateral amiotrófica) o personas con discapacidades severas.

La ley, en su afán de priorizar la autonomía individual, ignora que la verdadera libertad solo existe cuando se garantizan opciones reales. En realidad, los pacientes no eligen la eutanasia por una decisión plenamente autónoma, sino porque se sienten abandonados por un sistema sanitario que no les ofrece alternativas viables. Como señala la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (Secpal), solo el 40% de los pacientes que necesitan cuidados paliativos en España reciben una atención adecuada, dejando a más de 80.000 personas al año sin acceso a este recurso esencial. Esta carencia estructural convierte a la eutanasia en una "solución final y fácil”, pero profundamente injusta, que pone en riesgo a los más frágiles: ancianos, enfermos terminales y personas con discapacidades, quienes podrían percibir su vida como una carga para sus familias o la sociedad.

Uno de los mayores fracasos de la ley de eutanasia es su incapacidad para ir acompañada de una legislación robusta que garantice el acceso universal a los cuidados paliativos. Estos cuidados, que buscan aliviar el dolor físico y el sufrimiento emocional, son la verdadera respuesta a la dignidad en el final de la vida. Sin embargo, la falta de inversión en este ámbito es alarmante. Según Secpal, la cobertura de cuidados paliativos en España es desigual, con comunidades autónomas que carecen de recursos suficientes, lo que genera una brecha sanitaria que afecta especialmente a los más necesitados. 

Mientras el gobierno impulsó con rapidez la legalización de la eutanasia sin un debate social significativo, la prometida ley de cuidados paliativos sigue sin materializarse, dejando a los pacientes terminales con una única opción: la muerte.

Esta situación es particularmente dramática para los pacientes con ELA, una enfermedad neurodegenerativa que conlleva una progresiva pérdida de funciones físicas. En lugar de ofrecerles una atención integral que incluya soporte respiratorio, fisioterapia o apoyo psicológico, muchos de estos pacientes se ven abocados a solicitar la eutanasia. Como ha denunciado Jordi Sabaté, enfermo de ELA, en publicaciones recientes, "seguimos viéndonos obligados a pedir la eutanasia, queriendo vivir". 

Hace siete años que le diagnosticaron ELA, enfermedad mortal sin tratamiento hasta la fecha. Pero nada de esto le quita la alegría que desprende siempre.

Jordi Sabaté, enfermo de ELA, cuenta cómo le ofrecieron la eutanasia: «Me sentí atacado y rabioso»

La Ley ELA, aprobada con un presupuesto inicial de 260 millones de euros, solo ha destinado 10 millones hasta la fecha, una cifra insuficiente para garantizar una atención digna a estos pacientes. Este abandono refleja una sociedad que, en lugar de cuidar, opta por la solución más barata y expeditiva: la muerte.

Otro aspecto preocupante de estos cuatro años es el silencio casi absoluto de los medios de comunicación sobre las implicaciones éticas y sociales de la ley de eutanasia. Mientras los titulares celebran la normativa como un avance en los derechos individuales, apenas se profundiza en las historias de quienes, por falta de alternativas, se sienten presionados a elegir la muerte. Este silencio mediático refuerza una narrativa simplista que equipara la eutanasia con la libertad, ignorando las complejidades de un sistema sanitario que no protege adecuadamente a los más vulnerables. 

La falta de debate público sobre el déficit de cuidados paliativos o los riesgos de abuso en la aplicación de la eutanasia perpetúa una cultura del descarte, donde la vida de los enfermos se devalúa frente a criterios de utilidad o bienestar económico.

Frente a este panorama, los cristianos tenemos un papel crucial que desempeñar. La Iglesia católica, a través de documentos como los de la Conferencia Episcopal Española, ha reiterado que "no hay enfermos incuidables, aunque sean incurables". La dignidad humana no se mide por la ausencia de sufrimiento, sino por el valor intrínseco de cada persona, desde la concepción hasta la muerte natural. 

Los cristianos están llamados a ser "sembradores de esperanza", acogiendo, protegiendo y acompañando a los enfermos en sus momentos más difíciles. Esto implica alzar la voz contra una ley que, bajo el pretexto de la autonomía, abandona a los más vulnerables y promover una cultura de la vida que priorice el cuidado integral. Demandamos que la primera medida de un eventual nuevo gobierno que pueda resultar de unas elecciones debe ser la derogación de esta ley indigna, que atenta contra los derechos elementales de cualquier enfermo y traiciona el principio fundamental de proteger la vida.

Los católicos debemos trabajar para visibilizar este drama, organizándonos en asociaciones, foros y plataformas que denuncien la falta de asistencia y exijan una legislación que garantice cuidados paliativos de calidad para todos.  

En esta línea trabajan la Asamblea por la Vida (que reúne a varias asociaciones) o la Fundación Dignia, entre otros.

Es triste que, a diferencia de países como Italia, donde existen asociaciones de médicos católicos que defienden la ética médica desde una perspectiva cristiana, en España no contemos con una organización similar. La creación de una asociación de médicos católicos sería un paso fundamental para articular una respuesta profesional y ética frente a la eutanasia, ofreciendo un espacio donde los sanitarios puedan formarse y actuar conforme a los principios de la dignidad humana.

A los médicos, enfermeros y demás profesionales de la salud, hacemos un llamamiento urgente: no abandonen a sus pacientes. Los médicos nunca pueden convertirse en verdugos de los enfermos o discapacitados. La deontología médica, desde el juramento hipocrático hasta los códigos éticos modernos, establece que el fin de la medicina es curar, aliviar y acompañar, nunca provocar la muerte. 

