miércoles, 10 de diciembre de 2025

Santo evangelio 10 diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Mt 11,28-30):

 En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».



«Mi yugo es suave y mi carga ligera»


P. Jacques PHILIPPE

(Cordes sur Ciel, Francia)

Hoy, Jesús nos conduce al reposo en Dios. Él es, ciertamente, un Padre exigente, porque nos ama y nos invita a darle todo, pero no es un verdugo. Cuando nos exige algo es para hacernos crecer en su amor. El único mandato es el de amar. Se puede sufrir por amor, pero también se puede gozar y descansar por amor…

La docilidad a Dios libera y ensancha el corazón. Por eso, Jesús, que nos invita a renunciar a nosotros mismos para tomar nuestra cruz y seguirle, nos dice: «Mi yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11,30). Aunque en ocasiones nos cuesta obedecer la voluntad de Dios, cumplirla con amor acaba por llenarnos de gozo: «Haz que vaya por la senda de tus mandamientos, pues en ella me complazco» (Sal 119,35).

Me gustaría contar un hecho. A veces, cuando después de un día bastante agotador me voy a dormir, percibo una ligera sensación interior que me dice: —¿No entrarías un momento en la capilla para hacerme compañía? Tras algunos instantes de desconcierto y resistencia, termino por consentir y pasar unos momentos con Jesús. Después, me voy a dormir en paz y tan contento, y al día siguiente no me despierto más cansado que de costumbre.

No obstante, a veces me sucede lo contrario. Ante un problema grave que me preocupa, me digo: —Esta noche rezaré durante una hora en la capilla para que se resuelva. Y al dirigirme a dicha capilla, una voz me dice en el fondo de mi corazón: —¿Sabes?, me complacería más que te fueras a acostar inmediatamente y confiaras en mí; yo me ocupo de tu problema. Y recordando mi feliz condición de "servidor inútil", me voy a dormir en paz, abandonando todo en las manos del Señor…

Todo ello viene a decir que la voluntad de Dios está donde existe el máximo amor, pero no forzosamente donde esté el máximo sufrimiento… ¡Hay más amor en descansar gracias a la confianza que en angustiarse por la inquietud!


Por qué tantos sacerdotes jóvenes abandonan el ministerio... y algunas posibles soluciones

 


Por qué tantos sacerdotes jóvenes abandonan el ministerio... y algunas posibles soluciones

La fraternidad sacerdotal y el apoyo laico son de vital importancia. ¿Cómo podemos mejorar en esos aspectos?

Jesucristo envió a sus discípulos de dos en dos, pero muchos jóvenes sacerdotes se dan de bruces desde el principio con una gran soledad.

El abandono de su ministerio por parte de un número significativo de sacerdotes, no muchos años después de su ordenación, sigue siendo un problema grave en el seno de la Iglesia. ¿Cuáles son las razones? ¿Qué soluciones prácticas y realistas están al alcance de la mano?

Jonah McKeown aborda ambas cuestiones en un reciente reportaje en National Catholic Register:

Cuando Toby (no es su nombre real) se acercó al altar durante su misa de ordenación hace aproximadamente una década, estaba comprensiblemente nervioso, quizás mucho más que el ordenando medio.

A pesar de haber crecido como católico, amar su fe y recibir constante apoyo durante su experiencia en el seminario, Toby albergaba serias dudas sobre si realmente podría decir "Sí" al sacerdocio. Sin embargo, afirma que las expectativas de su familia, de sus conocidos y del propio seminario crearon una situación en la que le resultó imposible renunciar a la ordenación.

Aunque inmediatamente se sintió profundamente inseguro en el sacerdocio, Toby, siguiendo el consejo de un sacerdote mayor, decidió esforzarse al máximo en el ministerio parroquial.

"En Navidad llegaba al borde de un colapso nervioso", recuerda Toby: "Intentaba hacer algo con todo el corazón, de forma correcta y consciente, pero no me sentía capaz. Sobre todo, celebrar la misa se volvió muy doloroso. Era la experiencia de un abismo entre lo que hacía y mi estado mental".

