Elena Álvarez, teóloga: «La salvación no es solitaria»«Creo que hay fundamento bíblico suficiente para considerar a María como Corredentora y Mediadora»
Haced lo que Él os diga»: la intervención de María en las Bodas de Caná, aparentemente «torciendo» la voluntad de su Hijo, es una muestra de su intercesión.
¿Deben ser declarados dogmas la Corredención y la Mediación de la Virgen María? Independientemente de que sean declarados dogmas, ¿tienen algún fundamento bíblico ambas creencias, comúnmente creídas en la Iglesia? El portal mariano Cari Filii le plantea éstas y otras cuestiones sobre la Madre de Dios a Elena Álvarez, doctora en Teología, con motivo de la publicación de su libro Las mujeres del Evangelio:
-¿No es llamativo que se hable tan poco de la Virgen María en los Evangelios? Hay quien lo ve como una objeción a la mariología católica...
-Se habla muy poco, es cierto, pero esa sobriedad conduce a lo esencial. Las palabras de María en el Evangelio son de acogida, de disponibilidad a Dios y a los demás, de llevar a la salvación y de conducir a Jesucristo. La presencia de María junto a Jesucristo habla de una cuestión muy importante, y es que la salvación no es solitaria, por eso Cristo quiso contar con su colaboración y dárnosla por madre. En este sentido, su recomendación en Caná es toda una declaración de las intenciones de su vida y su recomendación a todos: "Haced lo que él os diga".
-Hay quien ve en esa parquedad una objeción a la mariología católica...
-Si ella es esencial apertura a Jesucristo, unión estrecha con Él, no veo motivo por el que objetar a una mariología católica, ya que esta sólo refuerza la verdad de la Cristología.
Elena Álvarez es licenciada en Historia del Arte, doctora en Teología y profesora en la Universidad Internacional de La Rioja.
-¿Por qué en el capítulo del libro que le consagra la denomina Rosa del Desierto?
-Escribir sobre la Virgen me resultó especialmente difícil. Sin eventos especiales, su presencia siempre ha estado cercana en mi vida, acompañándome en muchos momentos. Era complicado transmitir en un texto breve quién es para la Iglesia y para cada uno. Pensé que sería más eficaz evocar por una imagen, que pudiera despertar las propias vivencias del lector. Ahí me vino a la cabeza la imagen de la rosa del desierto. En parte, porque geográficamente, María está cercana al desierto. En parte también porque esta vida no es un vergel, tiene sus momentos de relajación y de sequedad. Y cuando estamos en estos, nos ayuda tanto el alivio de una flor.
-¿Por qué esa flor en concreto?
-La rosa del desierto evoca a una roca sedimentaria y a una planta que almacena agua para poder vivir en esas condiciones climáticas. Me llevó a pensar que todo lo que tiene María es resultado de que "guardaba estas cosas en su corazón", sabía hacer tesoro de lo que Dios le daba. De ahí procede también su capacidad para equilibrar perfectamente la fortaleza de la roca con la delicadeza de la flor. Y creo que por ello es refugio y apoyo, verdadera madre, de todos los que quieran acudir a ella.
-¿Deben ser definidos como dogmas María Corredentora y María Mediadora universal de todas las gracias?
-Valorar la oportunidad de una definición dogmática no es cuestión de mi competencia, sino de la autoridad de la Iglesia, por tanto, no trataré esa cuestión. Tampoco estaría preparada para ello. No tengo nada más que recomendar la lectura del capítulo 8 de Lumen Gentium.
-Pero ¿hay fundamento bíblico para ambos dogmas?
-Creo que hay fundamento bíblico suficiente para considerar a María como Corredentora y Mediadora en dos momentos. El primero es el episodio de las bodas de Caná: la aparente resistencia de Jesucristo para obrar el milagro muestra que desea contar con la intercesión de María para presentarle nuestras necesidades, y que atiende a sus peticiones en nuestro favor. Muestra también, por cierto, que es una gran intercesora, porque observa con buenos ojos las necesidades, y no espera a que se le pida la ayuda, se adelanta a prestarla. El segundo momento, y más importante, es su entrega como Madre, a través de San Juan, de todos los que creen en Jesucristo. El sufrimiento atroz de la cruz fue compartido con quien más le quería, y en este sentido, algo aliviado; el sufrimiento de la madre que ve morir así a su hijo, máxime sabiendo quién es, supone una dura prueba para la fe de María que, no obstante, permanece fiel. Pero con ese sufrimiento compartido, esa prueba y esa fe, comprende y ayuda a todos los que queremos crecer en la fe y vivimos con nuestras luchas. Y en eso colabora con su Hijo.
-¿Realmente necesitamos mediadores ante Dios, aunque sea alguien tan sublime como la Virgen?
-A mi modo de ver, nuestras dificultades actuales para comprender la mediación y la colaboración proceden de una mentalidad muy individualista, que se ha hecho predominante en nuestra sociedad. Tenemos que obtener nuestros méritos, lograr éxitos por lo que somos y valemos, sin acudir a la ayuda de nadie, nos hacemos cada vez más competitivos, desde la infancia. Eso nos puede llevar a olvidar que somos seres abiertos, relacionales, que necesitamos de los demás. Por eso Jesucristo quiso venir al mundo en el seno de una familia, necesitado de cuidado, y tener un crecimiento normal; vivir entre un grupo de discípulos y contar con su madre hasta el final. Quiso que la Iglesia fuera también, como gustaba decir a Benedicto XVI, una comunidad en camino. Es decir, una familia que, cuenta con una Madre y con la ayuda que nos prestamos unos a otros.
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Entrevista publicada originalmente en Cari Filii News.
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