El largo viaje de fe de Gregory Graham, un profesor de tecnología inquieto
De ateo a diácono calvinista, luego casi ortodoxo, después anglo-carismático... y por fin católico
La historia de fe, del ateísmo al protestantismo y luego al catolicismo, de Gregory Graham, director de tecnología en un colegio
La historia de Gregory Graham, profesor de tecnología en una escuela de Irving, Texas, es la de un hombre que ha buscado la verdad sobre Dios y la ha seguido allí donde le parecía llevar. Ateo en su adolescencia, luego protestante genérico, diácono calvinista, ortodoxo durante un tiempo, anglo-carismático descubriendo la liturgia y finalmente católico. Ha explicado su viaje por partes en su blog Scriptorium y en una versión más seguida en CHnetwork.org (y aquí en vídeo).
Infancia presbiteriana, sin fe ni entusiasmo
Cuando Gregory tenía 10 años, en Dallas, sus padres empezaron a ir a la iglesia, cosa que antes no hacían. Su padre era ingeniero informático, de familia baptista. Su madre era de familia metodista.
La abuela metodista de Greg le había dicho cuando tenía 6 años que si creías en Jesús te salvarías de ir al infierno. El niño quería evitar el infierno, pero se planteaba sin mucha pasión si su creencia era suficiente para eso.
A los 10 años se encontró yendo con sus padres a una iglesia presbiteriana y participando en la escuela dominical (similar a una catequesis infantil previa al culto).
"Encontraba difícil creer algunas de las historias de la Biblia, y me costaba mantenerme interesado. Mi verdadero interés de niño era la ciencia y la tecnología, especialmente los aviones, cohetes y robots. Mis dibujos preferidos eran Jonny Quest, las aventuras del hijo de un científico. Quería ser astronauta o científico de mayor", recuerda Graham.
Adolescente ateo... pero la ciencia ficción le hacía pensar
A los 12 años fue bautizado y considerado miembro pleno de aquella iglesia presbiteriana. Seguía yendo al culto y a la escuela dominical, aprendía algunas cosas "porque era lo que se esperaba de mí", pero sin interés.
Entró en la adolescencia siendo vagamente ateo. Le encantaba la teleserie de Star Trek, con esa nave exploradora de un futuro en que la ciencia y la razón habían acabado con los problemas en la Tierra, sólo había conflictos con culturas extraterrestres más o menos fanáticas e impulsivas.
Star Trek V: llegan a un planeta donde vive "Dios", pero pronto se ve que es sólo un bicho cósmico-energético confinado y muy impaciente; Star Trek plantea una Tierra muy optimista donde la gente es buena, en general, porque sí y porque tiene terapeutas y tecnología
El Greg adolescente creía que la ciencia, y también la ciencia ficción, apuntaban a que Dios no era necesario ni creíble. Pero un par de cosas en la ciencia ficción abrieron una grieta en esa convicción.
Por un lado, descubrió Star Wars: allí la Fuerza, lo espiritual, incluso lo sobrenatural podía convivir con las tecnología moderna y los viajes espaciales.
Por otro lado, leyó un artículo de Isaac Asimov, quien decía que el tema de Dios era una pregunta abierta para la ciencia: no podía demostrar ni negar su existencia. Después, en 1982, Asimov se declararía "ateo y punto", añadiendo que le costó mucho tiempo declararse así y que "no tengo evidencia para probar que Dios no existe, pero sospecho tanto que no existe que no quiero perder el tiempo". Pero en cualquier caso a Gregory le impactó constatar que la ciencia no tenía herramientas para negar la existencia de Dios.
Así, en el instituto asumió que era posible, al menos en teoría, que existieran algunas cosas que no se podían estudiar mediante el método científico, y que quizá la religión sabía algo que la ciencia no alcanzaba.
Amigos cristianos y conversión
En el instituto hizo tres amigos que eran muy inteligentes en temas de ciencia y ordenadores... y cristianos. Un día, antes de la clase de Física, uno de ellos le explicó en unos pocos minutos y citando versículos que Jesús cumplía con las profecías bíblicas escritas siglos antes.
Eso tocó la mente de Greg. "Tuve una epifanía en ese mismo momento: la Biblia tenía que ser un libro sobrenatural, porque escrito por muchos autores durante muchos siglos, tenía un mensaje coherente, lo que sólo era posible por su inspiración divina", recuerda.
