CONVIDADOS A UNA GRAN FIESTA
Por Pedrojosé Ynaraja
1.- Voy a empezar, mis queridos jóvenes lectores, resumiendo en una sola frase, la segunda lectura de la misa de este domingo. Su autor es Guy de Larigaudie, que opino es uno de los grandes mentores de la espiritualidad seglar de nuestro tiempo. Dice él: para viajar bien se precisan dos cosas: un smoking y un saco de dormir. Con seguridad ni San Pablo, ni los Filipenses, hubieran sabido qué eran ambas cosas, pero creo que es acertada traducción al lenguaje de nuestra actualidad. Ahora se me ocurre que tal vez algunos de vosotros tampoco sepáis qué son ambas cosas. Pues no os lo explico, para eso está el google. Elegancia espiritual y austeridad, debe ser nuestro lema y norma de comportamiento.
2.- Cambio de tercio. Desgraciadamente, leyendo comentarios a las motivaciones que tienen ciertos terroristas para inmolarse cometiendo crímenes, habréis leído que, según ellos imaginan, se les ofrecen en el paraíso, y como premio, no sé cuántas odaliscas para su disfrute individual. Podremos, acertadamente, no creer estas teorías, pero me parece a mí que es preciso también que nos preguntemos con sinceridad: ¿yo espero que tenga preparado Dios para mí un Cielo feliz? ¿Debo pensar en ello? Lo importante ¿no es que siga las normas que dictó el Maestro, trate de hacer el bien y no piense en nada más?
3.- Hago un paréntesis. Antes de continuar, debo recordaros que una boda en aquel tiempo era una celebración muy diferente de los festejos actuales, los de nuestra decadente cultura occidental. El guion, descrito brevemente, es este. Un determinado día el novio ya comprometido en matrimonio, acudía acompañado de sus amigos, a la casa familiar de la novia, donde le esperaba con sus amigas. Envueltos en una alegre procesión de relumbrantes antorchas que habían preparado las mujeres, se dirigían al domicilio conyugal donde estaba preparado un suculento banquete. Cantos, danzas, sentarse a comer y levantarse a compartir, beber, contar chistes y recitar poemas preparados, compuestos adrede para aquella situación, epitalamios se llaman, recitados o cantados a coro… y vuelta a comer y a beber. En cuanto al vestido, nada de procurarse uno prêt-à-porter, ni siquiera acudir a un establecimiento outlet, que en aquel tiempo ni existían, ni siquiera hubieran necesitado. En el telar familiar cada mujer se confeccionaba sus tejidos y cosía su túnica sencillamente. Una tal prenda la usaba ella y la continuaba usando la descendencia. Unas para unos momentos solemnes, otras para las rutinarias faenas domiciliarias. No faltaban a nadie ni unas ni otras, de aquí la inoportunidad del desconocido, que viste inapropiadamente. Una mosca en leche, como se dice vulgarmente, era el advenedizo, en el conjunto de la fiesta. (Aprovecho la ocasión para recomendaros que, ambientada la imaginación en lo que os he contado, leáis el Cantar de los Cantares, un sublime epitalamio místico)
4.- Cierro el paréntesis. Vuelvo al principio. Antiguamente, antiguamente para mí, lo advierto, se predicaba, se clamaba, se atemorizaba, describiendo las penas del infierno con todo detalle. Novenarios y meses dedicados a las almas del purgatorio, se llamaban. Nadie supe que organizara novenas, triduos o semanas dedicados al Cielo. Esta ausencia de la predicación de la felicidad eterna, recuerdo muy bien que una de mis hermanas me lo advertía allá por el 1960. Y desde entonces traté de corregirme yo y le fui fiel a ella, hablándole del Cielo cuando estaba en su lecho de muerte, sintiendo gran consuelo.
5.- Y hablar del Cielo, su atractivo o la imprudencia de su ignorancia o falta de aprecio, es lo que se nos ofrece hoy en la lectura evangélica de la misa del presente domingo. Empecemos por recordar cuantas veces nos ha ocurrido que pensando en una excursión, en un viaje, en una competición deportiva, en una fiesta, hemos querido compartirla con los amigos y se lo hemos dicho y convidado y, desgraciadamente, nos han contestado que para ese día ya tenían otro plan, que no tienen tiempo, que eso a ellos no les atrae, que quizá otro día… y nos hemos quedado desilusionados.
6.- ¿Qué hacer con todos los preparativos si, por ejemplo se incluía una merienda y ya tenemos todo en la nevera o puesto en la mesa? Alguien sugiere: podrías llevarlo a aquel asilo, regalarlo a los chiquillos de aquel lugar de acogida, repartirlo entre los niños de aquella casa de maternidad… y gozan y disfrutan de lo que se les entrega. Recuerdo a alguien muy querido que fue un día a llevar unas sencillas joyas que habían pertenecido a su hija recién fallecida, a un domicilio donde la madre vivía con sus dos hijas discapacitadas mentalmente, una más que otra. Volvía emocionada al comprobar la felicidad de aquellas mujeres al probárselas, intercambiarlas y volvérselas a colgar. Lloro yo también ahora emocionado al recordarlo. Y han pasado 35 años de ello.
7.- Vuelvo a vosotros, mis queridos jóvenes lectores. El Cielo es un misterio, pero algo de él sabemos y merece nuestro aprecio. Es regalo de Dios, es felicidad individual compartida, es existencia eterna. Es de bien nacidos, ser agradecidos, dice el refrán. Recordad la pena que habéis sentido cuando alguien que habéis obsequiado, os responde con desprecio, rehusando vuestro regalo. El pecado, la ignorancia u olvido de Dios, le ofende, sin perjudicarle para nada. Aceptar la invitación que desde nuestro bautismo se nos ha entregado, nos honra, nos llena de Esperanza.
Vivimos días en qué circunstancias políticas o sociales de diversos lugares, siembran decepción, amargura, duda, desengaño, desconfianza en líderes. Por encima de estas amargas experiencias ¿reina la confianza en Dios? ¿Vivimos esperanzados? En la actuación de Dios nunca hay corrupción.
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