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Toby solicitó la reducción al estado laical pocos años después de su ordenación. Declaró al Register que siempre había sentido una fuerte atracción por el matrimonio; hoy está felizmente casado.

Sin duda, Toby dedicó mucho menos tiempo al ministerio sacerdotal que la mayoría de los hombres ordenados. Pero el fenómeno de los hombres que abandonan muy pronto el sacerdocio -por razones ajenas a la mala conducta o al escándalo- es más común de lo que se cree.

Expertos que trabajan con sacerdotes estadounidenses declararon al Register que, en los últimos años, han observado con mayor frecuencia que los problemas de agotamiento y soledad alejan a los hombres de su vocación. Y los datos respaldan esta observación: según un estudio reciente de The Catholic Project, los sacerdotes más jóvenes tienen niveles más altos de agotamiento y soledad que sus colegas de mayor edad.

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Los sacerdotes necesitan una interacción y fraternidad habituales y deliberadas con sus pares, apoyo de los laicos y formación humana y espiritual continua para perseverar en la entrega de su vida al servicio de la Iglesia, dijeron al Register expertos en formación sacerdotal.

"De hecho, la formación realmente nunca termina. Debería ser una parcela constante en la vida de un sacerdote, pero no siempre es así", dice Anthony Lilles, profesor de teología moral y dogmática en el Seminario de San Patricio en Menlo Park (California).

¿Por qué los sacerdotes lo dejan?

Se sabe que un número considerable de sacerdotes solicitan actualmente el abandono del ministerio, pero es difícil saber con certeza cuántos. Lilles y otros investigadores comentan que tienen la sensación de que un número cada vez mayor de jóvenes abandona el sacerdocio poco después de la ordenación, pero hasta la fecha esto no ha sido corroborado por un estudio formal.

En términos generales, dijo Lilles, que un hombre abandone el sacerdocio en los cinco primeros años indica un problema con su formación en el seminario; si es después de cinco años, la falta de apoyo continuo es probablemente el factor más importante.

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Peter -cuyo nombre tampoco es real-, un joven vicario parroquial ordenado hace aproximadamente una década y que sirve en la Costa Este de Estados Unidos, declaró al Register que conoce a "un número notable de jóvenes" de su edad y más jóvenes que han dejado el sacerdocio, tanto en su diócesis como en otras.

Haciéndose eco de la apreciación de Lilles, Peter dice que la mayoría de los sacerdotes adquieren una idea correcta de la realidad del sacerdocio a los cinco años, y que si pueden continuar dependerá de su madurez, formación y vida espiritual.

Como sacerdote, "se exige mucho de tu energía y de tu corazón. Si un hombre no ha aprendido a equilibrar su propia vida y no cuida de la 'parroquia de su alma', eso se convierte en un problema", dijo el padre Peter.

Para muchos sacerdotes que Peter conoce y que han dejado el sacerdocio, las exigencias del sacerdocio no se ajustan a sus expectativas. Ha visto una cultura clerical de adicción al trabajo que lleva al descuido de la salud espiritual, física y mental de los sacerdotes, abriendo así la puerta a la aparición de vicios.

Recuerda a un compañero que dejó el sacerdocio después de tan solo seis años y citaba el comportamiento "poco cristiano" de sus compañeros sacerdotes. Otros compañeros, una vez que comprendieron lo "desordenados y destruidos" que pueden estar quienes trabajan en la Iglesia tras las bambalinas, concluyeron que el sacerdocio no es para ellos.

El padre José Amalio lleva ya 14 años como sacerdote en la Diócesis de Málaga.

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"He conocido a algunos que no quieren dejar el sacerdocio, pero que sienten que no tienen otra opción ni apoyo de otros sacerdotes ni de su obispo", dijo Peter.

"Básicamente, llegan a un punto en el que dicen: si esto es el sacerdocio, entonces no quiero formar parte de ello", dijo.

Una vida solitaria

A pesar de su tiempo relativamente corto en el ministerio activo, Toby, quien ejerció su ministerio en el Reino Unido, dice que pudo observar de primera mano cómo el estilo de vida sacerdotal, a menudo solitario, puede ser perjudicial y empujar a los hombres a irse.

