Nació la séptima en la China del «hijo único», sobrevivió, su madre la encomendó a Dios y es monja
Martina fue el séptimo hijo de la familia, y sobrevivió a la política del "hijo único"
La hermana Martina Hou es fruto de la profunda fe de una familia católica que se lo jugó todo por Dios, hasta casi dar la vida por Él. Esta joven religiosa de origen chino es profesora en Brooklyn, en el corazón de Nueva York, aunque en realidad nació en plena China comunista.
Zhang, la madre de Martina, tuvo que ocultar en 1982 todo el embarazo hasta que finalmente nació su hija. La familia vivía en Dingzhou, una ciudad cercana a Pekín, en un momento en el que en la dictadura china había impuesto poco antes la política del “hijo único” y vigilaba para que no nacieran más hijos que los que establecía el Estado.
Sus padres, Wen Tian y Zhang, tenían ya seis hijos pues formaban una familia católica fuertemente convencida de su fe. Pero estaban aterrorizados por el hecho de que las autoridades obligaran a Zhang a abortar si descubrían que estaba nuevamente embarazada.
“Mi madre es muy religiosa. Aguantó durante nueve meses. Rezó durante todo este proceso. Dios escuchó sus oraciones y nací yo”, cuenta la hermana Martina en The Tablet.
Desde el propio embarazo sus padres la vieron como una elegida por Dios para una misión especial, sobre todo por las circunstancias tan complicadas en las que nació.
Martina Hou, con su mare, Zhang, que siempre puso a Dios lo primero en su vida.
De hecho, recuerda que su familia le dijo que cuando era una bebé la primera palabra que pronunció no fue ni “mamá” ni “papá” sino “Dios”.
Su madre, que también se sentía bendecida por haber tenido a Martina, expresó siempre su gran deseo de que su hija se convirtiera en monja, lo que parece haber escuchado Dios. “Mi madre solía decir: ‘esta niña es una hija de dios y debe pertenecer a Dios’. Cuando era pequeña, mi madre dijo que lo mejor para mí sería ser monja. Según ella, la mejor forma de trabajo es servir a los pobres y decirle a la gente que Dios es amor”, agrega la ahora religiosa de las Hermanitas de Santa Teresa del Niño Jesús.
En el año 2000 fue aceptada como novicia en esta congregación y en 2008 hizo los votos perpetuos. Aunque este proceso fue mucho más complicado de lo que jamás hubiera imaginado.
En un retiro de 14 días que realizó durante su etapa en el noviciado Martina pidió a Dios una señal que le confirmase que realmente estaba siendo llamada a la vida religiosa y que no lo hacía únicamente para complacer a su madre.
Justo al acabar el retiro su visión se volvió borrosa. Fue llevada rápidamente a un oftalmólogo y le fue diagnosticada atrofia óptica, lo que causaba un importante daño a los nervios de su retina.
“Si tienes este problema no puedes continuar con tu vocación. Así que me fui a mi casa y estaba muy muy triste. Mi madre decía que nada es imposible para Dios, que Él podía sanarme”, recuerda.
Un mes después, Martina tuvo que volver al médico y el doctor quedó atónito. No quedaba ni un solo signo del daño en sus ojos.
Su familia dijo que era un milagro, aunque ella en un principio se mostró escéptica pensando que quizás el médico se había equivocado. Sin embargo, pronto percibió el significado de lo que había pasado.
“Ahora creo que era una señal. Dios me la mandó para decirme que de verdad me estaba llamando y que no era por mi madre. Me abrió los ojos”, confiesa la hermana Martina.
Finalmente, hizo sus votos perpetuos en 2008 y durante tres años y medio sirvió en Hebei, en su provincia natal en China. Allí trabajó con estudiantes de Secundaria y también con universitarios. Más tarde fie enviada a Filipinas, y durante más de siete años enseñó mandarín en una escuela católica china.
En 2017 comenzó a trabajar en St. Michael's Catholic Academy en Estados Unidos. Además de enseñar, participa en un programa de liderazgo chino, fundado por el padre Hugh O'Donnell, un sacerdote vicentino, que tiene como objetivo capacitar a sacerdotes y monjas asiáticos para que se conviertan en líderes en la Iglesia de hoy.
La hermana Martina señala que muchos de sus alumnos en St. Michael provienen de familias no católicas. Ella ve eso como una oportunidad para cumplir la misión de su vida: difundir la palabra acerca de Dios a la gente. “Por eso les enseño. Dios es amor. No importa lo que pasó en tu vida o las dificultades. Dios siempre está ahí contigo”, concluye.
Fuente: Religión en Libertad
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