La objeción de conciencia es un derecho reconocido, pero no basta con delegar la responsabilidad en otros. Cada sanitario debe comprometerse activamente en la defensa de la vida, promoviendo los cuidados paliativos y exigiendo al sistema sanitario los recursos necesarios para atender a los enfermos. Nadie debe pensar que "de esto se encargará otro". El abandono de los pacientes es un fracaso colectivo que deshumaniza la medicina y la sociedad.

Cuatro años después de la aprobación de la ley de eutanasia, España enfrenta un desafío ético y humano de enorme magnitud. Las más de 1.300 muertes por eutanasia son una tragedia que lamentamos profundamente, pues reflejan un sistema que, en lugar de cuidar, ofrece la muerte como solución. 

La aprobación de esta ley sin un debate social ni político profundo, el abandono de los cuidados paliativos, el silencio mediático y la falta de alternativas para los más vulnerables reflejan una sociedad que ha perdido de vista el verdadero significado de la dignidad. 

Frente a esta realidad, los cristianos, los católicos y los profesionales sanitarios están llamados a ser una voz profética que defienda el derecho a la vida, exija la derogación de esta ley indigna y promueva una atención digna para todos. Solo a través del compromiso activo y la solidaridad podremos construir una sociedad que no descarte a sus miembros más frágiles, sino que los acoja con amor y cuidado hasta el final.

Fuente:Religión en Libertad

Santo Evangelio 6 Diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Mt 9,35-10,1.6-8):

 En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies».

Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «Dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis».



«Rogad (...) al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies»


Rev. D. Xavier PAGÉS i Castañer

(Barcelona, España)

Hoy, cuando ya llevamos una semana dentro del itinerario de preparación para la celebración de la Navidad, ya hemos constatado que una de las virtudes que hemos de fomentar durante el Adviento es la esperanza. Pero no de una manera pasiva, como quien espera que pase el tren, sino una esperanza activa, que nos mueve a disponernos poniendo de nuestra parte todo lo que sea necesario para que Jesús pueda nacer de nuevo en nuestros corazones.

Pero hemos de tratar de no conformarnos sólo con lo que nosotros esperamos, sino —sobre todo— ir a descubrir qué es lo que Dios espera de nosotros. Como los doce, también nosotros estamos llamados a seguir sus caminos. Ojalá que hoy escuchemos la voz del Señor que —por medio del profeta Isaías— nos dice: «El camino es éste, síguelo» (Is 30,21, de la primera lectura de hoy). Siguiendo cada uno su camino, Dios espera de todos que con nuestra vida anunciemos «que el Reino de Dios está cerca» (Mt 10,7).

El Evangelio de hoy nos narra cómo, ante aquella multitud de gente, Jesús tuvo compasión y les dijo: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9,37-38). Él ha querido confiar en nosotros y quiere que en las muy diversas circunstancias respondamos a la vocación de convertirnos en apóstoles de nuestro mundo. La misión para la que Dios Padre ha enviado a su Hijo al mundo requiere de nosotros que seamos sus continuadores. En nuestros días también encontramos una multitud desorientada y desesperanzada, que tiene sed de la Buena Nueva de la Salvación que Cristo nos ha traído, de la que nosotros somos sus mensajeros. Es una misión confiada a todos. Conocedores de nuestras flaquezas y handicaps, apoyémonos en la oración constante y estemos contentos de llegar a ser así colaboradores del plan redentor que Cristo nos ha revelado.


viernes, 5 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 5 Diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Mt 9,27-31):

 Cuando Jesús se iba de allí, al pasar le siguieron dos ciegos gritando: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!». Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: «¿Creéis que puedo hacer eso?». Dícenle: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos diciendo: «Hágase en vosotros según vuestra fe». Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Mirad que nadie lo sepa!». Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca.+



«Jesús les dice: ‘¿Creéis que puedo hacer eso?’. Dícenle: ‘Sí, Señor’»


Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM

(Barcelona, España)

Hoy, en este primer viernes de Adviento, el Evangelio nos presenta tres personajes: Jesús en el centro de la escena, y dos ciegos que se le acercan llenos de fe y con el corazón esperanzado. Habían oído hablar de Él, de su ternura para con los enfermos y de su poder. Estos trazos le identificaban como el Mesías. ¿Quién mejor que Él podría hacerse cargo de su desgracia?

Los dos ciegos hacen piña y, en comunidad, se dirigen ambos hacia Jesús. Al unísono realizan una plegaria de petición al Enviado de Dios, al Mesías, a quien nombran con el título de “Hijo de David”. Quieren, con su plegaria, provocar la compasión de Jesús: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!» (Mt 9,27).

Jesús interpela su fe: «¿Creéis que puedo hacer eso?» (Mt 9,28). Si ellos se han acercado al Enviado de Dios es precisamente porque creen en Él. A una sola voz hacen una bella profesión de fe, respondiendo: «Sí, Señor» (Ibidem). Y Jesús concede la vista a aquellos que ya veían por la fe. En efecto, creer es ver con los ojos de nuestro interior.

Este tiempo de Adviento es el adecuado, también para nosotros, para buscar a Jesús con un gran deseo, como los dos ciegos, haciendo comunidad, haciendo Iglesia. Con la Iglesia proclamamos en el Espíritu Santo: «Ven, Señor Jesús» (cf. Ap 22,17-20). Jesús viene con su poder de abrir completamente los ojos de nuestro corazón, y hacer que veamos, que creamos. El Adviento es un tiempo fuerte de oración: tiempo para hacer plegaria de petición, y sobre todo, oración de profesión de fe. Tiempo de ver y de creer.

Recordemos las palabras del Principito: «Lo esencial sólo se ve con el corazón».


