Fray Carlos Montana de Ciudad Juárez (México)
De ser un niño de la calle, abandonado por su familia y pidiendo limosna para comer... a sacerdote
Fray Carlos Montana se reencuentra con su madre Faustina
Nacido en la colonia Bellavista, a un costado de la parroquia Nuestra Señora del Rosario, Carlos Montana vivió una infancia alegre a pesar de su situación de calle. Recibió el llamado al sacerdocio en la adolescencia, al cual respondió a la edad de 21 años, cuando se unió a la congregación de Siervos de María.
“Era un niño de la calle. Por razones de su historia personal, mi mamá no pudo o no quiso hacerse cargo de nosotros y mi abuelita no podía por su edad. Recuerdo que yo limpiaba parabrisas y muchas ocasiones pedí limosna en la calle para comer. Me corrían de los restaurantes y de esta iglesia”, señaló Fray Carlos, el hoy sacerdote de la congregación de los Siervos de María a Religión en Libertad.
Fray Carlos está convencido de que Dios puso lo medios y las personas adecuadas para que no llevara una vida desordenada, y está convencido que Dios lo llamó desde la infancia para el sacerdocio.
Dios fue al encuentro del niño de la calle
“Dios tiene sus caminos y no sabemos ni cuándo, ni cómo, ni a qué persona va a llamar. Él puso lo medios para encontrarme con Él. Lo conocí de niño porque mi abuelita nos traía a la iglesia. Dios fue acomodando cada situación y cada momento”, dijo convencido.
Ingresar en el seminario
Al concluir la secundaria Carlos ingresó al Seminario Conciliar Diocesano, el cual dejó después de un año.
Finalmente el Señor le mostró el camino de su vocación a los 21 años, pero ahora con los Siervos de María.
“Estudie 2 años de Filosofía en Guadalajara, un año de noviciado en Aguascalientes, tres años de Teología, Mariología y Espiritualidad en Roma. Hace un año hice mi profesión y me ordené diácono. El pasado 16 de mayo me ordené sacerdote. Estoy actualmente en Aguascalientes como ecónomo y encargado de pastoral vocacional”, compartió.
Un ángel llamado Faustina
En su inocencia, Fray Carlos asegura que nunca padeció el dolor por su abandono y siempre fue un niño alegre, además que tenía el cariño de Faustina, una mujer soltera que servía en la parroquia del Rosario y que siempre veló por él y por su hermana.
“Veníamos al templo y ella nos trataba muy bien, otras personas nos corrían, pero ella no. Un día le empecé a decir mamá y ahí empezó la historia de amistad con ella”, recordó el padre Carlos.
A los siete años Carlos y su hermana fueron llevados al DIF y después a la Ciudad del Niño donde permaneció 5 años. Faustina los visitaba semanalmente y después los llevaba a su casa los fines de semana.
Adoptar a los dos hermanos
“La abuelita me los encargó. Nunca pensé en adoptarlos, soy una mujer soltera, no pensé que me los fueran a dar. Nos fuimos encariñando mucho y la madre Piedad, que en ese entonces era la superiora, me sugirió adoptarlos al ver que los niños ya no se querían separar de mí, y así inicié los trámites de la adopción”, subrayó Faustina.
Después de un trámite largo, finalmente, a los 12 años, Carlos y su hermana se fueron a vivir definitivamente con Faustina, a quien Carlos admira mucho.
El cariño de su hijo...
“La admiro muchísimo porque tuvo que renunciar a su familia, no fue fácil adoptar dos hijos, ella era profesionista y aprendió a ser mamá con hijos ya grandes. Sé que fue una experiencia difícil y la admiro porque siempre ha dicho que `sí´ a lo que Dios le ha pedido”, expresó Fray Carlos.
Faustina le pidió una prueba a Dios
“Le pedí a Dios que si Él quería que yo tuviera esos niños, que así se dieran las cosas. Finalmente Dios nos concedió la adopción. Estoy muy agradecida con Él por todas las maravillas que ha hecho con nosotros”, expresó Faustina.
Y agregó: “Dios escogió a esta criatura desde el vientre de su madre. Así empezó nuestra historia. Todo fue sucediendo por voluntad y misericordia de Dios y con nuestro `sí´ Él hizo todo lo demás”.
Comprensíón hacia la madre biológica y la abuela
“He razonado mi historia muchas veces, entiendo bien a mi mamá biológica y a mi abuelita. De ser un niño de la calle hoy soy un vagabundo de Dios. Quiero decir a los jóvenes que se puede ser feliz en el sacerdocio. Atrévanse a decirle “sí” a Dios”, finalizó fray Carlos.
Un nuevo sacerdote para la Iglesia
Fray Carlos se ordenó sacerdote servita el pasado 16 de mayo en Aguascalientes (México), y el 2 de junio regresó a Ciudad Juárez para celebrar su cantamisa en la parroquia del Rosario donde vio nacer su fe, y donde conoció a Faustina Montana, quien lo adoptó a él y a su hermana después de un largo proceso de amor, amistad y también trámites legales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario