Gran canonización en Roma: el cura gaucho, el obispo Manuel González, el niño cristero mártir...
Orar sin cesar, guiados por el Espíritu: esa fue, según Francisco, la receta de los 7 nuevos santos
Las imágenes de los 7 nuevos santos expuestas en la ceremonia de canonización
Algunos les llaman "los 7 magníficos", aunque entre ellos no se conocieron: son los 7 nuevos santos canonizados en Roma este domingo 16 de octubre por el Papa Francisco.
- El español Manuel González García, obispo de Palencia y Fundador de la Unión Eucarística Reparadora y de la Congregación de las Religiosas Misioneras Eucarísticas de Nazaret; (aquí su historia)
- José Gabriel del Rosario Brochero, el cura gaucho, que recorría en mula zonas remotas de Argentina; (aquí su historia)
- José Luis Sánchez del Río, mártir a los 14 años, asesinado durante la guerra cristera en México (aquí su historia)
- Ludovico Pavoni, sacerdote italiano, fundador de la Congregación de los Hijos de María Inmaculada
- Alfonso María Fusco, sacerdote italiano, fundador de la Congregación de las religiosas de San Juan Bautista
- Salomón Leclerq, francés, de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, asesinado en 1792 en la Revolución Francesa
- Sor Isabel de la Santísima Trinidad Catez, francesa, carmelita descalza y mística, muerta en 1906 con 26 años
Unos 70.000 fieles han asistido a la ceremonia de canonización. Entre ellos, familias beneficiadas de su intervención milagrosa, como la de la pequeña Lupita, la niña curada milagrosamente siendo un bebé por intercesión de José Luis Sánchez del Río, que acompañada de su madre llevó las reliquias del mártir al altar y saludaron al Papa Francisco en español. (Se habían conocido en febrero en la catedral de Morelia, junto a la tumba del mártir).
El libreto de la canonización se puede leer aquí en PDF.
Vídeo de la ceremonia de canonización: 2 horas
Constantes en la oración para estar firmes
En la homilía de la misa de canonización, el Papa Francisco insistió en que el cristiano, para estar firme en la fe y en el testimonio, necesita ser constante en la oración. “Cada uno de nosotros se cansa” pero “no estamos solos, formamos parte de un Cuerpo”. El Pontífice ha explicado que “somos miembros del Cuerpo de Cristo, la Iglesia, cuyos brazos se levantan al cielo día y noche gracias a la presencia de Cristo resucitado y de su Espíritu Santo”. Y sólo en la Iglesia y gracias a la oración de la Iglesia –ha añadido– podemos permanecer firmes en la fe y en el testimonio.
San José Sánchez del Río, el niño cristero mártir
Los santos son “hombres y mujeres que entran hasta el fondo del misterio de la oración”. Hombres y mujeres que “luchan con la oración”, “dejando al Espíritu Santo orar y luchar en ellos”. Luchan hasta el extremo –ha asegurado– con todas sus fuerzas, y vencen, pero no solos: “el Señor vence a través de ellos y con ellos”.
Ha pedido que con la intercesión de estos santos “Dios nos conceda también a nosotros ser hombres y mujeres de oración; gritar día y noche a Dios, sin cansarnos”, “dejar que el Espíritu Santo ore en nosotros, y orar sosteniéndonos unos a otros para permanecer con los brazos levantados, hasta que triunfe la Misericordia Divina”.
Los nuevos santos –ha dicho el Papa Francisco– han alcanzado la meta, han adquirido un corazón generoso y fiel, gracias a la oración: han orado con todas las fuerzas, han luchado y han vencido. Así, el Santo Padre ha invitado a orar como Moisés, como se lee en la lectura del día, “de pie en la cima del monte con los brazos levantados”, con la ayuda de Aarón y Jur, que hicieron sentar a Moisés en una piedra y mantenían sus brazos levantados, hasta la victoria final. El misterio de la oración –ha explicado el Papa– es gritar, no cansarse y, si te cansas, pedir ayuda para mantener las manos levantadas. En esta misma línea, ha precisado que “orar no es refugiarse en un mundo ideal, no es evadir a una falsa quietud”. Por el contrario, “orar y luchar, y dejar que también el Espíritu Santo ore en nosotros”. Además, es el Espíritu Santo quien nos enseña a rezar, quien nos guía en la oración y nos hace orar como hijos.
Oración del Ángelus
Después de haber canonizado a los 7 nuevos Santos, Papa Francisco a la hora del Ángelus del tercer domingo de octubre, se dirigió a los fieles presentes en la plaza de San Pedro y saludó a los peregrinos llegados desde diferentes países, “Al terminar esta celebración -dijo el Obispo de Roma- deseo saludar cordialmente a todos vosotros, que desde diferentes países habéis venido para rendir homenaje a los nuevos Santos. Un saludo especial va para las delegaciones de Argentina, España, Francia, Italia y México. Que el ejemplo de la intercesión de estos luminosos testimonios sostenga el compromiso de cada uno en los respectivos ámbitos de trabajo y de servicio, por el bien de la Iglesia y de la comunidad civil”.