"Básicamente, formamos una comunidad [en el seminario], y luego [después de la ordenación] se nos pide vivir prácticamente una vida de aislamiento, de soledad... He visto ese factor en otros compañeros que decidieron salir del seminario antes de ser ordenados. Sé que fue un factor importante para un buen amigo mío", declaró Toby al Register.

La observación de Toby refleja un problema al que se enfrentan los sacerdotes en muchas diócesis estadounidenses. Si bien suelen comenzar con gran celo, a muchos sacerdotes jóvenes se les encomiendan hoy responsabilidades importantes poco después de recibir el alzacuellos. Mientras grandes diócesis estadounidenses cierran y fusionan parroquias, por la continua escasez de sacerdotes se les pide a los jóvenes pastores que atiendan varias parroquias a la vez.

Matthew Rudolph, cofundador de Chrism, un ministerio de Colorado que busca brindar apoyo integral y continuo para el desarrollo de los sacerdotes, señala que Jesús, en los Evangelios, envió a sus discípulos "de dos en dos", reconociendo la necesidad de compañía. Hoy en día, los sacerdotes suelen ser enviados "uno a uno", asignados a las rectorías a veces en lugares geográficamente distantes de su hermano sacerdote más cercano, señaló.

Rudolph comenta que conoció personalmente a dos amigos que dejaron el sacerdocio apenas un par de años después de su ordenación. Ambos experimentaron una profunda desilusión y soledad casi inmediatamente después de comenzar su ministerio activo. Descubrieron que, tras la ordenación, el apoyo y la fraternidad que se forjaron durante el seminario pueden desaparecer repentinamente.

El estrés, el aislamiento y el "estilo de vida de soltero" en el que caen algunos sacerdotes pueden conducir a la depresión, la desesperanza, el abuso de sustancias e incluso, trágicamente, al suicidio.

José Eugenio Hoyos y Matteo Balzano.

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Ante estas terribles realidades, el modelo de Chrism reúne a los sacerdotes en "cohortes": pequeños grupos de cuatro a seis que se reúnen mensualmente para orar, compartir y hacer balance. Chrism también ofrece coaching individual para aplicar los principios al contexto único de cada sacerdote y trabaja para conectar a los sacerdotes con directores espirituales.

"Creo que tenemos que recordar que los sacerdotes también son humanos", dice Rudolph.

Sentando las bases en el seminario

Carter Griffin, rector del Seminario San Juan Pablo II en Washington, D.C., insiste en que los seminarios desempeñan un papel fundamental en la preparación de los hombres para una fidelidad duradera a su vocación sacerdotal. Señala que ya se han logrado mejoras significativas en las últimas décadas.

Se hace hincapié en garantizar una formación humana integral, que incluye el mantenimiento de la salud y la castidad, el manejo de la ansiedad y la gestión de la inmensa carga de trabajo de la vida parroquial. También se trabaja para cultivar una cultura de compromiso desde el seminario.

"Vivimos en una época y en una sociedad en la que los compromisos no se toman en serio... pero se debe hacer todo lo posible para ayudar a nuestros hombres a asumir y cumplir sus compromisos", dijo Griffin.

Naturalmente, la formación espiritual también sigue siendo de vital importancia.

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La respuesta más eficaz para los sacerdotes que abandonan su ministerio es una relación más profunda con el Señor. Hay que afrontar las cosas a nivel humano, por supuesto, pero el sacerdocio solo tiene sentido a través de la fe y la relación con Dios. Un buen seminario ayudará a un hombre a cultivar esa relación cada día, dice

Cómo podría ser una fraternidad sacerdotal

"[Los sacerdotes] no dan tanta prioridad a reunirse como sería conveniente", comenta el padre Peter, observando que a veces la falta de fraternidad sacerdotal tiene menos que ver con la logística y más con la falta de motivación.

