Enfermo y tras 24 años en la cárcel, se bautizó y recibió el perdón de la viuda de su víctima
En 1979 Ron McClary disparó en la espalda a un policía y le djó paralítico. Estuvo 24 años en prisión y hoy padece esclerosis múltiple.
En 1979, Ron McClary tenía 16 años e iba por mal camino. Una tarde de diciembre atracó un supermercado en Columbus (Ohio, Estados Unidos), pero se encontró con que un policía cercano, Tom Hayes, le descubrió y empezó a perseguirle. Ron sacó una pistola y le disparó, dejándole malherido con un tiro en la espalda que le dejó la parte inferior del cuerpo insensible.
Le ingresaron en el Riverside Methodist Hospital, a donde acudió a visitarle a la mañana siguiente su amigo Kevin Lutz, sacerdote, quien se lo encontró casi agonizante. Con lágrimas en los ojos, recuerda hoy la escena: "Le pregunté si perdonaba a quien le había disparado. Me contestó que lo había hecho ya cuando estaba tirado en la calle, bañado en sangre".
Perdonó en el primer instante
"Pensé que me moría, y no quería presentarme ante Dios Todopoderoso con odio en mi corazón. Así que Le pedí que me llevase al cielo y que también le llevase a él", fue la respuesta del policía.
Tom pasó largo tiempo en el hospital, conectado a mil y un catéteres, adquiriendo infecciones de todo tipo, ingresando varias veces en vigilancia intensiva y sufriendo la amputación de una pierna. Pero sobrevivió al disparo.
Ron McClary en 1979, tras ser detenido. Por su parte, Ron fue detenido, condenado y encarcelado, y pasó casi 24 años en prisión. Durante todo ese tiempo, confiesa ahora Lutz al diario The Columbus Dispatch, Tom no dejó nunca de rezar por él y por su conversión al catolicismo. Nunca llegaron a verse, y después de tres décadas de invalidez a causa de aquella agresión, el oficial Hayes murió en enero de 2011 a la edad de 61 años.
El bautismo
Meses después, el padre Lutz decidió encontrarse con quien había trastocado de aquella manera la vida de su amigo. Se encontró a Ron viviendo en la pobreza y aquejado de una esclerosis múltiple. Le contó que su víctima le había perdonado al instante y había rezado por él toda su vida, incluso el día de su fallecimiento.
Continuó visitándole y entablaron una intensa relación. En ocasiones Ron, a consecuencia de su enfermedad, apenas podía intercambiar con él más que un sí o un no, pero fue suficiente para transmitirle al sacerdote que él también había sufrido pesadillas toda su vida por lo que había hecho. El padre Lutz, cuando la ocasión lo propiciaba, procuraba hacerle reír con alguna historia para aliviar sus sufrimientos.
Así fue como un día Ron le pidió ser bautizado. El buen cura lo hizo en su misma habitación.
La prueba del cristiano
Pero la Primera Comunión McClary quiso hacerla en la iglesia de la Sagrada Familia, la parroquia del padre Lutz.. Y entonces el sacerdote llamó a la viuda de Tom con una difícil petición: que ella le perdonara también.
"Le pregunté si era mi prueba como cristiana", confiesa Mary, "porque yo no estaba segura de ser capaz de hacerlo. Tom era mejor persona que yo".
Pero lo hizo. Cuando se vieron, 33 años después de la tragedia que aquel joven, ahora permanentemente encamado, había provocado, Ron intentó hablar. Las palabras, a consecuencia de su esclerosis múltiple, no le salían. Mary le paró, le pasó el brazo por el cuello y con un hilillo de voz susurró palabras que cayeron como una bendición sobre el enfermo: "Te perdono". Un amigo tomó la imagen de Mary, Ron y el padre Lutz en ese momento largamente esperado por Tom.
Tom Hayes antes del crimen. Durante la recepción del sacramento, junto a Ron estuvo también la hermana del policía, Judy, quien asimismo con lágrimas en los ojos apretó el brazo del antiguo delincuente para expresarle su perdón.
"En el cielo todos seremos perfectos amigos", dijo el padre Lutz durante su homilía, "y Jesús nos pide que nos preparemos para eso desde ahora. Por eso nos pide que perdonemos y amemos a nuestros enemigos. Nos pide llevar nuestra cruz y lamentar nuestros pecados".
Fue el 21 de julio de 2012. Durante la ceremonia se puso en un banco la foto de Tom, quien con sus oraciones de treinta y dos años había obrado el milagro.
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