De Inditex a monja de clausura: dos duros sucesos «derrumbaron» su vida, y entonces apareció Dios
María ingresó hace algo más de dos semanas en el convento del Sagrado Corazón de las clarisas de Cantalapiedra
María es una joven gallega que recientemente ha ingresado en el convento de las clarisas de Cantalapiedra (Salamanca) dejando un buen trabajo en la central de Inditex, la principal empresa textil del mundo, su propio piso y hasta su coche para entregarse completamente a Cristo a través de una estricta vida de clausura.
Aunque criada en una familia de fe en la que fue conociendo a Dios, un enfriamiento primero y después unos duros acontecimientos familiares como la muerte de su padre y el cáncer de su madre prácticamente al mismo tiempo le hicieron abrazarse a la Cruz.
Una vida cómoda y fácil
A partir de ahí se fue enamorando de Jesucristo hasta renunciar a todo para Él hasta que hace algo más de dos semanas entrara en el convento acompañada por un grupo de jóvenes que compartían su fe con ella y por el padre Javier García, delegado de Juventud de la Archidiócesis de Santiago de Compostela.
Esta joven relata su testimonio en la propia web diocesana donde se alegra de haber nacido “en el seno de una familia numerosa y de profundo valores cristianos”. Sin embargo, reconoce que “aunque debido al entorno en el que me crié, todo hacía pensar que tenía una profunda fe cristiana, la realidad era que, lamentablemente, era todo apariencia. Se podría decir claramente que vivía de cara a la galería”.
María asegura que en su vida al final “todo era fácil, cómodo, y eso supuso que dejase de lado ese deseo, y por tanto, a Dios. Nunca me había pasado nada que me hiciese tambalear de tal manera que me llevase a buscarle de verdad, con corazón sincero”.
La muerte de su padre y el cáncer de su madre
Pero en poco tiempo todo empezó a cambiar en su vida hasta tambalearse por completo. Fue poco a poco hasta que llegó la gran sacudida. Fue en 2015. A principios de año terminó la relación con su novio, con el que llevaba dos años. “Este, aunque pequeño, fue mi primer contacto con la cruz”, señala la joven.
Unos meses después llegó el verdadero terremoto. “Ingresaron a mi padre y, tras mes y medio de sufrimientos, dolores, idas y venidas, subidas y bajadas, falleció. Al mismo tiempo, a mi me madre le diagnosticaron cáncer de pulmón. Y ahí sí me encontré, sin yo buscarlo, de frente con la Cruz. Una Cruz dura, dolorosa y difícil, muy difícil de llevar”.
María considera que la muerte de su padre y la enfermedad de su madre hicieron que “todo a mi alrededor se derrumbase y me encontré, de repente, con que esa fe que se suponía que tenía no existía. Y, por tanto, me alejé completamente de Dios”.
Una luz en la noche
Dios no dejó sola a esta joven durante aquellos momentos y fue poniendo en su camino a personas concretas que fueron ayudando a que volviera a mirar a la Cruz. ”Me animaron a presentarme ante Él tal cual era, con mi gran mochila de miserias, heridas y dolor que, sin yo saberlo, sólo en Él hallarían consuelo”.
Este gran encuentro con el Señor se produjo en agosto de 2016 y ella misma habla de que fue “uno de los mayores regalos de mi vida”. En Una Luz en la Noche, una actividad de evangelización que se realiza de noche, María confiesa que “Él, por pura misericordia, se presentó ante mí, se me dio a conocer”.
La paciencia y el amor de Dios
“Me hizo ver –prosigue- que a pesar de todo lo que le había dicho y hecho en esos meses (lo desprecié, humillé y odié de tal manera que pensaba que nunca más volvería a tener fe) Él seguía siempre fiel, ahí esperándome, y vivo transformando corazones como el mío que, desde entonces, jamás volvió a ser el mismo”.
María estuvo acompañada en su ingreso en el convento por el grupo de jóvenes con los que comparte la fe
Poco a poco la vida de esta joven gallega fue cambiando y ya nada volvió a ser igual. Dios estaba empezando a ser el centro de su vida tanto en las cosas más importantes como en lo más cotidiano. “Desde el punto de vista humano lo tenía todo: una vida, podríamos decir, perfecta pues tenía mi piso en el centro, un coche propio, trabajo en una de las mejores empresas del mundo, una familia que me quería, un montón de amigo de todo tipo y condición con los que hacer planes… pero nada, absolutamente nada llenaba mi corazón”.
"Opuse resistencia"
El Señor quería tener un encuentro más profundo con ella y como un caballero –asegura ella. “fue poco a poco, siempre con delicadeza y sin imponer nada, ocupando mi corazón por entero”.
Fue apareciendo en ella esa llamada de Jesús para que entregara su vida en un convento, aunque al principio “opuse resistencia, ¡y tanta!”. María reconoce que han sido años de lucha y resistencia “pues una vida completamente entregada exige mucha renuncia, a todos los niveles”.
“En todos estos años el Señor me ha regalado el don de ver la mayor Cruz de mi vida (la muerte de mi padre) como una de las mayores bendiciones y ha sido, a través de esa Cruz, la tan temida Cruz, donde me encontré con Él, le conocí y me enseñó cuánto me amaba. Donde encontré el sentido de mi existir y descubrí para qué me había pensado Dios desde la eternidad: llegar a ser Esposa Suya, como clarisa, en el Monasterio del Sagrado Corazón, en Cantalapiedra”, afirma esta nueva postulante, que concluye señalando que “quiero entregar mi vida para acompañar, reparar y consolar el corazón herido de Jesús y rezar por la salvación y la redención de las almas”.
Fuente: Religión en Libertad
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