La carta con fe y denuncia que escribió una mujer con ELA antes de morir: un manual para la vida



 La carta con fe y denuncia que escribió una mujer con ELA antes de morir: un manual para la vida

María Angélica animó a las personas enfermas como ella a «dejarse amar por Dios»

María Angélica había reclamado a la Justicia italiana el derecho a un tratamiento.

La italiana María Angélica G., enferma de esclerosis múltiple y fallecida este lunes, representó a pacientes como ella ante el Tribunal Constitucional de Italia, reclamando el derecho a tener un tratamiento y a poder vivir.

En una carta llena de fe y de denuncia, María Angélica anima a tener esperanza, a seguir luchando y a buscar el fin último del sufrimiento, que no es otro que "encontrarse con el amor de Dios". El portal Avvenire cuenta su historia.

A continuación, compartimos la carta íntegra de María Angélica antes de morir: 

A ti, que sufres como yo, permíteme decirte unas palabras... Me llamo María. Tengo 57 años y llevo 35 con esclerosis múltiple. Mi vida no es exactamente lo que imaginaba. A pesar de ello, estoy viva y puedo contarte algunas cosas. 

Conozco la lucha de vivir una vida que no es independiente, que te lleva a donde no quieres ir, donde el día a día, a veces, se siente como un cuello de botella. Yo también he sufrido —mucho—, pero esto me impulsa a no rendirme ante mi situación y a reaccionar; me impulsa a moverme, haciendo que la gente que me rodea también se mueva. 

Los familiares no siempre son capaces de comprender la situación que atravesamos y afrontarla, porque también es dolorosa para ellos, y, a veces, la rechazan. No siempre tienes el amor que deseas a tu alrededor. Sin embargo, hay personas a las que debes acudir. Debes buscarlas con insistencia. Con tenacidad. 

Estas personas están dispuestas a echarte una mano. Si no tienes a nadie, puedes pedirle ayuda a tu párroco. Él nunca te negará su ayuda, independientemente de tus creencias. La presencia de amigos en tu vida es esencial, como lo son para mí, aún hoy, los amigos de la Comunidad de Sant'Egidio, quienes me ayudaron a escapar de una situación difícil y a disfrutar de la belleza de los días compartidos; y también de otros que conocí en el camino.

Juntos, podemos vivir momentos de convivencia despreocupada, donde la enfermedad se convierte en un recuerdo lejano: no te sientes una carga ni avergonzado; y también se dan oportunidades para una comunión y un compartir más profundos. 

Puedes experimentar momentos de gran liberación, y puedo dar fe de que de estos momentos pueden surgir cosas nuevas, como curaciones, tanto pequeñas como grandes.

Quiero hablarles de esto. Un día, una monja y un amigo laico me sugirieron el camino del perdón, porque quería sanar. No podía permitirme ignorarlos. Confié en ellos. Lo comencé y sigo haciéndolo y estoy experimentando sus beneficios, tanto internos como físicos. Ha sido una enorme sorpresa, porque no creía que esto pudiera suceder. 

Así, he dejado atrás mucho dolor. He aprendido a sufrir mejor y he empezado a sufrir menos: la carga de la enfermedad se ha aliviado. He elegido perdonar yendo a misa, porque en nuestra condición, ya no podemos permitirnos guardar rencor. Todo lo que sentimos "en contra" se vuelve en nuestra contra: el descontento de cómo son los demás; la tristeza por las cosas que no salieron como queríamos. 

Les pido ánimo. Acepten la ayuda del amor de Dios. La Eucaristía sana nuestros sentimientos, que son los que nos unen a la vida, la embellecen, le dan sentido. La ciencia médica y la biotecnología siempre hará más y mejor. 

Una tía mía murió de tuberculosis a los veinte años. Unos meses después, la penicilina, que podría haberla curado, estaba al alcance de todos. Siempre recuerdo este hecho, que me contó mi padre. Y este recuerdo me animó a perseverar ante las dificultades y a confiar siempre en la investigación. 

Con médicos expertos, incluso se logran avances. Otros médicos igual de concienzudos se hicieron responsables de mi supervivencia física cuando decidieron cambiarme a nutrición artificial para evitar que contrajera una neumonía por aspiración, que, sin duda, me llevaría directamente a la horca. 

Fue un gran dolor para mí, pero era mejor así. Me he acostumbrado y les estoy muy agradecidos, todas estas personas que se han tomado en serio nuestro futuro, de alguna manera, forman parte de la primera defensa vital de ese futuro. 

A través de ellos también recibimos la dosis de amor y fuerza que necesitamos cada día. Es cierto que sufrimos los impedimentos físicos causados por la enfermedad que nos llevan a depender de los demás. Pero la dependencia de los demás puede convertirse en una forma de estar juntos, creando un círculo de vida hermosa. 

El amor siempre es útil. Verás que las cosas cambiarán; y tú, que necesitas la ayuda de los demás, podrás dársela. El dolor de vivir ha entrado en nuestro hogar, pero el riesgo es que terminemos hablando solo de él. El dolor de vivir es un veneno oscuro que tiende a ocupar cada centímetro de tu vida. 

La ley de Eutanasia perjudica a los más vulnerables y necesitados, contribuyendo a que piensen que son una carga para los demás, en vez de personas con la misma dignidad que otros que exigen cuidados, no muerte.

Eutanasia en España: cuatro años, 1.300 muertos, indignidad

Al anticipar nuestra muerte, nos habremos librado de él, pero, también, nos habrá matado. Por eso, te ruego que hoy busques el antídoto contra el mal: es abrirnos a la gracia de Dios. Él reconocerá el código de nuestro corazón; podrá guiarnos hacia donde nuestras heridas puedan comenzar a sanar. 

Escribí estas palabras para ti en medio de mis obligaciones diarias, entre pequeños momentos de relajación. Surgen de lo más profundo de mi corazón, donde se acumula el sufrimiento. Donde la esperanza ha echado raíces.