Sean Conroy, vicario parroquial de Santo Tomás Moro en Centennial (Colorado), se unió durante el seminario a los Compañeros de Cristo, un grupo de sacerdotes diocesanos que se comprometen a vivir en comunidad con permiso del arzobispo. Los compañeros nunca se pierden la comida comunitaria del sábado por la noche: los sacerdotes cocinan para sí, dedican tiempo a la oración y disfrutan de la compañía mutua.

En medio de las responsabilidades y el estrés de ser párroco, es fácil considerar el tiempo que pasa con sus hermanos sacerdotes como "un compromiso más", admitió Conroy. Pero aprecia que le ayude a crecer en santidad y a promover su desarrollo humano y espiritual.

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"Reconocemos que [la comunidad] es algo que necesitamos para ser sacerdotes santos, así que la buscamos", dijo Conroy: "Cuando soy fiel al apoyo de los hermanos, siempre salgo sintiéndome mucho mejor... En resumen: la fraternidad sacerdotal es necesaria".

Intimidad saludable

Bob Schuchts, fundador del Centro de Sanación Juan Pablo II en Florida, ha observado que la crisis de los abusos sexuales ha creado un "miedo generalizado a la intimidad entre laicos y clérigos", sustituyendo la saludable amistad entre sacerdotes y laicos por la precaución y la distancia.

Frente a eso, Schuchts dice que los católicos deberían considerar el dar pequeños pasos para invitar a su sacerdote a la vida de su familia, como por ejemplo invitarlo a comer.

"Realmente no amamos activamente a nuestros sacerdotes. La mejor comunidad es entre los hermanos sacerdotes, entre ellos. Pero también es necesario que los sacerdotes y las familias se comprometan unos con otros", dijo Schuchts.

Toby dice que, en su opinión, es importante que los sacerdotes se hagan amigos de los laicos, especialmente de las parejas casadas, ya que las vocaciones del matrimonio y el sacerdocio tienen una cierta "complementariedad".

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"Creo que una cosa que los laicos pueden hacer es... invitarlo a sus vidas, hacerse amigos suyos en cierto sentido, pero también en términos de darle un lugar como alguien que está ahí para acompañarlos espiritualmente, fomentarlos y alimentarlos", dijo Toby.

Rudolph, por su parte, dijo que cree que muchos párrocos se sienten genuinamente queridos por su feligresía, aunque de forma algo anónima. Aconsejó a los feligreses que "conozcan al hombre tras el alzacuellos": que sepan cosas de él, que recen y ayunen por él, y que lo animen de forma específica y personal. Los sacerdotes suelen recibir más críticas que ánimos, añadió Rudolph, así que aconseja que compartan comentarios positivos y expresen su gratitud.

Griffin coincide en esto: "Los sacerdotes agradecemos mucho el amor y el apoyo de las personas a las que servimos... Participar en las iniciativas parroquiales y otras necesidades de la parroquia no solo fortalecerá su sentido de pertenencia a la comunidad parroquial, sino que también será un gran apoyo para su sacerdote".

Ed Thompson, fallecido con 92 años, consideraba sus últimos 23 años como los más felices de su vida sacerdotal, ya libre de alcohol.

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Fuente: Religión en Libertad

martes, 9 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 9 diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Mt 18,12-14):

 En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños».



«No es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños»


Fr. Damien LIN Yuanheng

(Singapore, Singapur)

Hoy, Jesús nos lanza un reto: «¿Qué os parece?» (Mt 18,12); ¿qué clase de misericordia practicas? Quizás nosotros, “católicos practicantes”, habiendo gustado muchas veces de la misericordia de Dios en sus sacramentos, estemos tentados a pensar que ya estamos justificados ante los ojos de Dios. Corremos el peligro de convertirnos inconscientemente en el fariseo que menosprecia al publicano (cf. Lc 18,9-14). Aunque no lo digamos en voz alta, quizás pensemos que estamos libres de culpa ante Dios. Algunos síntomas de que este orgullo farisaico echa raíces en nosotros pueden ser la impaciencia ante los defectos de los demás, o pensar que las advertencias nunca van para nosotros.

