Cambió la fe por el odio a Dios y la marihuana… hoy es seminarista: «Sin Dios no vale la pena vivir»
Davide, seminarista de los Siervos del Hogar de la Madre gracias a CARF.
Tras una infancia educado en el amor por la fe, Davide decidió cambiar a Dios por la fiesta, las drogas e incluso el odio y la rabia: gracias a CARF y el Hogar de la Madre, hoy ha recuperado su vida de fe y se prepara para ser sacerdote.
Nacido en Brescia en 1999, Davide guarda en su memoria una bonita infancia educado en la fe. La catequesis, la Misa dominical a la que acudía como monaguillo y los abundantes ratos de ocio en la parroquia son solo algunos de los buenos recuerdos de su niñez e infancia.
Cuando tenía 14 años, su madre comenzó a asistir a unos encuentros organizados por las Siervas del Hogar de la Madre, de los que recuerda abundantes testimonios de conversión. El clima espiritual de su hogar empezó a crecer, también en él mismo cuando los encuentros se abrieron a jóvenes.
Sin embargo, desde los 15 años, Davide vivió con la alegría y la paz de Dios tirando de un brazo y el frenesí del mundo, las drogas y la fiesta del otro. Y al principio, escogió seguir las propuestas de este último, dejándose llevar por algunos de sus compañeros de clase, empezando a albergar odio y rechazo a Dios y a la Virgen y viendo como su rendimiento académico se desplomaba.
"Empecé a blasfemar y a no ir a Misa los domingos sin que se enterasen mis padres. Llegue a mediados de marzo con 6 de 11 asignaturas suspendidas. Pasé de ser un chico alegre y despreocupado a experimentar una profunda tristeza y amargura, que se convertía fácilmente en ira. Una ira que a menudo descargaba contra las personas que más me querían: mis padres", cuenta a CARF.
Entusiasmado por la fe en el Hogar de la Madre
Su familia, sin embargo, no le dio por perdido. En 2015 le invitaron a pasar una temporada a España junto a los Siervos del Hogar de la Madre, lo que aceptó para poder hacer algo mejor en verano que limitarse a estudiar para recuperar asignaturas.
"Me encontré viviendo en una casa con 7 religiosos, y puedo asegurar que no fue fácil: estaba en un país extranjero, cuyo idioma desconocía, ajeno a su forma de vida, no apreciaba la comida y en los ratos de oración aprovechaba para dormirme o pensar en las musarañas", recuerda.
Fue así como redescubrió lo que en otro momento había protagonizado su vida y volvió a apreciar la misa, acudir a horas santas cada día, rezar el rosario a la Virgen o disfrutar de la vida junto a la comunidad.
Al volver a vivir en gracia, recuerda, "regresaron a mi corazón la paz, la serenidad y el entusiasmo. Etimológicamente, entusiasmo significa `vivir en Dios´. Abriéndome al Señor y a Nuestra Madre, empecé a sentirme cada vez más atraído por esta forma de vivir. El precio de lo que tenía que dejar me parecía menos importante que lo que estaba adquiriendo".
Vuelta a la vida real: hachís, marihuana, vicios y placer
Pero tras cuatro meses en una especie de oasis de fe, Davide regresó a la vida real y cotidiana, con todas sus amenazas.
"Cometí el error de creer que podía vivir como el Señor quería, pero sin el Señor. No entendí lo que Jesús nos recuerda en el Evangelio, que sin Él no podemos hacer nada. Así fue como emprendí un camino que volvió a alejarme de Dios", agrega.
Alejado nuevamente de la gracia, de la fe y la oración, con 17 años se entregó al hachís y a la marihuana, creyendo encontrar en ellos la alegría que siempre había querido experimentar y que una vez había encontrado en la piedad.
Pero lo que empezó como una forma esporádica de diversión tornó rápidamente en una necesidad y con 18 años ya "vivía esperando el fin de semana para poder divertirme".
Aunque nunca abandonó por completo la comunidad y los encuentros del Hogar de la Madre y sabía que su alma deseaba realizarse como en su primera juventud, a través de la oración, Davide situó el placer como la cima de su escala de prioridades.
Las notas volvieron a bajar, la relación con sus padres empeoró, y buscando ordenar su vida, su familia le envió a trabajar como obrero a una fábrica, pensando que quizá así terminaría de madurar. Tras regresar al colegio y graduarse de Secundaria, el verano de 2020 ya estaba trabajando.
Davide con sus compañeros de fábrica.
Con el trabajo, los padres de Davide (el quinto de arriba, desde la derecha) querían que el orden llegase a su vida, pero él dedicaba los ingresos a una vida de vicio, buscando una felicidad que solo le podía dar la fe.
"Me gustaba el trabajo y había buen ambiente entre los compañeros. Tenía todo lo que había deseado durante años: dinero para mis vicios y libertad de movimientos y horarios. Sin embargo, había algo que me dejaba insatisfecho. Constantemente tenía la sensación de que me faltaba algo, y este pensamiento se volvía cada vez más molesto. No me dejaba tranquilo", recuerda.
Solo en Él hay alegría y esperanza"
Entre la diversión, los "vicios" y una profunda insatisfacción, Davide decidió tomar una decisión, la que sería "la más importante" de su vida: "Abrí mi corazón a Jesús. Así comencé un camino de discernimiento con un sacerdote que conocía desde hacía años. Mi prioridad pasó entonces a volver a relacionarme con Dios y con Nuestra Madre: retomé la Misa diaria, la oración personal -especialmente el Rosario-, y la lectura de libros que pudieran ayudarme a crecer espiritualmente".
Pronto supo que lo que podía ser un día cualquiera era realmente un 11 de abril día de la Divina Misericordia, devoción a la que pronto añadió tintes marianos gracias a uno de esos textos que más le influyeron, El Tratado de la Verdadera Devoción a María de san Luis María Grignion de Monfort.
"También tuvo mucha influencia en mi conversión la vida y vocación de la hermana Clare Crocket, de los Siervos, y los videos vocacionales y para jóvenes de nuestra televisión HM TV, de la Fundación EUK Mamie. Este cambio me permitió describir lo que Dios quería para mi vida: ser Siervo del Hogar de la Madre".
Así, el 2 de octubre de 2021, con 21 años, Davide entró como postulante en los Siervos. Ahora es novicio de los Siervos del Hogar de la Madre y se prepara para ser sacerdote mientras estudia gracias a la Fundación CARF.
"Ahora cada día experimento una alegría y una exultación en el Espíritu inconmensurables. Es casi imposible encontrar las palabras adecuadas. Este es mi testimonio de conversión. No es un camino fácil, pero es feliz. Sólo puedo aconsejar a todos que nunca dejen a Dios fuera de sus planes. Sólo en Él hay alegría y esperanza. Una vida sin Dios es una vida que no vale la pena vivir", concluye.
Pinchando en este enlace puedes hacer que CARF siga ayudando a otros sacerdotes y seminaristas como Davide a completar los estudios necesarios para cumplir su vocación.
Fuente: Religión en Libertad
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