Fuente: Religión en Libertad

jueves, 4 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 4 Diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Mt 7,21.24-27):

 En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».



«No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos»


Abbé Jean-Charles TISSOT

(Freiburg, Suiza)

Hoy, el Señor pronuncia estas palabras al final de su "sermón de la montaña" en el cual da un sentido nuevo y más profundo a los Mandamientos del Antiguo Testamento, las "palabras" de Dios a los hombres. Se expresa como Hijo de Dios, y como tal nos pide recibir lo que yo os digo, como palabras de suma importancia: palabras de vida eterna que deben ser puestas en práctica, y no sólo para ser escuchadas —con riesgo de olvidarlas o de contentarse con admirarlas o admirar a su autor— pero sin implicación personal.

«Edificar en la arena una casa» (cf. Mt 7,26) es una imagen para describir un comportamiento insensato, que no lleva a ningún resultado y acaba en el fracaso de una vida, después de un esfuerzo largo y penoso para construir algo. "Bene curris, sed extra viam", decía san Agustín: corres bien, pero fuera del trayecto homologado, podemos traducir. ¡Qué pena llegar sólo hasta ahí: el momento de la prueba, de las tempestades y de las crecidas que necesariamente contiene nuestra vida!

El Señor quiere enseñarnos a poner un fundamento sólido, cuyo cimiento proviene del esfuerzo por poner en práctica sus enseñanzas, viviéndolas cada día con pequeñas decisiones que procuraremos seguir. Nuestras resoluciones diarias de vivir la enseñanza del Cristo deben así acabar en resultados concretos, a falta de ser definitivos, pero de los cuales podamos obtener alegría y agradecimiento en el momento del examen de nuestra conciencia, por la noche. La alegría de haber obtenido una pequeña victoria sobre nosotros mismos es un entrenamiento para otras batallas, y la fuerza no nos faltará —con la gracia de Dios— para perseverar hasta el fin.

¡AY DE MÍ SI NO ANUNCIO EL EVANGELIO!

 


De las cartas de san Francisco Javier, presbítero, a san Ignacio

(Cartas 4 [1542]... y 5 [1544]: BAC 101, Cartas y escritos de san Francisco Javier, pp. 107-108. 115-116)

¡AY DE MÍ SI NO ANUNCIO EL EVANGELIO!


Venimos por lugares de cristianos que ahora habrá ocho años que se hicieron cristianos. En estos lugares no habitan portugueses, por ser la tierra muy estéril en extremo y paupérrima. Los cristianos de estos lugares, por no haber quien les enseñe en nuestra fe, no saben más de ella que decir que son cristianos. No tienen quien les diga misa, ni menos quien los enseñe el Credo, Pater nóster, Ave María, ni los mandamientos. En estos lugares, cuando llegaba, bautizaba a todos los muchachos que no eran bautizados; de manera que bauticé una grande multitud de infantes que no sabían distinguir la mano derecha de la izquierda. Cuando llegaba en los lugares, no me dejaban los muchachos ni rezar mi Oficio, ni comer, ni dormir, sino que los enseñase algunas oraciones. Entonces comencé a conocer por qué de los tales es el reino de los cielos. Como tan santa petición no podía sino impíamente negarla, comenzando por la confesión del Padre, Hijo y Espíritu Santo, por el Credo, Pater nóster, Ave María, así los enseñaba. Conocí en ellos grandes ingenios; y, si hubiese quien los enseñase en la santa fe, tengo por muy cierto que serían buenos cristianos. Muchos cristianos se dejan de hacer, en estas partes, por no haber personas que en tan pías y santas cosas se ocupen. Muchas veces me mueven pensamientos de ir a los estudios de esas partes, dando voces, como hombre que tiene perdido el juicio, y principalmente a la universidad de París, diciendo en Sorbona a los que tienen más letras que voluntad, para disponerse a fructificar con ellas: «¡Cuántas ánimas dejan de ir a la gloria y van al infierno por la negligencia de ellos!». Y así como van estudiando en letras, si estudiasen en la cuenta que Dios, nuestro Señor, les demandará de ellas, y del talento que les tiene dado, muchos de ellos se moverían, tomando medios y ejercicios espirituales para conocer y sentir dentro de sus ánimas la voluntad divina, conformándose más con ella que con sus propias afecciones, diciendo: «Aquí estoy, Señor, ¿qué debo hacer? Envíame adonde quieras; y, si conviene, aun a los indios.»

El Papa pide en Sicilia no ceder a la tentación de la mafia pues es «camino a la muerte»


 El Papa pide en Sicilia no ceder a la tentación de la mafia pues es «camino a la muerte»

Benedicto XVI en Palermo

La mafia es "un camino a la muerte, incompatible con el Evangelio", dijo hoy el Papa Benedicto XVI a los jóvenes en Palermo, Sicilia, sur de Italia.

"No cedan a las sugerencias de la mafia, que es un camino a la muerte, incompatible con el Evangelio, como tantas veces vuestros obispos lo han dicho", declaró el Papa en un acto celebrado en la plaza Politeama de la capital de la región siciliana.

El Papa utilizó la metáfora del árbol que crece en la raíz del "bien" para ahondar en un mensaje contra el crimen organizado que surgió en el siglo XIX en Sicilia.

El ejemplo de Chiara Badano

"Sean árboles que crecen con sus raíces en el río del bien", instó Benedicto XVI, quién llamó además a "no tener miedo de contrastar el mal", poniendo de ejemplo a Chiara Badano, recientemente beatificada, y a Rosario Livatino, juez asesinado en 1990 a los 38 años por la mafia.

