domingo, 30 de septiembre de 2018

Santo Evangelio 30 de septiembre 2018


Día litúrgico: Domingo XXVI (B) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 9,38-43.45.47-48): 

En aquel tiempo, Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros». Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros. Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa.

»Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga».


«No hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí»

Rev. D. Valentí ALONSO i Roig 
(Barcelona, España)

Hoy, según el modelo del realizador de televisión más actual, contemplamos a Jesús poniendo gusanos y fuego allí donde debemos evitar ir: el infierno, «donde el gusano no muere y el fuego no se apaga» (Mc 9,48). Es una descripción del estado en el que puede quedar una persona cuando su vida no la ha llevado allí adonde quería ir. Podríamos compararlo al momento en que, conduciendo nuestro automóvil, tomamos una carretera por otra, pensando que vamos bien y vamos a parar a un lugar desconocido, sin saber dónde estamos y adónde no queríamos ir. Hay que evitar ir, sea como sea, aunque tengamos que desprendernos de cosas aparentemente irrenunciables: sin manos (cf. Mc 9,43), sin pies (cf. Mc 9,45), sin ojos (cf. Mc 9,47). Es necesario querer entrar en la vida o en el Reino de Dios, aunque sea sin algo de nosotros mismos.

Posiblemente, este Evangelio nos lleva a reflexionar para descubrir qué tenemos, por muy nuestro que sea, que no nos permite ir hacia Dios, —y todavía más— qué nos aleja de Él.

El mismo Jesús nos orienta para saber cuál es el pecado en el que nos hacen caer nuestras cosas (manos, pies y ojos). Jesús habla de los que escandalizan a los pequeños que creen en Él (cf. Mc 9,42). “Escandalizar” es alejar a alguien del Señor. Por lo tanto, valoremos en cada persona su proximidad con Jesús, la fe que tiene.

Jesús nos enseña que no hace falta ser de los Doce o de los discípulos más íntimos para estar con Él: «El que no está contra nosotros, está por nosotros» (Mc 9,40). Podemos entender que Jesús lo salva todo. Es una lección del Evangelio de hoy: hay muchos que están más cerca del Reino de Dios de lo que pensamos, porque hacen milagros en nombre de Jesús. Como confesó santa Teresita del Niño Jesús: «El Señor no me podrá premiar según mis obras (...). Pues bien, yo confío en que me premiará según las suyas».

La segunda causa de muerte juvenil es el suicidio: descubre algunas señales para prevenirlo



La segunda causa de muerte juvenil es el suicidio: descubre algunas señales para prevenirlo

Durante los últimos tiempos, asistimos en diversas partes del mundo y de una forma particular en España a un incremento del índice de suicidios, algo que es especialmente notable entre los jóvenes. A qué se debe esto, cuáles son las señales de alarma o qué debemos hacer ante la intuición de que alguien a nuestro alrededor quiere acabar con su vida son algunas de las cuestiones que debemos tener en cuenta para poder dar un giro inmediato a esta difícil situación. La periodista Marta Peñalver aborda este tema en la Revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

En todo el mundo los suicidios se cobran más vidas que las guerras y los homicidios juntos. En España representan la primera causa de muerte no natural, por encima de los accidentes de tráfico. Según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística, 10 personas se suicidaron al día en España en 2016.

Estos datos son especialmente preocupantes cuando hablamos de los jóvenes, ya que el suicidio es la segunda causa de muerte, tras los tumores. La cultura del suicidio que se asienta al legalizar la eutanasia o el suicidio asistido añade más desconcierto en esta etapa que maximiza las emociones.


En los últimos años se han viralizado en internet retos como el de la Ballena Azul o el de Momo, que a través de pruebas e indicaciones de perfiles anónimos en redes sociales incitan a los adolescentes al suicidio.

Además, se han puesto de moda series como Por 13 razones que, según los expertos, inducen a los jóvenes a pensar que ante situaciones difíciles la única salida es acabar con su propia vida. Estos fenómenos sociales alientan la cultura del suicidio y contribuyen al efecto contagio.

Desde la Fundación Belén, que ayuda a padres con hijos con problemas, aseguran que hoy “el comportamiento suicida se promueve desde todas las vigencias sociales al imponer un materialismo que no puede llenar el ansia de absoluto de los jóvenes”. Y esto, unido a su incesante deseo de agradar a los demás, provoca en ocasiones un estado de ansiedad que lleva a muchos jóvenes a menospreciar su vida.

Algunos mitos

Ser capaz de reconocer los factores de riesgos y los síntomas característicos de este mal es clave para adelantarnos, en caso de que alguien a nuestro alrededor esté barajando acabar con su vida. Y en primer lugar, debemos desterrar ciertos mitos que se han extendido.

Según la Fundación Salud Mental de España para la prevención de los trastornos mentales y el suicidio, una de las creencias más comunes es que preguntando a una persona si está pensando en suicidarse, se puede incitarle a hacerlo. Al contrario, está demostrado que hablar sobre las intenciones o los pensamientos suicidas disminuye este riesgo.

Tampoco es cierto que la persona que habla sobre acabar con su vida nunca lo hará. De hecho, la mayor parte de las personas que han intentado suicidarse, previamente expresaron su intención con palabras, amenazas, gestos o cambios de conducta.

También existe la creencia de que solo las personas con problemas graves se suicidan, cuando realmente la magnitud de un problema depende en gran parte de la percepción de cada persona, y por lo tanto, lo que para uno es un problema mínimo para otra persona puede suponer un verdadero infierno.

Otro de los mitos es que solo se suicidan personas enfermas o con problemas mentales. Sin embargo, la mayoría de las personas que quieren acabar con su vida son personas en pleno uso de sus facultades, pero que se encuentran con situaciones de profundo sufrimiento, dolor o aflicción que no se ven capaces de superar.


Alertas a los síntomas

En cuanto a los factores de riesgo, se ha demostrado que entre los adolescentes lo que más afecta es su círculo más cercano: familia y amigos. Sentirse traicionado, minusvalorado o humillado por el grupo al que pertenecen (como se da por ejemplo con el bullying) puede desencadenar estos sentimientos.

También factores como la baja tolerancia a la frustración, típica de esta etapa, la ingesta de alcohol y otras sustancias, o haber sido víctima de un suceso traumático aumentan las posibilidades de que el adolescente desarrolle estos sentimientos suicidas.

Esto no es más que un cuadro previo, que en cada persona se puede manifestar de manera diferente. Por ello, además de estar atentos a los factores de riesgo es imprescindible detectar los síntomas que con mayor frecuencia podemos observar en los jóvenes que tienen intenciones suicidas.

Desde la Fundación Belén explican que estas personas experimentan “una tristeza profunda y en muchos casos una depresión”, y señalan que además “suele darse un abandono de todo cuidado corporal y espiritual (dejan de comer, de ducharse, de hablar, en ocasiones se autolastiman)”. Además, es común que surja en ellos un “deseo de soledad, con rechazo abierto a toda compañía”.

También son típicas las expresiones negativas sobre sí mismos o sobre su futuro: “No valgo para nada” o “esta situación no va a mejorar nunca”. Las frases de despedida o la verbalización expresa de sus intenciones suicidas son otra señal a tener en cuenta.

Buscar ayuda

Ante la sospecha de que nuestro hijo o allegado está pensando en el suicidio, desde la Fundación Belén no dudan: hay que “solicitar ayuda inmediata de un psiquiatra, un psicólogo o incluso un sacerdote”. De la mano de estas personas, y siempre con el apoyo de su entorno, el joven puede recuperar la ilusión por vivir y rechazar estas ideas que han surgido en su interior.

Y, sobre todo, es importante no caer en el “a mí esto no me va a pasar” o en “son cosas de adolescentes”. Ante un problema tan grave es fundamental estar atentos y actuar a tiempo para cuidar a quienes se encuentran en esta encrucijada.



 5 claves para prevenir el suicidio

1. Propiciar un entorno familiar que transmita confianza y seguridad.

2. Conocer y estar pendiente de las amistades de nuestros hijos, así como de su actividad en redes sociales.

3. Detectar el llamado síndrome pre-suicida, que se da cuando los síntomas son más claros. Una comunicación fluida te ayudará a reconocer esta etapa.

4. No desestimar las intenciones suicidas de tu hijo en caso de que haya manifestado esta intención verbalmente.

5. Además de expertos, es importante que si tu hijo está en esta situación, también se sienta comprendido por su familia e iguales.



¿Dónde encontrar ayuda en España?

Teléfono de la Esperanza: 717 003 717.

Fundación Salud Mental España para la prevención de los trastornos mentales y el suicidio: o 91 083 43 93.

Prevensuic: Prevención del Suicidio. La primera app en español para prevenir el suicidio: www.prevensuic.org

Fuente: Religión en Libertad

sábado, 29 de septiembre de 2018

Santo Evangelio 29 de septiembre 2018

Día litúrgico: 29 de Septiembre: Los santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael



Texto del Evangelio (Jn 1,47-51): 

En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».


«Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre»

+ Cardenal Jorge MEJÍA Archivista y Bibliotecario de la S.R.I. 
(Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy, en la fiesta de los Santos Arcángeles, Jesús manifiesta a sus Apóstoles y a todos la presencia de sus ángeles y la relación que con Él tienen. Los ángeles están en la gloria celestial, donde alaban perennemente al Hijo del hombre, que es el Hijo de Dios. Lo rodean y están a su servicio.

«Subir y bajar» nos recuerda el episodio del sueño del Patriarca Jacob, quien dormido sobre una piedra durante su viaje a la tierra de origen de su familia (Mesopotamia), ve a los ángeles que “bajan y suben” por una misteriosa escalera que une el cielo y la tierra, mientras Dios mismo está de pié junto a él y le comunica su mensaje. Notemos la relación entre la comunicación divina y la presencia activa de los ángeles. 

Así, Gabriel, Miguel y Rafael aparecen en la Biblia como presentes en las vicisitudes terrenas y llevando a los hombres —como nos dice san Gregorio el Grande— las comunicaciones, mediante su presencia y sus mismas acciones, que cambian decisivamente nuestras vidas. Se llaman, precisamente, “arcángeles”, es decir, príncipes de los ángeles, porque son enviados para las más grandes misiones. 

Gabriel fue enviado para anunciar a María Santísima la concepción virginal del Hijo de Dios, que es el principio de nuestra redención (cf. Lc 1). Miguel lucha contra los ángeles rebeldes y los expulsa del cielo (cf. Ap 12). Nos anuncia, así, el misterio de la justicia divina, que también se ejerció en sus ángeles cuando se rebelaron, y nos da la seguridad de su victoria y la nuestra sobre el mal. Rafael acompaña a Tobías “junior”, lo defiende y lo aconseja y cura finalmente al padre Tobit (cf. Tob). Por esta vía, nos anuncia la presencia de los ángeles junto a cada uno de nosotros: el ángel que llamamos de la Guarda. 

Aprendamos de esta celebración de los arcángeles que “suben y bajan” sobre el Hijo del hombre, que sirven a Dios, pero le sirven en beneficio nuestro. Dan gloria a la Trinidad Santísima, y lo hacen también sirviéndonos a nosotros. Y, en consecuencia, veamos qué devoción les debemos y cuánta gratitud al Padre que los envía para nuestro bien.

Es responsable de evangelización y va repleto de tatuajes: una marca de su turbulenta vida pasada

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Matt Simmons relata su apasionante viaje a la fe católica

Es responsable de evangelización y va repleto de tatuajes: una marca de su turbulenta vida pasada

Matt Simmons vivió una curiosa conversión al catolicismo gracias a la fe de la que ahora es su mujer

Matt Simmons es el director de Evangelización de la Diócesis de Lincoln, en Estados Unidos, aunque a quien no le conozca y se fije únicamente en su imagen le pueda resultar más que extraño. Este joven es un converso con un gran ímpetu evangelizador que antes de conocer a Dios fue un ‘loco’ de los tatuajes que consagró su vida a ellos a través de su propia tienda.

Nunca olvidará el momento en el que decidió dar un giro a su vida y aceptar a Jesús, aunque todavía no fuese entonces cuando llegase a la Iglesia Católica. Estaba en su tienda de tatuajes de Nebraska cuando en el baño tuvo la certeza de que en su vida necesitaba a Dios.

Antes de descubrir la Iglesia

Era 2006 y en ese momento también luchaba contra la adicción a las drogas. Un amigo suyo le había presentado una iglesia protestante y le dio el libro de Lee Strobel, El caso de Cristo. Fue así como empezó a entrar en relación con Dios y a asistir a sus celebraciones, gracias a lo cual consiguió vencer estas adicciones.

Matt Simmons vivió una curiosa conversión al catolicismo gracias a la fe de la que ahora es su mujer

Casi a la vez conoció a la que hoy es su esposa. Era una joven de familia católica y que había empezado a practicar su fe tras años alejada. Simmons quería que su novia dejara el catolicismo y asistiera con él a sus reuniones protestantes. Pero ella se opuso con gran convicción.

Entonces este joven confiesa a Aleteia que trató de entender por qué su novia tenía tanta unión al catolicismo, y empezó a reunirse con un sacerdote y a leer el Catecismo.

Las Misioneras de la Caridad

Ya casados, la pareja fue a un viaje con su esposa a una misión, concretamente a Calcuta (India). Allí conoció a las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa y se empapó de su espiritualidad. En aquel momento asegura que vio a Jesús. “Era un hombre moribundo que estaba sosteniendo”, afirma.

El matrimonio regresó a Estados Unidos y aunque él seguía acudiendo a su escuela bíblica protestante empezó a asistir a misa todos los días, y también a rezar la Liturgia de las Horas. 

En 2008 Simmons fue bautizado en la Iglesia Católica. Además abrió su propia tienda de tatuajes porque asegura que en la que trabajaba no había un ambiente demasiado adecuado: “era demasiado sexo, drogas y rock n´roll para mí”.

Su propia tienda y además católica

En su nueva tienda, Sacred Heart Tatoo (Tatu Sagrado Corazón) se dio cuenta de que era un lugar perfecto para evangelizar. Sus clientes se pasaban horas en la mesa, y lo único que podían hacer era hablar. Así fue como ayudó a varios hombres a hacerse católicos y a otros a que volvieran a ser practicantes.

A través de esa experiencia sintió con más fuerza el llamado a evangelizar. En 2011 hizo los Ejercicios Espirituales de San Ignacio en la vida cotidiana, una adaptación para los laicos que no tienen mucho tiempo libre o vacaciones para hacerlo.

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Dedicado a tiempo completo a la evangelización

Estos ejercicios fueron una experiencia maravillosa para él, y acabó cerrando su tienda para iniciar una misión evangelizadora. Creó el Ministerio del Sagrado Corazón, cuyo objetivo es  ayudar a los católicos a ver su fe como una forma de vida completa, no como un conjunto de reglas y creencias. “Me emociona el deseo de ayudar a otras personas a encontrar lo que yo tengo”, asegura.

Simmons agrega que “la oración es el núcleo, el objetivo de la Iglesia es tener una relación con Dios”, y recuerda que “los santos no son santos por lo que hacen sino por su intimidad con Dios. Esto significa –explica- alejarse de la idea de la oración como una forma de obtener algo.

Este hombre es actualmente el director de Evangelización de la Diócesis de Lincoln, una de las más pujantes en vocaciones en este momento en su país. “Dios le habla a cada persona de manera diferente”, cuenta y por ello considera imprescindible tener un director espiritual o alguien que pueda ayudar en este aspecto. Él mismo ha ayudado a muchos jóvenes y les ha ofrecido dirección espiritual.

viernes, 28 de septiembre de 2018

Santo Evangelio 28 de septiembre 2018


Día litúrgico: Viernes XXV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 9,18-22): 

Sucedió que mientras Jesús estaba orando a solas, se hallaban con Él los discípulos y les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos respondieron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado». Les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro le contestó: «El Cristo de Dios». Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día».


