De abusos, abandono, güija y ocultismo a ser liberada por el Rosario y sus «visitas al Santísimo»
Karen ha vivido una vida llena de dramas, en la que la fe ha sido su único sustento.youtube
Karen Dayana tiene 30 años, es colombiana y su vida ha sido una dura travesía de pobreza, abusos y desencuentros, en la que la fe siempre ha jugado un papel muy especial. Acaba de contar su testimonio en el canal de YouTube El Rosario de las 11 pm.
"Todo se remonta al año 1991, cuando mis padres se conocieron. Mi madre era una chica de 15 años y mi padre tenía 27. Dos años después de conocerse, ella se quedó embarazada de mi hermana Alejandra, pero, a las 25 semanas de gestación, ella nació y lamentablemente, a las 4 horas de nacida, falleció por un paro cardiaco", comienza diciendo Karen.
Pobreza, violencia y adicciones
La tristeza invadió a su madre, hasta que en 1994 se quedó embarazada de Karen. "Era un embarazo de alto riesgo, nací a los 8 meses y medio, con muy poco peso. Estaba tan enferma que me dieron tres paros cardiacos. Un médico dijo que se necesitaba un milagro para que yo naciera. Mi madre se acercó a una capillita que había en el hospital y le imploró a Dios que salvara mi vida. En ese momento, el Espíritu Santo le inspiró que llamara a un sacerdote para que me bautizara de emergencia. Y, desde ese momento, empecé a mejorar", cuenta la joven.
El tiempo pasaba, y la situación de pobreza en casa era cada vez más insostenible. Su padre era taxista, pero, un día, le robaron el taxi y todo el dinero que llevaba, lo ataron de manos y pies y lo llevaron a un monte con la guerrilla colombiana. "Lo iban a ahogar en un río y les suplicó que, por favor, no le hicieran daño, que tenía una hija pequeña", relata Karen.
Al drama de la pobreza se le unió el de los abusos. "Cuando tenía cuatro años, un primo abusó de mí. Me dejaba encerrada en un cuarto y, si quería salir, tenía que quitarme la ropa. Mi madre, en su precariedad de vida, decidió emigrar a España. A mí me dejó con mi padre. Hasta que, al año y medio, viajé con mi padre. Como no teníamos papeles, nos fuimos a vivir a un campamento de rumanos, allí conocimos más parejas con niños".
"Me hice amiga de una chica colombiana, al principio todo era genial, pero, después, no sé por qué, la niña se inventó que me había visto besándome con otra niña y que era lesbiana. Mi padre se enfadó mucho y habló con el padre de la otra niña y discutieron, se pelearon, y el jefe del campamento dijo que nos teníamos que ir de allí. Como no teníamos nada, acabamos en un parque", cuenta.
Gracias al dinero de una tía de Estados Unidos, la familia se pudo alojar en un lugar más seguro. "Cuando yo tenía ocho años nos fuimos a un pueblo de Alicante, mi padre consiguió trabajo de mecánico y mi madre hacía limpiezas. Yo, mientras, empecé la preparación para la primera comunión", cuenta Karen.
En esta época, tendría su primera experiencia de fe. "Un día me dijo mi catequista que si quería ir a la piscina. No sabía nadar y como vi que todos se tiraban, yo también lo hice. Casi me ahogo, por más que intentaba salir, no podía. Pensaba, pobres de mis padres, ahora les van a avisar de que he muerto ahogada. En ese momento me acordé de Dios y dije: 'Dios, por favor, ayúdame, quiero salir de aquí'", recuerda.
Karen logró sobrevivir y, a los 11 años, empezó a consumir alcohol con unos amigos del colegio. "Era por el vacío que yo llevaba por parte de mi madre, cuando se fue a España para trabajar. Mi padre también tenía problemas con el alcohol y me sentía muy mal cuando veía a mis padres discutir, las peleas eran muy fuertes. A pesar de mi corta edad, la vida ya me había golpeado bastante, con abusos y maltratos".
A los 15 años, una amiga le dijo que una señora leía las cartas. "La señora me leyó el futuro y después jugamos también a la güija con mis amigos. Hasta que, a los 17 años, un profesor abusó de mí en el instituto. Sentía mucho miedo, estaba muy sola. No quería volver al instituto, tenía ataques de pánico, depresión, ansiedad, ideas suicidas, no quería vivir más".
Al drama personal se le unió la separación de sus padres. "Un día, llegando a mi casa, veo que hay una ambulancia y me dicen que mi padre ha ingerido unas pastillas. Otra vez un golpe fuerte. Y, cuando tenía 18 años, a mi madre le diagnosticaron un cáncer muy agresivo. No había nada que hacer. En abril del 2013 falleció. Fue otro golpe duro para mí y decidí volver para Colombia".
"Como si hubiera algo más en mí"
Y, entonces, volvieron a aparecer los ataques de pánico y la depresión. "Por más que iba al médico, al psicólogo, al psiquiatra, no funcionaba nada. Y, a los 25 años, fui a catequesis, a una parroquia que había por aquí cerca de mi barrio. Me invitaron a la Renovación Carismática. Fui a una misa de sanación y, cuando el sacerdote bajó el Santísimo, me desmayé. Empecé a escupirle, como si hubiera algo más en mí. Hablé con el sacerdote y le conté que estuve sumergida en el ocultismo".
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Pasó el tiempo y, un día, una moto atropelló a Karen. "Tuve que estar mucho tiempo metida en mi casa y me fui sumergiendo en una depresión. Una amiga me dijo que conocía a las hermanas Juanistas, y que si quería hacer un año misionero de hacer labor social y fue un tiempo muy bonito. Lo único que a mí me sostenía era el Santo Rosario y hacer visitas al Santísimo, aunque no tuviera ganas. Duré nueve meses en esa situación, perdí 14 kilos, se me cayó el pelo, las pestañas, no quería hablar con nadie, no quería comer, estaba muerta en vida".
"Recuerdo que le dije a Dios: 'quítame la vida, porque esto ya no lo aguanto'. Ahora, en cambio, los invito a que continúen orando, a que no pierdan la fe, a que sigan adelante en hacer conocer a nuestro Señor Jesucristo, Él dio la vida por nosotros", concluye Karen
Fuente: Religión en Libertad
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