domingo, 10 de junio de 2018

El pecado y el arrepentimiento

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EL PECADO Y EL ARREPENTIMIENTO

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Como en otras muchas ocasiones, en este domingo, la relación entre la primera lectura y el evangelio se da… y con mucho acierto. En el fragmento del Libro del Génesis que acabamos de escuchar y, asimismo, los versos del capítulo tercero del evangelio de San Marcos aparece el diablo, el malo, el demonio… Es el mismo tentador de la pareja de Paraíso Terrenal… Y también parte de la catequesis de Jesús de Nazaret, cuando sus enemigos quieren adjudicar su fuerza sanadora y milagrosa a Belzebú, el llamado príncipe de los demonios. Jesús dice que si eso fuera así el reino del mal estaría en guerra civil y, por tanto, a punto de desaparecer… Pero no. Jesús pertenece a otro Reino. El maligno sigue fuerte y poderoso. Hoy mismo, junto a nosotros, intenta modificar la realidad para acercarla al mal absoluto.

2.- La figura del tentador ha sido negada por muchos y algunos le han convertido en un personaje ridículo, vestido de rojo, con cuernos y rabo. La negación de la existencia del demonio ha sido protagonizada por personajes más o menos notables de la religión, filosofía o ciencia… La cada vez más extendida increencia niega la existencia del diablo, como niega a propio Jesús de Nazaret incluso en su presencia histórica en la tierra. Hace unos años dos teólogos de enorme peso e influencia fueron los más citados como “negadores” de la realidad del demonio. Me refiero a Rudolf Karl Bultmann y Herbert Haag. Pero la Iglesia ha trabajado duro para que no se niegue u olvide la figura del tentador. Y en esos años ya Pablo VI dijo “son rodeos que el demonio es una realidad personal que actúa en la historia funesta de la humanidad”.

3.- El papa Francisco, por su parte, ha afirmado con claridad la existencia del demonio, aunque ha habido una tendencia importante a tergiversar sus palabras. La bondad sencilla del papa Bergoglio quiere ser oscurecida por los adoradores del mal. Y es que la “ecuación” es muy sencilla: si se niega la existencia del diablo se niega el mal como oponente al Bien que viene de Dios. El Mal no es solo una parte del comportamiento humano. Pero la negación de esa realidad personificada del mal es como negar a mismísimo Jesús de Nazaret quien se refiere a dicha realidad muchas veces y sitúa al demonio como enemigo de Dios y de su creación.

4.- Si tenemos idea del Bien no podemos dejar ser ignorantes de las capacidades del Mal. No es un problema de comportamiento humano en lo personal o en lo comunitario. Desde la primera andadura del género humano ahí estuvo el Malo como muy bien nos recuerda el Libro del Génesis. A su vez, la batalla de Jesús contra el mal fue total y constante. No es posible una lectura fragmentada de la Sagrada Escritura. No es posible aceptar solo aquello que nos gusta o nos parece adecuado. Hay, además, un argumento sencillo que utiliza la Policía para descubrir culpables. Sería, pues: ¿a quién beneficia la aceptación de la no existencia del demonio?... Pues al propio demonio. Esto no debe olvidarse.

5.- San Pablo nos va a dar una receta que ayuda a superar las dificultades, incluso --¡cómo no!— las teológicas. Dice en unos de los párrafos que se han leído hoy de su carta a los Corintios: “Pues la leve tribulación presente nos proporciona una inmensa e incalculable carga de gloria, ya que no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; en efecto, lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno”. Realmente, lo que vemos con nuestros ojos de la cara es transitorio y poco firme. Y lo que no vemos, pero sabemos por la doctrina de la Iglesia que existe, es camino de eternidad. Y cuanto al fin último, a lo que será nuestra vida en el cielo, señala que “sabemos que, si se destruye esta nuestra morada terrena, tenemos un sólido edificio que viene de Dios, una morada que no ha sido construida por manos humanas es eterna y está en los cielos”.

6.- No quiero terminar sin citar el salmo. No se suele hacer. El Salterio es el “gran perdedor” de los comentarios homiléticos”. Los versos del salmo 129 que hemos proclamado hoy son un canto al arrepentimiento y a la paz. Hay tres de ellos que, en lenguaje moderno diríamos que son muy fuertes:

Si  llevas cuenta de los delitos, Señor,

¿quién  podrá resistir?

Pero  de ti procede el perdón, y así infundes temor.

Es obvio que también se pide, mediante el arrepentimiento, el regreso a Dios y a su Bien. Pienso que no estaría releer en cualquier momento los que hemos razado hoy del salmo 129 y que sea nuestro oficio “rápido” de demanda de perdón a Dios nuestro Padre.

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