«¿Quién dice la gente que soy yo? (…) Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»

Rev. D. Pere OLIVA i March 
(Sant Feliu de Torelló, Barcelona, España)

Hoy, en el Evangelio, hay dos interrogantes que el mismo Maestro formula a todos. El primer interrogante pide una respuesta estadística, aproximada: «¿Quién dice la gente que soy yo?» (Lc 9,18). Hace que nos giremos alrededor y contemplemos cómo resuelven la cuestión los otros: los vecinos, los compañeros de trabajo, los amigos, los familiares más cercanos... Miramos al entorno y nos sentimos más o menos responsables o cercanos —depende de los casos— de algunas de estas respuestas que formulan quienes tienen que ver con nosotros y con nuestro ámbito, “la gente”... Y la respuesta nos dice mucho, nos informa, nos sitúa y hace que nos percatemos de aquello que desean, necesitan, buscan los que viven a nuestro lado. Nos ayuda a sintonizar, a descubrir un punto de encuentro con el otro para ir más allá...

Hay una segunda interrogación que pide por nosotros: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Lc 9,20). Es una cuestión fundamental que llama a la puerta, que mendiga a cada uno de nosotros: una adhesión o un rechazo; una veneración o una indiferencia; caminar con Él y en Él o finalizar en un acercamiento de simple simpatía... Esta cuestión es delicada, es determinante porque nos afecta. ¿Qué dicen nuestros labios y nuestras actitudes? ¿Queremos ser fieles a Aquel que es y da sentido a nuestro ser? ¿Hay en nosotros una sincera disposición a seguirlo en los caminos de la vida? ¿Estamos dispuestos a acompañarlo a la Jerusalén de la cruz y de la gloria?

«Es un camino de cruz y resurrección (...). La cruz es exaltación de Cristo. Lo dijo Él mismo: ‘Cuando sea levantado, atraeré a todos hacia mí’. (...) La cruz, pues, es gloria y exaltación de Cristo» (San Andrés de Creta). ¿Dispuestos para avanzar hacia Jerusalén? Solamente con Él y en Él, ¿verdad?

De «punki» y drogadicto que casi muere apaleado a padre de 9 hijos: un fin de semana cambió su vida

Ricardo pasó de punk a formar una familia numerosa con 9 hijos tras su conversión

De «punki» y drogadicto que casi muere apaleado a padre de 9 hijos: un fin de semana cambió su vida


Ricardo pasó de punk a formar una familia numerosa con 9 hijos tras su conversión

Ricardo Pareja Meseguer es ahora marido, padre de nueve hijos y evangelizador digital. Su vida, como reconoce este catalán de casi 50 años, es un milagro. Sigue vivo por la gracia de Dios, pues antes de conocer la Iglesia era punk, con su estrafalaria estética y su cresta, estaba metido en el mundo de la droga y borracho todo el día en la calle. El empeño de su tía, que rezaba por él en todo momento, y una paliza que le propinaron unos neonazis en la que perdió la visión en un ojo, fueron el desencadenante que acabaron llevándole a Dios.

Unas catequesis del Camino Neocatecumenal lograron que de un día para otro dejara la vida punk, todos los vicios y arreglara las cosas con su familia. Ya estando en esta realidad eclesial conoció a la que hoy es su mujer, ella también entró en la Iglesia, y juntos crearon esta familia numerosa.

Vida punk, drogas y alcohol

“Yo era uno de esos ‘punkies’ de mediados de los 80 que estaba metido en la droga, siempre borracho, iba con una cresta de gallo y encadenado con cadenas gruesas, no me lavaba, andaba con unos colegas donde el amor libre y la homosexualidad eran el ambiente dominante. Realmente estaba hecho un asco y nadie daba un céntimo por mi vida”, explica Ricardo.

Todo estalló cuando estudió en una academia de peluquería. Era una persona muy tímida y pasó una mala experiencia. “En esa situación –cuenta este barcelonés- conocí una chica punk y me fascinó ese mundo. Entrar en él era como salir de golpe de la timidez y echarle cara a todo y como no, para esta hazaña necesitaba la ayuda del alcohol y de las drogas”.

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Así era Ricardo antes de conocer a Dios

La paliza con la que casi le matan

Su vida se convirtió en una espiral de vicios y malas compañías. Su familia temía que cualquier día llegara una llamada diciéndoles que su hijo estaba muerto. Y esto estuvo  a punto de suceder. “Cuando peor estaba, el Señor, que ya había intentado atraerme con lazos de amor sin éxito, me hizo vivir una experiencia que cambió mi vida para siempre… Un día me cogieron un grupo de neonazis, me golpearon con barras de hierro en la cabeza hasta que todo yo era brechas de sangre. Me dejaron medio muerto en mitad de la vía pública mientras la gente deambulaba sin hacer ni decir nada”, recuerda.

Finalmente, una ambulancia le trasladó al hospital. Allí estuvo dos semanas ingresado y le dijeron que nunca más vería con uno de sus ojos.

La convivencia que cambió su vida

Poco antes de que le dieran el alta, su tía que siempre había rezado por él y le hablaba de Dios apareció con un matrimonio. Le invitaron a una convivencia. Y sin nada que perder acabó yendo.

En aquella convivencia quedó fascinado con las catequesis. En una entrevista en Misioneros Digitales explica que “muchas cosas me impactaron. Por ejemplo, descubrir que en las Escrituras estaba mi vida, que no eran solo historias que pasaron, sino que era totalmente actual para mí. Que Dios me amaba tal como yo era a pesar de que era despreciable, que me quería tanto que había muerto y resucitado por mis pecados. Que me esperaba una vida plena de la mano de Cristo, que yo me había pasado la vida buscando el sentido y el sentido era amar y esto no lo podía realizar yo, que es un don de Dios”.

Tras esta convivencia regresó a Barcelona y entró en una comunidad neocatecumenal de la parroquia de San Luis Gonzaga. Su vida dio un vuelco total, y entonces conoció a Merche, que no era creyente, y que acabó siendo su esposa y madre de sus nueve hijos. “El Señor nos permitió un noviazgo santo, ¡qué regalo! Era como un tesoro preciado para mí. El Señor me colmaba con creces… ¿merecía yo ese derroche de gracias? Sentía, sin duda, que no me lo merecía pero el Señor es infinitamente bondadoso. Tiempo después Merche entró a la Iglesia y nos casamos”.

La conversión es diaria

Ricardo recuerda el cambio radical de su vida, pero también las luchas enormes a lo largo de los años. “Después de mi conversión, de casarme con Merche, aunque ya nunca consumí drogas, sí bebía con asiduidad y eso me volvió a traer problemas”, confiesa. Ya han pasado 10 años sin abusar del alcohol. Pero también “he tenido mis crisis de fe, porque la conversión es diaria, aunque en esto, mi esposa ha sido un instrumento de Dios y una ayuda perfecta”.

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Su vida tenía ya un orden. La relación con sus padres experimentó un cambio total. “Estaba recobrando la alegría perdida entre las falsas carcajadas de cuando estás colocado. Ya no necesitaba aparentar ni llamar la atención con una indumentaria. Podía estar limpio y perfumado, era un joven contento con su vida porque hasta lo más oscuro de mi vida pertenecía a mi historia de salvación”.

Sus hijos conocen su historia

Tampoco ha ocultado nunca a sus hijos cuál ha sido su pasado. Ricardo afirma que “siempre les he hablado con franqueza de mi historia” porque “la vida es un misterio de alegrías y sufrimientos, de vigor y enfermedad, de luchas y noches oscuras. Pero todo es historia de salvación”.