El “desobediente” profeta Jonás, un judío, se mantuvo inflexible cuando Dios mostró pena por los habitantes de Nínive. Yahvé reprochó la intolerancia de Jonás (cf. Jon 4,10-11). Aquella mirada humana ponía límites a la divina misericordia. ¿Acaso también nosotros ponemos límites a la misericordia de Dios? Hemos de prestar atención a la lección de Jesús: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,36). Con toda probabilidad, ¡todavía nos queda un largo camino por recorrer para imitar la misericordia de Dios!

¿Cómo debiéramos entender la misericordia de nuestro Padre celestial? El Papa Francisco dijo que «Dios no perdona mediante un decreto, sino con un abrazo». El abrazo de Dios para con cada uno de nosotros se llama “Jesucristo”. Cristo manifiesta la misericordia paternal de Dios. En el capítulo cuarto del Evangelio de san Juan, Cristo no airea los pecados de la mujer samaritana. En lugar de ello, la divina misericordia cura a la Samaritana ayudándola a afrontar plenamente la realidad de su pecado. La misericordia de Dios es totalmente coherente con la verdad. La misericordia no es una excusa para tomarse rebajas morales. Sin embargo, Jesús debió haber provocado su arrepentimiento con mucha más ternura que la que sintió la mujer adúltera “herida por el amor” (cf. Jn 8,3-11). Nosotros también debemos aprender cómo ayudar a los demás a encararse con sus errores sin avergonzarles, con gran respeto hacia ellos como hermanos en Cristo, y con ternura. En nuestro caso, también con humildad, sabiendo que nosotros mismos somos “vasijas de barro”.

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lunes, 8 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 8 Diciembre 2025

 


Texto del Evangelio (Lc 1,26-38):

 En aquel tiempo, fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.

Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.



«Y entrando, le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’»


Rev. D. David COMPTE i Verdaguer

(Manlleu, Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio toca un acorde compuesto por tres notas. Tres notas no siempre bien afinadas en nuestra sociedad: la del hacer, la de la amistad y la de la coherencia de vida. Hoy día hacemos muchas cosas, pero, ¿tenemos un proyecto? Hoy, que navegamos en la sociedad de la comunicación, ¿tiene cabida en nuestros corazones la soledad? Hoy, en la era de la información, ¿nos permite ésta dar forma a nuestra personalidad?

Un proyecto. María, una mujer «desposada con un hombre llamado José, de la casa de David» (Lc 1,28). María tiene un proyecto. Evidentemente, de proporciones humanas. Sin embargo, Dios irrumpe en su vida para presentarle otro proyecto... de proporciones divinas. También hoy, quiere entrar en nuestra vida y dar proporciones divinas a nuestro quehacer humano.

Una presencia. «No temas, María» (Lc 1,30). ¡No construyamos de cualquier manera! No fuera caso que la adicción al “hacer” escondiera un vacío. El matrimonio, la vida de servicio, la profesión no han de ser una huida hacia adelante. «Llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28). Presencia que acompaña y da sentido. Confianza en Dios, que —de rebote— nos lleva a la confianza con los otros. Amistad con Dios que renueva la amistad con los otros.

Formarnos. Hoy día, que recibimos tantos estímulos con frecuencia contrapuestos, es necesario dar forma y unidad a nuestra vida. María, dice san Luis María Grignion, «es el molde vivo de Dios». Hay dos maneras de hacer una escultura, expone Grignion: una, más ardua, a base de golpes de cincel. La otra, sirviéndose de un molde. Ésta segunda es más sencilla. Pero el éxito está en que la materia sea maleable y que el molde dibuje con perfección la imagen. María es el molde perfecto. ¿Acudimos a Ella siendo nosotros materia maleable?


Marisa, al convento con 22 años: «En dos semanas ya he sido más feliz que en toda mi vida»


 Marisa, al convento con 22 años: «En dos semanas ya he sido más feliz que en toda mi vida»

Marisa Macicior ingresó en el convento de las clarisas de Monzón el 22 de febrero con tan sólo 22 años

Marisa Macicior tiene 22 años y hace poco más de un mes que entró como novicia en el convento de las clarisas de Monzón (Huesca). Esta joven madrileña ha dejado su región y el último curso de Psicología por una vida de clausura y lejos de pensar que renuncia algo afirma ser profundamente feliz con la decisión que ha tomado.