"Juntos serán como un bosque que crece, tal vez silencioso, pero capaz de dar frutos y renovar de modo profundo vuestra tierra", afirmó el Papa.

Sobre la muerte de algunos jóvenes muertos en forma prematura en la fe, el Santo Padre sostuvo que "a menudo su acción no es noticia, porque el mal hace más ruido, pero son la fuerza, el futuro de Sicilia".

Benedicto XVI destacó el rol fundamental de la familia, "no solo por una tradición justa y muy sentida por los sicilianos".

"Conozco vuestras dificultades, que son las dificultades de los jóvenes y las familias de hoy, en particular en el sur de Italia", destacó.

Fuente: Religión en libertad

miércoles, 3 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 3 Diciembre 2025



 Texto del Evangelio (Mt 15,29-37):

 En aquel tiempo, pasando de allí, Jesús vino junto al mar de Galilea; subió al monte y se sentó allí. Y se le acercó mucha gente trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros muchos; los pusieron a sus pies, y Él los curó. De suerte que la gente quedó maravillada al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban curados, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaron al Dios de Israel.

Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino». Le dicen los discípulos: «¿Cómo hacernos en un desierto con pan suficiente para saciar a una multitud tan grande?». Díceles Jesús: «¿Cuántos panes tenéis?». Ellos dijeron: «Siete, y unos pocos pececillos». El mandó a la gente acomodarse en el suelo. Tomó luego los siete panes y los peces y, dando gracias, los partió e iba dándolos a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y de los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas.



«‘¿Cuántos panes tenéis?’. Ellos dijeron: ‘Siete, y unos pocos pececillos’»


Rev. D. Joan COSTA i Bou

(Barcelona, España)

Hoy contemplamos en el Evangelio la multiplicación de los panes y peces. Mucha gente —comenta el evangelista Mateo— «se le acercó» (Mt 15,30) al Señor. Hombres y mujeres que necesitan de Cristo, ciegos, cojos y enfermos de todo tipo, así como otros que los acompañan. Todos nosotros también tenemos necesidad de Cristo, de su ternura, de su perdón, de su luz, de su misericordia... En Él se encuentra la plenitud de lo humano.

El Evangelio de hoy nos hace caer en la cuenta, a la vez, de la necesidad de hombres que conduzcan a otros hacia Jesucristo. Los que llevan a los enfermos a Jesús para que los cure son imagen de todos aquellos que saben que el acto más grande de caridad para con el prójimo es acercarlo a Cristo, fuente de toda Vida. La vida de fe exige, pues, la santidad y el apostolado.

San Pablo exhorta a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús (cf. Fl 2,5). Nuestro relato muestra cómo es el corazón: «Siento compasión de la gente» (Mt 15,32). No puede dejarlos porque están hambrientos y fatigados. Cristo busca al hombre en toda necesidad y se hace el encontradizo. ¡Cuán bueno es el Señor con nosotros!; y ¡cuán importantes somos las personas a sus ojos! Sólo con pensarlo se dilata el corazón humano lleno de agradecimiento, admiración y deseo sincero de conversión.

Este Dios hecho hombre, que todo lo puede y que nos ama apasionadamente, y a quien necesitamos en todo y para todo —«sin mi no podéis nada» (Jn 15,5)— necesita, paradójicamente, también de nosotros: éste es el significado de los siete panes y los pocos peces que usará para alimentar a una multitud del pueblo. Si nos diéramos cuenta de cómo Jesús se apoya en nosotros, y del valor que tiene todo lo que hacemos para Él, por pequeño que sea, nos esforzaríamos más y más en corresponderle con todo nuestro ser.


Calafato, el capo de la «Stidda» que mandó aniquilar al beato Livatino: «Él me impulsó a cambiar»

 


Calafato, el capo de la «Stidda» que mandó aniquilar al beato Livatino: «Él me impulsó a cambiar»

Rosario Livatino, el azote de la mafia siciliana, era conocido por los delincuentes como 

Durante casi toda la década de los 80, el juez Rosario Livatino fue uno los mayores perseguidores de la mafia siciliana. Su labor en la Italia de la “Mattanza” o segunda guerra de la mafia tuvo consecuencias, cuando el 21 de septiembre de 1990 fue sorprendido por un grupo de sicarios de los “Stidda” y brutalmente asesinado. Salvatore Calafato, autor intelectual del crimen, terminaría admitiendo en prisión que conocer la obra de su víctima, el "juez beato", cambiarían su vida por completo.

Aquel día comenzó con normalidad para Livatino, que en menos de dos semanas cumpliría 38 años. A bordo de su Ford Fiesta rojo, se dirigía al juzgado por su ruta habitual, la SS 640, en esta ocasión sin guardaespaldas. En el kilómetro 10, el juez fue embestido, siendo sorprendido por un comando de cuatro sicarios de la Stidda distribuidos en una moto y bloqueado por un Fiat Punto. Después de los primeros disparos, intentó escapar hacia el acantilado, pero uno de los asesinos lo alcanzó y lo remato con siete tiros.

Livatino, el «incorrupto» juez siciliano ante el que han desfilado miles de fieles estos días

"Santocchio", el azote incansable que amaba al juzgado

Así es como recuerda la organización Antimafia Dosmil el acto final de la vida de un servidor del Estado, masacrado en medio de la nada, en el árido campo a finales del verano. En ese lugar, hay hoy un monumento, rodeado de maleza y aislado de la nueva ruta Caltanissetta-Agrigento, que conmemora su martirio. 

