domingo, 28 de enero de 2018

Cuando algunos se retuercen


CUANDO ALGUNOS SE RETUERCEN

Por Javier Leoz

Seguimos, y muy de cerca, los primeros pasos de Jesús. Del “pasen y vean”, hoy cuarto domingo del Tiempo Ordinario, nos trasladamos a la fascinación por la peculiar enseñanza de Jesús. Añoramos, por mucho que algunos nos intenten convencer de lo contrario, la libertad con la que Jesús se expresaba: lo formulaba humanamente pero con una trascendencia divina. Hoy, en cambio, todo lo que “huela a divino” es postergado, orillado y cuando no… ridiculizado. ¿Dónde queda la libertad? ¿Sólo es para unos? ¿Sólo para aquellos que dicen a todo que “sí” y a nada que “no”?

1.- Si nos asomamos a los medios de comunicación (visual, auricular o escrito) difícilmente encontramos algo que nos sorprenda. Lejos de instruirnos lo único que intentan es adoctrinarnos. Lejos de hacerlo con autoridad (como Jesús lo concebía en un impresionante triple acorde FE/PALABRA/VIDA) pretenden diseñarnos otro estilo de vida desde la pura superficialidad o en fórmulas mágicas que luego se quedan en puras palabras, en sensacionalismo barato, en ruidos que nada dicen y en líneas maestras que luego resultan ser torcidas.

Por ello mismo, la Iglesia, siempre será un pequeño problema para la sociedad dominante (o para los domadores o anestesistas de la sociedad). Su autoridad (FE/VIDA/PALABRA) siempre será una llamada profética, un anuncio que sacuda conciencias, un aguijón con la única pretensión de que “el hombre inmundo” que se filtra por gobiernos, educación e información, cultura y plataformas mediáticas…..se deje guiar por una doctrina nueva, sabia y santa: el Evangelio. ¿Imposible? ¡No! ¿Exento de dificultades? ¡Tampoco! ¿Con luchas, incomprensiones y reacciones en su contra? ¿Acaso no las tuvo Aquel que hablaba y actuaba con máxima autoridad? ¿No las acogió, incluso con cintura, el mismo Jesús?

2.- Nos toca asistir a una realidad “poseída” por espíritus relativistas; pensamos que la autoridad suprema viene dada por los votos o por unas leyes. Creemos que, lo único válido y digno de ser tenido en cuenta, es lo legal, lo establecido, lo correctamente político. ¡Así nos va! Cuando la cultura tradicional mediterránea u occidental se empeña en apartar todo su entramado social de la relación con Dios (que es de donde viene toda auténtica autoridad) los resultados son o pueden ser catastróficos.

El hombre moderno, aunque nos parezca lo contrario, va buscando enseñanzas consistentes. Personas que, además de hacer bandera de ellas, las sepan transmitir desde dentro. ¿Y dónde está el secreto para trasladar aquellos convencimientos y pensamientos cristianos que sabemos pueden ser sal y luz o determinar un ambiente distinto al que vivimos? ¡Ni más ni menos que en nuestra relación personal con Dios! Empeñarnos en levantar un edificio sin cimientos es como pretender que un avión vuele sin motor. Reafirmar que el hombre puede vivir sin más leyes que las humanas, es tanto como dejar un crucero a la deriva en manos del capitán de turno. ¿Acaso no sería mejor dejarnos guiar por la fuerza de Dios, por las líneas maestras que Jesús pone sobre la mesa de nuestra vida?

3.- Solamente seremos luz ante el mundo cuando, lejos de dejarnos contaminar por tantos alientos que debilitan o atacan nuestra espiritualidad, nuestro ser Iglesia, nuestra identidad cristiana o nuestra militancia en Jesús y con Jesús, seamos escudos que detengan esos dardos envenenados que sólo tienen un fin: confundir, desacreditar, dar lo bueno como malo, lo noble como falso, lo santo como reliquia del pasado o a Dios como un ente inexistente.

¿Qué algunos se retuercen? Entonces es que vamos en la dirección adecuada. ¿Qué algunos permanecen indiferentes ante nuestra presencia? Entonces, seguramente, es que alguna flecha que otra, algún espíritu inmundo, se ha colado por las ventanas de nuestras almas y las ha dejado tibias o hasta congeladas.

¿Dónde está nuestro corazón? ¿En Dios? Entonces, en El, estará la fuente de nuestra inspiración, de nuestras palabras, de nuestra forma de ser…..de nuestra autoridad. ¿Lo reconocerán algunos o, tal vez, hace tiempo que desconectamos de ese arranque de vida y de gracia que es Dios?

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