Con un gran convencimiento y naturalidad Marisa explica al portal Iglesia de Aragón cómo alimentó su fe, el momento en el que empezó a sentir la vocación a la vida religiosa y la evolución que acabó llevándola al convento:

- ¿Qué recuerdas de tu niñez?

- Aunque vengo de una familia cristiana, cuando yo era pequeña, la fe se vivía con el típico “yo soy creyente pero no practicante”. Había una conciencia de que era importante, pero se había relajado. Al mudarme a Madrid, empecé a tratar mucho con mi tía Marta, hermana de mi padre, que me fascinaba hablándome de la fe. Al primer retiro fui engañada, con apenas 12 años. Me dijo: “Voy al Retiro”. Pensé que era al parque del Retiro y le dije: “Pues voy contigo”; y acabé en el Colegio de Cluny, donde luego estudié. Como empecé a ir a los retiros, también lo hicieron mis padres, que siguen hasta ahora. Desde entonces ha sido un camino de encuentro, porque Dios existe, Dios quiere y Dios habla.

- ¿Cómo ha sido ese proceso?

- Poco a poco, he ido conociendo a una persona que está viva y es real. Bien es cierto que, entre medio, se han mezclado pasiones a nivel personal, la música, el mundo del teatro… Entré en una productora en la que sentía que podía llevar a Dios al mundo del arte, de la belleza. Mi fe, mi trabajo y mis pasiones se empezaron a mezclar cada vez más y era una sensación complicada, porque me sentaba en la oración y decía: “Mira, Señor, todo lo que estoy haciendo por ti y, sin embrago, te siento muy lejos”. No entendía por qué no encajaba. Los Oblatos fueron una luz en el camino…

ntré en el grupo de los Oblatos de María Inmaculada y tuvimos una convivencia para preparar un campamento y me di cuenta de que estaba muy lejos de Dios. En medio de ese no encontrarme, de no entender, empecé a salir con un chico y le pedí a mi director espiritual que quería hacer un retiro de unos días, para resituarme. Los Oblatos tenían relación con las Clarisas de Monzón y aquí vine, con la única pretensión de encontrarme con Dios y resituar mi vida.

- ¿Cuándo fue esto?

- Hace dos años, del 20 al 27 de junio de 2016.

- Viniste para quedarte. ¿Qué tocó tu corazón?

- Estuve seis días y me tocó la coherencia de las hermanas. Volví a Madrid con una sensación de querer ser muy coherente con mi fe. No se puede decir “yo soy cristiano”, “quiero querer a Dios”, pero no rezar. Aquí me encontré cara a cara con Él y, también, conmigo misma. A veces, en el día a día, es difícil dar respuesta a preguntas clave: quién soy yo, qué quiere Dios de mí… No me fui con la sensación de “quiero ser Clarisa”, pero sí con el convencimiento de que tenía que vivir una vida auténtica.

- ¿Cómo fue la vuelta a la rutina?

- Sentía la necesidad de ir a misa, comulgar y rezar todos los días. En medio de ese silencio, Dios empezó a tocar muchas cosas que estaban en mi corazón y llegó justo la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Polonia. El Señor se puso serio (risas), sentía que quería algo más de mí. Como dice don Ángel, el obispo de aquí, la única frase que merece la pena ser contestada es: ¿Señor, desde dónde quieres que yo te sirva? Al regresar de la JMJ, me di cuenta de que había muchas cosas en mi corazón que no podía compartir con mi novio ateo. Tuve que dejarlo porque no estaba viviendo en verdad con él.

-¿Y entonces?

- Comencé un proceso de discernimiento. Volví a Monzón con las monjas y empecé a conocer la vida de Santa Clara. Fue bonito y conmovedor, porque en su manera de responder al Señor, encontré el modo en que yo quería vivir toda mi vida.¿Qué te enamoró de ese carisma?


