¿QUÉ VIENE EL SEÑOR?
Por Javier Leoz
Dios vino, viene y vendrá. El hombre espera, acoge y vigila. Pero, en paralelo a estas dos corrientes (Dios viene y el hombre espera), avanza otra más desde que, algunos hombres, decidieron apagar el faro de una vigilancia real y activa. Otros, en cambio, aún con limitaciones seguimos esperando, acogiendo y espabilados para que las costas de nuestras almas y de nuestros corazones, no se vean impregnadas por la contaminación de las últimas ideas de turno invitando a la deserción, al descrédito de la iglesia (aunque tenga cosas negativas). etc.
1.- Viene el Señor. De muchas maneras y en muchas circunstancias. Otra cosa es que (ajenos a la vigilancia) estemos tan distraídos que no sepamos mirar en la dirección por donde Dios sopla, viene y habla.
En este domingo mi pensamiento se va a la orilla de cualquier costa sembrada por los legendarios faros. Siempre encendidos y con su importante cometido: vigilando para que los barcos lleguen a buen puerto.
La vigilancia cristiana puede estar perfectamente representada por ese faro que espera a que su Señor llegue en cualquier momento. ¿Por qué? Para que, si el Señor se acerca, no encuentre obstáculos para entrar en la vida de los que creemos en El. Para que, si el Señor se decide presentarse definitivamente, nos encuentre oteando el horizonte con los prismáticos de la oración, de la escucha y meditación de su Palabra, de la riqueza de corazón, intentando cumplir su voluntad y comprometidos en el mundo con los esquemas de su reino.
2.- Existe una vieja leyenda en mi anterior parroquia sobre un escultor de un Cristo penitente del siglo XVII. Había tallado y finalizado su obra cuando, de una forma imprevisible, la imagen le habló: “¿dónde me has visto que tan bien me has tallado? El artista le contestó: “en mi corazón Señor”.
En el corazón es donde hemos de guardar un lugar privilegiado para que Dios siga hablando y nos siga diciendo algo. Es donde valoramos profundamente la verdad de las cosas y la esterilidad de lo aparentemente bonito. Es donde orientamos la veleta de nuestra existencia y donde se disparan también las luces de alarma cuando nos alejamos del Señor. Es donde nos vamos haciendo idea de un Dios que, lejos de amenazar, nos dice que viene y que por lo tanto hemos de estar vigilantes.
3.- Puede ser que el momento coyuntural que estamos viviendo nos invite y nos empuje a soplar e ir apagando esos destellos de vigilancia, que pueden ser:
-La Eucaristía para esperar bien alimentados
-La comunión con la iglesia, para esperar bien sintonizados con Dios
-La escucha de la Palabra, para esperar distinguiendo lo bueno de lo malo
-Las buenas obras, para esperar con el testimonio de la fe
Puede ser que el mundo se empeñe en pontificar que es de día cuando, en realidad, bastantes almas y bastantes contemporáneos nuestros viven en una interminable e insoportable noche.
Frente a ello seguiremos subiendo hasta la azotea de nuestra vida para encaminarnos con fe y con esperanza hacia el futuro.
--Necesitamos despertar de tanta pesadilla que nos amordaza y nos mantiene presos del pasado.
--Necesitamos ser “guardas jurados” de nuestra vida cristiana para que, cuando el Señor arribe, nos encuentre creyendo, amando, cantando y pregonando sus alabanzas.
Ojalá que, cuando el Señor venga, no pase de largo al ver las luces de nuestros corazones apagadas
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