“Mis hijos –agrega este padre- me conocen, saben que muchas veces me equivoco, que a veces soy duro, cabezón, gritón y muchas más cosas, y aunque siempre hay un tiempo en la adolescencia en el que parece que yo soy como el enemigo, la verdad es que es un tiempo que pasa y a la luz de la fe ellos también descubren que lo que a su padre le pasa también en parte les pasa a ellos. Para nada somos perfectos, una familia tan numerosa la hace grande el Señor, porque nos reconciliamos, rezamos los unos por los otros y eso es lo más”.

El mundo necesita apóstoles

Ricado Pareja es consciente de la necesidad de Dios que hay en el mundo y por ello evangeliza también a través de Internet. A tiempo y a destiempo. En la entrevista explica que “los divorcios superan en muchos países a las bodas, los jóvenes han perdido el sentido del esfuerzo, la capacidad de sufrimiento, no saben lo que es el amor. Todo es sexo y libertinaje. No podemos estar impasibles a este terrorismo que nos sacude. Los ancianos nadie los quiere porque ya no producen sólo son un gasto y cuidarlos nos destruye. Estamos construyendo una sociedad individualista donde todo se realiza a través de una pantalla, sin el trato humano, sin que se puedan conocer personalmente al otro y amarlo. Donde sólo hay un dios que es el dinero. En nuestra mano está decir la verdad, y la verdad es que el que tiene el Espíritu de Jesucristo tiene un corazón dispuesto a amar. Esto es lo que esta sociedad necesita, porque si tú has experimentado que Cristo te ama, tú ya no abortas, ni metes a tus padres en el asilo, ni dejas a tu mujer por otra más joven. El problema está en el corazón y Dios es un renovador de corazones. Por eso, que mejor aprovechar estos medios que llegan a tanta gente”.

Fuente: Religión en Libertad

jueves, 27 de septiembre de 2018

Santo Evangelio 27 de septiembre 2018



Día litúrgico: Jueves XXV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 9,7-9): 

En aquel tiempo, se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?». Y buscaba verle.


«Buscaba verle»

Rev. P. Jorge R. BURGOS Rivera SBD 
(Cataño, Puerto Rico)

Hoy el texto del Evangelio nos dice que Herodes quería ver a Jesús (cf. Lc 9,9). Ese deseo de ver a Jesús le nace de la curiosidad. Se hablaba mucho de Jesús por los milagros que iba realizando a su paso. Muchas personas hablaban de Él. La actuación de Jesús trajo a la memoria del pueblo diversas figuras de profetas: Elías, Juan el Bautista, etc. Pero, al ser simple curiosidad, este deseo no trasciende. Tal es el hecho que cuando Herodes le ve no le causa mayor impresión (cf. Lc 23,8-11). Su deseo se desvanece al verlo cara a cara, porque Jesús se niega a responder a sus preguntas. Este silencio de Jesús delata a Herodes como corrupto y depravado.

Nosotros, al igual que Herodes, seguramente hemos sentido, alguna vez, el deseo de ver a Jesús. Pero ya no contamos con el Jesús de carne y hueso como en tiempos de Herodes, sin embargo contamos con otras presencias de Jesús. Te quiero resaltar dos de ellas. 

En primer lugar, la tradición de la Iglesia ha hecho de los jueves un día por excelencia para ver a Jesús en la Eucaristía. Son muchos los lugares donde hoy está expuesto Jesús-Eucaristía. «La adoración eucarística es una forma esencial de estar con el Señor. En la sagrada custodia está presente el verdadero tesoro, siempre esperando por nosotros: no está allí por Él, sino por nosotros» (Benedicto XVI). —Acércate para que te deslumbre con su presencia. 

Para el segundo caso podemos hacer referencia a una canción popular, que dice: «Con nosotros está y no lo conocemos». Jesús está presente en tantos y tantos hermanos nuestros que han sido marginados, que sufren y no tienen a nadie que “quiera verlos”. En su encíclica Dios es Amor, dice el Papa Benedicto XVI: «El amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial». Así pues, Jesús te está esperando, con los brazos abiertos te recibe en ambas situaciones. ¡Acércate!

¿Por qué seguir en la Iglesia a pesar de la tormenta? Ratzinger ya lo planteó y respondió en 1970

Joseph Ratzinger, en una época en la que, antes incluso de ser obispo, oteó los males que aquejaban a la Iglesia y propuso seguir amándola en medio de ellos.

Un texto de sorprendente actualidad

¿Por qué seguir en la Iglesia a pesar de la tormenta? Ratzinger ya lo planteó y respondió en 1970

Joseph Ratzinger, en una época en la que, antes incluso de ser obispo, oteó los males que aquejaban a la Iglesia y propuso seguir amándola en medio de ellos.

Hace escasas fechas, George Weigel, biógrafo de San Juan Pablo II, se refería a 2018 como un annus horribilis católico. El contexto es conocido: la renuncia en pleno del episcopado chileno, el caso del cardenal Theodore McCarrick, el informe del gran jurado de Pensilvania o el que empieza a conocerse en Alemania, el terremoto originado por el testimonio del arzobispo Carlo Maria Viganò y las enfrentadas reacciones subsiguientes, o el inicio inminente de un sínodo sobre los jóvenes cuyo punto de partida inquieta no menos al mismo Weigel que al arzobispo de Filadelfia, Charles Chaput.

“Un acontecimiento de gran importancia ha comenzado: la Iglesia se apaga en las almas y se disgrega en las comunidades”. Estas palabras parecen pensadas para describir el momento, pero son de 1970 y las pronunció en una conferencia, parafraseando a Romano Guardini (“Un acontecimiento de gran importancia ha comenzado: la Iglesia despierta en las almas”, había dicho en 1921), un reputado teólogo, perito en el reciente Concilio Vaticano II, llamado Joseph Ratzinger. Medio siglo después, ya como Papa, les haría eco su célebre afirmación de que “en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento”.

Las inquietudes del teólogo y pastor Ratzinger en 1970 se referían al “vacío desconcertante”,  la “extraña situación de confusión” y la “disgregación” del postconcilio, acumulación de “muchos y opuestos motivos para no permanecer en la Iglesia”. La misma desazón que se apodera hoy de numerosos católicos ante el predominio mediático de todo cuanto pueda perjudicar a la Iglesia y la evidencia de que, por interesado y manipulador que pueda resultar ese predominio, responde a lo que el mismo Francisco ha reconocido como “atrocidades cometidas por personas consagradas”.

En ese sentido, la conferencia del obispo Ratzinger es un auténtico bálsamo para este annus horribilis, porque aporta criterios de fe y de razón para la esperanza y la fidelidad en medio de la tormenta. La pronunció el 11 de junio de 1970 en Múnich por invitación de la Katholischen Akademie de Baviera, y se recoge en un volumen compartido con Hans Urs von Balthasar precisamente para responder a la cuestión de por qué seguir siendo cristiano y miembro de la Iglesia en los momentos en los que la bate la tormenta. 



El texto ha sido traducido y preparado por el sacerdote y teólogo Pablo Cervera para su inclusión en el tomo VIII/2 (La Iglesia, signo entre los pueblos, de aparición en enero de 2019) de las Obras Completas de Joseph Ratzinger.



Las causas de que alguien pueda pensar en abandonar la Iglesia

De la exposición que hace el futuro pontífice pueden deducirse algunas causas por las que la Iglesia ha llegado a una situación como la que él mismo describe.

La eficacia como criterio supremo

“La perspectiva contemporánea", afirma, "ha determinado nuestra mirada sobre la Iglesia, de tal modo que hoy prácticamente sólo vemos la Iglesia desde el punto de vista de la eficacia, preocupados por descubrir qué es lo que podemos hacer con ella... Para nosotros hoy no es nada más que una organización que se puede transformar, y nuestro gran problema es el de determinar cuáles son los cambios que la harían «más eficaz» para los objetivos particulares que cada uno se propone".