Santa Clara es fascinante. Me enamoré de su forma tan real y coherente de responder a Dios, que es lo que yo buscaba. Un aspecto clave es la pobreza, que yo no había vivido, ni muchísimo menos. El no ser nada para que Él lo sea todo es muy sencillo, pero llena una vida. La sensación que tenemos en la sociedad actual es de tener cuanto más mejor y la realidad es que no estamos siendo felices. No llevo aquí ni dos semanas y ya he sido más feliz de lo que he sido en toda mi vida.

- ¿Cómo explicárselo a alguien de tu edad?

- Nunca he querido a nadie tanto como ahora quiero a Dios, y siento que no le quiero nada (risas). El corazón vibra de una manera distinta. Lo que les diría a los jóvenes es que no se conformen con una “felicidad” de fin de semana. Está en juego su vida. No basta con que el mundo piense que estoy bien, sino que debemos tomarnos en serio nuestra felicidad. Hay que alcanzar la plenitud que no regala colgar en Instagram fotos maquilladas de una vida mediocre. Yo invito a recorrer ese camino interior, porque quien busca encuentra. Dios está deseando tocar el corazón de la gente…

- ¿Has perdido libertad?

- Contra lo que pueda parecer, siento que la he ganado. Aquí he encontrado una verdadera libertad. Uno no es más libre por tener muchas opciones para hacer cosas que no quiere hacer, sino que es libre de verdad cuando elige lo que quieres hacer y lo hace. Incluso cuando elige lo que quiere de verdad y no lo que te apetece. En este sentido, quiero lo mismo que santa Clara: no abrazar nada que imponga absolutamente nadie salvo Dios.

Fuente Religión en Libertad

domingo, 7 de diciembre de 2025

Santo Evangelio 7 Diciembre 2025



 Texto del Evangelio (Mt 3,1-12):

 Por aquellos días se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: «Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos». Éste es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: ‘Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas’. Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre. Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.

Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: «Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente? Dad, pues, fruto digno de conversión, y no creáis que basta con decir en vuestro interior: ‘Tenemos por padre a Abraham’; porque os digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham. Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga».



«Dad fruto digno de conversión»


Pbro. Walter Hugo PERELLÓ

(Rafaela, Argentina)

Hoy, el Evangelio de san Mateo nos presenta a Juan el Bautista invitándonos a la conversión: «Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos» (Mt 3,2).

A él acudían muchas personas buscando bautizarse y «confesando sus pecados» (Mt 3,6). Pero dentro de tanta gente, Juan pone la mirada en algunos en particular, los fariseos y saduceos, tan necesitados de conversión como obstinados en negar tal necesidad. A ellos se dirigen las palabras del Bautista: «Dad fruto digno de conversión» (Mt 3,8).

Habiendo ya comenzado el tiempo de Adviento, tiempo de gozosa espera, nos encontramos con la exhortación de Juan, que nos hace comprender que esta espera no se identifica con el “quietismo”, ni se arriesga a pensar que ya estamos salvados por ser cristianos. Esta espera es la búsqueda dinámica de la misericordia de Dios, es conversión de corazón, es búsqueda de la presencia del Señor que vino, viene y vendrá.

El tiempo de Adviento, en definitiva, es «conversión que pasa del corazón a las obras y, consiguientemente, a la vida entera del cristiano» (San Juan Pablo II).

Aprovechemos, hermanos, este tiempo oportuno que nos regala el Señor para renovar nuestra opción por Jesucristo, quitando de nuestro corazón y de nuestra vida todo lo que no nos permita recibirlo adecuadamente. La voz del Bautista sigue resonando en el desierto de nuestros días: «Preparad el camino al Señor, enderezad sus sendas» (Mt 3,3).

Así como Juan fue para su tiempo esa “voz que clama en el desierto”, así también los cristianos somos invitados por el Señor a ser voces que clamen a los hombres el anhelo de la vigilante espera: «Preparemos los caminos, ya se acerca el Salvador y salgamos, peregrinos, al encuentro del Señor. Ven, Señor, a libertarnos, ven tu pueblo a redimir; purifica nuestras vidas y no tardes en venir» (Himno de Adviento de la Liturgia de las Horas).