De golpe, quiso saberlo todo sobre la Biblia. La empezó a leer con avidez, a buscar libros cristianos, programas cristianos en TV... si era la Palabra de Dios, no había nada más importante que conocerla. Y reconoció que Jesús iba a ser el Señor de su vida y su Salvador.
Le encantaba el programa televisivo Zola Levitt Live. Levitt era un judío converso al cristianismo, que explicaba las raíces judías de la Biblia y el cristianismo, especialmente las profecías del Antiguo Testamento que Jesús cumplía, el tema clave para Greg. Se leyó su libro The Bible Jesus Read is Exciting "y desde entonces siempre he amado el Antiguo Testamento".
Zola Levitt explica los orígenes judíos de la Pascua en uno de sus programas televisivos
Desacuerdos entre protestantes: ¿quién decide?
En la universidad Greg empezó a ir a una iglesia "bíblica", es decir, protestante en un sentido amplio. Sus amigos iban a ella. Además, en su colegio mayor, donde se alojaba, se apuntó a un grupo de estudio bíblico.
Pero al acercarse el final del primer curso, dos amigos, ambos sinceros protestantes, ambos inteligentes, debatieron sobre la doctrina de "una vez salvado, siempre salvado", que unos protestantes aseguran que es bíblica y verdadera y otros aseguran que no. Básicamente, dice que quien ha aceptado a Jesús como Señor y Salvador irá al Cielo, aunque después de su aceptación de Jesús cometa todo tipo de graves pecados.
Greg pensaba que esta doctrina no encaja con Santiago 1,12 ("el que persevere en la prueba recibirá la corona de vida prometida a los que aman a Dios"). Lo comentó a un amigo, quien señaló que se puede perseverar pero sin amar a Dios. Greg se inquietó: no sólo no había forma de resolver un tema doctrinal, sino que gente que perseveraba y era buena, ¡a lo mejor no se salvaba porque no amaban a Dios... y quizá ni lo sabían!
Tras esta crisis, prefirió mantenerse un tiempo en la Fraternidad Cristiana InterVarsity, donde había cristianos de muchas denominaciones que intentaban no tratar mucho los temas delicados y en desacuerdo.
Por esa época llevaba a Toni, una hermana de un amigo, en coche, y le planteó tras hora y medio de silencio: "¿te interesan las cosas espirituales?" Ella dijo que sí. La charla fue apasionada y se equivocaron 30 millas de salida. Después ella se bautizó y un tiempo después se casaron.
Gregory Graham y su esposa Toni realizaron juntos un viaje espiritual hacia el catolicismo con muchos giros y revueltas
Diácono calvinista, pero con dudas doctrinales
En 1985 empezó a trabajar en Fort Worth, Texas, y a colaborar con una pequeña iglesia presbiteriana calvinista. Se hizo diácono de esta iglesia calvinista y recibió mucha formación.
Se mudaron de nuevo a Dallas, pero allí quien les acogía bien era su antiguo iglesia bíblica, no la calvinista. Volvió a repasar los puntos de choque entre ambas escuelas protestantes (calvinista contra dispensacionalista): cada una tenía su lista de versículos.
Frustrado, empezó a pensar que la teología es algo inútil, que sólo sirve para crear división.
La liturgia y el cuerpo
Después una serie de cosas le hicieron pensar en la necesidad de la liturgia y le plantearon preguntas sobre el cristianismo antiguo. Oyó que un ortodoxo decía que "los protestantes rinden culto sólo con la mente, los ortodoxos con todo el cuerpo".
Gregory, enamorado del Antiguo Testamento, veía que en sus textos se adoraba a Dios con gestos, con acciones corporales, con liturgia. "Pero nuestro culto protestante no era muy distinto a escuchar una conferencia en clase, excepto que cantábamos al principio", advirtió.
Además, le prestaron cintas sobre la Biblia de Scott Hahn, antiguo pastor presbiteriano, ahora católico. Era la primera vez que oía a un católico hablar con pasión y conocimiento de la Biblia.
Después conocieron a un predicador que era uno de los líderes de la Iglesia Episcopal Carismática. En realidad, eran una variante de anglicanos carismáticos conservadores, con unas cien parroquias en Norteamerica. Se declaraban "católicos, pero no romanos". Defendían la vida, la familia, la Biblia, los dones del Espíritu Santo y combinaban liturgia -mitras, báculos, incienso- con alabanza carismática. Pero sin el Papa. Al que conocieron creía en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Sus obispos intentaban enlazar su ordenación con obispos antioquenos o veterocatólicos.