Según la sentencia que condenó a los sicarios y actores intelectuales a cadena perpetua, Livatino fue "asesinado por perseguir a las bandas mafiosas impidiendo su actividad delictiva, donde se habría exigido un trato laxo, es decir, una gestión judicial si no complaciente, al menos, aunque inconscientemente, débil, que es la no poco frecuente que ha permitido la proliferación, fortalecimiento y expansión de la mafia". Su dureza contra el crimen no sería, sin embargo, obstáculo para que mostrase un denodado “amor por la persona juzgada”, lo que hizo ser conocido entre los mafiosos con el apodo de “santocchio” u “hombre santo”.

Años después, el 9 de mayo de 2021, Livatino fue beatificado y declarado mártir por odio a la fe, despertando un reguero de testimonios, arrepentimientos y conversiones que llegarían hasta sus mismos asesinos.

Retrato del juez italiano Rosario Livatino empleado durante su beatificación.

El juez Rosario Livatino ya es beato: se enfrentó solo contra la mafia y lo pagó con el martirio

Calafato, fundador de la Stidda, verdugo arrepentido

Uno de ellos fue Salvatore Calafato, principal instigador, autor intelectual del crimen contra Livatino y cofundador de la Stidda junto con Giuseppe Croce Benvenuto, la principal rival de la Cosa Nostra.

Tras ser condenado a cadena perpetua en 1993 y 15 años bajo el régimen penitenciario 41-bis, Calafato fue trasladado a la prisión de Opera (Milán) y en 2019 obtuvo su primera libertad condicional, seguida en 2023 por la concesión de semilibertad, gracias a la cual va a trabajar cada mañana y regresa a prisión por la tarde.

Fue precisamente en prisión, tras conocer la historia, vida y obra de Livatino, cuando Calafato comenzó a mostrar signos de arrepentimiento que se extendieron durante años hasta el día de hoy, cuando a sus 58 años afirma: “Su humanidad agravó el dolor de mis fechorías y me impulsó a cambiar”. 

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La mafia, un modo de vida

El otrora dirigente mafioso, hoy un preso arrepentido, recuerda que desde su detención en 1993 no ha habido momento que no reviva mentalmente “los hechos sangrientos” por él orquestados. El asesinato del juez especialmente, “pero también los otros crímenes que cometí tras entrar en la lógica de la mafia y haberla convertido en una norma de vida a la que todo debía subordinarse”, se recoge en una nota publicada recientemente por Avvenire.

El arrepentimiento de Calafato le llevó, entre otras medidas, a dirigirse a sus víctimas y sus seres queridos por escrito.

“El dolor que siento por haber causado la muerte del magistrado es el mismo dolor que siento por todas mis víctimas y sus familias”, escribió. “Durante mucho tiempo, mi ciudad, Palma di Montechiaro, fue el escenario donde el crimen organizado desplegó su poder y brutalidad, y yo fui protagonista. Desperdicié los años de mi juventud, causé mucho daño a otros y a mí mismo. Hace años, pedí disculpas públicas en una carta a las familias de las víctimas, al alcalde y a mis conciudadanos, aunque entiendo que esto… No fue suficiente para reparar el daño causado”.

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La huella imborrable de un hombre de luz, fe y justicia

La toma póstuma de contacto entre víctima y verdugo fue durante la estancia de Calafato en la prisión de máxima seguridad de Pianosa, cuando conoció los escritos de Livatino y admitió descubrir en él “una figura luminosa, un hombre de fe y un servidor de la justicia”.

Un episodio concreto dejaría en el prisionero “una huella imborrable”.

El 15 de agosto, relata, “fue personalmente a entregar la orden de liberación de un recluso, y a quienes se mostraron sorprendidos, les dijo que dentro de la prisión había un hombre que no debía quedarse ni un minuto más, porque la libertad personal prevalece sobre todo lo demás. Descubrir la humanidad de Livatino agudizó aún más el dolor por mis fechorías, pero también alimentó mi arrepentimiento. Hoy me siento como una persona diferente”.

Conocer a su víctima cambió por completo a Calafato, que a día de hoy realiza voluntariado una vez a la semana con el objetivo, dice, “de ser útil a la sociedad y devolver al menos una pequeña parte del bien que he obtenido con mi comportamiento". Mientras, se da cuenta de cómo ha dado los primeros pasos hacia un proceso de justicia restaurativa, esperando algún día ser candidato para la libertad condicional y volver a vivir con su familia.

Un proceso en el que no solo ha encontrado redención personal, sino también una reconexión con la fe a través de la oración, su relación con el capellán de Opera, sus frecuentes visitas a la capilla y su amistad con otros voluntarios, a quienes considera “pequeños-grandes signos de la misericordia que Dios quiso mostrarme, una misericordia que encontró su rostro más brillante en Rosario Livatino”.

El Papa pide en Sicilia no ceder a la tentación de la mafia pues es «camino a la muerte»

Fuente: Religión en Libertad

martes, 2 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 2 Diciembre 2025



 Texto del Evangelio (Lc 10,21-24):

 En aquel momento, Jesús se llenó de gozo en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».



«Te bendigo, Padre»


Abbé Jean GOTTIGNY

(Bruxelles, Bélgica)

Hoy leemos un extracto del capítulo 10 del Evangelio según san Lucas. El Señor ha enviado a setenta y dos discípulos a los lugares adonde Él mismo ha de ir. Y regresan exultantes. Oyéndoles contar sus hechos y gestas, «Jesús se llenó del gozo del Espíritu Santo y dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra’» (Lc 10,21).

La gratitud es una de las facetas de la humildad. El arrogante considera que no debe nada a nadie. Pero para estar agradecido, primero, hay que ser capaz de descubrir nuestra pequeñez. “Gracias” es una de las primeras palabras que enseñamos a los niños. «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños» (Lc 10,21).

