LOS POBRES DE NUESTRO TIEMPO NOS NECESITAN
Por José María Martín OSA
1.- Amor preferencial por los pobres. Jesús denuncia a los letrados judíos. Ellos son los especialistas de la ley y, por tanto, de cualquier explicación sobre Dios. Sin embargo, se olvidan de lo principal: el amor a Dios y al prójimo, como destacaba claramente el evangelio del domingo pasado. Denuncia su ostentación y su soberbia autosuficiente. Reacciona contra su proceder injusto, engañando a los más débiles con pretextos piadosos. Nos pone en guardia no tanto en el sentido de que desconfiemos de ellos, cuanto en el de no seguir su ejemplo. El evangelista Marcos toma parte a favor de los sencillos, de los débiles y necesitados de ayuda. Debemos preguntarnos nosotros ahora, ¿dónde está la opción por lo pobres que la Iglesia proclama? En un mundo globalizado, donde los pobres llevan la peor parte y tienen poco que esperar, los cristianos tenemos que asumir la opción que hizo Jesucristo. Jesús vino a anunciar la Buena Noticia a los pobres, reclamando también de ellos la conversión y la fe. Jesús nos ha revelado que Él es servido y acogido en los hambrientos y forasteros. Pero no excluimos a nadie en nuestro amor. Si debemos amar con preferencia a los más débiles y vulnerables es porque lo necesitan más, pero nuestro amor debe extenderse a todos.
2.- El gesto de la viuda pobre. Una viuda en Israel es el mejor símbolo de la persona desamparada y débil. No es raro que el evangelio hable de ellas frecuentemente. Ahora, Jesús alaba a una viuda por su generosidad. Los ricos daban mayor cantidad de dinero, pero su vida seguía igual, no lo notaban, porque daban de lo que les sobraba. Se sentían "seguros". La viuda, en cambio, dio de lo que necesitaba. En realidad dos reales era la moneda de cobre en curso de menos valor. Pero se quedó sin algo de lo que hubiera necesitado para comer. A causa de su limosna, su vida tuvo que cambiar y lo notó... Esta generosidad es la que alaba el Señor. De estas personas es el Reino de Dios. Esto sí que es generosidad. El gesto solidario de la viuda de Sarepta tiene más mérito todavía, pues comparte con un extranjero lo único que tenía para vivir.
3.- ¿Cómo entendemos nosotros el llamado "ejercicio de la caridad"? Nos quedamos muchas veces en la simple limosna que adormece nuestra conciencia del sentimiento de culpa. Mientras millones de personas pasan hambre, nuestra sociedad derrocha a raudales lo que otros necesitan para vivir. Como cristianos estamos llamados a compartir lo que hemos recibido y debemos tener cuidado, pues "no podemos servir a Dios y al dinero". Hay muchos extranjeros cerca de nosotros que huyen del hambre y se contentan con lo que cae de la mesa del rico. Se exponen a mil peligros, con tal de encontrar un trabajo que pueda llenar el estómago de los suyos. ¿Cómo les acogemos? Quizá nos reímos de ellos, hacemos chistes xenófobos y racistas o abusamos de ellos pagándoles una miseria. Creemos que vienen a quitarnos nuestro trabajo o a contaminar nuestra cultura, o a imponer su religión. La viuda de Sarepta compartió lo que tenía y obtuvo recompensa por su generosidad. Es necesario que estemos despiertos para ver el nuevo rostro de la pobreza de este mundo globalizado. Y si lo vemos, que examinemos sus causas y pongamos manos a la obra para solucionarlos. Es el "ver, juzgar y actuar" de la tan denostada, muchas veces injustamente, teología de la liberación. Jesús vino a demostrarnos que el amor transforma los corazones y la sociedad. Pongamos en juego una "nueva imaginación de la caridad" adaptada a las necesidades de nuestro mundo. Podemos decir que el evangelio de hoy es la explicación práctica del evangelio del domingo pasado. Jesús dejó bien claro cuál era el único mandamiento: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.
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