Una multitud esperaba al Papa en el Santuario que rezó varios minutos en silencio ante María
Francisco, «obispo vestido de blanco», reza a la Virgen en Fátima: «Vengo como profeta y mensajero»
Francisco, «obispo vestido de blanco», reza a la Virgen en Fátima: «Vengo como profeta y mensajero»El Papa rezó conmovido ante la Virgen María
El Papa Francisco llegó a Fátima donde le esperaba una enorme multitud que portaba banderas de todo el mundo. Decenas de miles de personas aguardaban la llegada del “obispo vestido de blanco” como el mismo Papa se ha definido al santuario, y en cuya capilla de las apariciones rezó en silencio durante varios minutos, tal y como informa Cari Filii News:
Conmovido y con los ojos cerrados Francisco oró ante la imagen de la Virgen de Fátima tras entregar una rosa de oro a María. “Vengo como profeta y mensajero para lavar los pies a todos, entorno a la misma mesa que nos une”, dijo el Papa en la larga oración que recitó el Santo Padre en la capilla de las apariciones.
Como obispo vestido de blanco
“En este lugar, desde el que hace cien años manifestaste a todo el mundo los designios de la misericordia de nuestro Dios, miro tu túnica de luz y, como obispo vestido de blanco, tengo presente a todos aquellos que, vestidos con la blancura bautismal, quieren vivir en Dios y recitan los misterios de Cristo para obtener la paz”, pedía el Papa a la Virgen de Fátima haciendo también alusión al tercer secreto.
Con gran recogimiento y ante el silencio de los peregrinos, el Papa continuó con su oración a María pidiéndola que “sigamos el ejemplo de los beatos Francisco y Jacinta, y de todos los que se entregan al anuncio del Evangelio. Recorreremos, así, todas las rutas, seremos peregrinos de todos los caminos, derribaremos todos los muros y superaremos todas las fronteras, yendo a todas las periferias, para revelar allí la justicia y la paz de Dios”.
"Muéstranos la fuerza de tu manto protector"
Y para acabar Francisco rezaba: “Muéstranos la fuerza de tu manto protector. En tu Corazón Inmaculado, sé el refugio de los pecadores y el camino que conduce a Dios. Unido a mis hermanos, en la Fe, la Esperanza y el Amor, me entrego a Ti. Unido a mis hermanos, por ti, me consagro a Dios, Oh Virgen del Rosario de Fátima”.
Este era el primer gran momento del viaje de Francisco a Fátima, al que ha definido más como una “peregrinación” que como una visita apostólica. Se trata del cuarto Pontífice que llega hasta este santuario tras Pablo VI, San Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Tras rezar el Rosario con los peregrinos el acto central tendrá lugar este sábado con la multitudinaria Eucaristía que presidirá el Papa y en el que se canonizará a dos de los videntes, los pastorcitos Francisco y Jacinta, que pasarán a ser los santos más jóvenes sin pasar por el martirio.
Esta es la oración íntegra rezada por el Papa Francisco en la capilla de las apariciones:
Salve Reina,
Bienaventurada Virgen de Fátima,
Señora del Corazón Inmaculado,
refugio y camino que conduce a Dios.
Peregrino de la Luz que procede de tus manos,
doy gracias a Dios Padre que, siempre y en todo lugar, interviene en la historia del hombre;
peregrino de la Paz que tú anuncias en este lugar,
alabo a Cristo, nuestra paz, y le imploro para el mundo la concordia entre todos los pueblos;
peregrino de la Esperanza que el Espíritu anima,
vengo como profeta y mensajero para lavar los pies a todos, entorno a la misma mesa que nos une.
Estribillo cantado por la asamblea
Ave o clemens, ave o pia! (¡Ave oh Clemente, ave oh piadosa!)
Salve Regina Rosarii Fatimæ. (Salve Reina del Rosario de Fátima)
Ave o clemens, ave o pia! (¡Ave oh Clemente, ave oh piadosa!)
Ave o dulcis Virgo Maria. (Ave oh dulce Virgen María.)
El Santo Padre:
¡Salve, Madre de Misericordia,
Señora de la blanca túnica!
En este lugar, desde el que hace cien años
manifestaste a todo el mundo los designios de la misericordia de nuestro Dios,
miro tu túnica de luz
y, como obispo vestido de blanco,
tengo presente a todos aquellos que,
vestidos con la blancura bautismal,
quieren vivir en Dios
y recitan los misterios de Cristo para obtener la paz.
Estribillo…
El Santo Padre:
¡Salve, vida y dulzura,
salve, esperanza nuestra,
Oh Virgen Peregrina, oh Reina Universal!
Desde lo más profundo de tu ser,
desde tu Inmaculado Corazón,
mira los gozos del ser humano
cuando peregrina hacia la Patria Celeste.
Desde lo más profundo de tu ser,
desde tu Inmaculado Corazón,
mira los dolores de la familia humana
que gime y llora en este valle de lágrimas.
Desde lo más íntimo de tu ser,
desde tu Inmaculado Corazón,
adórnanos con el fulgor de las joyas de tu corona
y haznos peregrinos como tú fuiste peregrina.
Con tu sonrisa virginal,
acrecienta la alegría de la Iglesia de Cristo.
Con tu mirada de dulzura,
fortalece la esperanza de los hijos de Dios.
Con tus manos orantes que elevas al Señor,
une a todos en una única familia humana.
Estribillo...
El Santo Padre:
¡Oh clemente, oh piadosa,
Oh dulce Virgen María,
Reina del Rosario de Fátima!
Haz que sigamos el ejemplo de los beatos Francisco y Jacinta,
y de todos los que se entregan al anuncio del Evangelio.
Recorreremos, así, todas las rutas,
seremos peregrinos de todos los caminos,
derribaremos todos los muros
y superaremos todas las fronteras,
yendo a todas las periferias,
para revelar allí la justicia y la paz de Dios.
Seremos, con la alegría del Evangelio, la Iglesia vestida de blanco,
de un candor blanqueado en la sangre del Cordero
derramada también hoy en todas las guerras que destruyen el mundo en que vivimos.
Y así seremos, como tú, imagen de la columna refulgente
que ilumina los caminos del mundo,
manifestando a todos que Dios existe,
que Dios está,
que Dios habita en medio de su pueblo,
ayer, hoy y por toda la eternidad.
Estribillo...
El Santo Padre junto con todos los fieles:
¡Salve, Madre del Señor,
Virgen María, Reina del Rosario de Fátima!
Bendita entre todas las mujeres,
eres la imagen de la Iglesia vestida de luz pascual,
eres el orgullo de nuestro pueblo,
eres el triunfo frente a los ataques del mal.
Profecía del Amor misericordioso del Padre,
Maestra del Anuncio de la Buena Noticia del Hijo,
signo del Fuego ardiente del Espíritu Santo,
enséñanos, en este valle de alegrías y de dolores,
las verdades eternas que el Padre revela a los pequeños.
Muéstranos la fuerza de tu manto protector.
En tu Corazón Inmaculado,
sé el refugio de los pecadores
y el camino que conduce a Dios.
Unido a mis hermanos,
en la Fe, la Esperanza y el Amor,
me entrego a Ti.
Unido a mis hermanos, por ti, me consagro a Dios,
Oh Virgen del Rosario de Fátima.
Y cuando al final me veré envuelto por la Luz que nos viene de tus manos,
daré gloria al Señor por los siglos de los siglos.
Amén.
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