Unos meses tanteando la ortodoxia
Poco después, el 1 de enero de 1999, Gregory y Toni acudieron invitados a la Divina Liturgia, la misa ortodoxa, en una iglesia griega de Dallas. "Me impactó la belleza de la liturgia bizantina y sentí que conectaba con el culto en el Cielo".
Leyó el libro Evangélico no es suficiente de Thomas Howard, un antiguo estudioso protestante que se había hecho católico en 1991, en parte por el ejemplo de fe de activistas católicos provida. Le convenció de la necesidad de la liturgia para servir bien a Dios.
Gregory durante meses empezó a formarse pensando en hacerse ortodoxo. Pero al final no acabó de dar el paso porque su esposa Toni sentía muy ajena la cultura greco-ortodoxa.
Los carismáticos litúrgicos "casi católicos"
Empezaron a ir a una iglesia episcopal carismática a 45 millas de distancia. Allí aprendieron que los católicos, aunque estaban equivocados en lo de tener un Papa y reclamar autoridad sobre toda la Iglesia, tenían razón en casi todo lo demás: sí, es bueno venerar a los santos y a la Virgen; sí, es bueno pedir su intercesión; sí, es bueno conocer la historia de la Iglesia, tener liturgia, sacramentos...
Con ellos estudiaron las cartas de San Ignacio de Antioquía, del siglo I. El santo obispo mártir insistía en que la eucaristía es central para la fe, y que el obispo es central para la unidad, con su autoridad para acabar las discusiones. Gregory aprendió sobre la sucesión apostólica: Cristo dio su autoridad a sus apóstoles, que la pasaron a sus herederos, y así, de obispo en obispo hasta nuestros días.
La verdadera unidad ha de ser mundial
Pero esa visión, prácticamente anglicana, no podía responder bien al caos doctrinal en temas como la ordenación de mujeres como sacerdotes o la inmoralidad de los actos homosexuales. Los episcopalianos progresistas podían aceptar muchas cosas anglicanas de aspecto exterior tradicional (báculos, mitras, vestimentas) y a la vez aceptar esos temas claramente anti-bíblicos.
Gregory entendió que no bastaba la unidad a nivel local que da un obispo. ¿Qué pasa cuando un obispo anglicano dice que los actos homosexuales están bien y el obispo vecino dice que no?
"Me di cuenta de que el principio de unidad a nivel mundial sólo existía en la Iglesia Católica con el sucesor de Pedro", y que "Pedro, como líder de los apóstoles, es el cimiento de unidad entre los apóstoles y sus sucesores". Esa era la función del Papa, entendió.
Dos años demorándolo
Durante 2 años Gregory hizo algo contradictorio: se sentía llamado al catolicismo y su unidad, pero su obispo episcopal-carismático y su tutor, se lo desaconsejaban con firmeza. Le ofrecían un cargo, un ministerio, le ofrecían formación y ordenarlo diácono. Durante 2 años intentó alejar su "vocación católica".
Pero cuando faltaban dos meses para ser ordenado, estando tumbado en la cama de noche, "vino a mí la noción de que era el momento ya de irnos a la Iglesia Católica. Me llenó de paz. A la mañana siguiente lo hablé con Toni, y ella estaba lista para seguirme donde yo creía que Dios nos conducía".
No conocían a ningún católico en la zona, pero les recomendaron la parroquia de Santa María Virgen en Arlington, Texas, que era una antigua parroquia anglicana que se había hecho católica años antes.
Allí los entendieron y acogieron bien y entraron en plena comunión con la Iglesia que Cristo fundó en la Vigilia Pascual en 2006.
Su parroquia se integró en el Ordinariato anglocatólico de la Cátedra de Pedro: católicos plenamente unidos a Roma que mantienen aspectos de la liturgia y tradición anglicana.
Gregory empezó a trabajar en la Cistercian Preparatory School como director de tecnología, con monjes cistercienses como compañeros de trabajo en la escuela.
"Cuando miro atrás en mi viaje, veo a Dios guiándonos en lo que parece una senda llena de meandros, desde un punto de vista humano, pero veo que cada fase del viaje contribuyó a quien soy hoy. Doy gracias a Dios por su sabio plan y confío en que continúe conduciéndonos hasta alcanzar nuestro hogar celestial", concluye.
Fuente: Religión en Libertad
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