Formas de cumplir el mandato de «estar preparados»
Los cuatro consejos de monseñor Pope para la venida del Señor: «¡Puede que venga pronto!»
Una escena de «Resucitado» (2016), de Kevin Reynolds. Los Apóstoles vieron la Ascensión del Señor sabedores por su palabra de que regresaría al final de los tiempos, pero ellos mismos totalmente ignorantes de cuándo sería el momento.
El Evangelio de la misa del pasado 23 de octubre recogía las palabras de Jesús a sus discípulos sobre la venida del Señor: “Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos” (Lc 12, 35-38).
“Jesús nos recuerda que debemos estar preparados, pero eso ¿qué significa?”, se pregunta Charles Pope, párroco de una de las iglesias históricas de Washington, D.C., la del Santo Consolador y San Cipriano, y uno de los creadores de opinión más influyentes del catolicismo norteamericano, con colaboraciones habituales en National Catholic Register y Our Sunday Visitor. En su blog del portal de la archidiócesis, en un artículo titulado "¿Estás preparado para cuando venga el Señor?", señala cuatro formas de cumplir este precepto divino tan impactante, en cuanto referido a un momento del que no sabemos “ni el día ni la hora” (Mt 24, 36).
Disponte a trabajar
Tener ceñida la cintura, explica monseñor Pope, es el equivalente a lo que hoy denominaríamos subirse las mangas: “El Señor tiene trabajo para nosotros y quiere que lo hagamos. Él no piensa en una carrera mundana, sino más bien en cosas como educar a los hijos en el temor de Dios, ser justos y crecer en santidad. El Señor quiere que trabajemos en su Reino”.
Eso se traduce en que “debemos comprometernos a la oración, a la misa dominical, a recibir los sacramentos, a la obediencia y a la santidad”. La tarea que Dios tiene para nosotros “se basa en los dones que nos ha otorgado”: “Unos pueden enseñar, otros atender a los ancianos, otros tienen buena cabeza para los negocios y pueden crear empleo y pagar salarios justos. Algunos son llamados al sacerdocio o la vida religiosa. Algunos, a sufrir y ofrecer esos sufrimientos por la salvación de las almas. Unos sirven en la fortaleza, otros en la debilidad”.
Así pues, concluye, “trabaja con lo que el Señor te dio para construir su Reino. Una parte de estar preparados consiste en hacer nuestro trabajo”.
Lee la Palabra
Las lámparas que hay que tener encendidas son un símbolo de la Escritura, señala Pope. Así que en ese pasaje del Evangelio “podemos comprender que una parte esencial de estar preparado es estar enraizado y embebido en las Escrituras y en las enseñanzas de la Iglesia”.
“En este mundo cada vez más secularizado y tan hostil a la fe”, añade, “nuestra mente está abocada a ensuciarse a menos que leamos las Escrituras a diario. ¿Cómo puede nuestra mente ser discreta y clara si estamos embriagados por el mundo? Estar preparado significa leer la Biblia todos los días y fundamentar en ella nuestra vida”.
Estate vigilante
“Hay diferentes formas de observar y esperar”, recuerda monseñor Pope: “Está la vigilancia y espera pasivas, como cuando esperamos el autobús, pero hay formas mucho más activas, como la que exhibe un camarero cuando acecha en segundo plano para anticiparse a las necesidades de los comensales”. Es este segundo espíritu, afirma el sacerdote, el que nos pide el Señor en el pasaje citado: “Si tenemos invitados en casa, la preparamos y, en lo que llegan, nos aseguramos de que todo está en orden”.
Pero hay un sentido “menos literal”, según el cual “preparar nuestra casa es limpiar bien nuestra alma del pecado y de toda maldad por la gracia de Dios, y vaciar el trastero de la mundanidad”.
Para ello hay dos recetas: “La confesión periódica y el arrepentimiento diario [examen de conciencia] limpian la casa de nuestra alma. Simplificar nuestra vida y minimizar las ataduras mundanas vacían el trastero de nuestra alma”.
“¿Has preparado la casa de tu alma para la venida del Señor?”, interpela Pope, antes de recordar que Él mismo ha dicho que vendrá “como un ladrón en la noche” (1 Tes 5, 2). No porque sea un ladrón, “pues todo Le pertenece”, sino porque, “si no hemos renunciado a nuestra mundanidad y nuestra avaricia, si no hemos vaciado el trastero de las ataduras mundanas, entonces el Señor, cuando venga, tomará lo que es suyo, y nos parecerá un ladrón porque nosotros pensamos que lo que se lleva es nuestro”.
“¡Y nunca es una buena idea llamar ladrón a Dios, Señor y dueño de todas la cosas!”, advierte.
Medita en el premio
“El Señor es claro: tiene un premio para aquellos a quienes encuentre preparados”, un premio “prefigurado en el banquete eucarístico… Nos ofrece la maravillosa bendición del Cielo, donde estaremos para siempre con Él y con aquellos a quienes amamos, en una dicha y paz inexplicables”.
“¿Meditas a menudo en el Cielo y anhelas sus recompensas? Es extraño lo poco que hablamos del Cielo. Como es un lugar en el que ninguno hemos estado, es difícil comprender completamente cómo será, pero debemos meditar con frecuencia sobre la alegría que nos espera allí”, anima monseñor Pope: “Parte de estar preparados para ir a la casa del Señor es anhelar ese día. Cuando queremos hacer algo, nos preparamos con impaciencia, estamos motivados y nos sacrificamos por ello”.
Y pone un ejemplo: “El año pasado, un grupo de mi parroquia peregrinó a Tierra Santa. Muchos ahorraron durante dos años para poder ir. Como preparación, nos juntábamos periódicamente, estudiábamos los planos y leíamos las historias de la Biblia. El día de la salida, muchos madrugaron y llegaron al aeropuerto horas antes del despegue. Meditar con impaciencia sobre el cielo y la alegría que nos espera debería ser algo parecido. Si queremos ir al Cielo, es lo más natural del mundo que queramos estar preparados y apartar lo que sea necesario para llegar allí”.
Un clásico del Gospel de los años 50, "Jesus hits like an atom bomb", interpretado por Chanticlear. "A todo el mundo le preocupa la bomba atómica, pero a nadie el día en el que vendrá mi Señor", dice la letra. Las imágenes que acompañan la música pertenecen al documental de 1982 The Atomic Cafe.
Monseñor Charles Pope concluye su exhortación con una enigmática sugerencia: “Así pues, he aquí los cuatro ingredientes de la receta del ‘estar preparados’. ¡Mejor que pongas tu casa en orden, porque puede que Él venga pronto!”
Pincha aquí para leer el artículo completo de monseñor Charles Pope.
Fuente: Religión en Libertad
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