Con este concepto, la conversión personal pasa a un segundo plano. El "núcleo central" de cualquier "reforma" en la Iglesia "es un proceso espiritual, totalmente cercano al cambio de vida y a la conversión, que entra de lleno en el corazón del fenómeno cristiano: solamente a través de la conversión se llega a ser cristianos; esto vale tanto para la vida particular de cada uno como para la historia de toda la Iglesia".

Obsesión por las estructuras

Como consecuencia de lo anterior, abandonado el "esfuerzo y el deseo de conversión", se espera la salvación "únicamente del cambio de los demás, de la transformación de las estructuras, de formas siempre nuevas de adaptación a los tiempos". Lo reformable son entonces solo "las realidades secundarias y menos importantes de la Iglesia. No es de extrañar, por tanto, que la misma Iglesia aparezca en definitiva como algo secundario".

La obsesión contra "las estructuras" se convierte así en "una sobrevaloración del elemento institucional de la Iglesia sin precedentes en su historia", de modo que "para muchos la Iglesia queda reducida a esa realidad institucional" y "la pregunta sobre la Iglesia se plantea en términos de organización".

Las interpretaciones sustituyen a la fe

Ratzinger alerta de que los aplausos a la Iglesia ante ciertos cambios provienen de "aquellos que no [tienen] ninguna intención de llegar a ser creyentes en el sentido de la tradición cristiana, pero [saludan] este «progreso» de la Iglesia como una confirmación de sus propias opciones y de los caminos recorridos por ellos".

Eso fuera de la Iglesia. Pero dentro sucede algo parecido, con la incertidumbre introducida por interpretaciones de la fe en las que "las verdades pierden sus propios contornos", con lo cual "los límites entre la interpretación y la negación de las verdades principales se hacen cada vez más difíciles de reconocer".

Ratzinger lo dice sin tapujos: "El derecho de ciudadanía que la incredulidad ha adquirido en la Iglesia vuelve la situación cada vez más insoportable tanto para unos como para otros".

Denigración de la Iglesia histórica

Cuando los católicos aceptan e incluso propagan la mayor parte del discurso anticatólico sobre el pasado de la Iglesia, siembran la semilla del abandono de la fe.

La Iglesia siempre se vio a sí misma como "el gran estandarte escatológico visible desde lejos que convocaba y reunía a los hombres. Según el concilio de 1870, ella era el signo esperado por el profeta Isaías (11,12), la señal que incluso desde lejos todos podían reconocer y que a todos indicaba claramente el camino a recorrer. Con su maravillosa propagación, su eminente santidad, su fecundidad para todo lo bueno y su profunda estabilidad, ella representaba el verdadero milagro del cristianismo, la mejor prueba de su credibilidad ante la historia".

Hoy, incluso desde dentro de la Iglesia se traslada la idea de que es "no una comunidad maravillosamente difundida, sino una asociación estancada...; no ya una profunda santidad, sino un conjunto de debilidades humanas, una historia vergonzosa y humillante, en la que no ha faltado ningún escándalo... de modo que quien pertenece a esa historia no puede hacer otra cosa que cubrirse vergonzosamente la cara... Así, la Iglesia no aparece ya como el signo que invita a la fe, sino precisamente como el obstáculo principal para su aceptación".

Razones para seguir en la Iglesia

“Ante la situación presente, ¿cómo se puede justificar la permanencia en la Iglesia?”, se pregunta Ratzinger, como pueden estar preguntándose hoy miles de católicos: “Dicho en otros términos: la opción por la Iglesia, para que tenga sentido, ha de ser espiritual. Pero ¿en qué puede apoyarse una opción espiritual?” Igual que vale la pregunta, valen también las respuestas que proponía entonces el futuro Benedicto XVI.

Porque la Iglesia no es nuestra, sino “Suya”

"Permanezco en la Iglesia", explica, "porque creo que hoy como ayer, e independientemente de nosotros, detrás de «nuestra Iglesia» vive «Su Iglesia», y que no puedo estar cerca de Él si no es permaneciendo en su Iglesia. Permanezco en la Iglesia porque, a pesar de todo, creo que no es en el fondo nuestra sino «Suya». Dicho en términos muy concretos: es la Iglesia la que, no obstante todas las debilidades humanas existentes en ella, nos da a Jesucristo; solamente por medio de ella puedo yo recibirlo como una realidad viva y poderosa, que me interpela aquí y ahora".

Por eso, "quien desea la presencia de Cristo en la humanidad, no la puede encontrar contra la Iglesia, sino solamente en ella".

Porque no se puede ser cristiano en solitario

"No se puede creer en solitario", dice el futuro Papa: "La fe sólo es posible en comunión con otros creyentes. La fe, por su misma naturaleza, es fuerza que une. Su verdadero modelo es la realidad de Pentecostés, el milagro de compresión que se establece entre las personas de procedencia y de historia diversas. Esta fe o es eclesial o no es tal fe".

Porque la fe no puede ser una elección personal

Esa eclesialidad es garantía contra el capricho y la volubilidad de la creencia puramente privada: "Además, así como no se puede creer en solitario, sino sólo en comunión con otros, tampoco se puede tener fe por iniciativa propia o invención, sino sólo si existe alguien que me comunica esta capacidad, que no está en mi poder, sino que me precede y me trasciende. Una fe que fuese fruto de mi invención sería un contrasentido".


Si fuese algo puramente personal, la fe "me podría decir y garantizar solamente lo que yo ya soy y sé, pero nunca podría superar los límites de mi yo. Por eso una Iglesia, una comunidad que se hiciese a sí misma, que estuviese fundada sólo sobre la propia gracia, sería un contrasentido. La fe exige una comunidad que tenga poder y sea superior a mí, y no una creación mía ni el instrumento de mis propios deseos".

"Todo esto se puede formular también desde un punto de vista más histórico", precisa Ratzinger, atendiendo a la condición divina de Jesús. Porque si Jesús no fue un ser superior al hombre, "yo me encontraría al arbitrio de mis reconstrucciones mentales y Él no sería nada más que un gran fundador, que se hace presente a través de un pensamiento renovado. Si en cambio Jesús es algo más, Él no depende de mis reconstrucciones mentales, sino que su poder es válido todavía hoy".

Porque el mundo sin Cristo sería peor

"¿Qué sería el mundo sin Cristo, sin un Dios que habla y se manifiesta, que conoce al hombre y a quien el hombre puede conocer?", se pregunta el que sería pocos años después arzobispo de Múnich: "La respuesta nos la dan clara y nítida quienes con tenacidad enconada tratan de construir efectivamente un mundo sin Dios", dice en clara referencia a los totalitarismos del siglo XX, erigidos con la finalidad expresa de prescindir de Él.

"Permanezco en la Iglesia", resuelve entonces, "porque creo que la fe, realizable solamente en ella y nunca contra ella, es una verdadera necesidad para el hombre y para el mundo. Este vive de la fe aun allí donde no la comparte. De hecho, donde ya no hay Dios —y un Dios que calla no es Dios— no existe tampoco la verdad que es anterior al mundo y al hombre".

Porque solo la Iglesia salva al hombre, por la Cruz

"El mismo pensamiento puede ser expresado de otra manera: permanezco en la Iglesia porque solamente la fe de la Iglesia salva al hombre", afirma a continuación el teólogo de prestigio que era el interviniente. Hace un repaso de las erradas corrientes de pensamiento moderno (cita a Freud, Jung, Marcuse, Adorno, Habermas, Marx) que buscan la salvación del hombre: "El gran ideal de nuestra generación es una sociedad libre de la tiranía, del dolor y de la injusticia". Es "un impulso fundamentalmente cristiano, pero el pensar que a través de las reformas sociales y la eliminación del dominio y del ordenamiento jurídico se puede conseguir aquí y ahora un mundo libre de dolor, es una doctrina errónea, que desconoce profundamente la naturaleza humana".

