domingo, 17 de junio de 2018

¿Fuerza de Dios o esfuerzo humano?

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¿FUERZA DE DIOS O ESFUERZO HUMANO?

Por Javier Leoz

Nos adentramos de lleno en el tiempo ordinario. Un espacio que, aun siendo normal, nunca dejará de ser extraordinario. Ser cristiano no es un “hoy sí y mañana no” sino todo lo contrario: en la vida cotidiana, guiados por la fe (como señala hoy San Pablo), intentaremos dar gusto a Dios con nuestras buenas acciones, confianza y, sobre todo, con nuestra opción por el Reino de Dios.

1.- El Reino de los cielos, en una de las parábolas de hoy, va en dirección opuesta a todo ello: su crecimiento es silencio, a veces insignificante pero continuo. ¿De quién depende la extensión y el desarrollo del Evangelio? ¿De los hombres? ¿De nuestros talleres y reuniones, dinámicas y escritos? ¿Está en manos, tal vez, de los medios a nuestro alcance: técnicos, pastorales o humanos?

2.- Cuando un agricultor derrama su semilla en la tierra, prescindiendo de si está dormido o despierto, esa semilla va robusteciéndose, explota y la tierra la devuelve con creces en espiga o en un fruto determinado. Así es el Reino de Dios. Importante el factor humano pero, la tierra que lo hace fructificar, crecer, desarrollarse y expandirse, es la mano poderosa de Dios. Una cosa es decirlo (fácil) pero otra, muy distinta, creerlo con todas las consecuencias: los condicionantes externos ayudan, por supuesto, pero sin los internos (sin la fuerza del Espíritu) todo quedaría relegado a lo humano.

3. También es verdad que los brazos cruzados no son la mejor imagen para el apostolado de nuestros días… El ocio es, hoy más que nunca, un serio inconveniente a la hora de sembrar el amor de Dios en las generaciones jóvenes. ¿Cómo podríamos combinar el fenómeno del deporte con la vivencia religiosa del domingo? ¿Por qué hay tiempo para todo en los niños pero, en cambio, no hay lugar para la catequesis, la eucaristía o la oración?

4.- Al escuchar el evangelio de este domingo se nos presenta ante nosotros un gran reto: ¿estamos sembrando en la dirección adecuada? ¿Hemos estudiado a fondo la tierra en la que caen nuestros esfuerzos evangelizadores? ¿No estaremos desgastando inútilmente nuestras fuerzas cuando, la realidad de las personas, de la iglesia local, de las personas o de la sociedad es muy diferente a la de hace unos años?

5. En cierta ocasión en el campo de un labrador crecía con fuerza una especie extraña. Tal es así que, el buen hombre, la trataba de igual forma que al resto de los frutales. Un día llegó un vecino y le preguntó: ¿Cómo es que te molestas tanto en cuidar, abonar, regar y podar esa planta que, al contrario que las otras, no da ningún fruto? Y, el dueño de la finca, contestó: ¡Tengo miedo a que el campo se quede demasiado desierto, sin nada! Aunque sé que no producen fruto… por lo menos adornan.

6.- San Gregorio Magno (uno de los Padres de la Iglesia) solía decir: «El hombre echa la semilla en la tierra, cuando pone una buena intención en su corazón; duerme, cuando descansa en la esperanza que dan las buenas obras; se levanta de día y de noche, porque avanza entre la prosperidad y la adversidad. Germina la semilla sin que el hombre lo advierta, porque, en tanto que no puede medir su incremento, avanza a su perfecto desarrollo la virtud que una vez ha concebido. Cuando concebimos, pues, buenos deseos, echamos la semilla en la tierra; somos como la hierba, cuando empezamos a obrar bien; cuando llegamos a la perfección somos como la espiga; y, en fin, al afirmarnos en esta perfección, es cuando podemos representarnos en la espiga llena de fruto».

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