Francisco recordó que este lunes se celebra la Jornada Mundial contra la pobreza, “Unamos nuestra fuerzas, morales y económicas, para luchar juntos contra la pobreza que degrada, ofende y asesina tantos hermanos y hermanas, poniendo en acto políticas serias para la familia y el trabajo”. Finalmente pidió confiar en la Virgen María las intenciones de cada uno.
Homilía completa del Papa Francisco en la canonización de 7 santos
Al inicio de la celebración eucarística de hoy hemos dirigido al Señor esta oración: «Crea en nosotros un corazón generoso y fiel, para que te sirvamos siempre con fidelidad y pureza de espíritu» (Oración Colecta).
Nosotros solos no somos capaces de alcanzar un corazón así, sólo Dios puede hacerlo, y por eso lo pedimos en la oración, lo imploramos a él como don, como «creación» suya. De este modo, hemos sido introducidos en el tema de la oración, que está en el centro de las Lecturas bíblicas de este domingo y que nos interpela también a nosotros, reunidos aquí para la canonización de algunos nuevos Santos y Santas. Ellos han alcanzado la meta, han adquirido un corazón generoso y fiel, gracias a la oración: han orado con todas las fuerzas, han luchado y han vencido.
Orar, por tanto, como Moisés, que fue sobre todo hombre de Dios, hombre de oración. Lo contemplamos hoy en el episodio de la batalla contra Amalec, de pie en la cima del monte con los brazos levantados; pero, en ocasiones, dejaba caer los brazos por el peso, y en esos momentos al pueblo le iba mal; entonces Aarón y Jur hicieron sentar a Moisés en una piedra y mantenían sus brazos levantados, hasta la victoria final.
Este es el estilo de vida espiritual que nos pide la Iglesia: no para vencer la guerra, sino para vencer la paz.
En el episodio de Moisés hay un mensaje importante: el compromiso de la oración necesita del apoyo de otro. El cansancio es inevitable, y en ocasiones ya no podemos más, pero con la ayuda de los hermanos nuestra oración puede continuar, hasta que el Señor concluya su obra.
San Pablo, escribiendo a su discípulo y colaborador Timoteo le recomienda que permanezca firme en lo que ha aprendido y creído con convicción (cf. 2 Tm 3,14). Pero tampoco Timoteo no podía hacerlo solo: no se vence la «batalla» de la perseverancia sin la oración. Pero no una oración esporádica e inestable, sino hecha como Jesús enseña en el Evangelio de hoy: «Orar siempre sin desanimarse» (Lc 18,1). Este es el modo del obrar cristiano: estar firmes en la oración para permanecer firmes en la fe y en el testimonio. Y de nuevo surge una voz dentro de nosotros: «Pero Señor, ¿cómo es posible no cansarse? Somos seres humanos, incluso Moisés se cansó». Es cierto, cada uno de nosotros se cansa. Pero no estamos solos, hacemos parte de un Cuerpo. Somos miembros del Cuerpo de Cristo, la Iglesia, cuyos brazos se levantan al cielo día y noche gracias a la presencia de Cristo resucitado y de su Espíritu Santo. Y sólo en la Iglesia y gracias a la oración de la Iglesia podemos permanecer firmes en la fe y en el testimonio.
Hemos escuchado la promesa de Jesús en el Evangelio: Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche (cf. Lc 18,7). Este es el misterio de la oración: gritar, no cansarse y, si te cansas, pide ayuda para mantener las manos levantadas. Esta es la oración que Jesús nos ha revelado y nos ha dado a través del Espíritu Santo. Orar no es refugiarse en un mundo ideal, no es evadir a una falsa quietud. Por el contrario, orar y luchar, y dejar que también el Espíritu Santo ore en nosotros. Es el Espíritu Santo quien nos enseña a rezar, quien nos guía en la oración y nos hace orar como hijos.
Los santos son hombres y mujeres que entran hasta el fondo del misterio de la oración. Hombres y mujeres que luchan con la oración, dejando al Espíritu Santo orar y luchar en ellos; luchan hasta el extremo, con todas sus fuerzas, y vencen, pero no solos: el Señor vence a través de ellos y con ellos. También estos siete testigos que hoy han sido canonizados, han combatido con la oración la buena batalla de la fe y del amor. Por ello han permanecido firmes en la fe con el corazón generoso y fiel. Que, con su ejemplo y su intercesión, Dios nos conceda también a nosotros ser hombres y mujeres de oración; gritar día y noche a Dios, sin cansarnos; dejar que el Espíritu Santo ore en nosotros, y orar sosteniéndonos unos a otros para permanecer con los brazos levantados, hasta que triunfe la Misericordia Divina.
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