Benedicto XVI, al hablar de la actitud de adoración, afirma que ella presupone un «reconocimiento de la presencia de Dios, Creador y Señor del universo. Es un reconocimiento lleno de gratitud, que brota desde lo más hondo del corazón y abarca todo el ser, porque el hombre sólo puede realizarse plenamente a sí mismo adorando y amando a Dios por encima de todas las cosas».

Un alma sensible experimenta la necesidad de manifestar su reconocimiento. Es lo único que los hombres podemos hacer para responder a los favores divinos. «¿Qué tienes que no hayas recibido?» (1Cor 4,7). Desde luego, nos hace falta «dar gracias a Dios Padre, a través de su Hijo, en el Espíritu Santo; con la gran misericordia con la que nos ha amado, ha sentido lástima por nosotros, y cuando estábamos muertos por nuestros pecados, nos ha hecho revivir con Cristo para que seamos en Él una nueva creación» (San León Magno).


Asi es como Dios ha cambiado toda mi vida...René zz

 


René Ponte, más conocido como René ZZ es un youtuber gallego, de 30 años y converso al catolicismo, que crece cada día como la espuma en el número de suscriptores de su canal de YouTube (tiene ahora casi dos millones), gracias, sobre todo, a las entrevistas que hace a gente variada e interesante. 

Aunque empezó con contenido sobre tatuajes, hoy René se arrepiente de ello, y, siempre que puede, habla de la gran importancia que tuvo el encuentro con Dios en su vida. 

Recientemente ha publicado un vídeo en el que cuenta su testimonio de conversión. Con el título "Así conocí a Dios. Mi testimonio", el comunicador cuenta cómo un día tuvo un sueño muy especial, que "no tiene nada que ver con ningún otro sueño que yo haya tenido anteriormente".

Aquel compañero de clase

"Yo me crié en una familia no atea, tampoco agnóstica, creyente, pero a su manera (...). De vez en cuando se hacían referencias al niño Jesús, a ir a la iglesia un domingo, a hacer la comunión, a rezarle a Dios (...). A los 13 años tuve una experiencia con un compañero de clase (...), me empezó a decir, 'Dios no existe por esto, por lo otro...'", relata René ZZ.

"Y yo me fui destrozado ese día a casa, le di un par de vueltas y llegué a ese punto en el que están algunos ateos. De decir, 'vale, pues debe ser que Dios no existe porque, sí, realmente le rezo y no ocurre nada'. Tampoco me han explicado exactamente qué es y no parece que sea algo que vaya a descubrir por mucho que me esfuerce", comenta que se decía de niño.

Hasta que a los 26 años se mudó a Finlandia. "Allí empecé a hacer vídeos. Me tranquilicé, me puse en forma, empecé a leer sobre psicología, sobre antropología, sobre neurociencia. Leía mucho sobre Jordan Peterson, que evidentemente mi conversión al cristianismo tiene algo que ver con él y negarlo sería mentir", reconoce.

Si ellos llegaron, yo también

El ejemplo de estas personas sabias despertó algo en él. "Yo dije, 'vale, toda esta gente es mucho más inteligente que yo, sabe muchísimo más que yo'. Y la gran mayoría de ellos han llegado a la conclusión de que Dios existe. A mí eso me fascinaba".

"Si hay gente que ha estudiado el mundo entero y acaba llegando a la conclusión de que Dios existe, quizás debería ponerlo en una lista de prioridades", se dijo.

René ZZ ha cambiado la temática de su canal: de tatuajes a temas de fe.X

Para entonces, René ZZ ya se preguntaba, ¿qué puedo hacer? "No puedo estudiar todas las religiones a la vez, ni quiero, porque hay muchas. ¿Cuál es la mía? El cristianismo. ¿Cuál es la más interesante, según lo poco que sé? El cristianismo. ¿Cuál es la que me llama? El cristianismo. Pues no voy ni a leerme el Corán, ni a leerme la Torá. Me pillo una Biblia y me la voy leyendo", recuerda en el vídeo.

Una idea que le trajo sus más y sus menos. "Siempre recordaré la mirada de mi exnovia cuando recibí una Biblia en casa. Me miró con cara de... una mezcla entre decepción y escepticismo. No la culpo por ello, pero me sentó bastante mal. Yo solo soy un hombre en busca de respuestas desde que tengo uso de razón. Me pillé la Biblia y no le hice mucho caso", confiesa el comunicador.

Un sueño transformador 

Tras comenzar a formarse, vino el sueño que lo cambió todo. "Yo estaba en un momento bueno de mi vida, Y una noche tuve un sueño, un sueño que no tiene nada que ver con ningún otro sueño que yo haya tenido anteriormente", cuenta.

"Este sueño era muy sencillo. Soñé que Dios me amaba y era la mejor sensación que he sentido nunca. Sentía un placer, una serenidad, una tranquilidad y un bienestar que es imposible de traer al mundo terrenal".

"Era lo más puro que había sentido y sabía que era Dios el que me lo estaba dando. Yo levitaba, flotaba, no sabía si estaba de pie, tumbado, boca abajo, buceando, en el espacio, en el cosmos. Simplemente sentía algo que no puedo describir ni sentir en el plano terrenal".

A partir del sueño, René comenzó a verse a sí mismo con otra mirada. "Cuando sabes que Dios existe, es cuestión de tiempo que tengas que abandonar muchas partes de ti, para vaciarte y dejar que Dios tome el control. Y eso da miedo, qué locura. Imagínate decidir un día que vas a estar dispuesto a abandonar muchas de las cosas que han ido acompañándote contigo a lo largo de esta vida y que de alguna manera le dan forma a tu identidad".


También se señala que es necesario cuidar adecuadamente el uniforme oficial, el cual no podrá usarse fuera del horario laboral. Se indica que realizar tareas con ropa sucia o descuidada puede dar lugar a las sanciones correspondientes.

