sábado, 23 de febrero de 2013


Señor, te confesé mi pecado, no te escondí mi culpa. Yo dije:" Ante el Señor confesaré mi falta". Y tú, tu perdonaste mi pecado, condonaste mi deuda.
Por eso el varón santo te suplica en la hora de la angustia. Aunque las grandes aguas se desbordasen, no lo podrán alcanzar.
Tú eres un refugio para mí, me guardas en la prueba, y me envuelves con tu salvación.
Salmo 32:5-7


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