En efecto, "se nos quiere hacer creer que se puede llegar a ser hombres sin el dominio de sí, sin la paciencia de la renuncia y la fatiga de la superación, que no es necesario el sacrificio de mantener los compromisos aceptados, ni el esfuerzo para sufrir con paciencia la tensión entre lo que se debería ser y lo que efectivamente se es". Pero "en realidad, el hombre no es salvado sino a través de la cruz y la aceptación de los propios sufrimientos y de los sufrimientos del mundo, que encuentran su sentido liberador en la pasión de Dios. Solamente así el hombre llegará a ser libre. Todas las demás ofertas a mejor precio están destinadas al fracaso".

Porque la verdad de la Iglesia no son solo sus debilidades

Estas verdades necesitan ser dichas, no escondidas, porque "la esperanza del cristianismo y la suerte de la fe dependen de algo muy simple: de su capacidad para decir la verdad. La suerte de la fe es la suerte de la verdad; esta puede ser oscurecida y pisoteada, pero jamás destruida".

Y la verdad es que la Iglesia no se reduce a sus debilidades,  sino que, "junto a la historia de los escándalos, existe también la de la fe fuerte e intrépida, que ha dado sus frutos a través de todos los siglos en grandes figuras".

Porque necesitamos la belleza de la Iglesia

La belleza que ha aportado la Iglesia al mundo es uno de los grandes argumentos a su favor: "También la belleza surgida bajo el impulso de su mensaje, y que vemos plasmada aún hoy en incomparables obras de arte, se convierte para él en un testimonio de verdad: lo que se traduce en expresiones tan nobles no puede ser solamente tinieblas... La belleza es el resplandor de la verdad, ha afirmado Tomás de Aquino, y podríamos añadir que la ofensa a la belleza es la autoironía de la verdad perdida. Las expresiones en que la fe ha sabido darse a lo largo de la historia son testimonio y confirmación de su verdad".

Porque la Iglesia está llena de personas que lo merecen

Un argumento que valía hace medio siglo como hoy y siempre a lo largo de dos mil años: "Si se tienen los ojos abiertos, también hoy se pueden encontrar personas que son un testimonio viviente de la fuerza liberadora de la fe cristiana. Y no es una vergüenza ser y permanecer cristianos en virtud de estos hombres que, viviendo un cristianismo auténtico, nos lo hacen digno de fe y de amor".

Porque esos hombres son una prueba viviente de la presencia de Dios: "¿No figura acaso como una prueba relevante en favor del cristianismo el hecho de que haga más humanos a los hombres en el mismo momento en que los une a Dios? Este elemento subjetivo ¿no es también al mismo tiempo un dato objetivo del cual no hemos de avergonzarnos ante nadie?"

Porque amamos a la Iglesia

Es la razón fundamental porque la que seguimos en ella, y con la que concluye la conferencia de Joseph Ratzinger: la amamos, y por eso queremos limpiarla de nuestras propias miserias: "El amor no es estático ni acrítico. La única posibilidad de que disponemos para cambiar en sentido positivo a una persona es la de amarla, transformándola lentamente de lo que es en lo que puede ser. ¿Sucederá de distinto modo en la Iglesia?".

En resumen: "No valdría la pena permanecer en una Iglesia que, para ser acogedora y digna de ser habitada, tuviera necesidad de ser hecha por nosotros; sería un contrasentido. Permanecer en la Iglesia porque ella es en sí misma digna de permanecer en el mundo, digna de ser amada y transformada por el amor en lo que debe ser, es el camino que también hoy nos enseña la responsabilidad de la fe".

Fuente: Religión en Libertad

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Santo Evangelio 26 de septiembre 2018


Día litúrgico: Miércoles XXV del tiempo ordinario

Santoral 26 de Septiembre: Beato Pablo VI, papa

Texto del Evangelio (Lc 9,1-6): 

En aquel tiempo, convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos». Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.


«Convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades»

Rev. D. Jordi CASTELLET i Sala 
(Sant Hipòlit de Voltregà, Barcelona, España)

Hoy vivimos unos tiempos en que nuevas enfermedades mentales alcanzan difusiones insospechadas, como nunca había habido en el curso de la historia. El ritmo de vida actual impone estrés a las personas, carrera para consumir y aparentar más que el vecino, todo ello aliñado con unas fuertes dosis de individualismo, que construyen una persona aislada del resto de los mortales. Esta soledad a la que muchos se ven obligados por conveniencias sociales, por la presión laboral, por convenciones esclavizantes, hace que muchos sucumban a la depresión, las neurosis, las histerias, las esquizofrenias u otros desequilibrios que marcan profundamente el futuro de aquella persona.

«Convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades» (Lc 9,1). Males, éstos, que podemos identificar en el mismo Evangelio como enfermedades mentales.

El encuentro con Cristo, que es la Persona completa y realizada, aporta un equilibrio y una paz que son capaces de serenar los ánimos y de hacer reencontrar a la persona con ella misma, aportándole claridad y luz en su vida, bueno para instruir y enseñar, educar a los jóvenes y a los mayores, y encaminar a las personas por el camino de la vida, aquélla que nunca se ha de marchitar.

Los Apóstoles «recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva» (Lc 9,6). Es ésta también nuestra misión: vivir y meditar el Evangelio, la misma palabra de Jesús, a fin de dejarla penetrar en nuestro interior. Así, poco a poco, podremos encontrar el camino a seguir y la libertad a realizar. Como ha escrito San Juan Pablo II, «la paz ha de realizarse en la verdad (...); ha de hacerse en la libertad».

Que sea el mismo Jesucristo, que nos ha llamado a la fe y a la felicidad eterna, quien nos llene de su esperanza y amor, Él que nos ha dado una nueva vida y un futuro inagotable.

Tras ver tanta muerte entró en una iglesia a desahogarse: era pandillero y hoy capellán en la cárcel

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Álvaro Sicán es mercedario y capellán de la prisión zaragozana de Zuera

Tras ver tanta muerte entró en una iglesia a desahogarse: era pandillero y hoy capellán en la cárcel

Álvaro Sicán ha centrado todo su ministerio en la atención a los presos, a la luz de su carisma como mercedario

Álvaro Sicán considera que su vida es casi un milagro puesto que la gran mayoría de sus amigos de la infancia han sido asesinados, se han suicidado o están en prisión. Nacido en 1983 en Guatemela, desde los 7 años se introdujo en las pandillas, algo bastante común en su país. Fue entrando casi por casualidad en una iglesia donde encontró consuelo al sufrimiento. Hoy es religioso mercedario y ejerce su misión en España, concretamente como capellán de la prisión zaragozana de Zuera.

Sobre su vocación afirma que parte del “milagro que Dios hizo en mi vida”. En una entrevista en la publicación Iglesia en Aragón recuerda que “éramos cuatro hermanos, tres chicas y yo. Ellas jugaban a las muñecas, así que yo busqué mi sitio en la calle y acabé metido con siete años en el mundo de las pandillas. Por eso aprendí lo que no tenía que aprender a esa edad”.

Muerte y sufrimiento

Según iban pasando los años inmerso en el mundo de las pandillas Álvaro empezó a ver “cómo mis amigos iban muriendo por intoxicaciones, a algunos los mataron, otros se suicidaron, cantidad en prisiones…”.

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Álvaro, con algunos de los voluntarios en la prisión de Zuera

Esta experiencia de muerte que habitaba a su alrededor empezó a hacerle mella, y acabó preguntándose qué sentido tenía la vida. “¿Y ahora qué?”, se preguntaba todo el tiempo. Fue entonces cuando decidió entrar en una iglesia. Allí encontró un sacerdote y le contó todo lo que sentía. “Me dijeron que fuera a mi parroquia y casualmente era una iglesia de los mercedarios”.