Ni tatuajes ni piercings ni casado «solo por lo civil»: nuevos requisitos para trabajar en San Pedro

"Me desperté, lo apunté, lo tengo apuntado en una de mis libretas y dije, 'bueno, ya veré qué hago con esto. Hasta que un día, me acuerdo, miré por la por el balcón, y dije, 'Dios existe y me ha hablado. No me lo puedo creer'. Empecé a profundizar más en Él. Eso fue hace 5 años y mi proceso de conversión fue muy progresivo. Fui poquito a poco metiéndome, tirando de la cuerda, adentrándome". 

La vida comienza a cambiar

"Poco a poco fui haciéndome a la idea de que yo ya podía vivir tranquilo, en el sentido de que sabía que Dios existía y eso lo cambia todo. Aún no sé que es Dios, aún no sé por qué quiere ayudarme y aún no sé cómo puede ayudarme, pero ya sé que existe. ¿A dónde me llevó? A empezar a verme a mí mismo desde los ojos de Dios", confiesa René ZZ.

"Con este sueño empecé a creer por fe y por haber conocido a Dios, no por creer en Él. Yo digo creer en Él, pero yo Lo conocí. En ese sueño Lo conocí y estoy seguro. Mi fe ganó perspectiva, textura y profundidad, y dije, '¿y si le hago caso a esa persona que conozco, a esa persona que se ha presentado ante mí?, vale, voy a hacerle caso'". 

"Y empecé a iniciar ese acto de humildad, 'me creo que soy la bomba en muchos aspectos, pero voy a tener la humildad suficiente y dejar la arrogancia a un lado para darme cuenta de que en realidad soy un gusano, de que en realidad soy un pecador, de que en realidad he sido mal hijo, mal amigo...".

Ahora, desde que cree es mucho más feliz. "Mi vida ha mejorado muchísimo, estoy mucho más tranquilo, me va todo mucho mejor, he arreglado la relación con mi madre (...). Estoy rechazando toda la tentación que puedo, de cosas que me apetecería hacer, cosas que he echo de menos o cosas que estaba tan acostumbrado a hacer que genuinamente me cuesta no hacerlas", comenta el creador de contenidos.

Intensa vida de fe

"He empezado a abrazar la oración. Rezo por las noches, por las mañanas, agradezco el día a Dios. Estoy muy a menudo pensando en Él, cada vez más. Estoy yendo a la iglesia todos los domingos desde hace cuatro o cinco meses. Al principio era una obligación que me auto impuse, me sentía raro. Luego empecé a sentirme un poco bien y después llegó el punto en el que me hace ilusión la noche anterior saber que al día siguiente me voy a despertar para ir a misa".

Puedes escuchar el testimonio completo aquí.

Fuente: Religión en Libertad

"He probado de todo en la vida, pero no ha sido hasta que Dios apareció en mi vida y me dijo, 'gracias por el esfuerzo, pero no estabas enfocando bien. Soy yo. Ven aquí'. Y me dio ese abrazo en ese sueño, donde sentí algo que solo podía ser Dios".

"Y, ahora, no os digo que esté perfecto, pero duermo tranquilo por las noches. Quiero a mi madre de la manera más sincera en la que lo he hecho nunca. Valoro a mis amigos más que nunca. Empiezo a entender el perdón y empiezo a estar tranquilo hasta el punto en el que ya he llegado a la conclusión de que estoy dispuesto a morir por Dios. Y una vez estás dispuesto a morir por lo más grande que existe, todo lo demás es un regalo", concluye René ZZ.


lunes, 1 de diciembre de 2025

Evangelio 1 Diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Mt 8,5-11):

 En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos». Dícele Jesús: «Yo iré a curarle». Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace».

Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos».



«Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande»


Rev. D. Joaquim MESEGUER García

(Rubí, Barcelona, España)

Hoy, Cafarnaúm es nuestra ciudad y nuestro pueblo, donde hay personas enfermas, conocidas unas, anónimas otras, frecuentemente olvidadas a causa del ritmo frenético que caracteriza a la vida actual: cargados de trabajo, vamos corriendo sin parar y sin pensar en aquellos que, por razón de su enfermedad o de otra circunstancia, quedan al margen y no pueden seguir este ritmo. Sin embargo, Jesús nos dirá un día: «Cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40). El gran pensador Blaise Pascal recoge esta idea cuando afirma que «Jesucristo, en sus fieles, se encuentra en la agonía de Getsemaní hasta el final de los tiempos».

El centurión de Cafarnaúm no se olvida de su criado postrado en el lecho, porque lo ama. A pesar de ser más poderoso y de tener más autoridad que su siervo, el centurión agradece todos sus años de servicio y le tiene un gran aprecio. Por esto, movido por el amor, se dirige a Jesús, y en la presencia del Salvador hace una extraordinaria confesión de fe, recogida por la liturgia Eucarística: «Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa: di una sola palabra y mi criado quedará curado» (cf. Mt 8,8). Esta confesión se fundamenta en la esperanza; brota de la confianza puesta en Jesucristo, y a la vez también de su sentimiento de indignidad personal, que le ayuda a reconocer su propia pobreza.

Sólo nos podemos acercar a Jesucristo con una actitud humilde, como la del centurión. Así podremos vivir la esperanza del Adviento: esperanza de salvación y de vida, de reconciliación y de paz. Solamente puede esperar aquel que reconoce su pobreza y es capaz de darse cuenta de que el sentido de su vida no está en él mismo, sino en Dios, poniéndose en las manos del Señor. Acerquémonos con confianza a Cristo y, a la vez, hagamos nuestra la oración del centurión.