NUESTRO DIOS AMA CON PREDILECCIÓN A LOS MÁS DÉBILES
Por Gabriel González del Estal
1.- El padre le dijo: “Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo, pero era necesario celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”. Todos los lectores de Betania saben de memoria la parábola de la mal llamada “Parábola del hijo pródigo”. Yo no voy a repetir aquí una vez más lo que todos hemos oído miles de veces. Sólo quiero advertir ahora que esta parábola debería llamarse con más propiedad la “Parábola del Padre misericordioso”, porque Jesús puso esta parábola de a los fariseos y escribas que le acusaban de acoger a los pecadores y comer con ellos para que vieran que él hacía esto porque su Padre, Dios, así lo hacía y él, Jesús, quería comportarse siempre como su Padre. Con la misma intención les puso las parábolas de la oveja perdida y de la moneda encontrada, Por supuesto que Dios lo que quiere es que seamos justos y buenos y se alegra siempre de la bondad de los justos, pero Dios expresa una alegría especial cuando un pecador se convierte, lo mismo que un pastor ama a todas las ovejas que tiene, y una mujer se alegra siempre de todas las monedas que tiene, pero tanto el pastor como la mujer muestran una alegría especial cuando encuentran la oveja que se les había perdido, o encuentran la moneda perdida. Bien, a nosotros, en concreto, ¿qué pueden querer decirnos hoy estas parábolas? Pues que Dios va a alegrar de una manera especial cada vez que uno de nosotros se arrepiente de algo que está haciendo mal y comenzamos a hacerlo bien. Es evidente que todos somos pecadores y que Dios quiere que dejemos de serlo. Por poner sólo un ejemplo fácil de comprobar: todos somos tremendamente egoístas; el niño nace siendo muy egoísta y los mayores seguimos siendo muy egoístas hasta que nos morimos. Pues bien, sepamos que cada vez que renunciamos a un mal egoísmo y nos comportamos con generosidad, Dios, nuestro Padre va a sentir una alegría especial. Jesús, que quería ser como su Padre, Dios, acogía a los pecador y comía con ellos precisamente para que se convirtieran y cada vez que un pecador se convertía sentía una alegría muy especial. Reconozcamos nuestras debilidades y nuestros pecados y convirtámonos; seguro que así vamos a dar a nuestro Padre, Dios misericordioso una gran alegría.
2.- En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: anda, baja de la montaña que se ha pervertido tu pueblo. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado… Entonces se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo. Esta lectura del libro del Éxodo nos habla de la capacidad que tuvo Moisés para interceder por su pueblo, porque conocía en corazón de Dios y sabía que su Dios era un Dios misericordioso, que se compadecía siempre de la debilidad humana. Sepamos ser también nosotros intercesores ante nuestro Dios para que perdone nuestros pecados y los pecados del mundo entero. Seguro que Dios se va a alegrar cada vez que una persona se convierte debido a nuestra intercesión.
3.- Es palabra digna de crédito y merecedora de total aceptación que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. Pues que cada uno de nosotros, discípulos de Cristo, nos sintamos agradecidos, sabiendo que Cristo va a salvarnos siempre que nosotros nos sintamos necesitados de su salvación y así se lo pidamos. Y, como sal Pablo dice en esta carta a Timoteo: “es palabra digna de crédito y merecedora de total aceptación que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero”.
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