“Sus lemas e imágenes me llamaron la atención, jugaban con cadenas y barrotes y eso reflejaba mucho mi vida”, cuenta Álvaro. Así fue como fue dejando el estilo de vida de las pandillas y enamorándose de Dios y de la orden de la Merced.

A los 19 años fue cuando este joven guatemalteco decidió entregar su vida a Cristo para ingresar en el seminario. Ya ordenado sacerdote puede estar muy cerca del carisma original de su orden al trabajar como capellán en la cárcel.

Las dos caras de la moneda

Según explica, “Dios me hizo ver las dos caras de la moneda: primero la parte de fuera, el mundo de las pandillas, de autodestrucción, drogas, muerte; y por otro lado, el campo de trabajo que quiere ayudar a estas personas”.

Por ello, Álvaro define su carisma mercedario como “un estilo de vida, una espiritualidad que te marca, un camino de libertad, de lucha, de encuentro y de donar la vida día a día. Es lo que yo llamo tatuajes en el corazón”.



Su vida religiosa ha estado marcada desde el principio con la cárcel. Este es su lugar natural para hablar de Dios. “Nuestra misión desde el principio es la prisión. Desde la formación nos metemos en esto. En Guatemala, ya visitábamos las prisiones de mi país. Después en El Salvador estuvimos con las prisiones y dos hogares de prevención. Después me mandaron a Mozambique, allí estuve encargado de dos prisiones. Y luego me mandaron para acá, para seguir trabajando en prisiones”, explica.

Su labor en la cárcel de Zuera

Cada fin de semana en la cárcel de Zuera celebran tres misas, una el sábado y dos el domingo. En total acuden unos 300 presos, del total de 1.500 reclusos que hay en la prisión.

Este capellán asegura que “muchos de ellos lo ven (a Dios) como una tabla de salvación, como alguien que les puede ayudar”. Hay presos, sin embargo, que hacen sus “imágenes falsas de Dios. Igual que manipulamos a las personas para sacar algo, manipulamos a Dios: yo te rezo pero luego tú me ayudas, y si no, ya ni te rezo ni voy a misa”.

En Zaragoza, los mercedarios no sólo atienden la prisión de Zuera sino que además tienen como punto de referencia la parroquia de la Paz y un hogar de acogida. Este último “es un antiguo dispensario que tenían las monjitas en la parroquia de la Paz. Tiene 10 habitaciones y su misión es ser hogar para aquellos presos que están de permiso, en tercer grado, libertad condicional y con libertad total. Se les acoge para que tengan un lugar donde vivir, se les da una asesoría… Está dirigido principalmente a los que no tienen recursos, no tienen familia o no pueden tener contacto con ella. Se ha reformado y mejorado mucho, haya ahora una sala de juegos…”.

Fuente: Religión en Libertad

martes, 25 de septiembre de 2018

Santo Evangelio 25 de septiembre 2018


Día litúrgico: Martes XXV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 8,19-21):

 En aquel tiempo, se presentaron la madre y los hermanos de Jesús donde Él estaba, pero no podían llegar hasta Él a causa de la gente. Le anunciaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte». Pero Él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen».


«Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen»

Rev. D. Xavier JAUSET i Clivillé 
(Lleida, España)

Hoy leemos un hermoso pasaje del Evangelio. Jesús no ofende para nada a su Madre, ya que Ella es la primera en escuchar la Palabra de Dios y de Ella nace Aquel que es la Palabra. Al mismo tiempo es la que más perfectamente cumplió la voluntad de Dios: «He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38), responde al ángel en la Anunciación.

Jesús nos dice lo que necesitamos para llegar a ser sus familiares, también nosotros: «Aquellos que oyen...» (Lc 8,21) y para oír es preciso que nos acerquemos como sus familiares, que llegaron a donde estaba; pero no podían acercarse a Él a causa del gentío. Los familiares se esfuerzan por acercarse, convendría que nos preguntásemos si luchamos y procuramos vencer los obstáculos que encontramos en el momento de acercarnos a la Palabra de Dios. ¿Dedico diariamente unos minutos a leer, escuchar y meditar la Sagrada Escritura? Santo Tomás de Aquino nos recuerda que «es necesario que meditemos continuamente la Palabra de Dios (...); esta meditación ayuda poderosamente en la lucha contra el pecado».

Y, finalmente, cumplir la Palabra. No basta con escuchar la Palabra; es preciso cumplirla si queremos ser miembros de la familia de Dios. ¡Debemos poner en práctica aquello que nos dice! Por eso será bueno que nos preguntemos si solamente obedezco cuando lo que se me pide me gusta o es relativamente fácil, y, por el contrario, si cuando hay que renunciar al bienestar, a la propia fama, a los bienes materiales o al tiempo disponible para el descanso..., pongo la Palabra entre paréntesis hasta que vengan tiempos mejores. Pidamos a la Virgen María que escuchemos como Ella y cumplamos la Palabra de Dios para andar así por el camino que conduce a la felicidad duradera.

Tras años de odio, perdonó al asesino de su madre: «Nunca pensé que iba a querer tanto a mi enemigo»

Jeny Castaneda, junto a Juan Manuel Cotelo ante la catedral de La Almudena de Madrid.

Jeny Castañeda participa en «El mayor regalo» de Juan Manuel Cotelo

Tras años de odio, perdonó al asesino de su madre: «Nunca pensé que iba a querer tanto a mi enemigo»


Jeny Castaneda, junto a Juan Manuel Cotelo ante la catedral de La Almudena de Madrid.

“A las cuatro y media de la tarde la amenazaron: si no dejaba el lugar, antes de acabar la jornada la matarían. Ella les dijo: ‘Yo de aquí no me voy’. Esa noche llegaron tres encapuchados y la mataron de seis disparos en la cabeza”.

Jeny Castañeda evoca así la muerte de su madre Damarys Mejía, el 17 de septiembre de 2001, a manos de paramilitares colombianos. Tenía 37 años y tres hijos, no era terrorista ni narcotraficante, “era una líder social que ayudaba a las personas más vulnerables”. En Puerto Triunfo (Antioquia) se la recuerda especialmente por impulsar el asentamiento de personas sin vivienda y su organización en barrios. Así lo había hecho en Hacienda Nápoles, la finca donde halló la muerte.

Pistolas y pasamontañas

Probablemente nunca habrían conocido la identidad de los asesinos materiales: “En el pueblo no se podía esperar justicia. Quien moría, muerto se quedaba”, lamenta. De hecho, el alcalde de Puerto Triunfo sería encarcelado años después por su complicidad en el crimen.

Pero quiso la casualidad que Andrés, uno de sus dos hermanos, se cruzase con los autores materiales: “Venía por la carretera y se encontró con ellos. Les preguntó qué había pasado, porque ya algo se sentía. Le dijeron que no pasaba nada, pero dentro del coche vio sus pasamontañas y sus pistolas entre las piernas”.

Al llegar a la casa se encontró a su madre muerta. Jeny vivía a veinte minutos de allá. Cuando su hermano fue a avisarla, escuchó el mazazo: “Nos mataron a mamá, ¿qué hacemos?” Ella era la mayor, acababa de tener un hijo y tuvo que hacerse cargo de los pequeños, de 15 y 16 años.

“Me llené de odio, de rabia, de deseo de venganza”, explica a ReL. Sabía quién era el responsable del crimen: “Ramón Isaza fue quien dio la orden”.


Ramón Isaza era jefe de las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio.
Para Jeny empezaron años muy duros, convertida a tan corta edad en cabeza de su familia y al mismo tiempo persiguiendo por todos los medios a su alcance lavar el nombre de su madre y hacer pagar a sus asesinos por el crimen.

