EL FINAL DE LOS TIEMPOS
Por Francisco Javier Colomina Campos
Nos acercamos al final del año litúrgico, pues tras la celebración el próximo domingo de Jesucristo Rey del Universo, el domingo siguiente comenzará el tiempo de Adviento y con él un nuevo año litúrgico. Y como cada año, al final del año litúrgico, las lecturas de la palabra de Dios nos hablan del final de los tiempos y nos orientan hacia el juicio final.
1. Dios viene como Rey y Juez de la historia. Éste es el anuncio que hace hoy la palabra de Dios. Nuestra fe nos dice que esperamos la vuelta de Jesucristo, nuestro salvador, que vendrá a juzgar a vivos y muertos, como confesamos en el Credo. Ese día ya está anunciado desde el Antiguo Testamento. En la primera lectura de hoy, del libro del profeta Miqueas, se anuncia: “mirad que llega el día, ardiente como un horno”. Con este lenguaje apocalíptico típico de algunos profetas se nos anuncia que el Señor ha de venir. Será un fuego devorador para todos aquellos que hayan cometido injusticia, los malvados y perversos, mientras que será sol de justicia que iluminará y dará salud para los justos que honran el nombre de Dios. Quizá nos han explicado siempre que Dios viene a castigar a unos y a juzgar a otros. Pero no es literalmente así. En realidad, aquellos que durante su vida aquí en la tierra han procurado el bien y la justicia, han practicado la misericordia, han hecho el bien a los demás y han honrado a Dios, en definitiva los que han cumplido los mandamientos de amar a Dios y al prójimo, vivirán junto a Dios en la eternidad, serán iluminados por la luz eterna de Dios que ha buscado con su vida aquí en la tierra. Mientras que aquellos que han despreciado a Dios despreciando también a los hombres, han sido injustos y han olvidado el amor rechazando a Dios y al prójimo, vivirán también por toda la eternidad alejados de ese Dios al que ellos mismos han decidido rechazar en su vida.
2. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas. Pero ¿cuándo va a ser ese final de los tiempos que nos anuncia la palabra de Dios? Ésta es la pregunta que le hacen los discípulos a Jesús. Querían saber cuándo y cuál iba a ser la señal, para prepararse antes de que llegase. Los tesalonicenses, a los que les escribe san Pablo la carta que hemos escuchado en la segunda lectura, creían que la segunda venida del Señor iba a ser inmediata, por eso algunos de ellos se habían echado a la buena vida, sin trabajar, creyendo que ya estaba todo hecho. Pero san Pablo les recomienda que se pongan a trabajar, pues la venida de Jesucristo no será inmediata. El mismo Jesús, ante las preguntas de sus discípulos, les responde afirmando que antes de que suceda esto acontecerán otras cosas terribles: guerras, terremotos, epidemias, hambre, e incluso perseguirán y encarcelarán a los que sigan el nombre de Cristo. Con ello, Jesús nos advierte que el final de los tiempos no será inmediato. Por tanto, no cabe vivir con angustia, pensando en lo que sucederá al final de los tiempos. Hasta entonces tendremos tiempo para dar testimonio de nuestra fe y que así otros muchos puedan escuchar el mensaje de salvación que nos trae Jesús. Con nuestra perseverancia ante las dificultades, manteniéndonos firmes en la fe, salvaremos nuestras almas. Esta perseverancia en la fe es la vida cristiana, vivir la intimidad con el Señor, a pesar de las dificultades, vivir el mandamiento del amor, vivir el espíritu de las bienaventuranzas en nuestro día a día.
3. Jornada mundial de los pobres. Por todo ello, encuentra aquí un lugar más que apropiado la jornada mundial de los pobres, que el papa Francisco instauró recientemente en la Iglesia. El amor a todos, que es parte del mandamiento principal junto con el amor a Dios, se concreta también en el amor a los más necesitados. Esta jornada lleva por lema este año “La esperanza de los pobres nunca se frustrará”. En su mensaje, el papa Francisco nos llama a ser nosotros portadores de esta esperanza y de consuelo para aquellos que no tienen nada y que por ello dependen de los demás. EL final de los tiempos, cuando venga de nuevo Cristo como Juez, seremos juzgados por el amor que hemos vivido aquí en la tierra, hacia Dios y hacia el prójimo. Para nosotros, el prójimo es especialmente el más necesitado de nuestra ayuda. No podemos vivir verdaderamente como cristianos sin preocuparnos y sin ocuparnos de los pobres. Ellos nos necesitan.
La Eucaristía es un anticipo de la gloria eterna a la que estamos llamados. Vivir cada domingo la Eucaristía es encontrarnos con el Señor que nos espera en el cielo. Pero participar de la Eucaristía es también una llamada a salir de nosotros mismos y entregarnos a quienes más nos necesites, como hizo el mismo Cristo con nosotros. Vivamos con esperanza esta Eucaristía, ansiando la gloria que está por llegar, y haciendo partícipes de esta misma esperanza a todos los que la necesiten, especialmente los más pobres.
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