El testimonio de Reena Tolmik, de Estonia, donde sólo el 16 por ciento cree en Dios
Nadie creía en su familia; quiso bautizarse a los 10 años; la única joven con fe... y luego católica
Reena Tolmik en Roma, donde estudia Comunicación Institucional para servir a la Iglesia en Estonia... hace 5 años que es católica
Reena Tolmik tiene 35 años y hace 5 años que es católica. Es de Estonia, considerado el país menos religioso de Europa: tras una dura dictadura comunista, sólo un 16% de la población cree que Dios existe. Pero a ella le pasó como a su paisano el actor Lembit Peterson: aunque de niña nadie le habló de Dios, aunque su familia era atea, ella sabía que Dios existía y le rezaba. A los 10 años pidió ser bautizada en la Iglesia luterana, la única en su zona... pero no tenía ni padrino. Y después conoció la Iglesia Católica y una gran riqueza: la confesión. Ha contado su testimonio en CarFundacion.org.
"De niña nadie me habló de Dios, pero yo nunca dudé de su existencia"
"Crecí en una familia no cristiana en Estonia", explica. "La fe era para los débiles y los poco inteligentes. Las únicas señales de fe que vi cuando era niña fueron las de mi abuela quien rezaba detrás de las puertas, y una vecina anciana que pasaba todos los domingos en bicicleta para ir a una iglesia luterana distante de su casa. Pero desde pequeña nunca dudé de la existencia de Dios, y hablaba con él desde pequeña aunque nadie lo sabía. Por eso, a los 10 años deseaba que me bautizaran. Tenía mucho miedo de pedírselo a mis padres, pero lo hice", escribe Reena.
"Mirando hacia atrás, tengo mucho que agradecerle a mi madre que, como no creyente, no dijo “no” ante la petición de un niño. Ella me llevó a la iglesia y allí fui bautizada. No tenía padrinos, simplemente porque a nadie le interesaba. No había ningún creyente en el círculo familiar ni en el vecindario que entendiera el significado de ser un padrino".
No conocía ningún joven cristiano
"Fui bautizada en una iglesia luterana, que era la única iglesia en el área. Desde niña asistí regularmente a los servicios religiosos: yo sola, no tenía a ningún amigo cristiano con el que compartir mi fe, ya que no había jóvenes entre los que iban a la iglesia".
"Mi primer contacto con los cristianos de mi edad fue en el monasterio de Taizé cuando tenía 20 años. El conocimiento de la fe y de la Biblia de aquellas personas me impresionó. Me sentí inspirada por el hecho de ser testigo de su amor a Dios y me di cuenta de lo poco que sabía, de lo poco que ponía en práctica y de lo poco que amaba. Fue el comienzo de mi conversión, pero ni siquiera lo sospeché".
El obispo católico le proponía confesarse
Era una protestante que nunca tuvo la intención de convertirse al catolicismo. Sin embargo, a pesar de tomar parte activa en mi parroquia luterana, asistía a la catequesis católica para adultos, solo para entender “lo que estas personas hacen en la Iglesia Católica”. Aparte de eso, también me reunía mensualmente con un obispo católico para recibir orientación espiritual. Me encantaba tener un guía espiritual y pude ver grandes beneficios para mi alma y mi vida de oración. Como él nunca abordó el tema de la conversión, me sentí más cómoda".
"Solo había una cosa que me pedía: considerar confesarme. Sin embargo, eso era ciertamente algo que ni siquiera consideraba. “¡No, no! ¡Tengo mi relación con Dios y a Él mismo le confieso mis pecados!”. Ésta fue mi respuesta al obispo". Unos meses más tarde, cuando se acercaba la Semana Santa, recibí una gracia especial y un deseo de confesar mis pecados al Señor. Fue un punto de inflexión total en mi vida. Examiné mis pensamientos, hechos, deseos, fracasos…Me di cuenta de que a pesar de que había asistido regularmente a la iglesia desde que era una niña, ni siquiera sabía qué es realmente un pecado".
"Finalmente, me presenté en el confesionario con varias páginas de pecados enumerados. No tenía idea de cómo confesar… Pero sabía que estaba en presencia del amoroso y misericordioso Señor, comunicándome con Él y escuchándolo. En el momento de la absolución, entendí lo que me habían contado sobre el sacramento de la Reconciliación".
"Un amigo católico de Portugal me había animado varias veces a confesarme, contándome sobre la gracia que uno recibe a través del Sacramento. Pero nunca quise escucharlo, porque uno no puede entender realmente lo que no experimentó. Solo lo entendí cuando recibí la gracia yo misma. El perdón, la curación. Al salir del confesionario, supe que era el momento de mi conversión, a través del Sacramento de la Reconciliación, a través de un encuentro íntimo con el Señor. Desde entonces tengo un profundo amor por este sacramento".
"He escuchado a muchas personas decir que no se confiesan porque lo ven como un castigo. Es una lástima que el significado y la importancia del sacramento de la reconciliación no estén claros ni siquiera para muchos católicos en nuestra sociedad secularizada. Porque el Señor nos está esperando en el confesionario no para castigar, sino para sanar, para tomar nuestra carga, para darnos vida. Porque su misericordia y amor es eterno".
Católica a los 30 años
"Meses más tarde, celebré la Primera Comunión y fui recibida en la Iglesia Católica. Tenía 30 años. Durante años sentí algo de vacío, tratando de llenarlo con mucha actividad en mi parroquia luterana, asistiendo a grupos de oración y organizando oraciones en la cárcel, etc. Pero sentía que me faltaba algo. Le di más tiempo a la Iglesia pero todavía me faltaba algo. El día de mi Primera Comunión me di cuenta de lo que me había estado perdiendo. Era el Santo Cuerpo de Cristo".
"Cuando me convertí a la fe católica, no conocía a nadie que fuera católico. Tampoco había oído hablar de la enseñanza católica en Estonia. Pero encontré una comunidad fervorosa y acogedora que da forma física con su devoción y alegría".
Estudiando ahora en la Universidad de la Santa Cruz de Roma
“Mi primer título académico fue en Ciencias Políticas, que de verdad me gustaban Después de participar activamente en la política en Estonia durante 15 años, mi deseo de comprometerme plenamente al servicio de la Iglesia se hizo cada vez más evidente. Esto me llevó a buscar y utilizar todas las posibilidades de formación, desde libros hasta retiros, conferencias y charlas. Siendo una conversa reciente, tuve mucho que aprender sobre la Iglesia. Sin embargo, en un momento me quedó claro que la única manera de obtener una formación adecuada para dedicarse a la misión de la Iglesia, era emprendiendo estudios universitarios”.
Sus estudios se han inspirado mucho al reflexionar sobre la vida de San Ignacio de Loyola, “quien en un momento determinado (justo a mi edad), después de haber sido arrestado y encarcelado repetidamente por enseñar la fe cristiana sin autorización, finalmente decidió estudiar, para poder ayudar a los demás. Su ejemplo me inspiró a dar más, a amar más y a aprender más”.
Para elegir la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma, pasó por un serio discernimiento que, junto con la oración y los ejercicios espirituales acompañados de su director espiritual, incluía también reunir mucha información para decidir una profesión que correspondiera a la necesidad real de la Iglesia hoy.
El obispo de Estonia le recomendó estudiar Comunicación Social Institucional en la Santa Cruz. "Al principio pensé que esta profesión no sería para mí. Fue solo a través del largo período de oración que pude ver claramente la voluntad de Dios para mí. Incluso si mi deseo era diferente al principio, el Señor me mostró la mejor manera, llenándome de alegría y paz porque no podía sentirme más en el lugar correcto”.
La Universidad Pontificia de la Santa Cruz ofrece a los estudiantes cursos sólidos y sistemáticos que preparan profesionales de la comunicación para las instituciones de la Iglesia. El programa es único y proporciona una comprensión profunda de la base teológica, filosófica y canónica de las enseñanzas de la Iglesia, así como la especialización en técnicas de comunicación teniendo en cuenta la identidad particular de las instituciones de la Iglesia. Aquellos que tomarán parte en la comunicación de la Iglesia deben adquirir habilidades profesionales en los medios de comunicación junto con formación doctrinal y espiritual”.
La religión en Estonia: unos 6.000 católicos, la mitad extranjeros
El censo de 2011 mostraba que en este país de 1,3 millones de habitantes apenas había 108.000 luteranos(la religión mayoritaria desde la Reforma Protestante hasta que llegó el comunismo) y unos 6.000 católicos, la mitad extranjeros (polacos, ucranianos y lituanos). Además, un 15% de la población se considera ortodoxa. Según el Eurobarómetro 2005 (menos completo), en Estonia, cree en Dios sólo el 16% de la población: otro 54% cree que "algo hay" y un 26% de personas creen que «no hay ningún espíritu, Dios o fuerza vital".
El único obispo de Estonia es el francés Philippe Jourdan, del Opus Dei. En entrevistas en años anteriores explicaba que los 50 años de represión soviética y de siglos de luteranismo abrieron el paso a una mentalidad individualista. Jourdan asegura que de los 6.000 católicos “la mitad son estonios, todos conversos a partir del final de los años soviéticos. Los demás procedes de regiones católicas de la antigua Unión Soviética: Bielorrusia, Ucrania y Lituania”.
"Cada año formamos unos 50 o 60 conversos. Quizá podríamos formar más si tuviéramos más sacerdotes que hablasen estonio. Esta dificultad lingüística es una limitación", dice el obispo. En Estonia sólo hay 15 sacerdotes católicos; de ellos, sólo cuatro son nativos: tres estonios y un ruso nacido en Estonia. "Mi antecesor en el cargo, el arzobispo Eduard Proffittlich, falleció en un campo de concentración soviético en 1942", recuerda el obispo Jourdan. El obispo anterior a ese ya era del siglo XVI, porque con la Reforma Protestante el país estuvo más de cuatro siglos sin obispo católico.
Fuente: Religión en Libertad
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