El poder de un sueño

Por eso, cuando, al amparo de la ley de Justicia y Paz impulsada por el presidente Álvaro Uribe en 2005, los paramilitares se desmovilizaron y se entregaron a la Justicia, Jeny empezó a perseguir a Isaza en los tribunales recordándole aquel asesinato: “El proceso buscaba para las víctimas verdad, justicia y reparación, y dentro de la reparación se exigía el perdón público y el restablecimiento de la dignidad de las víctimas. Los acusados empezaron a dar nombres de las víctimas para identificarlas y buscarlas cuando se ignorase el paradero de su cadáver. También nosotros acudimos para reclamarnos como víctimas. De primeras salieron seiscientas. En febrero de 2006 un tío mío vio en el diario El Colombiano el nombre de mi madre. Era la víctima 517”.

Jeny Castañeda y Ramón Isaza empezaron a verse con frecuencia cada vez que él comparecía ante un juez: “Nos veíamos en los tribunales, pero nunca hablábamos directamente. Él me buscaba para pedirme perdón, pero cuando uno tiene odio en el corazón, no admites que alguien venga, te pida perdón y todo solucionado. A veces intentó contactar, pero nadie se atrevía a decírmelo”.

Lo que Jeny no sabía era que el deseo de perdón de Isaza no era solo un trámite jurídico (fue condenado a 40 años de cárcel, ocho efectivos) o una exigencia política, sino un arrepentimiento moral, una auténtica y sincera conversión personal.

Algo empezó a cambiar en el corazón de Jeny en 2013, por una causa muy concreta: “Me diagnosticaron un cáncer de tiroides, y por primera vez en mi vida pensé en la muerte. Hasta entonces, no le tenía miedo. Pero tenía un niño, y empecé a pensar en mi hijo, en la posibilidad de dejarle, en qué le habría transmitido con mi odio. Por otro lado, Isaza había afirmado públicamente que matar a mi madre había sido el peor error que había cometido la organización, y había reconocido que ella era una líder social, y no nada de lo que habían estado diciendo. Entonces pensé: ‘En realidad, ya he conseguido lo que quería’, mi madre era reconocida como lo que era”.

Aun así, de ahí a perdonar había un camino por recorrer.

“Para hacerme unas pruebas por el cáncer, me hospitalizaron justo el día y a la hora en los que, doce años antes, asesinaron a mi madre”, recuerda Jeny: “Esa noche soñé con ella. En el sueño, ella me decía de que Ramón Isaza rezaba cada día dos rosarios: uno para que le perdonara mi madre, allí donde estuviera, y otro para que le perdonara yo. Me avisaba de que él me buscaría, y que cuando le viera, le diese un abrazo y un beso y le dijese que ella le había perdonado. Yo en el sueño le decía a mi madre que no pensaba hacerlo”.

“Pero un día Ramón Isaza me busca”, continúa Jeny, “y me dice... ¡que él reza todos los días dos rosarios, uno por mi madre para que le perdone, y otro por mí para lo mismo!”. El cumplimiento de ese sueño profético rindió la última resistencia: “Le abracé y le di un beso, y sentí como si me hubieran sacado una estaca que tenía clavada entre pecho y espalda”.


Ambos fueron conscientes de que ahí concluía un camino, pero comenzaba otro: “Empezamos a conocernos mejor, yo a ellos y ellos a mí, y a deshacer dudas, interrogantes y mitos”.

Jeny acudió a la cárcel a ver a otros miembros del grupo que había dado un zarpazo tan cruel a su vida doce años antes: “Es un proceso en el que llevamos ya cinco años. Queremos crear una fundación junto con Oliverio Isaza, hijo de Ramón y su segundo al mando, para continuar todo lo que ha hecho su padre, que se siente viejo y cansado. Una fundación para la reconciliación, para dar y recibir perdón”.

El mayor regalo

Le preguntamos si, a lo largo de este tiempo, la tentación del odio le ha sugerido una marcha atrás. Pero el perdón ha sido transformador: “Si Dios nos puso en el mismo camino [a Ramón y a ella], fue por algo. En todo lo malo hay una enseñanza, y a mí esto me ha enseñado muchas cosas. He aprendido a conocer el corazón de alguien que ha sido tan malo. Nunca pensé que iba a querer tanto a mi enemigo, y es mutuo”.


Jenny, junto a Ramón Isaza. Ahora trabajan juntos por la reconciliación.
Jeny Castañeda ha participado en el Congreso Perdón, Reconciliación y Noviolencia que ha tenido lugar este fin de semana en la Casa Emaús de Torremocha de Jarama (Madrid), y se encuentra en España para ofrecer su testimonio en varios eventos a lo largo de las próximas semanas.

Su historia forma parte esencial de El mayor regalo, la última película de Juan Manuel Cotelo, junto a quien Jeny tiene la amabilidad de recibirnos. Se estrena el 9 de noviembre y ella aún no la ha visto, pero sí el tráiler, en cuyos instantes finales (2:06) la vemos abrazar a Isaza:


“El tráiler nos ha tocado mucho”, confiesa, “la película va a tocar muchos corazones. A veces nos peleamos y dejamos de hablarnos con padres, hermanos, amigos… por estupideces, por bobadas, porque no hizo lo que yo quise, porque no me compró lo que yo apetecía... Sé que tras ver la película muchas personas van a vencer el orgullo, que es la causa de casi todo, y van a abrazar a las personas con las que guardaban rencor”.

“Hay cosas más grandes y más imposibles”, concluye, “como perdonar al asesino de tu madre”. Un regalo para el perdonado y –nos deja Jeny muy claro– más aún para quien perdona.

Fuente: Religión en Libertad

lunes, 24 de septiembre de 2018

Santo Evangelio 24 de septiembre 2018


Día litúrgico: Lunes XXV del tiempo ordinario

Santoral 24 de Septiembre: La Virgen de la Merced

Texto del Evangelio (Lc 8,16-18): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija, o la pone debajo de un lecho, sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Pues nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que no venga a ser conocido y descubierto. Mirad, pues, cómo oís; porque al que tenga, se le dará; y al que no tenga, aun lo que crea tener se le quitará».


«Pone (la lámpara) sobre un candelero, para que los que entren vean la luz»

+ Rev. D. Joaquim FONT i Gassol 
(Igualada, Barcelona, España)

Hoy, este Evangelio tan breve es rico en temas que atraen nuestra atención. En primer lugar, “dar luz”: ¡todo es patente ante los ojos de Dios! Segundo gran tema: las Gracias están engarzadas, la fidelidad a una atrae a otras: «Gratiam pro gratia» (Jn 1,16). En fin, es un lenguaje humano para cosas divinas y perdurables.

¡Luz para los que entran en la Iglesia! Desde siglos, las madres cristianas han enseñado en la intimidad a sus hijos con palabras expresivas, pero sobre todo con la “luz” de su buen ejemplo. También han sembrado con la típica cordura popular y evangélica, comprimida en muchos refranes, llenos de sabiduría y de fe a la vez. Uno de ellos es éste: «Iluminar y no difuminar». San Mateo nos dice: «(...) para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres para que, al ver vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,15-16).

Nuestro examen de conciencia al final del día puede compararse al tendero que repasa la caja para ver el fruto de su trabajo. No empieza preguntando: —¿Cuánto he perdido? Sino más bien: —¿Qué he ganado? Y acto seguido: —¿Cómo podré ganar más mañana, qué puedo hacer para mejorar? El repaso de nuestra jornada acaba con acción de gracias y, por contraste, con un acto de dolor amoroso. —Me duele no haber amado más y espero lleno de ilusión, estrenar mañana el nuevo día para agradar más a Nuestro Señor, que siempre me ve, me acompaña y me ama tanto. —Quiero proporcionar más luz y disminuir el humo del fuego de mi amor.

En las veladas familiares, los padres y abuelos han forjado —y forjan— la personalidad y la piedad de los niños de hoy y hombres de mañana. ¡Merece la pena! ¡Es urgente! María, Estrella de la mañana, Virgen del amanecer que precede a la Luz del Sol-Jesús, nos guía y da la mano. «¡Oh Virgen dichosa! Es imposible que se pierda aquel en quien tú has puesto tu mirada» (San Anselmo).